"La tarea no termina y la fe en un mejor desenlace tampoco"... Víctor

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"La tarea no termina y la fe en un mejor desenlace
tampoco"... Víctor Elías Lugo Vásquez.
Víctor Elías Lugo Vásquez
Formador Amazonas y Guainía
Hace poco, debido a las múltiples peripecias que hemos vivido como Formadores para
el programa "Todos a Aprender" del Ministerio de Educación, recordé la frase de una vieja
canción de Miguel Ríos que dice: "donde pongo la fe, me pongo en juego". La frase se me
vino a la mente porque este programa, para mí, indudablemente, se ha vuelto una cuestión de
fe y, a medida que nos acercamos más a la realidad del sistema educativo colombiano, se
intensifican la pasión y la responsabilidad implícita de trabajar de la mano de miles de
docentes para construir, de manera conjunta, la esperanza de un mejor futuro para millones de
niños de nuestro país. Y, a pesar de que suena extremadamente idealista, creo fervorosamente
que contamos con una oportunidad inmejorable para contribuir, con humildad, pero buscando
obtener un impacto profundo, al logro de este objetivo para que las vidas de millones de
personas en Colombia sean mejores.
Desde que tengo uso de razón, la idea de que la educación cambia vidas ha estado
siempre presente en el discurso de todos los padres, especialmente en el de los que, por
infinidad de razones, pertenecen a contextos marginalizados, como aquel del que provengo.
Sin embargo, en los casos en los que la educación es efectiva, una vez surtido el trámite, casi
nunca nos detenemos a reflexionar sobre el impacto de la escuela y de la educación en
términos concretos en nuestras vidas y, al menos aparentemente, guardamos un mayor
agradecimiento a nuestra última universidad y no a nuestros primeros maestros y escuela.
Mi participación en este programa es mi forma de agradecerles a mis padres, a mi
abuela materna, a mis seis hermanos y, en especial, a las profesoras Flor, Fanny y Myriam de
la Escuela Emma Villegas de Gaitán en Bogotá y la Concentración John F. Kennedy en
Soacha. Indudablemente, sin el concurso activo de todos ellos, no habría tenido la
oportunidad de acceder al Colegio Departamental Integrado de Soacha, ni a la Universidad
Nacional de Colombia y, muchísimo menos, a la Universidad de la Sabana con el fin de
desarrollar las competencias que nos han permitido tener una mejor calidad de vida a mi
familia y a mí. Sin ellos, no habría podido vivir en la escuela en la que logré entablar
relaciones afectuosas y de amistad, que aún hoy, después de casi treinta años, permanecen
incólumes y aprendí a solventar todo tipo de adversidades.
No es exagerado afirmar que, gracias a mis maestras y a mis padres, conocí a la mujer
maravillosa con la que comparto mi vida desde hace casi veinte años, con quien tengo dos
hijos de los cuales nos sentimos profundamente orgullosos y realizo un trabajo que me llena
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de satisfacciones. En términos concretos, gracias a su ejemplo, escogí ser docente.
Cuando llegué al programa "Todos a aprender", el pasado mes de febrero, no tenía
claridad sobre lo que se esperaba de mí y, por ende, no podía declarar con certeza plena que
estuviera en capacidad de llenar las expectativas que habían cifrado en todos los nuevos
formadores. Confieso que, hasta ese momento, debido a que desconocía la realidad del
Ministerio de Educación y, por ende, lo percibía con cierto recelo, veía la educación básica
como algo sobre lo cual, quizás sólo de manera tangencial, podrían llegar a tener un impacto
los docentes que estaba formando en los programas de licenciatura para los que estaba
trabajando. Por ello, los primeros encuentros con mis colegas formadores y las extenuantes,
(aunque amables) jornadas de formación, sin duda, me ayudaron a reducir la ansiedad que me
generaba la misión que se nos encomendaba en aquel momento.
Sin embargo, fue el primer encuentro con la Señora Ministra de Educación, María
Fernanda Campo, el que apaciguó cualquier duda sobre nuestra contribución: sentirnos parte
del programa que ella describía en aquel momento con tanta pasión era simplemente un
privilegio. Esta sensación, así como el aprendizaje, se ha ido consolidando día a día, al igual
que el sentido de pertenencia al Ministerio de Educación Nacional, al programa y a una
comunidad de profesionales (formadores, tutores, directivos, administrativos y docentes)
convencidos de que, a pesar de los múltiples inconvenientes, la meta es tan loable que
desfallecer no es una alternativa. En estos pocos meses, hemos tenido la oportunidad de
conocer tutores, directivos y docentes maravillosos, hombres y mujeres de carne y hueso que
se deslumbran, como si abriesen sus ojos al mundo, al reconocerse y ser reconocidos como
seres valiosos y valorados, dueños de sus vidas y motores directos e incuestionables de la
transformación positiva de la vida de sus estudiantes, sus municipios y su país.
Sin embargo, los altos ideales no nos enceguecen frente a la realidad; al contrario, nos
cuestionan sobre la forma en que podemos llevarlos a cabo a pesar de las adversidades. El
aprendizaje no sólo ha sido constante sino que, en algunas ocasiones, hemos aprendido en
situaciones difíciles: las condiciones no son fáciles el resentimiento causado por la percepción
de abandono prolongado, las prácticas de corrupción, clientelismo y desangre del Estado, así
como los intereses oscuros que se benefician de la pobreza y la ignorancia, arraigados durante
años, se resisten a desaparecer y los grupos armados ilegales, el crimen y la violencia son una
amenaza latente para un programa que busca reducir gradualmente la inequidad y la injusticia
social, excusas tradicionales para la violencia. Además, en lo personal, el compromiso
adquirido ha tenido un impacto en nuestras vidas ya que tenemos menos tiempo disponible
para nuestros seres queridos y, en ocasiones, incluso, para nosotros mismos. Como dijo hace
poco Rubén Blades: "La tarea no termina y la fe en un mejor desenlace tampoco" y, por ello,
es reconfortante ver que, todos nosotros, sin excepción, tras un inconveniente, nos reponemos
con ánimo redoblado.
Gracias inmensas a la Sra. Ministra de Educación, María Fernanda Campo, una
verdadera líder e inspiración para todos nosotros, al Dr. Julio Salvador Alandete, Gerente del
Programa, quien nos ha brindado su apoyo incondicional, a mis 99 colegas formadores (todos
ellos profesionales y seres humanos maravillosos), especialmente a Rosa María Palacios, con
quien compartimos el reto que implica lograr que Guainía, a pesar de no tener tutores a la
fecha, no permanezca relegada en el olvido, a los cientos de tutores con quienes compartimos
esta hermosa misión, especialmente a Janeth Melo, única tutora a la fecha en Amazonas, a los
Secretarios de Educación y sus equipos en todo el país que han decidido trabajar hombro a
hombro con nosotros para apoyar esta iniciativa y, particularmente, a todos los millones de
docentes que, día tras día, contribuyen decididamente a forjar un mejor país con abnegación y
respeto por la misión de formar mejores seres humanos y permitirnos soñar con un mejor
futuro para todos.
Es, precisamente, la posibilidad de participar activamente con todos ustedes en el
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reconocimiento respetuoso y digno de la diversidad cultural de nuestro país, de la figura del
docente y de la escuela lo que nos hace soportar las adversidades, afrontar los riesgos y decir
con absoluto convencimiento: "Yo me comprometo".
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