Cuando la tía Carmen se enteró de que su marido había caído

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ANGELES MASTRETTA: Nació en Puebla (México) en 1949. Se licenció en periodismo. Su primera novela
«Arráncame la vida (1985)» la convirtió rápidamente en un éxito de crítica y ventas. Ha sido traducida a
varios idiomas. La característica más fuerte de su literatura quizás sea mostrar a las mujeres como
depositarias de una sabiduría femenina anterior a toda revolución emancipadora.
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El relato que aquí se publica pertenece al libro: «Mujeres de ojos grandes» (1995).
Cuando la tía Carmen se enteró de que su marido había caído preso de otros
perfumes y otro abrazo, sin más ni más lo dio por muerto. Porque no en balde
había vivido con él quince años, se lo sabía al derecho y al revés, y en la larga y
ociosa lista de sus cualidades y defectos nunca había salido a relucir su
vocación de mujeriego. La tía estuvo siempre segura de que antes de tomarse
la molestia de serlo, su marido tendría que morirse. Que volviera a medio
aprender las manías, los cumpleaños, las precisas aversiones e ineludibles
adicciones de otra mujer, parecía más que imposible. Su marido podía perder el tiempo y
desvelarse fuera de la casa jugando cartas y recomponiendo las condiciones políticas de la
política misma, pero gastarlo en entenderse con otra señora, en complacerla, en oírla, eso era
tan increíble como insoportable. De todos modos, el chisme es el chisme y a ella le dolió como
una maldición aquella verdad incierta. Así que tras ponerse de luto y actuar frente a él como si
no lo viera, empezó a no pensar más en sus camisas, sus trajes, el brillo de sus zapatos, sus
pijamas, su desayuno, y poco a poco hasta sus hijos. Lo borró del mundo con tanta precisión,
que no sólo su suegra y su cuñada, sino hasta su misma madre estuvieron de acuerdo en que
debían llevarla a un manicomio.
Y allá fue a dar, sin oponerse demasiado. Los niños se quedaron en casa de su prima Fernanda
quien por esas épocas tenía tantos líos en el corazón que para ventilarlo dejaba las puertas
abiertas y todo el mundo podía meterse a pedirle favores y cariño sin tocar siquiera.
Tía Fernanda era la única visita de tía Carmen en el manicomio. La única, aparte de su madre,
quien por lo demás hubiera podido quedarse ahí también porque no dejaba de llorar por sus
nietos y se comía las uñas, a los sesenta y cinco años, desesperada porque su hija no había
tenido el valor y la razón necesarios para quedarse junto a ellos, como si no hicieran lo mismo
todos los hombres.
La tía Fernanda, que por esas épocas vivía en el trance de amar a dos señores al mismo tiempo,
iba al manicomio segura de que con un tornillito que se le moviera podría quedarse ahí por más
de cuatro razones suficientes. Así que para no correr el riesgo llevaba siempre muchos trabajos
manuales con los que entretenerse y entretener a su infeliz prima Carmen.
Al principio, como la tía Carmen estaba ida y torpe, lo único que hacían era meter cien cuentas
en un hilo y cerrar el collar que después se vendería en la tienda destinada a ganar dinero para
las locas pobres de San Cosme. Era un lugar horrible en el que ningún cuerdo seguía siéndolo
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Portada:www.gandhi.com.mx/index.cfm/id/Producto/dept/libros/pid/139580
más de diez minutos. Contando cuentas fue que la tía Fernanda no soportó más y le dijo a tía
Carmen de su pesar también espantoso.
-Se pena porque faltan o porque sobran. Lo que devasta es la norma. Se ve mal tener menos de
un marido, pero para tu consuelo se ve peor tener más de uno. Como si el cariño se gastara. El
cariño no se gasta, Carmen -dijo la tía Fernanda-. Y tú no estás más loca que yo. Así que
vámonos yendo de aquí. La sacó esa misma tarde del manicomio.
Fue así como la tía Carmen quedó instalada en casa de su prima Fernanda y volvió a la calle y a
sus hijos. Habían crecido tanto en seis meses, que de verlos recuperó la mitad de su cordura.
¿Cómo había podido perderse tantos días de esos niños?
Jugó con ellos a ser caballo, vaca, reina, perro, hada madrina, toro y huevo podrido. Se le olvidó
que eran hijos del difunto, como llamaba a su marido, y en la noche durmió por primera vez
igual que una adolescente.
Ella y tía Fernanda conversaban en las mañanas. Poco a poco fue recordando cómo guisar un
arroz colorado y cuántos dientes de ajo lleva la salsa del spaguetti. Un día pasó horas bordando
la sentencia que aprendió de una loca en el manicomio y a la que hasta esa mañana le encontró
el sentido: «No arruines el presente lamentándote por el pasado ni preocupándote por el
futuro». Se la regaló a su prima con un beso en el que había más compasión que agradecimiento
puro.
-Debe ser extenuante querer doble -pensaba, cuando veía a Fernanda quedarse dormida como
un gato en cualquier rincón y a cualquier hora del día. Una de esas veces, mirándola dormir,
como quien por fin respira para sí, revivió a su marido y se encontró murmurando: ¡Pobre
Manuel!
Al día siguiente, amaneció empeñada en cantar “Para quererte a ti”, y tras vestir y peinar a los
niños, con la misma eficiencia de sus buenos tiempos, los mandó al colegio y dedicó tres horas a
encremarse, cepillar su pelo, enchinarse las pestañas, escoger un vestido entre diez de los que
Fernanda le ofreció.
-Tienes razón -le dijo-. El cariño no se gasta. No se gasta el cariño. Por eso Manuel me dijo que a
mí me quería tanto como a la otra. ¡Qué horror! Pero también: qué me importa, qué hago yo
vuelta loca con los chismes, si estaba yo en mi casa haciendo buenos ruidos, ni uno más ni
menos de los que me asignó la Divina Providencia. Si Manuel tiene para más, Dios lo bendiga. Yo
no quería más, Fernanda. Pero tampoco menos. Ni uno menos.
Echó todo ese discurso mientras Fernanda le recogía el cabello y le ensartaba un hilo de oro en
cada oreja. Luego se fue a buscar a Manuel para avisarle que en su casa habría sopa al mediodía
y a cualquier hora de la noche. Manuel conoció entonces la boca más ávida y la mirada más
cuerda que había visto jamás.
Comieron sopa.
Actividad de comprensión de lectura
1.- Iniciar con una conversación breve acerca de Ángeles Mastretta; menciono la película
“Arráncame la vida”, el papel de la autora junto con Laura Esquivel y otras en el “nuevo
boom latinoamericano” (aunque „light‟), etcétera. Hablo sobre Puebla y en general sobre las
tías de “Mujeres de ojos grandes”, que son una serie de cuentos que no tienen título ¿Por
qué? Al final, ¿se les ocurrirá uno para el que vamos a leer?
2.- Cada alumno va leyendo un párrafo, a veces puede ser el mismo maestro para que ellos
se concentren más en el contenido.
3.- Al final del primero, poner atención en las siguientes expresiones o palabras para
empezar a comentar sobre su significado:
a) caer preso de otros perfumes y otro abrazo
b) al derecho y al revés
c) mujeriego (¿hay un equivalente en su lengua? ¿Por qué en español no existe la
palabra „hombreriega‟?)
d) el chisme es el chisme
e) ponerse de luto
4.- Observar la frase “actuar frente a él como si no lo viera”. Es un caso de pretérito de
subjuntivo. En el mismo texto hay otros dos más. Se pueden poner más ejemplos: “Bésame,
bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…”, o pedir a los alumnos que
construyan más: “Cuando estoy en Nueva York camino como si no fuera turista”, “Vive
como si hoy fuera tu último día”, etc.
5.- Resumir: ¿Qué paso con el marido? ¿Cómo fue la reacción de la tía Carmen? ¿Y la de
sus familiares?
6.- Continuar con el segundo párrafo, ¿qué pasa con la tía Fernanda?
7.- En el tercero reflexionar: ¿Cómo fue la actitud de la madre de la tía Carmen? ¿Qué
significa “como si no hicieran lo mismo todos los hombres”? ¿Qué sabemos más acerca de
la tía Fernanda? ¿Qué son y para qué sirven los trabajos manuales?
8.- En el cuarto párrafo, preguntar: ¿por qué “ningún cuerdo seguía siéndolo más de diez
minutos”?
9.- Quinto. ¿Qué opina la tía Fernanda acerca de los maridos? ¿Qué significa “como si el
cariño se gastara”? ¿Están de acuerdo?
10.- Sexto y séptimo. ¿Está claro cómo se va desarrollando la historia?
11.- Octavo. ¿Qué significa la sentencia de la loca? ¿Por qué había más compasión que
agradecimiento?
12.- Noveno y hasta el final. ¿A qué conclusión llega la tía Carmen? ¿Están de acuerdo con
su posición? ¿Cuál hubiera sido la suya?
Lectura sugerida como complemento de la unidad 2, “Así hablamos. Intermedio 1”.
Jorge Salinas Hurtado
CEPE Taxco
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