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REVIEW
La eutanasia en el paciente con cáncer
y los cuidados continuos
Carlos Camps Herrero, Joaquín Gavilá Gregori, Javier Garde Noguera, Cristina Caballero Díaz, Vega
Iranzo González-Cruz, Asunción Juárez Marroquí, Mª José Safont Aguilera, Ana Blasco Cordellat,
Alfonso Berrocal Jaime y Mª Godes Sanz de Bremond
Servicio de Oncología Médica. Consorcio Hospital General Universitario de Valencia. España.
La evolución de los enfermos con cáncer conduce
en muchas ocasiones a fases de la enfermedad en
las que no existen tratamientos específicos y éstos
debemos aplicarlos en la consecución del máximo
confort a través de un adecuado control sintomático, en esa etapa es fundamental el respeto de la
autonomía personal y la posibilidad del rechazo
de tratamientos fútiles. Con el adecuado control de
síntomas es posible lograr que la mayoría de los enfermos no padezcan sufrimientos. Los cuidados
continuos en el paciente oncológico son los responsables de ayudarnos a resolver estas situaciones. En
medicina paliativa existe un procedimiento altamente eficaz en la ayuda en las últimas horas, la sedación, aplicable cuando sea imposible el control
sintomático con otros medios. Con una cobertura
adecuada de cuidados no debería ser necesario introducir leyes de suicidio asistido y/o eutanasia activa voluntaria, ni por la magnitud de la demanda,
ni por las dificultades en el adecuado control sintomático.
Palabras clave: eutanasia, cuidados continuos, bioética, cáncer, sedación.
Camps Herrero C, Gavilá Gregori J, Garde Noguera J, Caballero Díaz C, Iranzo González-Cruz V, Juárez Marroquí A,
Safont Aguilera MªJ, Blasco Cordellat A, Berrocal Jaime A,
Godes Sanz de Bremond Mª. La eutanasia en el paciente con
cáncer y los cuidados continuos. Clin Transl Oncol. 2005;
7(7):278-84.
Euthanasia in patients with cancer
and the continuous-care providers
During the clinical evolution of patients with cancer there are many occasions, or phases of the disease, when there are no specific treatments and, as
such, we need to provide maximum comfort follo-
Correspondence: Dr. Carlos Camps
Servicio de Oncología Médica.
Consorcio Hospital General Universitario de Valencia.
Avenida Tres cruces, s/n.
E-mail : [email protected]
Received 2 February 2005; Revised 12 April 2005; Accepted 26 April
2005.
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wing appropriate symptom control; in this stage it
is fundamental to respect personal autonomy together with the option to reject futile treatment. With
appropriate control of symptoms it is possible to
reach the stage where the majority of the patients
do not continue to suffer. Continuous-care providers for cancer patients are those who are responsible for providing help to resolve these situations. In
palliative medicine there are highly-efficacious procedures to the help in these last hours. Sedation is
applied when it is impossible to control symptoms
by other means. With appropriate Carer cover, it is
not necessary to introduce laws on assisted suicide and/or active voluntary euthanasia, neither because of the magnitude of demand, nor because
of the difficulties in achieving appropriate control
of symptoms.
Key words: euthanasia, continuous-care providing,
bioethic, cancer.
INTRODUCCIÓN
El significado de la palabra eutanasia, proveniente del
griego: eu = bueno, thanatos = muerte. “Buena muerte” ha ido evolucionando y actualmente hace referencia al acto de acabar con la vida de otra persona, a petición suya, con el fin de minimizar su sufrimiento.
La eutanasia tal como se entiende en estos tiempos
no se corresponde con la muerte digna, sino con la
muerte cuando la vida ya no es digna ni hay esperanzas de que lo vuelva a ser. Determinar cuáles son los
elementos que configuran la dignidad de la vida es
uno de los puntos fundamentales para centrar el análisis, sin embargo, está sujeto a la influencia de múltiples factores como credos religiosos, posiciones políticas y subjetividades individuales. Para obviar esta
variabilidad tenemos que atenernos a los conceptos
que provienen de la bioética; lo que sí conocemos de
forma clara son sus enemigos, el sufrimiento moral,
el dolor físico y la pérdida de autocontrol que debemos poder controlar.
¿Cuál es el valor real de la vida humana? ¿Hasta dónde puede llegar el justo y necesario respeto al derecho de autonomía? ¿Pertenece la propia vida al grupo
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Y LOS CUIDADOS CONTINUOS
de derechos incluidos en el principio de autonomía de
los individuos? ¿Debe la sanidad pública intervenir
en las situaciones en las que los individuos deciden
poner fin a su vida ¿ ¿Dónde se encuentran los límites?... Son tan sólo algunas de las preguntas que la sociedad se plantea al analizar la eutanasia.
Los actores principales de la polémica son los pacientes y sus familiares, los profesionales y la sociedad en general, que en la actualidad se enfrentan a
un difícil debate. La labor del médico va más allá de
solucionar problemas científicos, se adentra inevitablemente en el campo de la bioética, pero esta forma
de actuar para evitar desigualdades requiere un cierto consenso social, y en la práctica trata de ser solucionado mediante la aparición de los Comités de
Ética, en cuyo seno debe estar representada, inevitablemente, la propia sociedad.
Las enfermedades crónicas enfrentan al ser humano
a su esencia más profunda: la fragilidad, el dolor físico y el dolor espiritual. No podemos negar que existen situaciones reales en las que algunas personas
desean morir antes que seguir viviendo, por ello debemos buscar soluciones satisfactorias para estas
personas. La realidad es que muchos seres humanos,
en la actualidad, mueren con un sufrimiento innecesario.
La eutanasia debe ser considerada desde un punto de
vista multidimensional. La problemática sobre la
eutanasia es recurrente en los medios de comunicación, más todavía en los últimos tiempos en los que diferentes opiniones están siendo puestas de manifiesto
a través de múltiples fórmulas comunicativas. También las principales revistas médicas (NEJM, JCO,
BMJ, JAMA, Ann Intern Med, Lancet, entre otras) están dedicando espacios cada vez más amplios a tratar
los problemas del final de la existencia de los enfermos.
Es difícil, aunque no imposible, hacer comprender a
nuestra sociedad la sutil línea de separación entre los
distintos tipos de eutanasia; por ello, debemos definirlos1:
1) Eutanasia activa: actos ejecutivos que suponen un
acortamiento de la vida del paciente. Dentro de ella
diferenciamos:
a) Eutanasia activa directa: la conducta va dirigida a
producir la muerte (dolo directo).
b) Eutanasia activa indirecta (ortotanasia): aceptación de que los medios terapéuticos empleados podrían causar la muerte (dolo eventual).
2) Eutanasia pasiva (adistanasia): la no adopción de
medidas para prolongar la vida, o interrupción del
tratamiento.
Aunque es posible legislar sobre la eutanasia activa,
pasiva y la asistencia al suicidio, el verdadero problema es la separación moral entre una opción y la otra.
Así, la diferencia entre contribuir directamente a la
muerte del paciente, hacerlo por omisión de un trata15
miento indispensable, o ayudarle para que sea él
quien se suicide, aunque aparentemente puede parecer tenue, es muy radical.
Según Sanz1, los actos transitivos son los que se realizan sobre otra persona, y los intransitivos son los que
se llevan a cabo sobre uno mismo y no tienen repercusión sobre los demás. Los primeros se rigen por el
principio de No Maleficencia (no se puede hacer daño a otro) y los segundos por el de beneficencia (búsqueda del beneficio minimizando los riesgos). Este
enfoque en el final de la vida define tres tipos de
actuaciones: suicidio lúcido (acto intransitivo no penalizado por el Código Penal), suicidio asistido (acto
intransitivo con ayuda de otro) y eutanasia activa directa (acto transitivo provocado por otro). Los dos
últimos supuestos están penalizados por el Código
Penal, con algunas matizaciones.
Dentro del supuesto de eutanasia activa indirecta estaría encuadrada la sedación en procesos terminales.
No debe tener relevancia penal, porque se trata de
una conducta respetuosa con la lex artis ad hoc (que
implica la obligatoriedad de la obtención del consentimiento del paciente, y cuando ello no sea posible de
sus familiares y/o personas vinculadas de hecho con
el mismo), y en la que incluso podría plantearse la tipificación penal de la decisión contraria. Y finalmente, otro supuesto sería la eutanasia pasiva: omisión, o
no prolongación del tratamiento médico sobre enfermos incurables en fase terminal. En este caso el derecho a una muerte natural subsiste aun cuando el enfermo no pueda manifestar su voluntad. En caso
contrario, las actuaciones supondrían un encarnizamiento terapéutico. Tampoco este último supuesto
está penalizado.
¿QUÉ SE PUEDE HACER PARA QUE
EL TRÁNSITO HACIA LA OTRA VIDA
SEA CONFORTABLE?
Morir es un proceso que obliga a asumir nuestras
debilidades y nuestra finitud, sin posibilidad de solución. Es un proceso difícil, al que se le añade el deterioro físico. Si el sufrimiento conduce a la desesperación, la muerte puede parecer la solución, por ello es
imperativo proporcionar cuidados de excelencia que
impidan al enfermo enfrentarse a esta situación.
Para disminuir la tensión que actualmente existe en
la sociedad proponemos mejorar y aumentar la comunicación entre enfermos, médicos, bioeticistas, legisladores y la realización de testamentos vitales (indicando la actitud en situaciones terminales). No
obstante, la mejor forma para paliar este debate es
que los médicos procuren, si no existe remedio, que
su enfermo muera con dignidad, con el mayor control posible del sufrimiento, con la misma dedicación
que lo hicieron para el diagnóstico y el tratamiento.
La disposición a prestar ayuda existe en todos los se-
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Y LOS CUIDADOS CONTINUOS
res humanos, pero su plasmación puede verse dificultada en muchos de los actuales sistemas sanitarios. Éstos suelen ser capaces de solventar la mayoría
de las situaciones agudas, sin embargo, pueden ser
muy ineficientes en las crónicas. A ello contribuye
que la familia ha sufrido grandes y trascendentales
cambios; ahora sus miembros son escasos, el hogar
pequeño, trabajan todos sus miembros y, en consecuencia, su capacidad para proporcionar un ambiente protector ha desaparecido. El resultado final es un
déficit de los cuidados familiares.
Los enfermos con cáncer se encuentran en muchos
casos en fase terminal (enfermedad avanzada con
pronóstico vital limitado, progresiva e irreversible
con síntomas intensos, múltiples y multifactoriales
resistentes al tratamiento activo específico) en la que
hemos de respetar la autonomía personal y su posibilidad de rechazar tratamientos. Debemos evitar procedimientos terapéuticos que disminuyan la confortabilidad; prácticas fútiles o maleficentes. La soledad
es otra fuente de sufrimiento espiritual, por ello el
acompañamiento es obligado; por otra parte, en este
contexto, respetar las creencias y valores de la persona es imprescindible.
En medicina existe un procedimiento alternativo a la
eutanasia activa voluntaria, nada novedoso, que es
la sedación, aplicable en los casos en los que sea imposible control sintomático adecuado con otros medios. El principio del doble efecto2-4, introducido por
Tomás de Aquino en el siglo XIII y refrendado por la
Iglesia católica en 1957, está plenamente aceptado en
la actualidad, tanto en el mundo médico como legislativo. Consiste en la administración de fármacos a la
dosis necesaria para aliviar los síntomas, aunque pueda producir un efecto adverso no deseado que conduzca al fallecimiento del paciente (eutanasia activa
indirecta). Este riesgo en el paciente sedado es menor
de lo que se cree; el paciente muere por causa de la
enfermedad en la mayoría de los casos. La aplicación
de la sedación en unidades oncológicas oscila entre
el 5% y el 30%5.
Con la aplicación de los cuidados necesarios es probable que la mayoría de los enfermos tengan una
muerte confortable a través del control correcto de
sus síntomas físicos, psíquicos y espirituales. El problema es que no siempre se dan estas condiciones;
sin embargo, disponemos de los medios profesionales para conseguirlo, los cuidados continuos, los cuales deben poder resolver la mayoría de las situaciones en esta fase terminal6-9.
Muy recientemente, la Organización Médica Colegial (OMC) ha apoyado el pronunciamiento del Comité Permanente de Médicos Europeos (CPME)
sobre la eutanasia, según el cual “el deber principal
de un médico y el de su equipo respecto al cuidado de
los pacientes terminales consiste en facilitar toda la
gama de cuidados paliativos, esto incluye aliviar o
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prevenir el sufrimiento y dar al paciente la asistencia necesaria para proteger o mejorar su calidad de
vida”10.
¿CUÁL ES LA MAGNITUD DEL PROBLEMA?
La concepción del suicidio en nuestra sociedad se ha
implementado progresivamente. En la actualidad se
producen más de un millón de suicidios anuales, superando al número de muertos por accidentes en carretera. Esto ha provocado una insensibilización de la
sociedad ante las pérdidas humanas voluntarias.
¿Cuál es la opinión pública sobre la eutanasia? En
muchos países, la mayoría de los encuestados dan
apoyo a la eutanasia activa: el 60% en Estados Unidos
(aunque cada vez está disminuyendo el número de
facultativos favorables11), el 74% en Canadá, y el 80%
en Gran Bretaña. Una encuesta realizada en
Australia12 encontró que el 81% de los australianos
apoyaban la eutanasia. Un estudio realizado por el
Hospital San Carlos de Madrid13 a tres sectores de la
sociedad (personal sanitario, estudiantes y ancianos)
en el que se les preguntaba sobre la legalización de la
eutanasia activa, el 63% de los encuestados estaba totalmente de acuerdo con la legalización de la misma.
Pero, ¿estaban los ciudadanos encuestados seguros
del significado de cada uno de sus términos y del alcance de todos los factores involucrados?
En Estados Unidos se estima que las peticiones de
eutanasia activa directa son del 17% en pacientes que
no reciben cuidados paliativos. Quill4 recoge que un
5% de los pacientes en programas de cuidados paliativos no obtienen alivio de los síntomas, y pueden demandar eutanasia activa voluntaria. Una encuesta
realizada en 5 unidades de cuidados paliativos de Cataluña recoge sólo un 0,3%, y en todos los casos la petición fue reversible6. Sin embargo, debemos considerar que incluso cuando un enfermo ha decidido su
deseo de morir, existe una gran variabilidad evolutiva temporal, de forma que existen cambios de opinión casi constantes, pudiendo pasar de un extremo a
otro en cuestión de horas8. Asimismo, existe una gran
variabilidad entre los factores que las personas consideran necesarios que se cumplan anticipadamente
para desear morir14-16.
En Bélgica, según un estudio basado en 1.925 cuestionarios a médicos que firmaron certificados de defunción de 20.000 enfermos en 1998, estimaron que la
eutanasia se practicaba en un 10% de las muertes17.
Uno de cada 16 médicos en Estados Unidos ha ayudado a un paciente a suicidarse18.
Está claro que, a pesar de contar con una excelente
medicina paliativa, siempre habrá peticiones de eutanasia activa voluntaria. Sin embargo, también es cierto que existen estudios controvertidos en población
norteamericana donde el control de los síntomas tiene un impacto limitado sobre las decisiones al final
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Y LOS CUIDADOS CONTINUOS
de la vida, las cuales parecen estar más relacionadas
con aspectos psicosociales y creencias8.
Un estudio publicado en New England Journal of Medicine evalúa la experiencia de los médicos de Oregón (Estados Unidos) en suicidio asistido19. Se logró
la colaboración de 2.649 médicos y de 165 pacientes,
de los que 29 obtuvieron la autorización para el suicidio asistido. Los médicos prescribieron fármacos letales en 1 de cada 6 peticiones y sólo 1 de cada 10 solicitudes acabó en suicidio. Sin embargo, el dato más
significativo del trabajo es que el 46% de los pacientes que recibían cuidados paliativos cambió de opinión a la hora de solicitar el suicidio asistido, en
comparación con sólo el 15% de los pacientes sin esta
atención. Asimismo, debemos destacar que un 20%
de los solicitantes tenían depresión y ninguno de
ellos estaba recibiendo medicación apropiada. Indudablemente son factores que influyen en las decisiones de los enfermos.
¿CUÁL ES LA SITUACIÓN LEGAL
EN EL MUNDO?
Australia
En el territorio norteño de este país se aprobó una ley
el 16 de junio de 1995, que permitía la eutanasia activa bajo cuidadosos controles. Posteriormente fue
rechazada en 1997, a pesar del apoyo que los profesionales sanitarios y la opinión pública expresó en diferentes encuestas12.
Japón
Son varios los países en los que la eutanasia activa
está autorizada:
Holanda
La eutanasia en este país ha sido aprobada por el
Parlamento en 2002. Se ha convertido en el primer
país del mundo que reconoce la eutanasia como acto
legal; a él se unió posteriormente Bélgica (único país
católico donde es legal). El cambio más importante
que introduce la ley consiste en la aplicación de un
mejor control de los casos por una comisión que juzgará si el médico la practicó legalmente. La ley se desarrolla bajo el título de “Prueba de petición de finalización de la vida y ayuda al suicidio”. Determina que
los médicos pueden acceder a una solicitud para terminar con la vida de un paciente que sufra de manera insoportable y sin perspectivas de vivir, siempre y
cuando el enfermo lo pida de manera voluntaria
y deliberada y el facultativo actúe según reglas muy
estrictas.
Las personas que no padezcan una enfermedad grave
y que no deseen seguir viviendo no podrán acogerse
a esta ley, de forma que la eutanasia sin control seguirá estando penalizada con una condena máxima
de 12 años de cárcel.
Estados Unidos
Los ciudadanos del estado de Oregón aprobaron el 27
de octubre de 1997 el “Acta de morir con dignidad”,
por la que se autoriza a los médicos a prescribir fármacos letales, que los propios enfermos se autoadministran. El pronóstico (expectativa de vida inferior a 6
17
meses) debe ser confirmado por otro especialista. La
Corte Suprema de los Estados Unidos reconoce la sedación en la fase terminal de la vida como buena
práctica para aliviar el sufrimiento de los pacientes
moribundos20. En este país, como ocurre en Holanda,
se está produciendo un freno al desarrollo e implantación de la medicina paliativa tras la aprobación en
Oregón de la ley que permite la eutanasia bajo condiciones limitadas, lo que ha provocado una reacción
de ASCO, impulsando la formación en cuidados paliativos.
El 28 de marzo de 1995, la corte del distrito de Yakahoma encontró a un médico culpable de asesinar a
un paciente con cáncer terminal que esperaba morir
en pocos días. Recibió una condena de dos años de
prisión, que finalmente se suspendió. La corte entonces enunció 4 condiciones bajo las que se permitiría
la eutanasia en este país:
1) El paciente sufre un dolor físico inaguantable.
2) La muerte es inevitable e inminente.
3) Se han tomado todas la medidas posibles para suprimir el dolor.
4) El paciente ha expresado claramente su consentimiento.
España
El artículo 10.1 de la Constitución Española establece como derecho fundamental el libre desarrollo de
la persona, y el 15 prohíbe los tratos inhumanos y
degradantes. Es un derecho a vivir dignamente y a
que nadie atente contra la vida. La palabra eutanasia
no aparece en ningún punto de la normativa española, y hasta 1995 ayudar a una persona a suicidarse
era considerado simplemente homicidio. Lo más
próximo al concepto de eutanasia en nuestra legislación actual se recoge en el artículo 143 del Código
Penal. Este apartado establece penas de dos a cinco
años para quien “coopere con actos necesarios al
suicidio de una persona”. La pena se verá reducida
cuando esta asistencia al suicidio se realice “por petición expresa, seria e inequívoca del otro”. La eutanasia queda así penalizada, aunque se establecen
claros atenuantes.
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Y LOS CUIDADOS CONTINUOS
PUNTOS ÉTICO-MORALES SOBRE
LA EUTANASIA
En el proceso de morir y en la propia muerte existen
más preguntas que respuestas, y posiblemente la
bioética es la herramienta más adecuada para auxiliarnos. Pero hablar de bioética si nuestros pacientes
mueren sin los cuidados paliativos necesarios parece
una hipocresía culpable. Por ello la primera decisión
a tomar debe ser la de asegurar unos cuidados continuos adecuados hasta la propia muerte y sólo después podríamos entablar una discusión sobre la idoneidad de la eutanasia.
El trabajo del médico debe apartarse del paternalismo
y basarse en el modelo de Bioética Principalista21-24.
La teoría principalista, esto es, basada en principios,
está muy extendida entre los profesionales de la salud y la investigación biomédica, siendo la herramienta de la que disponemos para fundamentar cualquiera de los ámbitos conflictivos de la bioética. Su
origen se encuentra en la creación por parte del Congreso de los Estados Unidos de una Comisión Nacional encargada de identificar los principios éticos básicos que deberían guiar la investigación con seres
humanos en las ciencias del comportamiento y en
biomedicina. Así, se elaboró el documento conocido
como Informe Belmont, que contenía tres principios:
el de Autonomía (respeto por las personas, por sus
opiniones y elecciones), el de Beneficencia (obligación de no hacer daño, extremando los beneficios y
minimizando los riesgos) y el de Justicia (imparcialidad en la distribución de los riesgos y beneficios). Sin
embargo, la expresión canónica de los principios se
encuentra en el libro escrito por Beauchamp y Childress (1979); en él se aceptaban los tres principios del
informe Belmont y se añadía un cuarto, el de No Maleficencia.
Se trata de principios prima facie, es decir, obligan
siempre y cuando no entren en conflicto entre sí; en
caso de colisión, los principios se jerarquizan a la vista de la situación concreta, esto es, no hay reglas previas que den prioridad a un principio sobre otro, por
lo que es necesario llegar a un consenso entre todos
los implicados, lo que constituye el objeto fundamental de los comités institucionales de ética.
Según Gracia21 puede establecerse alguna jerarquización de los principios independientemente de las circunstancias de cada caso concreto. Estos 4 principios
tienen un rango diferente según su fundamentación;
así la No Maleficencia y la Justicia obligan con independencia de la opinión y la voluntad de las personas
implicadas, por tanto poseen un rango superior a la
Autonomía y la Beneficencia. Así diferenciaríamos
una Ética de Mínimos, configurada por la No Maleficencia y la Justicia, y una Ética de Máximos, constituida por la Autonomía y la Beneficencia; la primera,
de un rango superior a la anterior, consiste en respe-
282
tar como miembros de una sociedad un conjunto de
reglas y valores comunes (consensos, usos, costumbres y normas jurídicas). El garante de las mismas es
el Estado. La Ética de Mínimos obliga a la protección
de la integridad física, psíquica y espiritual (principio
de No Maleficencia), así como a la protección de la
integridad personal y social, evitando la discriminación y marginación en las cuestiones básicas de la
convivencia (principio de Justicia). En la Ética de
Máximos, todo ser humano aspira a la perfección y la
felicidad, a lo óptimo, pero es un valor subjetivo que
depende del sistema individual de valores. Cada uno
es autónomo para ordenar y reconducir su vida en
función de sus propios valores y creencias.
El “derecho a morir con dignidad” es una expresión
del principio de Autonomía o autodeterminación. Significa poder elegir, gestionar la propia vida, sus condiciones y su final. ¿Incluye esto la eutanasia?
¿Existe alguna diferencia entre la eutanasia activa directa y las demás fórmulas? El resultado es el mismo:
la muerte. Sin embargo, hay que analizar los motivos,
el causante y las intenciones, es decir, sus fines. En el
acto de matar por compasión el fin es acabar con
el sufrimiento, pero atenta al principio de No Maleficencia penalizado en el artículo 143 del Código Penal.
En el acto de dejar morir, el fin primario es no prolongar el sufrimiento, y el medio es la suspensión y
omisión de un tratamiento no indicado o fútil. Aunque el resultado sea el mismo, el valor moral es diferente. El principio del doble efecto acepta que, si
como consecuencia del fin primario (alivio del sufrimiento) aparece otro efecto secundario no deseado
(la muerte) se puede admitir la licitud del procedimiento.
Murillo23 ha realizado un excelente resumen de la
evolución del pensamiento sobre la eutanasia: en el
mundo clásico el equilibrio de la naturaleza expresaba los valores de la bondad y, por tanto, de la moralidad adecuada. La enfermedad era interpretada como
un desequilibrio, por ello podía ser aceptable la eutanasia ante la enfermedad y la disarmonía para interrumpir este proceso y lograr el reequilibrio. El Juramento Hipocrático, por el contrario, defiende que el
médico sólo sirve a la vida y no a la muerte.
Aunque el pensamiento cristiano no admitió nunca la
eutanasia, a pesar de ello, Tomás de Aquino desarrolló la Doctrina del Principio de Acciones del Doble
Efecto.
La Ilustración defendió como los ejes de la vida el
Hombre y la Razón. El ser humano se descubre como
libre y depositario de unos derechos primarios; la soberanía del Estado radica en el Pueblo. El desarrollo
posterior hace que el hombre tenga conciencia de su
libertad sobre sí mismo, que sólo puede verse alterada cuando la misma daña a los demás y por ello las
decisiones sobre la propia vida pertenecen al plano
estrictamente individual, independiente de la valora-
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Y LOS CUIDADOS CONTINUOS
ción ética/moral de los demás. Ésta es básicamente
una de las argumentaciones más sólidas que en la actualidad se esgrimen a favor de la eutanasia.
En nuestra sociedad existen dos modelos de opinión
basados en dos conceptos contrapuestos e incompatibles. En el modelo pragmático, la verdad es inaccesible. En él la moral no existe; sólo existen los hechos y
los hechos son útiles o inútiles, beneficiosos o perjudiciales. Cuando surge un conflicto se soluciona con
un análisis que tiene en cuenta los fines o beneficios
de cada actuación y no sus bases. En este contexto el
fin justifica los medios porque las consecuencias modifican el análisis del problema. No existe pues código moral. La vida de las personas es calificable en
términos de utilidad, no es necesario plantearse si el
hombre es digno. Parece claro que si la utilidad suplanta a la dignidad, la eutanasia es aceptada.
Sin embargo, el otro modelo defiende la dignidad por
el mero hecho de ser humano. Afirma que la dignidad de la persona no nos es otorgada, sino que es
consustancial al ser humano y que una muerte digna
se asocia con una ética de acuerdo con dicha dignidad. Exige aceptar que el ser humano es digno, aunque él no lo quiera, y que merece la misma consideración y respeto independientemente de la situación
en la que se encuentre.
Sin ninguna duda es difícil de entender una sociedad
desarrollada y madura que no considere básico fundamentar las relaciones entre sus miembros sin las
normas necesarias que aseguren la dignidad del ser
humano.
COMENTARIOS FINALES
El médico es un profesional formado para cuidar y
conservar la vida, no para destruirla. El bien protegido siempre es la vida. La medicina paliativa, o aún
mejor, los cuidados continuos deben atender las necesidades de los enfermos y sus familias desde el
diagnóstico hasta la muerte e incluso después de la
misma.
Debemos respetar los deseos del paciente, pero no
siempre es fácil conocer con exactitud cuáles son estos deseos (bien por la urgencia o por la minusvalía
del enfermo). Una solución son los Documentos de
Voluntad Anticipada (procedimientos para poder respetar la voluntad de los pacientes en situaciones terminales) y los Testamentos Vitales (especifican las intervenciones a las que renuncia y se designa un
representante sobre el que delega la responsabilidad
de la decisión final [ley 41/2002, B.O.E de 14 de noviembre de 2002]).
Hay que evitar el ensañamiento terapéutico (distanasia) y las prácticas fútiles que disminuyan la confortabilidad. La prudente aplicación del principio del doble efecto (adistanasia) cuando las circunstancias lo
determinen permite tener una muerte confortable en
19
la mayoría de los casos. Es necesario respetar las
creencias y valores del paciente en la toma de decisiones, así como acompañarlo y evitarle la soledad en
esta etapa de su vida.
Con el adecuado control de síntomas es probable que
la mayoría de los enfermos no padezcan ningún tipo
de sufrimiento. El problema es que no siempre se
dan las suficientes condiciones. Los cuidados continuos en el paciente oncológico deben ayudarnos/les
a resolver la mayoría de estas situaciones.
Con una cobertura adecuada de cuidados no debería
ser necesario introducir leyes de suicidio asistido y/o
eutanasia activa voluntaria, ni por la magnitud de la
demanda, ni por las dificultades en el adecuado control sintomático. De hecho, parece existir coincidencia entre las sociedades favorables a la eutanasia y la
carencia de una adecuada medicina paliativa.
La eutanasia atenta directamente contra el principio
de No Maleficencia. La vida es previa a esos derechos, es su soporte y atentar contra la vida, en cualquier situación, es atentar contra la misma fuente de
los derechos: la vida no es sólo un derecho, es su origen23. Sin embargo ésta es una afirmación que podría
admitir alguna excepción ¿Cómo manejar una solicitud razonada, meditada, en ausencia de problemas
psicológicos y en presencia de un sufrimiento insoportable … de eutanasia? Evidentemente no podemos
ser maleficientes. Pero ¿cómo solucionar estos casos
minoritarios?
Al final, en el ámbito individual y una vez agotados
los recursos de la medicina paliativa, siempre quedarán estas preguntas de difícil contestación. ¿Qué harías tú en una situación amenazante para la dignidad
de tu vida?, ¿ejercerías el derecho de autonomía hasta llegar a la eutanasia?, ¿podemos juzgar a los demás?
En lo que a nosotros se refiere, por favor, los que tengáis que atendernos… Ayudadnos a vivir.
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