pdf Pollos de Campo. Capítulo 1 [Fragmento]

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Capítulo 1
i. Jti la cocina estrecha de una casa rodante
Broch-Pinchon modelo '89, la Gran Rita espumaba
una olla de puchero.
Con movimientos de sacerdotisa en trance aventaba los terribles vapores para descubrir la superficie
del caldo, donde flotaban islotes de una sustancia barrosa. Rita los colaba meticulosamente y los depositaba sobre las hojas de un diario viejo. De paso, interrogaba las entrañas del recipiente para que le fuera revelado el estado de cocción de los elementos.
El perfume combinado del osobuco y las verduras, más sólido que el humo, la alteraba y estimulaba
sus sentidos. Entornados los ojos, anhelante, trémula,
echaba la cabeza hacia atrás y se secaba con el dorso
de la mano la frente cubierta de sudor. Los gestos evocaban rituales antiguos celebrados en cavernas sulfurosas. Tendrá varios estremecimientos proféticos.
Rita era inmensa. No gorda, grande. Armoniosa
en la forma, sólo que ante ella el espacio retrocedía,
se replegaba para dejarla ser. Fuera de la teatralidad
de sus ademanes, en la minúscula cocina creaba el
efecto dislocado de una niña gigante atareada con su
regalo de Reyes, evolucionando entre hornallas y cucharines de lata. La misma olla del puchero parecía
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un juguete amenazado bajo la enormidad de su pechuga. Llevaba un vestido con motivos selváticos donde proliferaban lianas, orquídeas multicolores, plantas parásitas y toda clase de vegetación bravia, y un delantalito blanco, breve, que estiraba los brazos para ceñirse a su cintura pero se perdía, intimidado, entre el
ramaje del vestido.
En el exterior de la casa rodante sucedía una tormenta descomunal. La clase de tormenta que sólo se
produce sobre el final del invierno, a medianoche, en
un baldío del conurbano bonaerense. La ferocidad
del agua aporreando la carrocería de aluminio desaconsejaba cualquier intento de ventilar la Pinchón; de
ahí que, a causa del humo, la visibilidad era casi nula.
Truenos y rayos proporcionaban el fondo adecuado
para la ceremonia de Rita y también para las graves
circunstancias en que se encontraban ella y los otros
tres que estaban ahí dentro.
Los otros tres eran: Mimí la Elástica, contorsionista; el Mago Jesús, diestro en trucos de prestidigitación; v el Oso, ciclista.
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