la sangre eterna - Literatura Nova

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LA SANGRE ETERNA
Como cada noche desde hacía un tiempo, Fabrice abandonaba su casa para recorrer las calles de París
camino a su cita con Eliane. Desde hacía unos meses la oscuridad y el silencio de la noche eran
cómplices de los deseos de Fabrice.
Había llegado a su lugar de encuentro el Cementerio de Montparnasse, un remanso de paz en medio de
uno de los barrios de la ciudad. Después de recorrer los senderos de flores entre lápidas, recuerdos y
silencio, el silencio final. Allí sentado junto a uno de las numerosas tumbas y rodeado de una espesa
bruma, espera….
Por fin aparece Eliane. Su silueta se dibuja entre la bruma, las curvas de una Diosa vestidas con una
gasa de seda negra natural, su larga melena oscura resalta su delicada piel blanca, bella e irresistible. Su
profunda y embriagadora mirada de la que él no puede apartarse. Se funden en un abrazo lleno de deseo.
Fabrice acaricia el cuerpo de ella suavemente, el tacto de su piel es frio y ardiente a la vez, besa sus
hipnotizantes labios, son su dulce y tortuosa obsesión. Sus cuerpos se convierten en uno, la pasión deja
paso a la lujuria, entre suspiros y gemidos de placer llegan al clímax, la noche avanza, el tiempo se
acaba. Eliane lame su cuello lentamente y entonces sus instintos despiertan. Puede oler el aroma de la
sangre oxigenada que corre por las venas de Fabrice, su excitación crece…. Él siente los colmillos
clavándose en su cuello y la aparta bruscamente. La oscura criatura que habita en su interior no puede
resistirse a los placeres de la sangre.
-- No Eliane!!
-- Lo siento Fabrice, perdóname, no puedo más, no quiero hacerte daño te amo, pero no puedo controlar
mi sed de sangre. ¿Me amas Fabrice?
-- Claro que te amo, más que a mi vida.
-- Entonces ven conmigo estaremos juntos eternamente. Fabrice estaba algo confuso, su alma en un
vaivén entre su realidad y la vida eterna, la inmortalidad junto a ella, los placeres le esperaban en forma
de mujer, aquella Diosa que lo hipnotizaba cada noche.
Esa sería su última noche como mortal. Su mirada, su suave y sensual voz hicieron que se entregara a
ella sin pensar en nada más. Ella se acerco a él, cogió con suavidad su cuello y clavo sus colmillos. Tras
vaciar por completo su cuerpo Eliane se hizo unos cortes en sus venas, la sangre salía a borbotones,
acerco su brazo a los labios de él y dejo caer en su boca su sangre, una sangre que lo condenaría…
-- Bebe de mi sangre y serás inmortal como yo. La vida eterna te espera conmigo, bebe mi amor.
Mientras la nueva sangre corría por sus venas, sintió una sensación desconocida hasta ese momento, la
del eterno poder, firmando así su paso a otra vida, la de los no-muertos.
Saciado su cuerpo, quedó adormecido en los brazos de Eliane, la Reina de los súcubos lo contemplaba
extasiada, por fin tenía alguien con quien compartir su eterna soledad. Ella no lo amaba como él creía.
Antes de que los primeros rayos de sol aparecieran, se resguardaron en un panteón abandonado que les
servía de guarida, donde descansaban esperando de nuevo que el sol acabara su reinado y la luna se
alzara. Fabrice despertaba al anochecer entre pesadillas, un sudor frio recorría su cuerpo consciente
entonces de lo que había sucedido. Pensó en la única persona que le echaría de menos, su hermana
Danièle, menor que él y la única familia que le quedaba. Pero ya no había vuelta atrás, estaba condenado
a vivir eternamente. Intento ordenar su mente. Enseguida apareció ante el Eliane y le convenció con su
cuerpo, sus caricias y sus besos de lo dulce que era el sacrificio al que se había sometido.
-- Es la hora de jugar Fabrice, sígueme mi amor…
Se desplazaron hasta el Parque Monceau en busca de alguna victima para saciar su sed. Pronto Eliane
diviso un vagabundo que se encontraba durmiendo en uno de los bancos del parque.
-- Espérame aquí amor, lo prepararé para ti.
Fabrice sentía un placer intenso, estaba excitado viendo la escena de ella acercándose a su víctima. Sus
colmillos crecían de tamaño y empezaban a sobresalir a través de su boca.
-- Hola, perdona ¿estás bien? me llamo Eliane. El hombre levantaba su mirada y viendo semejante mujer
se incorporó rápidamente….
-- Hola. Ahora me parece estar en el paraíso, me llamo Eugène.
Ella, usando sus armas más sensuales, se fue acercando cada vez más a su inocente víctima. Cuando
estaba a punto de besarlo, abrió la boca, sus colmillos afilados hicieron a Eugène gritar de pánico. Ella,
con una fuerza inhumana, lo sujetó como a una marioneta y le mordió en el cuello, succionando lo justo
para dejarle sin sentido.
-- Ven aquí Fabrice, es todo tuyo, bebe….acércate y bebe, es tan excitante lamer la sangre, succionar la
vida de estos pobres mortales. Él se acercó debatiéndose entre el deseo de probar aquel fluido apetitoso
que emanaba de aquel cuerpo y el rechazo a quitarle la vida a un ser humano, algo que hasta hace poco
había sido él. Todavía quedaba en su interior algún resquicio de humanidad.
-- No, no puedo hacerlo Eliane, no me gusta este juego, déjalo vivir, por favor.
-- Que estás diciendo, ven aquí ahora mismo. Tienes que alimentarte, es tu naturaleza, no puedes luchar
contra ella. No voy a dejarlo con vida, si tú no lo haces lo haré yo.
-- No, no mataré a nadie….
La mirada de ella era fulminante y aterradora. Fabrice se dio cuenta de la verdadera naturaleza de la
criatura de la que se había enamorado. Mirándola con aquel inocente en sus brazos, veía como disfrutaba
mientras la sangre resbalaba por la comisura de sus labios, no cesó hasta acabar con la última gota de
sangre. No reconocía a su Eliane, su Diosa….
Contemplaba la escena horrorizado y solo veía a un animal. Ella levantó la mirada invitándolo de nuevo al
festín, su cara desencajada, su mirada asesina y sus labios llenos de sangre, hicieron a Fabrice huir de
allí.
Después Eliane corrió tras él, que había regresado al panteón. Aturdido por la escena y confundido por
los deseos de sangre que había experimentado.
-- Tómatelo como un juego Fabrice o la victima acabaras siendo tú. Ya no eres de los suyos, eres como
yo, un vampiro y necesitas la sangre humana. Te quería para que me acompañaras en mis juegos, que
disfrutáramos del placer de matar y del placer carnal, pero así no me vales Fabrice, piénsatelo, tienes
toda la eternidad…
Las noches pasaban y Fabrice se alimentaba de animales vivos o muertos que encontraba en el parque.
Mientras ella se paseaba en busca de victimas, Grabielle, Florian… los nombres no importaban, sólo eran
piezas apetitosas que desangrar, ella disfrutaba torturándolos, sintiendo el terror que experimentaban, la
mirada de pánico la excitaba todavía más. Los dos estaban completamente distanciados, él había pasado
del amor al odio tan rápido como de la vida a la inmortalidad. Aprendió a controlar sus instintos, su sed de
sangre humana. Sabía que mientras por sus venas no corriera la sangre de un mortal y no probara el
placer de matar, sus recuerdos y lo que le quedaba de alma permanecerían intactos.
Se sentía engañado cruelmente por aquella criatura sin alma. Fabrice no podía soportarlo más, cada
noche al despertar tenía el mismo deseo… Quiero volver a la vida, quiero envejecer y poder morir.
Decidió entonces que acabaría con ella.
Tenía que darse prisa, el tiempo que tenía mientras ella se refugiaba en su tumba y el amanecer era
escaso. Esa idea le rondaba hacía días, por eso aprovechaba los objetos que las victimas de Eliane
llevaban consigo, se acercaba una vez ella había abandonado el cuerpo y rebuscaba. Así se hizo con una
daga, su empuñadura era dorada y una serpiente la envolvía. Y llego el día que tanto había planeado….
Esperó a que regresara a su tumba y cuando se quedó dormida, cogió la daga y, sin pensárselo, se lo
clavo en el corazón, un golpe certero que hizo que arqueara su cuerpo, abrió sus ojos y viendo quien
estaba acabando con su vida gritó, su grito fue desgarrador. Corrían ríos de sangre, la de sus víctimas.
Ella intentaba en vano atacar a Fabrice, mostraba sus colmillos todavía ensangrentados, él retorcía la
daga desgarrando por completo el corazón hasta que Eliane sin fuerzas cerró sus ojos. Frabice
contemplaba aquellos labios excitantes que le habían condenado a la eterna oscuridad, prefería
permanecer solo que seguir siendo testigo de la muerte de todas aquellas personas.
Después, como había visto tantas veces en las películas de vampiros que le fascinaban, cogió con fuerza
la daga y la decapito. Más tarde quemó su cuerpo acabando para siempre con Eliane. Volvió a su tumba
antes de que amaneciera por completo.
Un año más tarde…….
Como cada noche desde hacía algún tiempo Evelyne, una chica solitaria de aspecto gótico con una larga
melena negra, ojos de un azul grisáceo intenso, acudía a su cita en el cementerio de Montparnasse. Allí
sentada sobre la tumba de su mejor amigo con quien había compartido su afición por los temas oscuros,
leía una y otra vez el epitafio" Más Allá de la vida….hay otra vida, espérame allí hermano. Camino
hacia ti, Daniéle" . Los ojos de Evelyne se llenaban de lágrimas.
Entonces apareció él….
-- Abrázame fuerte Fabrice, se me rompe el alma cada vez que leo esto. Tu hermana no pudo soportar tu
ausencia, la soledad. Pensó que quitándose la vida estaría junto a ti de nuevo. Cuando leí su mensaje en
la nota que dejó antes de suicidarse comprendí lo que pensaba hacer pero no llegué a tiempo. Mi corazón
se hizo pedazos, quisiera haberle gritado que ese no era el camino que la llevaría a tu lado.
-- Siempre te he querido Fabrice, llévame contigo, hazme tuya eternamente. No soporto más esta
soledad, esta vida….
Fabrice sabia a lo iba a condenar a su amiga pero egoístamente cedió a sus deseos, el ritual se repetía y
Evelyne despertó a la no-vida eterna.
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