Salva Salva - Pacific Press® Publishing Association

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Señor,
QUÉDATE CON TUS MANSIONES
PERO
Salva
A MIS HIJOS
RICHARD W. O’FFILL
Pacific Press® Publishing Association
Nampa, Idaho
Oshawa, Ontario, Canadá
www.pacificpress.com
1
SEÑOR, QUÉDATE CON TUS MANSIONES
CONTENIDO
PRÓLOGO ................................................................................ 7
1. USTED NO ESTÁ SOLO ............................................................ 11
2. GRANDES EXPECTATIVAS ......................................................... 19
3. ¿POR QUÉ ME HAS HECHO ESTO?.............................................. 28
4. NO LO TOME EN FORMA PERSONAL .......................................... 36
5. YA NO QUIERO MIRAR LOS PROBLEMAS ...................................... 43
6. ACEPTANDO LO INACEPTABLE .................................................. 51
7. SI TÚ REALMENTE ME AMARAS ................................................. 58
8. CÓMO MIRAR ATRÁS SIN RETROCEDER—1 ................................ 66
9. CÓMO MIRAR ATRÁS SIN RETROCEDER—2 ................................ 74
10. ¿QUIÉN ESTÁ A CARGO AQUÍ? .................................................. 82
11. SABIENDO CUÁNDO SOLTAR LAS RIENDAS .................................. 90
12. CUANDO USTED NO PUEDE RESOLVER EL PROBLEMA ................... 97
13. SI TUVIERA QUE HACERLO DE NUEVO ..................................... 104
14. CÓMO ESTAR INVOLUCRADO SIN DEJARSE INVOLUCRAR ............ 112
15. NUNCA SE DÉ POR VENCIDO ................................................. 119
16. SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR ................................................. 127
17. NO HAY MAYOR AMOR ......................................................... 137
2
PRÓLOGO
Benjamín Franklin dijo en Poor Richard´s Almanack (El Almanaque
del Pobre Ricardo): “Errar es humano, arrepentirse es divino, persistir es
diabólico”. Yo he reducido el concepto a lo siguiente: “Errar es humano;
no admitirlo es necedad”. Lo que nosotros calificamos como método de
ensayo y error es realmente la experiencia. La vida es una experiencia en
marcha, y lo que aprendemos mientras la recorremos depende de
nosotros. Pero una cosa es segura: no podemos volver a vivir nuestras vidas.
Aunque no podemos volver a vivir nuestras vidas, lo que la vida es
hoy está determinado por la suma de todos nuestros ayeres. Lo que la
vida será mañana depende de lo que hagamos hoy con esos ayeres.
En una etapa de mi vida, mi carrera significaba todo. Luego me
encontré en la etapa de la adquisición: quería poseer una casa en el
campo; mientras más grande, mejor. Mientras estaba pasando por esas
etapas, estábamos criando a nuestros cuatro hijos. Ahora los hijos están
crecidos y tienen sus propios hijos. Todavía tengo mi carrera, y en un
tiempo fui dueño de una casa en el campo. Pero ahora mi perspectiva
de lo que es importante ha cambiado.
Cierto día mientras estaba orando por nuestros hijos y nietos, dije
(y espero no haber sido irrespetuoso o sacrílego): “Señor, tú has ido a
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SEÑOR, QUÉDATE CON TUS MANSIONES
preparar una mansión para mí y he leído que también tienes coronas.
Eso está bien, pero puedes quedarte con tus mansiones y tus coronas.
Lo que realmente quiero es que salves a mis hijos”.
Estoy seguro que siempre quise que él hiciera eso, pero a lo largo
de los años mi carrera y las cosas materiales de la vida estaban entre mis
intereses. Ahora ninguna otra cosa importa. Lo que quiero por haber
vivido esta vida es que nuestros hijos, y nietos, sean salvos.
Este libro es para padres y abuelos. (Las personas solteras pueden
sacar provecho de él si deciden aprender de nuestra experiencia.) A
medida que usted lea este libro, miraremos hacia atrás, examinaremos
el presente y contemplaremos el futuro. Pero usted notará que este libro
no trata tanto de nuestros hijos como de nosotros. Quizá no debiera
decir que trata de usted, pero con toda seguridad se refiere a mí. Es acerca
de sentimientos de culpa, de frustración, incluso de ira y de tristeza. Si
ese fuese todo su contenido, este libro sólo empeoraría las cosas. Pero
al leerlo, usted también encontrará esperanza, perdón, confianza,
consuelo y amor. Por lo menos espero que usted encuentre esas cosas
mientras lo lee.
Se le ha atribuido a Abraham Lincoln el siguiente dicho: “Usted
puede engañar a toda la gente parte del tiempo y a algunas personas
todo el tiempo, pero no puede engañar a toda la gente todo el tiempo”.
También tengo mi versión de esto: “Podemos engañar a algunas personas todo el tiempo, y podemos engañarnos a nosotros mismos parte
del tiempo, pero no podemos engañar a Dios en ningún momento”.
Este libro nos desafía a examinarnos honestamente a la luz de
algunas de las cosas por las que pasamos como padres y abuelos. Lo
que usted leerá no siempre es positivo u optimista, pero espero que a la
larga reúna todo de manera tal que si somos honestos con nosotros
mismos y con Dios descubramos que podemos ser fortalecidos y
animados para enfrentar los desafíos del tiempo actual. A medida que
hacemos esto con éxito creciente, tendremos esperanza para el mañana.
Este libro no intenta negar la realidad o enmascararla, pero sus capítulos
ofrecerán consuelo y nos animarán a continuar la marcha.
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PRÓLOGO
Antes de sentarme a escribir, les informé a nuestros hijos de lo que
pensaba hacer y les pedí su permiso para proceder. Me dieron ese
permiso. El que era el hijo pródigo de esta historia dijo: “Papá, después
de todo lo que les hice pasar a ti y a mamá, esto es lo menos que puedo
hacer”. Dios lo bendiga.
Por cuanto este libro trata de nuestras “posesiones” más preciosas
—nuestros hijos—, puede imaginarse que a medida que escribía y
recordaba, los ojos se me llenaban frecuentemente de lágrimas. Las
ilustraciones que se usan están tomadas de la vida real, la nuestra. A
medida que usted lea cada capítulo, estoy seguro que podrá suplir otras
ilustraciones procedentes de su propia vida. A menudo no somos
conscientes de que otros están llevando cargas similares a las nuestras.
Nuestras cargas pueden aligerarse mucho si prestamos atención a las
palabras de la Escritura: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos
unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tes. 5:11).
Dicho sea de paso, he escrito no como un consejero clínico sino
como una persona que quiere compartir algunas experiencias y lecciones
aprendidas a través de la aplicación de los principios bíblicos. Si alguien
me preguntara por qué escribí este libro, contestaría que lo hice para
dar esperanza, aliento y ayuda a otros que han pasado o están pasando
por experiencias similares.
Al término de cada capítulo hay una sección que he titulado
“Considere estas cosas”. Destaca puntos o principios que figuran en el
capítulo. También hay una porción interactiva llamada “Para dialogar
con alguien”. La Escritura dice: “Hierro con hierro se aguza; y así el
hombre aguza el rostro de su amigo” (Prov. 27:17). Compartir juntos
las ideas aguza nuestro pensamiento y nos ayuda a ampliar nuestros
horizontes. Cada capítulo concluye luego con una corta oración.
Es mi deseo que su consagración a nuestro Padre celestial se
profundice como resultado de la lectura de este libro. Y cuando Jesús
venga en las nubes del cielo y pregunte: “¿Dónde está el rebaño que te
fue dado, tu hermosa grey?” (ver Jer. 13:20), mi oración es que la
respuesta sea: “¡Aquí estamos!”
5
1
USTED NO ESTÁ SOLO
“Para comprender el amor de sus padres, usted debe criar hijos”.
—Proverbio chino.
Era en vísperas de Año Nuevo. Estaba sentado en nuestra terraza
posterior, cubierta con tela metálica. El clima era benigno. Mientras
otros se estaban preparando para celebrar la ocasión, yo estaba
esperando que el año corriese de prisa y llegase a su fin, porque para mí
había sido el peor año de mi vida. Nuestro hijo menor estaba tomando
drogas. Habíamos buscado consejo y se nos dijo que debíamos
enfrentarlo y decirle que sabíamos que él era un adicto. Hicimos eso.
Hablamos con cualquiera y con todos, y leímos varias publicaciones
sobre el problema, pero las cosas no estaban mejorando. Había llegado
al fin de mi resistencia.
Ahora, sentado en la oscuridad, comencé a llorar. No podía
parar. Me sentía completamente solo. Mientras lloraba,
repentinamente pensé en una organización llamada Grupos de
Familia Al-Anon. Son como Narcóticos Anónimos, pero ofrecen
apoyo a las familias de los adictos. En el directorio telefónico ubiqué
el número de teléfono de una subsede de Alcohólicos Anónimos
(AA). Llamé y les dije que necesitaba asistir a una reunión de
Al-Anon. La voz en el otro extremo de la línea fue amable y
6
USTED
N O E S T Á S O LO
comprensiva. La persona preguntó dónde vivía y me dio la dirección
de una reunión cercana.
Mi esposa, a diferencia de mí, sufre en silencio; ¡yo sufro en forma
audible! En un capítulo posterior comparto qué efecto han tenido en
nuestro matrimonio las experiencias de criar a nuestros hijos y nietos,
pero baste decir aquí que ella no veía qué beneficio se obtendría al asistir
a una reunión de Al-Anon, aunque consintió en acompañarme por
causa mía.
Encontramos una sede local que se reunía en una iglesia no muy
lejos de donde vivíamos, y fuimos esa misma noche. Cuando ubicamos
el salón, entramos tímidamente. Todos estaban sentados alrededor de
una mesa y se presentaban a sí mismos. Yo dije: “Mi nombre es Dick”.
Todos replicaron: “Hola, Dick”. La reunión duró una hora, y yo no
dije nada más porque lloré todo el tiempo. Aunque cada sede de AlAnon se reúne sólo una vez por semana, descubrí que había otras
reuniones en diferentes sitios por toda la ciudad, y traté de ir a una cada
noche. Lenta pero seguramente comencé a sentirme mejor, porque
comprendí que no estaba solo.
Cuando usted se sienta alrededor de una mesa con una docena de
personas o más que están sufriendo así como usted, puede ser que eso
no haga desvanecer el problema, pero poco a poco llega a ser más
soportable. Una persona dijo: “Cuando asisto a esta reunión, es como
si hubiera una gigantesca batería en medio de la mesa. Cuando
traspongo la puerta, me enchufo en esa batería y me siento. Cuando
salgo, siento que he sido recargado”.
Hay siempre una dinámica especial en torno a la mesa. No nos
sentamos allí y decimos qué está pasando en la casa. No necesitamos
oír más acerca de eso. Venimos para oír lo que cada uno de nosotros
está haciendo en cuanto al problema, cómo estamos tratando de
superarlo, y de qué manera estamos sobreviviendo a pesar de él.
Alguien ha dicho que la vida está formada 10 por ciento por lo que
nos ocurre y 90 por ciento por la manera como reaccionamos. A
menudo ejercemos toda nuestra energía y emociones tratando de
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SEÑOR, QUÉDATE CON TUS MANSIONES
cambiar lo que nos está ocurriendo, pero eso sólo hace más difícil el 90
por ciento. Eso era lo que me había ocurrido a mí la víspera de ese Año
Nuevo.
Había estado probando todo recurso posible para hacer que nuestro
hijo dejase de tomar drogas y pusiese su vida nuevamente en orden.
Había sido expulsado de la escuela y reemplazado como presidente de
la clase de graduandos. Pudimos superar esa situación con cursos por
correspondencia, y de alguna manera conseguimos que se graduase de
la escuela secundaria. Incluso siguió estudios universitarios. En ese
momento el abuso de drogas era mayormente con esteroides —por lo
menos, hasta tanto supiéramos—, pero el esfuerzo por tratar de
controlar el problema estaba imponiendo su desgaste. Decía que iba a
dejar de consumir drogas, y luego comenzaba a hacerlo nuevamente.
La cuestión se había transformado en una verdadera montaña rusa
emocional. ¡El problema fue que yo hice ondear la bandera blanca de
rendición antes de que él lo hiciera!
Esa noche cuando asistí por primera vez a una reunión de Al-Anon,
comencé a concentrarme en el factor del 90 por ciento, y desde ese
momento las cosas comenzaron a mejorar para mí. El problema no
desapareció. En realidad, continuaría por 10 años y llegaría a ser mucho
más complejo que lo que había sido en esa noche de diciembre. Pero
por lo menos ahora estaría listo para enfrentarlo. Esa noche descubrí
que estaba en buena compañía. Digo en “buena compañía” porque a
medida que pasaban las semanas, los meses y los años, mi esposa y yo
nos dábamos cuenta que en una forma u otra no hay una familia que
no esté afectada por algún tipo de tristeza.
La experiencia de tener un hijo pródigo cambió radicalmente mi
vida. Yo había sido un idealista, en busca de gente perfecta. Eso cambió;
ahora estoy en busca de sobrevivientes. Como bien dice Pablo, “no os
ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar” (1 Cor. 10:13).
8
U STED
NO ESTÁ SOLO
En lenguaje corriente este texto dice que hasta el momento no
hemos enfrentado ninguna prueba que en alguna forma no sea común
a todos los demás, y que podemos depender de Dios para que no nos
permita ser probados más de lo que podemos soportar. Cuando lleguen
las pruebas, él nos dará la fuerza para atravesar por ellas.
Un antiguo himno se titula “Nadie conoce los problemas por los
que he pasado”. Mientras que de tanto en tanto esas palabras han sido
el clamor de nuestros corazones, probablemente sería más exacto decir:
“Tarde o temprano todos sabrán acerca del problema por el que yo he
pasado, esto es, si es que ya no lo conocen por experiencia”.
Tenemos la costumbre de saludarnos mutuamente con las palabras:
“¿Cómo está usted?”
La respuesta acuñada es, “Estoy muy bien, gracias”.
Esa respuesta puede no ser exactamente la verdad, pero se supone
que es lo que uno tiene que decir. A este intercambio de palabras se lo
llama a veces habla formal o con propósitos de sociabilidad, una especie
de comunicación que ayuda a formar un vínculo, por débil que sea, entre individuos. La pregunta y la respuesta revelan una actitud amigable
y no están tratando de intercambiar información, como podría hacerlo
un médico o una médica si formulase una pregunta similar.
En años recientes cuando alguien me ha preguntado: “¿Cómo está
usted?”, he querido exclamar “¿puedo realmente decirle?”, pero para
entonces ya nos hemos cruzado en el pasillo, cada uno abrumado por
las cargas que llevamos y, en muchos casos, que llevamos solos.
Cuando ciertas personas explican cuán agradecidas se sienten
porque sus hijos están todos en la iglesia y tienen familias maravillosas,
me alegro con ellos porque la Biblia dice que debiéramos regocijarnos
con los que se regocijan (Rom. 12:15). Desearía poder decir lo mismo
cuando se me hace dicha pregunta, pero por el momento no podemos
hacerlo.
Muchos padres deben sobrellevar toda la vida la carga de habérselas
con hijos que están en situación desventajosa. Si Dios puede darles la
gracia y las fuerzas para criar hijos que tienen el síndrome de Down o
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SEÑOR, QUÉDATE CON TUS MANSIONES
parálisis cerebral, ¿no puede darme a mí la gracia y las fuerzas para
soportar las tristezas de la drogadicción y el divorcio? La promesa es
que sí, que puede. Mi esposa y yo podemos testificar de que él puede
hacerlo. No somos perfectos, pero podemos ser sobrevivientes.
No somos los primeros en sentirnos afligidos por nuestros hijos.
Ha ocurrido así con los padres desde el comienzo. El primer padre fue
Dios mismo, el padre modelo. Hizo todo en la manera en que debía
hacerse, sin embargo un día estalló una confrontación en la familia del
cielo, y antes de que terminase completamente un tercio de sus hijos
celestiales se rebelaron contra él.
Después de eso vinieron Adán y Eva. No pasó mucho tiempo antes de que estos nuevos hijos se estuvieran ocultando entre los arbustos,
así como todos los hijos e hijas desobedientes tratan de esconderse de
sus padres cuando han cometido una falta.
Estos primeros hijos, que chasquearon tan gravemente a su Padre
celestial, vieron cómo su primer hijo, Caín, se convirtió en el primer
asesino y “dejó la iglesia” para siempre. (Ya dije que estamos en buena
compañía.)
Hubo una vez un hijo ya adulto. Su nombre era Edson. Su madre
fue una de las fundadoras de nuestra iglesia. Ella estaba en Australia
cuando él le escribió lo siguiente: “En absoluto tengo inclinaciones
religiosas” (Arthur L. White, Ellen G. White [Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1983], t. 4, p. 94). Esto sucedió después
de que él por años había sido un miembro activo en la iglesia, trabajando
con la preparación de un himnario, lecciones de escuela sabática y en
la obra de publicaciones. La carta casi la aplastó.
Las palabras que Elena de White escribió en respuesta son el clamor
de todos los padres cuyos hijos ya no están en la iglesia: “Tú ya no eres
un niño. Quisiera que lo fueses. Te acunaría en mis brazos, velando
sobre ti como lo he hecho [en el pasado]. Pero tú ya eres un hombre
crecido” (Id., p. 96).
Cuando estábamos pasando por la peor de nuestras experiencias,
recuerdo haber pensado: ¿Qué pasó con el niñito que yo una vez conocí?
10
U STED
NO ESTÁ SOLO
¿Qué pasó con el niñito que, cuando tenía dos años, trepaba a mis espaldas
y nos íbamos juntos a la piscina? Recuerdo haber mirado fotos de él de
esos primeros años y haber sentido que en realidad había perdido a un
hijo.
No es difícil mirar ahora al pasado, porque yo sé cómo todo
finalmente resultó. Pero he sido cambiado para siempre por la
experiencia vivida. A veces le digo a la congregación cuando estoy
predicando que cuando los hijos eran niños yo acostumbraba tener un
sermón titulado “Los Diez Mandamientos para Criar a los Hijos”. A
medida que pasaron los años y mis jovencitos entraron en la
adolescencia, decidí cambiar el título a “Diez Sugerencias para Criar a
los Hijos”. Después de casi 40 años de ser padre, y siendo ahora un
abuelo de ocho nietos, titulo ese sermón: “Diez Preguntas que Tengo
Sobre Cómo Criar a los Hijos”.
Solía ocurrir que cuando alguien me pedía que orase por sus hijos,
lo palmeaba en el hombro y decía: “Mi amigo, por supuesto lo haré”.
Aunque era sincero, no sentía nada. Ahora cuando alguien con lágrimas
pide, “Por favor, ore por mis hijos”, lloramos juntos.
¿Acaso creo yo que era el plan de Dios que tuviéramos un hijo
pródigo, que pasáramos cinco años criando a una nieta, y que el divorcio
hiciera estragos en los hogares de la mayoría de nuestros hijos? No. Ésta
ha sido la obra del enemigo. Sin embargo, a través de todo esto Dios
nos ha dado fuerza y gracia, y creo que ahora estoy más cerca de él de lo
que posiblemente podría haber estado antes.
Más de una vez la gente ha acudido a mí y me ha dicho: “Pastor
O’Ffill, nos hemos enterado del problema por el cual está pasando.
Usted es un motivo de gran aliento para nosotros”. Éste no es un
reconocimiento a mi esposa o a mí, sino un reconocimiento al Dios a
quien servimos. Cuando lleguemos al cielo, si usted fuera a preguntarme
cómo ha sido la vida en la tierra, tendría que decirle que a veces era una
pesadilla. Pero agradeceré a Jesús para siempre, porque a través de todas
nuestras lágrimas él nos acercó a sí mucho más de lo que jamás
podríamos haber imaginado.
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SEÑOR, QUÉDATE CON TUS MANSIONES
El pasaje de 2 Corintios 1:3, 4 expresa esto en forma perfecta:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar
a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios”.
Cuando éramos jóvenes solíamos decir: “Se necesita haber
pasado por cierta experiencia para comprender a otro que está en
una situación semejante”. Esto es especialmente cierto cuando usted
es un padre cuya oración es, “Señor, quédate con tus mansiones…
pero salva a mis hijos”. Se requiere un padre que ha atravesado por
tristezas para consolar a aquellos que están pasando por lo mismo.
Ha llegado el momento cuando debemos identificarnos
abiertamente y no tener temor de mostrar que uno es parte del
grupo. No estamos en mala compañía. En tanto estemos con el
mismo problema, mantengámonos unidos.
Grandes hombres y mujeres de Dios desde el comienzo del tiempo
han tenido hijos e hijas pródigos. La realidad es que la mayoría de los
hijos de Dios tienen hijos que se han descarriado. Muchos han creído
que esto no podría ocurrirles a ellos, o que no debería estar ocurriendo,
o que si estuviera ocurriendo debería encubrirse. Me alegro que esto
no les ha pasado a todos, pero sí le ha sucedido a la mayoría de nosotros,
y la pregunta que ahora tenemos que enfrentar es: ¿Qué vamos a hacer
al respecto?
Aquellos que trabajan con enfermedades infecciosas deben tomar
precauciones, no sea que contraigan dichas enfermedades y ellos
mismos se conviertan en víctimas. No debemos olvidar que aunque
somos padres, también somos hijos, hijos de Dios. Y mientras
trabajamos y oramos por la salvación de los hijos que él nos ha dado,
debemos ser cuidadosos de honrar a nuestro Padre celestial y no contraer
la misma enfermedad que estamos tratando de corregir en nuestros
amados, terminando amargados, resentidos, enojados o desanimados.
En los capítulos que siguen hablaremos acerca de los sentimientos que
12
USTED
N O E S T Á S O LO
surgen cuando nuestros hijos se apartan del Señor, y qué es lo que
podemos hacer al respecto.
CONSIDERE ESTAS COSAS
1. Hay pocas familias, si es que hay alguna, que no estén sufriendo.
2. La manera como reaccionamos ante la vida es más importante
que lo que nos ocurre.
3. Aun padres perfectos tienen hijos que dejan al Señor.
4. Las pruebas y sufrimientos pueden en realidad servir para
acercarnos a Jesús.
5. Las personas que han tenido experiencias similares pueden
fortalecerse mutuamente.
PARA DIALOGAR CON ALGUIEN
1. ¿Cómo puede el sufrimiento acercarnos a Jesús?
2. ¿Por qué el hecho de saber que otros están pasando por
dificultades nos hace sentir mejor?
LA ORACIÓN DE UN PADRE
Padre celestial, a veces parece que nadie sino tú sabe aquello por lo
que estoy pasando. Por favor, perdóname por tratar de pretender que
no me está ocurriendo a mí. Condúceme a personas con quienes pueda
compartir experiencias, y cuando nos animemos mutuamente
podremos orar juntos. Gracias por prometer que no habrá ninguna
prueba tan grave que nos quebrante, sino que tú nos darás la fuerza
para atravesar por ella. A medida que nos haces más fuertes, ayúdanos
a animar a otros. En el nombre de Jesús, Amén.
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