Introducción - Centro de Estudios Cervantinos

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Palmerín de Ingalaterra, edición de Aurelio Vargas Díaz-Toledo (2006)
INTRODUCCIÓN
“Y, abriendo otro libro, vio que era Palmerín de Oliva, y junto a él estaba otro que se
llamaba Palmerín de Ingalaterra; lo cual visto por el licenciado, dijo:
-Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas; y esa
palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ello
otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que la diputó para
guardar en ella las obras del poeta Homero. Este libro, señor compadre, tiene
autoridad por dos cosas: la una, porque él por sí es muy bueno, y la otra, porque es
fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas las aventuras del castillo
de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio; las razones, cortesanas y claras,
que guardan y miran el decoro del que habla con mucha propiedad y
entendimiento. Digo, pues, salvo vuestro buen parecer, señor maese Nicolás, que
éste y Amadís de Gaula queden libres del fuego, y todos los demás, sin hacer más
cala y cata, perezcan.”1
Con estas encomiables palabras Cervantes salvó de arder en la improvisada hoguera
del patio del hidalgo manchego el Palmerín de Inglaterra, salvación a la que sólo se unieron, de
los numerosos libros de caballerías mencionados en el Quijote, el Amadís de Gaula y el Tirante
el Blanco. Mientras que estas alabanzas cervantinas sirvieron para revitalizar el estudio de
estas dos últimas obras, no corrió idéntica suerte el texto que ahora presentamos, quedando
relegado a un segundo plano una vez que se descubrió la verdadera autoría del mismo.
El Palmerín de Inglaterra, escrito originalmente en portugués por Francisco de Moraes
entre los años 1540-1544, es la mejor muestra del género caballeresco del siglo XVI, a pesar
de que continúa un ciclo ya iniciado como es el de los palmerines castellanos, compuesto
por Palmerín de Olivia (Salamanca, Juan de Porras, 1511), Primaleón (Salamanca, Juan de
Porras, 1516) y Platir (Valladolid, Nicolás Tierri, 1533), de donde proviene, en particular de
los dos primeros, su temática y la mayoría de sus personajes. Aunque también se deja sentir
la marcada influencia recibida tanto por parte del Amadís de Gaula como de las Sergas de
Esplandián, de Garci Rodríguez de Montalvo.
Hoy día la primera edición portuguesa conservada del Palmeirim, que supone la
nacionalización del ciclo palmeriniano en suelo luso, es la publicada por André de Burgos
en Évora, en 1567, dándose de nuevo a la estampa en 1592 (Lisboa, Antonio Álvares) con
diversas modificaciones llevadas a cabo por la censura inquisitorial, que no veía con buenos
ojos el público libertinaje ofrecido, por ejemplo, en el episodio de las cuatro damas
francesas. Al margen del siglo XVI, se imprimió en otras dos ocasiones más, en 1786
(Lisboa, na Officina de Simão Thaddeo Ferreira) y 1852 (Tip. Andrade, Universidade de
Lisboa, Faculdade de Letras).
Asimismo, esas palabras de Cervantes atribuyendo la obra a un “discreto rey de
Portugal” ayudaron a alimentar una de las más vivas polémicas habidas entre los estudiosos
decimonónicos de la literatura no sólo española sino también portuguesa, que versó en
resumidas cuentas sobre la auténtica paternidad del Palmerín: ¿era en realidad una creación
Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Alcalá
de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1996, I, cap. 6, p. 82. La presente edición ha contado con la
ayuda de una beca de Formación de Personal Investigador de la Comunidad Autónoma de Madrid.
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Palmerín de Ingalaterra, edición de Aurelio Vargas Díaz-Toledo (2006)
genuina española o su origen se hallaba en tierras portuguesas? Esta pregunta iba orientada
en la misma órbita que la polémica tesis del Amadís, ¿era portugués o los españoles también
se la estarían apropiando de forma indebida? Ambas fueron cuestiones muy debatidas
durante el siglo XIX, cuando el espíritu romántico comenzaba a engendrar las
nacionalidades de los pueblos y pretendía elevar por encima del resto las creaciones
propias. Veamos su desarrollo histórico.
Historia de una polémica decimonónica: la autoría del Palmerín de
Inglaterra
Como es obvio, el origen del problema se debió a que el nombre del autor no
aparecía por ninguna parte, ni en esa hipotética primera edición de principios de la década
de 1540 ni en la de 1567. El nombre de Francisco de Moraes sólo se plasmó en la versión
de 1592, en la cabecera del prólogo que dirigió a la infanta doña María (1522-1577)2, la hija
del rey de Portugal D. Manuel I el Afortunado y de su tercera esposa, Dª. Leonor, la
hermana de Carlos V. Las palabras del proemio decían lo siguiente: Prólogo de Francisco de
Moraes, autor do livro, dirigido à ilustríssima e muito esclarecida princesa Dona Maria, Ifante de Portugal,
filha del-Rey dom Manuel, que sancta gloria aja, e irmã del-Rey Nosso Senhor. Por ello, es posible
que Cervantes, en alguna de sus estancias lisboetas, conociese el Palmerín a través de esas
primeras ediciones anónimas y no por medio de la versión española, donde un tal Miguel
Ferrer parecía apropiarse de él.
Fuera o no así, dentro del ámbito portugués no había ninguna duda de que el
Palmerín de Inglaterra era una creación genuinamente portuguesa y escrita por un paisano
suyo llamado Francisco de Moraes. Desde siempre la tradición bibliográfica portuguesa ha
adjudicado esta obra maestra de la literatura a la pluma de dicho autor; desde Franco
Barreto o Soares de Brito hasta llegar a Barbosa Machado o Sousa Farinha, todos han
defendido esta postura aun teniendo en consideración la cita cervantina. También los
genealogistas lusos, entre quienes se encuentran Leitão de Andrade, Gaspar Barreto y
Antonio Caetano de Sousa, se han mantenido en esta línea, manifestando a las claras que
Moraes adquirió el apellido de Palmeirim merced a su creación literaria de nombre
homónimo. Además, dichas aseveraciones han venido apoyadas tradicionalmente por las
que se fueron diseminando en diversos libros de escritores portugueses más o menos
contemporáneos, como Pero de Magalhães Gândavo, Simão Lopes, Brito de Lemos o
Baltasar Teles, este último, según se cree, nieto o biznieto del propio autor3 .
Resulta curioso observar cómo las primeras incertidumbres sobre su autoría
comenzaron a surgir en tierras extranjeras a través de bibliógrafos, bibliófilos e
historiadores de la literatura italianos, franceses y, por supuesto, españoles.
Guiados en su mayoría por el juicio emitido en el capítulo 6 de la primera parte del
Quijote, algunos de ellos se dejaron llevar por las palabras de Cervantes cuando decía que el
Palmerín “es fama que le compuso un discreto rey de Portugal”. Uno de los primeros en
seguir esta idea es el filólogo italiano Quadrio, que en 1749, al hablar de la entrada relativa
al “Libro del famosissimo e valorosissimo Cavaliero Palmerin d´Inghilterra figliuolo del Re Don Eduardo
(Libro del famosissimo y valorosissimo Cavallero Palmerin d´Inghalaterra hijo del Rey don Duarte)”, no
El estudio más completo sobre el círculo literario de la infanta Dª. María sigue siendo la imprescindible obra
de (Michaëlis de Vasconcelos 1902). También se puede ver algo más reciente en (Pinto 1998).
3 Para ampliar esta información sobre estos autores véase la bibliografía final.
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revelaba quién se podría esconder detrás de ese monarca: “Trovasi impresso in foglio senza
altra Data. Questo Romanzo, che passa per il più perfetto dell´antica Cavalleria, fu
composto in Lingua Spagnuola da un Re di Portogallo” (Quadrio 1749: 515-516). Más
adelante, en 1765, el francés Guillaume-François Debure reveló en su Bibliographie instructive
(Debure 1765), y en su posterior Suplemento (Debure 1769), respectivamente, la existencia
de dos traducciones francesas del Palmerín realizadas durante el siglo XVI, una titulada
L´Histoire du Chevalier Palmérin d´Angleterre, fils du Roi Edoard, où sont déduites les amitiés qu´il eut
avec l´Infante Polinarde, ses prouësses, celles de Florian du Désert, & du Prince Florendos (Paris, Jean
d´Ongoys, 1574) y la otra Roman du le preux, vaillant, et tres vertueux Chevalier Palmeirim
d´Angleterre, fils du Roy D. Eduardos (Lyon, Thilbauld Payen, 1552-53). En ambas se
declaraba haber sido traducida del castellano al francés por Jacques Vincent. La revelación
de estos datos por parte del Sr. Debure desconcertaron a la crítica posterior, dando como
resultado que incluso el editor del Palmeirim portugués de 1786, Agostinho José da Costa de
Macedo, dejase tras de sí un mar de incógnitas al apuntar que antes de que Moraes
escribiese el Palmerín existía ya en francés como traducción del español.
Durante el siglo XVIII, en España sólo se escuchó la voz de uno de los primeros
comentadores críticos del Quijote, Juan Antonio Pellicer (Pellicer 1798), en una de cuyas
numerosas notas diseminadas a lo largo de dicha obra y relativa al Palmerín de Inglaterra,
dudó de su origen portugués. En cuanto a la posibilidad de atribuir el libro a un rey luso se
limitó a citar a Manuel de Faria y Sousa cuando aseveró que “algunos creyeron que éste
fuese Don Juan II”, aunque la cita completa de donde lo había tomado dejaba muy claro
quién era el autor:
“Desta suerte de libros [de caballerías] de que después d´aquel primero escribieron
tantos en Europa, es primero en bondad el de Palmerín de Inglaterra, escrito por
Francisco de Morales en tiempo del rey don Juan III, obra que algunos creyeron ser
del rey don Juan II (Sousa 1680: III, pt. IV, cap. VIII)”.
Es más, Faria y Sousa siempre que habló sobre esta novela de caballerías la atribuyó
a nuestro Francisco de Moraes (Sousa 1689).
En el lado opuesto, en tierras inglesas parecía no existir tal polémica. En 1807
Robert Southey realizó una nueva edición de la traducción inglesa del Palmerín a partir de la
que efectuó Anthony Munday en Londres, en 1596, y corregida línea a línea con el original
portugués delante, con el elocuente título de Palmerin of England by Francisco de Moraes, donde
defendía la autoría de éste debido a la aparición de la doncella Torsi dentro del episodio de
las cuatro damas francesas, episodio que, comparado con la Desculpa de uns amores que tinha
em Paris com huma dama francesa da rainha D. Leonor por nome Torsi, sendo português, pela qual se fez
a historia das damas francezas no seu Palmeirim (Évora, Manuel de Carvalho, 1624), del mismo
Moraes, coincidía y podía interpretarse como un relato de corte autobiográfico (Southey
1807). Por esta misma causa, Southey decidió prescindir de estos capítulos al creer que eran
un añadido del autor o del editor que nada tenían que ver con el desarrollo normal de la
novela, es decir, hizo lo mismo que algunos editores españoles habían efectuado, por
ejemplo, con la Novela del curioso impertinente a la hora de publicar el Quijote. Aún en territorio
inglés contamos con una importante e innovadora History of Fiction del profesor John
Dunlop, continuador de las ideas expuestas por Southey y el primero en incluir una síntesis
del argumento del Palmerín de Inglaterra (Dunlop 1816).
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Pero llegamos al año 1826, el ojo del huracán de toda la polémica. El librero
español Vicente Salvá publicó y puso a la venta en la ciudad de Londres su A Catalogue of
Spanish and Portuguese Books, donde figuraba, en la entrada 1626, una edición en castellano
del Palmerín de Inglaterra publicada en dos volúmenes:
Libro del muy esforzado caballero Palmerin de Inglaterra, hijo del rey don Duardos y de sus
grandes proezas: y de Floriano del Desierto su hermano: con algunas del príncipe Florendos hijo de
Primaleon. Toledo en casa de Fernando de Santa Catherina, defunto que Dios haya.
Año de M. d. xlvij. Libro segundo de Palmerin de Inglaterra: en el cual se prosiguen y han fin
los muy dulces amores que tuvo con la infanta Polinarda, dando cima á muchas aventuras y
ganando inmortal con sus grandes fechos, y de Floriano del Desierto con algunas del príncipe
Florendos. Toledo M. D. y xlviij (Salvá 1826: 162).
Ambas partes, por lo tanto, antecedían en veinte años a la primera edición conocida
en portugués: Crónica do famoso e muito esforçado cavaleiro Palmeirim d´Inglaterra (Évora, André
de Burgos, 1567) -aunque el pie de imprenta señalaba la fecha de 15644-. De acuerdo con lo
que se decía en el prólogo de los libros primero y segundo del Palmerín castellano, el
bibliófilo Salvá adjudicó su paternidad al desconocido Miguel Ferrer por su aparición en el
encabezado del mismo y estableció la siguiente conclusión en base a las ediciones existentes
en ese momento: dado que la primera impresión conocida entonces era la toledana de
1547-1548 y la portuguesa era dos décadas posterior, dedujo que la segunda era una
traducción de la primera. Al año siguiente (Salvá 1827), en el Repertorio Americano, el mismo
coleccionista valenciano realizó una de las primeras clasificaciones por materias de libros de
caballerías en lengua castellana de que se tiene noticia hoy día y, en base a unas pesquisas
llevadas a cabo por su joven hijo de quince años Pedro Salvá, hizo al escritor Luis Hurtado
padre de la obra porque, tras el proemio y bajo el título El auctor al lector, descubrió
escondidas unas octavas acrósticas con la siguiente inscripción: Luys hurtado, avtor, al lector da
salvd(s). Después, en 1829 (Salvá 1829), continuando el catálogo mencionado más arriba
volvió a incidir en esta última teoría. De este modo, mientras que Ferrer no era un escritor
de renombre, Hurtado de Toledo se amoldaba a las mil maravillas porque figuraba en
diversos catálogos bibliográficos como autor de relevantes obras literarias. Todo ello
parecía disipar cualquier duda con respecto al asunto. Nada más lejos de la realidad. A
partir de entonces no dejaron de correr ríos de tinta, y es que estos datos suponían la
desvinculación de esta obra del universo literario portugués y su inclusión dentro de la
historia de la literatura española.
Al principio, en torno a 1830 y a través de cientos y cientos de noticias sobre libros
de caballerías recopiladas a lo largo de su vida, Diego Clemencín, siguiendo a Salvá,
atribuyó la autoría del Palmerín a Luis Hurtado, afirmando al mismo tiempo que Francisco
de Moraes no pasaba de ser un mero traductor del mismo (Clemencín 1805/1942). Tres
años más tarde, cuando comenzó a publicar su monumental edición anotada y comentada
del Quijote, Clemencín no tenía las cosas muy claras al respecto: le concedía a esta obra
caballeresca un origen portugués, pero no se la atribuía a Moraes porque se conservaba esa
edición francesa de 1552-53, anterior a la portuguesa en más de una década (Clemencín
1833). Además, añadía que este escritor sólo se había limitado a insertar una relación de
unos amores que tuvo en Francia con una mujer llamada Torsi, y que por el cotejo de las
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Un facsímil de la portada, del prólogo y del colofón de esta edición se puede consultar en (Asensio 1972a).
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dos versiones se podría establecer fácilmente quién era el verdadero autor. Entre tanto, en
Italia, Melzi seguía repitiendo los datos ofrecidos por Quadrio un siglo atrás (Melzi 1838).
Otro comentador del Quijote, Adolfo de Castro, sin mencionar por ningún lado el volumen
primero del Catálogo de Salvá, aunque tomando de él, al parecer, su información, se
mantenía en la línea de que Miguel Ferrer había sido el artífice de la novela en cuestión
(Castro 1848 y 1850).
De cualquier manera, fuera de Portugal la tónica general a partir del descubrimiento
de Pedro Salvá será el atribuir la obra a Luis Hurtado de Toledo: Ticknor (Ticknor 1849) y
Grenville (Grenville 1842) así lo manifestaron en Inglaterra, en Alemania se sumó Wolf
(Wolf 1852), los bibliófilos Brunet (Brunet 1834) y Graesse (Graesse 1859) y el literato
Baret (Baret 1853) se unieron en suelo francés –aunque Eugène Monglave, en 1829, sacó a
la luz una nueva edición del Palmerín atribuyéndoselo a Francisco de Moraes (Monglave
1829)-, en Brasil y España, Varnhagen (Varnhagen 1854) 5 y Barrera y Leirado (Barrera y
Leirado 1860), respectivamente, se decantaron hacia esta hipótesis. Pero el espaldarazo
definitivo a esta teoría se lo dio el primer gran estudio monográfico sobre el género
caballeresco, el Discurso preliminar que en 1857 Pascual de Gayangos puso al frente de su
edición del Amadís de Gaula y de las Sergas de Esplandián, de Rodríguez de Montalvo
(Gayangos 1857b). Ante la abrumadora erudición demostrada en estas páginas parecía que
nadie podía poner en duda ni una sola de sus afirmaciones, una de las cuales consistía en
corroborar lo dicho por Salvá.
Mientras tanto, en territorio portugués el bibliógrafo Inocêncio Francisco da Silva
se dejaba intoxicar al principio (Silva 1859) por las noticias vertidas por Gayangos, para
después pasar a asignar la obra de una manera definitiva al gran Francisco de Moraes (Silva
1870). Además la colección Bibliotheca Portugueza se encargaba de reproducir en 1852 una
nueva edición del Palmerín dentro de una selección “dos livros nacionaes escriptos até ao
fim do século XVIII”, entre los que figuraban las obras de los principales escritores en
lengua portuguesa, como Bernardim Ribeiro, Gil Vicente, Luis de Camões o, como hemos
visto, nuestro Francisco de Moraes6.
Pero aún no se había dicho la última palabra al respecto. En 1860 el brasileño
Manuel Odorico Mendes publicó su Opúsculo acerca do Palmeirim de Inglaterra e do seu autor, no
qual se prova haver sido a referida obra composta originalmente em portuguez, en donde pretendía
probar que el Palmerín era propiedad intelectual de Moraes (Mendes 1860). A lo largo de su
análisis, Mendes reveló, entre otras cosas, que Moraes había servido a Francisco de
Noronha en dos embajadas a tierras francesas, que se había enamorado de una doncella
llamada Torsi, la misma protagonista de la Desculpa de uns amores del propio Moraes, que
existía una edición anterior a 1567 hecha en el extranjero y dedicada a la princesa D. María,
y que, tras la lectura de la edición castellana –en realidad fue su paisano Varnhagen quien
leyó el libro en su lugar en marzo de 1858 en la biblioteca del Museo Británico de Londres-,
el episodio de las cuatro damas francesas no se había omitido, de forma que éste pasaba a
considerarse la prueba fundamental para su autenticidad y primacía portuguesa. Del mismo
modo, Mendes, apoyado por Antonio Nunes de Carvalho, lente de la universidad de
Coimbra, se inclinaba a pensar que Miguel Ferrer no era más que el impresor y que Luis
Hurtado no pasaba de ser el mero traductor castellano y el autor del acróstico inicial. La
teoría del investigador brasileño vino apoyada seguidamente por el francés Ferdinand
Aunque posteriormente Varnhagen se inclinó hacia el bando de Moraes en (Varnhagen 1872).
Moraes, Francisco de: Obras de Francisco de Moraes, Tip. Andrade, Universidade de Lisboa, Faculdade de
Letras, 1852, 3 vols.
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Denis no sólo en una carta que le envió el día 6 de enero de 1859 –y que se encargó de
reproducir en su mencionado estudio-, sino también dos años más tarde en su Nouvelle
biographie genérale depuis les temps les plus reculés jusqu´à nos jours (Denis 1861).
Inmediatamente después, en 1862, Pascual de Gayangos se vio en la necesidad de
responder al trabajo de Mendes con la intención de refutar todas y cada una de sus
apreciaciones (Gayangos 1862). Ante la idea de que la doncella Torsi del episodio de las
cuatro damas francesas fuese la misma de la Desculpa de uns amores, el eminente filólogo
español afirmaba que no era una prueba decisiva, sino todo lo contrario, ya que lo normal
habría sido que Moraes hubiese encubierto el nombre de su amada bajo algún seudónimo,
como habían hecho multitud de escritores de la época. Para Gayangos, Hurtado era el
autor del Palmerín porque así lo declaraba de una forma subrepticia en los versos acrósticos
de la primera parte y porque, además, era un escritor toledano de reconocido prestigio que
había redactado obras tan interesantes como la Comedia de Preteo y Tibaldo, Sponsalia de amor y
sabiduría o el Teatro Pastoril, las cuales se asemejaban en calidad al Palmerín o a la Tragedia
Poliziana, que había dado a la estampa al alimón en 1548 cuando solo contaba con diecisiete
años de edad, una precocidad algo habitual entre los escritores del Siglo de Oro. Asimismo,
la primera edición conocida hasta entonces era la toledana de 1547 y antecedía en veinte
años a la portuguesa, además de que las ediciones francesa e italiana tomaban como base
para su traducción el original castellano.
En los años sucesivos las afirmaciones de Gayangos tuvieron su eco en mayor o
menor medida en los bibliófilos Pedro Salvá (Salvá y Mallén 1872) o Ricardo Heredia
(Heredia 1892), en los bibliógrafos Deschamps y Brunet (Deschamps y Brunet 1880) y en
los comentadores del Quijote Braunfels (Braunfels 1876 y 1884), Ormsby (Ormsby 1885a y
1885b) y Watts (Watts 1888). Incluso en 1896 el español Miguel Bolea y Sintas se dejaba
seducir todavía por las palabras de Gayangos (Bolea y Sintas 1896). El último en atribuir el
Palmerín a Luis Hurtado fue el historiador de la literatura Fitzmaurice-Kelly en 1898,
aunque bien es cierto que entre paréntesis añadía la posibilidad de que fuese el propio
Francisco de Moraes (Fitzmaurice-Kelly 1898).
Pero los lusistas no se quedaron de brazos cruzados ante este intrusismo y
comenzaron a buscar documentos tanto en archivos como en bibliotecas portuguesas que
vinculasen de una manera más nítida a Moraes con el Palmerín. Y esa búsqueda tuvo sus
frutos en 1870 cuando el polígrafo Teófilo Braga dio a conocer en una de las primeras
aproximaciones de conjunto de la historia de la literatura portuguesa un documento por el
que se certificaba la presencia de Moraes en tierras francesas a finales de 1541. Veamos sus
palabras:
“Em 1540, acompanhou Francisco de Moraes a D. Francisco de Noronha, que ia
como Embaixador a el-Rei de França Francisco I. Moraes ia na qualidade de
Secretario; na Torre do Tombo, gaveta 2ª, Maço 5º, nº 61º, encontra-se uma carta
autographa de Francisco de Moraes, datada de 10 de Dezembro de 1541, ao Conde
de Linhares, dando-lhe varias noticias da corte franceza, e em que lhe mostra o
desvanecerem-se os receios de haver guerra de França com Hespanha.” (Braga
1870: 294-295).
Dicha misiva, transcrita por Nunes de Carvalho en 1837 en el archivo de la Torre
do Tombo, no vio la luz hasta 1881 en otro trabajo de Braga (Braga 1881). Tras una
minuciosa lectura concluyó que en la carta se describían los usos y costumbres de varios
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personajes de la corte francesa, tales como Mansi y Latranja, que se repetían en la obra de
Moraes. También incorporó nuevas investigaciones sobre la posible fecha de su redacción:
como Camões había frecuentado la corte portuguesa entre 1542 y 1546, año este último de
su destierro, y como había conocido y glosado la Tenção de Miraguarda del capítulo 109 del
Palmeirim portugués, afirmaba que éste tenía que ser forzosamente anterior a 1547, fecha de
la primera edición conocida en castellano.
De cualquier forma, el espaldarazo decisivo a esta teoría vino de manos del español
Díaz de Benjumea en 1876 en su Discurso sobre el Palmerín de Inglaterra y su verdadero autor
(Díaz de Benjumea 1876), el primero en comparar las dos versiones en litigio, y cuyos
argumentos se resumían en las siguientes premisas: Moraes participó en las dos embajadas
francesas de Francisco de Noronha, una la de 1540-1543 y la otra desde 1549; en la
expresión “dias passados” de la dedicatoria a la infanta D. María se aludía a la primera
embajada; al cotejar los textos –según había propuesto Clemencín-, descubrió que el
episodio de las cuatro damas francesas de los capítulos 137-148 –correspondientes a los
capítulos 36-46 de la segunda parte de la versión española- se conservaba no sólo en la
impresión hispana sino también en la gala y en la lusa; de las octavas acrósticas de la edición
castellana dio una interpretación nueva por la que Hurtado se convertía solo en el autor de
los versos acrósticos, Ferrer lo era de la traducción y Moraes de la idea original del libro; la
división de la impresión española en dos volúmenes separados y de la misma extensión se
hizo por motivos puramente editoriales y comerciales, sin ningún criterio literario –la
primera parte finalizaba con el desencantamiento de Leonarda y la segunda comenzaba con
un breve resumen realizado por el editor o traductor para darle una uniformidad-; mientras
que la portuguesa se estampó con mayor coherencia estructural en uno solo con dos partes,
la primera con 41 capítulos siendo don Duardos el protagonista y la segunda con 90 con
Palmerín de Inglaterra y demás compañeros como figuras centrales; por último, Benjumea
sumó a todo ello la gran fortuna de que gozó el Palmeirim en suelo portugués.
A partir de entonces muchos fueron quienes quedaron convencidos y se sumaron al
criterio del erudito español, entre ellos el bibliógrafo Ricardo Pinto de Mattos (Mattos
1878), el escritor Camilo Castelo Branco (Branco 1882) y la filóloga alemana Carolina
Michaëlis de Vasconcelos (Michaëlis de Vasconcelos 1882 y 1883). Pero, como hemos visto
con anterioridad, a finales del siglo XIX seguían saliendo estudios atribuyendo el Palmerín de
Inglaterra a Luis Hurtado de Toledo. Tuvo que ser desde Inglaterra, en 1904, desde donde
se disipara de un plumazo cualquier resquicio a la duda con el excelente monográfico de
William Edward Purser (Purser 1904), dedicado por completo al Palmerín y basado en una
confrontación minuciosa de las ediciones castellana y portuguesa, a partir de la cual
concluyó que la primera era una no muy fiel traducción de la segunda, una traslación que
atribuyó a dos escritores, uno más inteligente y otro algo torpe. De cualquier manera, su
tesis fundamental consistió en la identificación histórica de la doncella Torsi y de otros
muchos personajes mencionados en el episodio de las cuatro damas francesas, tal fue así
que llegó a afirmar que estos capítulos eran independientes y no guardaban ninguna
conexión con el resto de la historia. Así, Mansi se correspondía a Mlle. de Maci o Macy –
después Mme. de Pont de la Haute de Magdelaine-; tras Telensi se escondía Téligny o Telligny;
bajo Latranja parecía claro que se encontraba Mlle. de L´Estrange; mientras que la bella Torsi
era Claude Blosset, dama de Torcy, hija de Jean Blosset, señor de Torcy, y de Anne de Cugnac;
y Gratiamar se trataba de un anagrama de Margarita, hija de Francisco I de Francia –en la
novela, Arnedos-. Por lo tanto, y tras recibir el apoyo inmediato de Menéndez Pelayo
(Menéndez Pelayo 1907), el Palmeirim de Inglaterra quedaba definitivamente adjudicado al
portugués Francisco de Moraes.
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Esclarecido este problema, se hacía pertinente entonces aclarar en tierras españolas
cuál habría sido la intervención de Hurtado de Toledo7, porque una cosa quedaba clara, y
es que éste había colaborado de una u otra manera en el Palmerín castellano. Pero, ¿cúal
había sido su grado de participación? Dos opciones eran las más plausibles: o había sido el
artífice sólo de los versos iniciales, o de estos más la traducción completa del texto. En
cuanto al segundo aspecto, la edad del escritor no encajaba, en un principio, en este
rompecabezas, por ello también Menéndez Pelayo le desvinculó de toda responsabilidad en
cuanto a su posible autoría de la traducción, puesto que su edad a la hora de publicarse este
libro de caballerías no debía exceder de los dieciocho años. Leamos sus palabras:
“Por ningún concepto puede atribuirse la prosa del Palmerín al elegante escritor Luis
Hurtado (…). En 1547, el futuro rector de la parroquia de San Vicente, que en su
poema de las Trecientas, acabado en 1582, declaró haber cumplido cincuenta años,
no podía tener más que diez y ocho, edad muy tierna para producir una obra que
revela tanta madurez, cultura mundana y experiencia de la vida, como el Palmerín de
Inglaterra.” (Menéndez Pelayo 1907).
Además, el erudito santanderino añadía que el autor de los Sponsalia de Amor y
Sabiduría no podía ser más claro a este respecto en los versos acrósticos incluidos por él
mismo al frente de la obra:
“Leyendo esta obra, discreto lector,
vi ser espejo de echos famosos,
y viendo aprovecha a los amorosos,
se puso la mano en esta lavor;
hallé que es muy digno de todo loor
un libro tan alto en todo facundo;” (Menéndez Pelayo 1907).
Sin embargo, investigaciones más recientes en archivos toledanos fueron
desvelando nuevos datos acerca del arco cronológico en que había transcurrido la vida de
Luis Hurtado de Toledo, clérigo y rector ya en 1544 de la iglesia toledana de San Vicente.
En este sentido, Vegue y Goldoni (Vegue y Goldoni 1926) tuvo la suerte de encontrar su
testamento, redactado el 25 de julio de 1588 a los sesenta y cinco años cumplidos, que
instaba a adelantar en alrededor de siete u ocho años la fecha de nacimiento establecida por
estudiosos anteriores y, por otro lado, obligaba, según la opinión de Blanco Sánchez, a
plantearse otra vez la posibilidad de que fuera el traductor del Palmerín:
“Lo importante, lo que volverá a resucitar en alguna forma la paternidad del
Palmerín (pues se le negaba a Hurtado por considerársele demasiado joven, quince
años, cuando lo pudo escribir), es que ahora tenemos la certeza de que en 1547,
cuando se publicó el Palmerín de Inglaterra, tenía 24 años, pues había nacido en
1523.” (Blanco Sánchez 1982: 228).
7
Agradecemos a Abraham Madroñal la información que nos ha proporcionado sobre Luis Hurtado de
Toledo: (Madroñal 1996 y 1997).
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En cuanto a la propiedad intelectual del prólogo de la edición castellana de 1547 no
se planteó duda alguna. Se trataba de un calco manifiesto realizado por Miguel Ferrer de
otro dado a la luz en los Apopthegmas del excelentisimo Philosopho y Orador Plutaxcho Cheroneo
(Alcalá, Miguel de Eguía, 1533)8, cuyo verdadero autor, según reveló Díaz de Benjumea en
1876, era Diego Gracián de Aldrete, quien lo denunció años después de la siguiente manera
en las líneas preliminares de los Morales de Plutarco (Alcalá de Henares, Juan de Brocar,
1548), donde aprovechó también para criticar los libros de caballerías:
“Los dias passados en Monçon, estando alli el Prinçipe nuestro señor en cortes, vn
cauallero me mostro en vno destos libros de ficion nueuamente compuesto
(intitulado Palmerin de Inglaterra) en el prologo d´él todo vn comienço de vn prologo
mio a la letra que comiença, Demetrio Phalereo &c. el qual aura quinze años compuse
en la prefacion de los Apophthegmas que yo entonces dirigi a Su Magestad que
tambien va agora al principio destos Morales el qual no me pesara auermelo
vsurpado otro si le vuiera empleado en otro libro de doctrina o de prouecho…”
(Rodríguez Moñino 1959: 149)
Por lo tanto, y a la espera de nuevas investigaciones en todos estos frentes, las
conclusiones actuales son las siguientes: Miguel Ferrer copió el prólogo de Diego Gracián y
lo adaptó según las circunstancias, Luis Hurtado es el autor de los versos acrósticos y, por
último, la traducción del texto sería obra o bien del mismo Hurtado o, menos probable, del
librero Miguel Ferrer, aunque no sería descabellado pensar en un traductor anónimo o,
como decía Purser, en dos traductores, uno desconocido bastante fiel y Ferrer, malo y sin
escrúpulos filológicos. Sea quien fuere, en este punto nos asaltan diversas interrogantes
difíciles de resolver: ¿cuáles fueron las relaciones que pudieron existir entre el traductor y
Portugal? ¿Cómo llegó hasta sus manos el libro de Francisco de Moraes? ¿Se lo
proporcionaría alguna dama portuguesa de las muchas que acompañaron a la emperatriz
Isabel a la corte toledana tras su boda con Carlos V? ¿Era conocido el Palmerín en medios
cultos toledanos?
Esbozo biográfico y literario de Francisco de Moraes
Sobre la vida de Francisco de Moraes casi todo se desconoce, y lo que se sabe está
lleno de incógnitas debido a la frecuente confusión existente entre diferentes personajes de
nombre homónimo, confusión que, desgraciadamente, continúa sin estar aclarada a pesar
de algunos esfuerzos orientados en esta dirección9 . Unas veces aparece como Francisco de
Moraes Cabral, en alguna ocasión como Francisco de Moraes da Serra10 , otras como
Francisco de Moraes Palmeirim, aunque las más de las veces lo normal es ver escrito
Francisco de Moraes a secas, siendo estas dos últimas denominaciones las más aceptadas
8
En el Apéndice IV, situado al final del libro, se puede consultar una transcripción de este prólogo de Diego
Gracián. Vid. además (Martín Abad 1991).
9 Los datos biográficos más actuales sobre Moraes se pueden consultar en (Sarmento, Borges, Osório 2001:
15-37). Desgraciadamente, esta obra no es del todo esclarecedora y contiene algunos errores graves como la
atribución a Moraes del Primaleón castellano.
10 Es João Soares de Brito quien le otorga este apelativo y le hace, además, natural de Coimbra.
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por la crítica. Incluso en algún momento se le hizo hermano de Francisco de Moraes
Sardinha, autor del Famoso e antiquisimo Parnasso novamente achado e descuberto em Vila Viçosa, de
que hé Apolo o excelentissimo príncepe D. Teodózio II. Teniendo en cuenta este aspecto, hemos de
advertir que los datos ofrecidos a continuación podrían no corresponder todos al mismo
Francisco de Moraes, el autor del Palmeirim de Inglaterra.
Probablemente nació a finales del siglo XV o principios del XVI11 en Braganza o
Lisboa, aunque Nicolás Antonio duda entre la primera, Souré e incluso Badajoz, esta última
ciudad siguiendo una indicación de Jorge Cardoso. Barbosa Machado le hizo en primera
instancia natural de Braganza e hijo del Dr. Álvaro de Moraes, para después cambiar de
opinión, por recomendación de Lúcio Xavier de Moraes (Freitas 1910: 91-94), descendiente
del escritor en cuestión, asignándole nueva paternidad y nueva naturalidad: sus padres
pasaron a ser Sebastião de Moraes Valcaser, caballero de la orden de Cristo y tesorero
mayor de la Casa de la India en Lisboa, y Juliana de Moraes; y Lisboa se convertía en su
lugar de origen. Otros genealogistas hablaban de Bastião o Sebastião de Moraes como su
progenitor, aunque António Dias Miguel, aparte de afirmar que su predecesor era un tal
António de Moraes, reveló que aquel Sebastião no era más que el tío de Francisco de
Moraes, como así consta en algunos documentos12 (Dias Miguel 1955: 7-8). Según Moraes
Sarmento, el autor del Palmeirim era hijo de Sebastião de Moraes y de Juliana de Moraes
(¿Cabral?), y hermano de Sebastião de Moraes (¿Valcacer?). Como se puede observar, éste
es un rompecabezas de difícil solución13.
En opinión también de Dias Miguel, debió casar en la parroquia de Alfama, en la
capital portuguesa, antes de 1530 con Bárbara Madeira14 –o Madureira, según indican
algunas genealogías, fallecida en marzo de 1567-, hija de Gil Madeira, escudero de la reina
D. Leonor, y de Ana Gomes, hija de Beatriz Anes. Sin embargo, otros señalan que pudo
casar inmediatamente después de su regreso de tierras francesas, en torno a 1544, deseoso
de reconducir su vida y desencantado del dios Cupido tras su fracaso amoroso con la bella
Torci. De esta relación la pareja tuvo dos o hasta siete hijos, dependiendo de las fuentes
que se manejen, que son los siguientes: Gregorio de Moraes, que casó con Maria Mancelos
o Maria Nogueira de Mancelos, tuvo el hábito de la orden de Cristo y fue procurador del
ayuntamiento de Lisboa; Vasco de Moraes, que sirvió en la India como capitán de galeras,
donde murió –aunque otros indican el lugar de su fallecimiento en la batalla de
Alcazarquivir-; Gonçalo de Moraes (Cabral); Francisca de Moraes, que se unió en
matrimonio a Francisco Álvares Vanejão, con quien tuvo al futuro fraile augustiniano
Diego de Santa Ana; Filipa (Seixas) de Moraes, que enlazó con Antonio da Serra; Isabel de
Moraes Pimentel –quien tuvo a Bento de Moraes Pimentel-; y por último Antónia de
Moraes.
Lo que sí está claro es que gracias a los distintos cargos desempeñados por su padre
en la corte del rey D. Juan III (1502-1557), tuvo la oportunidad de ascender socialmente
pudiendo entablar una gran amistad con el primer conde de Linhares D. Antonio de
11 En (Serrão
2001: 386) se indica como año de su nacimiento el 1525, fecha que, de ser cierta, haría adjudicar
sin problemas el soneto aparecido bajo su nombre en la Relação do solene recebimento das Santas Relíquias que forão
levadas da Sé de Coimbra ao Real Mosteiro de Santa Cruz (Coimbra, António de Mariz, 1596), fl. 116v.
12 ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 55, f. 214v-215.
13 Tal vez las investigaciones que está llevando a cabo Margarida Santos Alpalhão aclaren estas incógnitas.
14 ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 9, f. 15. En este documento se habla de Francisco de Moraes como
marido de D. Bárbara Madeira, es decir, no se trata de un acta matrimonial.
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Noronha15 (1464-1551), en cuya casa se crió, como el propio Francisco de Moraes afirma
en la relación de los torneos de Xabregas que envió a la reina D. Leonor16 . En este mismo
escrito también se dice que Antonio de Noronha le entregó más tarde al rey Juan III, con
quien ocupó el cargo de tesorero real (Santa Ana 1638: 15-16). Hacia 1539 Moraes se
convirtió en hidalgo de la cámara del Cardenal Infante D. Enrique17 (1512-1580), habiendo
estado antes bajo la tutela del infante D. Duarte (1515-1540) no sólo como mozo de la
cámara sino también como hidalgo de la misma (Resende 1789: 47 y Sousa 1742: 615).
El 24 de noviembre de 1540 (Sousa 1946: 255), algunos años después de que la
reina Dª. Leonor, viuda del difunto D. Manuel el Afortunado, casara en segundas nupcias
con el rey de Francia Francisco I, se marchó a París acompañando, en calidad de secretario,
en una misión diplomática al hijo del conde de Linhares, D. Francisco de Noronha18, que
iba como embajador. En esta embajada se jugaba el soberano portugués tanto su
credibilidad de cara a su homónimo francés como su amistad: Juan III tenía la intención de
casar a su hija Dª. María con el príncipe heredero de Castilla, el futuro Felipe II,
primogénito del emperador Carlos V, el enemigo número uno del monarca galo. Para esta
cuestión de estado se necesitaban personas escogidas para desempeñar tan alto cargo y
limar entre ambas coronas todas las asperezas posibles que se pudieran derivar de tal
decisión. Finalmente ese enlace se llevaría a cabo el 12 de mayo de 1543. También debían
tratar otro asunto delicado para la política exterior como era la guerra que los corsarios
franceses hacían a las naos portuguesas, una hostilidad que estaba causando graves pérdidas
económicas en las relaciones comerciales entre Portugal y Brasil y las Indias orientales.
Durante los primeros meses de su estancia en suelo francés Moraes debió de caer
locamente enamorado de una dama de la reina Leonor llamada Claudia Blosset de Torcy, ya
que, como indica en la Desculpa de uns amores –documento por el que se arrepiente de estos
deslices amorosos- aún no sabía francés19 . En el verano de 1541 asistió a la boda entre el
duque de Clèves y la princesa de Navarra así como a las posteriores fiestas que Francisco I
organizó con motivo de este enlace, las cuales describió en otra misiva que envió al conde
de Linhares con fecha de 27 de junio del mismo año, que hemos descubierto
recientemente, y que lleva por nombre Relação das festas que Francisco I fez das bodas do duque de
15
Además del título de conde, Antonio de Noronha fue señor de Fornos de Algodres, de Pena-Verde y de
Fornelos, gobernador de Ceuta, Alcalde Mayor de Linhares y escribano “da puridade” tanto del rey Manuel I
como de Juan III. Asimismo dirigió la desastrada cruzada de Mamora, en el reino de Fez. En 1521 Juan III le
nombró proveedor mayor de la rendición de los cautivos.
16 (Dias Miguel 1998: 153): “e em verdade que por ser filho de Dom Francisco e neto do conde de Linhares,
que me criou e deu a El Rey, nosso señor, falo menos dele do que falou a geralidade da outra gente”. La cursiva es
nuestra.
17 ANTT, Fundo Cronológico, Mç 64, Doc. 112, 1ª parte, nº 8 365.
18 Convertido en segundo conde de Linhares al renunciar el hijo primogénito de Antonio de Noronha, el
bebedor y mujeriego Ignacio, Francisco de Noronha ostentó también los cargos de Mayordomo Mayor de la
reina Catalina de Austria y Comendador de S. Martinho. Su casa fue lugar de reunión de algunos intelectuales
de la época como Fernão Silva, Caminha, Francisco de Moura o el mismísimo príncipe de los poetas
portugueses, Luis Vaz de Camões. Casó en 1535 con Violante de Andrade, dama de la emperatriz Isabel de
Portugal.
19 Desculpa de uns amores que teve em Paris com a donzela Torci (Évora, Manuel de Carvalho, 1624): “se alguma hora
lhe falo, não me entende as palavras (…), na câmara da rainha, à vista dela e de suas damas, ajoelhado em
terra, comecei com palavras mui compostas (…) a pedir perdão dela. Não sei se de ufana de si mesma, se do
lugar onde estava, se de enfadada de me não entender, me disse que não era contente que a amasse tanto,
mandando-me que o não fizesse dali por diante. Parece que as palavras com que mo disse ouvio alguma hora
a alguma dama castelhana que com a rainha veio, e só estas acertou de saber em castelhano para me matar
com elas, que se fora em francês fizeram menos dano, por ainda as não entender”. La cursiva es nuestra.
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Clèves com a princesa de Navarra no ano de 1541 o Carta que Francisco de Morais, criado do conde de
Linhares, lhe emviou do Reino de França, onde estava com D. Francisco, seo filho, quando foi por
Embaixador del-Rey D. João o 3º, nosso senhor20 . En ella ya se desprende que Moraes conocía
bien el francés, rasgo que ya había reflejado Franco Barreto en su Biblioteca Lusitana
(Barreto: III, 475r-476v), desmintiendo así a toda la crítica anterior, la cual había
manifestado que Moraes no había aprendido nunca la lengua de Ronsard. De su
permanencia en Francia también contamos, como hemos dicho, con una carta escrita desde
Melun y fechada el 10 de diciembre de 1541, en donde Moraes vuelve a informar al conde
de Linhares de las más variopintas costumbres de una de las sociedades renacentistas más
refinadas del momento y del desvanecimiento de guerra entre Francia y España (Braga
1881).
En tierras francesas Moraes permaneció cerca de tres años, hasta finales de 1543 o
principios de 1544, pudiendo haber redactado entonces –o hasta impreso- su Palmerín de
Inglaterra. Nada más llegar de Francia debió de escribir el prólogo del Palmerín dirigido a la
infanta D. María, según se revela en el mismo, donde dice: “eu me achei em França os dias
passados em serviço de D. Francisco de Noronha, embaixador del-Rei Nosso Senhor e
vosso irmão”21.
Parece más que asequible el hecho de que Moraes volviera otra vez a Francia en
1547 –y no 1549 como indican algunos investigadores-, de nuevo junto a Francisco de
Noronha, quien iba en esta ocasión como enviado extraordinario (entre otros asuntos,
debía firmar un acuerdo relativo a las presas marítimas), y no como embajador porque ya lo
era el obispo de Tánger, con la intención de dar el pésame al rey Enrique II (1519-1559)
por la muerte de su padre Francisco I, acaecida el día 31 de marzo, en honor del cual se
realizaron unas extraordinarias exequias entre el 21 y el 23 de mayo que el propio Moraes
presenció y narró en su Relação das exéquias de Francisco de Valoys I do nome rey de França em
154622 . Hay que aclarar que aunque figure el año 1546, la fecha de tal acontecimiento no es
inexacta, ya que, como aclaró Purser, antes de 1556 era normal en Francia comenzar el año
el domingo de Resurrección, que en 1547 cayó el 10 de abril (Purser 1904: 398). De esta
segunda estancia en suelo galo poco ha trascendido. Salvo error, parece que ya estaba de
vuelta en Lisboa el 2 de julio de 1548 (Saraiva 1978: 118). El 25 de octubre de 1549 el
soberano le nombra escribano de un navío de la carrera de Mina23, cargo que vendió meses
después a João Álvares Godinho, hidalgo de la cámara.
En 1550, ya con toda seguridad en Portugal, presenció los famosos torneos de
Xabregas, como consta en la Carta que Francisco de Morais enviou a Raynha de França em que lhe
escreve os torneos e festas que se fez em Xabregas, ano de 1550 o Relação dos torneios do príncipe D. João
em Xabregas a 5 de agosto de 155024 , y dejó a deber una pensión al mismo conde de Linhares25.
A partir de esta fecha, y bajo el servicio del monarca Juan III, llegó a convertirse de hidalgo
de la cámara en hidalgo escudero26, hasta alcanzar incluso el grado de caballero hidalgo 27 el
25 de junio de 1553, esto último ya dentro de la casa del cardenal-infante D. Henrique. Si
20
En breve daremos a conocer este interesantísimo documento, que viene a completar algunas lagunas que
aún rodean la existencia de Francisco de Moraes.
21 Podemos ver este prólogo en las ediciones de 1567 y 1592.
22 Existe edición moderna que se puede encontrar en (Miguel 1955).
23 ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 55, f. 214v-215 y Lv 66, f. 120v.
24 Hay una edición moderna realizada por (Miguel 1998). Según Jorge Ferreira de Vasconcelos este evento
tuvo lugar el mismo día y mes, pero distinto año, 1552 (Vasconcelos 1567).
25 ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 64, fol. 184-184v.
26 ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 64, fol. 184-184v.
27 ANTT, Chancelaria de D. Sebastião e D. Henrique: Doações: liv. 6, 128v-129.
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todo es correcto, pues algunas de estas informaciones se refieren a Francisco de Moraes
Cabral, el 12 de abril de 1552 –o 1553, según dice Dias Miguel-, fue nombrado por el rey
administrador, alcalde mayor, proveedor de los difuntos e intendente de las obras de
Chaul28. Además se dice que participó en el primer cerco realizado sobre la ciudad de Diu.
En 1624 Manuel de Carvalho dio a la estampa en tierras eborenses un conjunto de
escritos de Francisco de Moraes muy diferentes de los anteriores. Y es que su espíritu
inquieto no podía mantenerse al margen de otras corrientes literarias emergentes a
mediados del siglo XVI; un escritor de su talla no podía, en definitiva, dejar de participar de
los nuevos vientos que soplaban en torno a la transformación de los diversos géneros
narrativos que se estaba produciendo en aquel momento. En este sentido, su pluma
contribuyó en gran medida a elevar a una categoría superior el diálogo renacentista
portugués, en cuya variedad literaria escribió las siguientes obras: Diálogo entre um fidalgo e um
escudeiro no qual se mostra a sem razão da altiveza daquele para com este; Diálogo entre um fidalgo e um
doutor acerca da preferência das armas às letras ou das letras às armas –tema muy en boga en la
España cervantina-; y el Diálogo em estilo jocoso de amores de uma regateira com um moço de estribeira.
Junto a ellos figuraba una Carta de D. Inácio de Noronha a D. João III a respeito da renúncia do
título de conde em D. Francisco de Noronha, copiada y firmada por el mismo Moraes, cuya fecha
de redacción se puede situar en torno a 1554 porque el primogénito del primer conde de
Linhares renunció a su título nobiliario ese mismo año, pasando un par de años más tarde a
poder de su hermano Francisco de Noronha. El 25 de junio de 1558 el recién electo rey D.
Sebastián le otorgó una courela29 de olivares situada junto do moesteiro de Chelas, termo desta
cidade no limite da Igreja de Santa Maria Madanela, freguesia de Santo Estevão30 .
Un dato bien conocido revelado en su Desculpa de uns amores era que Francisco de
Moraes sabía hablar castellano, pero se desconocía hasta ahora cómo había adquirido esta
aptitud lingüística. En un albarán fechado el 9 de mayo de 155931, el rey portugués le
concedía el poder hacer uso en todo su territorio de sus letras y grado de licenciado
obtenido en la Universidad de Salamanca. El 15 de marzo de 1564 el mismo rey D.
Sebastián el Deseado le nombró recibidor o almoxarife32 de los dominios reales de la ciudad
de Évora. Con el paso del tiempo llegó a tener también el hábito de la orden de Cristo, de
la que se convirtió en comendador el 17 de abril de 1566 (Santa Ana 1638: 15-16)33.
Ni siquiera los datos sobre su muerte parecen claros. La esquela de un Francisco de
Moraes Cabral se puede divisar en el registro de la parroquia de Ameixoeira, donde su
fallecimiento se indica el día seis de febrero de 157634. Numerosos bibliógrafos consideran,
sin embargo, que falleció de muerte violenta, es decir, asesinado, en 1572 a la puerta de la
plaza pública de Évora, donde se encontraba en ese momento la corte. De esta opinión fue
el bibliófilo Franco Barreto, que añadió más: “dizem foi morto à ferro em Évora, à porta do
Rossio, junto à orta del-Rey” (Barreto: III, 475r-476v)35, lugar correspondiente a la actual plaza
pública o Rossio de S. Brás de Évora, situado al pie del palacio de D. Manuel. Camilo Castelo
Branco apuntó la posibilidad de que este asesinato se debiese a unas veladas críticas
28 ANTT,
Chancelaria de D. João III: liv. 61, 21v.
parcela de tierra cultivada, larga y estrecha; antigua unidad de medida agraria.
30 ANTT, Chancelaria de D. Sebastião e D. Henrique: Doações: liv. 6, 128v-129.
31 ANTT, Chancelaria de D. Sebastião, D. Henrique: Privilégios: liv. 1, 233-233v.
32 Almoxarife: administrador de propiedades de la casa real; tesorero de la casa real.
33 Según Lúcio Xavier de Morais en (Freitas 1910: 91-94), este dato aparecía en el “livro antiguo da matrícula
dos cavaleiros a fl. 76v”.
34 Según Dias Miguel su tumba está en la iglesia de Ameixoeira, que en el siglo XVI tenía el nombre de
Nuestra Señora de Fal (¿Funchal?), a la derecha del altar mayor (Miguel 1955).
35 La indicación del año 1572 no lo daba él, sino (Machado 1741: II, 209).
29 Courela:
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dirigidas a la casa de Braganza en una versión manuscrita de su Diálogo entre um fidalgo e um
escudeiro, que él poseía dentro de una colección de documentos del siglo XVI, y que habían
sido censuradas en su edición impresa de 1624 (Branco 1882: 66-73). Seguramente ese
manuscrito pudiera tratarse del conservado en la Biblioteca Nacional de Lisboa con la
signatura siguiente: cód. 3563, donse se recoge un repertorio de obras compiladas por Gil
Nunes de Leão, sobrino del cronista Duarte Nunes de Leão, y en el que es posible observar
esas líneas mutiladas en su difusión en letras de molde (Vonk Matias 1981).
En vista a estos nuevos datos, ahora hemos de modificar esa imagen que teníamos
de Moraes. A través de ellos se trasluce que sabía castellano y francés36 , era un hombre
apasionado, conocía bien el estilo de vida francés gracias a sus dos estancias en Francia,
adonde fue en calidad de secretario de Francisco de Noronha; estudió en Salamanca, una
de las universidades más florecientes de todo el siglo XVI en la Península Ibérica; obtuvo el
grado de licenciado –ignoramos en qué-, frecuentó la corte portuguesa y recibió diversos
cargos y privilegios reales.
En cuanto al aspecto literario de la novela, el Palmerín de Inglaterra se articula en
torno a dos ejes bien diferenciados, que coinciden con la separación en dos libros del
original portugués. En el primero, la prisión inicial de don Duardos en la Torre del gigante
Dramusiando insta a la mayor parte de los caballeros cristianos a buscarle para conseguir su
liberación. Mientras muchos de ellos van fracasando en esta misión y van quedando presos
con el príncipe inglés, Floriano del Desierto y Palmerín de Inglaterra, ambos hijos de don
Duardos y Flérida, nacen, crecen junto a un Salvaje y se crían en las cortes de Londres y
Constantinopla, respectivamente, para llegar a convertirse en caballeros de la mano del
propio emperador griego. Este proceso educativo finaliza con la liberación de los
prisioneros de la Torre de Dramusiando de manos de Palmerín de Inglaterra, que pasa a
llamarse Torre de la Fortuna en honor al apelativo del caballero que la había superado. En
la segunda parte, los protagonistas son ya el mismo Palmerín, Floriano y Florendos, cuyas
aventuras caballerescas individuales se entrelazan con la idea de Cruzada cristiana contra el
Turco. Alrededor de ambos aspectos se sudecen multitud de pruebas de carácter iniciático
con la intención de configurar la personalidad de cada héroe. Entre ellas sobresalen por su
ingenio las aventuras de la Copa encantada y las del castillo de Miraguarda, de que tanto
gustó Cervantes por su “grande artificio”. Sin embargo, éste no fue el único fundamento
sobre el que el escritor alcalaíno se basó para ensalzar el Palmerín; también le sorprendió la
extraordinaria caracterización de los personajes, ese “decoro” al que hace alusión en sus
elogios en el famoso escrutinio de la biblioteca de don Quijote, por medio del cual dotó a
sus personajes de una serie de atributos, como el lenguaje empleado por cada uno, que los
hacía parecer vivos.
Su prosa cadenciosa, sobria, elegante y llena de majestuosidad ayudó, por otra parte,
a dotar a la lengua portuguesa, hasta entonces sin pulir, de un lenguaje más grave. Las
representaciones de batallas y de paisajes, las pinturas vivas o la alusión satírica a la
conducta de las mujeres llamaron pronto la atención del público lector -y oidor- que vio en
esta obra algo diferente a otros libros de caballerías anteriores. En la minuciosidad de la
descripción de costumbres, trajes y fisonomías, en los vivos y naturales diálogos, y en las
reacciones anímicas de los personajes es donde se deja traslucir el humanista del siglo XVI
que es Francisco de Moraes. Dentro de este marco destaca por encima de todo en el retrato
de los caracteres femeninos, donde adquiere su más alta calidad literaria, a pesar de rozar
36
Como se verá en la Relação das festas que Francisco I fez das bodas do duque de Clèves com a princesa de Navarra no
ano de 1541.
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por momentos la misoginia, debido probablemente a sus malas experiencias con el sexo
femenino. Dos aspectos más se dejan sentir en el Palmerín: el primero es el sentido irónico
presente a lo largo de toda la novela y que antecede en más de medio siglo a la fina ironía
que Cervantes pasea por las páginas del Quijote. El segundo atiende a la modernidad del
personaje de Floriano del Desierto, cuya complejidad de carácter es comparable, por
ejemplo, al Galaor del Amadís de Gaula.
Como hemos dicho líneas más arriba, la obra de Francisco de Moraes da
continuación al ciclo de los palmerines castellanos, o mejor dicho, a las dos primeras
entregas de la serie, al Palmerín de Olivia y al Primaleón. Atendiendo exclusivamente a esta
primera parte del Palmerín de Inglaterra que ahora presentamos, nos podemos encontrar con
un nutrido número de alusiones a dichas obras. Al Primaleón, principal fuente de Moraes, se
alude en los siguientes episodios: en primer lugar, el inicio del Palmerín tiene lugar a partir
de una de las ramificaciones finales del Primaleón, es decir, cuando don Duardos y Flérida,
recién casados, vuelven felices a suelo inglés y son recibidos con grandes fiestas (caps. 208209). Asimismo, durante el primer capítulo se hace referencia tanto al enamoramiento de
don Duardos a través de la visión del retrato de Gridonia (caps. 69-82), como al
sobrenombre que Primaleón adquirió cuando se hizo pasar por hijo de un hortelano
llamado Julián, a fin de conseguir el amor de su Flérida (caps. 94-100). Del mismo modo,
en el capítulo tercero se mencionan hasta dos aventuras del Primaleón, como son el rapto de
Risdeno a manos de una horrible ave (cap. 183) y la historia del nacimiento de Pompides
(cap. 153). En el quinto, se alude a cómo don Duardos liberó a Primaleón del
encantamiento que el gigante Gatarú le había sometido en la isla Cíntara (caps. 127-132).
En el siguiente, también se apunta otro rescate, el efectuado por el mismo don Duardos del
moribundo rey Tarnaes, que había sido encantado en una torre maravillosa por su propio
padre, quien no aprobaba los amores de su hijo con Finea. En ella tres veces al día varias
aves negras herían con sus picos los ojos de Tarnaes a causa de haber contemplado la
belleza de Finea (caps. 139-143). Al combate entre Primaleón y don Duardos (caps. 81-82)
se alude en el capítulo 12. Tanto a la historia de los amores de Polendos y Francelina (caps.
7-33), como al encantamiento de esta última en la isla de Carderia (caps. 30-33) se hace
alusión en el capítulo 15. De una manera explícita también encontramos referencias en el
capítulo 54: durante la celebración de unos torneos organizados por Primaleón con la
intención de festejar las bodas de diferentes protagonistas y su propia investidura como
caballero junto a otros noveles, el mismo Primaleón dio muerte a Perequín de Duaces, a
pesar de haber asegurado el campo a todos los participantes. Más adelante hizo lo mismo
con el gigante Lurcón, que le había acusado de matar a aquél a traición (caps. 62-68). Por
último, importa resaltar el capítulo 90, cuya idea básica toma del Primaleón (caps. 62-68). Se
trata de la aventura del espejo: realizado por la sabia dueña de la isla de Ircana, la doncella
de Lacedemonia llevó este espejo a la corte de Constantinopla para hallar al caballero que
habría de liberar de su encantamiento a Tarnaes, aprisionado por su propio padre a
consecuencia de sus amores con Finea. La única manera de que el negro espejo recobrase
su claridad era tocándolo el caballero mancebo más bondadoso en armas. Al mismo tiempo
que recuperase su esplendor se podría observar la figura de la persona amada y conocer su
fidelidad por medio de su rostro. Esta aventura sólo fue superada por don Duardos, que
contempló a Flérida. Aunque bien es cierto que otra aventura semejante se inscribe en el
Amadís de Gaula (lib. II, caps. 13-15).
En cuanto a la influencia del Palmerín de Olivia, algo menor, pero no por ello menos
importante, es posible hallar huellas de algunas de sus aventuras en los capítulos siguientes
del Palmerín: en el tercero, el origen del nombre de Palmerín de Oliva (caps. 8-9), y en el
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décimo segund, el interminable combate entre Palmerín y Frisol (caps. 46-68). El capítulo
décimo quinto alude al episodio en que el gigante Franarque rapta a la reina de Inglaterra y
a Agriola para morir momentos más tarde a manos de Palmerín de Oliva, el cual iba
acompañado de Trineo y Tolomé (caps. 56-57). Asimismo, tanto los incipientes amores de
la infanta Agriola y de Trineo (caps. 51-70), como la aventura del castillo de los diez
padrones (caps. 129-135), aparecen referidos en los capítulos 44 y 58, respectivamente.
El Amadís de Gaula y las Sergas de Esplandián también dejan notar su influencia en la
obra de Moraes, sobre todo, a través de uno de sus personajes más emblemáticos, Urganda
la Desconocida, la maga por excelencia y la principal encargada de profetizar todos los
acontecimientos de su protegido. Recuérdese, por ejemplo, la aventura de la Isla Peligrosa,
o, ya en la segunda parte de la novela, la cámara de Urganda decorada de imágenes de las
mujeres más hermosas.
Aun siendo la obra de Moraes el principal exponente del género caballeresco en
suelo portugués, el interés por este tipo de literatura durante el siglo XVI se inició con la
publicación de la Crónica do Imperador Clarimundo donde os reis de Portugal descendem (Lisboa,
Germão Galharde, 1522), del historiador João de Barros (1496-1570). Escrita en ocho
meses a lo largo de 1520, gracias al apoyo del rey portugués D. Manuel I y de su hijo D.
Juan –futuro Juan III-, esta obra se publicó dos años más tarde con un doble prólogo, el
primero dirigido a D. Juan como infante y el segundo ya como rey. A pesar de haber sido
más valorado literariamente como el principal impulsor de la lengua portuguesa y como
autor de la historia de los hechos de los portugueses en tierras orientales con sus Décadas da
Ásia, el Clarimundo fue de sus obras la que más éxito alcanzó en cuanto a ediciones,
llegando a imprimirse en 1555, 1601, 1742, 1791 y 1843. Este libro de caballerías mantiene
una estructura tripartita: en primer lugar se cuenta el nacimiento de Clarimundo y su
formación como caballero; después se bifurca hacia el componente amoroso del héroe para
terminar en una dimensión de corte profético, en donde las octavas del sabio Fanimor
glorifican la historia de Portugal. Es en este último aspecto de exaltación de la corona
portuguesa donde se manifiesta con mayor claridad la finalidad ideológico-política del
Clarimundo. Aderezada de sentencias doctrinales y pedagógicas, en él se unen la tradición
medieval con la intención épica renacentista. Al margen ya de ese propósito heroico,
legendario y apologético de la obra de Barros, e inundada del espíritu de cruzada contra los
infieles que dominaba buena parte del siglo XVI, encontramos la obra de nuestro Francisco
de Moraes, que sale a la calle unas dos décadas más tarde. Siguiendo la estela de la narrativa
caballeresca, la aparición del Memorial das Proezas da Segunda Távola Redonda (Coimbra, João
de Barreira, 1567) –segunda versión reducida de los desaparecidos Triunfos de Sagramor, rey de
Inglaterra e França, em que se tratam os maravilhosos feitos dos cavaleiros da Segunda Távola Redonda
(Coimbra, Johão Álvares de Coimbra, 1554)-, del comediógrafo Jorge Ferreira de
Vasconcelos (1515-1585), supuso un retorno a los esquemas de tipo medieval y simbólico
en que preponderaban los contenidos artúricos. Unida de nuevo la finalidad apologética
con la pedagógica, esta obra se convertía en un tratado maquiavélico de educación de
príncipes. Y no podía ser menos, pues en ella se desarrollaba un hecho histórico por el que
se pretendía exaltar la figura del príncipe D. Juan, hijo del rey Juan III de Portugal: la
conmemoración del torneo realizado en Xabregas –Lisboa-, que simbolizaba su
introducción en el mundo de las armas 37.
37
El trabajo más completo sobre el género caballeresco en su difusión impresa es hoy día el de Isabel
Almeida (Almeida 1998).
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Fortuna del Palmerín de Inglaterra
Sin embargo, el éxito del Palmerín de Inglaterra viene marcado por dos hechos
fundamentales. El primero, porque sirve de modelo de varias continuaciones en su difusión
impresa, entre ellas, la Terceira e Quarta parte da Chrónica de Palmeirim de Inglaterra, na qual se
tratam as grandes cavallerias del seu filho o príncipe don Duardos Segundo (Lisboa, Marcos Borges,
1587), de Diogo Fernandes, natural de Lisboa; y la Quinta e sexta parte de Palmeirim de
Inglaterra o Chrónica do famoso príncipe dom Clarisol de Bretanha, filho do príncipe dom Duardos de
Bretanha (Lisboa, Jorge Rodrigues, 1602), de Baltasar Gonçalves Lobato, procedente de la
villa de Tavira, al sur de Portugal. A ellas habría que sumar la amplia aceptación de los
libros de caballerías en su difusión manuscrita38 . El segundo queda reflejado en las diversas
traducciones de que fue objeto:
1.
Castellano: Palmerín de Inglaterra
1.1.
1.2.
2.
Libro primero: Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catherina, 1547.
Libro segundo: Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catherina, 1548.
Italiano: Palmerino d´Inghilterra, figluol del re Don Duardos:
2.1.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1553-1554. Traducido del texto
español por Mambrino Roseo da Fabriano. Libros I y II. 2 vols.
2.2.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1555. Libro I.
2.3.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1558-59. Libros I y II. 2 vols.
2.4.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1559. Se trata de Il Terzo libro dei
valorosi cavallieri Palmerino d´Inglaterra, aggiunta original de Mambrino Roseo da
Fabriano.
2.5.
Venecia, 1560. Libros I, II y III (aggiunta).
2.6.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1563. Libros I, II y III (aggiunta).
2.7.
Venecia, Francesco Portonaris da Trino, 1567. Libros I, II y III (aggiunta).
2.8.
Venecia, Giacomo Bendolo, 1584. Libros I, II y III (aggiunta).
2.9.
Venecia, 1600. Libros I, II y III (aggiunta).
2.10. Venecia, Lucio Spineda, 1609. Libros I, II y III (aggiunta).
3.
Francés: Le premier-second livre du preux, vaillant et très victorieux chevalier Palmerin
d´Angleterre, fils du roi D. Edoard:
3.1.
Lyon, Thibauld Payen, 1552-1553. 2 vols. Traducción del castellano en
francés por Jacques Vincent du Crest Arnauld en Dauphiné. Dedicada a Diana de
Poitiers).
3.2.
París, Jean Ruelle y Jean d´Ongoys, 1574. 2 vols.
3.3.
París, Eug. Renduel, 1829. 4 vols. Edición abreviada. Traducción del texto
portugués realizada por Eugène Garay de Monglave.
38
Para más información sobre los libros de caballerías manuscritos portugueses, véase el Apéndice III y
(Vargas Díaz-Toledo 2004).
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4.
Inglés: The first-second part of Palmerin of England:
4.1.
Londres, Thomas Creede, 1596. Traducción del francés de Anthony
Munday.
4.2.
Londres, 1602. Traducción de la aggiunta italiana de Mabrino Roseo.
4.3.
Londres, Thomas Creede, 1609. Partes I y II.
4.4.
Londres, Thomas Creede y B. Alsop, 1616. Parte II.
4.5.
Londres, B. Alsop y T. Fawcet, 1639. Partes I y II.
4.6.
Londres, 1640. Parte III.
4.7.
Londres, 1664. Partes I y II.
4.8.
Londres, William Tackeray, 1685. Partes I y II.
4.9.
[Londres, 1691].
4.10. Londres, Robert Southey, 1807. Realizada a partir de la edición
portuguesa39.
ESTA EDICIÓN
39
Una ampliación de todas estas traducciones con el número de ejemplares conservados se puede consultar
en (Marín Pina 1988: 496-553).
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Para la presente edición hemos seguido los criterios adoptados por el Centro de
Estudios Cervantinos, de Alcalá de Henares, para la colección de libros de caballerías Libros
de Rocinante. Estos criterios son los siguientes:
- En cuanto a las grafías u, v, b, se usa la grafía u para el valor vocálico,
mientras que la v se emplea para el consonántico (ejemplos: cauallo/ cavallo, avn/ aún); se
mantiene el uso de v y b según las lecturas del texto de la edición de 1547; se usa la grafía i
para el valor vocálico -incluso en el caso de contextos semivocálicos, en donde suele
aparecer la grafía y o j- (ejemplos: cuydar/ cuidar, yr/ ir); la grafía j se reserva para el
consonantismo prepalatal. Por su parte, se reserva el uso de y tanto en posición final
absoluta de palabra (rey, muy) como en la conjunción copulativa.
- Con respecto al consonantismo se respeta el del texto base, incluso en sus
alternancias, como en el empleo de nasal –m- o –n- ante bilabial –p-, -b- (enperador/
emperador), así como la ausencia o presencia de h. Sólo se efectúan algunas intervenciones
como las siguientes: 1- El digrama qu- se mantiene ante las vocales e/ i (que, quien), pero se
transcribe como c (/k/) seguido de a/ o/ u, aunque sea tónico (quando/ cuando, qual/ cual);
2- Se usa la vibrante simple r tanto al inicio de palabra como tras consonante (Razon,
rrazon/ razón; onrra/ onra) y la grafía rr para todos aquellos contextos de la vibrante múltiple;
3- Se prefiere el empleo de c ante e, i (çielo, cielo), mientras que la ç se debe mantener (o
restituir) ante a, o, u, para distinguirse de la oclusiva velar (cabeça, cabeca/ cabeza); 4- Se
mantiene la alternancia que aparece en la edición de 1547 del reparto entre –s-/ -ss- y de j/
x, aunque la distinción entre sorda y sonora es una de las primeras en perderse en la
fonología del castellano medieval (dexamos, dixo, baxar, exérçito); 5- Grupos cultos: ch se
reserva para su valor palatal y se sustituye cuando tiene sonido velar /k/ (charidad/ caridad);
th- se reduce a la dental t (thesoro/ tesoro); ph- se reduce a la fricativa f (phevo/ fevo). Sólo se
mantienen aquellos grupos con un reflejo fonético: gn (digno/ dino), bd (cibdad/ ciudad), pt
(septiembre/ setiembre), ct (víctor/ vítor), bs (substancia/ sustancia). Las geminadas se simplifican: bb- (abbad/ abad), -cc- (peccado/ pecado); 6- Se conserva el uso que el texto presenta de la
consonante –h-.
- Se desarrollan las abreviaturas existentes en el texto sin ninguna indicación,
mientras que el signo tironiano se transcribe como e. Se mantiene la alternancia y/ e.
- Seguimos los usos del español actual para la unión y separación de palabras,
aunque con las siguientes adaptaciones al sistema del español de los Siglos de Oro: en
relación a las fusiones por fonética sintáctica se discriminan secuencias que llegan a confluir
(dello/ d´ello, aunquen/ aunqu´en, desta/ d´este, dellas/ d´ellas, sobrel/ sobr´él), y se presentan en
un solo tramo los adverbios en –mente (primera mente/ primeramente).
- Para diferenciar entre mayúsculas y minúsculas hemos tenido en cuenta los
criterios actuales del español. Las palabras que expresan poder público, dignidad o cargo
importante (emperador, rey, cavallero) se escriben con minúsculas. Sin embargo se escribe en
mayúsculas cuando la dignidad o cargo se convierte en el sobrenombre de uno de los
personajes (Cavallero de la Fortuna) o sustituye el propio nombre (Emperador de Grecia, Rey de
Francia). Se acentúa siguiendo las normas vigentes del español actual, aunque se tiene en
cuenta el valor diacrítico que recibe en las siguientes parejas: á (verbo)/ a (preposición), é
(verbo)/ e (conjunción), dé (verbo)/ de (preposición), dó (verbo y pronombre
interrogativo)/ do (adverbio). También se distingue entre vos/ vós y nos/ nós dependiendo de
que sean tónicos o átonos, aparte de la función sintáctica que representen. A través de los
signos de puntuación del español actual se pretende tanto ofrecer un texto comprensible al
lector actual como intentar mantener la prosodia de los textos caballerescos.
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- Otros signos: empleamos los paréntesis cuadrados ([ ]) para indicar las
enmiendas que hemos llevado a cabo en el texto, y entre ángulos (< >) las letras que se
deben sustituir con el fin de ofrecer una mayor comprensión del mismo.
- Otros criterios: se han conservado igualmente las variantes producidas por
fenómenos de: asimilación (piadade/ piedade), disimilación (entre/ antre) y la oscilación entre b
y v (ataviada/ atabiada).
Aparte de estos criterios, nos gustaría señalar una serie de fenómenos lingüísticos
muy recurrentes a lo largo del libro. Por ejemplo, aparece con asiduidad el tratamiento del
imperativo no sólo con metátesis (leelde/ leedle), muy usual durante el siglo XVI, así también
de la siguiente manera: dexáme, en lugar de dexadme. Coexiste asimismo el caso anómalo de
la h- inicial antietimológica (hacertar, hárvoles, hordenar, hechando, hos, herrar, hazero, hizquierda,
etc.). La antigua forma del pretérito imperfecto de indicativo (-íen) alterna con la actual
acabada en –ían. Uno de los rasgos destacados de la traducción castellana de 1547-48 es el
uso de laísmo y loísmo, huella de la toledanidad del traductor. También está presente una
constante vacilación de géneros: el espada, el alegría, la puente, etc.
La traducción al castellano del Palmerín de Inglaterra ha llegado hasta nosotros en dos
partes, publicadas ambas en Toledo por los herederos del impresor Fernando de Santa
Catalina, el 23 de julio de 1547 la primera y el 16 de julio de 1548 la segunda. Para esta
edición hemos reproducido la primera parte de la traducción castellana de 1547,
basándonos en el ejemplar existente en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander con la
signatura número 237, sobre el que hemos trabajado a partir del microfilme ubicado en el
centro bibliográfico del Seminario de Filología Medieval y Renacentista, de la Universidad
de Alcalá de Henares (http://www2.uah.es/filmr/librosde.htm), donde también hemos
tenido la oportunidad de consultar otros textos caballerescos sean castellanos o
portugueses. Hemos utilizado, asimismo, este ejemplar porque posee multitud de variantes
no incluidas en la edición de Bonilla y San Martín de 1908 –sólo en un apéndice aparte-,
puesto que el trabajo de éste se apoya en el testimonio procedente de la British Library
(signatura G. 10254), que parece pertenecer a un estado diferente. No obstante, hay que
dejar constancia de que el editor José Fuente del Pilar, según señala en su escueto prefacio,
sí que introdujo algunos de esos cambios para su reimpresión del texto de Bonilla en 1979.
Merced a la oportunidad que se nos ha brindado de revisar la versión al castellano
de la obra de Francisco de Moraes, y sin ánimo de desdeñar trabajos anteriores, hemos
podido comprobar de buena tinta no sólo la no muy buena calidad de la traducción en que
se transmitió este texto a mediados del siglo XVI, que, a pesar de todo, mereció los más
firmes elogios de Cervantes, sino también las inexactitudes y malas interpretaciones de la
moderna publicación de Adolfo Bonilla y San Martín, reimpresa después por Fuente del
Pilar. De la primera afirmación es de destacar, por ejemplo, cómo el traductor suele omitir
por regla general uno de los dos epítetos que acompaña en ocasiones a un sustantivo,
además de las constantes supresiones de información supuestamente superflua y repetitiva,
como son muchas de las sentencias doctrinales del final de cada capítulo. De las últimas
sobresalen, entre otros, los aspectos siguientes:
- La ausencia de un criterio único a la hora de fijar los nombres de los
personajes (Titubante y Betubante; Tragonel y Tragón; Fardamante y Sardamante, etc.);
- Numerosas erratas que no se corrigen;
- El cambio de nombre de algunos protagonistas, como el de Florián por
Floriano, o el caso del original Recindos, que adquiere el apelativo godo de Recesvinto (Bonilla
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se limita a poner en nota a pie de página que el primero es una corrupción del segundo,
mientras que Fuente del Pilar directamente introduce el segundo como nombre habitual del
personaje);
- La adopción de unos criterios de edición a través de los cuales se llegan a
perder, por ejemplo, los versos acrósticos del inicio del libro, no dando como resultado el
esperado Luys hurtado, avtor, al lector da salvd;
- La no inclusión del colofón original, etc.
Por este motivo, como se ha podido observar a lo largo de estas páginas, para la
confección de esta nueva edición del Palmerín de Inglaterra hemos manejado el ya citado
ejemplar de la Biblioteca Menéndez Pelayo de la traducción castellana de 1547 (Toledo,
Herederos de Fernando de Santa Catalina). Sólo en casos excepcionales, en donde la
traducción castellana se muestra muy confusa, hemos recurrido al original portugués
titulado Cronica do famoso e muito esforçado cavaleiro Palmeirim d´Inglaterra (Évora, André de
Burgos, 1567) –a partir del ejemplar de la Biblioteca del Cigarral del Carmen de Toledo40-,
aun a sabiendas de que el intérprete castellano no pudo tener como base para su traducción
esta edición, sino una hipotética publicada en torno al 1544. De cualquier forma, estas
intervenciones las hemos indicado por medio de paréntesis cuadrados. A pesar de este
último aspecto, la finalidad de la presente edición ha sido ofrecer una versión lo más
cercana posible a la traducción castellana de 1547, tal y como se leyó y escuchó en el siglo
XVI.
La equivalencia de capítulos entre la edición castellana y la portuguesa, muy
descompensada en esta última, pero con todo el sentido estructural, es la siguiente:
1ª Parte
2ª Parte
40 En
Toledo, Herederos de Fernando de Santa
Catalina, 1547
Capítulos: 1-101
Capítulos: 1-66
Évora, André de Burgos,
1567
Capítulos: 1-41
Capítulos: 42-172
breve publicaremos una noticia sobre este nuevo ejemplar en la revista electrónica Parnaseo .
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BIBLIOGRAFÍA
1. Ediciones portuguesas del Palmeirim de Inglaterra
1.1. Ediciones antiguas
-
Cronica do famoso e muito esforçado cavalleiro Palmeirim d´Inglaterra (Évora, André de
Burgos, 1564-67).
-
Chronica do famoso e muyto esforçado Cavaleyro Palmeyrim de Inglaterra... Agora nouamente
impressa...Primera [y Segunda] Parte. (Lisboa, Antonio Álvares, 1592).
-
Crónica de Palmerin de Inglaterra. Primeira e Segunda parte por Francisco de Moraes, a que se
ajuntão as mais obras do mesmo autor, Introd. de Agostinho José da Costa de Macedo,
Lisboa, na Officina de Simão Thaddeo Ferreira. [Tomo II: Antonio Gomes], 1786,
3 vols.
-
Obras de Francisco de Moraes, Tip. Andrade, Universidade de Lisboa, Faculdade de
Letras, 1852, 3 vols.
1.2. Ediciones modernas
-
1940: Palmeirim de Inglaterra, Lisboa, Tip. da Rev. Renascença, Colecção Avelar
Machado, 1940 (Argumento y selección de los principales episodios de la novela).
-
1941: Rodrigues Lapa, M.: Palmeirim de Inglaterra, Lisboa, Gráfica Lisbonense, Textos
Literarios, 1941 (Selección, argumento, prefacio y notas de Rodrigues Lapa. Toma
como base la edición de 1567)
-
1946: Cintra, Geraldo de Ulhoa: Crónica do Palmeirim de Inglaterra, São Paulo, Editora
Anchieta, Biblioteca de Clássicos para todos, 1946, 3 vols. (Contiene las obras
completas de Francisco de Moraes y es la única edición completa y relativamente
moderna del Palmeirim portugués).
-
1960: Rodrigues Lapa, M.: Palmeirim de Inglaterra, Lisboa, Gráfica Santelmo Lda.,
1960 (Selección, argumento, prefacio y notas de Rodrigues Lapa. Reimpresión de la
edición de 1941).
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-
1964: Fonseca, Artur Lambert da: O Palmeirim de Inglaterra, Lisboa, Livraria
Sampedro Editora, Colecção Nosso Mundo. Aventuras e novelas, 1964. (Edición
de divulgación juvenil. Es una selección de capítulos).
-
2003. Magalhães, Isabel Allegro de: “Narrativas cavaleirescas”, en História e
Antologia da Literatura Portuguesa. Século XVI, nº 26, Lisboa, Fundação Calouste
Gulbenkian, 2003. (Se incluye una selección de episodios del Palmerín de Inglaterra).
2. Ediciones del Palmerín de Inglaterra castellano
2.1. Ediciones antiguas
-
Libro I: Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catherina, 1547 (23 de julio).
Ejemplares: Barcelona, Catalunya: Bon. 8-IV-4; Santander, Menéndez Pelayo: 237;
Londres, British Library: G. 10254; Viena, Nationalbibliothek: 26.125.C.
-
Libro II: Toledo, Herederos de Fernando de Santa Catalina (a costa de Diego
Ferrer, mercader de libros), 1548 (16 de julio). Ejemplares: Santander, Menéndez
Pelayo: 238; Londres, British Library: G. 1025541 .
2.2. Ediciones modernas
-
1908: Bonilla y San Martín, Adolfo: Libros de Caballerías. Segunda Parte. Ciclo de los
Palmerines Extravagantes. Glosario. Variantes. Correcciones. Índices, Nueva Biblioteca de
Autores Españoles, 11, Madrid, Bailly/ Baillière e hijos, Editores, 1908. Reimpreso
bajo la dirección de José Fuente del Pilar, en Madrid, Miraguano, 1979. (Se toma
como base el ejemplar de la British Library).
-
1924: Tenreiro, Ramón María: Libros de caballerías, Instituto-Escuela, Biblioteca
Literaria del Estudiante, tomo XX, Madrid, 1924. (Selección de capítulos del
Amadís de Gaula y del Palmerín de Inglaterra; antología realizada a partir de la edición
de Bonilla y San Martín).
-
2001: Rubio Pacho, Carlos: “Palmerín de Inglaterra”, en José Manuel Lucía Megías
(ed.), Antología de libros de caballerías castellanos, Alcalá de Henares, Centro de Estudios
Cervantinos, 2001, pp. 340-346. (Se editan algunos fragmentos del Palmerín de
Inglaterra castellano: libro I, cap. 58; libro II, caps. 35-36 y 72, ff. lxxiiijv-lxxvr ).
Para una relación de los ejemplares conservados véanse los siguientes estudios: (Eisenberg 1982: 84; Lucía
Megías 2002: 9-60 y 2004: 283; Marín Pina 1988: 544). Eisenberg habla de tres ejemplares para cada edición,
ya que incluye el de Viena dentro de la edición de 1548. Varnhagen dice que vio en 1846 un ejemplar
conservado en la biblioteca de la catedral de Toledo, que no hemos conseguido hallar (Varnhagen 1872: 94).
Pedro Salvá y Mallén habla de un ejemplar de su propiedad (Salvá y Mallén 1872: II, 84-85), mientras que
Heredia puso a la venta otro ejemplar en (Heredia 1892: 352-353). En el ejemplar de la British Library (sign.
G. 10254) se indica en el colofón el día 24 de julio de 1547.
41
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-
2004: Vargas Díaz-Toledo, Aurelio: “Palmerín de Inglaterra”, en la revista Encultura, nº
6, Toledo, Ediciones Bremen, noviembre de 2004, pp. 50-54. (se trata de la edición
de los dos primeros capítulos de la primera parte de 1547).
3. Estudios específicos sobre Francisco de Moraes y el Palmerín de Inglaterra
3.1. Bibliografía Primaria
ANDRADE, Belchior Leitão de: Famílias de Portugal, Biblioteca da Ajuda, tomo 13, p. 961965, tít. Moraes Valcaceres.
BARRETO, João Franco: Bibliotheca Lusitana, copia del Ms. de la Casa de Cadaval, 6 vols.
Lisboa, Biblioteca Nacional, B 1206-1211, tomo III, p. 475r-476v.
BRITO, João Soares de (1655): Theatrum Lusitaniae Litterarum, sive Bibliotheca Scriptorum
omnium Lusitanorum, Authore Joanne Suares de Britto. Lusitano Mathosiniensi. Sacrae
Theologiae. Conimbricae atque Eborae Doctorae. Conimbricae. Typis Academicis anno
Christiano 1655 a restauratione Lusit., P. 471, lit. F, nº 57.
GÂNDAVO, Pero de Magalhães (1590): Regras que ensinam a maneira de escrever a Ortographia
de lingua portuguesa, com hum Diálogo que adiante se segue em defensão da mesma lingua entre um
português e um espanhol, Lisboa. Edición facsimilada: Lisboa, BN: L. 30051 V.
LEMOS, João Brito de (1631): Abecedario Militar (I, X, 137, v).
SANTA ANA, Fr. Diogo de (1638): Memorial fidelissimo da nobelissima ascendencia e antiga
genealogia de Bento de Moraes pimentel cofre de antiguissimo e nobelissimo Apelido dos moraes pimenteis
cuio solar hé o Castelo de Bragança, nos Reinos de Portugal, e Provincia de Tralosmontes, ms. fechado
en 1638 de la BN Lisboa: fls. 15-16.
SOUSA, Manuel de Faria y (1680): Europa Portuguesa, Lisboa, a costa d´Antonio Craesbeeck
de Mello, tom. 3, part. 4, cap. 8; tom. 3, cap. 9, 381.
- (1689), Rimas varias de Luis de Camoens, principe de los poetas herycos; y lyricos de España,
commentadas por Manuel de Faria y Sousa, cavallero de la orden de Christo, Lisboa, Imprenta de
Craesbeeckiana, tomo IV, parte II, pág. 102, col. 1.
TELLES, Balthazar (1660): Livro Primeyro da Historia de Ethiopia a Alta, ou Preste Ioam,
Coimbra, Manoel Dias, liv. I, Cap. I, p. 2, col. 2.
VASCONCELOS, Jorge Ferreira de (1567): Memorial das proezas da segunda Tauola Redonda
(Coimbra, João de Barreira).
VILLEGAS, Alonso de (1598): Flos Sanctorum, Lisboa, Simão Lopes.
Arquivo Nacional da Torre do Tombo
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ANTT, Fundo Cronológico, Mç 64, Doc. 112, 1ª parte, nº 8 365.
ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 55, f. 214v-215.
ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 9, f. 15.
ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 64, fol. 184-184v.
ANTT, Chancelaria de D. João III, Lv 64, fol. 184-184v.
ANTT, Chancelaria de D. João III: liv. 61, 21v.
ANTT, Chancelaria de D. Sebastião e D. Henrique: Doações: liv. 6, 128v-129.
ANTT, Chancelaria de D. Sebastião e D. Henrique: Doações: liv. 6, 128v-129.
ANTT, Chancelaria de D. Sebastião, D. Henrique: Privilégios: liv. 1, 233-233v.
3.2. Bibliografía Secundaria
ALMEIDA, Isabel Adelaide Penha Dinis de Lima e (1998): Livros portugueses de cavalarias, do
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