Hiperactividad y falta de atención infantil

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Hiperactividad y falta de
atención infantil
Hugo Días Velarde Neurólogo Jefe del área médica del
Instituto
para
el
Desarrollo
Infantil
El trastorno por déficit de atención (TDA) es
una condición que afecta y limita a algunos niños
desde la edad preescolar o en los años iníciales
de la primaria. Se estima que entre el 5 y 7 por
ciento de los niños lo padecen y está en una
proporción niño: niña de 4/1. Para alcanzar su
potencial, el niño con este tipo de dificultad
requiere ayuda, guía y comprensión de sus
padres y de todos los miembros del sistema
educativo.
Los síntomas o principales características del
TDA son falta de atención, hiperactividad e
impulsividad.
Estos
síntomas
aparecen
tempranamente y deben tener una repercusión
significativa.
Los síntomas aparecen en el transcurso del
tiempo de manera distinta; a menudo las
manifestaciones de impulsividad e inquietud
preceden a los de inatención, por lo que su
evidencia clínica es principalmente conductual en
el grupo escolar, por lo que llegan a parecer niños
malcriados o no disciplinados; un número menor,
especialmente las niñas, presenta a la inatención
como elemento principal, dando la apariencia de
ser "niños soñadores" o como que "están en la
luna", llevando a considerarlos como flojos o
lentos.
Cuando la inquietud, distraibilidad, pobreza de
concentración o impulsividad comienzan a afectar
el rendimiento escolar, las relaciones sociales con
otros niños o la conducta en casa, debe
sospecharse el TDA.
¿Cómo se agrupan los síntomas?
En primer lugar figura la hiperactividadimpulsividad. Este tipo de conducta se refiere a
niños que siempre están moviéndose, lo que
también incluye estar hablando sin parar. Les
cuesta estar sentados en la mesa para comer o
trabajar, todo lo tocan o hacen ruidos con la boca
o con las manos. La impulsividad se aprecia
como la dificultad de pensar o reflexionar antes
de actuar, no se detienen, interrumpen, se
atolondran en responder o actuar.
La inatención se manifiesta cuando a los niños
les cuesta mantenerse enfocados y se aburren
fácilmente con tareas que les exigen esfuerzo, ya
que si son de su agrado no tienen problemas en
prestarles atención (juegos electrónicos); pero sí
deben concentrarse deliberadamente como para
completar una tarea se les dificulta.
Las tareas escolares en casa son especialmente
problemáticas, olvidan de anotarlas o traerlas,
cometen errores por no fijarse en detalles y
termina siendo una actividad frustrante tanto para
el niño como para sus padres.
Cuando el profesor da indicaciones verbales (o
peor por escrito) le cuesta comprenderlas y
comete errores con frecuencia. El problema es
que si esta es la principal manifestación del TDA,
el niño luce quieto, pensativo y hasta ausente.
Una pregunta que debemos hacernos cuando se
presentan ciertas conductas infantiles: ¿se trata
realmente de un caso de TDA?
No todos aquellos que presentan hiperactividad,
inatención e impulsividad sufren de TDA. Existen
guías específicas que hay que utilizar para
cumplir con los criterios de diagnósticos.
Las manifestaciones clínicas deben haber
comenzado tempranamente y continuar por más
de 6 meses, ser continuas y deben generar
consecuencias o limitaciones significativas en
más de una espacio social del niño (casa,
colegio, etc.), de manera que si se presentan
algunas características pero no tiene repercusión
en su desempeño académico o social, no se debe
diagnosticar como TDA.
Asimismo, hay que considerar que un niño
ansioso o sometido a situaciones intermitentes de
violencia o de inseguridad familiar también vive
en zozobra afectiva, que puede manifestarse
como inquietud motora, busca de estímulos y
pocos limites para conseguir lo deseado.
¿Qué hacer ante la duda? Hay que recurrir a un
profesional médico especializado, ya sea
pediatra, neurólogo o psiquiatra, a fin de hacer
una evaluación clínica amplia que pueda definir y
diferenciar los síntomas.
Hay que estar seguros de que el niño no esté
viviendo una situación de cambios intensos en su
familia, que no presente crisis tipo ausencias,
desórdenes
médicos
que
afectan
el
funcionamiento cerebral o ansiedad y depresión,
y debe establecerse contacto con los servicios
educativos para escuchar la opinión desde otra
mirada u otro espacio.
Un diagnóstico correcto a menudo resuelve la
confusión acerca de las razones de los problemas
del comportamiento o del rendimiento del niño, y
la familia puede comenzar a recibir una
combinación de ayuda educativa, medica y
emocional que deben incluir recomendaciones en
el centro educativo, el uso apropiado de la
medicación (si esta fuera necesaria) y ayudar a
los padres en el manejo de la crianza del niño.
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