El decoro dieciochesco en la traducción de Hamlet.

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Melania Rodríguez Román
Moratín y la Ilustración: El decoro dieciochesco en la traducción...
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MORATÍN Y LA ILUSTRACIÓN: EL DECORO DIECIOCHESCO
EN LA TRADUCCIÓN DE HaMLET*
Melania Rodríguez Román
Universitat de València
[email protected]
This paper examines the first direct translation
of Hamlet from English to Spanish, by Leandro
Fernández de Moratín, published in 1798 with the rise
of neoclassical theatre in Spain. In order to establish the
level of influence of French canons on the process of
translation, the translated text will be analyzed in its
internal aspects, comparing the changes made by
Moratín with the norms and principles of 18th-century
Spanish and French drama, collected in Ignacio de
Luzán’s Poética. In addition, a parallel descriptive study
of the sociocultural context of the Spanish
Enlightenment will allow us to obtain a general view of
the translation’s determinants, such as the translator’s
career-his work as playwright and intellectual, his work
as translator, his stay in London-, or the position his
Spanish Hamlet occupies in the context of drama
production and translation in the Spanish
Enlightenment.
Key words: Hamlet, Leandro Fernández de Moratín,
drama translation, Enlightenment, neoclassical theatre.
En este trabajo se examina la primera traducción
directa de Hamlet del inglés al español, de Leandro
Fernández de Moratín, publicada en 1798 con el
surgimiento del teatro neoclásico en España. Con el fin
de establecer el grado de influencia de los cánones
franceses en el proceso de traducción, el texto será
analizado en sus aspectos internos, comparando los
cambios realizados por Moratín con las normas y
principios del siglo XVIII del teatro español y francés,
*
Fecha de recepción: abril 2013
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recogidos en la Poética de Ignacio de Luzán. Además, un
estudio descriptivo paralelo del contexto sociocultural
de la Ilustración española nos permitirá obtener una
visión general de los factores determinantes de la
traducción, como la trayectoria del traductor-su carrera
como dramaturgo e intelectual, su labor como traductor,
su estancia en Londres-, o la posición que su Hamlet
español ocupa en el contexto de la producción y
traducción teatral de la Ilustración española.
Palabras Clave: Hamlet, Leandro Fernández de
Moratín, traducción teatral, Ilustración, teatro neoclásico.
1. INTRODUCCIÓN
Cuando Leandro Fernández de Moratín traduce Hamlet, de
William Shakespeare, en 1798, somete el texto a ciertas
transformaciones que no pasan desapercibidas, alterando el aspecto
global de la obra. Nosotros consideramos que Moratín adaptó la obra a
las necesidades y exigencias del teatro neoclásico español, un teatro
mucho más estricto que el isabelino, basado en las reglas de la poética
aristotélica. En este estudio de carácter descriptivo analizaremos
dichos cambios, determinaremos a qué se deben, y por último,
concluiremos si existe intencionalidad por parte del traductor y cuál
fue su objetivo en caso de ser así.
En primer lugar, ¿qué circunstancias nos llevan a formular la
hipótesis? Son dos hechos los principales determinantes: i) Moratín
era esencialmente dramaturgo (que no traductor) y se identificaba con
los llamados “afrancesados” de la Ilustración Española, quienes
apoyaban la política y cultura francesas-además, sabemos que en la
Francia ilustrada se tenía una opinión nefasta respecto del teatro
isabelino y muy en particular, de las obras de Shakespeare, ya que no
se consideraban dignas por no someterse a ciertas reglas, y por tanto,
las traducciones que se hacían de obras inglesas pasaban
necesariamente por un filtro neoclásico1-; ii) el paso del traductor por
Londres entre 1792 y 1793 fue clave para la traducción. Al observar las
transformaciones del texto meta, y teniendo en cuenta estas dos
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circunstancias, nos preguntamos si a) dichas transformaciones son
producto de una adaptación a las normas neoclásicas-como sucedía en
Francia-; b) Moratín se dedica a reproducir las modificaciones ya
realizadas por editores ingleses de la obra; o c) por el contrario, nos
encontramos ante una simple aculturación o domesticación-como es
inevitable en cierto grado.
Por tratarse de uno de los dramaturgos más relevantes de la
Ilustración Española, mucho se ha escrito en torno a la mencionada
traducción y, de hecho, no es la primera vez que se apunta a nuestra
hipótesis. Entre los que se han dedicado al estudio de este tema
destacan las aportaciones de Blanca López Román (1989) y Jesús
Cañas Murillo (1999). Sin embargo-y esto es fundamental, puesto
que supone nuestro punto de partida-, no existe un análisis
completo de las transformaciones respecto del texto inglés, puesto
que estos estudios previos se han dedicado a estudiar el contexto
en el que se produjo la traducción y a ofrecer ejemplos aislados
extraídos del texto. En lugar de partir de una hipótesis, ambos
estudios parten de una afirmación, y, lejos de presentar análisis
exhaustivo alguno del texto fuente o de la traducción, se limitan a
ofrecer ejemplos extraídos al azar, sin clasificarlos ni argumentar a
qué norma neoclásica responden. La hipótesis-de ser una hipótesissería acertada, pero se obvia el método científico y se salta
directamente a unas conclusiones sin el respaldo de un corpus
completo de modificaciones, siendo por esto mismo las conclusiones
precipitadas. Tampoco se identifica en ningún momento el texto
fuente de la traducción, por lo que no se ha considerado la
posibilidad de que el texto de Moratín pudiera ser una traducción
fiel de una edición no oficial de Hamlet, de las muchas que surgieron
en la época (como los llamados Bad Quartos). Ambos autores dan por
sentado que Moratín traduce directamente del puño de
Shakespeare. Sin embargo, tampoco se menciona cuál de los textos
“originales” de Hamlet se corresponde con la traducción, algo
indispensable para un estudio de este tipo, puesto que las tres
ediciones oficiales (First Quarto, second Quarto y Folio) difieren entre
sí. En consecuencia, la falta de una metodología clara al examinar la
traducción hace que estos estudios resulten, aunque útiles,
irrelevantes en la actualidad a la hora de afirmar que Moratín
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modificó el texto original siguiendo cánones neoclásicos. Es por ello
que nos proponemos suplir esta falta con un estudio completo que
incorpore un corpus de modificaciones y que sirva en última
instancia para confirmar -o refutar- la hipótesis inicial. Este artículo
representa una mera parte de tal análisis, en concreto, el estudio de
los aspectos textuales, del texto propiamente dicho -en oposición al
resto de elementos propios del género dramático.
El primer paso para poder desarrollar correctamente un
análisis de las transformaciones y verificar que éstas son resultado de
una adaptación neoclásica será establecer el texto fuente de la
traducción. Puesto que no existen estudios al respecto, frente a esta
incógnita nos surge una primera duda: ¿en cuál de los tres textos
clásicos de Hamlet está basada la traducción? De entrada descartamos
el First Quarto, ya que vendría a ser la mitad, en cuanto a extensión,
de lo que ofrece el texto de Moratín. La duda se reduce, por tanto,
al second Quarto y el Folio. Para resolverla acudimos a la versión
sinóptica de Hamlet de Jesús Tronch (2002) y al comparar ambos
textos con la traducción, no cabe duda de que se trata del texto del
Folio, ya que, al contener ambos textos clásicos diferencias entre síque generalmente afectan a palabras concretas pero que en ocasiones
se extienden a pasajes completos-, nos es fácilmente posible
determinar a qué texto pertenece la traducción (Tronch, 2002:36).
Resuelta esta duda, surge una nueva: ¿utilizó Moratín
directamente (y/o únicamente) el Folio, o se basó en una edición
moderna del mismo? En las notas críticas que acompañan a la
traducción, Moratín reproduce comentarios de tres editores de
Shakespeare: Warburton (1747) y Johnson-Steevens (1773), por lo que
pudo haber utilizado cualquiera de estas ediciones. Sin embargo, al
compararlas con una edición bilingüe de la traducción (Fernández de
Moratín, 1933), el texto inglés no coincide con ninguna de ellas, por lo
que acudimos a la edición más reciente en la fecha de llegada de
Moratín a Londres, la edición de Edmond Malone (1790), que como
podemos comprobar, se corresponde con el texto inglés de la edición
bilingüe. Además, esta edición recoge los comentarios de los anteriores
editores que Moratín reproducía en sus notas. De esta manera, ya
tenemos localizado el texto fuente de la traducción.
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2. EL TEATRO NEOCLÁSICO Y EL HAMLET DE MORATÍN
Los neoclásicos españoles pretendieron promover una reforma
respecto del panorama teatral de su tiempo2. Insatisfechos con la forma
de proceder de los dramaturgos españoles y, sobre todo, con el gusto
artístico del pueblo, recurrieron a los modelos franceses, basados en
las reglas de la Poética aristotélica, donde encontraron la sensibilidad
artística que buscaban y las normas de rectitud moral que defendían
(Gregor, 2010:13). Las reglas de este teatro fueron recogidas en
nuestro país por Ignacio de Luzán en su Poética, publicada en 1737 y
revisada en 1789. Entre las reglas a seguir destacan la unidad de
tiempo, de lugar y de acción, la verosimilitud, la separación entre lo
trágico y lo cómico, y el decoro en el lenguaje, así como la intención
didáctica y la supremacía de la razón frente a los sentimientos. El
resultado era casi siempre un teatro estático y rígido, “muy evidente
ante todo en los personajes trágicos, todos perfectos y lineares,
inmóviles en su fidelidad al papel que el autor les ha fijado” (Caldera
2003). Por ello resulta extraño que Moratín tradujese Hamlet, pues la
moda era recuperar a los clásicos franceses, como Voltaire o Racine,
quienes cumplían los requisitos principales del teatro que predicaban
y eran considerados, por tanto, dignos del escenario y del público
español.
Las primeras traducciones al español de Hamlet de las cuales se
tiene constancia son: la versión de Ramón de la Cruz (1772); otra
anónima y sin fecha; una tercera-también sin fecha-por Antonio de
Saviñón; y una última a cargo de José María de Carnerero, publicada
en 1825 (Pujante y Gregor, 2005:132).
La tradición en España respecto de las obras inglesas pasaba por
adaptarlas de sus respectivas versiones francesas, cosa que Moratín
critica en la Advertencia que acompaña a su traducción. Él será el
primero en utilizar el inglés como fuente directa, adelantándose
también a obras semejantes en el resto del continente (López Román,
1989:119). Su versión supone un referente en la traducción dramática
en España, y la obra a partir de la cual se afianza la presencia del
dramaturgo inglés en nuestro país.
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3. ASPECTOS TEXTUALES DEL TEXTO TRADUCIDO
Como ya hemos mencionado, este artículo forma parte de un
estudio más completo y complejo de la traducción, en el que se han
examinado los cambios que afectan a los aspectos dramáticos de la
obra, aquellos puramente textuales, así como las notas que acompañan
a la traducción y que revelan los motivos de estas transformaciones.
Aquí nos centraremos en los aspectos textuales.
La manipulación sufrida por los aspectos dramáticos en la
traducción resulta obvia al comparar ambos textos. Ahora bien, los
cambios de textura son más sutiles y, por tanto, difíciles de identificar.
No obstante, éstos revelan, al igual que los primeros, una fuerte
convicción neoclásica por parte del traductor.
Para los dramaturgos neoclásicos, representar la verdadentendida como máxima de verosimilitud-en una obra de teatro era
primordial, pero no bastaba si no se hacía en un estilo digno de este
arte y con una sensibilidad poética basada en el decoro dieciochesco.
“Porque”, citando a Luzán:
la belleza consiste en aquella luz con que brilla y
se adorna la verdad, luz que, como enseña el citado
Muratori, no es otra cosa sino la brevedad o claridad,
evidencia, energía, utilidad y demás circunstancias y
calidades que pueden acompañar y embellecer la verdad.
(1974:131)
Efectivamente, la clave del buen teatro para los neoclásicos
residía en el arte de embellecer: el teatro neoclásico estaba pensado
tanto para entretener al público como para educarlo. Ésta y otras
normas neoclásicas fueron recogidas por Ignacio de Luzán, quien en su
Poética (1974) señalaba la necesidad de dicha conjunción, “pues sólo
del feliz maridaje de la utilidad con el deleite nacen, como hijos
legítimos, los maravillosos efectos que, en las costumbres y en los
ánimos, produce la perfecta poesía” (1974:115).
Los dramaturgos dieciochescos se dedicaron a mostrar al pueblo
personajes que podían expresarse en un lenguaje decoroso incluso en las
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comedias. El estilo elevado era por tanto una de las características de la
belleza clásica que más reivindicaban los dramaturgos neoclásicos.
Como bien señala Ermanno Caldera, “era el lenguaje justamente lo que
los clasicistas dieciochescos con más ahínco censuraban en las obras,
teatrales y no, del Siglo de Oro” (Caldera, 2003). Fuera del lenguaje
recomendado quedaban las expresiones vulgares, las referencias
sexuales, y demás indecencias que, según Moratín y sus compañeros
neoclásicos, no servían sino para agradar al “vulgo”3 y excitar sus más
bajas pasiones. Siguiendo estos dictados, Moratín se dedicó a
embellecer el lenguaje del Hamlet original a través de su traducción.
3.1 Lenguaje obsceno
La presencia de lenguaje vulgar en una obra teatral,
especialmente en una tragedia, era por tanto algo inconcebible para la
mente neoclásica. El propio Moratín arremetía contra esta práctica en
su Advertencia, cuando se quejaba de que el estilo de Shakespeare se
tornaba vulgar en ocasiones (1825:3), con el único objetivo de agradar
a la sociedad de la época, la cual se deleitaba en las más profanas
groserías.
En el Hamlet de Shakespeare encontramos ciertas groserías y
ataques verbales que Moratín, fiel a un tipo de teatro más decoroso, se
propone suavizar. Blanca López Román analiza muy brevemente la
traducción censurada del lenguaje vulgar en la obra:
Moratín suprime casi todos los juramentos del texto.
Sencillamente no se molesta en traducir ningún “Sblood” o ningún
“Swounds”. Para mostrar su pensamiento implícito sobre este tipo de
expresiones, basta ver su traducción “fall acursing”, por la vaga
expresión de “Débil desahogue con palabras al corazón”. (1989:122-23)
En efecto, Moratín se dedicó a eliminar de su texto palabras
tales como “‘Sblood” y “‘Swounds”, de modo que en lugar de
sustituirlos por términos más suaves, los juramentos simplemente
desaparecen en la traducción. Si bien no son muchas las ocasiones en
que Shakespeare hace uso de estas expresiones-cuatro en total-, sí es
cierto que su eliminación, junto con la de otras expresiones de
similares características, cambia por completo el tono de la obra.
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En cuanto al siguiente ejemplo que comenta López Román“débil desahogue con palabras al corazón”-, se trata de un error, pues
cree la autora que esta traducción corresponde a “fall acursing”- que se
encuentra traducida como “prorrumpa en execraciones vanas” -,
cuando en realidad corresponde a “unpack my heart with words”,
donde no encontramos censura alguna. Sí se censuran, sin embargo,
otros términos vulgares repartidos por el texto. Es el caso de “harlot”:
en una de las dos ocasiones en que aparece se traduce como
“meretriz”, un sinónimo de “prostituta” sin duda más elegante:
How smart a lash that speech doth give my conscience!
The harlot’s cheek, beautied with plast’ring art,
Is not more ugly to the thing that helps it
Than is my deed to my most painted word.
o heavy burthen! (III.i.)
¡Qué cruelmente ha herido esa reflexión mi conciencia!
El rostro de la meretriz, hermoseada con el arte, no es más
feo despojado de los afeites, que lo es mi delito disimulado
en palabras traidoras. ¡Oh! ¡Qué pesada carga me oprime!
(III.iii.)
En otro caso, la palabra censurada es “whore”, eliminándose
toda referencia al oficio:
This is most brave,
That I, the son of a dear father murther’d,
Prompted to my revenge by heaven and hell,
Must (like a whore) unpack my heart with words (…) (II.ii.)
¿Será generoso proceder el mío, que yo, hijo de un querido padre (de cuya muerte alevosa el cielo y el infierno
mismo me piden venganza) afeminado y débil desahogue
con palabras al corazón, (…) (II.xi.)
No sólo afecta este tipo de censura a juramentos y referencias
a la prostitución, sino también a improperios como el siguiente:
Why, what an ass am I! (II.ii.)
Moratín no consiente que un príncipe se exprese de forma tan
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vulgar, cuanto menos si se refiere a sí mismo, y en lugar de esto, lo que
el Hamlet de Moratín se pregunta es:
Pero, ¿por qué he de ser tan necio? (II.xi.)
Hamlet, refiriéndose a uno de los sepultureros, vuelve a incurrir
en la misma expresión:
This might be the pate of a Politician,
which this ass now o’erreaches; one that would circumvent god,
might it not? (V.i.)
que en el texto de Moratín queda traducido como:
Y la que está maltratando ahora ese bruto, podría
ser muy bien la cabeza de algún estadista, que acaso
pretendió engañar al cielo mismo. ¿No te parece? (V.ii.)
Claramente, las expresiones “necio” y “bruto” tienen menos
connotaciones que “ass” en inglés, y suavizan el tono de las palabras del
príncipe. Lo mismo sucede con la expresión “fool”, que el traductor
decide sustituir por “chiquillos”:
cannot you tell that? Every fool can tell that. (V.i.)
¡Toma! ¿no lo sabéis? Pues hasta los chiquillos os lo
dirán. (V.ii.)
La manipulación no se limita a palabras malsonantes, sino que
afecta incluso a ciertas imágenes grotescas. Nótese cómo se obvia la
expresión “prey on garbage”:
so lust, though to a radiant angel link’d,
Will sate itself in a celestial bed
and prey on garbage. (I.v.)
Así la incontinencia,
aunque viviese unida a un ángel radiante, profanará con
oprobio su tálamo celeste. (I.xii.)
Más adelante, el protagonista describe a unos actores tan
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excepcionales que el público “los aplaudia”, dice Moratín, “con
entusiasmo, por no decir con escándalo” (III.viii.), donde Shakespeare
quiso decir “highly, not to speak it profanely” (III.ii.). Es evidente que
la hipérbole queda suavizada.
3.2 Referencias sexuales
Igual que sucede con el lenguaje vulgar, las referencias sexuales
son atenuadas o directamente eliminadas en el texto meta. La tragedia
neoclásica nos muestra en escena a personajes de una posición social
relativamente elevada, por lo que el lenguaje que éstos utilizarán será de
un estilo elevado, culto y educado, en ningún momento soez. Por el
contrario, Shakespeare se rebela contra las rígidas divisiones sociales de
su época, mezclando nobles, guardias, reyes, sepultureros, cómicos, etc.
De este modo, no es extraño que se desdibujen las diferencias entre
unos y otros, y los personajes acaben tratándose como iguales. Así,
Shakespeare consiente que un sepulturero dé lecciones a Hamlet, y que
éste, por su parte, participe del lenguaje vulgar de sus plebeyos,
permitiéndose algún chiste u observación con connotaciones sexuales.
Por contra, en un teatro en el que se pretende que, como afirma René
Andioc, “la nobleza tome conciencia de sus responsabilidades y sirva de
respetable modelo a las masas populares” (1987:396), Moratín no tolera
esta subversión, y en consecuencia lleva a cabo un reajuste de ciertos
pasajes donde aparecen expresiones poco propias de las clases altas.
Blanca López Román menciona tres referencias sexuales en
Hamlet que se pierden en la traducción de Moratín. En realidad hay
algunas más, y, al contrario de lo que ocurre con el lenguaje obsceno,
absolutamente todas las referencias sexuales del texto son modificadas
o eliminadas. Comencemos, no obstante, con las señaladas por López
Román:
De la misma manera evita la traducción precisa
de la palabra “loins”. Prefiere seno, más aceptable
seguramente para su época así “About her lank and all
o’erteemed loins” se transforma en la expresión “en vez
de vestidura rozagante cubierto el seno”. Igualmente se
busca un término vago y general para “suck’d the honey”
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que se traduce como “que guste algún dia la miel”, para
evitar la obvia alusión sexual. (1989:123)
Mientras que la palabra “loins” nos transmite un significado
mucho más sexual y sugerente, “seno” es un término neutro para
referirse al órgano femenino, sin poseer éste un marcado carácter
sexual. En el segundo ejemplo que ofrece Blanca López Román, la
censura es obvia, ya que Moratín se niega a traducir “chupar”, que,
siendo la traducción más cercana a “suck”, mantendría la connotación
sexual del comentario. Moratín no se conforma aquí con depurar la
alusión, sino que la olvida por completo.
Continúa la autora con su último ejemplo: “Finalmente, ni
siquiera se intenta buscar la equivalencia de expresiones claramente
soeces como «That’s a fair thought to lie between maids’ legs»
(1989:123). Esta última referencia sexual es algo más compleja, puesto
que forma parte de un diálogo más amplio en el que hay, además de
ésta, otras dos referencias sexuales más sutiles. Unas líneas atrás,
Hamlet pregunta a Ophelia si puede apoyar la cabeza sobre sus rodillas,
a lo que Ophelia responde que no, por la doble intención del
comentario del príncipe. Entonces, éste le repite la pregunta a
Ophelia, y ella, esta vez, le concede permiso. Hamlet, entretenido,
pregunta “Do you think I meant country matters?” (III.ii.) El término
en cuestión-“country matters”-es en slang un sinónimo de “relaciones
sexuales”. Pero Moratín, evitando ser tan explícito, lo deja en “¿Pensáis
que yo quisiera cometer alguna indecencia?” (III.xi.). Ante esta
pregunta, Ofelia contesta con un “no”, y es entonces cuando Hamlet
dice la frase que comenta Blanca López Román. Lejos de suavizarla, o
tal vez de modificarla, el traductor cree que el juego ha ido demasiado
lejos y se ha vuelto cada vez más explícito, por lo que corta la frase por
la mitad y se deshace de la alusión sexual, que, siendo aún inferible, ya
no es visible: “Qué dulce cosa es...” (III.xi.)
Moratín se empeña en retratar a Ofelia como una inocente y
virginal doncella, cuando en realidad Shakespeare quiso que la joven
participara de los juegos pícaros de Hamlet. Éste se dedica durante
toda la obra a procurar palabras subidas de tono a Ophelia, quien, en
lugar de ofenderse, parece entretenida y le sigue la corriente. En la
escena ii del acto III, Ophelia pregunta, refiriéndose a los “players”:
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Will he tell us what this show meant? (III.ii.)
y Hamlet, una vez más con segundas intenciones, responde
muy animado:
ay, or any show that you’ll show him. Be not you asham’d to
show, he’ll not shame to tell you what it means. (III.ii.)
Hasta aquí, Moratín es fiel al texto fuente, pero en el
comentario de Ofelia que sigue a la ambigua respuesta de Hamlet el
traductor aparca la objetividad:
You are naught, you are naught! I’ll mark the play. (III.ii.)
¡Qué malo! ¡Qué malo sois! Pero, dejadme atender
a la pieza. (III.xii.)
Por su traducción, parece que Hamlet se esté mofando de los
cómicos, más que cortejando a Ofelia de manera bastante descortés.
Por último, mientras Shakespeare escribe sin pudor alguno “making
love”:
nay, but to live
In the rank sweat of an enseamed bed,
stew’d in corruption, honeying and making love
over the nasty sty! (III.iv.)
Moratín prefiere traducir “caricias de amor” (III.xxvi.),
eliminando así la referencia sexual explícita, pues “caricias” no tiene
por qué referirse al acto sexual.
3.3 Lenguaje profano
Si bien el texto inglés abunda en ocasiones en lenguaje obsceno
y referencias sexuales, tan sólo se aprecian en él algunas pocas
referencias profanas a Dios. En total encontramos cuarenta referencias
a Dios en todo el texto, profanas y no profanas. Leandro Fernández de
Moratín elimina cinco de ellas, cuatro de las cuales son profanas. La
primera de estas eliminaciones es tal vez el más claro ejemplo, por ser
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la referencia profana más reconocible de la obra. Polonio, al observar la
actuación de los cómicos, exclama, jurando ante Dios:
Fore god, my lord, well spoken, with good accent and good
discretion. (II.ii.)
Esta ofensa no es bien recibida por el traductor, quien decide
verter la intervención de Polonio al castellano como:
Muy bien declamado, ¡a fe mía!, con buen acento y bella
expresión. (II.x.)
No sólo es el juramento inapropiado en sí mismo, sino que los
versos a los cuales se refiere Polonio no son del agrado de Moratín, por
lo que no merecen tal bendición. De éstos dirá más adelante, en las
notas que cierran la traducción (Nota II-20):
Los que no le juzguen impecable, hallarán estos
versos muy dignos de su pluma: fantasía robusta,
imágenes atrevidas, expresión gigantesca, pompa de
estilo, mucha descripción, adornos inoportunos, viciosa
abundancia; tales son las prendas que caracterizan éste
y el siguiente pasaje, y ellas delatan el verdadero autor.
(1825:260)
En la escena i del acto III, Hamlet trata con más bien poca
delicadeza a la joven Ophelia, regalándole improperios y haciendo
referencia en dos ocasiones a Dios:
I have heard of your paintings too, well enough. god hath
given you one face, and you make yourselves another. You jig, you
amble, and you lisp; you nickname god’s creatures and make your
wantonness your ignorance. (III.i.)
Por contra, en la traducción desaparece cualquier mención a
Dios:
He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos.
La naturaleza os dio una cara y vosotras os hacéis otra
distinta. Con esos brinquillos, ese pasito corto, ese hablar
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aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia vuestros
defectos mismos. (III.iv.)
Moratín desaprueba el trato de Hamlet a su amada, pues como
afirma en la Nota III-3,
No se halla razón que disculpe la dureza bárbara
con que Hamlet trata en esta escena a la inocente y
sensible Ofelia. Pudiera muy bien hacer con ella el papel
de loco, sin despreciarla ni abatirla. (1825:263)
De esta manera, el neoclásico no considera las palabras del
príncipe dignas de contener tan sagrado nombre. En la primera
mención, se sustituye “God” por “naturaleza”, mientras que la segunda
mención desaparece por completo.
La tercera de estas referencias profanas se encuentra en un
pasaje especialmente soez en opinión del propio Moratín. Se trata, de
nuevo, del famoso diálogo entre los potenciales amantes, en el que
Hamlet se muestra muy explícito respecto de sus intenciones con
Ophelia. Cuando Ophelia, sorprendida-aunque también entretenida, le dice “You are merry, my lord”. Hamlet le responde: “o god, your only
jig-maker!” (III.ii.) No debió parecerle al traductor que esta referencia,
ya condenable por ser profana, tuviera cabida en una conversación de
tal naturaleza, de forma que queda en el olvido: “Lo hago sólo por
divertiros.” (III.xi.)
4. CONCLUSIONES
Tras analizar los cambios observados en la traducción desde el
punto de vista de la concepción neoclásica del teatro de la Ilustración,
podemos afirmar que el traductor manipula conscientemente el texto.
No se trata, como habíamos contemplado, de una simple aculturación
del texto meta, pues Moratín justifica-sin saberlo-sus modificaciones
en las notas a la traducción a través de ataques al texto, los cuales
responden fielmente a las directrices neoclásicas recogidas por Ignacio
de Luzán. Serían cambios debidos a una aculturación, por ejemplo, la
traducción de refranes o la adaptación de los nombres propios. Las
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transformaciones que aquí hemos estudiado, sin embargo, van más allá
de las diferencias culturales. La manipulación se debe, por tanto, a un
deseo de adaptación a las normas neoclásicas-como ya sucediera en la
Francia de la época-provocado por el desprecio al teatro isabelino y al
gusto inglés, pues para Moratín no existía otro tipo de teatro digno de
ser representado, si no el neoclásico.
Ahora bien, ¿es este deseo de adaptación de la obra consciente
o inconsciente? Los cambios referentes a aspectos puramente
textuales-los que aquí nos han ocupado-delatan al Moratín más
intransigente, sobre todo en lo concerniente al lenguaje vulgar y las
alusiones sexuales, cosa totalmente inconcebible en el teatro
neoclásico. Resultaría absurdo pensar, después de analizar las
transformaciones, que el hecho de que desaparezcan los juramentos y
de que todas y cada una de las alusiones sexuales sean eliminadas o
drásticamente suavizadas fuera un mero producto de la casualidad o
del subconsciente del traductor, más si cabe cuando la actitud de
Moratín en la Advertencia y en las notas a la traducción parece una
suerte de justificación de esas transformaciones en base al
pensamiento neoclásico y a las reglas de la Poética que las avalan. Es
por tanto lógico concluir que la manipulación responde a una clara
intencionalidad.
El contenido de la obra es el mismo, pero su presentación
responde ahora al gusto ilustrado. La traducción de Moratín cumple así
con todas y cada una de las normas neoclásicas aplicables a la tragedia,
excepto en aquellas ocasiones en que seguirlas supondría alterar el
contenido de la misma-como es el caso de la máxima de verosimilitud,
pues de adoptarla debería haber prescindido del personaje del
fantasma, entre otros aspectos.
Todo ello contrasta con su objetivo inicial de ser fiel al autor,
expuesto en la Advertencia o prólogo que precede a la traducción.
Mientras en ella afirma una y otra vez su intención de ser imparcial, las
notas a la traducción están plagadas de claros juicios de valor respecto
de la obra y su autor, pues Moratín no consigue deshacerse de su
experiencia previa como dramaturgo ni de su concepción neoclásica
del teatro.
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Una vez confirmado que el traductor transforma subjetivamente
el texto de Shakespeare, no somos de la opinión de Laura Campillo,
quien en su artículo “La influencia de Voltaire en el primer Hamlet
español” afirma que “el fin último de Moratín al realizar esta
traducción fue la de validar los principios del Neoclasicismo,
precisamente mostrando los errores a los que se podía llegar en una
tragedia si no se cumplían las estrictas reglas de composición
neoclásica” (Campillo, 2010). Moratín señala en varias ocasiones lo
que en su opinión son errores producidos por la falta de adhesión a
estas normas, pero parece improbable que su objetivo fuera mostrar el
texto de Shakespeare como ejemplo de lo antiestético. En tal caso, se
habría limitado a traducir la obra como llegó a sus manos, con todos
sus “defectos”.
Tampoco creemos, al contrario, y como menciona Blanca López
Román, que pretendiera mejorar a Shakespeare, pues de haber sido así
habría realizado muchos más cambios de los que se observan-basta
observar cómo el traductor critica en la Advertencia el desarrollo del
argumento (1825:3-4), aspecto que no altera en absoluto.
Sabemos por su puño y letra que, a pesar de sostener ideas
diferentes en cuanto a la naturaleza del teatro, admiraba
profundamente al inglés, y prueba de ello es que en la Advertencia
afirma que la obra “es una de las mejores de Guillermo Shakespeare”
(1825:3). No hay más que ver cómo alaba en ocasiones su estilo, cómo
le emociona la gracia del isabelino. También nos queda el testimonio
de una carta que envió a su amigo Juan Antonio Melón, en la que
escribe: “¡Qué tragedia inglesa, intitulada Hamlet, tengo traducida de
pies a cabeza!” (Santoyo, 1999:154), lo cual demuestra su admiración
por la obra. Para más evidencia, en sus “Apuntaciones sueltas de
Inglaterra” (1999), concretamente en la nota primera del Cuaderno
IV, se quejaba Moratín:
Shakespeare, Congrave, Dryden, Otway,
Vicherley, no han logrado una estatua ni un monumento
en estos santuarios de las Musas, donde tantas veces se
representan sus obras con aplauso y entusiasmo público.
El espíritu de avaricia sórdida, que preside a la
administración de los teatros ingleses, no ha podido
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concebir esta idea de generosidad y de justo
reconocimiento a la memoria de tan grandes hombres.
De esta manera, Moratín no pretendió mejorar a Shakespeare,
pero tampoco mostrarlo al público español como mofa y ejemplo de lo
horrendo, pues, pese a todo, fue un fiel admirador del dramaturgo
inglés. En definitiva, el madrileño fue todo lo fiel al texto original que
su alma neoclásica le permitió, y allá donde no se vio capaz de transigir,
adaptó la obra a sus convicciones.
NOTAS
Traductores como J.F. Ducis (1809) y M. Letourneur (1836)
adaptaron obras de Shakespeare al francés mediante un filtro
neoclásico, eliminando aquellos elementos que no consideraban
dignos de la tragedia tal y como la formuló Aristóteles, y
añadiendo otros tantos adecuados al gusto francés.
2
El neoclasicismo fue en toda Europa la expresión estética de la
Ilustración, y como tal propugnaba la supremacía del orden y la
razón sobre todas las cosas.
3
Palabras del traductor en su Advertencia (1825:3).
1
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