Pbro. Tomás Masello

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Padre TOMÁS MASSELLO GENOVESIO
Nació en Italia el 7 Octubre 1874; profesó en Italia en Octubre de 1894; llegó a Venezuela
en 1909; había sido ordenado en Colombia el 3 de Junio de 1898; murió en Italia el 11
Septiembre 1919, a 45 años de edad, 25 de profesión y 10 de sacerdocio.
Carta Mortuoria
Turín, Oratorio, 15 de Septiembre de 1919.
Queridos Hermanos:
El 5 de los corrientes el Señorl1a mó a Sí a nuestro querido Hermano, el profeso
perpetuo, sacerdote TOMAS MASSELLO, de 45 años.
En 1892, a los 18 años, había entrado en nuestro Instituto de San Juan Evangelista de
Turín, como Hijo de María.
Como ya había hecho algunos años de Gimnasio, completó diligentemente en el año
escolar 1892-1893 el Curso Preparatorio para la Filosofía. Así en Agosto fue enviado a la
Casa de Ivrea para el Noviciado. Pasó ese año de prueba en la piedad y el estudio,
comportándose de modo ejemplar. Al terminar el Noviciado se consagró a Dios en la Pía
Sociedad, pronunciando sus votos el 4 de Octubre de 1894.
Había entrado en los Hijos de María con la intención de trabajar en las Misiones. Este
deseo progresó en el Noviciado. Pocos meses después de su profesión, en febrero de 1895,
obtuvo poder partir con otros compañeros, para Argentina.
Estuvo en la Casa de San Carlos, Buenos Aires. Allí hizo sus estudios de Filosofía y
de Teología, prestándose siempre, sin reservas, cuando hacía falta, para la asistencia y las
clases.
Ordenado de Sacerdote, ejerció de inmediato el cargo de Consejero Profesional en la
misma Casa de San Carlos, donde permaneció hasta 1902. Ese año fue mandado como
Catequista a Rosario. Sucesivamente fue a Rodeo del Medio, Mendoza y a los Colegios de
Belgrano y Santa Catalina de Buenos Aires, trabajando siempre con verdadero entusiasmo y
prodigándose sin límites, especialmente en el ministerio de las confesiones. Tanto trabajo
sacudió su salud. Sin embargo, trasladado en 1910 a la Inspectoría de VENEZUELA,
desempeño el cargo de Prefecto en la Casa de Curazao, abierta ese mismo año, y de la que
fue, desde 1911, celoso Director.
Pero el clima tórrido de esa isla y el esfuerzo agotador a que sometió su cuerpo, ya
demasiado débil, terminaron por minar irreparablemente su constitución aún joven.
A fines de 1915 dejó la Casa de Curazao para regresar a Italia, esperando recuperar
aquí sus energías. Aconsejado por los superiores de que se repusiera bien antes de
recomenzar el trabajo regular, insistió en que no se le dejara sin ocupación, deseoso de gastar
hasta el fin sus energías por la salvación de las almas.
Debido a que había manifestado en varias ocasiones deseos de ir a Campello, España,
para ver si el clima de aquella región le ayudaba, los Superiores se lo concedieron y lo
mandaron a aquella casa, donde con gran edificación de todos, quiso prestar su trabajo como
confesor.
Pero ya su cuerpo no correspondía a las imposiciones de la voluntad siempre pronta al
trabajo y al sacrificio. La enfermedad (tuberculosis pulmonar) avanzaba rápidamente,
consumiendo las energías físicas que aún le quedaban.
Volvió a Italia en el momento en que sus compañeros eran llamados al servicio
militar. Declarado inhábil, fue destinado primero a la Casa de Chieri y luego al Oratorio de
Turín.
En el verano de este año, para complacer sus deseos, le fue permitido ir donde sus
parientes, en Torrepéllice, Pinerolo, para disfrutar del clima sano y fresco de aquellos lugares
encantadores, siempre con la esperanza de que eso le sirviera para recuperar sus fuerzas.
Pero todo eso le aprovechó, poco. La hora final se acercaba siempre más y en la
mañana del 5 de los corrientes, hacia las 9, asistido por los suyos y por dos sacerdotes
salesianos que fueron a acompañarlo en los últimos momentos.
El querido Padre Massello fue ejemplo constante de piedad, trabajo y sacrificio.
Siempre humilde, animaba su trabajo con un espíritu de fe que le hacía prodigarse por el bien
de las almas. Este fue también el secreto que lo mantuvo tranquilo y sereno en su larga
enfermedad. Quien lo conoció y trató de cerca, especialmente en estos últimos tiempos, pudo
constatar que se había abandonado enteramente en las manos de Dios.
Murió dándole gracias al Señor por haberle concedido trabajar hasta cuando había
podido, en la pía Sociedad Salesiana, a la que se había consagrado totalmente y sin reservas.
Pidamos mucho al Señor por su alma y también porque lleguen muchas y buenas vocaciones,
que llenen los vacíos numerosos que hemos tenido en estos últimos años.
Al mismo tiempo procuremos imitar los hermosos ejemplos de virtud que nos dejó
este querido hermano, que nos precedió en la eternidad.
Rogad también por vuestro afectísimo en Cristo,
Sac. Juan Bautista Grosso
Director
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