De la ciudad al campo

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QUIERO SABER / ESPÍRITU DE PROFECÍA – Noviembre 2012
De la ciudad al campo
¿Qué consejos dio Elena G. de White respecto del traslado de familias e instituciones de
la ciudad al campo?
Responde DANIEL O. PLENC director del Centro de Investigaciones White en la
Argentina.
La ACES ha puesto al alcance de los lectores hispanos un antiguo librito de 128
páginas de Arthur Lacey White y Edward A. Sutherland, De la ciudad a la vida rural:
una guía para quienes están haciendo el cambio (Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 2010). La obra incluye en sus apéndices el folleto De la ciudad
al campo, de Elena G. de White y el “Documento sobre la vida rural” aprobado por el
Concilio Anual de la Asociación General en 1978. ¿Quiénes son los autores? E. A.
Sutherland fue educador y médico, dirigió el Colegio de Battle Creek y fundó el
Colegio Madison, en Nashville, Tennessee. A. L. White, fue hijo de William C. White y
nieto de Elena G. de White, quien trabajó por años en el Patrimonio White. Quienes
tengan inquietudes respecto del cambio de la ciudad al campo debieran tener en cuenta
este trabajo oportuno y equilibrado.
1.- ¿Por qué mudarse al campo? Se dan varias razones, entre las cuales podrían
mencionarse las siguientes: (a) Puede ser un mejor ambiente para la familia. (b) Ofrece
oportunidades misioneras. (c) Permite alejarse de los elementos nocivos de las ciudades.
2.- ¿Cómo elegir el lugar? Deberían tenerse en cuenta varios factores: (a) El acceso al
trabajo, (b) su adaptación a las necesidades de la familia, (c) la cercanía de la escuela y
de la iglesia, (d) la posibilidad de adquirir la propiedad, (e) la disponibilidad de tierra
para huerta, cultivo y cría de aves.
3.- ¿Qué orientaciones son necesarias? (a) No debiera haber presunción, precipitación ni
negligencia en la toma de decisiones. (b) El ingreso para el sostenimiento de la familia
debiera estar asegurado. (c) Las familias harán bien en pedir consejos a la iglesia y sus
dirigentes; pero la responsabilidad de la decisión es suya. (d) Quienes piensan
trasladarse necesitan informarse cabalmente y actuar con mucha oración y dependencia
de Dios. (e) Una zona rural adecuada no implica aislamiento ni una gran distancia.
Puede ser un lugar cercano, con fácil acceso a las zonas urbanas. (f) En ningún caso se
debiera actuar bajo compulsión. (g) No hacer compromisos respecto de
emprendimientos que se desconocen. (h) Algunos vivirán en el campo sin vivir del
campo, sino que continuarán trabajando en la ciudad.
4.- ¿Cuáles son los consejos de Elena G. de White? La autora hace un llamado a dejar
las ciudades, preocupada por asuntos como: el enfoque artificial de la vida, la búsqueda
desenfrenada del dinero, los placeres, la ostentación, los peligros para la salud y la
seguridad. Ve la potencial concentración de catástrofes naturales, la corrupción moral y
los conflictos laborales. Piensa en el bien de los hijos y en el cultivo de la espiritualidad.
Cree que hay beneficios integrales en la vida rural y en el contacto con la naturaleza.
5.- ¿Cuáles son algunas de las pautas para la iglesia? (a) Los adventistas no deberían
formar concentraciones o colonias, ni en la ciudad ni en el campo. Debieran preferir las
iglesias menores donde existen mayores oportunidades de participación y servicio. (b)
Es posible evangelizar las ciudades viviendo en lugares cercanos de fácil acceso. (c) Es
mejor que las instituciones estén fuera de las ciudades: editoriales, instituciones de salud
y educativas, y oficinas administrativas. Pero los restaurantes y los templos adventistas
deben permanecer en las ciudades.
6.- ¿Qué consejos y advertencias se reiteran? Dice la Sra. White: “Los que por fin han
decidido salir, que no lo hagan en forma apresurada como respuesta a un movimiento de
agitación, en forma imprudente, o de un modo tal que después tengan que arrepentirse
profundamente de haber salido…
“No deben realizarse movimientos imprudentes… No hagan nada sin buscar la
sabiduría de Dios, quien ha prometido darla liberalmente a todos lo que se la pidan, sin
reconvenir a nadie. Todo lo que se puede hacer es aconsejar e informar y luego dejar, a
quienes están convencidos acerca de cuál es su deber, que se muevan bajo la dirección
divina y de todo corazón dispuestos a aprender de Dios y a obedecerle” (Mensajes
selectos, tomo 2, p. 414). “Que todos tomen el tiempo necesario para realizar
cuidadosas consideraciones… Puede haber personas que se apresuran a hacer una cosa,
y que se comprometen en negocios acerca de los cuales no saben nada. Dios no requiere
que se haga esto. Piensen con sinceridad y oración, y estudien la Biblia cuidadosamente
y con oración, teniendo la mente y el corazón despiertos para oír la voz de Dios…
Comprender la voluntad de Dios constituye una gran cosa” (Ibíd., 415).
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