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LUNES, 5 ENERO 2009
LA CONTRA
Tengo 65 años: no sé si me dan sabiduría, pero experiencia, seguro. Empecé coleccionando
viejas pelucas de jueces y he acabado enseñando derecho del arte. El arte es por definición
universal, así que leyes universales deberían protegerlo. Colaboro con la Fundació Gala-Dalí
“La historia del arte también
es historia del crimen”
Comprar barro
M
i falsificador de pintura favorito fue Henricus Antonius van Meegeren: capaz de vender un Vermeer falso
por siete millones de
dólares al mismísimo Reichmarschall
Goering, quien corrió a colgarlo orgulloso
de la pared de su residencia de Carinhall.
La vanidad es tonta y cegata.
Meegeren fue un virtuoso despreciado por
la crítica que copió a los grandes maestros
con tal habilidad que logró exponer sus
obras en museos junto a cuadros auténticos
sin que nadie sospechara. Y se dio una vida
de pachá gracias a millonarios ingenuos.
Un artista... A su modo, claro.
Al acabar la guerra, lo procesaron por haber
vendido obras de los grandes maestros a los
nazis y él repuso ante el tribunal que había
vendido arte a los nazis, sí, pero sólo el suyo. Y para demostrarlo, pidió lienzo y pinceles e improvisó en su propia celda un Jesús
impresiona a los doctores... Brillante.
¡Qué fina ironía!
Al final, lo soltaron con una condena leve
por fraude, pero murió poco después.
Seguro que su obra se ha revalorizado.
Meegeren fue un prodigio, pero astucia por
astucia fue mayor la de otro falsificador in-
JORDI RIBOT
glés cuyo cómplice viajaba por los mejores
archivos y bibliotecas del planeta sustituyendo las fotos de los originales que los expertos toman como referencia y colocando
en su lugar las fotos de sus propias copias.
¡Falsificaba las referencias: un hacha!
Así, cuando el experto cotejaba un cuadro
no lo hacía con la referencia original fiable,
sino con una foto del cuadro del timador y
daba la falsificación por buena. Ese desgraciado ha contaminado decenas de archivos.
Traiciones del universo digital.
Pero desde el punto de vista legal, resulta
apasionante la trayectoria de Elmyr d´Hory,
a quien Orson Welles dedicó una brillante
película. D'Hory era un alias de un húngaro
capaz de mimetizar con precisión el estilo
–para él no inimitable– de Picasso y Matisse.
¿Por qué le parece tan interesante?
Porque no firmaba sus copias, así que, en puridad legal, no consumaba el timo.
¿Y...?
Pues que ante un tribunal podría argumentarse que él no pretendía timar, sino que
simplemente vendía su arte de copista.
¿Eso es legal?
No creo que fuera particularmente honrado, pero podríamos hablar más bien de alegalidad. El caso dejó de ser jurídicamente
interesante cuando un mafioso obligó a El-
Las figuras antiguas de
terracota de los dogon
de Mali son hoy una adquisición millonaria, así
que los dogon las copian
e incrustan fragmentos
de figuras antiguas en
las partes de la copia
donde los peritos suelen
raspar (bajo la cola de
un caballo, por ejemplo)
para tomar muestras sin
dañarla: así –ironiza
Martin–, compras el uno
por ciento de una antigüedad. El timo surge
cuando se traiciona la
vocación universal del
arte, del que ni estados
ni individuos son propietarios, sino meros custodios. Y evitamos citar el
caso Dalí en atención a
Lluís Peñuelas i Reixach,
secretario general de la
Fundació Dalí-Gala,
quien propicia esta contra tras organizar unas
sesudas jornadas sobre
derecho del arte.
VÍCTOR-M. AMELA
IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
myr a firmar también como Picasso y Matisse y lo convirtió en vulgar timador.
Cuéntenos algún timo reciente.
La crátera (copa donde los griegos mezclaban agua y vino) de Eufronio estaba expuesta en el Metropolitan de Nueva York...
¡Soberbia!, y creo recordar que reproducida en mi libro de griego del instituto.
... Pues ejemplifica muy bien los problemas
de los museos hoy tras la firma de la convención de la Unesco sobre obras de arte.
¿Por qué?
Los museos ahora no sólo tienen que preocuparse de la autenticidad de las obras, sino que, además, deben documentar su procedencia y demostrar que no son fruto de
expolio, robo o excavación ilegal.
¿La crátera de Eufronio era robada?
Robert Hecht Jr. se la vendió al Metropolitan en 1972 por un millón de dólares –la cifra entonces hizo historia– y, cuando el museo empezó a tener sospechas y a investigar
su origen, intentó inventarse que la había
comprado en los años treinta a un libanés.
¿Y cuál era la verdad?
Había sido robada en 1971 de una tumba
etrusca cerca de Cerveteri, en Italia; por eso
ha sido devuelta ahora al Estado italiano.
Ya ve: hay que preocuparse de quién tenía
la obra antes de comprarla y de si había sido
expoliada, por ejemplo por los nazis: estamos tramitando muchas reclamaciones de
herederos de expoliados por los nazis.
¿Habría base para reclamaciones sobre
expolios artísticos consumados en la guerra civil española?
La convención de la Unesco ha abierto
muchas posibilidades de reclamación y las
demandas se suceden. El problema es: ¿dónde ponemos la barrera del expolio en la historia de una obra de arte?, ¿desde qué momento preciso en el pasado, tras qué guerra
consideramos la obra expolio o legítima propiedad? ¿Y si las piezas son milenarias?
¿Y usted qué sostiene?
¡Hay tantas reclamaciones! Grecia y Egipto y el expolio colonial... ¿La Mona Lisa del
Louvre es italiana o francesa? ¿Y acaso no
fue un crimen contra la humanidad que los
talibanes volaran los budas en Afganistán?
¿Estudia algún caso en concreto?
Los carabineros lograron una orden de registro para un almacén en Ginebra donde
encontraron cientos de antigüedades expoliadas de excavaciones clandestinas. El expolio había sido perfectamente documentado con precisión por los propios ladrones
con fotos de cómo extraían las obras de la
tierra y cómo las limpiaban y restauraban.
¿Para qué documentar su crimen?
Para probar su autenticidad al comprador. Y algunos de esos compradores, conservadores de museos norteamericanos, han sido tan estúpidamente ingenuos que han colgado esas fotos en exhibición junto a esas
piezas robadas que compraron. Por cierto,
hay dos Leonardo iguales en dos museos
distintos: Kansas y el Louvre.
LLUÍS AMIGUET
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Harry S. Martin III, profesor de derecho del arte en la Universidad de Harvard
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