TEMA 2: * EL GIRO ANTROPOLÓGICO: LOS SOFISTAS Y

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Tema 2: el giro antropológico: los sofistas y Sócrates
Índice de contenidos índice
1.
El giro antropológico
2.
Características generales de la sofistica.
3.
El desarrollo de la sofística.
3.1.- Los sofistas más destacados.
3.1.1.- Protágoras y el relativismo.
3.1.2.- Gorgias y el escepticismo.
4. Convencionalismo: el debate physis-nómos.
4.1. El convencionalismo aplicado a la política.
4.2. El convencionalismo aplicado a la moral.
5.
Sócrates
5.1. Antirrelativismo
5.2. Intelectualismo moral
5.3. El método socrático: ironía y mayéutica
6.
La herencia de Sócrates
7.
Vocabulario
1
1.- El giro antropológico
En el siglo V. a. C. la ciudad de Atenas se convierte en la polis que reúne mayor poder
político y económico. Atenas alcanza su máximo esplendor cultural y se convierte en el centro de
atracción para los intelectuales. Los pensadores de la época aparcan la investigación de la physis y
centran su atención en cuestiones relacionadas con el ser humano, con la educación, la política y
las costumbres. Para hacer referencia a esta reorientación, se suele utilizar la
expresión giro
antropológico.
Pericles extiende la democracia a todos los que poseen el estatus de ciudadanos y la
convierte en la forma de gobierno donde el poder de la palabra (logos) cobra la mayor
importancia. El gobierno de la ciudad se realiza a través de la participación de los ciudadanos libres.
Las decisiones se toman en la asamblea, en el ágora, donde, reunidos los ciudadanos con derecho a
voto, exponen sus distintas posiciones. Además, y como clara consecuencia de lo anterior, aparece la
necesidad de una “educación cívica y política”, es decir, los atenienses tomaron conciencia de la
importancia de una buena formación para alcanzar el poder: saber es poder. Como las decisiones más
importantes que afectan a la polis las toma la asamblea, si se desea el triunfo, el político debe ser un
buen orador para manejar a la masa. Saber y saber expresarse se convierten en algo fundamental para
tener éxito en la vida política, y son precisamente estas enseñanzas las que los sofistas ofrecen en sus
escuelas. 1
Es la época de los sofistas y de Sócrates. Después de la Filosofía Presocrática, el centro de
interés de la filosofía va a sufrir un cambio radical: de la preocupación por la naturaleza (physis)
se va a pasar a la preocupación por el hombre y su convivencia en la vida social (polis).
2. Características generales de la sofistica.
Inicialmente, el término sofista (sophistés) tenía un sentido positivo, ya que era sinónimo
de sabio o experto en alguna actividad; pero, a partir de finales del siglo V a. e., adquirió un
sentido negativo, por varias razones:
-
La fuerte reacción antidemocrática surgida en Atenas a finales del siglo V;
1
Para saber más de la situación política y el momento histórico que se vivía, ver las notas al final
del tema.
2
-
El desarrollo de ciertas ideas y actitudes que chocaban con las creencias
tradicionales de los griegos, como la defensa del relativismo, del agnosticismo o el hecho
de cobrar por enseñar;
-
Las duras críticas que contra ellos vertieron determinados filósofos -entre ellos, Platón y
Aristóteles- y escritores griegos.
Los Sofistas no constituyen una escuela o corriente de pensamiento homogéneo, pero
podemos destacar algunos rasgos comunes:
A.- Son los primeros profesionales de la enseñanza. Para ganarse la vida alquilan pequeños
locales y se dedican a enseñar a los hijos de los ricos y los acomodados pero cobrando, cosa inaudita
en aquellos tiempos. Son críticos con la cultura y la educación tradicionales. Ofrecían conocimientos
generales sobre física, geometría, leyes, música, etc.; es decir, prácticamente, sobre todos los temas.
Ahora bien, como su objetivo era preparar a los ciudadanos para una participación exitosa en la vida
pública, sus enseñanzas se centraban en la oratoria (arte de hablar con persuasión), la retórica (arte de
construir bellos discursos) y la erística (técnica de discutir que busca vencer, y no convencer, al
contrincante).
B.- El escepticismo: supuestamente se debe a la influencia de Heráclito, si todo cambia y
nada es estable entonces es imposible un saber seguro y necesario. Veremos esta característica
más ampliamente cuando estudiemos a Gorgias.
C.-. El relativismo: tesis epistemológica, moral y política que sostiene que las verdades,
valores y leyes dependen de las condiciones, momentos y circunstancias en que son formuladas.
Lo que se considera bueno o malo, justo o injusto, no es fijo, absoluto o universalmente válido e
inmutable. Veremos ampliamente el relativismo cuando estudiemos a Protagoras.
D. El subjetivismo: cuando las verdades, valores y leyes dependen de condiciones
“internas” al sujeto, entonces hablamos de subjetivismo. Por tanto, la verdad y el bien no están en
la cosa, sino en el sujeto, nada es objetivo.
E. Indiferencia moral y religiosa: los Sofistas son conscientes de que cada pueblo tiene sus
propios dioses y sus propias costumbres. Por eso concluyen que los dioses son sólo una imagen de
cómo los hombres se ven a sí mismos.
F. El convencionalismo político y moral: el Derecho y la Moral no se basan en leyes
naturales, las leyes pueden cambiar, y son resultado de las convenciones humanas.
3
G. El oportunismo político: lo que importa no es tanto la verdad como ser persuasivos y
elocuentes interviniendo a favor no de las causas más nobles, sino de las más oportunas.
H. El utilitarismo: el discurso tiene como meta conseguir los fines de quien lo utiliza, la
verdad no importa, sino persuadir al auditorio para que apoye nuestros intereses.
I. Cierta frivolidad: al desprestigiarse el contenido del discurso se le da cada vez más
importancia a la forma, a los adornos, los detalles y la retórica.
3.- El desarrollo de la sofistica
Podemos distinguir dos generaciones de sofistas:
• Primera generación: está formada por pensadores extranjeros -no ateniensesanteriores a la guerra del Peloponeso, interesados por la posibilidad y los límites del
conocimiento humano, así como por la naturaleza del lenguaje. Los más destacados son
Protágoras, Gorgias, Hippias y Pródico.
• Segunda generación: posterior ya a la guerra del Peloponeso, está constituida por
pensadores –algunos de ellos nacidos en Atenas- interesados en la naturaleza y el origen de las
normas sociales y morales. Los más representativos fueron Calicles, Critias, Trasímaco y Antifón.
3.1.-Los Sofistas más destacados: Protágoras y Gorgias.
3.1.1.-Protágoras y el relativismo.
Es el representante más importante de los Sofistas. Las cosas ni son, ni no son. Las cosas
están en perpetuo cambio. La expresión más célebre del relativismo es esta frase de Protágoras
(485-411 a.e.): «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de
las que no son en cuanto que no son». Con ella, está afirmando un relativismo de las cualidades
sensibles y de los valores. Las cosas son lo que a mí me parecen ser; no hay diferencia entre ser y
aparecer. El aire es frío, desde el momento en que siento -a mí me parece- frío; una determinada
acción es justa, desde el momento en que a mí me parece justa. La cualidad sensible –el frío- y el
valor –la justicia- son lo que a mí me parecen ser.
Protágoras reconoce la incapacidad de la razón humana para acceder a la comprensión de
la realidad. La razón es más limitada de lo que se había pretendido. Nuestro conocimiento parte
de los datos que nos ofrecen los sentidos; y no nos es posible rebasar los límites que nos
impone el ser individuos y estar circunscritos a nuestra experiencia personal.
El
ser
humano
deforma
–podemos
decir,
subjetiviza- lo
real,
al
intentar
comprenderlo. Para cada persona, será cierto aquello que reconoce como tal, según su
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circunstancia personal. Por ello, es imposible establecer un criterio de verdad que sea universal; es
decir, que sea válido para todos. Sólo puede hablarse de verdad relativamente.
Esta misma conciencia de los límites del conocimiento humano, lleva a Protágoras a
declararse agnóstico, respecto a la cuestión de la existencia o no existencia de los dioses: ni afirma
ni niega su existencia; simplemente rechaza pronunciarse sobre este tema, porque considera
que es un problema que escapa a las posibilidades del conocimiento humano.
Y, si nada podemos afirmar acerca de los dioses, es normal que seamos nosotros,
los seres humanos, quienes decidamos en cada momento sobre los valores que van a regular la
convivencia.
Debe existir una armonía entre physis y nomos: la ley no está en contradicción con la
naturaleza sino que es una especie de desarrollo o apéndice de ella, que la perfecciona.
3.1.2.- Gorgias y el escepticismo.(490-390 a.e.)
Reaccionó contra los razonamientos de los eléatas de un modo algo distinto al de
Protágoras: mientras éste mantenía que todo es verdad, Gorgias sostuvo, precisamente, lo
contrario; es decir, que no hay verdad. Autor del famoso argumento a favor del escepticismo
absoluto. El argumento está inspirado en Parménides, pero para criticarlo, y es el siguiente:
1. «Nada hay o es;
2. si lo hubiera, no podría ser conocido para el hombre;
3. y si fuera conocido, no podría ser comunicado su conocimiento a los demás por medio del
lenguaje».
Para Gorgias, las palabras responden a la experiencia que de la realidad tiene el que las
pronuncia. Ahora bien, la realidad experimentada por el que habla no es la misma que la realidad
experimentada por el que escucha. Luego el que habla no comunica la realidad al que escucha,
puesto que no la comparte con él. Es decir, la realidad es la realidad experimentada por cada cual,
y, por tanto, el hecho de que las palabras sean las mismas no supone ni garantiza que la realidad
sea la misma para los distintos hablantes.
Gorgias, piensa que el lenguaje no es un instrumento adecuado para expresar lo que las
cosas son, sino un instrumento de manipulación, un arma para convencer e impresionar a las
masas. Si se dominan las técnicas adecuadas, el lenguaje es un medio para imponerse a los demás.
De ahí, la importancia que este sofista concede a la enseñanza de la retórica.
4.3. Convencionalismo: el debate physis-nómos
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El convencionalismo es la doctrina política y moral de los sofistas, estrechamente ligada al
relativismo y al escepticismo. Dicha doctrina podría resumirse así: tanto las instituciones y leyes
políticas como las normas e ideas morales son convencionales. Esta afirmación implica, por parte
de los sofistas, la defensa de que las leyes, las instituciones son el resultado de un acuerdo o
decisión humana: son así, pero nada impide que sean o puedan ser de otro modo. Esto es
precisamente lo que significa el término “ convencional ” : algo establecido por un acuerdo y que,
por tanto, nada impide que pueda ser de otro modo, si se estima conveniente. Esta consideración
supuso una revolución con respecto a la tradición griega anterior.2
4.3.1. El convencionalismo aplicado a la política
En su acepción más general, el término griego nomos significa ley; es decir, el conjunto de
normas políticas e instituciones establecidas que acata y por las que se rige una comunidad
humana. Toda comunidad humana posee unas leyes, unas instituciones, y es perfectamente
comprensible que los seres humanos se pregunten por su origen y naturaleza. En tiempo de los
sofistas, la experiencia sociopolítica de los griegos se había ensanchado definitivamente, gracias a
estos tres factores:
- El contacto con otros pueblos y culturas, que les permitió constatar que las leyes y costumbres
son muy distintas en las distintas comunidades humanas.
- La fundación de colonias por todo el Mediterráneo, que implicaba redactar una constitución para
cada nuevo asentamiento.
- Su propia experiencia de sucesivos cambios de constitución.
Estas experiencias llevaron a los sofistas a la convicción de que las leyes y las instituciones
son el resultado de un acuerdo o decisión humana: son así, pero nada impide que sean o puedan
ser de otro modo. Esto es precisamente lo que significa el término convencional: algo establecido
por un acuerdo más o menos libre entre las personas, y que, por tanto, puede cambiarse, si se
estima conveniente.
4.3.2. El convencionalismo aplicado a la moral
Nuevamente aquí se vuelve a reproducir la tesis general que plasmábamos antes, al afirmar
que lo que se considera bueno y malo, justo e injusto no es fijo ni universalmente válido, sino que
depende de quién, dónde y cuándo lo considere. Es decir, también la moral es convencional.
2
Ver notas
6
Para llegar a esta conclusión, los sofistas contaban con un argumento doble:
1.
La falta de unanimidad acerca de qué es lo bueno, lo justo, etc.
2.
La comparación entre las normas de conducta vigentes y la naturaleza humana .
Con respecto a lo primero, esa falta de unanimidad salta a la vista, no sólo cuando
comparamos los criterios morales de unos pueblos con otros, sino, incluso, cuando comparamos
los criterios morales de individuos y grupos que forman parte de una misma sociedad.
En cuanto a lo segundo, los sofistas están de acuerdo en que lo único verdaderamente
absoluto, inmutable –y, por tanto, común a todos los hombres- es la naturaleza humana. Y, puesto
que la naturaleza es dinámica, es decir, es el principio de las actividades y operaciones propias de
un ser, sólo será posible conocer la naturaleza humana observando el modo propio e intrínseco natural- de comportarse los hombres.
Pero la búsqueda del modo natural de comportarse los seres humanos no es nada fácil, ya
que nuestro comportamiento está moldeado por la cultura ¿Qué es, pues, lo natural en el ser
humano? De un modo general, cabe responder que natural es lo que queda, cuando eliminamos
todo aquello que hemos adquirido a través del aprendizaje social. Y eso que queda es,
precisamente, lo que observamos en el comportamiento del animal y del niño. Los sofistas utilizan
el animal y el niño como modelos de lo que es la naturaleza humana no moldeada aún por la
cultura. De estos dos modelos deducen que sólo hay dos normas naturales de comportamiento:
placer;
rte: entre los animales, el macho más fuerte domina a los demás.
Por tanto, la moral vigente, al ir contra estas normas naturales, es antinatural; no sólo es
convencional, esto es, resultado de un acuerdo, sino que, además, es contraria a la naturaleza.
5. Sócrates.
5.1.- Sabio y ciudadano
Sócrates es un ciudadano ateniense nacido en el 470 a. C. y muerto en el 399 a. de C. A
pesar de ser coetáneo de los sofistas -tiene unos cincuenta años en tiempos de la sofística- estuvo
en contra de sus doctrinas, aunque muchos atenienses le tomaran por un sofista más por dedicarse
también a la enseñanza. Se nos lo ha descrito como "un hombre enamorado de su ciudad, poco
escrupuloso con los deberes familiares, feo y , según dicen, de costumbres un poco dudosas, pero
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de una gran personalidad y originalidad; una mezcla entre pensador puro, político y líder
carismático pero controvertido, hecho que provoca la fascinación de una parte de Atenas pero
también el odio de otro sector".
Sócrates era un hombre con carisma, y con una excepcional capacidad de fascinación, y
que asume, espontáneamente, la defensa de las costumbres y las instituciones de Atenas,
constituyéndose en una especie de conciencia pública que denuncia la corrupción y fustiga el vicio
a diestro y siniestro, lo que le hace merecer el sobrenombre del "tábano de Atenas".
Una conspiración de sus opositores le lleva a juicio bajo las acusaciones de impiedad y de
corromper a los jóvenes. Es condenado a muerte o al ostracismo, pero Sócrates eligió morir pese a
haber podido huir de la cárcel. En el 399 bebe la cicuta, un veneno mortal como cumplimiento de
la condena y muere. Parece ser que argumentó que no huyó de la cárcel y prefirió morir porque no
quería abandonar su ciudad y como expresión de su obediencia y respeto a las leyes de la ciudad,
aunque éstas hubieran sido aplicadas de modo injusto contra él mismo.
Sócrates no escribió ninguna obra, tal vez porque consideraba que el diálogo, la
comunicación directa e interpersonal, es el único método válido para la filosofía. Por ello, la
figura de Sócrates es tal vez el último exponente de la sabiduría oral en un contexto en el que ya
iba ganando terreno la expresión escrita. Tanto la imagen que poseemos de él como su
pensamiento nos han llegado, principalmente, a través de los diálogos escritos por Platón, que fue
ferviente alumno suyo.
5.2- Sócrates frente a los sofistas: el antirrelativismo socrático y su concepción
de la virtud.
Sócrates, como muchos otros atenienses, no está de acuerdo con el relativismo de los
valores que tanto había seducido a una parte de la juventud ateniense, porque, este relativismo todo está permitido- amenazaba de muerte su ciudad, uno de sus sueños más preciados. Para
Sócrates la verdad existe y la podemos conocer. Con ello, Sócrates critica el escepticismo y
relativismo de sus contemporáneos Sofistas. La verdad no está en el mundo exterior, sino que está
en el interior de cada uno (daimon).
En efecto, Sócrates pensaba que si cada uno entiende por justo y por bueno una cosa
distinta, si para cada uno las palabras “bueno” y “malo”, “justo” e “injusto” poseen significaciones
distintas, la comunicación y la posibilidad de entendimiento entre los hombres resultará imposible.
Por ello, para Sócrates la tarea más urgente es la de restaurar el valor del lenguaje como vehículo
de significaciones objetivas y comunes para toda la comunidad humana. De ahí la necesidad de
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tratar de definir con rigor y exactitud los conceptos morales ( bien, justicia, etc. ), tarea a la que
Sócrates dedicó su vida. La virtud debe aparecer como el resultado de una búsqueda racional
infatigable, en el curso de la cual el ser humano se va adentrando en sí mismo a medida que va
desechando todas las falsas opiniones. Es la búsqueda de la definición, del concepto a través de la
razón y la introspección. Al final, la virtud consistirá en resistir los impulsos particulares, que sí
son relativos y egoístas, para seguir los mandatos universales de la razón
Así pues, la primera labor que se habrá de proponer será la búsqueda de la correcta
definición de estos conceptos, una definición que sea universal y válida para todos.
Para Sócrates, los conceptos morales, aparte de ser objetivos, son unívocos, es decir, son
de un modo único, al margen de lo que cada persona, cada comunidad o la especie humana en su
conjunto piensen. Así, por ejemplo, la idea de justicia se nos impone a todos por igual. Y lo
mismo ocurre con los demás conceptos morales: su significado es el que es, con independencia de
cualquier otra consideración de la voluntad humana.
De los sofistas se distingue, fundamentalmente, en tres aspectos:
- El modo de enseñar. No cobra por sus enseñanzas, ni lo hace en lugares cerrados sino que
aprovecha los mercados, las casas de los amigos, el gimnasio, el ágora o cualquier lugar donde
haya gente que quiera escucharlo. No enseña sólo a las elites sino a todo el que lo desea, aunque
su enseñanza estuviera preferentemente dirigida a los jóvenes. Adopta un método de enseñanza
totalmente opuesto. Los sofistas pronunciaban largos discursos y comentaban textos de autores
antiguos. Sócrates rechaza los largos discursos, porque impiden discutir paso a paso las
afirmaciones del orador, y los textos antiguos, porque no es posible preguntar a sus autores, éstos
no pueden ofrecer aclaraciones de lo que escribieron. Sócrates emplea la palabra y el discurso,
pero de ellos hace un uso diametralmente opuesto al de los sofistas. A diferencia de los sofistas,
no empleará un discurso grandilocuente (la retórica), ni intentará seducir a las multitudes para
hacerles cambiar de opinión o de intención de voto. El único método válido para Sócrates es el
diálogo (la dialéctica), la pregunta y la respuesta, con la intención de que sea su interlocutor el que
llegue a la verdad por sí mismo. Su interés no se halla en hacer carrera política sino en indagar en
aquellos temas que interesan a todos los seres humanos como por ejemplo, qué son la justicia, el
bien o la virtud.
- Su pensamiento. Aporta en los temas políticos y morales unas soluciones totalmente diferentes.
Defiende una concepción objetiva de los valores morales, y con tal fin elaboró una sugerente
explicación que se denomina intelectualismo moral.
5.3.- El método de conocimiento socrático.
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Una vez establecida por parte de Sócrates la necesidad de alcanzar una definición rigurosa
y exacta de los conceptos morales por medio de la razón, se hace preciso indicar cómo se va a
realizar tal definición, es decir, qué proceso hay que seguir para cumplir ese objetivo. Si los
conceptos morales son, por tanto, objetivos, ¿ cómo podemos llegar a conocerlos ? Según
Sócrates, esto se logra a través de un método de conocimiento compuesto de dos fases o
momentos: la ironía y la mayéutica.
Todo el método se basa, a su vez, en la convicción socrática de que en el interior de cada
uno hay unas verdades innatas (innatismo) que es necesario hacer salir a la luz. Ello se puede
conseguir mediante la palabra con el juego de la pregunta-respuesta, en definitiva, con el diálogo
– la dialéctica -. Así, el punto de partida será la máxima délfica: “Conócete a ti mismo”.
Hay que indagar en el lenguaje, en cómo usamos los términos morales. Para ello el método
socrático se organiza en dos fases:
1. Ironía: el método establece como primer requisito fundamental eliminar de las mentes de
los seres humanos todas las opiniones no fundamentadas. Esto nos debe conducir a
reconocer la propia ignorancia ( “Sólo sé que no sé nada” ) como sano punto de partida
antes de emprender cualquier investigación. Es una invitación a una cura de humildad, un
reconocimiento de que no sabemos lo que creemos saber. Es ésta la base de la búsqueda de
toda verdad, porque, sólo el que tiene conciencia de su ignorancia, está en disposición de
llegar a la verdad. Así, por ejemplo, reconocemos que, aunque somos capaces de utilizar el
término “justicia” con cierta propiedad, somos a la vez incapaces de definirlo con rigor.
2. Mayéutica: una vez limpia la mente de erróneos prejuicios y de falsas opiniones, ya se
puede aspirar a conocer las verdades absolutas, por un camino que, partiendo de las
pequeñas cosas conocidas, concluye con la definición abstracta del concepto que se esté
investigando. Esto significa que Sócrates recurre a la inducción como estrategia para
alcanzar la definición exacta de los conceptos morales que anda buscando.
Sócrates denominó a este proceso de búsqueda de definición universal de un concepto
moral mayéutica, porque, comparando su labor pedagógica con el oficio de comadrona que
ejercía su madre, decía que él no enseñaba nada concreto a sus alumnos, sino que les
ayudaba a “sacar a la luz” lo que ellos ya sabían, lo que, de algún modo ya llevaban
dentro. Y en eso consiste precisamente, en conjunto, el método socrático: en aclarar –
“sacar a la luz” – aquello que inconscientemente ya sabemos – o llevamos dentro -,
concretándolo en una definición.
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Por ello, la mayoría de sus diálogos siempre comenzaban con la pregunta ¿Tú qué sabes de
tal o cual cosa?, o bien, cuando se decía de una persona que era buena o justa aprovechaba para
preguntar ¿Qué es la justicia?, ¿Qué es la verdad?.
5.4.- El intelectualismo moral.
Además de que es preciso definir con precisión los conceptos morales para restablecer la
comunicación y hacer posible el diálogo sobre los temas morales y políticos, es necesario
definirlos por una segunda razón: según Sócrates, sólo sabiendo qué es la justicia, se puede ser
justo, sólo sabiendo qué es lo bueno, se puede obrar bien. A esta concepción se la denomina
intelectualismo moral, y puede ser definida como aquella doctrina que identifica la virtud, el
actuar correctamente, con el saber.
Esta afirmación implica que, una vez descubierta la verdad, ya no se puede dejar de desear
llevarla a la práctica porque lo contrario significaría violentar nuestra propia conciencia e ir en
contra de nuestros intereses como seres racionales. La virtud, el obrar bien, no es otra cosa que
saber lo que es el bien, lo que es la justicia, la libertad, las leyes, etc. Porque, una vez que se tiene
claro qué es cada una de esas cosas, es tanta la fuerza que tienen estas verdades que todos las
querrán alcanzar.
En definitiva, "ser bueno" equivale a "saber": "No hay seres humanos malos, sino
simplemente ignorantes". Esta es la optimista tesis que defiende Sócrates en el campo de la moral,
y una de cuyas consecuencias más notables es que en ella no hay lugar para las ideas de pecado y
culpa. El que obra mal no es en realidad culpable, sino ignorante de lo que es el verdadero bien.
Además, este planteamiento supone que el ser humano virtuoso deja de actuar ciegamente
y pasa a actuar por sabiduría. Según Sócrates, actúa ciegamente el que no accede al conocimiento
del bien y se conduce por instinto, deseo o técnica particular. Espontáneamente, se obedece al
instinto, se intenta satisfacer el deseo -esa es nuestra parte de naturaleza ciega-, o, por rutina, se
explota un saber. El artesano, el médico, el político, etc. buscan lo útil; unas veces para sí mismos,
a merced de sus impulsos y sus deseos egoístas, otras, para satisfacer las exigencias de su oficio.
Todos buscan lo útil pero nadie lo define en su universalidad, sino por un beneficio particular e
inmediato. No lo obtienen más que por la espontaneidad del deseo, la rutina del oficio, la práctica
de un arte, los efectos de la retórica, etc.
Por el contrario, actuar por sabiduría equivale a dominar los movimientos de una
naturaleza ciega y conducirse según la ciencia del bien, resistir los impulsos particulares, que son
egoístas, para seguir los mandatos universales de la razón. Actuar por sabiduría sólo es posible
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tras el recorrido de la mayéutica, el cual nos define el deseo esencial de la razón humana. La razón
tiende imperiosamente hacia el bien, lo que puede ocurrir en más de una ocasión es que otros
bienes particulares desvíen su atención. Cuando, a través de la inducción mayéutica, hemos
definido el bien como el deseo esencial de la razón humana, al volver a la práctica, por deducción,
ese bien no puede perder su universalidad para recaer en el particular deseo egoísta: el sabio
actuará por sabiduría.
Quien conoce lo óptimo y no está dominado por las pasiones -como, por ejemplo, el
miedo-, elegirá lo mejor en cada situación. Pero, si estuviera dominado por alguna pasión o por la
ignorancia, no podría actuar libremente y su elección no sería la adecuada. En definitiva, Sócrates
piensa que no podemos actuar contra lo que concebimos como bueno, entendiendo por bueno lo
que es útil en cada circunstancia.3
3
Para ampliar información sobre la herencia socrática, ver notas.
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8.- Vocabulario
1. Areté (virtud): concepto básico de toda la cultura griega que va siendo reinterpretado a
lo largo del tiempo. En general, los griegos lo asociaban con el modo eficaz y sobresaliente de
realizar cualquier actividad o trabajo. En el contexto de la época arcaica, vino a ser identificado
con la excelencia humana que se adquiere por el linaje (moral aristocrática). En un segundo
momento, y gracias a los sofistas, se lo identifica o asocia con el triunfo a través del uso y
dominio de la palabra, es decir, con el éxito socialmente considerado. Finalmente, es Sócrates el
que dota al concepto de un genuino sentido moral, haciéndolo coincidir con el conocimiento y la
práctica del bien.
2. Convencional: término que designa a todo aquello que no es natural, sino fruto del
acuerdo (o convención) entre los hombres, o de la imposición de unos hombres sobre otros.
3. Dialéctica (de diálogo): término que, en la filosofía de Sócrates, designa,
genéricamente, a su método de enseñanza. Se basa en el diálogo continuo entre maestro y
discípulo a través de un razonamiento compuesto de preguntas y respuestas que tiene como
objetivo lograr la exacta definición del tema objeto de diálogo.
4. Elocuencia: claridad y brillantez en el uso de la palabra, es un rasgo que va muy unido a
la oratoria.
5.Erística: arte de la disputa, que constituía gran parte del método de enseñanza de los
sofistas.
6.Escepticismo: postura ante la posibilidad del conocimiento defendida por los sofistas;
según éstos, no hay ninguna verdad objetiva, estable y válida para todos los seres humanos, de ahí
que nuestro conocimiento se exprese a través de opiniones particulares, tan subjetivas y
cambiantes como los mismas cosas sobre las que emitimos tales opiniones.
7.Esencia: es el conjunto de rasgos que hace que algo sea precisamente eso, y no cualquier
otra cosa. Para Sócrates, la esencia de algo residiría en su definición universal. Así, la esencia del
“bien” radica en dar una definición de bien que valiese para todas las cosas o actos llamados
“buenos”. Esta definición sería universal (valdría para todo lo considerado buen o) y eterna (una
vez encontrada, no cambiaría con el tiempo).
8.Ethos: este término significaba originariamente “morada”, y, posteriormente,
“costumbres”, “modos de ser”, “carácter” (de un individuo o una colectividad). El ethos y el
nomos constituyen el ámbito de reflexión de los sofistas y Sócrates, dejando de lado la physis,
entendida como naturaleza en su conjunto. De este término derivará más tarde el término “ética”.
9.Physis: en el planteamiento de los sofistas, sobre todo, este término abandona su anterior
significado y pasa a ser asociado, casi exclusivamente, con el modo de ser natural del ser humano,
con la naturaleza humana. Así, se la concibe como necesaria e inmodificable y se la contrapone al
nomos, es decir, a la cultura, a lo adquirido.
10. Inducción mayéutica: en la filosofía de Sócrates, supone el modo de acceder, desde
los casos particulares y concretos, a la definición, abstracta y general, de los conceptos o términos
morales.
11. Intelectualismo moral: doctrina moral defendida por Sócrates según la cual obrar mal
es consecuencia de un cálculo erróneo. O, lo que es lo mismo, nadie obra mal a sabiendas. El
conocimiento
de
lo
que
es
mejor
para
el
ser
humano
conllevará
un
correcto
comportamiento.
12. Ironía: en griego “eironeia” significa “disimulo”. La ironía constituye el primer
momento del método dialéctico propuesto por Sócrates. Supone, en general, asumir la propia
ignorancia para estar en mejor disposición de encontrar la verdad. En concreto, Sócrates la utilizó
interpelando a sus interlocutores fingiendo ignorancia para poner de manifiesto la insuficiencia, o
incluso la falsedad, de los supuestos conocimientos de aquéllos.
13. Isonomía: derecho que se alcanza en la democracia ateniense y que establece la
igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
14. Isegoría: derecho que se alcanza en la democracia ateniense y que establece la
igualdad en el uso de la palabra y que no haya obstáculos para expresar las propias opiniones.
En definitiva, regula la participación igualitaria de todos los ciudadanos en los asuntos comunes,
en la vida democrática.
15. Mayéutica: término griego que procede de “mieu”, “dar a luz”. Sócrates lo emplea
para designar el segundo momento de su método dialéctico. Consiste en conducir a su
interlocutor para que pueda descubrir la verdad sobre algo por sí mismo, verdad que se encontraba
de modo latente en el propio alumno y que se halla en la definición universal del elemento en
cuestión.
16. Nomos: término griego que designa las costumbres y usos que, por tradición cultural,
rigen la convivencia de una comunidad. Dado este carácter normativo o regulativo, el término
acabó designando el conjunto de normas y leyes que están vigentes en cada sociedad. En los
sofistas, el término fue utilizado como el concepto opuesto al de Physis, estableciendo así un
profundo debate y reflexión sobre la influencia que deben tener las leyes naturales o las leyes
convencionales ( o culturales ) en la conducta humana.
17. Oratoria: arte y dominio de la palabra que supone el conocimiento y la correcta
utilización de la propia lengua. Es una disciplina que se revaloriza en la Atenas democrática y en
la que los sofistas fueron indiscutibles y expertos maestros.
18.
Relativismo: en general, el relativismo es toda tesis que niega la existencia de
verdades absolutas o necesarias. Puede ser epistemológico (no hay un conocimiento definitivo
y necesario) o moral (no hay valores absolutos). Los sofistas fueron los primeros defensores de
estos planteamientos relativistas, pues, para ellos, no hay nada objetivo y estable en los asuntos
humanos, y todo lo que atañe a la vida humana en la polis es convencional, fruto del acuerdo o de
la imposición. Especialmente polémica resultó su defensa del relativismo moral, contra el que
reaccionaron Sócrates y Platón.
19.
Retórica: forma de razonar y exponer el propio pensamiento, no con el fin de
convencer racionalmente a quien lo escuche, sino con el de persuadirlo, incluso seducirlo, con tal
de que llegue a estar de acuerdo con quien expone tal razonamiento. En muchas ocasiones, puede
que se utilice tal razonamiento sin reparar en si es verdadero o falso, es decir, que no se excluye la
probabilidad de defender y hacer pasar como verdaderas tesis que son falsas. Se acusó a los
sofistas de abusar de este tipo de técnica y de no importarles la verdad o la falsedad de las ideas
que defendían. Evidentemente, su utilización va muy unida al dominio de la oratoria y presupone
un alto grado de elocuencia.
6.- NOTAS
NOTA 1.A comienzos del s. V a. e. tuvieron lugar las denominadas guerras médicas, en las que se enfrentaron griegos y persas:
Primera guerra médica. La expansión del imperio persa hizo que varias ciudades griegas del Asia menor cayeran bajo el dominio de
los persas. La rebelión de algunas de estas polis contra el poder medo provocó, entre otras cosas, la destrucción de Mileto en el año 494.
Una vez pacificada Jonia, el rey persa Darío I intentó extender su poder sobre Grecia, para evitar futuros levantamientos. Las tropas
persas cruzaron el mar Egeo para ocupar la Grecia europea, pero encontraron una fuerte resistencia por parte de Atenas y de Esparta.En
el año 490 tuvo lugar la batalla de Maratón, en la que las tropas griegas se impusieron sobre las persas. Tras esta victoria, Atenas se
convirtió en la potencia hegemónica del mundo heleno.
- Segunda Guerra médica. En el 480 Jerjes I, hijo de Darío, inició la segunda guerra. Aunque, en un principio, la balanza se inclinó del
lado persa, poco después los griegos vencieron en la batalla de Salamina, en la que la escuadra naval griega derrotó a la flota atacante, y
en la batalla de Platea, que condujo al desarme del ejército persa. Como consecuencia de todo ello, el emergente dominio
ateniense se impuso sobre el resto del mundo griego. De hecho, Atenas pasó a dirigir la Liga de Delos (asociación de diversas
ciudades-estado griegas, para defenderse de la permanente amenaza persa).
Estas dos guerras tuvieron importantes consecuencias. Por un lado, convirtieron a Atenas en la potencia hegemónica de la Hélade; por otro lado,
contribuyeron a afianzar el proceso democratizador que ya se había iniciado en esta ciudad en el siglo VI a.e. Y es que en el transcurso de las guerras
médicas, la nobleza ateniense, incapaz de soportar por sí sola el ataque del numerosísimo ejército persa, se vio obligada a solicitar la intervención de las
clases populares (demo). A cambio de esta contribución, cuando finalizó la guerra, estas clases populares reclamaron derechos y leyes iguales para todos
los ciudadanos.
Este proceso democratizador -como decimos, iniciado ya en el s. VI- culminó con la consolidación del régimen democrático bajo el liderazgo de
Pericles. Dicha consolidación limitó los privilegios de instituciones como el Areópago (consejo de los nobles) e hizo posible la participación ciudadana
en el gobierno de la ciudad a través de lo dos órganos fundamentales de la democracia ateniense: la ekklesia -asamblea popular constituida por todos los
varones libres de más de 21 años, que cada año elegían a diez estrategas o generales- y la bulé -consejo formado por 500 ciudadanos escogidos al azar.
NOTA 2.varias respuestas o interpretaciones (el pensamiento mítico-religioso afirma que las leyes e instituciones por las que se rigen los hombres proceden de los
dioses; para los presocráticos el orden de la polis es parte de un orden más amplio, el orden del universo).
NOTA 3.Sócrates es una de las figuras históricas cuya influencia más se va a sentir en la cultura occidental a lo largo de los siglos posteriores, desde los pensadores
cristianos medievales hasta nuestros días. La repercusión de su pensamiento se ha comparado con la de Buda, Jesús de Nazaret o Confucio. No obstante,
también ha tenido sus detractores, como es el caso de Nietzsche, quien lo culpaba de ser el iniciador de la decadencia de la cultura occidental.
Tras su muerte, sus discípulos fundaron diversas escuelas:
Escuela cirenaica. Su fundador fue Aristipo de Cirene (435-366 a. e.), quien decía que el placer era el auténtico objetivo en la vida; aunque no todos los
placeres eran verdaderos, por lo que debían ser moderados por la razón.
Escuela de Megara. Fundada por Euclides de Megara (450-380 a. e.), esta escuela se centró en los aspectos metodológicos del pensamiento de Sócrates.
Escuela cínica. Su fundador, Antístenes de Atenas (444-368 a. e.), defendió una vuelta a la naturaleza para alcanzar la felicidad. Según los cínicos, la
desgracia y el descontento humano proceden de habernos alejado excesivamente de nuestras raíces naturales; sólo volviendo a ellas, podemos
alcanzar la autarquía, es decir, el dominio de uno mismo. Diógenes de Sínope (413-323 a. e.)fue el filósofo más representativo de este movimiento.
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