Teresa en el día de la mujer

Anuncio
TERESA EN EL DÍA DE LA MUJER
Fray Oswaldo Escobar, ocd
La valoración peyorativa de la mujer no era algo propio del siglo XVI. En
siglos anteriores, el ambiente misógino ya se había fraguado
paulatinamente. Evidenciamos abundantes documentos que así lo
manifiestan. Aquí citaré solo uno; me refiero al El Decreto de Graciano del
1140, en él se lee lo siguiente:
“las mujeres deberán quedar sujetas a los varones. El
orden natural para la humanidad es que las mujeres
sirvan a los varones y los niños a sus padres, pues es
justo que lo inferior sirva a lo superior. La imagen de
Dios está en el varón y es única. La autoridad de la
mujer es nula; que en toda cuestión se someta al
dominio del varón. No puede enseñar, ser testigo, dar
garantías, sentarse en un juicio.”1
En tiempos de Teresa, muchos personajes se proyectarán en la
misma línea antifeminista. De algunos de ellos, nuestra santa llegó incluso
a leer sus libros. Autores contemporáneos con esta visión son: Hernando
de Talavera, Francisco de Osuna, Tomás Cayetano de Vio (el famoso
cardenal Cayetano), Melchor Cano y hasta fray Luis de León con su
“Manual de la perfecta casada”. De igual manera, estará imbuido de este
mismo espíritu Domingo Báñez, aunque con Teresa hace una excepción.
Teresa será una profetisa de un sano feminismo, pero a diferencia
de algunas corrientes modernas feministas a ultranza, su fundamento será
la dimensión espiritual, es decir, cuando ella navega hondamente en las
profundidades de su ser es cuando cae en la cuenta de que el ser humano
(hombre y mujer) posee una dignidad inabarcable: “veo secretos en
nosotros mismos que me traen espantada muchas veces; ¡cuántos más debe
1
Citado en: J. BARRENA SÁNCHEZ, Jesús, Teresa de Jesús una mujer educadora, Diputación Provincial de Ávila,
Ávila 2000, 31.
Teresa mujer
haber!” (4M 2,5), por lo tanto, su feminismo no es que sea solo de carácter
espiritual, pero sí encuentra allí su fundamento.
Nuestra mística hace un irónico eco de las posiciones machistas que
mantenían sesgado el acceso a la oración de las mujeres: ”no es para
mujeres, que les podrían venir ilusiones”, “mejor será que hilen”, “no han
menester esas delicadezas”, “basta el paternóster y avemaría”.”(CV 21,2).
Estos pensadores llegaban a la lamentable conclusión de que para las
mujeres: “no es vuestro de enseñar”. (CV 20,6). Asumiendo críticamente
que por la condición femenina no se pueden hacer mayores cosas en el
servicio de Dios (Cfr. CV 1,2), define su postura audaz: “hemos de ser
predicadoras de obras, ya que el Apóstol y nuestra inhabilidad nos quita
que lo seamos en las palabras”. (CV 15,6).
Teresa piensa que la mujer de su tiempo no era muy escuchada o
tomada en cuenta, y sobre todo por la “iglesia” institución, a la cual ella
tanto amaba. Su crítica goza de realismo veraz; el siguiente texto es de
una valentía sin precedente alguno en la espiritualidad de su tiempo:
“¿no basta, Señor, que nos tienen el mundo acorraladas
e incapaces para que no hagamos cosa que valga nada
por vos en público ni osemos hablar algunas verdades
que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír
petición tan justa? No lo creo yo, Señor, de vuestra
bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los
jueces del mundo, que como son hijos de Adán y, en fin
varones, no hay virtud de mujer que no tengan por
sospechosa.
Sí, que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan
todos. No hablo por mí, que ya tiene conocido el mundo
mi ruindad, y yo holgado que sea pública, sino porque
veo los tiempos de manera que no es razón desechar
ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”
(CE 4,1)2
2
Texto muy censurado en la primera redacción; en la segunda equivale a CV 3,7.
2
Teresa mujer
Entresacamos cosas fundamentales: las mujeres son testigos de
algunas verdades que se lloran en secreto. Los hombres no les
comprenden, pues “no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa”.
De la misma manera propone el no desvalorizar los “ánimos virtuosos y
fuertes, aunque sean de mujeres.” El argumento teológico que arguye la
Santa es el siguiente:
“Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais
por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis
siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto
amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra
sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos.”
(Ib.).
Estos textos fueron rápidamente censurados para la segunda
redacción, de Camino de Perfección, pero el grito teresiano ha quedado
expresado clara y celosamente guardado en la primera redacción, pues al
fin y al cabo: “mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas por amor de
vos.” (V 21,5).
Según la santa abulense –si bien es cierto que la naturaleza femenina
se puede prestar en algunas ocasiones para desvíos espirituales: “téngase
aviso que la flaqueza natural es muy flaca, en especial en las mujeres, y en
este camino de oración se muestra más.” (F 8,6; Cfr. F 4,2; 4M 3,11; 6M
4,9)- también es el mismo Espíritu de Dios el que va haciendo que las
mujeres se conviertan en maestras de la vida interior, y esto a merced de
sus vivencias íntimas con el Señor. De igual manera, está segura nuestra
mística madre de otro dato y es el que las mujeres avanzan más fácilmente
en la vida del Espíritu:
“y hay muchas más (mujeres) que hombres a quien el
Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo fray
Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía
aprovechaban mucho más en este camino que hombres,
3
Teresa mujer
y daba de ello excelentes razones, que no hay para qué
las decir aquí, todas a favor de las mujeres.” (V 40,8).
Sería un trabajo arduo abordar aquí todos los aportes teresianos a
favor de la mujer, pues su pluma delineó esta temática desde distintos
ángulos, ejemplos: la estima exagerada de tener hijos (F 20,3); mientras
se lamenta de su situación de mujer, enseña a los “hombres de tomo, de
letras, de entendimiento” (V 11,14; 40,8); sabe también que hay hombres
ignorantes (F 5,2), etc. Por tanto, nuestro intento es tan solo referir aquí
cómo la experiencia de Dios es dignificante para la condición femenina;
“cuanto más orantes, más defensores de la dignidad femenina”, esa podría
ser una máxima teresiana.
Finalmente, recordemos que el Papa Pío XI negó la concesión del
Doctorado de Teresa de Jesús en razón de sexo. Sin embargo, Pablo VI,
más en sintonía con los tiempos modernos la declara doctora3, lo cual se
convierte en un hito significativo, con vientos más favorables para la
condición femenina en la iglesia; es al menos un comienzo prometedor.
Maximiliano Herráiz: Si las feministas conocieran a Teresa de Jesús,
sería su paradigma
Tomado de: Para vos nací
4
Descargar