Pensamiento Feminista Pensamiento Feminista

Anuncio
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 4
Pensamiento Feminista
La identidad de género: una reflexión desde las
Ciencias Sociales.
MSc. Maria Elena Pulgares Caro
Las últimas décadas de este siglo han sido espectadoras de importantes cambios a
escala social que, sin lugar a dudas, han revolucionado lo conceptualizado como lo
femenino y lo masculino generando, sobre todo en las mujeres como grupo social, con
diversos matices, una situación social que facilita la desconstrucción de muchos de los
mitos y estereotipos que en torno a la identidad femenina han sido construidos
culturalmente.
Las ciencias sociales están dando cuenta de este fenómeno, pero su análisis solo
puede ser completo si incluye la perspectiva de género, porque ella permite integrar, no
solamente las variables que visibilicen la presencia femenina y masculina en esos
cambios, sino, además todo el conjunto de condiciones y circunstancias en que la
mujeres y los hombres han sido a la vez objetos y sujetos de esas transformaciones,
poniendo de relieve los obstáculos que la condición histórica de marginación y
subordinación y dominio por otro lado, han significado para el logro de estos empeños.
La conformación de las identidades ocurre en seres humanos sexuados de manera
diferente. No son las diferencias biológicas las que ocupan fundamentalmente cuando
se habla de género, sino aquellas socialmente construidas o asignadas a uno u otro
sexo en el proceso de socialización humana. Cuando alguien hace un paralelo ante la
respuesta a una simple pregunta ¿cómo debe ser una mujer o un hombre?, ¿cómo debe
comportarse una mujer o un hombre?, en el marco de la sociedad moderna y salvando
las diferencias en cuanto al desarrollo entre las diferentes regiones del planeta, no
dudaran en responder uno u otro sexo: la mujer dulce, tierna, femenina, dócil, fiel,
paciente, buena madre y buena esposa, entre otras. El hombre, por su lado, recio, macho,
decidido, resuelto, firme, proveedor, inclaudicable. Así funcionan los imaginarios acerca
de lo femenino y lo masculino, tanto para la identidad asignada como para la optada.
Como puede observarse además, algunos rasgos son contrapuestos y otros buscan
cierta “complementariedad”. Lo que no cabe duda es que las características que tipifican
la identidad masculina son los más valorados por la sociedad.
El género es uno de los grupos sociales que determina la identidad del sujeto. Como
cualquier tipo de identidad colectiva, este resulta de la integración dialéctica de lo
objetivo y lo subjetivo, de lo diferente y lo semejante, de lo individual y lo colectivo.
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 5
Una de las primeras antropólogas que considero necesario comprender y desentrañar la
construcción del género en su contexto social y cultural fue Gayle Rubin (1996) y quien
publicara en 1975 su articulo titulado “The Traffic in Women:Notes on the Political
Economy of Sex”. Aquí destacó la necesidad de desentrañar el sistema sexo-género
como el lugar o locus donde tiene lugar la opresión de la mujer, de las minorías
sexuales y de ciertos aspectos de la personalidad humana. Según su punto de vista el
sistema sexo-género es el conjunto de arreglos a partir de los cuales la sociedad
transforma la sexualidad biológica en producto de la actividad humana y con esos
productos la sociedad arma su sistema sexo-genero, es decir el conjunto de normas a
partir de las cuales la materia cruda del sexo humano y de la procreación es moldeada
por la intervención social.
Rubin señala que la subordinación de las mujeres
es producto de las relaciones que organizan y
producen la sexualidad y el género. Partiendo del
planteamiento de Levi-Strauss respecto de que de
que el intercambio de mujeres- como primer acto
cultural que reglamenta la prohibición del incestoes lo que constituye a la sociedad y Rubin
profundiza en que significa diferencialmente este
acto para los hombres y para las mujeres: de
entrada, los hombres tienen ciertos derechos
sobre las mujeres que las mujeres no tienen
sobre ellos ni sobre si mismas.
Para Foucault, estudioso del proceso de
“naturalización” de la heterosexualidad, los seres
humanos siempre han vivido, comprendido y
asumido la sexualidad como se asume
actualmente... A pesar de que las personas tienen diferentes conductas sexuales en
todas las épocas históricas y en todas las sociedades, antes la sexualidad no definía la
identidad de una persona. Plantea además, que hoy en día, la sexualidad no refiere a la
actividad sexual propiamente dicha, sino también a una especie de núcleo psíquico que
da un sentido definitivo a la identidad de cada persona. Por eso el habla de la
construcción de la identidad sexual, al menos en Occidente, como un fenómeno que
ocurrió a partir del siglo XVIII. Foucault hace un corte histórico decisivo entre el régimen
sociopolítico anterior al siglo XVIII, donde el sexo existía como actividad y una dimensión
de la vida humana y un régimen moderno, que arranca desde entonces hasta hoy, en
donde el sexo se establece como identidad.
“…Cuando la amenaza de muerte disminuyó a finales del siglo XVIIIl,
jurídicas se transformaron en instancia de poder productivo que
identidades para ser controladas, garantizando el crecimiento de los
regulatorios. Para Foucault, esa “reproducción disciplinaria de la vida”
justificó la heterosexualidad como “natural”. (Marta Lamas, 2002)
esas leyes
generaron
regímenes
fue lo que
La subordinación de las mujeres a lo largo de los siglos de evolución humana ha sido
cuestionada de una u otra manera por especialistas de diferentes disciplinas y desde la
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 6
perspectiva feminista. No es hasta la década de 1630 que se reconocen algunos escritos
de protesta y se continuaron publicando sin mucha fuerza durante aproximadamente
150 años. Luego, durante los dos siglos que median ente 1780 y nuestros días los
escritos feministas se convirtieron en un esfuerzo colectivo en el que aumentó y se
amplió la cantidad de participantes. En el Segundo Sexo, Simone de Beauvoir, publicado
en 1949, señala a este período en el desarrollo histórico como el resultado de la
opresión que el hombre ejerce sobre la mujer y no de un orden que regula las
relaciones sociales. “Cuando una persona rechaza la libertad de otra, hay opresión, la
mujer es el Otro con relación al cual el hombre se define como sujeto, no en relación de
reciprocidad, que implicaría que el también seria un objeto para la mujer-la mujer
sujeto-pero por un acto de opresión psíquica”.1
En la alternativa propuesta por Simone de Beauvoir, de acuerdo al dominio masculino,
las mujeres se convierten en objetos ya que los hombres se sienten y actúan como
dueños que las someten y expropian de sus creaciones, sus bienes materiales y
simbólicos. El patriarcado es, en esencia, la cosificación de la mujer, donde el hombre
además de sujeto es el patriarca, los sujetos son los hombres patriarcales.
La condición de género masculina comprende las características que social, cultural e
históricamente son impuestas en su conjunto y atribuidas a los hombres llamados a
cumplir con un rol jerárquico y un dominio económico determinado. Ser hombre
significa ser para si. Tiene esta condición gran cantidad de atributos y los más valorados
socialmente.
Desde la antigüedad, se registra la diferenciación entre lo masculino y lo femenino. En
los textos de la Mitología Griega, por ejemplo, se observa la diferencia establecida en
relación a estos. En los textos de Esquilo, Eurípides, etc, la esencia femenina es resumida
en diosas, rameras, esposas y esclavas. Decía Esquilo: “¡Ni en la mala ni en la buena
fortuna, amiga, viva yo con la raza mujeril! Pues cuando vence, es petulancia no tratable
y cuando teme, para casa y la ciudad es aun mayor mal!” 2 “Para no extenderme en
largos discursos, decía Eurípides, si es que alguno de los que antes ha hablado mal de
las mujeres, hay alguno que hable, o se disponga hablar, yo, resumiendo todo eso, lo
confirmaré. Realmente, ni en el mar ni en la tierra se cría una raza de tal laya. Lo sabe
el que en cada ocasión tropieza con ella”. 3
No obstante, los mitos de las matriarcas y de la sociedad de las Amazonas muestran
casos de dominación femenina. En tres de las once comedias existentes de Aristófanes,
se muestra a las mujeres en oposición victoriosa contra los hombres. Revelan los textos
además, la práctica de relaciones homosexuales entre los hombres de la Grecia Antigua
determinado por la “incapacidad de la mujer” de satisfacer las necesidades sexuales de
los estos y esas prácticas tenían lugar con los esclavos fundamentalmente en posición
de entes pasivos y obligados a no perder esa condición en la relación sexual pues lo
pagaban con la vida. Este pensamiento de dominación masculina ha recorrido la
historia humana desde la teoría hasta la práctica.
1
Beauvoir, Simone de. (1962) El Segundo sexo. Editorial Siglo XX. Buenos Aires.
Piqueras Infante, Andrés. (1996) La identidad valenciana. La difícil construcción de una
identidad colectiva. Escuela Libre editorial, Madrid.
3
Revista Pasos (2000, marzo-abril) # 94. Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) Costa. Rica.
2
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 7
Es importante señalar la conformación de la identidad de género, como construcción
socio histórica, como clave para entender las razones que desde la cultura patriarcal,
explican las conductas femeninas y masculinas diseñadas para la obediencia y el
mando respectivamente. Tanto el hombre como la mujer están violentamente sometidos
a la imagen cultural que de ellos se espera. El orden patriarcal apuntala la jerarquía
que sigue las líneas de género y generación donde las mujeres y las generaciones
jóvenes están subordinadas a los hombres mayores..4 La interrelación de lo concebido
como femenino, que se produce en la estructuración de la identidad, es un proceso que
no puede analizarse con nociones esencialistas, sino que se encuentra atravesado por
otras relaciones no menos discriminatorias como la raza, clase, etnia o edad.
La posición social relativa a la inferioridad de las mujeres obedece a los estereotipos
genéricos construidos socialmente y que justifican el nivel ideológico de las
desigualdades y discriminaciones e incluso exclusiones de las mujeres en lo
sociocultural, lo económico y político, lo que legitima su status de subordinación. Esta
subordinación entendida como parte de una relación de poder, que supone, no solo el
sometimiento y control, sino que también incluye las posibilidades de resistencia al
mismo, incluso al rompimiento.
La división sexual del trabajo
tiene dos acepciones muy
relacionadas: por una parte,
refiere a que se distribuyen
tareas entre hombre y mujeres
y por otro lado, esta la
condición
ideológica,
materializada
en
los
estereotipos, de las que se
consideran
ocupaciones
apropiadas para cada sexo.
Los estereotipos perduran y
son resistentes al cambio,
mientras que la división de
tareas se modifica históricamente en la práctica social adaptándose a las necesidades y
transformaciones económicas que tiene lugar en la sociedad. Es la familia el espacio
privado de mayor subordinación femenina. Hoy, es cada vez mayor el número de
mujeres que contribuye a la creación de bienes y servicios, que demuestran su paridad
intelectual con los hombres, pero en la familia, casi todo el trabajo sigue estando
organizado como si la tradicional división de funciones entre los sexos no hubiese
sufrido cambios.
Los estereotipos de género juegan un papel principal en el mantenimiento de la
concepción ideológica que divide sexualmente las ocupaciones legitimando como
naturales diferencias que la cultura ha creado. Los caracteres de género pretenden
definir la masculinidad y la feminidad como comportamientos típicos a cada sexo y se
integran a la personalidad como un conjunto de rasgos adquiridos por el aprendizaje
4
Idem.
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 8
desde la etapa más temprana de la vida. 5 El proceso de socialización forma a hembras
y varones. De la misma manera los valores y las normas que se trasmiten mediante este
proceso delimitan espacios y roles diferentes para cada uno. Las diferencias se
corresponden, generan y sirven de apoyo a las diferencias que se consideran
importantes a cada género.6
Todas las instituciones socializadoras dejan una impronta en el desarrollo de la
identidad pero la familia, la escuela, los medios de comunicación y el grupo de iguales
tienen una especial importancia en el peso específico de su relación con cada persona.
La familia en tanto grupo donde tiene lugar la reproducción e interiorización de valores
en los primeros años de vida, cuando se constituye el núcleo de la personalidad, juega
un papel especial esta, un espacio de afectividad e intimidad. En ella se socializa la
división sexual del trabajo y el reparto de roles, se aprende el significado de lo
masculino y lo femenino, los atributos identitarios de cada uno. Recibimos e
interiorizamos las diferencias en la asunción de responsabilidades y los recursos de
poder de uno y otro género.
“ Si para el mundo varón es importante la agresividad o la competencia, se les
enseña a ser agresivo mediante juegos competitivos y valientes juguetes bélicos,
etc. si es importante la fortaleza, se les enseña lo que se considera ser fuerte, no
llorar, no manifestar emociones como la ternura, no mostrar inseguridad etc. Lo
mismo se realiza en la educación de la mujer, solo que con valores invertidos. Se
les enseña a ser tierna, maternal, cuidadosa. Se le dan muñecas/os y elementos
del cuidado para lavarlos, vestirlos o pasearlos, se les enseña a ser receptiva a
las demandas internas a través de juguetes que la inicien en las tareas
domesticas: cocinitas, maquinitas de coser, etc. Se le estimula a que acate,
escuche, acepte y que cautive emociones femeninas (puede llorar pero no
agredir)” 7
La sicóloga cubana Patricia Arés ha dado en llamar a estas limitaciones impuestas a la
masculinidad “expropiaciones”. Han estado expuestos los hombres a la construcción de
una coraza que nos los deja vivir libremente su masculinidad. Los hombres no pueden
llorar, tienen que soportar estoicamente el dolor, etc. transformándose de esa forma en
“superman con pies de barro” y exponerse de esa forma con más frecuencia a
mecanismos de negación no deseados en el fondo.8
Muchos son los estudios realizados en la búsqueda de diferencias entre mujeres y
hombres. Los estudios neurológicos apuntan a diferencias palpables como la tasa de
prevalencia de algunas enfermedades, la ubicación espacial, la memoria grafica, etc. No
está la autora en contra de aceptar las diferencias biológicas y fisiológicas de seres
sexuados de manera diferente e incluso de diferentes formas de inserción en la vida
social para hembras y varones como por ejemplo las protecciones derivadas de la
5
Revista Pasos (2001, mayo- junio) #95. DEI. Costa Rica.
Castells Manuel. (1998) La era de la información. Economía Sociedad y Cultura. Volumen 2. El
poder de la identidad. Alianza editorial. S.A. Madrid,
7
Proveyer C. (1994) La violencia contra la mujer. Tesis doctoral. Facultad de Filosofía. Universidad
Habana.
8
Arés, Patricia (1998) ¿El costo de ser hombre? Editorial C. Sociales.
6
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 9
maternidad. Pero no se trata de ellas, sino de aquellas que por razón de sexo no tienen
sentido o mejor dicho, tienen un sentido discriminatorio y excluyente, incluso, las que
desde la maternidad, tampoco tienen sentido.
La perspectiva de género asumida como fundamento teórico, permite analizar y
comprender las características que definen a las mujeres y los hombres de manera
específica así como sus semejanzas y diferencias.
La Ciencias Sociales en general, en la obra de sus autores clásicos, que se han
caracterizado por interpretar el mundo desde sus causas sociales, han marginado el
análisis del género como una construcción social y cuando ha sido incluido lo han
hecho de forma conservadora y acrítica referido fundamentalmente a la institución
familiar o a alguna reflexión vinculado a las relaciones entre los sexos. Los pensadores
más destacados de la Sociología, por ejemplo, no sólo se opusieron al feminismo, sino
que en sus obras hay una marcada tendencia a invisibilizar la problemática de las
mujeres o justificar como natural su subordinación. El marxismo por su parte, no obvió
la situación de la mujer en la sociedad y su posición en relación a los hombres, por el
contrario, condicionó la existencia de la subordinación de las primeras a la segunda con
la aparición de la propiedad privada y la división e la sociedad en clases antagónicas y
de allí un valioso aporte. Sobre esta base, la emancipación de la mujer en la sociedad
se deriva de la emancipación social. Este aspecto ha sido tomado como elemento de
crítica a la concepción marxista del desarrollo histórico por algunas representantes del
movimiento feminista. Si bien, no pueden las mujeres esperar por cambios radicales en
el status quo de la sociedad para arrancarle sus espacios al capital y a la sociedad en
general en la vida pública y en la vida privada por un lado ( sociedad capitalista) y que
por otro , no son suficientes los cambios económicos, políticos, jurídicos, etc. para
arrancar de la cultura patriarcal los estereotipos, costumbres, normas que durante siglos
han puesto a la mujer en una condición de desigualdad o desventaja (sociedad
socialista), nadie puede dudar, la herramienta que brindaron Marx y Engels, en su
contexto histórico, para el análisis de la esencia y desarrollo de las sociedades clasistas.
Por ello, la teoría feminista apunta al análisis de las relaciones de género como un
elemento esencial para comprender los mecanismos que articulan las relaciones de
poder basadas en la “superioridad masculina” a escala social. Aunque la perspectiva
feminista ha existido siempre, sobre todo cuando se cuestiona la situación de
subordinación de las mujeres, no es hasta la década de 1630 que se conoce algunos
escritos de protesta, que “continuaron publicándose sin demasiada fuerza, pero
persistentemente durante aproximadamente 150 años. Después durante los dos siglos
que median entre 1780 y nuestros días, los escritos feministas se convirtieron en un
esfuerzo colectivo relevante en el que aumentó y se amplió la cantidad de
participantes.9 Como movimiento social, político, cultural, científico, el feminismo es a la
vez una teoría y una práctica que se retroalimentan mutuamente.
Por otra parte , las feministas han demostrado “no solo, que las mujeres están desigual e
invisiblemente presente en las situaciones sociales, y que desempeñan papeles
importantes pero diferentes de los visibles y privilegiados hombres, sino también que las
características de invisibilidad, desigualdad y papel, están profundamente influidas por
9
Lagarde, Marcela. (1996) Género y feminismo. Editorial Horas y Horas. Madrid.
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 10
la posición social de la mujer, es decir, por su clase, su raza, su edad, su preferencia
afectiva, su religión, su etnicidad y su localización mundial. 10 Un texto anticipatorio ha
sido “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, publicado en 1949. El patriarcado es
todavía allí una consecuencia, un resultado de la opresión que el hombre ejerce sobre
la mujer, y no un orden que regula las relaciones sociales. “Cuando una persona
rechaza la libertad de otra, hay opresión; la mujer es el Otro con relación al cual el
hombre se define como sujeto, no en una relación de reciprocidad, que implicaría que él
también sería un objeto para la mujer - la mujer sujeto - pero por un acto de opresión
psíquica.” 11
Con posterioridad, estas perspectivas individualistas han sido superadas, pero
manteniendo la noción de patriarcado y sus implicaciones en el centro del análisis de la
situación social de las mujeres, en especial, su situación de subordinación. Según
Marcela Lagarde “el patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un
modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía
de los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo
femenino.” 12 De acuerdo a ese dominio masculino las mujeres se convierten en objetos
ya que, en distintos grados, los hombres se sienten y actúan como dueños que pueden
someterlas, expropiar sus creaciones, sus bienes materiales y simbólicos. El patriarcado,
en esencia, cosifica a las mujeres. En ese mundo, el sujeto no solo es el hombre, sino el
patriarca, los sujetos son los hombres patriarcales.
La aprehensión genérica adquirida en la cotidianidad de las mujeres se ha concebido
10
De Oliveira, O y Gómez, L. (1989) Subordinación y Resistencias femeninas. Notas en Trabajo, Poder y
Sexualidad. Editorial El Colegio de México. DF, C Autores Compiladora D. de Oliveira. Pág.34.
11
Beauvoir, Simone de. (1962) El segundo sexo. Editorial Siglo XX. Buenos Aires.
12
Lagarde, Marcela. (1996) Género y feminismo. Edit. Horas y Horas. Madrid,
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 11
generalmente solo en términos negativos al concebir a la mujer apropiándose de una
identidad de género alienada, como irremisible víctima de sus circunstancias históricas;
sin embargo, esta concepción ha desestimado que en esa relación sujeto – mundo a
través de la vida cotidiana las mujeres tienen la posibilidad de actuar no solo como
seres pasivos e indefensos, sino también “como un ser activo que tiene que apropiarse
del mundo que le tocó vivir – con todo y alienación - para aprender a manejarse en él,
a sobrevivir en él, y que es con base en su actividad como sujeto que puede apropiarse
también de las prácticas, concepciones, saberes, etc. que le permitan trascender su
alienación. 13
Las mujeres contemporáneas que han sido beneficiadas por la modernidad son
híbridas, y no se corresponden con el estereotipo tradicional de la condición patriarcal
de la mujer. Sintetizan también los procesos de desconstrucción patriarcal que ha
enmarcado la modernidad. Cada mujer contiene en su condición de género aspectos y
dimensiones patriarcales y aspectos que ya no lo son, cada una sintetiza de manera
desigual el estereotipo patriarcal y la realización del estereotipo moderno, en parte
patriarcal, en parte su alternativa. Las mujeres de la era moderna son sincréticas,
híbridas. Cada una antagoniza la concreción de dos proyectos diferentes de ser mujer.14
Ese nuevo nosotras de la historia del género femenino está cargado de retos enormes a
enfrentar aún para lograr una nueva identidad que elimine para siempre la
subordinación enajenante y las convierta en sujetos autónomos, posibilitando el
reencuentro con el otro género en condiciones de equidad y respeto. Sin embargo, ya no
es una utopía inalcanzable la resignificación de los rasgos identitarios femeninos, y es
cada vez mayor el grupo de mujeres que en todos los confines de nuestro planeta se
constituyen en sujetos políticos que introducen cambios radicales en las concepciones
que sobre el ser mujer han imperado en la vida cotidiana, el Estado y la cultura,
posibilitando, al decir de Fina Sanz 15 el encuentro de la comunicación desde un nuevo
lenguaje y entenderse sin perder nada de sí mismos.
De algunos estudiosos se infiere (Sagrera, 1972, Lerner, 1990), que el estudio de la
masculinidad debe hacerse en el contexto del patriarcado por las implicaciones que este
tiene sobre la vida privada y publica de hombres y mujeres .Ello se evidencia en la
obligación de procrear hijos legítimos sobre la base del control político del cuerpo y
sexualidad de las mujeres, mediante la creación y surgimiento de instituciones de
control social(matrimonio, maternidad, virginidad, heterosexualidad obligatoria,
monogamia para la mujer, etc. El establecimiento de las estructuras de clase,
económicas y políticas en manos de los hombres (Engels, 1873) y la guerra como
institución masculina patriarcal (Lerner, 1990).
En el imaginario social y en el constante ritual de validar la masculinidad, el hombre
debe sentir la necesidad de poseer, mostrar y sostener el falo como estandarte, es decir
no el pene, sino el símbolo significante de la masculinidad (Monick, 1994) y que
funciona como elemento estructurante de la psique masculina.
13
Aguilar, Citlali y Sandoval, Etelvina. (1991) Ser mujer-ser maestra. Autovaloración profesional y
participación sindical. En Salles, Vania y Hélice Mc Phail. Textos y Pre-textos, once estudios
sobre mujer. Programa Interdisciplinario de estudios de la mujer. Editorial El Colegio de México.
14
Lagarde, Marcela. (1996) Género y feminismo. Editorial Horas y Horas, Madrid,
15
Sanz, Josefina. (1995) Los vínculos amorosos. Editorial Kairos, Barcelona, Pág.267.
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 12
Vivir en el umbral de milenio significa enfrentarse a viejos y nuevos problemas. “Pero
como nunca antes, debido a la densidad histórica acumulada y la globalización, hoy
confluyen sujetos marcados por la diferencia y la diversidad, en la construcción de
alternativas a la convivencia, los grandes problemas del mundo contemporáneo y a la
elaboración de nuevos paradigmas. Lo hacen desde sus propios intereses, sus historias
particulares y sus identidades... la dimensión milenaria de las identidades de los nuevos
sujetos tiene marca de la acción propia, directa: de la creación del mundo. Ese es el
horizonte renovado y paradigmático, y el feminismo es fundante de él. Cada vez más
mujeres a lo largo de tres siglos y a lo ancho de nuestra tierra ya no cedemos al otro el
sentido de nuestras vidas y buscamos que la sociedad, las instituciones y la cultura
integren esa resignificación de las mujeres, de los hombres y de las esferas vitales y los
ordenes implicados.” 16 Sin embargo no se puede afirmar que en el umbral del milenio
resulte fácil la lucha por la igualdad de género. Existen muchas personas aferradas a
modos de vidas, concepciones y prácticas aberrantes, enajenantes y discriminatorias de
la cual sacan partido a favor del poder.
Se parte en la investigación del criterio de que hombres y mujeres son seres humanos
sexuados de manera diferente pero que a ellos se le han sumado un grupo de atributos
en largo proceso de socialización humana, marcado por la clase, la cultura, la nación,
etc. que los ha hecho no solo diferentes sino desiguales y en esa desigualdad la que
mas a perdido es la mujer. La solución al problema clasista, es decir con la eliminación
de las clases explotadoras, incide de manera directa en la división de género en tanto
da más oportunidades para hombres y mujeres en su inserción en las diferentes esferas
de la sociedad, no es suficiente. Las mujeres del primer mundo, aun sin cambiar el
status quo de la sociedad han alcanzado, a través de su lucha, muchos espacios y
derechos en lo público y lo privado. Pero también es real, que en otras sociedades
donde ha imperado e impera la propiedad social, no han sido eliminados todos los
rezagos machistas que impone la cultura patriarcal.
Bibliografía
Lamas, Marta. (2002) Cuerpo, diferencia sexual y género. Editorial Aguilar S.A.
Colectivo de autores. (2001) Masculinidades y violencia intrafamiliar. Política
Nacional de Construcción de Paz y Convivencia familiar.
Kaufman, Michel. (1989) Hombres, placer, poder y cambio. Editora Taller, Republica
Dominicana.
Campos, Álvaro y Salas, Manuel .Compiladores. (2002) Masculinidades en Centro
América. Instituto Costarricense para la Acción. Editorial Lara Segura Editores.
16
Conferencia magistral de clausura en el tercer Encuentro Latinoamericano de Humanidades: El
Humanismo en Época de Globalización. Universidad Nacional de Costa Rica, Universidad de Costa Rica,
instituto Tecnológico. San José, 29 de agosto de 1997. Pág.21
Revista Casa de la Mujer, Segunda Época, Número 14. Setiembre de 2008 13
Lagarde, Marcela. (2001) Los cautiverios de las mujeres, madres, esposas,
monjas, putas y locas. Tesis doctoral. Programa Universitario, Estudios de género. C.
Universitario, UNAM, Coyoacan, México, DF., reimpresión.
Lagarde, Marcela. (1999) Una mirada feminista en el umbral del milenio. Instituto
de Estudios de la Mujer. Universidad Nacional de Costa Rica.
Hernández, A. La masculinidad ¿Poder o dolor? Revista Estudios de Genero. La
ventana No 2. Pág. 63-71. Universidad de Guadalajara, México, UNAM.
Proveyer. C. (1994) La violencia contra la mujer. Tesis doctoral Facultad de Filosofía.
Universidad de la Habana.
Ares, Patricia (1998) ¿El costo de ser hombre? Editorial C. Sociales.
María Elena Pulgares: es profesora Auxiliar del Departamento de Ciencias Sociales de la
Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas. Universidad de Camagüey (UC), Cuba. Tiene un
título de “Master of Arts” en Filosofía. Universidad Estatal de Moscú “Mijail V. Lomonosov”,
Facultad de Filosofía, julio de 1981. Es además master en Desarrollo Regional: Universidad de
Camagüey, 1997.
Tiene una amplia trayectoria en investigación y publicaciones. Fue presidenta Cátedra de la Mujer
y la familia de 1998-2005, Vicepresidenta a partir del 2006. Coordinadora del Proyecto de
Investigaciones Socioeconómicas y jurídicas del Ministerio del Azúcar en la provincia de
Camagüey desde 1986 hasta proceso de reestructuración del MINAZ en la Provincia de
Camaguey. Integrante del claustro de la Maestría y Diplomado de Trabajo Social, UC hasta 2004.
Miembro actualmente del Consejo Científico de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas,
Universidad de Camaguey, Cuba.
[email protected]
Descargar