mujeres gitanas: formación para el empleo

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MUJERES GITANAS
MUJERES GITANAS: FORMACIÓN PARA EL EMPLEO
Para empezar –y esto es válido para los tres colectivos destinatarios- hay que destacar que,
cuando a lo largo del trabajo hemos hablado de formación como uno de nuestros ámbitos de
interés, nos estábamos refiriendo mayoritariamente a la formación para el empleo.
En el caso de las mujeres gitanas aparecían dos problemas fundamentales: la falta de
formación y la inadecuación de la formación ocupacional a la que pueden tener acceso hoy
en día.
Muchas mujeres gitanas carecen de la formación necesaria para incorporarse al mercado laboral
regular. La falta de referentes en su cultura de otras mujeres que hayan recibido formación, y un
proceso de socialización tradicionalmente muy vinculado a la familia, hacen más complicado
que una mujer gitana tome esta opción.
Esta falta de formación, se puede entender mejor también a la luz del otro problema
identificado, que es la no adecuación de la formación para el empleo que existe hoy en día. A
menudo, se trata de acciones que no reconocen la diversidad cultural y, por tanto, no incorporan
las necesidades y características específicas de las mujeres de étnia gitana. Esto hace que
muchas veces aparezca el dilema de si formarse lleva inevitablemente a la aculturación, al
“apayamiento”. Además, se están desarrollando medidas de formación vinculadas a prestaciones
sociales que no son verdaderamente útiles porque no capacitan para competir en el mercado
laboral y son entendidas más bien como contraprestación. Por otro lado, el tipo de formación
que se ofrece, suele estar muy limitado a algunos ámbitos ocupacionales concretos –podríamos
hablar de guetos formativos- donde frecuentemente la incorporación laboral se produce en
condiciones de precariedad.
Como consecuencia, se ha observado una falta de motivación de cara a la formación (porque no
va unida a la consecución de un empleo y solo supone una “pérdida de tiempo”, porque no tiene
en cuenta las características culturales del pueblo gitano, y concentra a las mujeres en ciertos
guetos, etc.), y una participación más bien escasa en acciones formativas que no están
vinculadas de forma obligatoria a prestaciones de servicios sociales.
En cualquier caso, existe una mejor valoración de la formación por parte de la comunidad
gitana, que además va en aumento, y se está produciendo un cambio importante en este sentido:
cada vez son más las mujeres gitanas que se incorporan a acciones formativas.
MUJERES GITANAS: EMPLEO
Tradicionalmente, la actividad económica del pueblo gitano había estado muy vinculada a
ciertos trabajos: la venta ambulante, la recogida de chatarra, etc. , normalmente ligados al
mercado informal, no reglado. Con los cambios económicos y sociales producidos desde la
industrialización, ha tenido lugar paulatinamente un proceso de desplazamiento y desaparición
progresiva de muchas de estas tareas tal cual se venían realizando. Esto ha provocado que un
gran número de personas gitanas, muchas mujeres en el caso que nos ocupa, vean seriamente
limitadas sus posibilidades de continuar desarrollando las actividades económicas que hasta
entonces habían supuesto el mantenimiento económico familiar.
El problema es que, por diferentes motivos, no se ha producido una incorporación de la
comunidad gitana a otros sectores laborales, y que las mujeres gitanas se enfrentan hoy en día a
una gran dificultad de acceso al empleo en el mercado formal.
Las causas de este problema son múltiples y complejas. Desde la falta de formación ya
mencionada anteriormente -que hace complicado incorporarse a un mercado cada vez más
especializado y competitivo- hasta la larga historia de discriminación por parte de la sociedad
mayoritaria hacia el pueblo gitano –que actualmente continúa existiendo y provocando
situaciones de racismo y discriminación laboral-. Los prejuicios imperantes hacen que muchas
mujeres gitanas experimenten de antemano miedo al rechazo en el trabajo, lo cual no facilita su
acceso al mundo laboral regular.
Muchas mujeres gitanas se incorporan así al empleo solo en ciertos guetos ocupacionales –en
empleos generalmente no cualificados- y a menudo en condiciones laborales muy desiguales
respecto a la población mayoritaria (precariedad contractual, desprotección social, etc), donde
sus posibilidades de movilidad y promoción son mínimas.
Como consecuencia de las dificultades que supone esa incorporación, y de las condiciones en
que generalmente tiene lugar, es frecuente que muchas mujeres gitanas orienten su actividad
económica hacia desempeñar trabajos vinculados a la economía sumergida -con el agravante de
que, como hemos visto, cada vez es más complicado por el desplazamiento de esas tareas y la
penalización del mercado informal-. También es frecuente que desarrollen situaciones de gran
dependencia de los servicios sociales. Lo más usual, dadas las circunstancias, es que estas dos
posibilidades aparezcan combinadas, tal y como veremos a continuación, lo cual no facilita que
dejen de ser colectivos afectados por procesos de exclusión y puedan participar de la vida social
y laboral con las mismas posibilidades que otras personas.
MUJERES GITANAS: SERVICIOS SOCIALES
El problema fundamental que hemos podido detectar en los servicios sociales en relación a su
atención a las mujeres gitanas es que no existen una medidas públicas adecuadas para apoyar
a esta población y contribuir de manera efectiva a que salgan de las situaciones de pobreza y
exclusión en que viven muchas de ellas.
Las medidas que se están implementando hoy en día son mayoritariamente medidas limitadas,
dedicadas a incidir en un ámbito concreto en un momento determinado, pero apenas se
desarrollan intervenciones de carácter integral que aborden la complejidad de la problemática
que afrontan estas mujeres de manera global. De este modo, es imposible resolver problemas
cuyas causas son múltiples y afectan a diferentes ámbitos. Las medidas existentes cumplen más
una función de contención que de propiciar un cambio real.
Las mujeres gitanas no experimentan una transformación radical de sus condiciones de
existencia, pero lo que sí perciben a cambio de estos apoyos puntuales es un importante control
de sus vidas (organización familiar, distribución de recursos, etc) por parte de los servicios
sociales, que genera desconfianza en las mujeres. Y, por otro lado, estos servicios van unidos a
importantes contraprestaciones, una de las cuales es el tiempo que tienen que dedicar a
participar a acciones formativas frecuentemente inútiles que, como hemos visto, no les
capacitan para acceder al mercado laboral reglado en igualdad de condiciones respecto a la
sociedad mayoritaria.
La difícil situación laboral –pérdida de actividades económicas tradicionales y problemas de
acceso al empleo reglado- hace que muchas mujeres y muchas familias gitanas generen
situaciones de gran dependencia de los servicios sociales, más en concreto del PIRMI. Este les
proporciona unos recursos mínimos, con los que es imposible sobrevivir, potenciando
indirectamente que las personas receptoras hayan de compensar la economía familiar con otros
recursos fruto de actividades económicas sumergidas.
Las medidas PIRMI no proporcionan a las mujeres gitanas una formación profesional realmente
útil que les de la posibilidad de competir en el mercado laboral, pero tampoco proporcionan
unos recursos económicos suficientes para llevar una vida digna. En consecuencia, y teniendo
en cuenta también la ruptura de las estrategias propias de subsistencia del pueblo gitano, se está
perpetuando la situación de exclusión de esta población a través de su dependencia de los
servicios sociales.
No nos encontramos ante unas medidas públicas de apoyo realmente transformadoras, sino
perpetuadoras de la situación que viven las mujeres gitanas y gran parte del pueblo gitano como
ciudadanos de segunda categoría.
MUJERES GITANAS: VIVIENDA
La situación actual de la vivienda para las mujeres gitanas debe contemplarse en relación a las
políticas para la erradicación del chabolismo que tuvieron lugar en los años 70-80. Después de
aproximadamente 20 años durante los cuales la mayor parte de la población barraquista era
gitana, se produjeron los realojos. La comunidad gitana fue la última en ser acomodada en
pisos, y este traslado se planificó sin tener en cuenta las opiniones y propuestas de la población
afectada, lo cual dio lugar a múltiples problemas y conflictos. Además, las nuevas viviendas
eran pisos uniformes y aislados, por lo que se han denominado como “chabolismo vertical”. En
la actualidad, aún hay un 12% de la población gitana que vive en barracas.
El problema fundamental que hemos detectado hoy en día, es el problema de la guetización, la
concentración de la población gitana en determinados barrios, aislada de la población
mayoritaria.
Generalmente, se trata de barrios que están en malas condiciones, mal comunicados, con
algunos servicios de poca calidad y otros que ni siquiera existen. Las personas suelen desarrollar
su vida dentro del barrio, dándose dificultades para salir de ese territorio y situaciones de
aislamiento respecto al resto de la ciudad, con lo que es prácticamente imposible que tengan
lugar relaciones interétnicas. Y en algunos casos se generan situaciones de conflictividad y
delincuencia.
Las personas que residen en barrios gueto, a menudo son estigmatizadas por parte de la sociedad
mayoritaria, lo cual les genera problemas en situaciones como, por ejemplo, la búsqueda de
empleo, siendo un handicap para su promoción laboral y personal.
Por otro lado, la concentración en un barrio determinado hace que se produzca un mayor control
social por parte de la comunidad a todos sus miembros, situación que afecta de forma muy
particular a las mujeres gitanas.
MUJERES GITANAS: OCIO Y RELACIONES SOCIALES
Las relaciones sociales de las mujeres gitanas se desarrollan fundamentalmente dentro de la
familia extensa, y mantienen escasas relaciones de ocio fuera del ámbito familiar. Por el
papel que desempeñan las mujeres dentro de la comunidad gitana en los diferentes momentos de
su vida, existe un importante control de las relaciones que establecen. Frente a esto, las
relaciones familiares son muy amplias, ya que lo que se considera la familia es mucho más
extenso que el modelo tradicional en la sociedad mayoritaria, y dentro de este círculo, se dan
relaciones de fuerte apoyo y solidaridad.
Por otro lado, existe un cierto temor entre muchas mujeres gitanas a mantener relaciones
interétnicas, entre otras cosas por miedo a que estas impliquen una cierta aculturación y las
conduzcan al apayamiento.
Generalmente, las mujeres gitanas desconocen aquellos espacios que están fuera de su entorno
cotidiano y familiar. Este desconocimiento las lleva a veces a desarrollar visiones estereotipadas
de otras realidades o personas, tanto para criticarlas como para idealizarlas.
Para establecer relaciones fuera del ámbito tradicional de la familia, las mujeres gitanas
desarrollan sus propias estrategias. Por ejemplo, y sobre todo entre las gitanas más jóvenes, es
frecuente el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo el teléfono móvil y los “chats” en internet,
para poder entrar en contacto y comunicarse con personas con quienes sería muy difícil o
imposible mantener cualquier relación por otras vías. La participación en el culto evangélico
también ofrece a las mujeres una posibilidad de encuentro y relación que, siendo endógama,
supera los límites de la familia.
MUJERES GITANAS: PARTICIPACIÓN
Las políticas de intervención llevadas a cabo a lo largo de la historia para el pueblo gitano, se
han desarrollado sin tener en consideración las opiniones y propuestas de las personas afectadas.
La tendencia hasta el momento ha sido no contemplar la participación de la comunidad gitana,
no solo en la sociedad mayoritaria en general, sino ni siquiera en aquellas cuestiones que les
afectan directamente.
La falta de participación en la sociedad mayoritaria es resultado de una larga historia de
recelos y racismo hacia el pueblo gitano, que a pesar de ser ciudadanos/as según la ley, no
disfrutan en ningún caso de igualdad de derechos.
Por otro lado, a la hora de hablar de participación, hay que decir que este concepto debe ser
entendido en su concepción amplia, para dar cabida a lo que diferentes culturas y grupos
entienden como tal. Así, existe una distancia entre el concepto de participación hegemónico en
la sociedad mayoritaria –basado en el asociacionismo, en el voto, etc- y otros modelos de
participación que se desarrollan entre las personas gitanas, más arraigados en sus características
culturales. Al imponerse el modelo payo como la vía de acceso a la participación en la sociedad
mayoritaria, muchas personas gitanas quedan fuera de estos mecanismos.
En el caso de las mujeres, además, esto se ve agravado porque en la cultura gitana, como en casi
todas las culturas, la representación del grupo y la toma de decisiones es entendida
prioritariamente como un rol masculino.
La escasa participación en la sociedad mayoritaria favorece el mantenimiento de los prejuicios y
perpetúa la falta de reconocimiento de la comunidad gitana como pueblo.
En algunos casos, las administraciones han fomentado la creación de asociaciones gitanas con el
objetivo de encontrar un único interlocutor que cumpla diferentes funciones: el control social de
la comunidad; la realización de acciones de dinamización; ejercer como vehículo de transmisión
y ejecución de las decisiones de la administración que tienen que ver con la comunidad gitana,
etc. La contraprestación se concreta en: protagonismo dentro de la comunidad, subvenciones,
capacidad de poder repartir cieros beneficios. Estos mecanismos han dado lugar en algunas
ocasiones a representantes y estructuras no reconocidas por la comunidad, pervertidas al querer
combinar modelos organizativos en algunos aspectos antagónicos y a veces sometidos a la
dictadura de la subvención, perdiendo su carácter reivindicativo y convirtiéndose en meras
gestoras de programas.
Las mujeres gitanas tienen cada vez más protagonismo en el ámbito asociativo, emergiendo con
reivindicaciones propias y con un marcado carácter de género, inventando y reinventando
nuevas formas de combinar sus rivindicaciones de género con la pertenencia a su cultura
Como estrategias alternativas para poder llevar a cabo su participación, las mujeres gitanas han
desarrollado tres vías que vienen a ser paralelas a las llevadas a cabo por las mujeres payas. Son
las siguientes: la creación de vocalías de mujeres dentro de asociaciones gitanas mixtas; la
participación desde asociaciones específicas de mujeres gitanas; y la presencia en asociaciones
de mujeres, donde se produce una solidaridad de género y se establecen a partir de ahí
relaciones interétnicas.
MUJERES GITANAS: RELIGIÓN
En cuanto a la religión, existe un gran prejuicio por parte de la cultura hegemónica hacia
manifestaciones religiosas que difieran de la mayoritaria. Esto es fruto, una vez más de los
muchos años de historia de relaciones entre mayoría y minoría basadas en el desconocimiento y
las preconcepciones. La sociedad actual está experimentando procesos de homogeneización y de
no contemplación de la diversidad cultural, y esto tiene una de sus manifestaciones en la
cuestión religiosa. Una consecuencia de esto es que aquellas personas con creencias diferentes a
las mayoritarias, suelen tener dificultades para poder desarrollar su práctica religiosa.
Hay que decir también, dentro de este ámbito, que desde hace años vienen existiendo unas
importantes relaciones de paternalismo y asistencialismo por parte de la iglesia católica hacia el
pueblo gitano.
Pero quizas lo más significativo en este campo es el acercamiento y la inclusión, desde hace ya
años, de muchas personas gitanas a otros movimientos religiosos, como es el movimiento
evangélico. La participación en el culto evangélico ha generado cambios en algunos contenidos
culturales del pueblo gitano, lo cual ha dado lugar a un debate acerca de la idoneidad de esta
práctica religiosa en relación al mantenimiento de la cultura gitana.
Un ejemplo, es que el culto permite el encuentro y las relaciones sociales entre personas gitanas
que no son de la misma familia y en horarios y lugares en que no sería posible encontrarse de
otro modo, cuestión que adquiere un mayor significado en el caso de las mujeres. Por otro lado,
algunos contenidos de la práctica religiosa imponen ciertos valores de género a las mujeres de
acuerdo con los valores más tradicionales.
Sin ir más allá en un análisis que es complejo, hay que decir que la iglesia evangélica tiene una
importante presencia hoy en día en la comunidad gitana, y que el culto ha generado un nuevo
espacio identitario para la cultura gitana, lo cual está dando lugar a cambios que están siendo
comentados y cuestionados desde diferentes ámbitos.
MUJERES GITANAS: SALUD
En relación a este ámbito, hay que tener en cuenta que cuando hablamos de salud nos estamos
refiriendo a un concepto de salud amplio, basado tanto en lo físico como en lo psíquico y
emocional.
Como contexto que nos ayuda a entender un poco mejor la situación de los tres colectivos de
mujeres destinatarias del proyecto, es necesario mencionar que el sistema sanitario público no es
adecuado ni se ajusta a la realidad social de la población a la que atiende: es un servicio muy
burocratizado, que resulta excesivamente lento, que no contempla la diversidad de las personas
en todas sus facetas, etc. Es significativo mencionar que en relación a esta cuestión aparecen
numerosos puntos en común entre los tres grupos de mujeres con quienes hemos trabajado.
Lo más característico sobre la salud de las mujeres gitanas es la ausencia de prevención,
problema que radica en dos cuestiones: la no utilización de los servicios de medicina preventiva,
y el rol tradicional de género que define a las mujeres gitanas, como a todas las mujeres en las
más diversas culturas, como “cuidadoras de los otros/as”. Es a través de este rol que una mujer
gitana es valorada y respetada por su familia y su comunidad. Pero esto no es valorado ni
reconocido socialmente, especialmente por parte del mundo empresarial, lo cual crea en
ocasiones fuertes contradicciones en las mujeres gitanas al tratar de responder a las exigencias
de su cultura y a las normas sociales imperantes en la sociedad mayoritaria.
No existe una atención sanitaria específica para las mujeres, que de respuesta a las necesidades
con las que ellas acuden a los servicios sanitarios. Además, las mujeres gitanas han manifestado
dificultades de comunicación con el personal sanitario, por la falta de dedicación en tiempo, por
el trato distante, pero muy especialmente por la diferencia cultural, que complica el
entendimiento mutuo. Generalmente, no se tienen en consideración las diferentes concepciones
culturales de salud y enfermedad. Todo esto aumente la desconfianza de las mujeres gitanas
hacia los servicios sanitarios.
Esto se ve agravado porque las mujeres gitanas no prestan atención a su salud personal más que
cuando es absolutamente necesario: cuando tienen mucho dolor, o cuando no pueden mantener
el ritmo de vida normal. Así, no dan importancia a la prevención, y sin embargo acuden mucho
a los servicios de urgencias. Algo que también debe leerse a la luz de lo que podríamos llamar
una “necesidad cultural de inmediatez” que caracteriza al pueblo gitano.
Como consecuencia, la salud de estas mujeres suele estar desatendida, manifestando muy
frecuentemente un envejecimiento prematuro.
Su desconfianza hacia la atención sanitaria, hace que muchas de ellas recurran a otras
estrategias, como la automedicación o la utilización de otras redes y medicinas, como por
ejemplo la curación que se lleva a cabo en el contexto del culto evangélico.
Igual que ocurre en los otros dos grupos de mujeres destinatarias del proyecto, muchas mujeres
gitanas sufren de una mala salud psíquica y emocional, dándose frecuentes casos de depresión.
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