PREVENCION DEL SUICIDIO

Anuncio
PSICOANÁLISIS MULTIFAMILIAR EN LA PREVENCIÓN DEL
SUICIDIO
Un recurso para un servicio de Consultorios Externos.
Autora: Dra. Inés Josefina Puig 1
Palabras clave: Psicoanálisis multifamiliar – recurso yoico – García
Badaracco – Argentina
Resumen: La autora desea referirse a un recurso preventivo y terapéutico,
también psicoeducativo y docente, para el abordaje institucional de los
pacientes gravemente perturbados, considerados casos difíciles y que,
frecuentemente, incluyen el suicidio: el Psicoanálisis Multifamilar, creado por
el psiquiatra y psicoanalista argentino Jorge E. García Badaracco que la autora
aplica en el Hospital B.A. Moyano de la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Presenta breves viñetas clínicas de casos atendidos por ella.
Abstract: The author wishes to refer to the Multifamily Psychoanalysis, a
preventive and therapeutic strategy endowed with psychoeducation and
teaching aspects, for an institutional approach of patients affected by severe
mental disorders –that are considered to be difficult cases, besides, many a
time, suicide is attempted by patients involved. This strategy has been created
by Dr. Jorge E. García-Badaracco, an Argentine psychiatrist and
psychoanalist. The author, Dr. I.J. Puig applies this Multifamily
Psychoanalysis at the Outpatient Department of the Buenos Aires-located Dr.
Braulio A. Moyano Memorial Hospital, a mental hospital for women. Short,
clinical cases she has be in charge of are presented.
Key words: Multifamily Psychoanalysis – Ego resources – Garcia-Badaracco
– Argentina
Según el diccionario enciclopédico Espasa, recurso hace referencia a la
“acción y efecto de recurrir. Medio al que se recurre o se puede recurrir en
caso de apuro o para conseguir algo. Bienes, medios de subsistencia,
1
Médica psiquiatra y psicoanalista (Asociación Psicoanalítica Argentina), Docente del Departamento de
Salud Mental, Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Subjefa de Consultorios Externos del
Hospital Braulio A. Moyano, Buenos Aires, Argentina.
elementos de los que puede echar mano una colectividad para acudir a una
necesidad o llevar a cabo una empresa”.
Si pensamos que un servicio de Consultorios Externos (C.E.) debe brindar
atención a la comunidad en la cual se encuentra inmerso, podemos ver al
Psicoanálisis Multifamiliar (P.M.F.) como un bien y un medio con el que
contamos actualmente y que nos permite aumentar nuestra eficiencia
terapéutica así como brindar un mayor número de prestaciones de mejor
calidad a una población pauperizada y con demanda creciente de atención
psiquiátrica.
Cuando comenzamos esta tarea en el Servicio de C.E. del Hospital Braulio A.
Moyano de la Ciudad de Buenos Aires, teníamos un sinnúmero de
interrogantes.
Habíamos realizado, junto a otros colegas, una experiencia semejante unos
años atrás, partiendo de la comunidad terapéutica, que ya se aplicaba en el
hospital Moyano desde aproximadamente treinta años atrás, basándose en las
experiencias de Maxwell Jones, las que procuraban mejorar la convivencia de
pacientes internadas, muchas de ellas por largos años.
Desde 1992 a 1995 habíamos realizado esta comunidad terapéutica pero
modificando, casi desde el inicio, la técnica tradicional, al incorporar la
perspectiva sistémica y la escucha y comprensión psicoanalíticas. Pero se
trataba de pacientes internadas a las que veíamos a diario y podíamos observar
directamente los cambios operados por la movilización que generaba la citada
terapéutica, a la que, esporádicamente, asistían los familiares.
En un servicio de C.E. (donde la población es mixta) los pacientes regresan a
sus hogares y, a menudo, no vuelven hasta la próxima semana: así es fácil
temer que las excesivas movilización y regresión generadas en el grupo
pudieran inducir algunos afectos que escaparan a nuestras posibilidades de
atención como, por ejemplo, exoactuaciones en personalidades gravemente
perturbadas que implicaran algún riesgo para los pacientes o sus familiares.
Podía temerse que se incrementaran los intentos de suicidio o los episodios de
violencia.
Otra pregunta que nos hacíamos (y todavía se formulan algunos colegas) era si
el grupo de P.M.F. producía un agravamiento de los síntomas o bien si las
recaídas podían constituir un retroceso en el proceso terapéutico.
¿Los pacientes graves iban a empeorar con este abordaje psicoanalítico?
¿Los pacientes difíciles, inanalizables, podrían ser incluidos en estos grupos?
El P.M.F.: ¿qué era? una técnica? una terapia más? un grupo de
autoayuda?,¿de psicoeducación? ¿Era psicoanálisis? ¿Era como el rey Midas
que todo lo que tocaba se convertía en oro? ¿Era el oro del psicoanálisis o el
cobre de la sugestión y la hipnosis?
Esquema de trabajo
El esquema de trabajo con el que nos desempeñábamos fue inicialmente una
reunión semanal, todos los miércoles ininterrumpidamente, ya que, en caso de
alguna ausencia o licencia por vacaciones de los coordinadores, las funciones
profesionales dentro del grupo se alternaban de uno a otro colega de modo tal
que los pacientes supieran que siempre podían contar con varios de nosotros.
Inicialmente los profesionales nos reuníamos, bien temprano de mañana, para
estudiar los casos clínicos junto al Dr. Jorge García Badaracco, con una
modalidad que nos es propia, durante aproximadamente 90 minutos. Luego
seguía la sesión propiamente dicha durante 120 minutos (dos horas) y, a
continuación, otros 45 minutos para evaluar la jornada.
En los inicios el grupo contaba con 20 o 30 integrantes que fueron
rapidamente aumentando, por las derivaciones y la convocatoria espontánea
de la gente. Actualmente, a menudo llegamos a ser 100 personas, lo que
incluye a varios profesionales. Esto es así puesto que el aprendizaje del P.M.F.
debe incluir necesariamente la experiencia vivencial.
Tanto pacientes como terapeutas viven directamente experiencias emocionales
enriquecedoras.
Durante dos años funcionaba un grupo de P.M.F. por semana.
Los paciente concurrían a partir de la propuesta de los profesionales del
equipo o bien por el comité de derivación del servicio. Esto significa que
todos ellos contaban con otros profesionales tratantes: psiquiatra, psicólogo y
terapista ocupacional o trabajadora social si fuera necesario. En algunos casos,
como en el mío propio, los profesionales tratantes individuales, también
coordinaban el grupo multifamiliar.
Aquel grupo estaba integrado por los pacientes derivados, sus familiares
invitados, tres coordinadores y otros profesionales tanto del servicio como
invitados, externos al mismo, quienes venían a participar de la experiencia.
En el tercer año de ésta se abrieron dos grupos más, y quedó constituida la
prestación del P.M.F. los días lunes, miércoles y viernes en sesiones de dos
horas cada vez. También comenzó el intercambio con el Hospital
Interdisciplinario Psicoasistencial Borda que brindaba esta prestación los
martes y jueves.
Así, el funcionamiento en red con el Borda permitió a los pacientes asistir a
los grupos de P.M.F. cinco veces por semana y a los profesionales en
formación, recibir P.M.F. didáctico en igual número de sesiones semanales.
Simultáneamente comenzaron a dictarse cursos teórico-prácticos vivenciales,
auspiciados por el Departamento de Docencia e Investigación del Hospital
Moyano, la Asociación Argentina de Psiquiatras y el Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, para profesionales que desearan capacitarse en la técnica.
Actualmente, participan en los grupos multifamiliares aproximadamente
doscientas personas por semana, lo que incluye a pacientes, familiares,
vecinos acompañantes y profesionales tanto coordinadores como en
formación.
Criterios de inclusión.
Se incluían a aquellos pacientes que presentaban antecedentes de repetidos
fracasos terapéuticos, situaciones familiares altamente conflictivas y sin
solución (conflictos dilemáticos), estancamiento en el progreso esperado
durante la psicoterapia individual y en todos aquellos casos en los que los
colegas decían: “ya no sé más qué hacer...te lo mando a multifamiliar”.
Así, muchos de los pacientes habían tenido o mantenían simultáneamente una
experiencia de psicoterapia individual y tratamiento farmacológico.
Participaban psicóticos, trastornos graves de la personalidad, trastornos del
humor, trastornos por abuso de sustancias (a exclusión de los
drogadependientes), trastornos de la alimentación susceptibles de tratamiento
ambulatorio, personas que padecíann violencia familiar y, en alta incidencia,
sujetos con intentos reiterados de suicidio. En los casos en que fueron
incluidas inicialmente personalidades psicopáticas, éstas no evolucionaron
favorablemente y terminaron auto-excluyéndose.
En la actualidad, algunos jueces de familia de los tribunales de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires derivan a pacientes graves con la consigna de
participar de esta experiencia, particularmente en casos de violencia familiar
refractarios a los abordajes convencionales.
Encuadre.
Lo fundamental del encuadre es el estar disponible. Se le comunica al paciente
los horarios para que elija libremente a qué grupo o grupos desea concurrir. Se
destaca un aspecto importante: que el paciente sepa que, en esos horarios,
estaremos para ayudarlo, así entendemos el concepto de disponibilidad. No se
realiza un contrato explícito ni se interpretan las resistencias, como tampoco
las ausencias equivalentes a una manifestación de las resistencias. Sí, se le
hace saber al paciente que se notó cuando no estuvo presente para que él
pueda tomar conciencia que su presencia deja una marca y que, cuando no
está, puede ser extrañado por el grupo. Es notable como las personas con baja
autoestima, frecuentemente, suponen que nadie notará su ausencia, casi como
si se creyeran invisibles.
Hemos ido observando que, con el tiempo, los pacientes deseaban prolongar la
duración de la experiencia y fue como comenzaron a reunirse en un café de las
inmediaciones.
En el momento de comunicar la indicación de P.M.F. a los pacientes se les
explicita que traten de concurrir al menos a cuatro semanas consecutivas,
puesto que, luego de haber participado de tres sesiones, generalmente los
pacientes experimentan alguna mejoría objetiva y subjetiva.
Cambio psíquico.
A partir del descubrimiento freudiano del inconsciente, ha sido un postulado
básico para los psicoanalistas que interpretar es hacer consciente lo
inconsciente y que, mediante este mecanismo interpretativo, advendría un
cambio psíquico.
Tratándose del psicoanálisis individual de pacientes neuróticos esto es
generalmente posible.
Sin embargo todo psicoanalista ha tropezado con la dificultad que ofrecen los
pacientes graves quienes, a menudo, parecen tener conscientes unos
contenidos psíquicos que debieran estar reprimidos. En estos casos, como
todos sabemos, la escisión ha sido un mecanismo de defensa frecuentemente
constitutivo del psiquismo y la represión ha fallado según la mayoría de los
autores y/o habría sido excesiva para algunos otros.
Dice Jorge García Badaracco: “ no es suficiente tomar conciencia para que se
produzca un cambio psíquico. Primero debe operarse el cambio para que se
pueda tomar conciencia” y esto es lo que ocurre en las sesiones de P.M.F. al
estar el paciente sostenido por el contexto solidario y el clima de seguridad
que debe generarse en estos grupos.
El uso de la interpretación, característica del psicoanális individual, se
restringe para dar lugar más frecuentemente a las construcciones,
señalamientos, una variante de técnicas psicodramáticas y esclarecimiento.
Estas intervenciones van generando la paulatina apertura de espacios mentales
en psiquismos generalmente compartamentalizados. Se prefiere no utilizar la
confrontación, recomendada por algunos autores para el tratamiento de las
organizaciones borderline.
¿Y de qué se trata este cambio? En estos grupos se procura generar un
ambiente facilitador para expresar los aspectos más primitivos y regresivos del
psiquismo humano. Si estas experiencias (que probablemente hubiesen
generado temor de haber ocurrido en la soledad de los consultorios) pueden
ser vividas en compañía de muchos otros que no se asustan, a la vez dejan de
asustar a quien las actúa.
Los pacientes violentos han sido, por lo regular, pacientes previamente
violentados. Las personas que asustan han sido, por lo regular, personas
previamente asustadas.
En nuestra experiencia hemos visto que, a menudo, un paciente violento es un
paciente asustado que encontró la manera de salir de su temor identificándose
con su agresor. Bajo el muro de indiferencia muchas veces existe un sí mismo
temeroso que, como un niño perdido en la oscuridad, aguarda a quien lo
rescate de su escondite.
En el contexto multifamiliar los coordinadores deben bucear en las tinieblas y
ver la luz de la salud potencial presente en todo ser humano.
Tal cual describe J. García Badaracco en su libro Comunidad Terapéutica
Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar: “ La experiencia acumulada nos
permite tener una visión panorámica de lo que puede haber ocurrido en la vida
de un paciente desde los primeros contactos, aunque no tengamos todavía la
información suficiente. Donde hay enfermedad por algo es. Donde hay
conflicto algo ocurrió. Donde hay carencia, algo faltó.”
Durante los años en que venimos realizando esta experiencia pudimos
observar algunos casos de pacientes que agredían verbalmente a sus
terapeutas: presentaban verdaderas manifestaciones de psicosis transferencial
expresadas mediante reproches vengativos y reclamos compulsivos.
Tales reproches y reclamos tornaban frecuentemente imposible la continuidad
de los tratamientos individuales puesto que, en algunos casos, implicaban un
pasaje al acto de tipo pasional y/o agresivo.
En aquellos pacientes que aceptaron expresar estas pasiones transferenciales
en el contexto multifamiliar, la situación de violencia fue desgastándose y
diluyéndose al ser compartida por el gran grupo.
No se trató meramente de un efecto catártico si no que hicieron la experiencia
de compartir temores frente a otros que ya no temen tanto.
Esta experiencia no sería más que el paulatino descubrimiento de nuevos
recursos yoicos.
Esto facilitó, en algunos de esos casos, la continuidad de aquellos tratamientos
individuales que habían sido interrumpidos a partir de los episodios de
violencia.
Recursos
Asi el P.M.F. en los C.E. puede brindar numerosos aportes; sólo mencionaré
algunos a continuación:
1. Un recurso docente interdisciplinario de pregrado para alumnos
universitarios de medicina, psicología y enfermería en las materias Salud
Mental, Psiquiatría, Trabajo de campo y otras afines.
2. Un recurso docente interdisciplinario de posgrado para médicos, psicólogos,
asistentes sociales, terapistas ocupacionales y otros trabajadores del equipo de
salud que estudian dinámica grupal.
3. Un recurso psicoeducativo para todos y especialmente para los familiares de
pacientes gravemente perturbados.
4. Un recurso para el diagnóstico psiquiátrico dinámico especialmente en su
aspecto vincular.
5. Un espacio para efectuar controles psicofarmacológicos al poder evaluar el
estado de los pacientes de acuerdo con su manera particular de permanecer e
interactuar en el grupo, puesto que, en esa situación, no pueden mentir ni
ocultar su auténtico estado clínico.
6. Un efecto multiplicador de cambio (o bien diríamos multiterapéutico) para
sus participantes, debido a la potenciación de las multitransferencias.
7. A la manera de un catalizador, el P.M.F. actúa acelerando los procesos de
cambio psíquico ya mencionados, lo que, muchas veces, acorta la duración de
los tratamientos o bien despierta el deseo de iniciar psicoterapia en pacientes
anteriormente refractarios.
8. Permite el abordaje de los casos más graves. A modo de ejemplo menciono:
suicidio, violencia familiar, abuso sexual, fobias muy graves y extendidas.
También beneficia a los antes llamados pacientes intratables.
9. Facilita el gerenciamiento del recurso profesional ya que, muchas veces, se
ofrece como tratamiento de mantenimiento para algunos pacientes dados de
alta “los que se curan en salud".
10. Permite el afianzamiento de la mejoría clínica lograda, a partir del
establecimiento de un entretejido de redes, al estilo de lo que ocurre con las
sequoias: una, aislada, puede ser derribada por un temporal, fácilmente.
Muchas de ellas, juntas, entrelazan sus raíces lo que hace prácticamente
imposible su caída.
Casos clínicos
A continuación mencionaré brevemente algunos ejemplos clínicos,
complementarios de los brindados por mis colegas, que reflejan casos
resistentes a los tratamientos convencionales.
1. Juana, 43 años, trastorno limítrofe de la personalidad, dos internaciones
psiquiatricas por episodios psicóticos.
Al ser dada de alta 3 años antes, mantenía ideación suicida y el deseo de
reinternarse ante cualquier frustración; también se automedicaba. Solía ingerir
una dosis de antipsicóticos mayor que la indicada; por su cuenta aumentaba el
psicofármaco (haloperidol) prescripto de diez miligramos a veinte. No
aceptaba dejar de tomar levomepromazina por las noches, la cual le había sido
recetada durante su internación y, luego, sin ser necesaria le producía
somnolencia matutina e hipotensión ortostática.
Presentaba un delirio místico durante sus episodios de micropsicosis,
características de este tipo de pacientes.
Asistió a psicoterapia individual una vez por semana durante casi dos años y
mejoró pero no lograba sostener su espacio psicoterapéutico y faltaba
frecuentemente a las sesiones.
Derivada a P.M.F. un año antes, reclamaba enojada su espacio individual,
sosteniendo que, dada la numerosa concurrencia, no podría hablar todo lo
necesario y por lo tanto no podría mejorarse. En su modo de pensar estaba
implícito el concepto de técnica catártica, sin sospecharlo siquiera.
Asistió silenciosamente a cuatro sesiones consecutivas, luego habló de sí
misma algunas veces, inclusive logró describir sus intentos de suicidio (se
había arrojado al mar) y mejoró notablemente. No volvió a presentar ideación
suicida ni deseos de internarse, requirió menor dosis de psicofármacos y
siguió concurriendo, aunque esporádicamente pero por razones económicas y
también porque se sentía mejor a pesar de sus dificultades monetarias.
Posteriormente dejó de atenderse en el hospital psiquiátrico porque ya había
aceptado no ser merecedora del estigma de paciente incurable. En la
actualidad se asiste por medio del seguro médico correspondiente al trabajo
de su marido.
2. Mariana, 33 años, depresiva, fóbica, habría sufrido un episodio psicótico
agudo a las 29 años, estaba desocupada.
Durante su descompensación psicótica decía que el mundo estaba dividido
entre los seres que adscribían a la magia blanca y los que practicaban la magia
negra. Había recuperado el contacto con la realidad durante su tratamiento
previo, sin embargo, a pesar de haber sido una eficiente profesora, no lograba
volver a trabajar y esto generaba constantes reproches, especialmente propios
pero también por parte de su padre, el que solventaba todos sus gastos.
Tratada psicoanaliticamente dos veces por semana con buenos resultados,
concurrió a tres sesiones de P.M.F. sin confianza. En la ultima comunicó: “yo
no necesito venir aquí, ahora tengo a mi familia y cuento con otros
recursos...". Ese día consiguió trabajo el que se incrementó paulatinamente 6
meses después.
Durante las sesiones de P.M.F. esta paciente había logrado descubrir sus
propios recursos yoicos. Esto es, las capacidades con las que había ido
contando y no lograba aun percatarse de ellas.
Mariana hizo el descubrimiento de sus propios recursos yoicos genuinos a
través de tomar conciencia del enojo que expresó en las palabras arriba
consignadas. Este es un ejemplo de un cambio rápido que posibilitó una
notable mejoría en la calidad de vida y que, a su vez, facilitó la continuidad
del tratamiento.
3. Mirta, 48 años, trastorno grave de la personalidad sumamente fóbica, sufría
frecuentes ataques de pánico que le impedían salir a la calle sola y
especialmente cruzarla. Esto motivaba algunos intentos contrafóbicos que
finalizaban más o menos tragicómicamente cuando, manteniéndose ella en el
medio de la calle y negándose a avanzar, se detenía el tránsito y, entre insultos
y aliento de los automovilistas, alguno se decidía a bajar de su coche y
ayudarla a terminar de cruzar.
Su hija estaba desocupada, sin amistades ni pareja, pues se había convertido
en una especie de lazarillo que la cuidaba, y era su acompañante contrafóbica.
Existía otra hija, hermana melliza de la anterior, la que llevaba adelante su
vida, y también había un hijo el que, según Mirta, no debería casarse para
continuar siendo el sostén familiar puesto que ella se hallaba incapacitada para
trabajar a causa de su fobia.
Hizo varios intentos de tratamiento todos frustrados; faltaba a las sesiones de
terapia individual y se automedicaba. Sus dificultades conyugales la habían
llevado a la separación.
Se oponía activamente a concurrir aj P.M.F. Sin embargo, luego del primer
mes de asistir, se arrepintió por no haber aceptado antes. Se convirtió en
asidua concurrente.
Ahora viaja sola, la hija trabaja y tiene pareja, ella dejó la medicación y se
reconcilió con el marido. Luego de aproximadamente un año volvió a
separarse pero sin perder la capacidad de trabajar ni los nuevos recursos
adquiridos.
Luego de dos años de tratamiento dejó tanto el P.M.F. como la terapia
individual y continuó estabilizada por varios años, a pesar de no recibir la
medicación psiquiátrica habitualmente propuesta para el tratamiento de los
trastornos de ansiedad.
4. Amelia, 57 años, psicosis bipolar. Quince años antes había sufrido una
internación psiquiátrica durante dos meses. Veía palos en el techo, decía:
“veo palos... palos en el techo... hay muchos palos... palos por todos lados!” .
Fue medicada y hizo terapia individual y de pareja. Luego de su alta de
internación atravesó una etapa regresiva: hablaba como una niña, lo que le
duró varios meses. Paulatinamente, se pudieron abordar las dificultades de
contacto con la realidad y sus reacciones maníacas frente a etapas angustiosas.
Fue posible trabajar la transferencia en su dimensión psicótica y logró
paulatinamente mayor estabilidad tanto personal como conyugal.
Sin embargo, la supuesta alucinación visual había quedado como síntoma
incomprensible.
Después de asistir a las sesiones multifamiliares contó por primera vez en la
vida que su marido había venido golpeándola desde hacía 20 años atrás sin
que ella se quejara... ¡ allí estaban los palos !...
Esta confesión fue hecha en medio de angustia sincera y actitud tanto cálida
como respetuosa por parte del grupo.
Actualmente el marido no le pega más y se estabilizaron las crisis.
Esta misma paciente, antes de su asistencia a la terapia multifamiliar, brindaba
de este modo su definición de enfermedad mental (la que fue cambiando con
el tiempo): “ La enfermedad es una llaga abierta que sangra y no se cierra
nunca ”. Frente a ello el Dr. Jorge García Badaracco dijo : “ Esto pasa cuando
usted misma rasca su herida de tanto en tanto ”.
Asi expresaba la dificultad de esta paciente para poder aliviarse, por estar
simplemente recordando. En cambio, la mejoría sobrevino al poder revivir,
la situación traumática en un contexto solidario, generador de recursos yoicos
genuinos.
5. Ana, “la sin nombre”. Al nacer, sus padres no le habían elegido nombre y
una tía propuso llamarla como a la protagonista de una novela televisiva: “la
mujer sin nombre”.
Hija de un médico ex director de hospital fallecido y de una mujer culta pero
autoritaria y distante, había hecho cuatro intentos de suicidio, uno cada seis
meses, durante dos años, uno de ellos durante la internación .
Las ideas suicidas no la habían abandonado un solo día en ese lapso, a pesar
de recibir un tratamiento farmacológico con elevadas dosis de los
medicamentos específicos (antirecurrenciales, antipsicóticos, ansiolíticos,
antidepresivos).
Durante su ultima internación, había presentado alucinaciones auditivas y
visuales. Veía una mujer de blanco que le decía “matate” y un hombre del otro
lado que le decía “no lo hagas”.
Había presentado ideas de cometer homicidio altruista, razón por la cual
recibió la denominación de peligrosa y la indicación de no vivir con sus dos
hijos. Estos quedaron al cuidado de la abuela a quien el nieto llamaba Adolfo,
por Hitler.
Hizo psicoterapia individual dos veces por semana en el hospital y había
mejorado pero mantenía disociada la hostilidad hacia la madre, presentando
una interdependencia patológica y patógena muy difícil de abordar.
Luego de su inclusión en los grupos de P.M.F., no sin poca resistencia de su
parte, expresó inicialmente gran rechazo hacia la figura de J.García Badaracco
“La verdad, Doctor, yo no sé por qué a usted no lo aguanto ...no sé por qué
será... será porque se sienta al lado de mi doctora... o será porque me hace
acordar a mi papá...”.
En esa sesión se llevó a cabo una dramatización mediante la cual Ana
comenzó un proceso paulatino de reconciliación con su padre muerto y de
autonomización que modificó el vínculo de interdependencia que aún
mantenía con la madre.
Fue una asidua concurrente a los grupos durante dos años, con la participación
alternante de la madre, las hermanas y los hijos. Logró más tarde superar
numerosas pérdidas ocurridas en la familia.
Fue mejorando, a través de su tratamiento global: psicoterapia individual,
psicofármacos, P.M.F.
En diciembre de 2000, luego de cinco años de tratamiento institucional, fue
dada de alta y continuó asistiéndose a través de su seguro médico. Mientras
tanto estudió la carrera de Acompañante terapéutica y se desempeñó por cierto
tiempo con eficiencia y contención. Periódicamente, se comunica conmigo
para relatar su evolución: sigue viva, tiene pareja, mantiene buena relación
con sus familiares. En síntesis: ha mejorado su calidad de vida y olvidó el
deseo suicida.
Para finalizar:
El Psicoanálisis Multifamiliar no es el rey Midas que todo lo que tocaba se
convertía en oro. No es el oro del psicoanálisis ni el cobre de la sugestión y la
hipnosis
pero, sí, un recurso nuevo, preventivo y terapéutico, lo
suficientemente válido para descubrir y ayudar a desarrollar la salud potencial
de la población a la cual nos debemos.
Mientras tanto, el oro, lo seguimos buscando ...
BIBLIOGRAFIA DE CONSULTA:
1. Freud, S., Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 2000.
2. García Badaracco, J., Comunidad Terapéutica Psicoanalitica de Estructura
Multifamiliar, Madrid, Tecnipublicaciones, 1989.
3. García Badaracco, J., Psicoanálisis Multifamiliar, Buenos Aires, Paidós,
2000.
4. Materazzi, M.A., Salud Mental. Enfoque Transdisciplinario. Buenos Aires,
Salerno, 1999.
5. Puig, I. J., La Sin Nombre, trabajo presentado en las Primeras Jornadas de
Consultorios Externos, Hospital Braulio A. Moyano, Buenos Aires, 1997.
6. Puig, I. J., Los recursos yoicos en el Psicoanálisis Multifamiliar, trabajo
presentado en el Simposium anual de la Asociación Psicoanalítica Argentina
"La Cura en Psicoanálisis", Buenos Aires, 1998.
7. Winnicott, D. D., Los Procesos de Maduración y el Ambiente Facilitador,
Buenos Aires, Paidós, 1996.
Descargar