Crónica - Instituto Interamericano de Derechos Humanos

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Crónicas sobre pobreza y
derechos humanos en Centroamérica
Panamá
Los reventados del Reventado: el rostro oculto de Costa Rica
Por Juan Ramón Rojas¹
En la época seca, los fétidos olores que
arrastran las disminuidas aguas del río
Reventado hacen irrespirable el ambiente. En
el invierno el panorama cambia. El río se
limpia de buena parte de las inmundicias, pero
llega el temor de una avalancha que acabe con
lo poco que han ido acumulando los vecinos
que viven en sus márgenes, por más de dos
décadas, en condiciones precarias.
Este es apenas uno de los múltiples problemas
que padecen los habitantes de Los Diques, un
caserío que se extiende a lo largo de varios
kilómetros en las márgenes del Reventado, en
la provincia de Cartago, centro costarricense.
El temor que este río provoque una
descomunal inundación que arrastre con ella a
sus familias no es producto de la fantasía de los
padres y madres de familia. En la mente de
algunos costarricenses –los mayores- y,
particularmente de estos pobladores, aún está
fresco el recuerdo de la gigantesca avalancha
de agua, lodo y piedras que, en 1963, arrasó
con viviendas, puentes, carreteras y cultivos y
causó la muerte de cerca de diez personas que
vivían en las orillas del río.
Para entonces era impensable que esas
márgenes luego sirvieran de albergue, en
condición de precario, a miles de personas,
como empezó a suceder desde mediados de la
década de los ochenta del siglo pasado cuando
se instalaron allí las primeras familias.
Como medida para evitar una nueva tragedia, a
ambos lados del Reventado se construyó un
dique de unos diez metros de ancho, que
ensanchó el cauce del río. Sobre estos diques
poco a apoco se fueron instalando las familias,
hasta llegar a sumar miles, que carecían de
vivienda y de recursos para pagar un alquiler.
Si bien nunca faltan las denuncias de que en
estos grupos se infiltran “profesionales” de la
ocupación ilegal de tierras, que se lucran con
un problema social como es la creciente falta
de vivienda, la verdad es que la aplastante
mayoría son desempleados o trabajadores
ocasionales o informales, mal pagados, que
carecen de recursos para aspirar a una
vivienda y un sistema de vida más digno.
Tienen que conformarse con unas latas y unas
maderas viejas para comenzar a construir su
casa, generalmente sin los más elementales
servicios públicos, según se desprende de la
conversación con muchos de ellos.
mañana todavía permanecen los pozos de
agua sobre la calzada que recuerdan los
aguaceros que cayeron unas pocas horas
antes. Poco después aparece una urbanización
donde está instalada la escuela Cacique
Guarco, una de las que sirve a los vecinos de
Los Diques.
Poco a poco algunos han ido resolviendo esa
falta de servicios. Se “cuelgan”, de manera
ilegal, del tendido eléctrico o de una paja de
agua común. Las autoridades encargadas de
estos servicios públicos terminan haciéndose
de la vista gorda, ante resoluciones de
tribunales de justicia que advierten que no se
puede privar de estos servicios a grupos o
personas aunque se hayan instalado en
terrenos aunque de manera irregular y vivan
en precario.
Esta es una escuela denominada por el Estado
bajo la condición de “urbano-marginal”,
construida en el área que el desarrollo urbano
destinó a zonas de recreo. Al no haber otro
espacio disponible, se instaló allí el centro
educativo. Aparte de esta escuela no hay otro
lugar para la juventud, recuerda Jorge
Quesada Barrantes, director de este centro
educativo en el municipio del mismo nombre
del distrito de Tejar en la provincia de Cartago.
Como sucede con la mayoría de barriadas
populares en similares condiciones, los
lugares para el sano esparcimiento brillan por
su ausencia.
Reventados al margen del Reventado
A Los Diques, como se le conoce al lugar, se le
llega por varias vías. Una es por la carretera
Interamericana que conduce a San José con
Panamá. A unos 25 kilómetros al este de la
capital costarricense, se deja una amplia
car retera pavimentada atestada de
automóviles y de grandes furgones y se toma
una calle de grava, muy deteriorada. En la
La alta contaminación del río y el temor a un
desbordamiento que conlleve trágicas
consecuencias, es apenas uno de los múltiples
problemas que aquejan estas familias, algunas
todavía con serias dificultades para acceder a
servicios básicos como el agua potable y
la electricidad.
¹Bachiller en Ciencia de la Comunicación con énfasis en Periodismo, Universidad de Costa Rica UCR y Maestría (en curso) en Literatura
Latinoamericana en la UCR. Fue director de la agencia española de noticias EFE en Costa Rica y profesor de periodismo en la Universidad de Costa
Rica. Autor de la novela Desertor, Uruk Editores (2009). En la actualidad es periodista FreeLancer.
1
Costa Rica
El consumo y la venta de drogas, el
alcoholismo, la deserción escolar de los
menores y el analfabetismo en los mayores, el
desempleo, la desintegración familiar, abuso y
explotación sexual infantil y juvenil con fines
comerciales, son otros de los graves
problemas que sufren estos vecinos, muchos
de ellos con más de dos décadas de habitar
esas márgenes del Reventado.
Están a menos de un kilómetro del
denominado Parque Industrial de Cartago,
que alberga no sólo industrias sino también,
en sus alrededores, supermercados, tiendas y
restaurantes, pero pocos de los vecinos de Los
Diques tienen acceso a ese mercado laboral
cercano a su barriada. Las razones: la baja
calificación laboral impide a una vasta mayoría
acceder a puestos en una industria que cada día
exige mayores grados de especialidad de sus
empleados, por un lado, y, por otro, que de
todas maneras resultaría insuficiente para
absorber el aumento progresivo de mano
de obra.
Los lugareños se dedican a otras ocupaciones.
Son trabajadores temporales o forman parte
de la economía informal, como sucede con
otras tantas zonas marginales instaladas en el
territorio costarricense y a cuyo clamor, los
políticos que se turnan en el gobierno, resultan
generalmente sordos.
Peones en labores agrícolas, algunos operarios
del Parque Industrial, choferes, guardias de
seguridad, empleados no calificados del
comercio o trabajadores insertados en la
economía informal, forman mayoritariamente
el grueso de esta población, instalada a ambas
márgenes, sobre el dique, de escasos diez
metros de ancho a cada lado del río.
(…) la falta de planificación del Estado
“desde el punto de vista humano” y
asegura que los programas educativos
parecen más dirigidos a que las
empresas obtengan mayor
“rentabilidad económica”, sin tomar en
cuenta particularidades de
comunidades marginales. “Se piensa
más en el desarrollo económico que en
el humano” (…)
Son pequeñas ayudas del Estado que no les
cambia su precario sistema de vida padecido
por décadas. En este punto de vista también
coincide el sociólogo Carlos Sojo, ex director
de la Facultada Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO). Mantener este
clientelismo político, de gente que dependa de
promesas de cada campaña electoral, “es uno
de las razones por las cuales uno sospecha que
no se resuelven los problemas”, apuntó.
Miseria vs. Imagen de desarrollo humano
Los contrastes son notables y alarmantes. Tras
dejar la carretera interamericana emerge una
comunidad que pareciera que muchos, sobre
todo los políticos, se niegan a ver y que
confronta la visión algunas veces remota que
se proyecta del país, con altos índices de
desarrollo humano, reconocidos incluso por
organismos internacionales como el
Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Es la otra Costa Rica.
El director de la escuela Cacique Guarco
admite que, últimamente, ha habido “algún
impacto” en la atención de los niños, por
ejemplo. Muchos de ellos reciben becas del
programa estatal Avancemos, pero “no ha
habido cambios en la situación de los
ranchos”, las covachas donde habitan estas
familias, las más de las veces, resignadas a esa
forma de vida.
No tienen título de propiedad, pues, por ser
una zona de alto riesgo, no es oficialmente
permitida la construcción de casas a pesar de
que muchos habitantes han visto allí crecer a
sus familias. Comprometido por su propia
vocación de maestro con sacar adelante a
estos niños, Quesada Barrantes se cuestiona si
realmente los recursos del Estado destinados
a la educación están llegando a donde deben
llegar y beneficiando efectivamente a quienes
más lo necesitan.
Posiblemente muchos de esos medios se
quedan enredados en las marañas
burocráticas del Estado. Tampoco, se lamenta
el educador, se reconocen las condiciones
específicas de comunidad como la que él
Habitantes de Los Diques y del personal de la
escuela dejan entrever hasta dónde a los
políticos pueden interesarle que una situación
de estas se mantenga. Estos vecinos de zonas
marginales forman parte de una clientela
política que seducen con promesas, casi
siempre incumplidas, en cada campaña
electoral, o con una política asistencialista, que
no les representa, en lo absoluto, una opción
para aspirar a una vida distinta, pero les faculta
para ir sobreviviendo en precarias
condiciones.
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Costa Rica
atiende, con necesidades mayores y muy
distintas a otras para canalizar los recursos.
Lamenta la falta de planificación del Estado
“desde el punto de vista humano” y asegura
que los programas educativos parecen más
dirigidos a que las empresas obtengan mayor
“rentabilidad económica”, sin tomar en
cuenta particularidades de comunidades
marginales. “Se piensa más en el desarrollo
económico que en el humano”, puntualizó.
Este punto de vista lo comparte personal de
la escuela.
“Esta es una comunidad que no da ninguna
rentabilidad al Estado, en cuanto a la
generación de impuestos, por ejemplo”,
asegura Leda Mata, trabajadora social del
centro educativo quien advierte que, tal como
se presenta ahora la situación, las familias de
Los Diques tienen muchas limitaciones para
salir del círculo vicioso de la pobreza. Sus hijos
están propensos a repetir el círculo de
pobreza, cuyo único mecanismo para lograr la
movilidad social es la educación, que no
siempre completan. Sus padres, con baja
escolaridad, carecen de conciencia sobre la
importancia de la educación, puntualiza.
Una educación incompleta les cierra las
puertas a estos jóvenes para acceder a puestos
de trabajo regularmente remunerados, o, en el
peor, de los casos, están propensos a caer en
las garras de delincuencia y de las drogas, sea
como distribuidores o como consumidores. O
que patronos inescrupulosos les violen sus
derechos laborales pagando salarios inferiores
a los fijados por ley. Cientos de miles de
trabajadores, los de condición más humilde y
más vulnerables a los atropellos, sufren este
abuso, según han reconocido recientemente
organismos estatales.
“Muchos de estos jóvenes no se sostienen en
la secundaria, aunque hayan aprobado la
primaria. La razón para dejar el colegio es
fundamentalmente económica”, añadió Mata.
Incluso considera que el destinar el ocho por
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ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a la
educación, según un proyecto en discusión en
la Asamblea Legislativa, con el fin de
fortalecer el sistema de enseñanza primaria y
secundaria, no vendría a resolver estos graves
problemas de no canalizarse estos recursos
con la prioridad que debe hacerse para dar
tratamiento adecuado a comunidades en
alto riesgo.
Mata, al igual que la orientadora, Ana Lidia
Vargas y la psicóloga Katia Morera, admite
también que, aunque no es reconocido
abiertamente, se presentan numerosos casos
de subempleo infantil sobre todo en jóvenes
que han abandonado la educación.
Deambulan en busca de trabajo para ayudar a
la manutención de sus familias, muchas veces
sostenidas por jefas de hogar. Estos jóvenes se
dedican al cuido de niños de familias de
vecindades cercanas, al cuido de carros, a la
recolección y venta de de chatarra para reciclar
o a labores agrícolas.
Para esta numerosa población, no hay un solo
campo deportivo, ni un centro comunal. Los
jóvenes no tienen lugar para el sano
esparcimiento. La escuela es el único espacio
para los niños, fuera de las casas, que, por lo
general, tampoco reúnen las mejores
condiciones para que puedan estudiar, se
lamenta Mata. Son casas de pocos metros
cuadrados que albergan a una familia entera,
de cuatro, cinco o más personas. Los jóvenes
deben soportar, en sus horas de estudio, el
ruido que les impiden concentrarse y dar un
mejor rendimiento como estudiante,
considera la psicóloga Morera.
La miseria del desarrollo humano
“La comunidad se siente excluida”, insiste
Mata, que considera que esta población
marginal, como otras esparcidas a lo largo y
ancho del territorio nacional, son fácil blanco
de las ambiciones de los políticos durante las
campañas electorales, que ganan sus votos
mediante “paliativos asistenciales” o
simplemente promesas, mayoritariamente
incumplidas cuando ascienden al gobierno.
Muchos llevan una vida despreocupada,
resignados a cubrir precariamente sus
necesidades más elementales.
Otros piensan que no estarán allí para siempre.
Esperan que puedan ser beneficiados con
alguno de los programas de vivienda del
Estado para familias en condición de extrema
pobreza y ser trasladados a otro lugar.
Víctor Chinchilla y Vanesa Hernández son fiel
reflejo de la vida en esa comunidad, aunque no
se han doblegado y piensan, contra la
evidencia que les presenta la realidad, en una
vida mejor para ellos y para sus familias. Pero
de manera abierta no confiesan que tengan en
sus planes dejar el lugar, posiblemente, porque
no ven una salida de este tipo a corto plazo.
Chinchilla, de 53 años, dice resignado que “ahí
la vamos pasando”, aunque reconoce que hay
“rachillas” (cortas temporadas) en las que se
queda sin trabajo. A Hernández sufre parecido
problema, aunque dice que ahora trabaja
como empleada doméstica en una casa en las
afueras de la comunidad. “Una muchacha” le
cuidad sus niños mientras asiste a su trabajo.
Esta mujer, un poco robusta y de 28 años de
edad, aunque aparenta más, y trece de vivir en
Los Diques, es madre de cuatro niños, el
mayor de once años. Los tres mayores asisten a
la escuela Cacique Guarco. Reciben una beca
del programa Avancemos del Estado, que
consiste en cerca de 25 dólares al mes para
cada niño en edad escolar que les permiten
comprar sus implementos escolares. Esta beca
está prevista para que los estudiantes no dejen
la escuela o el colegio (secundaria), pero deben
mantener un alto rendimiento. También se
benefician del comedor estudiantil.
“La vida es normal para mí. Cada quien busca
sus problemas, pero sí hay mucho alcoholismo
y drogadicción”, afirma esta madre soltera.
Crónicas sobre pobreza y
derechos humanos en Centroamérica
Panamá
alfabetismo ligeramente superior al 96 por
ciento de su población. Los beneficios llegan de
manera desigual.
El informe del PNUD, denominado Actuar
sobre el futuro: romper la transmisión intergeneracional
de la desigualdad y presentado el pasado 22 de
julio en San José, también alerta sobre el
ensanchamiento de la brecha entre quienes más
reciben y los de más bajos ingresos, aunque
destaca que Costa Rica es el cuarto país de
América Latina en inversión social por
habitante, tras Argentina, Uruguay y Brasil.
Sojo va más allá del informe del PNUD. Dice
que este informe mide el ingreso de asalariados,
altos y bajos, pero no están consideradas las
diferencias de ingresos incluyendo, por
ejemplo, los empresarios. “El asunto, por lo
tanto, puede ser más grave”, puntualiza.
No esconde el temor de que el río se desborde,
sobrepase el dique y cause una tragedia
descomunal. “Pero -añade- no me quejo,
gracias a Dios”.
Chinchilla Méndez de 53 años, afirma por su
parte que quienes “tenemos trabajo, la vamos
pasando. Hay mucho desempleo, pero mucha
gente es muy vaga. Vive en la extrema pobreza
pero no quiere trabajar”, puntualiza mientras
hace un alto en su bicicleta en la que se moviliza
por la angosta calle de tierra, aún húmeda por la
lluvia, que da acceso a una hilera de casas en la
margen del río.
Muchos desechos y las aguas negras de estos
miles de vecinos van a dar al río, sin tratamiento
alguno, lo cual lo tiene totalmente
contaminado. “En el invierno, con las lluvias, se
limpia un poco”, afirma Chichilla, pero aclara
que en el verano se convierte en un grave
problema de contaminación, con malos olores
que hacen difícil la respiración en sus casas, a
escasos metros del río. Esto contrasta
visiblemente con la gran vocación ecológica, de
la que tiene fama el país.
Baja la pobreza pero aumenta desigualdad
Reconoce que su escaso nivel educativo es una
limitante para colocarse en el Parque Industrial.
No terminó la educación primaria y su mujer,
de 41 años, no sabe leer ni escribir por lo cual
tampoco le puede ayudar.”No le dan empleo en
ninguna lado”, advierte Chinchilla, que de
joven abandonó la provincia de Limón, en el
Caribe, huyendo de la pobreza. Tiene tres hijos:
15, 9 y 7. El primero cursa la secundaria en un
colegio público de las afueras de la comunidad.
Los dos restantes están en la escuela Cacique
Guarco.
Sojo, al igual que el reciente informe sobre
desarrollo humano del PNUD, admite un
crecimiento de la desigualdad económica y
social en Costa Rica, aunque esta brecha sigue
siendo menor que en la mayoría de países de
América Latina y el Caribe. “Los más bajos
ingresos no crecen al ritmo de los más altos
ingresos. En los años noventa había más
pobres, pero menos desigualdad. Ahora el
índice de pobreza ha bajado, pero la
desigualdad ha aumentado”, explicó Sojo,
quien acaba de publicar el libro Igualiticos: la
construcción social de la desigualdad en Costa Rica
(Flacso-PNUD).
“El principal problema es la delincuencia. Hay
mucho ladrón. No podemos dejar la casa sola.
Para ir a la Iglesia, va mi esposa o voy yo, pero
no los dos juntos”, asegura sin titubeos cuando
se le interroga sobre las principales carencias de
la vecindad y precisa que la policía llega solo
cuando la llaman por “alguna camorra, como
las que se presentan a menudo”.
En 1009, la brecha de educación entre los
hogares del veinte por ciento más pobre y el
veinte por ciento más ricos era casi de seis años,
según Sojo. Poco menos de primaria completa
en los primeros (los pobres) y secundaria
completa en los segundos (los ricos), dice el
sociólogo, en un país que se precia de tener un
El sociólogo advierte los riesgos que estos
supone para la estabilidad de un sistema
democrático y recuerda que Venezuela no era el
país más pobre de América Latina cuando dio
un giro a la izquierda. La opulencia de unos, la
miseria de otros y la sordera de los políticos
ante los problemas sociales puede ser un caldo
de cultivo para estos fenómenos. La condición
para la emergencia de “políticos populistas, de
derecha o de izquierda”, como ha sucedido en
países latinoamericanos, según Sojo.
“La desigualdad es un dato cada vez más
importante en el desarrollo”, añade el experto y
puntualiza que no basta con reducir la pobreza,
sino que se debe atacar con fuerza la
desigualdad. “La violencia se incentiva en la
desigualdad no en la pobreza”, apunta.
Una desigualdad que ilustra diáfanamente un
escenario con el de Los Diques, aunque no es el
único caso en el país, sino uno más. Un evidente
contraste entre riqueza y pobreza que, más allá
de los estudios y de las teorías sobre el
desarrollo, allí se hace patente. Miles de
personas lo testimonian a diario con sus vidas
sumidas en la pobreza, a veces resignadas
viendo crecer a sus familias, donde lo que más
abunda en la carencia para cumplir con las
condiciones básicas para una vida digna.
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