Relaciones civiles y militares, información y democracia en América

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Relaciones civiles y militares, información y
democracia en América Latina
Luis Alberto Buttó*
...«Hasta el rey debe temer a quienes toman la
guerra como oficio»...
Maquiavelo. El arte de la guerra.
Resumen
En el presente trabajo se desarrolla un conjunto de reflexiones
teóricas en torno al impacto causado sobre las relaciones civiles
y militares (concebidas de acuerdo al modelo ideal pensado para
un sistema político democrático liberal; es decir, con efectiva
materialización del control civil democrático) cuando entre el sector
civil y el sector castrense de la sociedad se evidencia disparidad en
el manejo de información relativa al tema militar en general y a la
operación de la defensa nacional en particular, dado el caso que los
militares mantienen el monopolio de dicha información de forma
tal que la institución armada acumula manifiesta autonomía de
acción e incurre en prácticas políticas.
Palabras clave: Defensa Nacional, América Latina, Control Civil
Democrático, Fuerzas Armadas.
Doctor en Historia. Magíster Scientiárum en Planificación del Desarrollo. Magíster Scientiárum en Comunicación de la Defensa y los Conflictos Armados. Historiador. Universidad Simón Bolívar. e-mail: lmontes@
usb.ve
Recibido: Marzo 2013
*
Aceptado: Abril 2013
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Relaciones civiles y militares, información y democracia en América Latina
Luis Alberto Buttó
PP 177-200
Civil-Military relations, information and
democracy in Latin America
Abstract
In this paper we develop a set of theoretical reflections on the
impact caused on civil-military relations (understood as the
ideal model designed for a liberal democratic political system;
that is, with effective implementation of democratic civilian
control) when there is an evident disparity in the knowledge of
information (about the operation of national defense) between
the civilian sector and the military sector of society, given the
case that the military retain a monopoly on this information and
for this reason the armed forces have autonomous action and they
are involved in politics.
Key words: National Defense, Latin America, Democratic Civilian
Control, Armed Forces.
I. Introito
El conjunto que engloba los vínculos, la interacción, los lazos de
hecho y Derecho establecidos y así identificados entre el sector civil
que, en aplicación del modelo ideal pensado en función del sistema
democrático liberal, debe estar en control y ejercicio del poder político de la sociedad y el cuerpo de oficiales actuantes en la fuerza
armada, especialmente el subgrupo integrado por los oficiales con
poder de mando en unidades operativas de significación, es lo que
suele conceptuarse con la categoría de análisis relaciones civiles y
militares. Relaciones éstas que, ciertamente, constituyen una de las
variables más candentes de todas aquellas cuya interrelación configura la estructura política latinoamericana contemporánea, dadas las
implicaciones derivadas de su materialización y operación sobre la
estabilidad del sistema político atrás mencionado, la cual, a gruesos
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sectores de la población, importa tanto mantener y profundizar, a
sabiendas de que es requisito fundamental del anhelado triunfo de
los preceptos de convivencia social establecidos con el arribo de la
modernidad.
Basta revisar un poco los acontecimientos históricos ocurridos en el
subcontinente hispanoamericano durante la pasada centuria para
sustentar lo afirmado, si bien también se puede hacer referencia a
procesos políticos que trascendieron estas coordenadas. Verbigracia,
en 1975, de los 147 países miembros de la Organización de Naciones
Unidas, 50 de ellos (34% del total) estaban bajo la férula de gobiernos
militares.1 En el caso de América Latina, según mis cálculos personales, el porcentaje de tiempo copado por dictaduras militares durante
el siglo en cuestión en varios países de la región fue sencillamente
brutal, tan brutal como fue la actuación de esos gobiernos. En la
realidad específica de República Dominicana, por ejemplo, no puede
hablarse de menos de 80%. En El Salvador, Paraguay, Guatemala y
Nicaragua el porcentaje alcanzó 48% para los dos primeros casos y
45% para los dos últimos. Haití y Bolivia conforman un subgrupo con
más de 30% de tiempo de permanencia de regímenes de este tipo:
36% y 33%, respectivamente.
Argentina, por su parte, superó la cuarta parte de su historia en el
siglo XX sometida a administraciones militares dictatoriales. El análisis particular de Panamá, Perú, Honduras, Chile, Brasil y Uruguay
alerta sobre porcentajes ubicados en la franja comprendida entre 10
y 20 por ciento: 21%, 20%, 18%, 17%, 12% y 12%, en el orden en que
fueron mencionados. Cabe destacar que, en el caso de Panamá, sólo se
contó el tiempo de duración del gobierno encabezado por el general
Omar Torrijos. De sumar los años de duración del mandato del general
Manuel Noriega en el poder se estaría frente a un porcentaje mayor.
En un evento denominado La fragilidad democrática en Latinoamérica,
escenificado en Madrid en octubre de 2005, con la participación de
1
José María Laso Prieto: «Dictadura», en Román Reyes (director): Terminología Científico-Social. Aproximación crítica (Anexo). España, Universidad Complutense de Madrid - Editorial Anthropos, 1991, pp. 126-133.
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Mario Vargas Llosa y Enrique Krauze, éste recordó que a mediados
de la década de los cincuenta apenas podían denominarse como democráticos tan sólo a cuatro gobiernos latinoamericanos.2
A su vez, Eduardo Crawley advirtió que de 1955 a 1988, los años de
gobierno militar transcurridos en varios países latinoamericanos
fueron los siguientes: Perú y Chile, 15 años; Bolivia, 19 años; Argentina y Honduras, 20 años; Brasil y Panamá, 22 años; El Salvador, 25
años; Nicaragua, 29 años; Paraguay, Cuba y Haití, 33 años.3 En esa
oportunidad, Crawley ilustró la tragedia con la siguiente acotación:
...«salvo en México, Costa Rica y el Caribe angloparlante, no hay
latinoamericano mayor de 33 años que no haya pasado por lo menos cuatro años gobernado directa o indirectamente por militares.
Y ese es el período mínimo: los argentinos de esa edad conocieron
20 años de Gobierno militar; los panameños, 22».4
En Venezuela, de los 100 años correspondientes al siglo pasado, 47
de ellos (prácticamente la mitad) contaron sus meses, horas y días
con gobiernos encabezados por militares y en las postrimerías del
período centenal en cuestión, un integrante de la fuerza armada
(máximo líder del fracasado, operativamente hablando, golpe de
Estado escenificado el 4 de febrero de 1992) conquistó la presidencia
de la república en comicios organizados a tal fin y se mantuvo en
ella hasta 2013 (año de su deceso), lo cual en términos históricos
significó la divisoria de aguas a partir de la cual se inició un proceso de colonización castrense de la administración pública nacional
en magnitudes nunca vistas, fenómeno que se mantiene hasta el
momento de redactar estas líneas.5
2
Mario Vargas Llosa y Enrique Krauze: «La fragilidad democrática en Latinoamérica», en Letras Libres, 85
(México, 2006), pp. 14-20.
3
Eduardo Crawley: «Los militares, esos desconocidos», en Uno, 1 (Madrid, 1988), p.10. En la definición de
gobierno militar, Crawley incluyó todo régimen cuyo respaldo principal fue la fuerza armada.
4
Ibíd.
5
Entiéndase colonización militar de la administración pública como la sistemática ocupación, por parte de
personal egresado y/o integrante de la institución armada, de cargos de la administración pública en teoría
y por competencia destinados a ser ocupados en exclusiva por el funcionario civil. Véase al respecto: Luis
Alberto Buttó: «Marcos Pérez Jiménez-Hugo Chávez: la élite militar al asalto del poder», en Alejandro
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Empero la aplastante realidad anterior, en el manejo de las relaciones
civiles y militares en esta parte del mundo en la época contemporánea,
los actores involucrados de lleno en la cuestión (fundamentalmente:
militares activos y retirados, civiles en ejercicio del gobierno y/o en
control del entramado estatal, académicos dedicados a la reflexión
correspondiente, Organizaciones no Gubernamentales dedicadas
al monitoreo de los temas relacionados y factores influyentes en la
configuración de la opinión pública, como los comunicadores sociales
abocados al asunto, entre otros) han saltado de traspiés en traspiés
en tantas oportunidades de forma tal que, en contraste con el ideal
esperado, estos yerros se tornaron agobiantes.
En consecuencia, el sano desenvolvimiento de la democracia liberal,
ante la conquista de autonomía de acción por parte de la fuerza armada y la consecuente intervención militar en política acaecida en
varias de estas naciones, se ha resentido tanto que cada cierto tiempo
el escepticismo cubre con su manto la percepción del problema y lleva
a pensar a los más descreídos que su adecuada resolución, evidenciada
en la eficaz operación del control civil democrático, la erradicación del
pretorianismo y la neutralización de posibles brotes de militarismo,
jamás podrá cristalizar en estas tierras, razón por la cual sus habitantes habremos de cargar con tal rémora, en una especie de condición
atávica reinante en las sociedades aquí conformadas.
Sin embargo, debe haber claridad al respecto: más allá de los errores tantas veces cometidos en esta materia, no hay razón alguna
para incurrir ad infinítum en ellos. La fatalidad esbozada es de suyo
Cardozo Uzcátegui (editor): Chavismo: entre la utopía y la pesadilla. País Vasco (España), Editorial Nuevos Aires, 2012, pp. 224-263. También: Luis Alberto Buttó: «Diez años de Revolución Bolivariana: impacto
en las relaciones civiles y militares», en Francesca Ramos Pismataro, Carlos Romero y Hugo Eduardo
Ramírez (editores académicos): Hugo Chávez: una década en el poder. Colombia, Editorial Universidad
del Rosario, 2010, pp. 783-800. Además: Luis Alberto Buttó: «Venezuela 1999-2008: Relaciones Civiles
y Militares en la V República», en Claudio Fermín, Luis Alberto Buttó y Héctor Hurtado Grooscors: Una
lectura sociológica de la Venezuela actual V. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2009, pp. 55104. Adicionalmente: Luis Alberto Buttó: «Gobiernos Militares y Democracia: el maridaje imposible», en
Domingo Irwin, Hernán Castillo y Frédérique Langue (coordinadores): Pretorianismo venezolano del siglo
XXI.Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2007, pp. 173-257.
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evitable. Para ello, es menester acometer sin demora y/o mantener
persistentemente (con la acuciosidad, seriedad y profundidad que
el caso demanda) la realización de la siempre inconclusa tarea de
generar el conocimiento requerido sobre el tema identificado. Esto
con la finalidad de avanzar sin descanso en el registro, documentación y análisis de los problemas vinculados a fin de estructurar la
opinión alternativa que sirva de base para la formulación y ejecución
de las políticas públicas relacionadas y la correspondiente toma de
decisiones por parte de aquellos con evidente responsabilidad y
competencia para proceder en este sentido; vale decir, los funcionarios civiles electos por mandato popular.
Así las cosas, reconstruir lo ocurrido, develar lo que transcurre y
advertir lo por transcurrir (en la medida de lo posible, se entiende) en torno a la autonomía de acción adquirida o en proceso de
adquisición por parte de los integrantes de la fuerza armada y el
involucramiento del sector castrense en la contienda política en
determinados países sitos en el subcontinente latinoamericano (ya
sea para que los militares conquisten directamente el poder político
o para que se erijan en sostén primordial de un régimen constituido
bajo la añagaza ideológica sintetizada en expresiones del tipo «movimiento cívico-militar») se torna tarea inexcusable e insoslayable.
El acre sabor de la experiencia vivida por los colectivos asentados
en la región (especialmente en términos de conculcación de las
libertades políticas y civiles y violación de los Derechos Humanos)
como consecuencia de las recurrentes intervenciones militares en
política sucedidas en la época contemporánea, alerta sobre la pertinencia de los trabajos de investigación y análisis dirigidos a ahondar
en la temática, independientemente el estado del arte acumulado
en este sentido, de suyo siempre insuficiente, dada la importancia
de la problemática involucrada. Con estas reflexiones en mente, en
los párrafos subsiguientes se presentarán algunas consideraciones
acerca del impacto dejado por la disparidad del manejo de información sobre el tema militar en general y sobre el sector defensa
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en particular, en el desarrollo de las relaciones civiles y militares
concebidas en el marco delimitado por el modelo ideal reinante en
un sistema político signado por los patrones identificativos de la
democracia liberal.
II. Información, defensa y control civil democrático
En 2002, Narcís Serra i Serra escribió: ...«Sin control democrático
de las fuerzas armadas, es decir, sin relaciones democráticas entre
civiles y militares no hay verdadera democracia».6 La sentencia, breve y quizás por ello especialmente contundente, demanda análisis
concienzudo para su cabal interpretación. ¿Cuándo efectivamente se
producen relaciones democráticas entre el sector civil en ejercicio del
gobierno y el sector armado de una determinada sociedad, a sabiendas
de que ambos actores son parte integrante del entramado estatal?
¿Qué se entiende por relaciones democráticas entre civiles y militares?
Estas y otras interrogantes, que bien pueden estructurarse en torno
al proceso político aludido por Serra i Serra en la cita referida (el
control civil democrático),7 no son precisamente erotemas a despacharse con fáciles, simples y apresuradas respuestas cargadas de los
6
Narcís Serra i Serra: El Estado: papel de las fuerzas armadas y de seguridad. Notas sobre su control
democrático. Tomado de: http://www.iidh.ed.cr/comunidades/seguridad/docs/seg_docfuerzas/el%20estado-%20el%20papel%20de%20las%20ffaa.pdf. Consultado el 15/04/2008. Serra i Serra, además de ser
un reconocido experto en materia de relaciones civiles y militares, fue uno de los protagonistas principales
del proceso de transformación, adecuación y modernización de la fuerza armada española en el período
de transición del franquismo a la democracia, dado el caso que ejerció los cargos de ministro de defensa
de España entre 1982 y 1991 y vicepresidente del gobierno español entre 1991 y 1995.
7
En la literatura especializada es práctica de uso común hablar de «control civil» a secas, pero, pese a lucir
contradictorio, la sola concreción de control civil no expresa en grado alguno la vigencia de la democracia
liberal, habida cuenta de que en países sometidos a regímenes autoritarios y/o totalitarios, el control civil
puede ser realidad indiscutida, pues, en todo caso, es apenas suficiente que la oficialidad esté claramente
subordinada al sector civil gobernante agrupado en el partido político que de manera férrea controla la
sociedad. El asunto radica en que en estos regímenes (paralelamente a la existencia de control civil) se
conculcan las libertades civiles y políticas inherentes al desempeño de la ciudadanía y con base en esa
realidad es una contradicción hablar de cualesquiera elementos democráticos. Así, aunque luzca una
tautología, el control civil a prevalecer en un sistema democrático liberal ha de ser el ejercido por los
representantes del pueblo escogidos en libérrimos y competitivos comicios, que además se comporten de
manera democrática en el ejercicio del gobierno, pues en caso contrario perderían por mal desempeño la
legitimidad requerida.
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tradicionales lugares comunes en los que suele incurrirse al respecto,
cuando ante la complejidad de los temas, por insuficiente búsqueda de
nuevas fuentes de información y el ligero manejo de las disponibles,
estos se intentan explicar recurriendo a frases manidas por el uso
y de poco significado en la práctica, en tanto y cuanto expresan un
deseo ferviente de cómo han de fluir las cosas y no la constatación
documentada de cómo fluyen en realidad.
Del párrafo anterior se desprende la enorme importancia del conocimiento por parte del sector civil de la sociedad (léase: élite política
en ejercicio del gobierno o inmersa en la contienda civilizada y democrática por ejercerlo, Organizaciones no Gubernamentales dedicadas
al seguimiento de los temas relacionados, académicos afanados en
líneas de investigación conexas y representantes del periodismo de
investigación y opinión, entre otros) sobre la manera concreta en que
operan las relaciones civiles y militares en un determinado país, a fin
de detectar con precisión y a tiempo si la subordinación efectiva del
sector militar a los dictados de la gerencia política civil legítimamente
constituida (control civil democrático) se manifiesta de manera tangible; esto es, deja de ser un rosario de buenas intenciones y caros
deseos plasmados en la normativa legal existente.
La interrelación generada entre los actores mencionados (civiles
gobernantes por un lado y militares por el otro), como parte integrante del Estado que ambos son, jamás podrá ser todo lo adecuada,
equilibrada, justa y armoniosa que se espera, si el bando civil no
tiene acceso a información pertinente, oportuna y relevante sobre el
particular derrotero del mundo militar y por ende no posee sólido y
documentado conocimiento del espíritu, actitudes, comportamiento,
compromisos, aspiraciones e ideario de los integrantes de la fuerza
armada. Sin ese conocimiento resulta vano por ineficaz pretender
formular e implantar, por parte del equipo civil dirigente, política militar y política para los militares alguna, las cuales, como cabe concebir,
oscilan de lo macro a lo micro: en un extremo cubren lo referente a
la concepción estratégica de la defensa nacional y en el otro abarcan
lo relativo a la supervisión permanente del cotidiano desempeño de
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los numerarios dedicados por escogencia profesional a la concreción
operativa de dicha defensa.
Si, al decir de Serra i Serra, democráticas han de ser las relaciones
entre civiles y militares, lo pertinente es deducir las implicaciones
político-prácticas a lugar con la utilización del adjetivo señalado,
pues en sí mismo hace referencia a la esencia y conceptuación del
sistema de gobierno democrático liberal. Una de estas implicaciones,
quizás la más importante dado el insoslayable hecho de que el factor
militar de la relación, al ésta concretarse, suele poner sobre la mesa la
fortaleza derivada de controlar el poder de fuego acumulado, remite
al estado ideal en que debe desenvolverse la acción de los hombres
y mujeres de uniforme: no deliberantes sobre la situación política
nacional y obedientes y subordinados a los dictados del poder civil,
sin interponer motu proprio interpretación alguna interesada sobre
la no deliberación, la obediencia y la subordinación.
Estado ideal que se resume en la siguiente apreciación emitida el 28
de marzo de 1961 por el ex presidente norteamericano John F. Kennedy, en ocasión de presentar un mensaje especial al Congreso de la
Nación, relacionado con la elaboración del presupuesto de defensa de
su país: ...«Our arms must be subject to ultimate civilian control at all
times. The basic decisions on our participation in any conflict and our
response to any threat (…) will be made by the regularly constituted
civilian authorities»...8 Estado ideal que jamás tendrá posibilidad
alguna de materializarse con relativo éxito si su construcción recae
en la mera voluntad y disposición anímica de la oficialidad, siempre
proclive a conquistar crecientes grados de autonomía de acción. Para
decirlo coloquialmente, el que se coge un dedo se coge la mano, y el
brazo también, si avizora la oportunidad para hacerlo. Si la restricción
a la autonomía de acción del sector militar se pretende descanse en
8
Citado por Samuel E. Finer: The Man on Horseback: The Role of the Military in Politics. Londres, Pall Mall
Press, 1976, p. 25. Traducción libre de Luis Alberto Buttó: …«Nuestras armas deben estar sujetas al control
civil en todo momento y en última instancia. Las decisiones fundamentales sobre nuestra participación en
cualquier conflicto y sobre nuestra respuesta a cualquier amenaza (...) se realizarán bajo la regulación de
las autoridades civiles constituidas»...
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la propia aceptación de éste de la necesidad de establecer y aceptar
mecanismos limitantes en tal sentido, es iluso pensar que en esa
dirección se encaminará sin revuelo la totalidad de los depositarios
de las armas de la república.
En América Latina, particularmente, la anterior aseveración muestra
rasgos de constante histórica. El liderato civil está obligado a hacer su
parte y a hacerla bien. Si descuida el estudio meticuloso y constante
de la realidad militar y de las relaciones que desde allí se establecen
para con él, con muy poco alcance (por no decir ninguno) podrá
ejercer tal liderazgo; vale decir, en cualesquiera situaciones estará
imposibilitado de garantizar la no deliberación de los integrantes de la
fuerza armada y tampoco podrá ordenar y reclamar el cumplimiento
de las órdenes impartidas ni relacionarse en condición de superior
jerárquico con quienes en teoría, juramento de por medio, aceptan
tal subordinada condición.
Necesariamente, el acabado conocimiento de cómo operan las relaciones civiles y militares al interior de una sociedad dada (esto es: las
diversas aristas que confluyen en la individualización del problema
como objeto diferenciado del saber humano) es herramienta fundamental que ayuda en la tarea de construir el carácter democrático que
el citado ex funcionario español alertó como necesario y conveniente
para regir las interrelaciones establecidas y por establecerse entre la
élite civil gobernante y los operarios directos de la defensa nacional.
Más concretamente, las reglas básicas de la democracia hablan de,
por lo menos, similitud apreciable en el manejo de la información a
partir de la cual se vinculan los diversos actores involucrados en el
juego político. Si los civiles entran a relacionarse con el mundo militar sin conocer con aceptable profundidad los intersticios de éste,
corren con un pesado handicap en contra en la puja por hacer valer su
supremacía de Derecho en dicha relación y en estas condiciones los
militares encuentran terreno fértil para incursionar en la contienda
descrita alterando el equilibrio esperado al respecto, pues el debate
argumental se constriñe a posición subalterna y el factor decisivo (la
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última ratio) descansa en el uso de las armas o la amenaza de usarlas,
eje transversal del proceder pretoriano.
En este sentido, es perentorio para el mundo civil no perder de vista
la consideración de tres fenómenos que, a decir de Peter D. Feaver,
juegan papel importante en la estructuración de las relaciones civiles
y militares en un determinado país. Dichos fenómenos pueden observarse con relativa facilidad si priva en el análisis la lógica correspondiente. Para el autor de marras, vistas las características inherentes
a la profesión militar y considerando con especial interés el tipo de
información detallada, menuda y especializada sobre la operación
concreta del sector defensa que los uniformados tienden a manejar
como resultado de ser la ejecución de la guerra su proceso clave
distintivo, las relaciones entre los hombres y mujeres de uniforme y
la élite civil gobernante, en la mayoría de los casos, están signadas
por la ocurrencia de la asimetría de la información (Information Asymmetry), la selección adversa (Adverse Selection) y el riesgo moral
(Moral Hazard).9
En pocas palabras, la reserva en manos del sector uniformado de la
sociedad de datos valiosos relacionados con el manejo detallado de
las operaciones militares (detalles propios de la escenificación del
combate, logística relacionada, etcétera) dificulta, de manera significativa, la evaluación exhaustiva de la conducta de los encargados de
administrar la coerción y fuerza legal del Estado por parte de la élite
civil gobernante, en teoría con el mandato legal de llevar a cabo, de
manera continua y permanente, dicha evaluación. El asunto se agrava
si por la imposibilidad de efectuar cabalmente la evaluación prevista,
los civiles gobernantes no acumulan la capacidad indispensable para
prever, con el mínimo margen de error aceptable, el posible curso de
acción a asumir por los militares ante una determinada situación
política.
9
Peter D. Feaver: Delegation, Monitoring, and Civilian Control of the Military: Agency Theory and American
Civil-Military Relations. Tomado de: http://www.wcfia.harvard.edu/olin/publications/workingpapers/civil_military/no4.htm. Consultado el 30/10/2007.
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En concreto, y esto es lo más peligroso en términos de mantener
el equilibrio del sistema democrático liberal, los civiles no pueden
llegar a saber si el espíritu de las órdenes impartidas prevalece en su
cumplimiento, si estas órdenes se cumplen según lo esperado o si una
facción importante de la fuerza armada es proclive a la organización
y ejecución de un golpe de Estado. Y éstas, huelga decirlo, en nada
son consideraciones baladíes, pues en los tres casos la ecuación se
invierte y el poder real termina descansando en los cuarteles.
Por otra parte, el insuficiente conocimiento y manejo de la información señalada, puede crear un indeseable marco de acción en el cual
los civiles en control del Estado y ejercicio del gobierno cometan
errores garrafales a la hora de diseñar y poner en práctica políticas
relacionadas con el sector defensa, bajo el supuesto equivocado de que
dichas políticas responden a las necesidades globales de la sociedad,
cuando en realidad obedecen, en muchos casos a la chita callando, a
los intereses particulares de ciertas facciones de la fuerza armada (las
con mayor capacidad de influir sobre y/o manipular al bando civil) o a
los intereses generales desprendidos del espíritu de cuerpo presente
en la organización castrense; esto es, selección adversa.
Obviamente, al producirse este último fenómeno, como elemento de
significativa importancia en la configuración del cuadro global en que
determinados factores se conjugan para empujar un específico curso
de acción, los militares con aspiraciones pretorianas encuentran el
caldo de cultivo adecuado para avanzar en sus aspiraciones de poner
al grueso de la sociedad bajo su control directo o indirecto. Amén de lo
anterior, la asimetría en el manejo de la información genera el riesgo
moral de que los civiles gobernantes, en tiempo de paz, no puedan
determinar, con el grado de exactitud necesaria, si los militares están
haciendo todo lo conducente (entrenamiento, instrucción, etcétera)
para que su desempeño en tiempo de guerra (vistos los objetivos de
mantener la integridad territorial y garantizar la soberanía nacional)
se adecúe a los parámetros establecidos en este sentido por el sector
civil en control del Estado y ejercicio del gobierno.
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Sin conocer el tipo de información requerida y sin disponer del
acceso a ella en tiempo real, el sector civil, supuestamente en posición dirigente con respecto al control de las maquinarias estatal
y gubernamental, está en la práctica severamente limitado para
ejecutar las funciones de supervisión que se espera desarrolle sin
cortapisas, dado el mandato recibido del colectivo nacional. En
este caso, se corre el albur de que la fuerza armada resulte incompetente en el cumplimiento de la misión y funciones asignadas
y/u ostente grados inaceptables de autonomía en su desempeño
cotidiano, asaz contradictorios a la existencia de un efectivo control
civil democrático.
Por ende, es tarea impostergable del liderazgo civil de la sociedad
evitar que se produzca (y quebrar en caso de que ya esté ocurriendo) la asimetría de la información en materia de relaciones civiles
y militares, tanto por la peligrosidad implícita en ella misma, en
tanto y cuanto elemento con capacidad de potenciar los grados
de maniobrabilidad política de los depositarios de las armas de
la nación, como por la posibilidad de que de allí se desprenda la
selección adversa y se corra, sin necesidad alguna, el riesgo moral
subyacente. Lógicamente, tal aspiración (justa y valedera si realmente se pretende que la subordinación militar a los dictados de
la élite civil gobernante se concrete en todas las formas habidas y
por haber) tendrá opción de materializarse con relativo éxito si y
solo si el mundo civil logra acumular el conocimiento requerido y
dispone de él a su leal saber y entender. Para decirlo con la mayor
claridad posible, si los militares monopolizan el debate sobre lo
militar por atesorar ellos en exclusiva o primacía la información
correspondiente, es casi inevitable que entren en graves desavenencias con el sector civil de la sociedad y ...«En caso de que se produzca
un desacuerdo entre las fuerzas armadas y la sociedad, surgirán
choques, rupturas y conflictos, con serios daños a la estabilidad, a
la libertad y a la paz social»...10
10
Luis Paulo Macedo Carvalho: «El papel de las Fuerzas Armadas en el Siglo XXI», en Military Review
(edición hispano-americana), 3 (USA, 1996), p. 21.
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En vista de lo anterior, en el sector civil de la sociedad deben activarse
y sostenerse de manera permanente equipos y/o centros de investigación que coadyuven a generar opinión sólidamente documentada,
pertinente, relevante y oportuna sobre el ámbito militar visto como
un todo; en otras palabras, consecuentes productores de opinión
realmente alternativa que sirva de férreo soporte a la toma de decisiones implícita en la operación de la defensa nacional, responsabilidad
indelegable de los representantes de la voluntad popular. Equipos
y/o centros de investigación que indaguen de manera sostenida en
temas cuyo impacto estratégico y táctico sobre la actuación de la
fuerza armada es innegable.
A manera de ejemplo y sin ánimos de agotar el punto, pueden identificarse algunos de los ítems de indispensable consideración en este
sentido: nuevos y reales desafíos y amenazas a la seguridad externa;
situaciones de crisis (nacionales e internacionales); operaciones de
establecimiento, soporte y/o mantenimiento de la paz; liderazgo estratégico militar; historia militar en todas sus variantes (con especial
hincapié en la historia militar contemporánea, aunque no por ello
deba descartarse la historia militar más alejada en el tiempo); condiciones, características y desarrollo de la profesión militar; guerras del
futuro; mediación entre bandos enfrentados; procesos revolucionarios y desdoblamiento de grupos irregulares en organizaciones delictivas; dinámica política, social y económica nacional e internacional
y su relación con la defensa nacional; aspectos inherentes al manejo
de los derechos humanos en situaciones de conflicto bélico; papel de
apoyo de la fuerza armada en la defensa civil; diseño, adquisición,
comercialización, transferencia, desarrollo y manejo de sistemas de
armas y tecnología bélica en general (incluye lo relativo al manejo
ilegal de dicha tecnología); desarme; sistemas logísticos y manejo de
la incertidumbre y toma de decisiones antes, durante y después de
los conflictos armados.
También: Revolución en Asuntos Militares; guerra informacional
(uso de intangibles y acciones ofensivas no cinéticas como virus,
caballos de Troya, lombrices, bombas lógicas, denegación de servicios, etcétera, para ...«afectar los procesos enemigos basados en
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la información, los sistemas de información y las redes basadas en
computadoras»...11); formulación de nuevas doctrinas militares (habida cuenta de que en la actualidad la estrategia y la táctica se han
acercado considerablemente pues amén de modificarse la forma de
combatir, lo hicieron las razones y motivos del combate y la definición de enemigo); guerra psicológica; protección de civiles (dada
la expansión del teatro de operaciones y la zona interior); normas
éticas y legales relacionadas con los conflictos bélicos y aspectos no
propiamente militares manifiestos en la disuasión, la intervención
y el repliegue, entre otros.
Obviamente, el conocimiento así generado debe divulgarse lo más
ampliamente posible de forma tal que pase a ser referente obligado
en el debate escenificado al respecto. En consecuencia, para el tratamiento de los elementos mencionados, el espacio ocupado por ediciones de libros, en revistas científicas indexadas y en otros órganos
de difusión como publicaciones periódicas de circulación masiva y
la prensa propiamente dicha (esto incluye, obviamente, los medios
de comunicación audiovisuales), debe ampliarse significativamente
con materiales sustentados en investigaciones realizadas con toda
la seriedad y acuciosidad del caso. Paralelamente, la organización
de coloquios, congresos, mesas de trabajo o grupos de reflexión,
con participación abierta a las distintas profesiones y corrientes del
pensamiento, ha de incrementarse y sostenerse en el tiempo como
práctica recurrente.
Igualmente, estudios de cuarto nivel (maestrías y doctorados o
por los menos líneas de investigación permanentes vinculadas al
tema militar en postgrados existentes) sobre seguridad y defensa
(entendidas como variables diferenciadas y no como el binomio
en que tradicionalmente se presenta esta categoría de análisis12),
11
Héctor Luis Coronado Bogarín: «La Guerra Informacional. Cyberwarfare. Mito, realidad... ¿estamos preparados para ella?», en Ejército, edición especial (Caracas, 2000), pp. 37-38.
Para la diferenciación conceptual entre la seguridad y la defensa, ver: Luis Alberto Buttó: «Seguridad y
defensa en América Latina: debate en desarrollo», en Domingo Irwin, Frédérique Langue y Hernán Castillo
(coordinadores): Problemas Militares Venezolanos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2009, pp.
87-118.
12
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ciencias y artes militares o pensamiento estratégico nacional, por
traer a colación algunas de las posibilidades que pueden explorarse
al respecto, han de crearse allí donde nos los haya. El objetivo es propiciar condiciones idóneas (especialmente en lo referido a recursos
materiales y tiempo disponible para la consecuente dedicación de los
estudiosos) para el cabal desarrollo de la investigación científica en
tópicos militares y de esta manera superar el estatus marginal que la
arrincona en muchos países latinoamericanos. Como resultado, en el
tiempo por venir (corto, mediano y largo plazo) podrá propiciarse la
memoria tecnológica necesaria para optimizar el diseño, ejecución y
evaluación de políticas y estrategias de defensa. Es momento ya de
que los improvisados pierdan papel protagónico en la discusión y se
forme y convoque a los expertos con propiedad para coordinarla y
materializarla.
Amén de todo lo anterior, un objeto de estudio de incalculable
importancia, el cual el sector civil de la sociedad está en la perentoria obligación de estudiar con sumo detenimiento para generar
y procesar la información necesaria requerida, es el constituido
por el subsistema educativo militar en todas sus variantes y modalidades. En aras de materializar en la práctica con éxito el tan
esperado control civil democrático, el mundo civil debe someter
dicho subsistema al más riguroso análisis, para que producto de la
reflexión y discusión correspondiente, la formación de los discentes
en él involucrados se adecúe a las líneas maestras trazadas por el
liderazgo civil en consonancia con la visión estratégica previamente
trazada al respecto, la cual, al ponerse en práctica, debe apuntar a
la promoción de una oficialidad plenamente profesional; vale decir,
dedicada por completo a operar el complejo campo de la guerra bajo
la orientación y órdenes de los gobernantes civiles escogidos por
voluntad mayoritaria del electorado y apartada de cualesquiera veleidades políticas. En otras palabras, una oficialidad completamente
apolítica, obediente y no deliberante.
Por todos los medios disponibles, y resulta de la dirección, retroalimentación y monitoreo irrenunciable (por ello la necesidad de gene192
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rar apropiada información al respecto), el sector civil de la sociedad
debe garantizarse que en las instituciones de educación militar sus
participantes sean preparados para la cabal valoración de la democracia liberal como bien fundamental de la humanidad implantado en
sociedades identificadas con los valores, principios y procedimientos
propios de la modernidad. El militar así educado habrá de entender,
producto de la enseñanza programada y recibida en este sentido
desde y por el sector civil, que la democracia liberal sólo puede operar
bajo la gerencia de los representantes de la voluntad popular y que
hoy en día, más que en períodos históricos anteriores, aquélla está
sometida al escrutinio internacional y las desviaciones dan pie para la
activación del rechazo y oposición correspondientes, razón por la cual
es altamente improbable la sostenibilidad de gobiernos totalitarios,
autoritarios o autocráticos, así como también de regímenes en los
cuales pretenda imponerse algún tipo de tutelaje militar, resabio de
aberrantes expresiones de pretorianismo.
El perfil del egresado de la educación militar y de la educación para los
militares (ambas siempre bajo diseño, planificación, organización,
supervisión y evaluación del sector civil en control del Estado y en
ejercicio del gobierno) debe apuntar a la formación de oficialidad y
tropa claramente conscientes de la acción a desplegar como personal formado para la realización de actos de guerra en un contexto
general que delimita de manera estricta su desempeño, de forma tal
que el papel institucional a cumplir habrá de constreñirse a esa sola
esfera del acontecer nacional (la operación de la defensa nacional) y
nunca pretender extenderse a cualesquiera otras áreas (en especial
la política) que escapan a su competencia y jurisdicción; vale decir,
apegarse sin reparo alguno ni interpretación en contrario al marco
profesional establecido de manera diáfana en la Constitución y
leyes relacionadas.
Más concretamente, bajo la orientación, guía y participación directa
del sector civil de la sociedad, el militar debe ser educado para asumir
sin cortapisas e interiorizar la enseñanza así recibida que los valores
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y principios que rigen el funcionamiento de la democracia liberal y
permiten en la praxis la operación cotidiana de las instituciones civiles (pluralismo, negociación, libertad individual, derecho al disenso,
etcétera) son incompatibles con los valores y principios reinantes en
la organización armada (jerarquización, subordinación, disciplina y
obediencia, entre los principales), motivo por el cual sólo pueden
complementarse cuando los ámbitos de acción están claramente diferenciados y los valores y principios castrenses se ponen en práctica,
como normas de conducta que son, al momento de operar la defensa
nacional bajo las órdenes y la orientación estratégico-política del
sector civil gobernante; entiéndase: en las coordenadas delineadas
por la preeminencia del control civil democrático.
Los militares defienden la patria, no la dirigen ni la arbitran. Sin
embargo, los límites de esa defensa nunca serán irrestrictos. Los militares han de defender la integridad territorial y la soberanía nacional
(entendida esta última como ...«el control eficaz de lo que sucede
en un territorio nacional dado»...13) de aquello que las autoridades
ungidas por decisión popular soberana y mayoritaria definan como
amenazas en función de los intereses estratégicos nacionales. Aun
más, los militares han de defender la integridad territorial y la soberanía nacional de la forma y con los alcances que dichas autoridades
establezcan como proceder en tal sentido. No puede ni debe haber
interesadas especulaciones al respecto.
La inexcusable contradicción en este sentido estriba en que tales
asuntos estaban bastante claros para buena parte de los padres
fundadores de nuestras repúblicas independientes y, sin embargo,
hoy día, cabalgando el siglo XXI, seguimos desoyendo sus pronunciamientos al respecto. El 8 de abril de 1813, desde su cuartel general
de operaciones sito en la población de Cúcuta, Simón Bolívar envío
a las autoridades establecidas en la capital de La Nueva Granada un
detallado informe del curso seguido en las campañas militares que
13
Max G. Manwaring: «El Nuevo Maestro del Ajedrez Mágico: el verdadero Hugo Chávez y la Guerra Asimétrica», en Military Review (edición hispano-americana), número enero-febrero (USA, 2006), p. 21.
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para ese entonces comandaba bajo la autorización de dichos funcionarios. En ese documento puntualizó lo siguiente en relación con la
manera en que habían de vincularse los hombres de armas (como él,
en ese momento) con los civiles en ejercicio del gobierno:
Yo concluyo con decir: que por los mismos medios que el
opresor de Caracas ha podido subyugar la Confederación,
por esos mismos, y con más seguridad que él, me atrevo a
redimir a mi Patria.
Yo soy soldado, y mi deber no me prescribe otra cosa que la
ciega obediencia al Gobierno, sin entrar en examinar la naturaleza de sus disposiciones, que sin duda son y deben ser
las más prudentes y justas, meditadas y concebidas con la
profundidad y sabiduría que pertenecen al Excelentísimo señor Presidente del Congreso, los miembros de aquel cuerpo
soberano, y el Secretario de Estado.14
Nueve meses más tarde, luego de conducir la historiográficamente
denominada Campaña Admirable, entrar triunfante a Venezuela y
ser proclamado Libertador, en Asamblea General realizada en un
convento de la orden religiosa de los franciscanos que funcionaba
en la Caracas de entonces, Bolívar pronunció cierto discurso en el
cual dio a conocer las siguientes apreciaciones en torno al papel a
ser desempeñado por los militares no sólo en la república que en
esos días pujaba por sobrevivir, sino también en la que en definitiva
habría de configurarse una vez concluida satisfactoriamente la guerra
de independencia:
Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas
vencedoras; he venido a traeros el imperio de las leyes; he
venido con el designio de conservaros vuestros sagrados
14
Archivo del Libertador. Oficio del Libertador Simón Bolívar dirigido al Secretario de Estado del Gobierno de
la Unión, desde Cúcuta el 8 de abril de 1813, con amplias informaciones sobre el estado de las campañas.
Documento 154. Tomado de: http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php. Consultado el
5/04/2013.
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derechos. No es el despotismo militar el que puede hacer la
felicidad de un pueblo, ni el mando que obtengo puede convenir jamás, sino temporariamente a la República. Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria.
No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor
de su libertad. Sus glorias deben confundirse con las de la
República; y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la
felicidad de su país. He defendido vigorosamente vuestros
intereses en el campo del honor, y os protesto los sostendré
hasta el último período de mi vida. Vuestra dignidad, vuestras glorias serán siempre caras a mi corazón; mas el peso
de la autoridad me agobia. Yo os suplico me eximáis de una
carga superior a mis fuerzas. Elegid vuestros representantes,
vuestros magistrados, un gobierno justo; y contad con que
las armas que han salvado la República, protegerán siempre
la libertad y la gloria nacional de Venezuela.15
Sobre el tema insistió en noviembre de 1816, cuando al escribirle desde Haití al sacerdote José Cortés de Madariaga, le pidió a éste, y por
intermedio de él a otros de los siempre olvidados (por la historiografía
venezolana tradicionalista, burdamente patriotera e infantilmente
heroica) próceres civiles de la época (auténticos progenitores de la
república independiente) que se pusieran al mando de los asuntos
del Estado y del gobierno, habida cuenta de que tal competencia era
extraña e inconveniente de ser asumida por la oficialidad combatiente:
En vísperas de partir para Venezuela, aprovecho la oportunidad de dirigir a Vd. mis últimas letras. Hasta este momento
no he podido arreglar mis asuntos, porque los obstáculos se
multiplican cuando escasean los medios; pero al fin, yo parto
con la esperanza de ver a Vd. muy pronto en el seno de la
15
Ibíd. Discursos pronunciados por el Libertador en la Asamblea celebrada en Caracas el día 2 de enero de
1814 en el convento de religiosos franciscanos. Documento 565. Tomado de: http://www.archivodellibertador.
gob.ve/escritos/inicio.php*. Consultado el 5/04/2013.
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patria, cooperando eficazmente a la construcción del grande
edificio de nuestra república. En vano las armas destruirán
a los tiranos, si no establecemos un orden político capaz de
reparar los estragos de la revolución. El sistema militar es
el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno: así, necesitamos
de nuestros próceres, que escapados en tablas del naufragio
de la revolución, nos conduzcan por entre los escollos a un
puerto de salvación. Vd. y nuestros amigos Roscio y Castillo
harían un fraude a la república, si no le tributasen sus virtudes y sus talentos, quedándose en una inacción que sería
muy perjudicial a la causa pública.16
El leitmotiv de toda la argumentación desarrollada por Bolívar en los
documentos anteriormente citados puede resumirse en el siguiente
postulado: el heroísmo de los integrantes de la fuerza armada de un
determinado país no está en comandar la patria, sino en servirla según lo dispuesto por los representantes de la soberanía popular. En
caso contrario, los cánones democráticos se desmoronan irremediablemente y el perfil de la institución armada se desdibuja de manera
grotesca al pervertirse su misión y funciones, habida cuenta de que
...«Cuando la etopeya de la profesión militar y su proceder superan
las normas sociales perceptibles, la institución armada pierde su
credibilidad y su legitimidad de propósito».17
III. Conclusiones
En su novela La última tentación de Cristo, Nikos Kazantzakis pone en
boca del personaje Barrabás la siguiente sentencia: …«Hoy, mañana
no». Ese aforismo encierra cierto mandato práctico imposible de
no ser considerado adecuadamente. Hay problemas que demandan
16
Ibíd. Carta de Bolívar al canónigo José Cortes Madariaga fechada en Puerto Príncipe el 26 de noviembre
de 1816, anunciándole la inminencia de la nueva expedición a Venezuela e invitándole a que se incorpore
a la lucha por la independencia. Documento 1724. Tomado de: http://www.archivodellibertador.gob.ve/
escritos/inicio.php. Consultado el 5/04/2013.
17
Sam C. Sarkesian: «El cambiante profesionalismo militar: educando al oficial para el proceso civil», en
Military Review (edición hispano-americana), 6 (USA, 1995), p. 70.
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atención urgente, cuyo enfrentamiento, por parte de quienes tienen
la responsabilidad de obrar en tal sentido, no puede postergarse esperando las supuestas mejores condiciones que el futuro brindará al
respecto. Así las cosas, lo que no se resolvió hoy (dada la extensión
del daño causado) no podrá ser resuelto mañana y, en el mejor de
los casos, será harto difícil resolverlo, si al final de cuentas así se
decidiese actuar.
Es tiempo ya de superar el manido tabú existente en torno al debate sobre el tema militar, tinglado erigido con base en la excusa de
preservar el secreto en aquellos asuntos atinentes a la «seguridad
nacional». A estas alturas del partido, dicho subterfugio es insostenible pues lo cierto del caso es que la más de las veces ha servido
de sospechosa e interesada justificación para que sectores retardatarios insertos y/o vinculados a la institución castrense excluyan al
mundo civil de la discusión necesaria sobre su comportamiento y
desempeño, al monopolizar (dosificar, ocultar y/o tergiversar son
verbos también adecuados para el planteo) el conocimiento de información relativa a su organización, en aras de preservar privilegios
y mantener cuotas de poder, actitud y proceder en modo alguno
política y éticamente sostenibles.
Este manejo parcializado y exclusivo de la información inherente
al derrotero y acción de la institución armada por parte de sus integrantes es, cuando mínimo, punto de partida para la autonomía
militar y la autonomía militar es terreno fértil para el cultivo de las
aspiraciones pretorianas de aquellos sectores de la fuerza armada
que de manera casi atávica persisten anclados en la creencia de
que la rebeldía ante los dictados del sector civil de la sociedad y la
consecuente conspiración para debilitar el poder político por aquél
ejercido, es conducta inherente al hecho de portar uniforme y manejar sistemas de armas. Se requiere contundencia en este punto:
el que esconde sus vicios lo hace a sabiendas de lo repugnante que
estos son, razón por la cual no se atreve a ventilarlos en público.
Si ciertas facciones de la fuerza armada en determinados países
latinoamericanos continúan demostrando acendrado temor ante
el posible hecho de que los civiles conozcan fehacientemente el
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funcionamiento de la organización que los acoge profesionalmente,
dichos civiles están en pleno derecho de pensar que alguna razón
non sancta los mueve en este sentido.
El asunto es de principios y de principios vinculados con la esencia
del concepto democracia. En última instancia, lo que está detrás
de todo intento serio por parte del sector civil de la sociedad por
indagar sobre el tema militar en general y en consecuencia generar
opinión alternativa válida, es crear las condiciones necesarias para
que el control civil democrático deje de ser una entelequia y se
convierta en realidad plenamente operativa, amén de alertar, y en
consecuencia evitar, la aparición, permanencia y/o repetición del
pretorianismo (o de su fase superior: el militarismo), habida cuenta
de que este fenómeno constituye una de las amenazas más graves a
la estabilidad, equilibrio y sostenibilidad del sistema democrático
liberal. Todo atisbo de pretorianismo, toda posibilidad de que éste
evolucione hasta configurar realidades militaristas, representa un
tiro en las alas con las que intenta volar el pájaro de las libertades
políticas y civiles en América Latina.
Ahora bien, si es criminal alentar y/o tomar parte en la cacería del
ave, también lo es no alzar las voces documentadas para denunciar los peligros desprendidos de dicha cacería. Si es símbolo de la
barbarie previa a la modernidad atentar contra los cimientos de
la democracia liberal (el control civil democrático es uno de esos
cimientos, ninguna duda puede caber al respecto), también lo es
eludir el compromiso de develar los intersticios por los cuales se
arma la tramoya conducente a la materialización de estos atentados.
Así pues, no hay justificación alguna para que el tema militar no
esté presente con carácter prioritario en la agenda de discusión del
sector civil en estas tierras sitas al sur del Río Bravo.
En síntesis, la preeminencia del sector civil en el marco de sus relaciones con la institución armada pasa por la recurrente necesidad
de manejar información oportuna, pertinente y relevante sobre
el universo militar, al punto de que aquél esté en capacidad de
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generar opinión alternativa a la proveniente del ámbito castrense
sobre la cual los portadores de uniforme pretenden estructurar en
exclusiva el funcionamiento de la defensa nacional en inaceptable
demostración de autonomía de acción. De lo contario, la ecuación
modélica se invierte y en vez de utilizar la categoría de análisis
relaciones civiles y militares es preferible, en aras de retratar con
exactitud la realidad, trocarla por relaciones militares y civiles. Mala
circunstancia ésta para la democracia.
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