Conceptos sobre violencia familiar

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QUIERO SABER / ESPÍRITU DE PROFECÍA - Mayo de 2004
Conceptos sobre violencia familiar
¿De qué manera abordó Elena de White el problema de la violencia familiar?
Responde DANIEL OSCAR PLENC director del Centro de Investigaciones White en la Argentina.
Antes de responder, comparto un bello pasaje de la Escritura sobre el accionar y el carácter
de Dios: “Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia [...]
Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia” (Salmo 103:6, 8).
Elena de White se ocupó en ocasiones de la violencia en el seno del hogar y, más a menudo,
del efecto negativo de la rudeza, el regaño y la falta de cortesía. Se mencionan a continuación
algunas de sus ideas.
1. La violencia como condición de la familia humana. Ya en sus días Elena de White
lamentó que la violencia estuviera tomando posesión de la familia humana y saturando todas las
cosas (¡Maranata: el Señor viene!, p. 28; Mensajes selectos, t. 1, p. 115).
2. Ha de evitarse la violencia verbal en la familia. La exhortación se dirige a no permitir
que las contiendas o las disensiones penetren en el hogar: “Hablad con amabilidad. Nunca se eleve
vuestra voz hasta ser áspera. Conservad la calma [...] Debemos subyugar el genio violento y
dominar nuestras palabras; así obtendremos grandes victorias” (El hogar cristiano, pp. 396, 397).
Se sugiere al respecto una resolución concreta: “Sería bueno que cada hombre firmara la promesa
de hablar bondadosamente en su casa y de permitir que la ley del amor rija sus palabras” (El hogar
cristiano, pp. 399, 400). A semejanza de un jardinero que cultiva flores, los padres no emplearán
“un trato rudo ni un esfuerzo violento”, sino que desarrollarán un ministerio suave y amante (El
Deseado de todas las gentes, p. 475).
3. Educación de niños violentos. Se habla de la necesidad de subyugar “los temperamentos
violentos” de ciertos niños (Conducción del niño, p. 40). Tampoco se aconseja “pasar por alto las
faltas y suavizar los estallidos de violencia” (Ibíd., p. 162).
4. El ejemplo de los padres. Los padres han de precaverse “contra toda tosquedad y rudeza,
no sea que estos defectos se vuelvan a ver en sus hijos” (El hogar cristiano, p. 155). Los esposos
han de manifestarse cortesía mutua y guiar la casa con la ley de la bondad: “Nadie debería
expresarse con rudeza ni con palabras de amargura. Todos pueden poseer un rostro animado, voz
suave, modales corteses, y éstos son elementos de poder” (El hogar cristiano, p. 381). La
obediencia debe ser requerida sin rudeza ni regaños, sino con suavidad y ternura (Conducción del
niño, p. 201). “Los niños y los jóvenes necesitan la influencia de un ejemplo gozoso. Necesitan
instrucciones agradables [...] Por medio de un ejemplo de paciencia y tolerancia, el padre cristiano
ha de enseñar que el mal genio y la rudeza no tienen lugar en la vida del creyente en Cristo; que
estas cualidades son desagradables a Dios. A medida que sus hijos lo vean trayendo a su vida los
principios de la verdad, ellos también serán llevados a luchar contra los malos hábitos y prácticas, y
con ustedes reflejarán la bondad y el amor de Dios” (Reflejemos a Jesús, p. 178).
5. El desarrollo del carácter. Un carácter cristiano incluye el dominio de las propias
emociones y pasiones (Consejos para los maestros, p. 213). Con esfuerzo, conflictos y abnegación,
se buscará el dominio “del carácter desequilibrado y del temperamento violento” (A fin de
conocerle, p. 282). Es digno de considerar el ejemplo de la vida de Juan, al superar su “espíritu
violento” contemplando la ternura, la tolerancia, la humildad y la paciencia de Jesús (Los hechos de
los apóstoles, p. 455).
6. La simpatía de Jesús. El ejemplo del trato de Jesús nos anima a pensar que los más
rudos pueden encontrar en el evangelio un camino para la recuperación y la esperanza (El
ministerio de curación, p. 16). “Inocente y sin contaminación, caminaba entre los indiferentes, los
rudos, los descorteses [...] Trataba de inspirar esperanza en los más rudos y poco promisorios,
poniendo ante ellos la seguridad de que podrían llegar a ser sin tacha y sin culpa, alcanzando un
carácter que los haría aparecer como hijos de Dios [...]” (En los lugares celestiales, p. 181).
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