Hola niños! ¿Sabéis una cosa? El otro día iba dando un paseo por los patios del colegio y cuando llegué a la altura del Huerto Escolar quise entrar. La puerta estaba cerrada pero escuché unos ruidos extraños. ¿Queréis saber lo que pasó? Bueno, antes de nada tengo que deciros que un huerto es un campo campo grande donde viven algunas plantas. Cuando yo era pequeña mi abuelito me llevó un día a su huerto y me enseñó en que consistía su trabajo. Me dijo que sembraba en la tierra unas semillitas, las regaba con frecuencia, esperaba que crecieran y luego recogía las verduras y que por eso él y la abuelita estaban tan fuertes a pesar tener cien años cada uno. Pero luego en otra ocasión os contaré más cosas de la huerta de mi abuelito. Hoy quería contaros lo que otro día vi y oí en el Huerto del Cole. ¿De verdad queréis saber qué pasó? Pues mirad, escuchad con atención. Como ya os he dicho, la puerta del huerto estaba cerrada pero se oía hablar y hablar a mucha gente. Me extrañó mucho y entonces bajé a por la llave a dirección. Subí rápidamente y como aún se oían voces no quise interrumpir, de modo que muy despacito, sin hacer ruido y sin que nadie me viera, fui dando la vuelta por detrás de los árboles hasta donde pude ver y escuchar toda la conversación. ¿Sabéis quienes estaban allí reunidas? Las verduras y plantas que viven el huerto. Silenciosamente me quedé escuchando lo que decían. - ¡Yo ya estoy harta! No aguanto más! - decía la señora Cebolla muy enfadada y llorando. - Pero que te pasa, querida - preguntaba su amiga la señora Espinaca. - ¿Qué? ¿Qué me pasa? Que todos los días, a la hora del recreo, las habas, los ajos, las acelgas, las espinacas y todos los que aquí vivimos nos quedamos esperando que los niños y niñas vengan a vernos y nos echen agua, nos limpien de las malas hierbas, nos remuevan la tierra un poco, nos lleven a sus casas, nos inviten a sus cumpleaños,... Y en lugar de eso, siempre los vemos comiendo dulces, chuches y tirando las bolsas, envases y papel aluminio al suelo. - Eso es verdad - replicó la señora Lechuga. - Cuando los tomates, los pepinos, las zanahorias, los pimientos, las remolachas, las berenjenas y nosotras las lechugas vamos a la hora de comer a casa de los niños tampoco nos comen a nosotras, y siempre lloran cuando nos ven y las mamás de los niños le hacen huevos, salchichas y patatas fritas y de nosotros ni se acuerdan. - Pues tenemos que darle una solución a este problema. - dijeron todas los habitantes del huerto. - ¿Cuál es el plan? - Preguntaron los tomates. - Pues el siguiente. - Explicó el señor Ajo. - Vamos a ir a las clases de los niños y nos vamos hacer amigos de ellos, les vamos a decir que nosotros estamos muy tristes y que, por favor, vengan a visitarnos al Huerto del Colegio Antonio Machado, nos cuenten sus historias, nos cuiden con cariño y les digan a sus mamás y papás que quieren preparar comidas ricas con verduras en la cocina y que después, las comerán para estar sanos. - ¿Queréis que vengan las frutas y verduras del huerto? - Preguntará la maestra. Los niños dirán que sí y muchas más frutas y verduras entrarán en clase (serán los padres de los niños y niñas disfrazados de frutas y verduras) . Cuando entren los alimentos, la maestra pondrá cara de asombro e irá presentando a los alimentos: este es rojo, redondito… ¿sabéis quién es? Y los niños dirán: ¡Sííííííííííí.....! El señor Tomate. Así nos irán conociendo y se harán nuestro amiguitos. Luego nos vendremos todos juntos al huerto del “cole”, les diremos a los chicos y chicas donde vivimos cada uno de nosotros y que nos gusta que nos hagan para que podamos crecer fuertes y verdes. Y colorín, colorado, este cuento verde y no morado, se ha terminado.