rabies vejucos, que trepando do ramo en ramo, van formando

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rabies vejucos, que trepando do ramo en ramo, van formando
verdaderos pensiles naturales.
Mas dejando este lügar priviligiado para proseguir nuestro camino, hallarémos áun en esos vastos y áridos pajonales,
muy lindos arbustivos, cuya numerosa ramificación constituye
eopos relativamente grandes y redondos, la Baoeharis - Odor fita y Arbutifolia y la B. Genistaelloides tan singular por sus
tallos trialados. Yerémos la Qynoxys'Buxífolia y la Fuliginosa) entrambas notables por sus hojas, vestidas en la página
inferior por un denso tegumento algodonoso. Allí densos céspedes de Mühlembelcia Rupesíris1 de Vaccinium •Mortinia y
de Pernettya angv/stifolia. Allí una especie arborescente de
Berberís y la Salvia Gorrugata, que hallarémos • más tarde
áun en el descenso meridional del Chimborazo;. El Senecio
Teretifolius y, fuera de otras, la Qardoquia*Flegans, son arbustitos tan elegantes cónio sobrios, que sé contentan con los
escasos humores, que les proporciona esa arena I calcinada en
las entrañas del próximo Ootopáxi.
Si, acercándonos á Latacunga, fijamos nuestra atención
en las orillas «de los arroyos que brotan al pié del próximo
Yolcan, además de las ya mencionadas Hydrocótyles y Calceolárias, del JEpilobium Bonplandü* del Ranúnculus Tridentatus, hallarémos la A&olla Magellamca, pequeño vegetal de
hojas lenticulares, que está flotando en la superficie de las
aguas. Pero ¿cuál será nuestra admiración si recogiendo áun
esos filamentos uniformemente verdes, en los que la simple
vista nó distingue sino nna-mask homogénea, y examinándolos
al microscópio, hallamos que bajo -esas apariencias uniformes
se esconde? por-decirlo así, una nación entera- de seres bien
distintos? En efecto?, allí he recogido* algunas Nostocáceas,
muchas fiafiillárias, varias Zygnemáceas Protococáceas, 'Oedogoniáceas; y para abreviar, como 84 especies por lo menos con
numerosas variedades de estos seres microscópicos, pertenecientes á 19 géneros y á varias familias bien distintas. ¡Cuan
profusa y casi pródiga es la naturaleza-en sus producciones,
multiplicando áun las que por su pequeñez * se sustraen á la
vista, y consideración de los hombres! De la misma manera
en la prpfundidad del espacio celeste ha sembrado millones de
astros, cuyo resplandor jamás ilegará á la vista de los mortales,
y en los abismos de los Océanos conserva y vivifica un sin
número de organismos vegetales y animales, que acaso nunca
llegarán á nuestra noticia. Por otra parte, para volver á
nuestro objeto, ¡cuán poco reparamos en estos seres rudimentarios, en los cuales sinembargo la doble vida vegetativa se
desenvuelve; cuanto á su fin último, con la misma perfección,
y acaso aún más misteriosamente, que en los más corpulentos
gigantes de nuestras selvas tropicales! Pero ¿merecerán núes-
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