MSJ iglesia El abuso: crimen atroz,pecado grave José Andrés Murillo Filósofo En este crimen no hay solo dos partes involucradas. No se trata nada más que del abusador y su víctima, sino también de los que están (estamos) cerca, que saben, que sospechan o deberían saber, que se hacen los sordos u ocultan la realidad. Siempre habrá algunos que encuentren en esta crisis la confirmación de sus miedos y profecías. Pero también podemos verla como signo de esperanza y posibilidad de hacernos cargo responsablemente de lo que somos. E n un hecho sin precedentes, en febrero de este año el papa Benedicto XVI convocó a la totalidad de los obispos de Irlanda a una reunión de emergencia, luego de conocerse el informe encargado por el Gobierno de este país sobre las denuncias de abuso a menores por parte de miembros de la Iglesia. La publicación de este documento, a mediados de 20091, había revelado la manera en que personas pertenecientes a la Jerarquía católica y a diversas otras instituciones religiosas ocultaron durante décadas, y de manera sistemática, miles de estos casos de abuso sexual, físico y psicológico. Después de la difusión de esos antecedentes, al menos cuatro obispos dimitieron de sus funciones episcopales para expresar su dolor y, el 21 de marzo pasado, se leyó en todas las comunidades irlandesas una Carta pastoral en la que el Pontífice reconocía su vergüenza por lo ocurrido en esa nación 2. Desde esa reunión del Papa con los obispos de Irlanda hasta el día de hoy, no ha pasado una semana sin que salgan a la luz nuevos episodios escandalosos, algunos de los cuales incluso han salpicado al Vaticano3. Hay que recordar que en el 2008 el Papa se reunió con víctimas de actos condenables cometidos por sacerdotes en California y, antes aún, Juan Pablo II había pedido perdón por los casos de abuso sexual. Y es que desde hace un tiempo los escándalos por hechos de estas características o por pedofilia han hecho entrar en crisis a la Iglesia. En marzo último, The New York Times publicó la estremecedora historia de Lawrence C. Murphy, sacerdote católico que confesó haber abusado en Milwaukee de más de doscientos niños sordos, ante lo cual las autoridades eclesiásticas, en lugar de retenerlo y juzgarlo, lo trasladaron. En consecuencia, pudo seguir cometiendo abusos4. No se han adoptado las medidas necesarias para detener estas agresiones contra menores de edad o jóvenes, ni tampoco 28 156 para ayudar a las personas afectadas —abusados y abusadores— a reconocerse como tales y, así, abrir un camino de justicia y sanación con ellos mismos, con la comunidad, con Dios. Encubrir la realidad para defender la institución es un error en todos los planos, un error que puede constituir un crimen tan grave como el abuso mismo, puesto que acepta y legitima lo inaceptable. Pero además, es una grave injusticia con aquellos que han sido abusados, pues se les impide reconocerse como víctimas5. A los victimarios tampoco se les permite asumir su responsabilidad y abrirse a la sanción, la reparación y al perdón. A la comunidad se la deja mucho más vulnerable ante posibles abusos; no se le permite defenderse, estar atenta ni prevenir. De este modo, muchos —en una actitud bastante comprensible— comienzan ya a perder su fe en la Iglesia e incluso en Dios. Por este motivo, alegar que se trata de una conspiración, en vez de enfrentar el tema con valentía y honestidad, solo debilitará más la confianza. Siempre habrá algunos que encuentren en esta crisis la confirmación de sus miedos y profecías. Otros la vemos como signo de esperanza y posibilidad de madurez, de hacernos cargo responsablemente de lo que somos para, así, crear las condiciones para la prevención, la justicia, la reconciliación. Lo único indudable es que ya nadie puede ni debe quedar indiferente ante la realidad denunciada. EL TRIÁNGULO DEL ABUSO La verdad los hará libres (Jn 8, 32). El abuso sexual infantil es inaceptable. El problema es que cuando consideramos que algo es inaceptable, muchas veces negamos su existencia. Pero hay que saber que la negación de una realidad no significa su eliminación, sino solo su ocultamiento, y en el caso del abuso sexual es justamente del ocultamiento de donde este crimen obtiene su mayor fuerza y graveMAYO 2010 Es necesario, es justo, que el victimario se asuma como tal y la víctima sea reconocida en su condición. dad. En efecto, “el secreto, como se sabe, es la piedra angular del abuso sexual”6. Para enfrentar una realidad, hay que mirarla tal cual ella es. Ni ocultarla ni maquillarla ni transformarla en algo distinto. El abuso es inaceptable y es un deber indignarnos ante este crimen cometido por miembros de la Iglesia. No basta con decir que ella está hecha de hombres y, de ese modo, justificar sus pecados. La fragilidad de esta institución, que según la Constitución Apostólica Gaudium et Spes únicamente puede ser divina porque es humana, no justifica la debilidad, sino que nos obliga a estar más vigilantes, a ser aún más responsables. En primer lugar, debemos reconocer que en estos crímenes no hay solo dos partes involucradas, sino tres. No se trata nada más que del abusador y su víctima, sino también de todos los que están (estamos) cerca, que saben, que sospechan o deberían saber, que se hacen los sordos u ocultan la realidad7. Es que, como comunidad humana, estamos esencialmente implicados en lo que le ocurre a cada miembro de ella. Más aún siendo la Iglesia cuerpo místico: es el cuerpo completo el que está comprometido cuando una parte sufre o produce sufrimiento; es el cuerpo completo el que tiene que hacerse cargo. Somos responsables de nuestra comunidad, es decir, respondemos de ella. El abuso sexual es inaceptable en todas sus formas y lo debemos decir muy enfáticamente. Pero, a nivel de comunidad, cometido por sacerdotes es aún más grave8. Y esto, por varios motivos. En primer lugar, porque el pueblo de Dios confía en sus pastores. Confía en ellos no en nombre de sí mismos, sino en nombre de Él y de la misión que la Iglesia les confiere. No son los sacerdotes por sí mismos los que llegan a curar almas, sino que lo hacen porque la Iglesia les ha confiado, en esta misión, ser curas de almas9. Hombres, mujeres y niños procuran refugio y compañía ante la soledad del mundo y la existencia, buscan alguien en quien confiar cuando todas las confianzas caen, requieren Amor en un mundo cuya capacidad de amar parece agotarse. En la fragilidad de su intimidad, claman a Dios que se les manifieste de alguna manera, que acompañe su soledad y dé sentido a su necesidad de amar. Para eso, la Iglesia ofrece formación a hombres que se han sentido llamados por Dios, los consagra y envía por el mundo para dar testimonio del amor, del refugio y la confianza. Pero no de ellos, sino de Dios. La comunidad confía en ellos, abre su conciencia, baja sus defensas, pues no vienen en nombre propio sino en el de Dios y de la Iglesia que los formó y envió. Por esto mismo la Iglesia es y tiene que ser garante, responsable, debe responder de ellos. Además del delito que puede constituir, el abuso sexual por parte de sacerdotes es entonces una traición grave a la confianza10 de los hombres en Dios y en la institución eclesial. Se trata así de un acto que se comete en nombre de Dios; en el fondo, se utiliza su nombre para abusar. Por eso, a nivel de comunidad es inaceptable. Son cinco volúmenes escalofriantes cuya lectura se recomienda. Se puede acceder a ellos (en inglés) de forma gratuita en línea: www.childabusecommission.ie/rpt/index.php La Carta está en www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2010/documents/hf_ben-xvi_let_20100319_church-ireland_sp.html y una síntesis de ella se encuentra en la página 32 de esta edición de Revista Mensaje. 3 Cronología disponible en el sitio de la BBC en español: www.bbc.co.uk/mundo/internacional/2010/03/100326_timeline_abuso_sexual_iglesia_pl.shtml 4 Documentos que involucran al Vaticano en su encubrimiento: www.documents.nytimes.com/reverend-lawrence-c-murphy-abuse-case?ref=europe#document/p29 5 Incluso en los casos en los que se amonesta secretamente o se le pide a algún miembro de la Iglesia retirarse a la penitencia y la oración, sin públicamente reconocerse lo que ha hecho, se lanza una estela de ambigüedad que niega la dignidad y el reconocimiento de las víctimas como tales. 6 Mary Gail Frawley-O’Dea y Virginia Goldner (editoras): Predatory Priests, Silenced Victims, The Sexual Abuse Crisis and The Catholic Church. The Analytic Press, Nueva York, 2007, p. 75. 7 “The sexual abuse triangle”, Virginia Goldner en Predatory Priests, Silenced Victims, op. cit. También se puede acudir al magnífico libro del neuropsiquiatra chileno Jorge Barudy, El dolor invisible de la infancia (Paidos, 1998). Sobre todo, es interesante el capítulo 6: “Ecología moderna del abuso sexual a los niños”, p. 161 ss. 8 Las consecuencias personales del abuso son incomparables y este debe ser combatido activamente en absolutamente todas sus formas. A nivel de comunidad, sin embargo, sí puede haber comparación, pues hay actitudes sociales y comunitarias que podrían favorecer la naturalización de estos actos repudiables, es decir, hacer pensar que el abuso es una realidad natural y que no hay mucho que se pueda hacer contra él. 9 La palabra “cura” para denominar a los sacerdotes, viene justamente de “cuidado”: son aquellos que tienen a los hombres a su cuidado. 10 La más severa amenaza de Jesús a los hombres es hacia aquellos que escandalicen a los niños. El verbo que utiliza el Evangelio es skandalizein, que significa, entre otras cosas, “traicionar la confianza”. 1 2 MAYO 2010 157 29 MSJ iglesia EL ABUSO no es olvido ni negación, sino una revisión de la memoria abierta a la responsabilidad 13. Es necesario, es justo, que el victimario Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más se asuma como tal y la víctima sea reconocida en su condición. le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que Esto es especialmente importante en el caso del abuso sexual, mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar (Mt 18, 6). en el que una de las estrategias más extendidas en la gran mayoría de los abusadores consiste en hacer creer a su víctima que Abuso sexual, en general, es el acto por el que se utiliza a es cómplice, no víctima. El abusador le hace pensar a la persona otra persona para obtener algún tipo de placer, forzándola a de quien abusa, mediante pactos de lealtad —ya sean familiatravés de la fuerza física o de la autoridad moral o espiritual res, espirituales e incluso económicos— que son cómplices. Esto que se tiene sobre ella11. Es una acción en la que se niega la impide a los perpetradores ser acusados o, incluso, descubiertos. sacralidad de la persona, su misterio y su autonomía; es una Se crea una especie de pacto de silencio con su víctima y es justaprofanación del otro. El abuso penado por la ley es la violación, mente este esquema el que es imprescindible romper. el estupro y cualquier actividad corporal íntima de un adulto Ese pacto de silencio se puede fundar también en amenazas con un niño, aunque no haya penetración ni lesiones físicas12. muy violentas o en acciones sutiles, como desautorizaciones o Hay que tener claro que este acto inmoral penado por la ley ridiculizaciones: por ejemplo, decir “nadie te va a creer”, “penes el último eslabón de una cadena abusiva que ha comenzado sarán que estás loco”, “sabrán que no eres hombrecito”, “este antes. Entonces, es en el comienzo de esta es nuestro secreto y no se lo puedes decir a Encubrir la realidad secuencia donde debemos poner atención si nadie”, “confiésate de este pecado y no des queremos ser responsables como comunidad mi nombre”, etc. Solo una vez que ha salido para defender y no atenernos simplemente al mero cumplia la luz la realidad, cuando alguien puede la institución es un error miento de leyes, al de la ley del joven rico. mirar y enfrentar sin miedo la situación, enen todos los planos. El abuso es abuso porque hay uno que se tonces se adquirirá la fuerza para comenzar impone ante otro. Hay coerción y asimetría un camino que puede ser largo, de sanación. de poder. El abusador acude a una superioridad en la fuerza, Es importante recalcar que el abusador mantendrá su poder ya sea física, moral o espiritual. Un adulto puede imponerse mientras los que estén cerca no se atrevan a enfrentarlo y lo a un niño porque en general los niños confían en ellos o, al “protejan”, desprotegiendo de ese modo a los más vulnerables menos, confían en que no serán abusados. Un sacerdote pue- y, con ello, a la comunidad entera e incluso a sí mismos. San de imponerse a uno de ellos porque estos confían en Dios. ¡Y Ignacio aconseja, en sus reglas para tratar con el mal espíritu, todos somos como niños ante Dios! El abuso sexual realiza- romper esos pactos de silencio con los que el mismo mal espído por el sacerdote puede asumir la falaz significación de una ritu intenta engañar mediante falsas razones. Una vez que se traición de Dios al hombre. Eso lo vuelve un acto que ralla en descubren, el abusador pierde gran parte de su poder14. Sin embargo, es muy difícil sanar una situación de agresión lo imperdonable. Se traiciona al hombre en nombre de Dios: se utiliza a Dios para ganarse la confianza de los hombres (no si esta se mantiene en silencio. A veces con buena voluntad se solo de los niños y de los jóvenes, sino de aquellos que podrían prefiere esconder el tema, no enfrentarlo, olvidarlo por el sufrimiento que causa. Pero es imprescindible saber que ocultarlo protegerlos) y así satisfacer su propio placer. constituye la fuerza de todos los abusadores. Esconder el abuso, ROMPER EL PACTO DE SILENCIO aunque sea de buena fe, es hacerse cómplice con el abusador, protegerlo y darle más poder. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto RECONOCIMIENTO y PERDÓN que no haya de saberse (Lc 12, 2-3). La Iglesia no puede paralizarse ante el escándalo. Debe actuar. El reconocimiento de la falta, la sanción y la reparación son imprescindibles para abrirse a la posibilidad del perdón y así caminar en paz. Pero hay que tener claro que el perdón es una relación, se pide, se ofrece, no se impone ni se obtiene mágica ni unilateralmente. Requiere reconocimiento, puesto que perdón En este tema no hay nada oculto que deba continuar secreto. Es importante el reconocimiento. Es justo que la víctima sepa firmemente que es víctima y en ningún caso cómplice. Que asuma que el pacto de silencio es parte del abuso, no es caridad ni protección a la Iglesia. El abusado necesita reconocer su lugar de víctima para reconciliarse consigo mismo, para En el caso de los niños, siempre es abuso, puesto que estos no están en condiciones de dar su consentimiento en una relación sexual. Ver Barudy, op. cit., pp. 161 y 162. Ley Nº 19617, Modifica el Código Penal, el Código de Procedimiento Penal y otros Cuerpos Legales en Materias Relativas al Delito de Violación. Publicada en el Diario Oficial el 12 de julio de 1999. 13 Se es responsable hacia el pasado tanto como hacia el futuro. Hacia el pasado, por los actos que se han cometido, mientras que hacia el futuro soy responsable de aquello que está bajo mi responsabilidad. Ante ambos casos se responde. 14 “El mal espíritu] a sí mismo se hace pasar como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto: porque así como el hombre vano […] quiere que sus palabras y seducciones sean secretas, […] al contrario, le displace mucho, cuando […]se descubren sus vanas palabras e intención depravada, porque fácilmente se da cuenta de que no podrá salirse con la suya […] al ser descubiertos sus engaños manifiestos”, San Ignacio, Ejercicios Espirituales, reglas de discernimiento [326]. 11 12 30 158 MAYO 2010 Alegar que se trata de una conspiración en vez de enfrentar el tema con valentía y honestidad, solo debilitará más la confianza. recuperar su autoestima, incluso para abrirse a la posibilidad de perdonar. Pero también es de justicia con el abusador que él se reconozca como tal, como culpable. Que pueda también, al reconocer su culpa, abrirse al perdón de sí mismo y a la posibilidad de recuperar su propia autoestima. No puede haber nada de eso sin un acto de reconocimiento, sin asumir lo que se está perdonando15. Por último, también es justo con la comunidad reconocer la realidad ante la cual quiere protegerse, detectar, sanar16. No queremos que los niños de los que tenemos responsabilidad estén expuestos a ningún tipo de ataque. Solo seremos realmente responsables si somos capaces de crear herramientas tan firmes como eficaces. Tal vez este tema, más que otros, encarne las palabras del Evangelio: “El que no está contra nosotros, está a nuestro favor” (Mc 9, 38). Hoy ya no quedan puestos neutros ante el tema del abuso sexual y habrá que preguntarse: ¿estoy luchando contra esto o, al contrario, estoy allanando el camino para que otros abusen de los niños de nuestra comunidad?17 Sin embargo, como Iglesia también podemos marcharnos ante las víctimas del abuso, cerrar las puertas y alegar que los sábados no se hacen milagros, que hay que salvar a la Institución pues esta es más importante que las víctimas, que si se asume lo que sucede nadie más querrá seguir el camino de consagración, que perderemos credibilidad. Pero la credibilidad, ante Dios y ante los hombres, y ante uno mismo, se pierde en la cobardía, no en la valentía de asumir la verdad, esa que hace libres. MSJ Dejemos a los teólogos interpretar si puede haber perdón de Dios sin el perdón de los hombres. No me parece que pueda haberlo, pues el perdón sería un acto de magia y no un acto humano ni, por lo mismo, divino. 16 Para este tema, en su aspecto más general de la justicia, recomiendo mucho la lectura de la conferencia “Sanción, rehabilitación, perdón” de Paul Ricoeur, publicada en Lo justo, traducción castellana de Agustín Moratalla, Caparrós Editores, 1999, p. 183 ss. 17 Podemos seguir el ejemplo de la Iglesia de Francia, que publicó en el año 2000 un Manual de la lucha contra la pedofilia y el abuso. Este documento se trabaja hasta el día de hoy, con lo que obispos, sacerdotes y laicos han sabido enfrentar y frenar de manera seria este grave problema. Se puede ver, descargar (o encargar) en el sitio de la Iglesia de este país: www.eglise.catholique. fr/eglise-et-societe/lutte-contre-la-pedophilie/lutter-contre-la-pedophilie.html (en francés). 15 MAYO 2010 159 31