Museo de los relojes

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Museo de los relojes
Angélica Santamaría / Letra a Letra/ 2015
DICIEMBRE
Llega el viento recogiendo el año
despejando el cielo.
Su rugir se pasea por ventanas
por balcones, ¿quién le aguarda?
¿Quién le siembra en su gemido
la resequedad de la nostalgia?
Y su evocación de tumbas
¿quién pudiera olvidarla?
Museo de los relojes (2015), primer libro de Angélica
Santamaría, es una colección de delicada relojería.
Cada sección representa un reloj, y en su conjunto,
una muestra de distintos modos de pendular el tiempo: hay relojes de arena, relojes de viento, relojes sin
tiempo, y relojes de aliento.
Lo inusual de esta museografía es que las agujas que
miden el paso de minutos y segundos marcan hacia
atrás, puntean instantes imprecisos de los que se oyen
apenas latidos, pulsaciones. Por eso su timbre, cuando
suena en el poema, tiene un tono evocativo, un repicar
de ausentes. Los poemas-relojes de Angélica Santamaría no anuncian la hora de la exactitud sino la de la
inexactitud: sus cucús suenan a destiempo.
A continuación escuchemos el sonido de un reloj sin
tiempo. Sus manecillas pretenden medir el amor y el
desamor en la imprecisa trama del pasado.
Escuchemos, con atención, el timbre de un reloj de arena, cuyos minuteros quisieran marcar los recuerdos
de la infancia:
COLOSÓ
Los pies descalzos nunca fueron tan felices
como en las piedras planas
sembradas en la verja.
Trato de tocar las piedras húmedas
de robarles
unas cuantas gotas de llanto
y a través de las lágrimas mirar tu rostro
multiplicado
[…]
El viento devuelve la tarde
el tiempo es un sueño
Dice el poeta Joaquín Mattos Omar, en el prólogo a
Museo de relojes, que tres son las constantes emocionales y pensativas de los poemas de Angélica Santamaría: el tiempo, la infancia y el mar. Y su mirada, aguzada, de relojero, ve bien. El mar, que tiene en su oleaje
su propio modo de cifrar el tiempo, se escucha en este
poema titulado “Reloj de Viento”. Oigamos este solo tic
tac, esta sola ola:
La brida nunca se tornó misericordia
como en las madrugadas
llenas
de trinos y lamentos.
Noches, velas, palabras y silencios
infancia, infancia, infancia…
la montaña, la poza: el recuerdo.
El silencio es sonido de todo lo que calla.
Escuchemos ahora cómo suena el mecanismo de un
reloj de viento. Los puntales de este péndulo intentan
precisar el paso de los días y los meses:
De tal estilo son las piezas que componen este Museo de
relojes, que no mensuran el tiempo útil, oficioso, sino el
discurrir de las deshoras y las impuntualidades. La poeta sabe que un coleccionista de poemas es una suerte de
coleccionista de relojes inútiles, o útiles de otro modo.
La poesía sucede en otro tiempo, dicen. Y para darle
cuerda a sus relojes, está la voz de la poeta.
Luz Eugenia Sierra
Prologuista
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