Un hongo grande09 - Tottarragona.cat

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HIROSHIMA - NAGASAKI
El otro hongo
64è. aniversari de l’holocauste nuclear
Tres días después de Hiroshima, otro avión B-29 vuela sobre Japón.
El regalo que trae, más gordo, se llama Fat Man.
Los expertos quieren probar suerte con el plutonio, después del
uranio ensayado en Hiroshima. Un techo de nubes tapa a Kokura, la
ciudad elegida. Después de dar tres vueltas en vano, el avión cambia
de rumbo. El mal tiempo y el poco combustible deciden el exterminio
de Nagasaki.
Como en Hiroshima, los miles y miles de muertos en Nagasaki son
todos civiles. Como en Hiroshima, otros muchos miles morirán
después. La era nuclear está amaneciendo y una nueva enfermedad
nace, el último grito de la Civilización: el envenenamiento por
radiaciones que, después de cada explosión, sigue matando gente por
los siglos de los siglos.
Fotos: Un hongo grande como el cielo
Cielo de Hiroshima, agosto de 1945.
El avión B-29 se llama Enola Gay, como la mamá del piloto.
Enola Gay trae un niño en la barriga. La criatura, llamada Litte Boy,
mide tres metros y pesa más de cuatro toneladas.
A las ocho y cuarto de la mañana, cae. Demora un minuto en llegar.
La explosión equivale a cuarenta millones de cartuchos de dinamita.
Allí donde Hiroshima era, se alza la nube atómica. Desde la cola del
avión, George Caron, fotógrafo militar, dispara su cámara.
Este inmenso, hermoso, hongo blanco, se convierte en el logotipo de
cincuenta y cinco empresas en Nueva York y del concurso de Miss
Bomba Átomica, en las Vegas.
En 1970, un cuarto de siglo después, se publican por vez primera
algunas fotos de las víctimas de las radiaciones, que eran secreto
militar.
En 1995, la Smithsonian Institution anuncia en Washington una gran
exposición sobre las explosiones de Hiroshima y Nagasaki.
El gobierno la prohíbe.
Dissabte 8 d’agost de 2009
El papá de la bomba
La primera bomba atómica fue ensayada en el desierto de Nuevo
México. El cielo se incendió, y Robert Oppenheimer, que había
dirigido los experimentos, sintió orgullo de su trabajo bien hecho.
Pero tres meses después de las explosiones en Hiroshima y en
Nagasaki, Oppenheimer dijo al presidente Harry Truman:
- Siento que mis manos están manchadas de sangre.
Y el presidente Truman dijo a su secretario de Estado, Dean Acheson:
- Nunca más quiero ver a este hijo de puta en mi oficina.
A les 20h. al Passeig de les Palmeres, confecció de fanalets.
A les 22h. a la Font del Balcó del Mediterrani, recordant a les
víctimes d’Hiroshima i Nagasaki, encendrem els fanalets i els
posarem a l’aigua.
Textes d’en
Eduardo Galeano
Espejos
Una historia casi universal
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