Capítulo: “La creación y el mantenimiento de la Sangha”

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Libro: Felicidad
Autor: Thich Nhat Hanh
Capítulo: “La creación y el mantenimiento de la Sangha”
Gran parte del sufrimiento que aqueja a nuestra sociedad se deriva de la desconexión
que nos separa de los demás. A menudo, ni siquiera nos sentimos unidos a las
personas con las que vivimos, es decir, nuestros vecinos, nuestros compañeros de
trabajo o los miembros de nuestra familia. Cada persona vive aislada y despojada del
apoyo que la comunidad puede proporcionarle.
La práctica de la atención plena nos permite advertir la conexión que nos une a los
demás. Para que nuestra práctica florezca y podamos apoyar a los demás, es
necesaria una comunidad. Esta comunidad, que engloba a todos los practicantes, se
denomina, en el budismo, Sangha. La Sangha del Buda congregaba a monjes,
monjas, laicos y laicas. También podemos convertir a nuestra familia, nuestro lugar de
trabajo, nuestro vecindario, el gobierno local y hasta el Congreso mismo en una
Sangha. Bastaría, para ello, con que los implicados desarrollasen el arte de la
escucha profunda y del habla bondadosa.
Formar parte de una Sangha puede curar los sentimientos de aislamiento y
separación. A veces practicamos juntos, a veces comemos juntos y a veces lavamos
juntos los platos. La participación atenta en las actividades cotidianas, puede
ayudarnos a experimentar una sensación tangible de amor y aceptación de los demás.
La Sangha es como un jardín lleno de árboles y flores muy diversas. También
podemos vernos a nosotros y a los demás como flores y árboles hermosos y únicos,
flores y árboles que pueden llegar a comprenderse y amarse. Poco importa que
algunas flores aparezcan en verano y otras lo hagan en invierno, y da lo mismo que
algunos árboles estén cargados de frutos y otros se limiten a ofrecer sombra fresca.
No hay planta, en el jardín, más grande, más pequeña ni igual a cualquier otra. Y cada
miembro de la Sangha tiene, de modo parecido, sus particulares dones de ofrecer a la
comunidad… y aspectos que reclaman nuestra atención. Cuando reconocemos y
valoramos la contribución de cada miembro y contemplamos nuestras debilidades
como facetas a desarrollar, podemos aprender a vivir juntos en armonía. La práctica
consiste, en este sentido, en considerar que las flores, los árboles y hasta el jardín son
totalidades interconectadas.
Ser significa, en realidad, inter-ser. La flor, para ser, depende de la luz del sol, de las
nubes y de la tierra. Y lo mismo sucede con cada uno de nosotros. Nadie puede existir
aisladamente. Interser es una enseñanza del Buda, según la cual todo está hecho de
todo lo demás. Si todo lo restituyésemos a su fuente, no quedaría absolutamente
nada. Si devolviésemos al Sol la luz, el agua a las nubes y los nutrientes al suelo, la
flor dejaría de ser una flor. La flor es, por así decirlo, un mero agregado de elementos
no- flor. Por ello mismo decimos que la flor está despojada de yo, que está vacía de
identidad separada. Está llena de todo y despojada de identidad separada. Somos
vacíos y estamos hechos del cosmos. En cada persona podemos advertir la totalidad
del cosmos y a todos nuestros ancestros. Y en cada persona podemos ver también el
aire, el agua, los viajes, las alegrías y los infortunios que nos han precedido. En
nosotros se halla toda la información necesaria para entender el cosmos. Si
advertimos y reconocemos la naturaleza del interser, sufriremos mucho menos y
entenderemos por qué es importante formar parte de una comunidad.
La práctica en comunidad torna más gozoso, relajado y estable el ejercicio de la plena
consciencia. En tal caso nos convertimos, para los demás, en campanas de plena
consciencia, recordatorios del camino de la práctica. El apoyo de la comunidad nos
permite cultivar la paz y alegría que hay tanto dentro como fuera de nosotros, un
auténtico don para aquellos a quienes amamos y cuidamos. Podemos estabilizar
nuestra aspiración y libertad más profunda y liberarnos de nuestros miedos,
malentendidos y sufrimientos.
Práctica
Crear una Sangha es como plantar un girasol. Debemos ser conscientes de las
condiciones que favorecen el desarrollo de la flor y de aquellas otras que lo dificultan.
Necesitamos, para que la flor crezca, semillas sanas, jardineros diestros y mucha luz.
Pero lo más importante, para crear una Sangha, es recordar que la estamos creando
juntos. Cuanto más participes de la Sangha, más te desembarazaras de la sensación
de identidad separada. Puedes confiar en la sabiduría y en la comprensión colectiva
de la Sangha y ver claramente que sus ojos, sus manos y su corazón llegan mucho
más lejos que los de cualquiera de sus miembros.
Si vives con tu familia o con buenos amigos, ese puede ser un buen lugar para
empezar. Tu familia y amigos pueden convertirse en tu Sangha. También puedes
crear una “Sangha laboral” y ejercitar el amor y la comprensión con tus compañeros
de trabajo, considerándolos como tus hermanos o tus hermanas. Y también puedes
practicar, en tal caso, el paseo atento mientras te desplazas por un pasillo.
Siéntate, camina o come atentamente, si ello te es posible, con otra persona durante
los tiempos de descanso. Puedes invitar a la campana a sonar para que otros te
acompañen en tu práctica de plena consciencia o puedes practicar la meditación del
teléfono en el puesto de trabajo. El inicio de la Sangha puede ser muy pequeño, basta
con dos personas. Si dos personas pueden crear una Sangha y un clima de atención
plena, a su alrededor crecerá la paz y la armonía y lo mismo sucederá también con
su Sangha.
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