El pastel de Erizo Por Maryann Macdonald Ilustrado por Lynn Munsinger

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El pastel de Erizo
Por Maryann Macdonald
Ilustrado por Lynn Munsinger
Génro – Cuento
Erizo tenía muchas ganas de un patel y encontró una receta, –Éste paree ser fácil –
dijo – y también rico. Erizo sacó la harina.
Sacó los huevos y la mantequilla.
Estaba sacando el tazón azul cuando oyó que tocaban a la puerta. Era Conejo. – Hola,
Conejo –dijo Erizo–, estoy preparando un pastel.
–Yo te ayudo –dijo Conejo–, soy bueno para hacer pasteles.
–Aquí tengo la receta –dijo Erizo.
–No necesitas la reca –dijo Conejo–. Yo te enseñaré cómo prepararlo.
Conejo tomó la harina y la vació en el tazón azul. Tomó la mantequilla y también la
vació en el tazón. Después vació el azúcar. –Ahora mezclaremos todos –dijo Conejo.
Mezclar todo era un trabajo pesado. Conejo batió y batió. El brazo empezó a dolerle.
La masa estaba grumosa y el azúcar se pegaba a los lados del tazón. Había harina
por todas partes. –Creo que alguien me llama –dijo Conejo–. Termina de batirla
Erizo, y volveré cuando el pastel esté listo.
Erizo movió la cabeza de un lado al otro. La masa era un desastre.
–¿Cuál es el problema, Erizo?
Ardilla estab en la puerto, mirándolo.
–Estoy haciendo un pastel –dijo Erizo–, pero no se ve muy bien.
–Necesitas huevos –dijo Ardilla–. Yo se los pondré.
Rompió various huevos y los vació en el tazón con pedazos de cascarón.
–Un poco de cascarón no importa –dijo Ardilla–. Mezcla todo.
Así que Erizo mezcló. La masa estba más grumosa, pero era más fácil batirla.
Lechuza se asomó a la puerta: –¿Horneando? –preguntó–. ¿Puedo ayudar?
Erizo ya no quería más ayuda, pero tampoco quería herir a Lechuza.
–Puedes engrasar el molde –dijo Erizo. Lechuza estaba feliz. Metió su ala en la
mantequilla y engrasó el molde.
Luego fue al horno con sus alas llenas de mantequilla. Lo encendió a su máxima
temperature.
–El horno debe estar listo y bien caliente –dijo.
–Ya quedamos todos sucios por ayudarte –dijo Ardilla–. Ahora vamos a casa a
limpiarnos. Mete el pastel al horno y regresaremos cuando esté listo.
Ardilla y Lechuza se fueron a casa.
Erizo miró la cocina. Había azúcar en el piso. Había mantequilla en la puerta del
horno, y harina por todas partes.
Eriza vació la masa del pastel en el bote de la basure.
Cerró la puerta de la cocina con seguro y sacó su receta.
Primero midió el azúcar. La mezcló lentamente con la mantequilla. Después sacó
tres huevos, los rompió y los vació en el tazón: uno, dos, tres. Luego añadió la harina.
Erizo mezcló todo y lo vertió en el molde que engrasó Lechuza. Bajó la temperatura
del horno y metió la masa a hornear.
Después limpió la cocina.
Toc, toc, toc.
–Abre la puerta, Erizo –llamó Conejo–. Ya olemos el pastel y nos está dando hambre.
Erizo quitó el seguro de la puerta y abrió. La cocina estaba limpia. El pastel se estaba
enfriando en un estante y la mesa estaba puesta para tomar el té.
Los cuatro amigos se sentaron a la mesa. Erizo partió el pastel. Todos se comieron
una rebanada. Después se comieron otra.
–Es el mejor pastel que he hecho en mi vida –dijo Conejo–. ¿No estás contento de
que te haya enseñado cómo hacerlo?
–Los hueves le dieron muy buen sabor –dijo Ardilla–. No sabe para nada a cascarón.
–Se horneó perfectamente –comentó Lechuza–. Puse el horno a la temperatura
exacta.
–Les quiero dar las gracias a todos por su ayuda –dijo Erizo–. La próxima vez voy a
tratar de hacerlo yo solo.
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