JUAN RULFO Y PEDRO PÁRAMO 1- JUAN RULFO: datos biográficos. Juan Rulfo nació en 1918 en Apulco, un pueblecito vecino a Sayula, en el estado de Jalisco, región en la que viviría hasta los 15 años y que sería el escenario de toda su obra. Tenía seis años cuando muere asesinado su padre, víctima de la historia violenta de Méjico. La Revolución Mejicana se había iniciado en 1910 y sus secuelas se prolongaron durante años, con insurrecciones contrarrevolucionarias como la de los “cristeros”, llamados así porque luchaban en nombre de Cristo y las tradiciones (de todo ello habrá referencias en Pedro Páramo). En 1930 perdió a su madre. La infancia y la adolescencia es triste: ruina familiar, colegios, orfanatos, estancias en casa de algunos parientes… La soledad y un talante íntimo, reconcentrado, triste, lo definirán desde entonces. Estudió contabilidad y algo de leyes y de literatura, pero – en este último terreno – será sobre todo un autodidacta. En 1933 se traslada a Méjico capital, pero no logra que le convaliden sus estudios anteriores y no completará ninguna carrera. Entra en contacto con ambientes literarios y desempeña diversos oficios – hasta vendedor de neumáticos-, mientras comienza a escribir y a publicar cuentos en revistas. En 1953 aparece su primer libro, El llano en llamas, que pasa casi inadvertido. En cambio, dos años después la crítica será muy elogiosa con Pedro Páramo, cuya fama irá creciendo con los años hasta convertirse en un clásico. Sin embargo, el autor parece paralizado por el éxito; apenas escribirá desde entonces; durante algunas temporadas, caerá en el alcoholismo. Vive de empleos administrativos, de trabajos como guionista en cine y televisión. Desde 1964, ocupa un cargo en el Instituto Indigenista de Méjico. Intenta escribir una nueva novela, La cordillera. Su fama le lleva a viajar por diverso países; viene varias veces a España, donde se le otorga el Premio Príncipe de Asturias en 1983. Muere en Méjico en 1986. 2- CARACTERÍSTICAS GENERALES DE SU OBRA. Como rezaba un titular de prensa con ocasión de su muerte, “Juan Rulfo pasa a la historia de la literatura con 250 páginas”. Tal cifra es la que suman los cuentos de El llano en llamas (1953) y la breve novela de 1955 Pedro Páramo. A ello sólo hay que añadir el leve volumen titulado El gallo de oro y otros textos para cine recogidos en 1980. En cuanto a la citada novela, La cordillera, Rulfo habló en diversas ocasiones de su lenta y penosa elaboración: dijo llevar escritas centenares de páginas; en otra ocasión afirmó haber roto muchas; o declaró su propósito de reducirla a un relato breve, o a varios cuentos… Lo dicho hasta ahora nos conduce a una primera característica de su obra: una elaboración escrupulosa que procede por eliminación y condensación. Cada página suya parece haber sido trabajada con un rigor absoluto: de ahí la asombrosa perfección de sus obras acabadas, su poder de sugestión y la densidad del contenido y del estilo. La obra de Rulfo supuso una profunda renovación con respecto a la narrativa realista, de ambiente rural e intención social. Sus temas coinciden en gran parte con los de aquella corriente: lo rural, lo social… Pero el tratamiento de tales aspectos es nuevo, tanto por su enfoque profundo como por la incorporación de nuevas técnicas. Todo eso se concreta en los siguientes aspectos: • ¡¡IMPORTANTE!! • El enfoque de Rulfo le lleva a trascender el plano de lo estrictamente regional y social – sin restarle fuerza a estos aspectos- para desembocar en temas universales, de amplio alcance humano: el dolor, las ilusiones rotas, la soledad, la muerte… La muerte, en especial, como reverso de una vida vacía, traspasa con su obsesiva presencia la obra de Juan Rulfo. El autor transciende el enfoque realista incorporando elementos fantásticos o, mejor míticos. En sus páginas, la visión directa de las realidades más brutales convive de forma fascinante con lo misterioso, lo alucinante, lo sobrenatural. La realidad evocada por Rulfo está habitada a menudo por seres extraños, por fantasmas, por fuerzas desconocidas. Ello hace del autor uno de los primeros maestros del realismo mágico. ¡¡IMPORTANTE!! ¡¡IMPORTANTE!! • • Fundamentales son las nuevas técnicas narrativas que Rulfo emplea: la ruptura del desarrollo cronológico del relato, el uso del monólogo interior, alternando bruscamente con diálogos, el cambio inesperado del punto de vista, etc., son algunos rasgos que emparentan a Rulfo con los grandes renovadores de la novela europea y americana (Kafka, Joyce, Faulkner…) y lo sitúan a la cabeza de la renovación de la narrativa hispanoamericana. De hecho fue un adelantado; y sólo en los años 60, tras la consolidación de la nueva narrativa, fue valorado con plena justicia. En el estilo se observa una influencia del lenguaje popular mejicano; sus páginas suelen tener un inconfundible aire de “cosa hablada”. Sin embargo, de nuevo hay que insistir en su conciencia y esmerada elaboración. El resultado es asombroso: una profunda asimilación del habla popular y, a la vez, una salvación estética – poética- de esa habla. EL LLANO EN LLAMAS Su primera obra, El llano en llamas (1953), es un conjunto de diecisiete cuentos de tema rural que, en apariencia, continúan con la línea costumbrista que floreció en México durante las primeras décadas del siglo. No obstante, aunque el autor recrea tradiciones y modos de hablar de la gente de su tierra, la hondura de su prosa le da a cada uno de sus relatos una significación universal. A ello cabe agregar una serie de estilizaciones y audacias técnicas que lo alejan de los cauces narrativos tradicionales y le permiten pasar de lo real a lo fantástico con sorprendente naturalidad. El tono de estas historias es, en general, bastante sombrío y se desarrollan en medio de la desesperanza, la pobreza y la violencia. Estos rasgos se aprecian, sobre todo, en cuentos como Nos han dado la tierra, Luvina, El hombre y Macario. La mayoría de las historias se narran en primera persona y se caracterizan por su concisión, por registrar los hechos más importantes. El lenguaje incluye rasgos dialectales y populares del discurso oral de los campesinos y enunciados breves en los que irrumpe lo poético. 3- PEDRO PÁRAMO A- GÉNESIS Y ARGUMENTO DE LA OBRA Tras la publicación de El llano en llamas, Rulfo emprende una novela en la que venía pensando desde hacía tiempo. Él mismo ha contado cómo escribió un primer capítulo en un cuaderno escolar, cómo tomaba notas en los más diversos momentos y en cualquier el. En unos meses reunió trescientas páginas, pero la elaboración fue trabajosa y presidida por “una gran ansiedad” (“porque para escribir se sufre en serio”, diría). “Llegué a hacer otras tres versiones que consistieron en reducir a la mitad aquellas 300 páginas. Eliminé toda divagación y borré completamente las intromisiones del autor”. Estas palabras confirman los escrúpulos creadores de Juan Rulfo. Incluso vaciló en el título. Por fin, animado por el editor, entregó la novela con el título definitivo. La obra asombró – y desconcertó al lector común- por la mezcla de elementos familiares y de novedades de enfoque y técnica. La síntesis de la historia es la siguiente: Juan Preciado, en cumplimiento de la última voluntad de su madre, llega a Comala en busca de su padre, “un tal Pedro Páramo”, a quien no conoció. Pronto sabrá que Pedro Páramo murió hace años. Comala es un pueblo fantasmal, habitado por seres que parecen estar en una extraña frontera entre la vida y la muerte. Poco a poco comprendemos que todos están muertos verdaderamente. Pero habremos de llegar a la mitad de la novela para descubrir que el mismo Juan Preciado murió tras llegar a Comala. Entre tanto las ánimas y las “voces” que pueblan la aldea nos van desvelando, a retazos, la vida pasada del pueblo y la de Pedro Páramo. Este fue un cacique implacable, que no retrocedió ante nada para ensanchar sus tierras y su poder (entre otras cosas se casó por interés con Dolores Preciado, a la que abandonaría después con su hijo Juan). Pero, a la vez, Pedro Páramo es un hombre frustrado, vacío, sin amor, abocado a la soledad, y que encontrará una muerte absurda a manos de otro hijo abandonado. ¡¡IMPORTANTE!! B- ESTRUCTURA DE LA NARRACIÓN En el caso de una novela como Pedro Páramo, resulta especialmente oportuna la distinción entre la historia (los hechos que se cuentan, tal como se sucedieron) y la narración (la disposición y la manera de contarlos). En el anexo (pág. 17) se pueden seguir con detalle las diferencias entre el orden de la “historia” y el de la “narración”, pero se recomienda una primera lectura sin preparación especial. El mismo autor reconocía en una entrevista que estamos ante “una novela difícil”; y añadía que “se necesitaba leerla tres veces para entenderla”. • En cuanto a su estructura externa, la obra se compone de 70 secuencias o fragmentos, a veces muy breves, y que son como piezas de una historia rota que el lector irá recomponiendo a modo de rompecabezas. (Es imprescindible numerar las secuencias). • La estructura interna de la narración presenta dos “líneas” o hilos narrativos que avanzan alternándose y entrecruzándose: 1º. Secuencias referentes a Juan Preciado: Están narradas en primera persona. Siguen, en general, un orden cronológico (pero en ellas se insertan, en letra en cursiva, palabras de la madre). 2º. Secuencias referentes a Pedro Páramo: (empieza con la § 6). Narradas en tercera persona. Nos remiten al pasado, con respecto al tiempo de la línea 1ª, pero además –y aquí entramos en lo más complejo- se presentan sin orden cronológico. Muchas secuencias de la línea 1ª hacen referencia a los hechos de la 2ª. Y que hay, especialmente, algunas secuencias que podemos llamar mixtas. Por otra parte, el desarrollo de la narración presenta un giro perceptible cuando el lector comprende que Juan Preciado está muerto (§§ 36-37). Entonces nos damos cuenta de que todas aquellas secuencias anteriores en que él hablaba en primera persona forma parte del relato que le hacía a Dorotea la Cuarraca, que está enterrada a su lado. De acuerdo con ello, la novela se dividiría en dos partes: I- Secuencias 1-37. Predomina sensiblemente la historia de Juan Preciado (línea 1ª). II- Secuencias 38 al final. Domina netamente la 2ª línea (historia de Pedro Páramo, y en especial sus relaciones con Susana San Juan). Juan Preciado junto a Dorotea, escucha – y a veces comenta- lo que evocan las voces de los muertos. Lo dicho hasta aquí indica que nos hallamos ante una estructura muy meditada, con propósitos muy definidos. Veamos algunos de los aspectos que le confieren su originalidad y su dificultad: • • ¡¡IMPORTANTE!! El desorden cronológico con que se suceden los episodios de la vida de Pedro Páramo. Además, cada episodio se fragmenta en diversas secuencias. Entre los episodios y las secuencias hay elipsis (se saltan sucesos o acciones que el lector debe suplir). Y, sobre todo, las secuencias de una y otra “línea” se entremezclan de forma abrupta, sin “advertencia”, salvo excepciones (recordemos que Rulfo había prescindido de las “intromisiones del autor”). Todo ello hace que la narración avance de un modo sincopado, a veces con bruscos flashes, con saltos y con vacíos. Es un tipo de relato al que nos tiene acostumbrado el cine y que ya tenía precedentes en las narrativas extranjeras (Faulkner, pero Rulfo confesaba no haberlo leído aún). El efecto de desconcierto y, a la vez, de suspensión, sobre todo, el salto brusco de una línea narrativa a otra en la secuencia 6; y dentro de las primeras secuencias sobre Pedro Páramo, cómo se mezclan episodios y épocas distintas. Cabe preguntarse el porqué de tal complejidad. Lo cierto es que no tiene nada de gratuita. Rulfo insistió en que le guiaban propósitos bien definidos. Escogió la estructura que le parecía más adecuada, más eficaz, para impregnar al lector con el hondo sentimiento de la trama de un vivir colectivo, de la relatividad del tiempo humano y de esa extraña vecindad dela vida y la muerte. Sin duda, la impresión de la “historia” habría sido muy distinta con otra forma de narración. C- LOS PERSONAJES La novela se presenta como la historia de un cacique, de un tirano local, en torno al cual giran los demás personajes. Pedro Páramo es, en efecto, el centro de todo ese mundo. Estamos ante un personaje impresionante, Desde el principio se habla de él como un “rencor vivo”. De una manera magistral, se van acumulando datos sobre él página tras página. Lo vemos de niño, pensando ya en Susana. Lo vemos rodeado de muerte: la del abuelo, la del padre, como la posterior de su hijo Miguel. Y lo vemos endurecerse y agigantarse al frente de la “Media Luna”, su hacienda, que va ensanchando sin reparar en medios, sin detenerse ni ante el crimen. Es la personificación del poder más brutal, de la violencia. Pero no le es ajeno cierto sentimiento de culpa: “Estoy comenzando a pagar”, dice al enterarse de la muerte de Miguel (§ 40). Y en su fondo hay algo hermoso: el amor por Susana San Juan, aunque lo lleve a conseguirla por cualquier medio. Fue su única ilusión verdadera, pero frustrada: la incomunicación marcará sus relaciones con ella (§ 52, al final). Y cuando Susana muera, Pedro Páramo –hundido en una definitiva soledad- se dejará morir. Susana San Juan es –según Rulfo- el ideal. Habrá que fijarse, por ejemplo, en cómo habla Pedro de ella. Pero en sí misma, es una figura aureolada por un lirismo turbador que se manifiesta especialmente en sus sueños o recuerdos de su amor por Florencio. ¿Amor real? Rulfo precisó que tal personaje era un producto de la locura de Susana. Pero la ambigüedad no se agota. ¿Y cuál es la causa de su locura? ¿La ausencia de amor? Así parece, pero la obra deja entrever algo inquietante y traumático en las relaciones con su padre. Lo más importante es que Susana es el único personaje sobre el que el poderoso Páramo no tiene poder. Otras mujeres que tuvieron alguna relación con Pedro Páramo serán Eduviges Dyada, Damiana Cisneros o Dorotea la Cuarraca; pero destaca sobre ellas Dolores Preciado, madre de Juan Preciado. Es una figura inversa a la de Susana: en este caso fue ella la ilusionada con Pedro Páramo, pero su ilusión también desembocó en el desengaño (a Pedro sólo le interesaban sus tierras). Muere lejos de Comala y su nostalgia – y su rencor hacia Pedro Páramoimpulsarán a Juan Preciado a ir en busca de su padre. (“El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”). Juan Preciado es el otro eje de la novela. Y sus dimensiones son complejísimas, pues enlazan con mitos mejicanos y universales. Encaran la figura de la criatura abandonada en busca del padre, de sus raíces, de lo que es “suyo”. Pero esta busca lo conduce a la muerte; su camino es un descenso a los infiernos. Y así, encarna – como otros personajes- el fracaso de toda ilusión y la tragedia del vivir humano. Hay otros hijos de Pedro Páramo. Dos de ellos desempeñan un papel en la obra. Miguel Páramo, hijo ilegítimo, pero reconocido, es el reverso de Juan Preciado. Y viene a ser “otro Pedro Páramo”, en todo lo que éste tiene de peor. Su temprana muerte es el principio del castigo que recibe el cacique. El otro hijo es Abundio, ese enigmático personaje que aparece ya al principio (el arriero § 2) y que reaparecerá en la secuencia penúltima y decisiva. Su papel es el de un vengador a la vez justiciero y absurdo (está borracho), y enlaza con otro mito ancestral: el del hijo que se rebela contra el padre y le da muerte. El padre Rentería representa a un sector de la Iglesia que está aliado con el poder hasta la mayor degradación. En este sentido, tienen una fuerza enorme las acusaciones de que es objeto por parte de otro sacerdote, el cura de Contla en la secuencia 41. Es, por lo demás, un personaje torturado pero incapaz de enderezar su vida dignamente. Al final lo veremos sumarse a los “cristeros”. En suma, una muestra de una religiosidad deforme (¿o una forma de expiación de los pecados?). Junto a los personajes mencionados, hay una serie de figuras secundarias, o que aparecen de una forma fugaz, y que contribuyen a sumergirnos en la atmósfera irrespirable de Comala. D- EL AMBIENTE. COMALA Pedro Páramo es “la historia de un cacique”, pero mucho más. Como afirmó Rulfo, “en verdad es el relato de un pueblo: una aldea muerta en donde todos están muertos, incluso el narrador, y sus calles y campos son recorridos únicamente por las ánimas y los ecos capaces de fluir sin límites en el tiempo y en el espacio”. Comala con sus dimensiones reales y míticas, es uno de esos ámbitos novelescos inolvidables. En primer lugar, es una síntesis de muchos pueblos de la tierra de Rulfo que se iban quedando abandonados y donde “los vivos están rodeados de muertos”. Encierra asimismo una síntesis de elementos característicos de la historia de Méjico, centrada en una sociedad rural arcaica y de tipo feudal. Las dimensiones de Comala son múltiples. Se ha hablado de tres Comalas: la Comala soñada o ideal, la Comala “real” o de Pedro Páramo y la Comala muerta o “infernal”: En primer lugar y, como punto de referencia, está lo que podemos llamar una Comala paradisíaca: es la que desde lejos evocaba Dolores Preciado ante su hijo Juan, y la que despierta la “ilusión” y las “esperanzas” de éste. Pero lo que descubriremos será bien distinto. Desde el principio, Comala responderá a su nombre (de comal, placa de barro que se pone sobre el fuego). Es admirable cómo Rulfo va introduciéndonos en ese ambiente inquietante, misterioso, sofocante: “pueblo sin ruidos”, “casas vacías”, “ecos”, “murmullos”. Muy pronto esa Comala tan distinta de un paraíso se nos desdobla en dos: una es la Comala de Pedro Páramo, una Comala “histórica” sólo en cierto modo. Representa el reino de un poder tiránico, de la violencia, de la injusticia, de la degradación y la alineación en diversas formas, hasta la locura. Su destino está ligado al de Pedro Páramo. Y será, en suma, un pueblo abocado a la soledad y a la destrucción. No es extraño que aquella Comala sea colindante con la tercera: la Comala infernal o el reino de los muertos. Saltamos así al mundo mítico. De un modo también gradual y admirable, el lector va percibiendo la índole fantasmal de los inquietantes personajes que aparecen y desaparecen, o va identificando las extrañas voces. Son, en efecto, almas en pena, criaturas condenadas a revivir un pasado horrible o torturadas por remordimientos. Es un mundo sin esperanza en el que se concentra la significación última de la obra. ¡¡IMPORTANTE!! E- SIGNIFICACIÓN DE PEDRO PÁRAMO El primer plano de significación será el histórico y social. La acción se sitúa en un tiempo preciso: el último tercio del siglo XIX y el primero del XX. Hay referencias importantes a la Revolución mejicana (iniciada en 1910) o a la citada insurrección de los “cristeros” (1925-1928). El personaje de Pedro Páramo supone el modelo de un tipo histórico real. ¡Un paso más ha llevado a ver en Pedro Páramo unas claves esenciales del alma mejicana. Base de estas interpretaciones es el análisis que del ser de Méjico hizo Octavio Paz en un libro clásico (El laberinto de la soledad, 1950). Como podemos ver la obra encierra elementos de los que señala Octavio Paz: - Sentimiento de ser juguete de poderes y fuerzas contrarias y enemigas, de dioses insaciables. - Sentimiento de hostilidad de la vida. - Fatalismo; desprecio de la vida y desafío a la muerte. - Sentimiento de soledad. - Necesidad de la fantasía como refugio. Hay un rasgo del espíritu tradicional mejicano que merece párrafo aparte: la especial idea de las relaciones entre la vida y la muerte. Por un cruce de mitos aztecas y de tradiciones cristianas, la oposición entre vida y muerte no es absoluta; la frontera entre ambas resulta borrosa. Y ello es un elemento básico en Pedro Páramo. En relación con ello en la novela se manifiesta una honda obsesión por la muerte, desde el principio (trauma que para Pedro supone la muerte del padre) hasta el final (su propia muerte a manos de su hijo), pasando por todo un rosario de muertes, casi siempre violentas. Y ello va unido a una concepción desesperada de la vida. Poco a poco, del plano concreto o de las raíces profundas de lo mejicano, nos alzamos al plano del mito y de las obsesiones universales. Temas universales son el poder, la injusticia, la soledad, la muerte… A esto hay que añadir el alcance más amplio que tiene la búsqueda de Juan Preciado y que conecta con mitos como el viaje a la Tierra Prometida o la búsqueda del paraíso. Viaje trágico o búsqueda inútil. Y así llegamos a lo que es el tema central y la significación más amplia de la obra: las ilusiones frustradas. La clave está ya en la primera secuencia, cuando confiesa Juan Preciado: “comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza…“ Más adelante Dorotea le dirá: “¿La ilusión? Eso cuesta caro.” Y hacia el final se dirá de Pedro Páramo que “lo agarró la desilusión”. En realidad, ello es aplicable a todos los personajes. La novela es una historia de esperanzas muertas. Y ello hasta extremos de la mayor desolación. Un claro ejemplo son estas palabras de Dorotea: “Lo único que la hace a una mover los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del Infierno, más vale no haber nacido…” No cabe una concepción más trágica de la vida. F- TÉCNICAS Y ESTILO De los aspectos técnicos de la obra, ya nos hemos fijado en la estructura narrativa con todo lo que conlleva (entrecruzamiento de historias, desorden cronológico, formas de sucederse las secuencias, elipsis…). Añadamos ahora otros elementos: - La descripción en Pedro Páramo se caracteriza por su parquedad – o sobriedad- a la vez que por su intensidad. Hay que tener en cuenta cómo el lector percibe la atmósfera de Comala y la economía de medios con que ello se consigue. Lo mismo cabría observar de los personajes. - Monólogos y diálogos merecen especial atención. Entre los primeros destacan alguno de Pedro Páramo, pero sobre todo, los de Susana San Juan, un personaje que se aleja de todos los demás por su lirismo. En cuanto a los diálogos, dentro de cierta variedad, domina el diálogo sobrio, conciso, hasta lacónico, pero de una gran calidad literaria. - El estilo de la obra es inseparable de la impresión que produce en el lector. Ante todo, el lenguaje queda marcado por los caracteres que presiden la creación del autor: elaboración escrupulosa, sobriedad, condensación. A esto hay que añadir la convivencia entre raíces populares y altura estética. El mismo Rulfo habló de su pasión por beber del habla de su tierra. De ahí el poder evocativo de su estilo, su intenso sabor, que el lector español debe poner la máxima atención en percibir y gustar. Todas las páginas están cuajadas de vocablos y giros mejicanos, sin que falten vulgarismos caracterizadores. De ahí la fuerte impresión de realidad terruñera que constituye uno de los ingredientes de la novela. Pero a ello se unen otras dimensiones. Así, la capacidad de expresar los sentimientos más hondos y complejos, aunque casi siempre dentro de una contención. La sobriedad se alía con la hondura sugeridora. La fuerza poética de ese lenguaje está presente en los tonos elegíacos que aparecen en los diálogos más sencillos, así como en continuos hallazgos verbales del narrador, pero sobre todo en ciertos fragmentos poemáticos como los monólogos de Susana San Juan.