Reforma y Contrarreforma

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− Reforma y Contrarreforma −
20. Renacimiento y Reforma
Llegados al final de la Edad Media, se observa en toda la Cristiandad una sensación de malestar general a
causa de la situación religiosa, especialmente por la racionalización desencarnada de la teología, que no llega
a la gente y se transforma en una ciencia especulatoria; y por la inmoralidad vigente entre el clero.
De esta situación, y animada por la nueva mentalidad, surge un espíritu común de renovación, de Reforma,
dentro de la misma comunidad eclesial. Ya desde la Baja Edad Media se vislumbraban movimientos de
retorno al evangelismo puro (en contra de la excesiva abstracción teológica).
Es importante tener en cuenta que esta nueva mentalidad pretende reformar la Iglesia sin separarse de ella,
con un espíritu renacentista, conciliador. Este humanismo cristiano es lo que se suele denominar la
philosophia Christi, cuyo máximo representante fue Erasmo de Rotterdam (1466−1536).
Su obra más conocida es El elogio de la locura (1509), en que con una fina ironía, critica la situación
intelectualista en que se halla la escolástica, y propugna la reconsideración de las dimensiones impulsivas y
afectivas, doctrina muy acorde con la revalorización humanística de la persona, del individuo. Su labor
humanística de retorno a los clásicos y a las fuentes se plasma en su edición crítica del texto griego del Nuevo
Testamento.
Este humanismo cristiano recogía en la medida de lo posible la herencia del nominalismo y corrientes del fin
de la E. Media: no cree en las ideas como entidades autónomas, refuerza el valor de lo individual
La philosophia Christi quedó hundida bajo el surgimiento de la reforma protestante.
Este sentimiento general de reforma de la Cristiandad, fue tomado a la tremenda por algunos (Lutero), llevado
así a la rotura de la unidad de la Iglesia, de la unidad religiosa que había mantenido unida a Europa, bajo la
bandera del Sacro Imperio Romano−Germánico.
La Reforma Protestante acentuó en sobremanera algunos aspectos de la mentalidad renacentista: valor de la
libertad y conciencia individual, el valor del retorno a las fuentes. Un claro ejemplo es la exaltación del
individualismo hasta el punto de contraponer el principio del libre examen de las escrituras, rechazando la
autoridad de la jerarquía eclesiástica.
La reforma protestante encontró un magnifico caldo de cultivo entre los pensadores humanistas, y muchos
reformadores fueron grandes humanistas (Melanchton, Zwinglio y Calvino), ya que estos humanistas eran
grandes críticos de la situación de degradación moral del clero y la jerarquía eclesiástica. También hay que
decir que algunos humanistas abandonaron las ideas reformadoras asustados por su radicalidad y la tendencia
a la ruptura con la Iglesia, y por el pesimismo antropológico anti−humanístico del sola fides, sola gratia
(principio material de la reforma).
Detalles como estos principios llevan a la ruptura entre la Reforma y el Humanismo y se reflejará en
problemas como la trascendencia y la libertad del hombre. El luteranismo se proclama como un movimiento
dialéctico, de contrastes, y así afirma la completa sumisión a Dios, de la servidumbre del arbitrio humano,
frente al libre albedrío defendido por los católicos, y que defendió Erasmo.
− El luteranismo como idea −
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21. Martín Lutero (1483−1546)
Lutero nace en Eisleben, y a los 22 años ingresa en los agustinos por un voto en un momento de pánico.
Estudia teología, y luego imparte clases de filosofía primero y luego teología, en la Universidad de
Wittenberg.
Vive una fuerte crisis espiritual a causa de su pánico por la condenación eterna, ante la visión del
Dios=Justiciero, pues reconoce su miseria y su inaptitud para la redención. En 1517 publica sus 95 tesis
contra las indulgencias, que marcan el inicio de la Reforma.
Más adelante radicaliza sus posturas, negando a la Iglesia la auténtica interpretación de las Escrituras, reduce
los Sacramentos a Bautismo, Penitencia y Eucaristía (sin sentido sacrificial), y niega la supremacía del poder
espiritual sobre el temporal.
La ruptura definitiva se da en la dieta de Worms de 1521, presidida por Carlos V, en la que Lutero se niega a
retractarse y es excomulgado y expulsado del Imperio.
En este tiempo Lutero empieza a extender su doctrina y traduce el NT al alemán. Se producen entonces
numerosas revueltas y desórdenes públicos.
22. El problema de la justificación
La teología luterana se basa en dos principios:
1) La justificación del hombre sólo acontece en virtud de la fe en la gracia de Dios que salva al hombre sin
que éste pueda contar con sus obras (ppo. material).
2) La única fuente y norma de la fe es la Sagrada Escritura, de suyo suficientemente clara y comprensible para
todos (ppo. formal).
La justicia revelada en el Evangelio no es una justicia activa, sino la justicia pasiva, según la cual los
hombres son justificados por la bondad de Dios, que los reputa como justos, y así son salvos (he aquí una
influencia del nominalismo, pues la justificación pasa de ser una transformación esencial del alma −doctrina
católica− para ser un disfraz). Las obras no cuentan en orden a la salvación, que depende únicamente de la
voluntad divina (voluntarismo), y el que se condena da gloria a Dios aceptando su condena. Para Lutero esto
es un anuncio gozoso de libertad (¿?), manifestando su carácter dialéctico: el cristiano es libre de todo <> el
cristiano debe servir a todos.
Para salvar este aspecto distingue entre naturaleza interior−espiritual (totalmente libre) y naturaleza
experior−corporal (totalmente sumisa). Esta separación lleva a la ruptura de la persona moral y la persona
social, concluyendo en la total secularización de la vida civil.
23. La polémica con Erasmo sobre la libertad
Lutero afirma que el libre albedrío, tras el pecado, es un mero nombre (está corrompido totalmente) y cuando
el ser humano hace lo que está de su parte peca mortalmente. (Biel había defendido años antes la teoría
contraria, rozando el pelagianismo).
En 1524 Erasmo publica Diatribe de libero arbitrio, a lo que Lutero responde con su De servo arbitrio. Para
él, en lo que respecta a la salvación, el hombre es esclavo de la voluntad de Dios o de la de Satanás. Erasmo,
humanista él, quiere salvar la libertad del hombre.
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Este problema lo desarrollará más plenamente Calvino.
− El Calvinismo como idea −
24. Juan Calvino y el PROBLEMA de la predestinación
Juan Calvino (1509−1564) nace en Francia, y recibe una educación clásica. En 1533 se convierte a la Reforma
y se dedica a la comunidad reformada de Ginebra. Es más prudente y práctico que el irascible de Lutero, pero
inculca a sus seguidores una rígida disciplina y la intolerancia, infligidas desde la autoridad civil.
Su obra clave es la Instituciones de la religión cristiana (1539) y su lema el soli Deo gloria. La doctrina
luterana del servo arbitrio es llevada a sus últimas consecuencias en la teoría de la predestinación, enraizado
en la soberanía de las decisiones divinas. Con esta teoría, todas las acciones humanas son divinas, incluso el
mal, que Dios hace positivamente a través de los malos (que no por eso dejan de ser culpables) para obtener
un bien. Calvino apela al misterio de la insondable voluntad divina y la soberana gloria de Dios.
Para Calvino, el que una persona haga obras buenas, le vaya bien en la vida, negocios, y el éxito en general, es
señal positiva de predestinación a la salvación. Esta mentalidad ética es muy conveniente para la naciente
burguesía capitalista, y lleva a una plena sacralización de todo lo humano y social (al revés que en Lutero).
De esta mentalidad surgirán sociedades como la helvética: fría, rica, ordenada, limpia, supercontrolada... al
contrario de la mentalidad católica, a veces demasiado relajada y confiada.
− La Contrarreforma como idea −
25. Contrarreforma y Reforma Católica − El Concilio de Trento
Como ya se ha dicho, dentro de la propia Iglesia católica, se había iniciado ya un proceso de renovación de la
cultura teológica, de las costumbres y de la organización sin ánimo segregacionista, lo que permite hablar de
la Reforma Católica, si bien algunos elementos fueron más bien de contra−reforma, más polémicos y
especialmente anti−protestantes.
Elementos típicamente contra−reformistas fueron el Índice (1540), la Inquisición romana (1542), las guerras
de reconquista de territorios perdidos, y algunos escritos como las Controversias de S. Roberto Belarmino.
El gran elemento de Reforma Católica fue el Concilio de Trento que realizó una labor que urgía de
clarificación de la doctrina y de la moralidad.
No es menos cierto sin embargo, que una de las obras principales del concilio fue el decreto sobre la
justificación, que condena tanto el extremo pelagiano (el hombre merece la salvación) como el luterano en el
campo de la gracia, y condena la predestinación calvinista. Trento reafirma, recuperando tesis tomistas, la
bondad y grandeza de Dios que eleva al hombre a colaborador en la redención, afirma la justificación
intrínseca y la voluntad libre del hombre para corresponder a Dios.
El concilio también reafirmó la mediación de la comunidad eclesial, y la interpretación de la Sagrada
Escritura a la luz de la fe y tradición.
Otro gran signo reformista es el surgimiento de dos espiritualidades con renovado vigor y fuerza.
Por un lado la Compañía de Jesús, fundada (1540) por un hombre religioso de espíritu moderno, sobre el
cimiento de los Ejercicios Espirituales, en los que se advierte la nueva mentalidad: se considera al hombre
integral, cuerpo y alma; se valoriza una formación profunda y abierta, que conoce los clásicos; y sobretodo,
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invita al examen de conciencia, en que se reafirma la individualidad y la propia responsabilidad del
individuo.
Este espíritu jesuita arraiga fuertemente, y contribuye a formar hombres modernos, que conocen bien su
personalidad espiritu−corporal, y saben responsabilizarse de sus acciones.
A demás se sienta el modelo para la educación en adelante en todas las escuelas y se preserva el sentido
clásico de la vida. Aquí también entra S. Francisco de Sales con su humanismo devoto.
Todo esto nos permite considerar a S. Ignacio como el primer católico moderno, fiel a la Iglesia,
especialmente en su voto al Papa, consciente de la individualidad de las personas y de su dualidad
alma−cuerpo.
Por otro lado encontramos la reforma del Carmelo Descalzo, que recoge el espíritu monástico y ascético de
los primitivos cenobitas del Monte Carmelo.
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