La mente de Cristo (4): Enfrentarse a la tentación

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La mente de Cristo (4):
Enfrentarse a la tentación
Mt. 4:1-11
Introducción:
¿Cuál es la ley de la gravedad de tu alma, tu modo predeterminado? De
acuerdo con las Escrituras (Is. 53:6) es el egoísmo y la idolatría: “cada uno sigue su propio
camino.” El veredicto de la Biblia es muy serio, pues representa la perspectiva de Dios sobre
nuestra condición real, así que realmente necesita ser tomado en consideración.
▪ Como alguien dijo una vez, “tenemos una clara propensión al hedonismo”, es decir, a la
búsqueda de nuestro propio placer y comodidad y a evitar el dolor. El Hijo de Dios vino a
salvarnos de esa predisposición y de sus consecuencias. Creada del polvo de la tierra, la
humanidad tomó la crucial elección de no permanecer bajo la autoridad de Dios, de forma que
el polvo de la tierra se convirtió en la ley de la tierra de nuestra alma. Somos esclavos de ese
polvo y su gratificación ante todas las cosas.
▪ De no prevalecer una ley mayor, las obras de la carne que Paul describe en Gl. 5 son nuestra
materia prima, así como el fruto del espíritu es la materia prima de Cristo. Él caminó a través
de este valle de lágrimas llevando nuestro polvo, pero totalmente comprometido con la
satisfacción de su Padre, la ley principal que prevaleció sobre la satisfacción carnal. Por eso
fue capaz de ayunar durante 40 días y, aún así, superar las tentaciones del enemigo. En todo lo
que Israel fracasó en ese desierto, Jesús venció por nuestro bien.
1) Jesús amaba a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza, y a su prójimo como a sí
mismo – el único ser humano que ha cumplido esos dos mandamientos que resumían toda la
ley. Pero tuvo que encarnarse para poder someterse a esa prueba, para redimirnos y llevarnos
a nuestro hogar eterno con Él (esa es nuestra esperanza, ¿verdad?).
▪ El ateísmo dice que esto es un cuento de hadas. Stephen Hawking, físico teórico y cosmólogo
autodidacta, afirma que nuestra esperanza de eternidad es simplemente un deseo, una
proyección de nuestros anhelos más profundos. La verdad es, dice, que “nos asusta la
oscuridad”. El apologeta cristiano John Lennox tiene una buena respuesta para Hawking: el
ateísmo es el verdadero cuento de hadas”, inventado por aquellos que tienen ¡miedo a la luz!
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▪ Llevando nuestro polvo y pasando la prueba que el resto de nosotros había fallado tan
miserablemente, Jesús comprendió la complejidad de nuestro problema y juntó todos los
recursos celestiales para sobrellevarlo. Si no puedes diagnosticar el origen de tus
enfermedades no podrás tratarlas adecuadamente, pero como El Gran Sanador, Jesús estaba
perfectamente cualificado para diagnosticar nuestros males.
▪ Él reconoció que nuestro problema era doble:
a) Nuestra inclinación egoísta, dominada por el anhelo de placer y la aversión al dolor. Eso
ha sido una verdad evidente para muchos a lo largo de la historia. Por ejemplo, Jeremy
Bentham, filósofo de principios del siglo XIX afirmó: “La naturaleza ha puesto a la
humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Y ellos
exclusivamente señalan lo que deberíamos hacer, así como determinan lo que vamos a
hacer.” Fundador del Utilitarismo moderno y confesor de nuestra conexión hedonista,
Bentham, no logró ver el otro factor de nuestro dilema humano, mientras que Jesús pudo
verlo claramente.
b) Cuando la humanidad rechazó la autoridad de Dios, no nos convertimos en agentes
libres independientes, con poder de decisión sobre nuestro placer, sino que caímos bajo el
dominio de un enemigo que se aprovechó de nuestros errores, convirtiendo nuestras vidas
en cautiverio, con múltiples capas de miseria y violencia.
▪ “Todo el que comete pecado es esclavo del pecado”, nos enseñó Jesús (Jn. 8:34). “El mundo
entero está bajo el control del maligno”, nos dice John (1 Jn. 5:19). Jesús sabía reconocer al
verdadero enemigo, comprendía sus tácticas y no podía ser engañado por sus falsos
razonamientos, porque Jesús era uno con la lógica divina. Como el Logos, era la personificación
de la lógica de Dios, el único que podía aventajar al diablo y al mismo tiempo derrotar nuestra
terca voluntad. Él es el único cuyos pensamientos queremos aprender para pensar como Él,
aunque eso requiera tiempo y paciencia. En este cuarto mensaje de nuestra serie sobre la
mente de Cristo nos vamos a centrar en cómo hizo frente a la tentación.
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Comenzamos con una cuestión crítica, provocada por el escepticismo moderno y el
racionalismo, porque incluso los cristianos son a menudo susceptibles de ser engañados en
este tema: ¿Es el diablo “real” o es tan solo una invención de nuestra febril imaginación?
▪ Algunas personas dejan volar su imaginación en lo relativo al diablo, con el resultado de que
algunos científicos sociales pueden fácilmente afirmar que el diablo es tan solo una proyección
de nuestros miedos, una personificación de nuestras ansiedades interiores y sentido de
culpabilidad. Pero, ¿qué enseña la Biblia en realidad sobre la naturaleza del diablo?
a) La Biblia nunca trata al diablo como una simple “fuerza” impersonal, ni una mera
“personificación”. Nuestro enemigo es personal.
b) Dios no “creó” al diablo, sino que el potencial para el mal partió de la creación de seres
que eran inferiores a la perfecta bondad de Dios, y en consecuencia corruptibles.
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c) La corruptibilidad humana se da especialmente en el punto de nuestra personalidad,
nuestra capacidad de amar y relacionarnos, donde más reflejamos la imagen de Dios. La
principal meta de Satanás es corromper esa imagen en nosotros para que la gloria de Dios
no brille a través nuestro. El mal no tiene que ver con si vamos a vivir poco tiempo, sino con
nuestra incapacidad para vivir el tiempo que tengamos bajo el dominio del amor de Dios.
d) La Biblia nos enseña que la corrupción de la imagen de Dios en nosotros no era solo un
acto de rebeldía por nuestra parte, sino que involucraba la participación activa de un
adversario real cuya enemistad con Dios se estableció mucho antes de que llegásemos
nosotros.
▪ De ese adversario que se opone a los buenos propósitos de Dios, se cree que es un ángel
caído llamado Lucifer, que deseaba tener el alto lugar que solo Dios podía ocupar. En otras
palabras, quería ser como Dios, o igual a Dios. Así que ahora nos tienta a todos los humanos
con el mismo anzuelo: a ser como Dios, a tratar de ocupar el lugar de Dios en nuestras vidas.
Tratar de ser como Dios fue primero un obstáculo, y es ahora nuestro pecado más persistente,
pero finalmente representa nuestro objetivo: que debemos ser hechos “conformes a su
imagen”. Sin embargo, no es algo que podamos llegar a conseguir –solo puede ser un don de
gracia, la gran obra del Espíritu Santo aplicando el trabajo redentor de Cristo a la cruz a
nuestras vidas.
3) Satanás se opone a la obra de Dios. Su nombre significa “adversario”. También conocido
como el diablo, (del griego diábolos) que significa “acusador”, a veces se le refiere como
Belcebú (señor de lo impuro).
▪ Otros nombres incluyen Belial (despreciable, malvado), el tentador, el maligno, príncipe de
los demonios, padre de la mentira, príncipe de este mundo, dios de este mundo. Cualquiera
que sea su nombre, la Biblia le trata como un verdadero enemigo, invisible pero poderoso. ¿Te
resistes a creer que es real solo porque no puedes verlo?
▪ ¿Cuántas otras fuerzas invisibles afectan tu vida a diario? Desde el electromagnetismo, la
gravedad, demás leyes físicas, las bacterias y gérmenes, hasta tu visión del mundo, lazos
familiares, actitudes, emociones y comunicación a través de ondas (por IPhones, mensajes de
texto, Internet, Facebook, etc.). ¿Por qué creemos con tanta facilidad en todas esas fuerzas
invisibles pero nos resistimos a creer en un personaje maligno descrito en las Escrituras como
el príncipe de la potestad del aire?
▪ Simplemente fíjate en la historia y en la devastación a la que él ha empujado a la humanidad.
Echa un vistazo a las Escrituras y a cómo se describe su vil actividad: “ Vuestro enemigo el
diablo ronda como león rugiente buscando a quién devorar” (1 P.5:8); “Satanás… indujo a
David a hacer un censo del pueblo” (1 Cr. 21:1); “Simón, mira que Satanás ha pedido
zarandearte como trigo” (Lc. 22:31); “El diablo ya había incitado a Judas Iscariote… para que
traicionara a Jesús” (Jn. 13:2). “A esta mujer… a quien Satanás tenía atada durante dieciocho
largos años” (Lc. 13:16); “el dios de este mundo ha cegado las mentes de estos incrédulos para
que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo” (2 Co. 4:4); “según el espíritu que ahora
ejerce su poder en los que viven en la desobediencia”(Ef. 2:2); “y no se mantiene en la verdad
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porque no hay verdad en él”(Jn. 8:44). Satanás ruge, devora, incita, zarandea, engaña,
persuade, miente, ata, ciega, controla, ejerce su poder, todo con un solo objetivo: “robar,
matar y destruir” (Jn. 10:10).
▪ Al no diagnosticar correctamente la fuente de nuestros males (negándonos a creer en el
diagnóstico de las Escrituras), “domesticamos” el Evangelio, restando importancia a su
descripción de nuestro dilema, actuando como si pudiésemos superar nuestro problema por
nosotros mismos, y equivocándonos al no ver la naturaleza maliciosa de nuestro enemigo. Por
tanto negamos el inmenso poder de lo que Jesús hizo por nosotros cuando vino en persona a
asumir nuestras responsabilidades y venció al pecado, la tentación y al diablo por nosotros.
▪ Si piensas que hablamos demasiado sobre el pecado últimamente, recuerda que la Cuaresma
fue establecida originalmente (siglo IV) como un periodo de ayuno, moderación y sacrificio,
que se conmemora tradicionalmente 40 días antes de la Semana Santa. Fue pensada como un
estímulo para que los cristianos reflexionasen más profundamente sobre su naturaleza,
arrepintiéndose de pecados profundamente arraigados (¿crees que no tienes ninguno?), y
consagrándose a Dios nuevamente.
4) Así que, ¿cuáles son tus tentaciones? ¡El simple hecho de reconocer cuándo eres tentado
ya es ganar una gran batalla! A veces somos tentados a poner en peligro nuestra lealtad a
Jesús, a alimentar nuestros propios egos, o a cubrir nuestras motivaciones carnales con una
piadosa cortina de humo. Jesús sabía cómo distinguir al enemigo, y deberíamos prestar
atención a su estrategia (Mt. 4:1-11).
a) El texto nos dice al principio que Jesús fue llevado al desierto (Mark dice “impulsado”) por el
Espíritu Santo, con la intención de ser puesto a prueba por el enemigo. Él tenía una gran
misión que cumplir; tenía que asegurarse de que su mirada estuviese fija en la verdadera
meta.
▪ Sería puesto a prueba en sus puntos de mayor vulnerabilidad (como tú y yo), para comprobar
que permanecería fiel. La primera prueba fue el resultado natural de haber ayunado durante
40 días. ¡Estaba hambriento! El enemigo probablemente no usaba una voz audible, pero la
tentación venía en forma de la identidad de Jesús como Hijo de Dios, no cuestionando el
hecho, sino los privilegios que eso conllevaría (el texto griego dice “ya que eres el Hijo de
Dios”, en lugar de “si”). Su padre acababa de confirmarle en su bautizo como el Hijo con el cual
estaba complacido.
▪ ¿Qué implicaría eso en lo referente a sus necesidades en ese momento? “Deberías de ser
capaz de hacer cualquier cosa que necesitases... como satisfacer tu hambre. Mira cuánto
tiempo has estado sin comida. Necesitas comer, hombre.” La tentación para nosotros es
suponer que tenemos derecho a satisfacer nuestro cuerpo como prioridad principal, poner
nuestras propias necesidades primero: sean comida, sexo, ropa/apariencia, un coche o casa
mejores, imagen personal, etc. No te dejes llevar por las mentiras de Satanás – ¡las “cosas” no
satisfacen! El antídoto de la mente de Cristo es reconocer la prioridad principal; el pan a solas
no puede satisfacer tus necesidades; debes de confiar en la palabra de Dios; Él cuidará de ti
(Mt. 6:33).
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b) La segunda tentación sigue teniendo lugar en la imaginación de Jesús (porque el diablo no
tenía el poder de transportar literalmente a Jesús a Jerusalén), que es el lugar donde la
mayoría de nuestras tentaciones tiene lugar, ¿verdad?
▪ Jesús se imagina en el templo, en el punto más alto, observando el lugar supuestamente
dedicado a adorar a su Padre (“el celo por la casa de su Padre le consumía”). Pensó en todas
esas personas que deambulaban por allí: ¿cómo conseguir su atención para los buenos
propósitos de Dios? Estos eran buenos pensamientos, buenos propósitos.
▪ Entonces llega esta idea a su mente: “Oye, como Hijo de Dios, ¿por qué no te tiras desde
aquí? Como dice el Salmo 91, los ángeles te cuidarán en todos tus caminos, y el impacto en la
multitud sería espectacular.” Pero Jesús comprende inmediatamente estos pensamientos,
reconociendo la lógica del diablo. Él lo llama por su nombre: la tentación de ser alguien
aplaudido por la multitud o un sensacionalista, satisfacer el criterio de otros en lugar del de
Dios, dirigir su pensamiento a aquello que llame la atención de la gente y les lleve hasta Él. El
antídoto llegó de nuevo de la palabra de Dios: “No deberás poner al Señor tu Dios a prueba.”
¡Lo que otras personas piensan no se puede comparar con aquello que Dios piensa!
c) La tercera tentación ocurrió mientras Jesús disfrutaba de las vistas desde una de las
montañas de la zona. Desde allí podía ver los reinos del mundo y su esplendor. ¿Cómo
conseguir que le reconociesen como el verdadero Mesías que había venido a salvarles? ¿Cómo
ganarse su lealtad por la gloria de Dios?
▪ Santiago 1:13-14 dice: “Que nadie, al ser tentado diga: ‘es Dios quien me tienta’. Porque Dios
no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta Él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es
tentado cuando sus propios malos deseos le arrastran y seducen.” Somos seducidos por
nuestros propios deseos, por lo tanto Satanás simplemente coopera con lo que ya está dentro
de nosotros.
▪ Pero en el caso de Jesús no existían deseos malignos, sino tan solo buenos: por ejemplo, que
esos reinos rindiesen su esplendor a Dios. Así que Satanás dice: “¡Sabes que todos esos reinos
son míos, pero podemos hacer un trato! ¡Podemos llegar a un acuerdo!”. Era la tentación para
dejar que el fin justificase los medios, para tomar un atajo, hacer lo que fuese necesario para
conseguir tan deseado fin. Jesús se detuvo inmediatamente a considerar en su mente Quién
era verdaderamente digno. ¡Tan solo Dios merecía adoración! El antídoto a la lógica de
Satanás siempre se puede encontrar en la palabra de Dios: ¡Dios me dará lo que realmente
necesito mientras me deleito en él y le adoro tan sólo a Él! Solo Cristo pudo conseguirlo, y ¡Él
es el único que puede ayudarte a hacerlo!
▪ “Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la
gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos” (Heb. 4:15-16).
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