Sobre Desgracia por J.M. Coetzee No dejé pasar mucho tiempo desde que el profesor Dawini me dijo que se había implementado nuevo material para la biblioteca, que pasara a ver si me llamaba la atención algún título. Por supuesto, varios lo hicieron. Uno más que todos los demás, sin embargo. Tal vez por lo fuerte que se llega a ofrecer en una primera impresión. Ya sea la palabra DESGRACIA escrita en mayúsculas, cada letra oscura y desteñida, o la imagen de un hombre, sentado, escondiéndose del sol mientras toca un pequeño bajo acústico, de frente a un muro (el cual guarda una gran semejanza con aquellos en las cárceles o en este mismo colegio) que lo separa de un desolador paisaje africano. Y claro, el pequeño detalle al lado del nombre del autor: “Premio Nobel de Literatura”. Antes de sumergirme en la lectura, y es pertinente resaltar que la sencillez de la prosa y el tono “amigable” en el que el narrador devela la historia hacen posible una lectura poco pausada, pensaba yo que el libro se trataría sobre algún preso africano, caído en desgracia ya en la cárcel, y lo pensé como un acercamiento interesante a la cultura de dicho continente. Distaba demasiado mi predicción al libro en sí, aunque en realidad se acercó mucho al concepto; pero no me equivocaba sobre la cultura. Fue mucho más que un acercamiento interesante. Desgracia saca a la luz pública una situación sumamente indignante por la que atraviesa Sudáfrica. Es un libro que relata sobre el problema de la violación, sin omitir ni agregar muchos detalles que la desvíen de lo que realmente es, como es y ha sido vivida, tristemente, por ya demasiadas mujeres en el mundo. Coetzee, con este tema como epicentro, desarrolla una historia magnífica alrededor de las vidas de un padre y su hija, en donde la incomunicación, el dolor, y la resignación los hacen presos de una memoria, de un día, de un miedo. Esta novela no es nada que no sea digno de un Nobel. Quedo con ganas de leer más trabajos de Coetzee, y tal vez releer Desgracia en un futuro. Es una obra que de verdad vale la pena, para quienquiera que guste de la literatura existencialista. David Finkelman Sánchez