Los recuerdos del porvenir

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Universiteit Gent
Academiejaar 2007-2008
HISTORIA Y FICCIÓN EN LOS RECUERDOS DEL
PORVENIR DE ELENA GARRO:
LA CONFLUENCIA DE TIEMPO, ESPACIO Y
NARRADOR.
Promotor:
Diana Castilleja
Verhandeling voorgelegd aan de Faculteit
Letteren en Wijsbegeerte voor het verkrijgen
van de graad van Master in de
Iberoromaanse talen, door Elke Reynaert
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
En primer instancia, le doy las gracias a mi promotor, la profesora Castilleja, para
proporcionarme ideas y fuentes extremamente útiles. Asimismo estoy agradecido por el apoyo
moral de mis padres durante este período de estrés. En tercer lugar, quisiera agradecer a mi
amiga excepcionalmente inteligente, Elke Van Huffel, las varias veces que hemos planteado
ideas sobre nuestras tesinas. Por último, me doy las gracias a mí, por nunca haber perdido los
ánimos.
ÍNDICE
1. Introducción……………………………………………………………………………1
2. Biografía……………………………………………………………………………….3
2.1 Sobre su vida…………………………………………………………………….....3
2.2 Sobre su relación con Octavio Paz…………………………………………………8
3. Los personajes marginados…………………………………………………………...10
3.1 La mujer…………………………………………………………………………..11
3.2 El indio……………………………………………………………………………22
3.3 El loco…………………………………………………………………………….26
4. El espacio……………………………………………………………………………..29
5. El tiempo……………………………………………………………………………..34
6. El narrador……………………………………………………………………………47
6.1 En general…………………………………………………………………………47
6.2 Aplicación al libro: La narración en Los recuerdos del porvenir………………...48
6.2.1 La personificación de Ixtepec......................................................................48
6.2.2
La voz del pueblo: los habitantes de Ixtepec como el coro de una tragedia
griega..................................................................................................................... .53
7. Historia y ficción en Los recuerdos del porvenir…………………………………….56
7.1 Sobre el realismo y la novela histórica…………………………………………...56
7.2 Contexto histórico: Historia de México del siglo XX……………………………57
7.2.1
La Revolución Mexicana…………………………………………………57
7.2.2
La Guerra Cristera………………………………………………………...59
7.3 Referencias históricas específicas………………………………………………...61
8. ¿Ficción, biografía o autoficción?.................................................................................69
8.1 Fondo teorético……………………………………………………………………69
8.2 Aplicación a Los recuerdos del porvenir…………………………………………74
9. Conclusión……………………………………………………………………………79
10. Apéndice……………………………………………………………………………...80
11. Bibliografía…………………………………………………………………………...82
11.1
Libros………………………………………………………………………….82
11.2
El internet……………………………………………………………………..85
11.2.1 Con autor………………………………………………………………….85
11.2.2 Sin autor…………………………………………………………………...87
1
1. INTRODUCCIÓN
En un México atormentado por la Revolución y la Guerra Cristera, Garro sitúa el
relato de un pueblo aislado, Ixtepec. La lucha política ya se encuentra en su memoria, y
Ixtepec decide compartir su historia con el lector. En su rememoración, conocemos los
habitantes del pueblo, como la familia Moncada, los Goríbar, la beata Dorotea, Tomás
Segovia, los Arrieta y muchos otros, que viven en una especie de trance, fuera del tiempo. El
narrador recuerda la entrada de los militares (y sus queridas) que toman el poder en el pueblo.
La presencia de Julia Andrade, la querida enigmática del general Rosas, domina el pueblo:
ella despierta adoración y crueldad en los otros. El poder que ella tiene sobre su general
resulta en el asesinato de muchos indios. La situación de no-tiempo se para cuando el
forastero Felipe Hurtado permanece en Ixtepec. Introduce la ilusión en el pueblo bajo la forma
del teatro. Él y Julia son capaces de huir de la inmovilidad del tiempo, mientras que los otros
recaen en el no-tiempo y en la decadencia: la desaparición de los dos amantes significa el
inico del fin para el pueblo. La segunda parte del libro enfoca la lucha cristera, con la
esperada cierre de la iglesia. Contagiados por el entusiasmo del fuereño, los pueblerinos
deciden organizar una fiesta, que resulta ser una trampa para los militares. El plan fracasa y
tiene consecuencias fatales para la mayoría de los ixtepecanos. Sólo les queda el tiempo del
horror y de la muerte, en que el porvenir es una repetición eterna del pasado, como lo prueba
el cuerpo petrificado de Isabel al final del libro.
En el presente trabajo, trato de encontrar el hilo conductor en Los recuerdos del
porvenir. Me he dejado conducir por los acontecimientos increíbles de la vida de Garro: su
biografía me permite encontrar los elementos interesantes en el libro. Por eso, no me
interesaba el real maravilloso en Los recuerdos del porvenir, porque ella no aceptó que se
ponía su literatura en esta casilla. Las obsesiones de la escritora se reflejan en las
particularidades de la narratología: en el narrador, en sus ideas sobre el tiempo y el espacio,
en la elección de los protagonistas, en las referencias a la Historia oficial. Además, sus
convicciones políticas se reflejan en los personajes principales, el narrador incluido. Así la
vida de Garro me posibilita analizar cómo el espacio, el tiempo y el narrador se relacionan
entre sí.
2
El trabajo comienza lógicamente con una biografía de Elena Garro, que también busca
a dar una imagen de su relación con hombres. En segundo lugar nos paramos en los
personajes excepcionales del libro, que muchas veces son los protagonistas. A continuación,
analizamos la concepción del espacio y del tiempo y examinamos el papel del narrador.
Después, hablamos de la función que tiene la Historia oficial en el relato, para terminar con
los elementos autobiográficos y ficticios en la obra.
3
2. BIOGRAFÍA
2.1
Sobre su vida
Elena Garro admitió una vez a Roberto Páramo que todos sus obras contienen aspectos
autobiográficos:
“Yo no puedo escribir nada que no sea autobiográfico; en Los recuerdos del porvenir
narro hechos en los que no participo, porque era muy niña, pero sí viví. Asismismo en las dos
últimas novelas, Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana, trato las
experiencias y sucesos que me acontecieron en la multitud de países donde he vivido. Y como
creo firmemente que lo que no es vivencia es academia, tengo que escribir sobre mí misma.1”
En este sentido, parece lógico incluir una biografía de esta mujer enigmática, aunque la visión
de su vida extraordinaria impide que su obra literaria sea realmente apreciada. Fernando
Camacho Servin escribe en La Jornada que se necesita desmitificar a la figura de Elena Garro
para realmente valorar su obra:
“En torno a la figura de la escritora Elena Garro se ha creado un mito que dificulta la
valoración real de su obra literaria, y sólo reproduce el interés morboso por su imagen: su
supuesta condición de víctima, cuando en realidad mantuvo siempre una lucidez y una
inteligencia absolutas.2”
Además, la situación personal de Elena se asemeja a la de la mayoría de sus protagonistas.
Elena Garro, conocido por ser dramaturga, novelista y cuentista no sólo fue una personalidad
importante en la literatura mexicana, sino que se afirmó también mediante sus acciones y
opiniones políticas. Además, se engolfó en la escritura de guiones cinematográficos.
Elena nació en 1916, el 11 de diciembre en Puebla, un estado en México. Sin
embargo, cuando uno teclea el nombre de Elena Garro en un buscador de internet, se hace la
constatación de que las opiniones sobre la fecha de nacimiento de Elena son diferentes: unos
afirman que nació en 1920, otros dicen que fue en 1916 o en 1917. Su padre, José Antonio
Garro Menendreras, fue español y su madre, Esperanza Navarro Benítez, mexicana. La
familia Garro residió en la Ciudad de México hasta la Guerra Cristera, razón por la cual se
trasladaron a Iguala. Estudió literatura, coreografía y teatro en la Universidad Nacional
1
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, en La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
Camacho Servin, Ferando. “El mito de Elena Garro dificulta acercarse a su obra: Claudia Bernáldez”, en La
Jornada, 18 de junio de 2007.
2
4
Autónoma de México, situada en la Ciudad de México. Durante sus estudios, fue coreógrafa
en el Teatro de la Universidad. Le conoció a Octavio Paz y en 1937 se casaron. Bajo la
presión de su marido, abandonó sus estudios universitarios y le siguió a España (para asistir al
Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Valencia), donde entró en
contacto con la Guerra Civil. Pero fue Paz quien le impulsó a escribir literatura. Regresó a
México en 1938. Durante su matrimonio, residieron en Francia, Japón y Suiza (entre 1945 y
1968).
Durante los años cuarenta, Elena entrevistó a personajes famosos, como Frida Kahlo, Pablo
Neruda, la actriz Isabela Corona. También realizó una crónica sobre mujeres en la cárcel:
Mujeres perdidas. En su biografía de ella, Elena Poniatowska no consideró a Garro como una
periodista: “Elena solo escribía cuando algún acontecimiento suscitaba su indignación. 3” Por
ejemplo: el destino de los indios, la política de Carlos Madrazo, …
También trabajó en proyectos del cine, como guionista. En 1958, realizó Las señoritas
Vivanco con Juan de la Cabada. Asismismo hizo Sonata de otoño (de Valle-Inclán) y La
escondida con Juan de la Cabada. En una entrevista con Miguel Ángel Quemain, Elena
admitió que escribir un guión fue pesadísimo, porque además de mover al personaje, se
necesitaba hablarlo y situarlo también4.
En 1957 alcanzó fama por primera vez al escribir 3 piezas teatrales por el grupo de “Poesía en
Voz Alta”: Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. Según
Elena misma, Un hogar sólido fue una obra que escribió en “un ratito”. Estaba en un café con
una prima suya, y ella estaba muy deprimida. Consideró la muerte como el único hogar
sólido. Cuando volvió a casa, comenzó a escribir la pieza.
Otras obras de teatro suyas se representaron en 1963 y 1968, respectivamente: La señora en
su balcón y La dama boba. Sus obras de teatro se caracterizan por un surrealismo
extraordinario, rompiendo así con el realismo tán apreciado en esta época, exactamente como
ha señalado Emmanuel Carballo:
“Es realista, pero su realismo va más allá de la descripción de las costumbres y el
análisis psicológico de los personajes. El suyo es un realismo mágico, próximo al cuento de
hadas y la narración terrorífica. Un realismo que anula tiempo y espacio, que salta de la lógica
3
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
Ángel Quemain, Miguel. “Entrevista a Elena Garro: El porvenir, una repetición inanimada del pasado”,
Coordinación nacional de Literatura
(http://www.literaturainba.com/escritores/escritores_more.php?id=5813_0_15_0_M).
4
5
al absurdo, de la vigilia al sueño pasando por la ensoñación. Mira al hombre y al mundo con
las experiencias del adulto y la inocencia del niño.5”
El matrimonio entre Paz y Garro terminó en 1959, pero generó una hija, Helena, quien nació
en 1948. Después del divorcio, Elena se estableció primero en los Estados Unidos, y segundo
en España. No sólo tenía vocación de escribir teatro, también se ocupó en crear cuentos y
novelas. Su primera publicación narrativa data de 1963. En este momento salió su obra
maestra: Los recuerdos del porvenir, que ganó el prestigioso Premio Villaurrutia en Mexico
en 1964. Lo había escrito ya mucho antes y guardaba el manuscrito original en un baúl en un
hotel en Nueva York. Un día estaba a punto de quemar el libro, cuando su hija y su sobrino
intervinieron. Después de que Octavio Paz lo leyera, la ha convencido a Elena de publicar la
novela. Contrariamente a Un hogar sólido, la creación de Los recuerdos del porvenir ocupó
un mes, en el sanatorio en Berna, donde recuperó de una enfermedad grave.
El libro relata un episodio de la Guerra Cristera, con la que estaba en contacto durante su
juventud. Por eso fue conocido como la defensora de los campesinos y de los indios: abogó
por el reparto justo de las tierras:
"Me crié entre ellos y para mí son tan queridos como mi familia española. Aparte de
esta razón sentimental los indios son las personas cultas del país […] Los indios son muy
inteligentes, han sufrido mucho. Se les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista
de México les quitó hasta la memoria, entonces ellos existen casi de contrabando y a
escondidas... Me parece que lo que les sucede es un pecado terrible. ¡Y los quiero mucho y me
produce mucha pena que los exploten de esa manera, que los maten de esa manera y que no
tengan derechos!6"
Un año más tarde, se publicó la colección de cuentos La semana de colores (que incluye el
cuento más conocido: La culpa es de los tlaxcaltecas). Con sus primeras obras narrativas,
Elena Garro se alineó en el mismo bando como sus contemporáneos Juan Rulfo y Juan José
Arreola, quienes representaban una nueva narrativa mexicana. Muchos críticos han
comparado Los recuerdos del porvenir con Pedro Páramo de Juan Rulfo: sostienen que
ambos pertenecen al género „realismo mágico‟. Además, ambos echan una mirada a la historia
mexicana, y ambos rompen con el tiempo lineal del libro. A Elena Garro misma no le gusta
que le ponen la etiqueta de realismo mágico a su literatura. Según ella, no hay muchos
escritores hispanoamericanos que manejan este género, como admite en una entrevista con
Miguel Ángel Quemain:
5
6
Carballo, Emmanuel. Protagonistas de la literatura mexicana, 1986, México: Alfaguara, p.506.
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, en La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
6
“El realismo mágico lo es cuando un escritor es capaz de asombrar a los lectores de su
mismo contexto, pero cuando un noruego lee sobre las fiebres imaginarias del trópico le
parece mágico, porque no puede parecerle inverosímil.[…] Claro que existe, pero estoy
aburrida de esa etiqueta, por eso ya no escribo realismo mágico, ya chole. En Y Matarazo no
llamó, no hay nada de realismo mágico. Yo quise hacer novelas ya sin nada de realismo
mágico.7”
En 1967 salió el drama Felipe Ángeles, que trata de la Revolución Méxicana. La mayoría sus
obras de la década de los sesenta afectaron de una manera u otra aspectos históricos, políticos
y culturales de la realidad méxicana. Las cuestiones del tiempo fueron preponderantes, como
lo ha señalado Luz Elena Gutiérrez de Velasco: “Domina una visión del mundo que intenta
poetizar la realidad, inverter y revertir el tiempo, [...] recobrar el tiempo perdido.8” Al lado de
esto, Elena explotó otros temas como la marginación de la mujer, la violencia, la memoria, …
Casi todos sus personajes eran parias (no sólo mujeres) que entablan la lucha con el orden
establecido. Entonces Elena utilizó su literatura como manera de acusar las autoridades y la
sociedad. Sin embargo, ella no se consideró como una feminista, como lo apunta Patricia
Rosas Lopátegui en su biografía de Elena Garro:
"El día en que manejemos ideas propias, entonces seré feminista, pero mientras
manejemos intelecto masculino, no soy feminista. [...] No. No hay mujer que haya tenido una
sola idea.9"
Durante la década de los setenta sin embargo, Elena no publicó ninguna obra, a causa de los
acontecimientos en 1968. Entonces se realizó el Movimiento Estudiantil10. Se sospecharon a
Elena Garro de informante del Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, quien fue en parte
responsable de la matanza de Tlatelolco. Después de este episodio, abandonó México. Garro
siempre ha acusado a los intelectuales mexicanos de haber incitado a los estudiantes al
movimiento estudiantil, como afirmó en un diario local:
"Yo culpo a los intelectuales de cuanto ha ocurrido. Esos intelectuales de extrema
izquierda que lanzaron a los jóvenes estudiantes a una loca aventura, que ha costado vidas y
7
Ángel Quemain, Miguel. “Entrevista a Elena Garro: El porvenir, una repetición inanimada del pasado”,
Coordinación nacional de Literatura
(http://www.literaturainba.com/escritores/escritores_more.php?id=5813_0_15_0_M).
8
Gutiérrez de Velazco, Luz Elena. “Elena Garro: Entre la originalidad y la persecución”, en La Jornada
Semanal, 30 de agosto de 1998.
9
Rosas Lopátegui, Patricia. El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica,
2005, México: Porrúa.
10
El Movimiento Estudiantil comenzó en protesta contra la política internacional de la Guerra Fría. Buscaban a
rebelarse contra el gobierno, contra la ley. Inició con marchas y manifestaciones (incluso del rector de la
Universidad Nacional Autónoma de México, quien apoyó al movimiento), que llevó hasta varias enfrentamientos
entre los estudiantes y las autoridades. El 2 de octubre todo se desbordó con la matanza de Tlatelolco en la Plaza
de las Tres Culturas: fue una represión militar del gobierno contra los estudiantes. Se reportaron más de 100
muertos y 445 heridos. Muchos intelectuales apoyaron el movimiento estudiantil y sus motives.
7
provocado dolor en muchos hogares mexicanos. Ahora, como cobardes, esos intelectuales se
esconden... Son los catedráticos e intelectuales izquierdistas los que los embarcaron en la
peligrosa empresa y luego los traicionaron. Que den la cara ahora. No se atreven. Son unos
cobardes...11"
En realidad, fue la prensa quien de una manera intentó manipular sus palabras. En este asunto,
mucha gente se unió a Octavio Paz, a quien todos los intelectuales izquierdos llevaban en
palmas, transformando a Elena Garro en una figura marginada, exactamente como los
protagonistas en sus libros. Los intelectuales tomaron distancia de Elena Garro. Además, la
acusaron de ser comunista, un adepta de Fidel Castro o del Vaticano. Según estos
intelectuales, también sería Elena agente de la CIA: en 1963 estuvo implicado en una
investigación sobre el asesinato de John F. Kennedy.
Vivió en exilio durante veinte años, primero en los Estados Unidos, luego en España y
finalmente en Francia. Este período de autoexilio fue difícil para las dos Elenas, luchaban
para sobrevivir. Regresó a su país natal en 1991, y afirmó lo siguiente: “No reconozco a
México, todo ha cambiado para mal.12” A partir de 1980, con la publicación de una nueva
colección de cuentos, Andamos huyendo Lola, Elena volvió a escribir. Pero la escritora no
sólo se limitó a escribir cuentos, también se atrevió a otros géneros. En 1982 salió su novela
Testimonios sobre Mariana, que fue su libro más logrado de este segundo período de escribir
y que ganó el Premio Juan Grijalbo en 1980. También escribió novelas policiacas, como
Reencuentro de personajes (1982), La casa
junto al río (1983), Y Matarazo lo llamó
13
(1991) , una novela política, donde se pone en escena una lucha sindical. En Memorias de
España, que salió en 1990, Elena hizo una relación de sus observaciones del Congreso de
Intelectuales Antifascistas y del España en plena Guerra Civil, utilizando el género del libro
de memorias. Describió entre otros cómo conoció a muchos escritores españoles y
hispanoamericanos en exilio, como por ejemplo Miguel Hernández, Pablo Neruda, Alejo
Carpentier. En 1995 se publicó Inés, que puede ser considerado una novela gótica.
Los libros del segundo ciclo narrativo presentan (aún más que los del primero ciclo)
elementos biográficos. Elena se sintió continuamente más perseguida, y esto se siente en sus
libros del segundo período narrativo, sobre todo en Andamos huyendo Lola. Después del
episodio con el Movimiento Estudiantil, la escritora estuve asediado con la paranoia hasta el
final de sus días. Tampoco escondió su aversión hacia los intelectuales, lo que se aclara en
11
Bernáldez-Bazán, Claudia. “Elena Garro, una particular revoltosa”, en Razón y palabra, junio-julio 2002, no.
27 (http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n27/cbernaldez.html).
12
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, en La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
13
Elena apoyaba a Carlos Madrazo en su intento de reestructurar el partido official en 1965. Ya había publicado
una entrevista con él, donde lo alababa demasiado.
8
Testimonios sobre Mariana, que se pasa en un París horrífico, donde Mariana se ve
enfrentado a seres monstruosos.
En 1991, regresó a México, y decidió vivir en un pequeño apartamento de sus hermanos,
junto con su hija Helena y sus 14 gatos. Como había fumado toda la vida, se desarrolló en ella
el cáncer pulmonar, del que los gastos cubrió el Conaculta14.
Dos años antes de su muerte, Elena todavía escribió 3 novelas: Busca mi escuela, por la cual
recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz; Un traje rojo para un duelo y Un corazón en un
bote de basura.
Murió del cáncer el 23 de agosto de 1998 en México, a la edad de 77 años.
La académica Claudia Bernáldez concluye que Elena siempre ha sido visto como una
víctima, como un mártir, pero contrariamente a lo que uno pensaría, a Elena le convenía
perfectamente esta imagen de víctima15. Además, reducieron a ella a “la mujer de Octavio
Paz”. Sin embargo, no podemos perder de vista su inteligencia excepcional. Finalmente, sus
palabras y opiniones políticas arriesgadas y la situación abominable en que la escritora vivía
con su hija y con sus 14 gatos la han transformado en la „outcast‟ de la sociedad: “Por eso
digo que no tengo lugar ni a la izquierda, derecha o medio centro. Soy una outcast, una
indeseada.16”
2.2
Sobre su relación con Octavio Paz
Elena siempre veía a Octavio como su adversario, como lo admite a Gabriela Mora:
"Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí
contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo,
todo, todo lo que soy es contra él. Mira, Gabriela, en la vida no tienes más que un
enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz.17"
Sin embargo, Paz siempre consideró a su mujer como una de las escritoras mexicanas más
dotadas: “Es la mejor escritora de México.” Después del divorcio, Elena siguió estando
obsesionado con Paz. Según Elena Poniatowska, Elena sólo les acusaba a los intelectuales de
14
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en México.
Camacho Servin, Fernando. “El mito de Elena Garro dificulta acercarse a su obra: Claudia Bernáldez”, en La
Jornada, 18 de junio de 2007.
16
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, en La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
17
Ibid.
15
9
haber instigado a los estudiantes a protestar, por siendo ellos amigos de Paz. Difamaba a
quinientos intelectuales, incluso a los que no tenían nada que ver con los sucesos
(Poniatowska cita el ejemplo de la pintora Leonora Carrington, quien Elena acusó,
únicamente por ser una amiga de Octavio). Archibaldo Burns, un buen amigo de Garro,
afirmó lo siguiente en una entrevista con Patricia Vega:
"Mira, en el ‟68 vi poco a Elena, pero ella tenía la obsesión de siempre: Octavio Paz, y
quería fastidiar a los amigos intelectuales de Octavio –lo fueran o no, esto es importante,
porque ella los veía como los amigos de Paz, por eso decía que todas esas gentes estaban
mandando a los estudiantes de carne de cañón, que los iban a matar y que iban a dar a la
cárcel, mientras ellos estaban muy cómodamente instalados en sus casas. Ella pensaba que los
amigos de Octavio estaban haciendo eso; además Elena detestaba a los comunistas, les tenía
un odio feroz.18"
A causa de esta obsesión, se continuó desarrollando su angustia de la persecución. Como lo
dice Poniatowska: “Su paranoia no tuvo límites.19” Las últimas décadas de su vida, Elena
siempre tenía la impresión de que todo el mundo les persiguió a ella y a su hija, que alguién
les quiso hacer daño, lo que se nota muy bien en su literatura de este segundo período
narrativa: el tema que siempre recurre es la persecución de sus protagonistas.
Al final de los años cuarenta, Elena conoció a Adolfo Bioy Casares en París. Se desarrolló
una amistad entre los 2 que se mantuvo durante 20 años. Además, Elena estaba liada con él
durante su matrimonio con Paz. Pero según ella, fue un amor imposible. Sin embargo, se
escribieron durante mucho tiempo y con mucho gusto.
Después de haberse enterado de la vida de la novelista, ahora pasamos al análisis de su
libro Los recuerdos del porvenir, empezando con el estudio de los personajes importantes.
18
19
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, en La Jornada, 17 de septiembre de 2006.
Ibid.
10
3. LOS PERSONAJES MARGINADOS
Elena Garro siempre ha sentido cierta predilección por los tipos raros de este mundo.
Por consecuencia, los protagonistas en su literatura son casi siempre personajes excepcionales
que se sienten excluidos por el resto de la sociedad. La mujer por ejemplo tiene a menudo un
papel protagonístico en sus obras, como se ve en Los recuerdos del porvenir, Andamos
huyendo Lola, Testimonios sobre Mariana y muchos otros. Además, se declaró a favor de los
indios y de los campesinos, convirtiéndose en luchadora social.
"Me crié entre ellos y para mí son tan queridos como mi familia española. Aparte de
esta razón sentimental los indios son las personas cultas del país […] Los indios son muy
inteligentes, han sufrido mucho. Se les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista
de México les quitó hasta la memoria, entonces ellos existen casi de contrabando y a
escondidas... Me parece que lo que les sucede es un pecado terrible. ¡Y los quiero mucho y me
produce mucha pena que los exploten de esa manera, que los maten de esa manera y que no
tengan derechos!" 20
Entonces vale la pena investigar el papel que tienen estos personajes marginados en Los
recuerdos del porvenir. El lector topa con varios personajes que se encuentran al borde de la
sociedad: las dos protagonistas Julia y Isabel, que representan de una u otra forma la mujer
emancipada, los niños Moncada, que nunca esconden sus opiniones controvertidas, los indios,
que son la „escoria‟ de la comunidad y Juan Cariño, que parece sacar sabiduría de su locura.
En los capítulos que siguen, conocemos el papel que desempeñan la mujer, el indio y el loco
en el libro de Garro.
20
Poniatowska, Elena. “Una biografía de Elena Garro”, La Jornada Semanal, 17 de septiembre de 2006.
11
3.1
La mujer
En su ensayo, Ignacio M. Sánchez Prado investigó la evolución de la mujer en el
ámbito cultural, enfocando a Los recuerdos del porvenir y a El libro vacío de Josefina
Vicens21. La vida cultural de los años cincuenta no incluía a las mujeres, que se traducía en
una literatura “viril”, donde la experiencia nacional únicamente se dirigía al hombre, no a la
mujer. Antes de los años cincuenta y sesenta, la mujer casi no participaba en las actividades
culturales, salvo algunas mujeres que conseguían penetrar en el ámbito cultural, como por
ejemplo Frida Kahlo y Nellie Campobello. Esto fue reforzado por la ausencia de „centros
femininos de conciencia‟ en la literatura que no guardaban relación con las voluntades del
hombre. El hombre podía dirigirse en los campos culturales y públicos, condenando a la
mujer a una vida en la sombra y desbancándola al espacio privado. La mujer sale del entorno
privado, lo que se acompaña de un papel más elevado en la vida cultural y más en particular
en la literatura. Sin embargo, los movimientos feministas emergentes se enfrentan con una
visión algo utópica de la familia, donde la mujer se ve encerrada entre cuatro paredes. Rosario
Castellanos afirmó lo siguiente en Sobre cultura feminina: “La cultura ha sido creado casi
exclusivamente por hombres, por espíritus masculinos.22” Además, ella sostiene que por falta
del don de la maternidad, que es superior a la cultura, el hombre se refugia en la cultura. La
mujer entonces no está privado de la cultura, sino que es simplemente ininteresante para ella,
porque encuentra su satisfacción en la maternidad.
Elena Garro prueba con Los recuerdos del porvenir que hacer historia no es el
privilegio de la raza masculina, sino que la mujer es por lo menos tan importante como el
hombre o quizás más importante, lo que se refleja en los protagonistas del libro. Garro no está
interesado en la Historia „oficial‟ y por eso focaliza en la perspectiva feminina de los hechos:
¿Cómo las mujeres experimentaban la historia? Se podría llegar a la falsa conclusión de que
Garro es una feminista, pero sólo intenta incorporar a la mujer en la Historia oficial,
examinándo su punto de vista.
21
Sánchez Prado, Ignacio M. “La destrucción de la escritura viril y el ingreso de la mujer al discurso literario: El
libro vacío y Los recuerdos del porvenir”, en Revista de la crítica literaria latinoamericana, 1°-2° Semestres de
2006, nos. 63-64, Lima-Hanover, pp. 149-152.
22
Castellanos, Rosario. Sobre cultura feminina, 2005, México: Fondo de Cultura Económica, p. 192.
12
Los personajes principales son 2 mujeres, es decir Julia Andrade y Isabel Moncada.
Julia domina la primera parte del libro y Isabel la segunda. Amalia Gladhart sostiene que la
novela se sitúa en un marco de encarnación feminina23. Se dice de la memoria colectiva de
Ixtepec que está encarnado y incorpóreo al mismo tiempo (que refiere al binomio inglés
embodied y disembodied). De esta manera, el móvil de ambos personajes femininas puede ser
entendido a través de esta encarnación. Sin embargo, la ausencia de sus cuerpos es mucho
más significante que su presencia. Julia se fuga con el fuereño, únicamente para evaporarse:
los habitantes nunca la volverán a ver. Isabel abandona su forma terrestre y se transforma en
piedra. Entonces, el libro se construye alrededor de la paradoja de presencia/ausencia de los
cuerpos femininos. Las dos parecen estar presentes, parecen formar parte de este mundo, pero
en realidad están incapaces de captar nuestra realidad. Julia por ejemplo no toma parte en la
vida cotidiano de los habitantes, la mayoría de las veces se esconde en su hotel. Algo similar
ocurre con Isabel: ella no se esconde en su casa, pero no se siente un miembro de la sociedad
de Ixtepec. Es como el tipo raro que se siente exluido del pueblo: “Isabel se sintió extraña
entre esa gente a la que había visto desde niña. […] „Hay veces en que uno está de sobra en
este mundo‟, le dijo en voz muy baja. „Yo siempre he estado de sobra‟, contestó Isabel.” (pp.
91-92) Contrariamente a las otras chicas de su edad, ella no quiere casarse:
Nicolás ocpuado en mirar a su hermana, no contestó. Era verdad que había cambiado;
sus palabras no le hicieron ningún efecto. Isabel pensaba irse, pero no con él. “¿Cómo será su
marido?”, se preguntó asustado. Isabel pensaba lo mismo. “Nico, ¿crees que en este momento
ya nació?” […] “No, no creo que yo me case…” (p. 19)
Y un poco más lejos:
“A mí me gustaría que Isabel se casara” intervino la madre. “No me voy a casar”
contestó. […] Le humillaba la idea de que el único futuro para las mujeres fuera el
matrimonio. Hablar del matrimonio como de una solución la dejaba reducida a una mercancía
a la que había que dar salida a cualquier precio. (p. 24)
Aquí se ve filtrarse la opinión de Elena Garro. No se considera como una feminista, pero
juzga que el matrimonio no es la única salida para una mujer. Existen otras maneras para la
mujer de aportar algo a la sociedad.
Asismismo, existen dos Isabeles, una que convive con la gente de nuestro mundo, y otra que
se dirige en otro mundo. Se siente diferente de los otros seres de la comunidad:
23
Gladhart, Amalia. “Present absence: Memory and narrative in Los recuerdos del porvenir”, en Hispanic
Review, invierno 2005, Universidad de Pennsylvania, pp. 91-94.
13
Había dos Isabeles, una que deambulaba por los patios y las habitaciones y la otra que
vivía en una esfera lejana, fija en el espacio. Supersticiosa tocaba los objetos para comunicarse
con el mundo aparente y cogía un libro o un salero como punto de apoyo para no caer en el
vacío. Así establecía un fluido mágico entre la Isabel real y la Isabel irreal y se sentía
consolada. “¡Reza, ten virtud!”, le decían, y ella repetía las fórmulas mágicas de las oraciones
hasta dividirlas en palabras sin sentido. Entre el poder de la oración y las palabras que la
contenían existía la misma distancia que entre las dos Isabeles: no lograba integrar las
avemarías ni a ella misma. Y la Isabel suspendida podía desprenderse en cualquier instante,
cruzar los espacios como un aerolito y caer en un tiempo desconocido. (p. 31)
El cuerpo terrestre de Isabel no coincidía con su mente, que residía en otra esfera. Debía
adaptarse a los costumbres terrenales para no clarearse como siendo „ausente‟ o diferente. Por
eso tocaba los objetos como libros y saleros, para de ninguna manera llamar la atención sobre
la otra Isabel. De la misma manera se hace la comparación entre una oración y las dos
Isabeles: por un lado, las palabras no contienen sentido, sólo son algunas letras en un orden
particular. Por otro lado, se atribuye un significado enorme al rezo. La comparación entre las
dos Isabeles reside en ésto: exactamente como en una oración, existe una diferencia enorme
entre su forma física y su forma mental.
Sin embargo, Martín Moncada y su mujer Ana reconocen que Isabel no es como los demás:
Miró (Martín) a Isabel, hundida en un sillón, con la mirada fija en la llama del
quinqué; tampoco sabía quién era su hija. Ana acostumbraba decir: “los hijos son otras
personas”, asombrada de que sus hijos no fueran ella misma. […] Isabel podía convertirse en
una estrella fugaz, huir y caer en el espacio sin dejar huellas visibles de ella misma, en este
mundo donde sólo la grosería de los objetos toma forma. (p. 32)
Los padres de Isabel no saben como abordarla y se extrañan de que Isabel no es la viva
imagen de ellos.
Hemos ya establecido que la primera parte focaliza sobre todo en Julia. Cada habitante
habla de ella y por consiguiente todo el mundo tiene una opinión sobre esta mujer enigmática.
La envidia domina a los habitantes: acusan a Julia de ser la causa de la desgracia del pueblo,
como el narrador aclara en el pasaje siguiente:
14
“¡Julia tiene la culpa de que los niños se vayan tan lejos y solos en medio de los
peligros de los hombres y las tentaciones del demonio!”
En aquellos días Julia determinaba el destino de todos nosotros y la culpábamos de la menor
de nuestras desdichas. Ella parecía ignorarnos, escondida en su belleza. (p. 26)
Y un poco más adelante:
Ellos, ajenos a su propio ruido, se arrebataban excitados el nombre de Julia, la querida
de Ixtepec. (p. 28)
Cuando los habitantes de Ixtepec se reunen una noche para hablar del régimen, acaban por
inculpar a Julia de la mala política de su país. Los gobernantes destruyen el país, pero Julia es
por decirlo así la causa del régimen traidor de Carranza: “‟Es verdad, aquí la única que gana
siempre es Julia‟, contestó el boticiario con amargura. „Sí, la culpa la tiene esa mujer‟,
exclamó la señora Montúfar.” (p. 73)
Desde el punto de vista de los ixtepecanos y del narrador, Julia es una mujer peligrosa. No
consiguen manejar su hermosura y su gracia; cada habitante se siente amenazado por esta
mujer. Por eso, la responsabilizan a ella de cada cosa que sale mal en el pueblo. Ella es
diferente de cada uno del pueblo, y por eso no está aceptado en Ixtepec.
Desde la tarde que la vi desembarcar del tren military me pareció mujer de peligro.
Nunca había andado nadie como ella en Ixtepec. Sus costumbres, su manera de hablar, de
caminar y mirar a los hombres, todo era distinto en Julia. Todavía la veo paseándose por el
andén, olfateando el aire como si todo le pareciera poco. Si alguien la veía una vez, era difícil
que la olvidara, de modo que no sé si el extranjero ya la conocía; el hecho es que no pareció
sorprenderse del encuentro ni de su belleza. (p. 41)
Los hombres están enamorados de ella, y las mujeres quieren serla. Pero sólo un hombre tiene
el privilegio de estar con ella: El general Francisco Rosas. Lo que sucede en la relación
amorosa de los dos corre paralelmente a los acontecimientos en el pueblo. Desde el momento
en que Julia se muestra indiferente ante los avances del general, éste descarga su ira en el
pueblo y algo terrible sucede: “Sabrá que cada vez que tiene un disgusto con la señorita Julia
nos encarcela y nos ahorca.” (p. 60)
Exactamente como Julia despierta la envidia de los ciudadanos, incide sobre la conducta de
Rosas.
15
La sacaba a dar una vuelta a la plaza. Los hombres sentados en las bancas o
paseándose en grupos la veían con miradas nostálgicas. Más de una vez el general dio de
fuetazos a los atrevidos y más de una vez abofeteó a Julia cuando devolvía la mirada. Pero la
mujer parecía no temerlo y permanecía indiferente ante su ira. (p. 41)
Julia parece pertenecer a otro mundo, nunca corresponde al general, a lo que éste se pone
agresivo y comienza a azotarla. No consigue penetrar a ella mentalmente. Siente que Julia se
ha perdido en el pasado, en una memoria que él no comparte. Rosas no tiene memoria de su
vida antes de Julia, sólo ella le importa. Todos sus intentos de alcanzarla son en vano. Ella se
retira en su propio mundo, en que sólo el amor puede consolarla del hecho de que Rosas la
encierra en un hotel donde la maltrata. Luz Elena Gutiérrez de Velasco escribe sobre este
asunto lo siguiente: “El amor representa la fuerza que logra llevarla (a Julia) fuera de su
situación social, de su situación de opresión.24”
Sintió ganas de llorar. No la entendía. ¿Por qué se empeñaba en vivir en un mundo
distinto del suyo? Ninguna palabra, ningún gesto podían rescatarla de las calles y los días
anteriores a él. Se sintió víctima de una maldición superior a su voluntad y a la de Julia.
¿Cómo abolir el pasado? Ese pasado fulgurante en el que Julia flotaba luminosa en
habitaciones irregulars, camas confuses y ciudades sin nombre. Esa memoria no era la suya y
era él el que la sufría como un infierno permanente y desdibujado. […] Rosas se sintió muy
solo. Sin Julia el cuarto quedó desmantelado, sin aire, sin futuro. […] Él no tenía memoria.
[…] Pero ella no olvidó y en su memoria seguían repitiéndose los gestos, las voces, las calles
y los hombres anteriores a él. […] “La memoria es la maldición del hombre”, se dijo. […] Era
ése su dolor irremediable: no poder ver lo que vivía adentro de ella. (pp. 79-80)
Para Rosas, Julia no representa una persona digna, sólo sirve para colmar todos sus deseos.
No permite que ella posee una vida propia y menos un pasado del cual él no se da cuenta. Lo
mismo ocurre con las otras queridas en el hotel: Antonia, Luisa, Rosa y Rafaela. Todas están
encerradas en el hotel Jardín, y su único objetivo es satisfacer a los militares. Ellos ven a los
mujeres como objetos de placer (“¡la vida es la mujer y el placer!”, p. 42). Todas las mujeres
del hotel están en la misma situación de represión. Sin embargo reina un ambiente de
rivalidad entre Julia y las otras queridas. Ellas tampoco saben cómo manejar una persona tan
solitaria como Julia. Además, están envidiosas de ella por su hermosura y por su relación con
24
Gutiérrez de Velasco, Luz Elena. “Elena Garro, entre la originalidad y la persecución”, en La Jornada
Semanal, 30 de agosto de 1998.
16
el hombre más poderoso de Ixtepec: Francisco Rosas. Quieren pertenecer a la misma
categoría de Julia, formar parte del poder que tiene este hombre. En el pasaje siguiente las
queridas expresan su desdén por Julia:
“No pueden dejar solo al general. ¿No ves cómo anda? La mañosa de Julia no va a
tener buen fin.” Luisa se enderezó llean de cólera. “¡Ojalá que la mate de una vez! Así
andaríamos más en orden.” […] “En cambio Julia es una puta y si no me creen pregúntenle al
padre Beltrán.” (p. 47)
Rosas se vuelve loco cuando Julia no reacciona a sus avances. Él debería representar el
hombre más poderoso del pueblo, pero todo esto está basado en las respuestas de su querida.
Él tiene autoridad sobre todos los habitantes de Ixtepec pero al mismo tiempo Julia lo tiene en
sus manos. Frente a Julia, el general ya no irridia la misma autoridad con qué castiga a los
pueblerinos. Al contrario, se vuelve completamente tierno.
Le acongojaba verla siempre tan perezosa, tan indiferente. Era igual que él llegara o
que no llegara en muchos días: el rostro, la voz de Julia no cambiaban. Bebía para darse valor
frente a ella. A medianoche, conforme se iba acercando al hotel, un temblor siempre nuevo se
apoderaba de él. Con los ojos empañados, a caballo, llegaba hasta su habitación. “Julia, ¿te
vienes conmigo?” Su voz cambiaba delante de la mujer. Le hablaba en voz muy baja pues su
presencia le ahogaba las fuerzas en la garganta. La miraba a los ojos, quería saber qué era lo
que ella tenía detrás de los párpados, más allá de ella misma. Su querida se escondía de su
mirada, ladeaba la cabeza sonriente, se miraba los hombros desnudos y se recogía en un
mundo lejano, sin ruido, como los fantasmas. (pp. 43-44)
Pero cuando entra el forastero en el pueblo, la conducta de Julia cambia: ya no es indiferente.
Para ella, el amor le ofrece la única salida de su existencia insignificante. El general Rosas los
atrapa mientras están hablando, y por primera vez, Julia tiene miedo, lo que no escapa al
general, a lo que exige saber quién es. El forastero consigue huir con Julia, y el pueblo vuelve
al silencio. La huida marca un momento decisivo en la novela, es decir el momento en que
tanto Rosas como el pueblo se hunden en la decadencia: el inicio del fin. El pueblo está de
nuevo envuelto en el no-tiempo: “Después volví al silencio. ¿Quién iba a nombrar a Julia
Andrade o a Felipe Hurtado?” (p. 149)
17
Octavio Paz25 compara Julia a la Virgen de Guadalupe26, un símbolo cultural muy
importante en México. Los mexicanos honran a la Virgen, siendo ella el „refugio de los
desamparados‟. El personaje de Julia se hace facilmente comparar a la figura de la Virgen,
porque los habitantes de Ixtepec la admiran de una manera patológica, casi la endiosan. Pero
en vez de ser un refugio para los pueblerinos, Julia es la causa de toda la desdicha del pueblo.
Elena Garro aplica a su libro un rasgo popular en la literatura hispanoamericana: invierte el
valor que tiene esa figura religiosa para los mexicanos. Algunos autores atribuyen a la Virgen
un valor apocalíptico: con la aparición de la Virgen, comenzaría la lucha apocalíptica entre
Dios y los ángeles y el Diablo27. Finalmente triunfa el reino de Dios, hay posibilidad de
redención, de salvación. Presumimos que Elena Garro había leído el Apocalipsis en la Biblia,
y vemos algunos similitudes entre el desarrollo del libro y la historia del Apocalipsis.
Apareció en el cielo una mujer „vestido del sol‟ (puede ser Julia), acompañada de un „gran
dragón escarlata‟, el diablo (podría ser Francisco Rosas). El momento en que el diablo está a
punto de devorar a la Virgen con su hija, ésta se refugia en el desierto. Ahora se instala el
reino del diablo, para después abandonar el campo para el rieno de los cielos. Existe la
posibilidad de salvación: los buenos serán salvados por los ángeles de Dios. Lo mismo sucede
en Los recuerdos del porvenir: Francisco Rosas es tan furioso (a causa del supuesto amor
secreto entre Julia y Felipe Hurtado) que está a punto de „devorar‟ o asesinar a los dos
amantes. En este momento, Julia y Felipe huyen al desierto para nunca más regresar. El reino
del diablo ya se había instalado el momento en que Rosas y Julia llegaron a Ixtepec. Pero
contrariamente a lo que sucede en la Biblia, no hay posibilidad de redención en nuestro libro,
el reino de Jesucristo no se instalará. No hay salida del horror en Ixtepec.
Según Jean Franco28, Julia se convierte en una leyenda. La manera en que el narrador
alaba su belleza y su elegancia recuerda a un cuento de hadas. Julia es la princeza infeliz
quién espera la venida de su príncipe azul, representado por Felipe Hurtado. Exactamente
como en los cuentos de hadas, el forastero la trae consigo sobre su caballo, a las altas horas de
la noche. Los dos están además considerados como magos o brujas, personajes que también
aparecen en este tipo de cuentos:
25
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad, 1990, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
En el siglo 16, la Virgen de Guadalupe apareció a un fraile y a partir de la Guerra de Independencia, se
transformó en un símbolo de todos los mexicanos. Fue empleado por íconos de la historia mexicana como
Miguel Hidalgo y Emiliano Zapata. Algunos suponen que la Virgen de Guadalupe reune diferentes culturas
raciales y religiosos: Es conocido como la „primera mestiza‟.
27
Juan. “El apocalipsis”, en El Nuevo Testamento, 12: 1-17 (véase el apéndice).
28
Franco, Jean. Plotting Women. Gender and Representation in Mexico, 1989, Nueva York: Colombia UP, p.
138.
26
18
“¡Ese hombre era un mago!”, se decía don Pepe Ocampo. […] “¡Me hipnotizó!”, se
repetía al no recordar las palabras de Felipe Hurtado. […] Y recordaba uno a uno los gestos y
las sonrisas de Julia; con paciencia descubría el misterio. “Aquí hubo un milagro y no lo vi…”
(pp. 149-150)
Después del incidente, cada habitante echa de menos a Julia y los habitantes están para
siempre sin noticias de los amantes:
Pasaba el tiempo y no nos consolábamos de haber perdido a Julia. Su belleza crecía en
nuestra memoria. […] Nosotros, como Franciso Rosas, la buscábamos y la llevábamos y la
traíamos por parajes imaginarios. […] Los que salían de Ixtepec volvían siempre con noticias
de ella: uno la había visto paseándose por México. Iba del brazo de Hurtado, riéndose como en
aquellas noches en que Franciso Rosas la llevaba a caballo hasta Las Cañas. […] Otros más
creían en su muerte y oían por las noches la risa de Julia rodando por las calles como un
fantasma. (pp. 151-152)
Franco supone que los personajes femininos no forman parte de la historia, sólo del romance.
Julia perdura bajo la forma de leyenda mientras se recuerda Isabel como la traidora del
pueblo. Además, define a Julia como siendo el objeto de deseo de todo el pueblo, en tanto
que Isabel no arrecia ningún deseo. Sin embargo está atraido por el poder de Francisco Rosas.
El hecho de que las mujeres sólo se recuerdan como leyenda o como traidora contribuye a la
interpretación de Franco: Las mujeres no participan en la historia. Sin embargo, Ignacio M.
Sánches Prado29 menciona que ambas mujeres marcan fuertemente el destino del pueblo. La
huída de Julia con el fuereño ayuda indirectamente a la masacre de algunos de los personajes
más destacados del pueblo, exactamente como la traición de Isabel lo hace. La inscripción
sobre la piedra será para siempre el recuerdo de la traición de Isabel: suministra la repetición
eterna de su historia trágica. En cuanto a esta hipótesis, Sánchez Prado afirma lo siguiente:
“Los recuerdos del porvenir está articulada desde el romance precisamente porque la historia
que ahí se narra sólo existe en una narración recurrente narrada en una voz colectiva que no
puede recordar de otra manera.30” Además, Prado señala que la mujer no marcará el porvenir
de Ixtepec, y que este porvenir ideal se convierte en la repetición del pasado imperfecto.
29
Prado, Ignacio M. Sánchez. “La destrucción de la escritura viril y el ingreso de la mujer al discurso literario:
El libro vacío y Los recuerdos del porvenir”, en Revista de la crítica literaria latinoamericana, 1°-2° Semestres
de 2006, nos. 63-64, Lima-Hanover, p. 162.
30
Ibid, p. 162.
19
Después de la desaparición de Julia, Isabel ocupa la posición de la querida de Francisco
Rosas. Siempre ha sentido admiración por Julia y por eso decide que quiere seguir las huellas
de ella. Isabel es asimismo una alma solitaria, y sabe que continuará siéndola hasta el final de
sus días (“Estaría siempre sola”, p. 154). Además, ha encontrado un igual en Francisco Rosas:
es asimismo una persona que se dirige siempre en la soledad.
Sintió que un poder ajeno a ella la apartaba de la gente y la llevaba a un lugar
desconocido donde se encontraba sola. […] Francisco Rosas vivía en un mundo diferente del
nuestro: nadie lo quería y él no quería a nadie.[…] Era un desdichado. Tal vez como ella y sus
hermanos tampoco habían encontrado el secreto que buscaba desde niño, la respuesta que no
existía. […] Sintió compasión por el general. Miró a las gentes agrupadas a su alrededor y no
se reconocía en ellas. ¿Qué hacía allí? Apenas creía en Dios y la suerte de la iglesia la dejaba
indiferente. […] Si pudiera daría el salto para colocarse al lado de Francisco Rosas: quería
estar en el mundo de los que están solos. (pp. 160-161)
No opta por el matrimonio como lo recomendan sus padres, sino trata de escribir su propia
historia, haciendo lo inesperable: enamorarse del general Rosas. Pero a Rosas la presencia de
Isabel no le hace ninguna gracia. De ninguna manera puede ella reemplazar a Julia:
¿Por qué se había ido con él? […] Al entrar a su cuarto y mirarla de cerca, le
molestaron sus ojos obstinados y su traje rojo. […] Aturdido, su primer movimiento había sido
decirle: “Vete, vete a tu casa”, perro se contuvo. […] Isabel obedeció sin replicar y Rosas,
intimidado, apagó el quinqué de un soplo; en la cama se encontró con un cuerpo extraño que le
obedecía sin decir una palabra. (p. 245)
No era ella la que podía sustituir a Julia. El nombre de su amante lo llevó a un pasado
de vainilla. La dulzura de la piel de Julia se presentó aguda en las yemas de sus dedos y oyó su
voz llamándolo. (p. 246)
La presencia de Isabel volvía intolerable la ausencia de Julia. Su sombra ligera se
esfumaba, expulsada por la voz y el cuerpo de su nueva querida. (p. 250)
Para Rosas, Julia queda insustituible, pero el pueblo encuentra en Isabel un nuevo chivo
expiatorio que hace olvidar a Julia:
Isabel había entrado al corazón del enigma. Estaba allí para vencer a los extranjeros,
tan vulnerables como cualquiera de nosotros, o bien para decidir nuestra derrota. Su nombre
20
borró al recuerdo de Julia y su figura escondida detrás de las persianas se convirtió en el único
enigma de Ixtepec. (249)
Isabel se hace una mera sombra de lo que era antes. Se encierra en el cuarto de Rosas, no
habla con nadie y espera todo el día la vuelta del general Rosas. Es aún más solitaria que
Julia, porque ni siquiera Rosas la desea: también para Rosas, Isabel está „de sobra‟. El hombre
sólo siente piedad por la joven. Todos tienen miedo de ella, incluso Rosas.
Isabel ha podido elegir su propio destino, y por eso debe pagar el último precio. Se ha
arrancado de su familia, de la sociedad, para estar con un hombre que no la quiere. Con eso ha
causado la desgracia de su familia, la masacre de sus hermanos, y ahora no queda nada. Ni
siquiera puede fugarse en su segunda memoria. En un sentido, su segunda memoria
representaba su inocencia, lo cual ha perdido ahora.
“Francisco, tenemos dos memorias… Yo antes vivía en las dos y ahora sólo vivo en la
que me recuerda lo que va a suceder”. (p. 252)
Sólo le queda la memoria del horror, o del infierno circular, como lo representa Elena Garro:
En su tiempo inmóvil los árboles no cambiaban de hojas, las estrellas estaban fijas; los
verbos ir o venir eran el mismo, Francisco Rosas detenía la corriente amorosa que hace y
deshace las palabras y los hechos y nos guardaba en su infierno circular. Los Moncada habían
querido huir para hallar el ir y venir de las estrellas y de las mareas, el tiempo luminoso que
gira alrededor del sol, el espacio donde las distancias están al alcance de la mano; habían
querido escapar al día único y sangriento de Ixtepec, pero Rosas abolió la puerta que nos lleva
a la memoria del espacio y rencoroso los culpó de las sombras inmóviles que él había
acumulado sobre nosotros. (p. 260)
Tú ya te habías ofrecido. No me digas que eres inocente. Sabías lo que queries y me
trajiste a tu infierno… ¿Me oyes? ¡A tu infierno!... (p. 271, palabras de Francisco Rosas)
Francisco Rosas, que vivía fuera del tiempo, le ha quitado la ilusión a Isabel, ha robado su
segunda memoria.
A través de esta primera traición, es decir acompañar a Rosas al Hotel Jardín, Isabel, „la hija
ingrata‟ ha causado la vergüenza de todo Ixtepec. Pero los pueblerinos están dispuestos a
darle una segunda ocasión: todavía puede salvarle la vida a su hermano Nicolás. Todos los
habitantes están convencidos de que Isabel se colocará pese a ello al lado de Nicolás, al lado
21
de Ixtepec (“El 5 de octubre se dijo en Ixtepec: „Hoy leen las sentencias… Hoy entra
Abacuc… Hoy hace algo Isabel…‟”, p. 267). Cuando la llaman para intervenir en el
fusilamiento de su hermano, Isabel se queda inmóvil: “Fuera del tiempo, de espaldas a la luz,
se descomponía en otras Isabel que tomaban formas inesperadas. […] Sólo eran testimonios
de un pasado abolido. Lo único existente era un futuro fuera del tiempo en el cual avanzaba
como dentro de un previsto final.”(p. 278) Cuando decide salir del hotel para impedir la
ejecución, ya está demasiado tarde: Rosas mató a Nicolás, la había engañado. Sin embargo
prefiere una vida con Rosas sobre la perdón de Ixtepec (“¡Aunque Dios me condene quiero
ver a Francisco Rosas otra vez!”). A causa de esta segunda traición, Isabel está convertido en
piedra aparente: “en su carrera para encontrar a su amante, Isabel Moncada se perdió.
Gregoria la halló tirada muy abajo, convertida en una piedra.” (p.291)
“Soy Isabel Moncada, nacida de Martín Moncada y de Ana Cuétara de Moncada, en el
pueblo de Ixtepec el primero de diciembre de 1907. En piedra me convertí el cinco de octubre
de 1927 delante de los ojos espantados de Gregoria Juárez. Causé la desdicha de mis padres y
la muerte de mis hermanos Juan y Nicolás. Cuando venía a pedirle a la Virgen que me curara
del amor que tengo por el general Francisco Rosas que mató a mis hermanos, me arrepentí y
preferí el amor del hombre que me perdió y perdió a mi familia. Aquí estaré con mi amor a
solas como recuerdo del porvenir por los siglos de los siglos.” (p. 292)
Respecto a la traición de Isabel, Jorge Luis Peralta señala en La configuración del tiempo
mítico en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro31 las similitudes con un episodio famoso
de la Historia mexicana, es decir la traición de la Malinche al pueblo mexicano. La Malinche
fue una esclava otorgado a Cortés durante la Conquista de México. Ella sirvió de intérprete en
las primeras conferencias entre Cortés y Moctezuma. Progresó muy rapidamente, hasta
convertirse en la querida de Cortés. Ahora, los mexicanos la consideran como siendo una
traidora a su pueblo. Asimismo, Isabel traiciona a su familia y a su pueblo por amor a Rosas.
Peralta también llama la atención sobre la similitud de Isabel con la mujer de Lot 32 de la
Biblia. Cuando Lot huyó con su familia de la ciudad de Sodoma, los ángeles de Jehová les
31
Peralta, Jorge Luis. “La configuración del tiempo mítico en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro”, en
Cuadernos del Cilha, 2005-2006, no 7/8, Universidad Nacional de Cuyo, p. 341.
32
Génesis 13-19. Lot fue el primo de Abraham. Acompañó a su tío durante un tiempo, buscando el país de
Canaán. y después se separaron. Se instaló en Sodoma, donde estuvo encarcelado y después liberado por
Abraham. Cuando dos ángeles visitaron a Lot, los hombres de Sodoma exigieron una extradición. Lot resistió y
les ofreció sus hijas. Pero los hombres de Sodoma no estuvieron de acuerdo y trataron de invadir la casa de Lot.
Los dos ángeles los retuvieron y avisaron a Lot de abandonar la ciudad con su familia. Les aconsejaron no volver
la cabeza, pero la mujer de Lot no pudo contenerse, y se transformó en una estatua de sal.
22
habían prohibido volverse hacia atrás. Pero la mujer de Lot no pudo contenerse y se
transformó en una estatua de sal, que recuerda al cuerpo fosilizado de Isabel al final del libro.
Las mujeres ocupan probablemente el primer lugar en Los recuerdos del porvenir: el
libro entero gira en torno a las dos mujeres Julia y Isabel. La presencia de sus cuerpos causa
conmoción en el pueblo, pero su ausencia aún más, como señala Amalia Gladhart. Además,
no pertenecen a la sociedad de Ixtepec, sino que son „extranjeras‟. Intentan hallar una salida
del infierno de su existencia en el amor, pero quedan defraudadas: Julia desaparece, Isabel se
convierte en piedra aparente. No hay salida, tampoco redención…
Aunque no se puede considerar a Garro como una feminista, focaliza en la mayoría de sus
libros el punto de vista de las mujeres. Sin embargo, no llegan a un final feliz. Al contrario, su
manera „moderna‟ de razonar les genera sólo más problemas.
3.2
El indio
En una entrevista con Eve Gil33, Patrica Rosas Lopátegui aclara que Elena Garro
combatió por los derechos de los indios, utilizando su escritura. Tanto en su literatura como
en su periodismo se nota una fuerte denuncia del sistema política:
“La denuncia que hace Elena Garro en contra de la corrupción del sistema político
posrevolucionario mexicano, los crímenes y despojos que sufrían los indígenas a manos de los
terratenientes y funcionarios, así como la actitud acomodaticia de los intelectuales al servicio
del erario, resulta mucho más directa y desacralizadora en sus artículos periodísticos que en su
literatura. Es decir, ahora con el rescate de sus colaboraciones periodísticas, nos damos cuenta
que la realidad política y social que Garro denunció en textos como Los recuerdos del
porvenir, El anillo, El árbol, Invitación al campo, etc., está tomada explícitamente de sus
experiencias como activista en su contienda por la Reforma Agraria.”
Sin embargo, se ha ignorado esta actitud de defensora de los indígenas durante mucho tiempo
en la autora:
“En México la gente, la mayoría de los ciudadanos, ignora y desprecia a los indígenas.
¿Qué importancia tiene una defensora de los derechos indígenas en nuestro país? Ninguna
importancia. Si los indígenas no existen para los mexicanos; como decía Elena, los mexicanos
pasan al lado de ellos como si fueran piedras en el camino. En uno de los textos que
33
Gil, Eve. “Patricia Rosas Lopátegui: Elena Garro fue acosada sexualmente por López”, en el suplemento “La
Cultura en México” de la revista Siempre!, 4 de junio de 2006, no. 2764, México, pp. 76-77.
23
reproduzco en mi libro lo explicó así: „Los indios son muy inteligentes, han sufrido mucho. Se
les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista de México les quitó hasta la
memoria,
entonces
ellos
existen
casi
de
contrabando
y
a
escondidas...‟”
También en Los recuerdos del porvenir, Elena Garro defende una posición política
agrarista. Los indios de Ixtepec siendos zapatistas, se ven perseguidos por los gobiernistas, es
decir el general Rosas y su séquito de militares: los indígenas que no „contribuyen‟ al régimen
son ahorcados (“Rosas, ocupado en ahorcar agraristas”, p. 71).
Asimismo, señala Margo Glantz34, la población indígena del Ixtepec se presenta siempre
como siendo anónima: nunca tienen un apellido como los otros pueblerinos, sino sólo un
nombre de pila como Félix, Tefa, Inés, Cástulo, Ignacio, … (“Todos los indios tienen la
misma cara, por eso son peligrosos”, p. 27). Además, el lector nunca sabe lo que ocurre por
dentro de los indios, ignora completamente sus sentimientos y sus motivos; como no forman
parte de la narración, son los exluidos del pueblo. Está aún reforzado por la postura hostil de
la clase media para con los indios: el libro rebosa del racismo que ha poblado México ya
desde la Conquista. La clase media se describe en el libro como siendo “gente morena que
viste de manta blanca y calza huaraches. Se adorna con collares de oro o se ata al cuello un
pañuelito de seda rosa. Se mueve despacio, habla poco y contempla el cielo” (p. 12); en otras
palabras: la clase media de Ixtepec adopta una postura muy altanera.
A pesar de que los pueblerinos insulten a los indios en la primera oportunidad que se presente,
el narrador no siempre está de acuerdo con su gente. En cambio, en el pasaje siguiente inculpa
a los mestizos de haber causado la desdicha del pueblo:
A los mestizos, el campo les producía miedo. Era su obra, la imagen de su pillaje.
Habían establecido la violencia y se sentían en una tierra hostil, rodeados de fantasmas. El
orden del terror establecido por ellos los había empobrecido. De ahí provenía mi deterioro.
“¡Ah, si pudiéramos exterminar a todos los indios! ¡Son la vergüenza de México!” Los indios
callaban. Los mestizos, antes de salir de Ixtepec, se armaban de comida, medicinas, ropa y
“¡Pistolas, buenas pistolas, indios cabrones!” Cuando se reunían se miraban desconfiadas, se
sentían sin país y sin cultura, sosteniéndose en unas formas artificiales, alimentadas sólo por el
dinero mal habido. Por su culpa mi tiempo estaba inmóvil. (p. 26-27)
34
Glantz, Margo. “Los enigmas de Elena Garro”, en Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, no. 28,
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, pp. 693-694.
24
Es difícil no advertir la ironía aquí. En este contexto, los insultos dirigidos a los indígenas son
tan extremos que se vuelven risibles, actenúan aún más la responsabilidad de los mestizos.
Sin embargo, no todos los habitantes de Ixtepec abominan a los indígenas. Las excepciones
conciernen Dorotea, los niños (Nicolás Moncada, Conchita Montúfar, …) y el „loco‟ Juan
Cariño.
Dorotea por ejemplo, siendo ella una zapatista, respeta a los indios. Señala que los indios no
mueren de la misma manera que los demás:
Los indios colgados obedecían a un orden perfecto y estaban ya dentro del tiempo que
ella nunca alcanzaría. […] Su muerte nunca sería como la de ellos. “No todos los hombres
alcanzan la perfección de morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver”, se dijo
con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el
cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas. (p. 16)
La impureza de los demás, de los mestizos les impide de morir una muerte honrosa. Ellos
nunca alcanzarían el Reino de los Cielos como los indígenas (“De los humildes será el Reino
de los Cielos”, p. 16, los humildes siendo los indios). Morirían una muerte insignificante,
contaminada por las „usuras‟.
Los niños del pueblo tampoco entienden la hostilidad de la población artistócrata frente a los
indígenas. Durante una tertulia que los habitantes organizaban de vez en cuando, Nicolás
Moncada expresa su incredulidad respecto al desdén por los indios:
“¡Ya saben, con los indios mano dura!” recomendó Tomás Segovia a los Moncada, en
una de las reuniones que se hicieron para despedir a los jóvenes. […] “¡Son tan traidores!”
suspiró doña Elvira. […] “Necesitan cuerda. Ustedes no se vayan despacio. Tengan siempre la
pistola en orden” insistió Segovia. Félix, sentado en su escabel, los escuchaba impávido. […]
Nicolás lo miró y se movió inquieto en su silla. Le avergonzaban las palabras de los amigos de
su casa. “¡No hablen así! ¡Todos somos medio indios!” “¡Yo no tengo nada de India! exclamó
sofocada la viuda. (p. 27)
Nicolás, como único, se da cuenta de su linaje indio y se asombra de la manera como los
habitantes de Ixtepec tratan a los indios. Ellos también son hombres que valen lo mismo que
los „amigos de su casa‟. El hecho de llamarlos así, y no „sus amigos‟ también indica el
desacuerdo entre Nicolás y sus compañeros de Ixtepec.
25
Conchita Montúfar tampoco considera a los indios como „cabrones y traidores‟. Al contrario,
ella es la única que realmente lamenta la muerte de los cinco indios colgados por Francisco
Rosas, entre ellas Ignacio:
Conchita se sirvió (a doña Elvira) su café y miró de frente a su madre. ¿Cómo podía
enojarse porque no había bizcochos cuando el pobre Ignacio estaba colgado al sol, muerto y
tristísimo después de haber pasado una vida aún más triste? Desde niña lo había visto atravesar
el pueblo descalzo y vestido con sus ropas de manta viejas y remendadas. ¿Cuántas veces le
había hablado? Le pareció oír su voz: “Buenos días, niña Conchita”, y sintió que iba a llorar.
(pp. 82-83)
Conchita (y también Elena Garro) critica aquí la superficialidad de los otros pueblerinos. En
vez de preocuparse por la muerte de cinco hombres, doña Elvira se enfada por la ausencia de
bizcochos.
Finalmente, Juan Cariño también reacciona contra este acto de violencia hacia los indígenas.
Decide asaltar la Comandancia Militar para destruir el poder de Francisco Rosas, en desquite
del asesinato de cinco indios:
“¡Niñas, asesinaron a cinco agraristas! ¡Vamos a la Comandancia Militar!” “Señor
presidente, se van a reír de nosotros. De nada sirve protestar” rogó la Luchi. “¿De nada?
¡Ignorante! Si todos los hombres del mundo hubieran pensado como tú, todavía estaríamos en
la Edad de Piedra” respondió Juan Cariño solemne. […] Iría a la Comandancia armado de
palabras capaces de destruir el poder de Francisco Rosas y el de Rodolfito. […] Nosotros nos
reíamos y contestábamos con palabras soeces a la invitación de Juan Cariño. […] No quería
seguir contemplando el martirio de los inocentes. (p. 87)
Mientras los demás se burlan de la tentativa de Juan Cariño de protestar y de cambiar algo, él
es el único que emprende algo para vengar la muerte de los cinco indios. Los otros guardan
silencio ante esa amenaza por parte de Francisco Rosas (“Callados, bebían sus refrescos y
arrimaban sus sillas para cerrar el círculo y sentirse menos solos en la noche inhóspita”, p.
90).
La mayoría de los habitantes de Ixtepec ignoran el asesinato de los cinco hombres. Guardan
silencio, salvo algunos excéntricos. En su libro, Garro siempre elige los tipos extraños para
transmitir la moraleja de la historia, para comunicar su opinión personal. Los niños por
ejemplo, en su ingenuidad, todavía están capaces de compadecer el dolor de los indígenas. Sin
26
embargo, los adultos, la gente „experimentada‟ está corrompida por el dinero y el poder. Su
compasión por los ahorcados no dura más que algunos días (“Pasaron unos días y la figura de
Ignacio tal como la veo ahora, colgado de la rama alta de un árbol, rompiendo la luz de la
mañana como un rayo de sol estrella la luz adentro de un espejo, se separó de nosotros poco a
poco. No volvimos a mentarlo. Después de todo, sólo era un indio menos. De los cuatro
amigos ni siquiera recordábamos los nombres”, p. 92).
En resumen, el indio está exluido de toda actividad en el pueblo: es anónimo y no
forma parte de la narración. Sin embargo, el narrador no siempre está de acuerdo con los
habitantes del pueblo: contrariamente a los pueblerinos, él no insulta a los indios; al contrario,
les respeta mucho. Se considera a los mestizos como siendo superficiales, y los únicos que
realmente aprecian a los indios son los tipos raros del pueblo, como el loco y los niños. Esto
prueba otra vez la predilección de Elena Garro por aquellos que se encuentran en posición de
inferioridad.
3.3
El loco
En La realidad está en otra parte: el surrealismo en la obra de Elena Garro de
Margarita León Vega se habla entre otros de la locura en la obra de Garro. Se describe el loco
de la siguiente manera:
“La locura, al igual que otros estados de enajenación mental, constituía para los
surrealistas un estado privilegiado. A través de la locura las personas pueden conocer
la realidad directamente. El loco posee un estado de lucidez que le permite ver lo que
el cuerdo no alcanza a percibir, que le permite entregarse sin titubear al continuo
riesgo que significa lo desconocido.35”
También para Elena Garro, el loco se define como siendo una persona lúcida, exactamente
como en el surrealismo. La locura les procura a sus personajes una especie de libertad.
35
Vega, Margarita León. “La realidad está en otra parte, el surrealismo en la obra de Elena Garro”, en Elena
Garro, recuerdo y porvenir de una escritura, 2006, Toluca: Tecnológico de Monterrey, p. 34.
27
En Los recuerdos del porvenir emerge un personaje loco, es decir el „señor presidente‟
Juan Cariño. Vive al márgen de la sociedad y tiene costumbres extraños: todos estos factores
hacen de él uno de los personajes marginados del libro:
De los locos que he tenido, Juan Cariño fue el mejor. No recuerdo que haya cometido
nunca un acto descortés o malvado. Era dulce y atento. Si los mocosos le tiraban piedras a su
sombrero de copa y éste rodaba por el suelo, Juan Cariño lo recogía en silencio y seguía su
paseo vespertino con dignidad. Daba limosnas a los pobres y visitaba a los enfermos.
Pronunciaba discursos cívicos y pegaba manifiestos en los muros. (pp. 50-51)
A pesar de ser un loco, Juan Cariño está apreciado por el narrador. Se refiere a Juan Cariño
como siendo un hombre bueno como el pan con un carácter pacifista.
Es totalmente diferente de los otros pueblerinos y además éstos se mofan de él. Sin embargo,
consigue alcanzar el respeto del lector: es el único optimista del pueblo y intenta predicar su
optimismo a los otros habitantes. Según él, la salvación es inminente, “siempre y cuando se
eliminen del mundo las palabras malignas”: atravesaba al pueblo, atrapando a las palabras
malignas en su sombrero.
Lo imporante era lo que no había dicho: que las palabras eran peligrosas porque
existían por ellas mismas y la defensa de los diccionarios evitaba catástrofes inimaginables.
Las palabras debían permanecer secretas. Si los hombres conocían su existencia, llevados por
su maldad las dirían y harían saltar al mundo. Ya eran demasiadas las que conocían los
ignorantes y se valían de ellas para provocar sufrimientos. Su misión secreta era pasearse por
mis calles y levanter las palabras malignas pronunciadas en el días. Una por una las cogía con
disimulo y las guardaba debajo de su sombrero de copa. […] al volver a su casa para reducer
las palabras a letras y guardarlas otra vez en el diccionario, del cual no deberían haber salido
nunca. (pp. 60-61)
Podría ser un gran hombre, si no estuviera tan loco (“¡Lástima! Si no estuviera loco tendría
mucho poder y el mundo sería tan luminoso como la Rueda de la Fortuna”, p. 62). La locura
de Juan Cariño se puede equiparar a un „mundo onírico‟. No realmente está loco, sino que
cree en los milagros: está absolutamente convencido de que algo cambiará. Siendo optimista,
sigue creyendo en la bondad del hombre, en tanto que los demás han sido confrontados con la
tristeza del mundo. El vivir en un mundo onírico le impide a Juan Cariño ver la realidad: el
cambio que todos esperan nunca vendrá.
28
“Tal vez dormido soñó que era el señor presidente ya nunca despertó de ese sueño,
aunque ahora ande con los ojos abiertos” se decía la joven. […] “Si algún día despertara”… y
escudriñaba los ojos del señor presidente creyendo descubrir en ellos al mundo asombroso de
los sueños: sus espirales al cielo, sus palabras girando solitarias como amenazas, sus árboles
sembrados en el viento, sus mares azules sobre los dejados. ¿Acaso ella no volaba en sueños?
Volaba sobre unas calles que a su vez persiguiéndola y abajo la esperaban unas frases. (p. 62)
Contrariamente a Juan Cariño, la Luchi no se mueve en un mundo onírico.
En resumen, los personajes marginados desempeñan un papel importante en nuestro
libro. Se nota la predilección de Elena Garro por esa gente, escogiendo los individuos
singulares para transmitir su verdad. Cada uno de estos personajes garantiza algún
convencimiento de la escritora. La población ordinaria no está capaz de captar el mundo como
lo hacen las personas excluidas. Ellos, a pesar de ser expulsados de la sociedad de Ixtepec,
son los únicos que entienden el mundo. Ellos conocen la verdad que los demás ignoran.
29
4. EL ESPACIO
La estructura narrativa de un libro se categoriza en por un lado el tiempo, y por otro
lado el espacio. Sin embargo, no se puede confundir el tiempo y el espacio histórico con el
tiempo y el espacio verbal. El proceso de la espacialización consiste en la conversión de la
historia al discurso, es decir la conversión del espacio histórico al espacio verbal. Para realizar
eso, el autor hace uso de la técnica de la descripción. El espacio real, histórico se puede
realizar al nivel topográfico (es decir estático) y al nivel cronotópico (es decir dinámico).
Transmitir información sobre el nivel topográfico se hace mediante las descripciones directas.
Sin embargo, no es tán fácil al nivel cronotópico. El cronotopo funciona como una conjunción
del espacio y del tiempo como afirmó el lingüista ruso Mijail Bajtín en los años 20 del siglo
XX. En su estudio sobre el cronotopo36, define al término como “la conexión esencial de las
relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. […] El tiempo se
condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico; y el
espacio a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la
historia. Los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y
medido a través del tiempo.37” Revela que el espacio y el tiempo son indisolublemente
unidos, que no se puede captar al espacio sin incluir al tiempo y viceversa. Según el lingüista,
el cronotopo es indispensable en cada narrativa, permite la narración y le facilita al lector una
percepción del mundo. Los cronotopos del mundo real sirven de base para los cronotopos del
mundo verbal, es decir se reflejan en el mundo representado en la obra. Estos dos mundos no
se pueden separar, existe una relación estrecha entre los dos. Además, aquí se encuentra la
razón por la cual creamos cronotopos en la literatura: la transformación de cronotopos reales
en cronotopos verbales nos permite entender el mundo. Bajtín señala también el valor muchas
veces simbólico o metafórico de los cronotopos creados en la literatura. El ejemplo más
notable del cronotopo es el viaje: al lado de situarse en un espacio específico, también implica
el tiempo, supone cierta duración.
En Los recuerdos del porvenir, el espacio (al lado del tiempo) ocupa una posición
preponderante. Desde los primeros momentos de la narración, el lector está confrontado con
36
Bajtín, Mijaíl. “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos sobre Poética Histórica”, Teoría
y estética de la novela, 1989, Madrid: Taurus.
37
Ibid, p. 237.
30
lo enigmático que es el espacio en este libro. Ixtepec, el pueblo donde se desarrolla la historia,
también tiene la función de narrador. Su característica más notable es su aislamiento: “Desde
la altura me contemplo: grande, tendido en un valle seco. Me rodean unas montañas espinosas
y unas llanuras amarillas pobladas de coyotes.”(p.11) En el libro, los espacios en Ixtepec
donde se desarrolla la historia son pocos: Las casas o las jardines de la burguesía, la casa de
las prostitutas, el Hotel Jardín y la comandancia militar, al lado de algunos espacios públicos
(la iglesia, la plaza mayor, la cantina). Casi no se menciona a los espacios fuera de Ixtepec
(salvo cuando se refiere a Tetela). Para los pueblerinos, Ixtepec representa todo su mundo.
Esta perspectiva limitada de los ixtepecanos se recupera en su visión de la Historia, como
afirma Ute Seydel38. Sólo tienen en cuenta las consecuencias de la Historia nacional sobre su
propia comunidad y lo mismo ocurre con el espacio. La relación de los ixtepecanos con el
espacio es comparable a su relación con el tiempo: la mayoría de la población ignora el
espacio, y algunos personajes marginados (como Isabel y Martín Moncada, Julia y el general
Rosas) pretenden vivir en otro mundo, exactamente como se niegan a vivir en el presente.
El narrador está al corriente de la falta de respeto al espacio por parte de los pueblerinos:
Dónde quedaba mi cielo siempre cambiante en sus colores y sus nubes? Dónde el
esplendor del valle amarillo como un topacio? Nadie se preocupaba de mirar al sol que caía
envuelto en llamaradas naranjas detrás de los montes azules. Se hablaba del calor como de una
maldición y se olvidaba que la belleza del aire incendiado proyectaba los rostros y los árboles
humeantes en un espejo purísimo y profundo. En cambio, yo me veía como joya. Las piedras
adquirían volúmenes y formas diferentes y una sola me hubiera empobredico con sólo
moverse de lugar. Las esquinas se volvían de plata y oro. Los contrafuertes de las casas se
abultaban en el aire de la tarde y se afilaban hasta volverse irreales en la luz del amanecer. Los
árboles cambiaban de forma. Los pasos de los hombres sacaban sonidos de las piedras y las
calles se llenaban de tambores. ¿Y qué decir de la iglesia? El atrio crecía y sus muros no
pisaban tierra. […] Todo mi esplendor caía en la ignorancia, en un no querer mirarme, en un
olvido voluntario. Y mientras tanto mi belleza ilusoria y cambiante se consumía y renacía
como una salamandra en mitad de las llamas. En vano cruzaban los jardines nubes de
mariposas amarillas: nadie agradecía sus apariciones repentinas. La sombra de Francisco
Rosas cubría mis cielos, empañaba el brillo de mis tardes, ocupaba mis esquinas y se
introducía en las conversaciones. Quizá el único que me apreciaba era Felipe Hurtado y el
único también que sufría por la inercia en que habían caído mis gentes. (p. 118)
38
Seydel, Ute. “Memoria, imaginación e historia en Los recuerdos del porvenir y Pedro Páramo”, en revista
Casa del tiempo, julio de 2002, Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, p. 72.
31
Nadie en el pueblo aprecia la belleza que se presenta en Ixtepec. Nadie, salvo el fuereño
Felipe Hurtado. Para los demás, el espacio no tiene ninguna importancia.
Además, algunos personajes marginados no se desplazan en el espacio real del pueblo, ellos
prefieren otro mundo que han inventado con la ayuda de la imaginación. Julia por ejemplo no
se encuentra en el pueblo, ni en el presente. Se mueve en otros pueblos en un pasado lejano:
“Julia no andaba en este pueblo. No pisaba tierra. Vagaba perdida en las calles de unos
pueblos que no tenían horas, ni olores, ni noches: sólo un polvillo brillante en el que
desaparecía cada vez que él encontraba la mancha diáfana de su traje rosa.” (p.109)
Asimismo, Isabel habita un espacio diferente del nuestro: “Había dos Isabeles, una que
deambulaba por los patios y las habitaciones y la otra que vivía en una esfera lejana, fija en el
espacio. […] Y la Isabel suspendida podía desprenderse en cualquier instante, cruzar los
espacios como un aerolito y caer en un tiempo desconocido.” (p. 31) La verdadera Isabel anda
en un mundo, un espacio lejano, y la otra sólo es una sombre de la Isabel real. Lo único que le
consuela del mundo de horror en que se encuentra, es su otro mundo, que ella encuentra
utilizando su imaginación.
En el libro, el clima también desempeña un papel importante. Ixtepec se caracteriza por su
calor inaguantable. Siempre cuando el calor atormentaba a Ixtepec, la gente sentía que el
peligro se aproximaba (“„Va a pasar algo‟ corría de boca en boca. „¡Sí, hace demasiado calor!‟
era la respuesta. ¿Eran las secas de ese año las que precipitaban a mis gentes en la angustia o
era la espera que se prolongaba demasiado?” p.99). La presencia del sol y del calor se
acompañaba siempre de un acontecimiento terrible: cuando los militares cierran a la iglesia,
“llovía polvo y el sol pegaba ardiente sobre las cabezas” (p.161); el momento de las
ejecuciones, “el día creció iluminado por esas frases, el cielo se volvió redondo y el sol brilló
perfecto” (p.267). Se siente el calor como una desdicha, corre paralelamente con el
sentimiento de impotencia: el pueblo experimenta que nada puede introducir un cambio en
este espacio y este tiempo inmóviles. El calor es el símbolo de esta debilidad. Sin embargo,
hay un momento en que el clima cambia:
“Este calor exalta los ánimos. Siempre ocurre lo mismo en esta época del año. El sol
nos enloquece…” […] Como si sus palabras hubieran desatado una fuerza misteriosa, un rayo
atravesó los cielos y sobresaltó a todo el pueblo: era el primero del año. […] “¡Va a llover!”
Gritaron con júbilo. (p. 105)
32
La lluvia vino en el momento menos pensado y alegró toda la comunidad. En este momento,
algo cambia en los pueblerinos y ellos también empiezan a creer que desapareció su suerte
adversa: “¡Hay que hacer algo! ¡Nos cambió la suerte!” (p.106) Entonces deciden introducir
la ilusión en el pueblo (“¡Hagamos teatro!”, p. 107).
Figuran asimismo varios cronotopos en la obra. En nuestra historia, Ixtepec se puede
considerar como el cronotopo más importante: aquí se confluyen el espacio y el tiempo. Un
pueblo aislado situado en México converge con una período de inestabilidad política: la toma
del poder de los revolucionarios seguida por la Guerra Cristera. Las observaciones de Bajtín
son aplicables a nuestro libro. En el mundo verbal y literaria del relato, el tiempo y el espacio
son indisolublemente unidos, no se puede comprender el espacio sin incluir al tiempo. Para
nuestra historia, es indispensable el cruce de tiempo y espacio: nunca se podría alcanzar la
misma incidencia suprimiendo uno de los dos criterios. El cronotopo de Ixtepec posibilita
toda la narración porque además representa la voz narrativa. Unos de los criterios más
importantes de la narratología (es decir narrador, tiempo, espacio) se unen en el pueblo de
Ixtepec. Por eso adquiere un valor simbólico que intensifica la fuerza de la obra.
Dentro del cronotopo de Ixtepec, también aparecen otros cronotopos. Uno de los cronotopos
más recordable es aquél de la infancia. La mayoría de los personajes hacen un viaje hasta el
origen de su vida. En este viaje se encuentran el tiempo y el espacio: emprenden un viaje a un
pasado, al igual que a un cierto espacio. La infancia representa para ellos una vida
despreocupada y feliz, algo que han perdido ahora. Martín Moncada por ejemplo es uno de
estos personajes que evocan su infancia: “De niño pasaba largas horas recordando lo que no
había visto ni oído nunca. Lo sorprendía mucho más la presencia de una buganvilia en el patio
de su casa que el oír que existían unos países cubiertos por la nieve. [...] Sentado al pie de la
buganvilia se sentía poseído por un misterio blanco, tan cierto para sus ojos oscuros como el
cielo de su casa” (p.21). En su segunda memoria, Martín está en un espacio rodeado de nieve,
aunque nunca había visto la nieve. Su vuelta a la infancia lo lleva de viaje a un tiempo y
espacio diferente. En este pasaje también surge otro cronotopo importante: la imaginación, en
que otra vez tiempo y espacio se cruzan. Los personajes hacen uso de su imaginación para
escapar al mundo y al tiempo real. En su imaginación, encuentran un espacio y un tiempo
vivible y agradable, lo opuesto de la realidad, donde nunca hallan lo que buscan: sosiega.
Isabel se refugia asimismo en su imaginación, huye del mundo externo que la encierra y que
está inmóvil. Su imaginación al contrario se caracteriza por una libertad de ser y por la
dinamicidad: “Isabel podía convertirse en una estrella fugaz, huir y caer en el espacio sin
33
dejar huellas visibles de ella misma, en este mundo donde sólo la grosería de los objetos toma
forma.” (p. 32) El teatro o la ilusión introducido por Felipe Hurtado en el pueblo cumple
perfectamente con este mundo ilusorio: “Doña Ana Moncada estaba contenta; cuando sus
hijos subían a escena una luz inesperada iluminaba sus ojos. Por primera vez los veía tal como
eran y en el mundo imaginario que deseaban desde niños.” (p.120)
Margarita León Vega39 define este otro espacio de los héroes como el espacio interior o
subjetivo. Aquí se pueden desarollar sin ningun obstáculo, es “su espacio natural”40. Su
imaginación les posibilita a los protagonistas crear un mundo ilusorio en que ellos son el
centro de atención y donde no tienen que compartir su papel principal con nadie. En el
espacio exterior o objetivo al contrario no desempeñan el papel protagonístico: su presencia
en este mundo es sólo física, no tiene ninguna relevancia. Físicamente apartienen al mundo
exterior, pero mentalmente construyen su propio espacio.
La existencia de estos dos mundos en la obra crea por consiguiente un efecto de viaje, como
señala Margarita León Vega: “Las novelas de Elena Garro son de hecho un viaje constante de
adentro hacia afuera, de lo cerrado a lo abierto, de lo privado a lo público.41” Garro lleva al
lector con ella sobre una exploración de los lugares aislados de la imaginación. Contrasta la
vaciedad del mundo exterior (“las calles desiertas”42) con la magia y la majestuosidad del
espacio subjetivo. La novela hace sin esfuerzo la transición de calles, plazas y casas reales a
espacios fantásticos que sólo pueden existir en la imaginación.
Como hemos establecido, el espacio desempeña, al lado del tiempo y del narrador, una
función importante en la novela. Entonces enfocamos en el capítulo siguiente la concepción
del tiempo en el libro.
39
León Vega, Margarita. “La experiencia del tiempo y del espacio en la novelística de Elena Garro” (p. 205211), en La mujer y su representación en las literaturas hispánicas, 1994, Berkeley: Regents of the University of
California (ed. Juan Villegas).
40
Ibid, p. 207.
41
Ibid, p. 207.
42
Ibid, p. 207.
34
5. EL TIEMPO
Aristóteles (384 AC-322 AC) escribió alguna vez: “El instante es la continuidad del
tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.” El concepto del tiempo ha siempre
fascinado al hombre, y nuestra obsesión con ello está infinito.
De esta manera, se considera al „tiempo‟ como un tema muy importante en la literatura
de Elena Garro, sobre todo en Los recuerdos del porvenir. La paradoja presente en el título ya
traiciona la visión que tiene Garro del tiempo: los recuerdos remontan normalmente al pasado,
pero aquí la escritora nos confronta con algo imposible, es decir recuerdos que se basan en
cosas que todavía no han ocurrido. Además, Delia V. Galván compara la visión que tiene
Garro del tiempo con aquella de los indígenas de América Central43.
Ya en la primera página del libro, se nota la preocupación por el tiempo:
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra.
La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en
su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a
la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de
tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se
tenga. (p. 11)
En esta primera frase, varias palabras recuerdan al tiempo: “memoria”, “me transfiguro en
multitud de colores y de tiempos”, “estoy y estuve”. Además, Garro ya hace la distinción
entre el pasado, el presente y el futuro. El narrador de este párrafo narra desde el presente
(“Aquí estoy”), pero también afirma que vive en el pasado (“Estoy y estuve”, “ Yo sólo soy
memoria”) como ha analizado James Mandrell44.
De esta manera, el presente se hace una repetición eterna del pasado (“La veo y me recuerdo,
y como el agua va al agua”), que se simboliza mediante el espejo, que le recuerda su pasado a
Ixtepec. Mirándose en el espejo, está confrontado con sí mismo, con su memoria inmóvil.
El tema del espejo regresa más tarde en el libro, cuando Elvira Montúfar reaviva los recuerdos
de su pasado:
43
Galván, Delia V. “Tiempo, destino y opresión en la obra de Elena Garro”, en Letras Femeninas, 1999, Vol.
XXV, 1-2, pp. 231-233.
44
Mandrell, James. “The prophetic voice in Garro, Morante, and Allende”, en Comparative Literature, verano
1990, vol. 42, no. 3, p. 232.
35
“¡Niña, ya no te contemples más en el espejo!” le ordenaban los mayores cuando era
pequeña; pero no podía impedirlo: su propia imagen era la manera de reconocer al mundo. Por
ella sabía los duelos y las fiestas, las amores y las fechas. [...] Cuando se casó, Justino acaparó
las palabras y los espejos y ella atravesó unos años silenciosos y borrados en los que se movía
como una ciega, sin entender lo que sucedía a su alrededor. La única memoria que tenía de
esos años es que no tenía ninguna. No había sido ella la que atravesó ese tiempo de temor y
silencio. (p. 29)
Mirándose en el espejo, se acuerda de su pasado, de su vida de casada. El espejo le
proporciona su memoria a Elvira.
El primer párrafo del libro (“Aquí estoy, sentado …”) demuestra la visión cíclica del tiempo,
no existe algo como el tiempo linear. Laura López Morales lo describe en Las rupturas del
tiempo45 como un laberinto, una línea en zigzag, lo contrario de una línea recta.
Se ilustra muy claramente en los extractos siguientes:
Y como la memoria contiene todos los tiempos y su orden es imprevisible, ahora estoy
frente a la geometría de luces que inventó a esta ilusoria colina como una premonición de mi
nacimiento. (p. 14)
En esos días era yo tan desdichado que mis horas se acumulaban informes y mi
memoria se había convertido en sensaciones. La desdicha como el dolor físico iguala los
minutos. Los días se convierten en el mismo día, los actos en el mismo acto y las personas en
un solo peronaje inútil. El mundo pierde su variedad, la luz se aniquila y los milagros quedan
abolidos. La inercia de esos días repetidos me guardaba quieto, contemplando la fuga inútil de
mis horas y esperando el milagro que se ostinaba en no producirse. El porvenir era la
repetición del pasado. Inmóvil, me dejaba devorar por la sed que roía mis esquinas. Para
romper los días petrificados sólo me quedaba el espejismo ineficaz de la violencia, y la
crueldad se ejercía con furor sobre las mujeres, los perros callejeros y los indios. Como en las
tragedias, vivíamos dentro de un tiempo quieto y los personajes sucumbían presos en ese
instante detenido. Era en vano que hicieran gestos cada vez más sangrientos. Habíamos
abolido el tiempo. (pp. 64-65)
Estos pasajes demuestran muy bien que el tiempo es percibido como algo circular, cíclico.
Los personajes lo experimentan como una prisión de que no pueden escapar. No hay
45
López Morales, Laura. “Las rupturas del tiempo”, en Elena Garro. Recuerdos y porvenir de una escritura,
2006, Toluca: Tecnológico de Monterrey (eds. Luzelena Gutiérrez de Velazco y Gloria Prado P.), p. 81.
36
variación, todos los días se hacen lo mismo, cada día es la repetición del anterior. Los
habitantes de Ixtepec tratan de fugarse del tiempo mediante la violencia, todo esto para
descubrir que no existe ninguna posibilidad de escaparse al tiempo. Laura López Morales
constató que la huida fue un tema frecuentemente usado por Elena Garro46. Esta huida
corresponde con la vivencia circular del tiempo: “la huida obedece al deseo de dejar atrás un
pasado tormentoso, o de ir en busca de un futuro alentador.47” Además, Morales sostiene que
la huida que emprenden los personajes causa una ruptura en la continuidad de la narrativa.
Cada personaje del libro tiene otra relación con el concepto de tiempo, pero todos quieren
algo que ya perdieron: la mayoría de los personajes añoran su infancia o un amor perdido.
Experimentan esta pérdida como una fatalidad en que están presos. El general Rosas por
ejemplo, vive “fuera del tiempo, sin pasado y sin futuro.” (p. 15) Además, los personajes
comparten su visión del tiempo con Garro mismo, como lo señala Patricia Vega48. Garro vive
fuera del tiempo del calendario, exactamente como las protagonistas de su libro.
Martín Moncada en cambio tiene el costumbre de parar el reloj cada noche a las nueve, para
sacarle la delantera al tiempo: No quiere que el tiempo continúe. De esta manera, la familia
Moncada puede encontrarse fuera del tiempo, existiendo sólo en la memoria.
Sin el tictac, la habitación y sus ocupantes entraron en un tiempo nuevo y melancólico
donde los gestos y las voces se movían en el pasado. Doña Ana, su marido, los jóvenes y Félix
se convirtieron en recuerdos de ellos mismos, sin futuro, perdidos en una luz amarilla e
individual que los separaba de la realidad para volverlos sólo personajes de la memoria. Así
los veo ahora, cada uno inclinado sobre su círculo de luz, atareados en el olvido, fuera de ellos
mismos y de la pesadumbre que por las noches caía sobre mí cuando las casas cerraban sus
persianas. (pp. 20-21)
El tiempo nuevo del que habla el narrador se opone al tiempo del calendario y es un tiempo
mítico. Además, Martín asocia este tiempo mítico con la idea de la Fiesta, como lo señala
Jorge Luis Peralta49: “La gente deambulaba por la plaza hechizada por el recuerdo olvidado
de la fiesta; de ese olvido provenía la tristeza de esos días. „Algún día recordaremos,
recordaremos‟, se decía con la seguridad de que el origen de la fiesta, como todos los gestos
46
López Morales, Laura. “Las rupturas del tiempo”, en Elena Garro. Recuerdos y porvenir de una escritura,
2006, México: eds. Luzelena Gutiérrez de Velazco y Gloria Prado P., pp. 73-85.
47
Ibid, p. 73.
48
Vega, Patricia. “Elena Garro o la abolición del tiempo”, en Elena Garro: lectura múltiple de una personalidad
compleja, 2002, Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, p. 95.
49
Peralta, Jorge Luis. “La configuración del tiempo mítico en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro”,
Cuadernos del Cilha, 2005-2006, no 7/8, Universidad Nacional de Cuyo, pp. 342-343.
37
del hombre, existía intacto en el tiempo y que bastaba un esfuerzo, un querer ver, para leer en
el tiempo la historia del tiempo” (p. 22). En El laberinto de la soledad50, Octavio Paz
asimismo une la concepción del tiempo a la idea de la fiesta: “La Fiesta es algo más que una
fecha o un aniversario. No celebra, sino reproduce un suceso, abre en dos al tiempo
cronométrico para que, por espacio de unas breves horas inconmensurables, el presente eterno
se reinstala. La fiesta vuelve creador al tiempo. La repetición se vuelve concepción. El tiempo
engendra. La edad de oro regresa.51”
Al igual que el narrador, Martín Moncada no cree en el futuro: “¡El porvenir! ¡El porvenir...!
¿Qué es el porvenir?” Explica que él tiene otra experiencia del tiempo, y habla de los
“recuerdos no vividos”, de la “memoria no vivida”: “Luchaba entre varias memorias y la
memoria de lo sucedido era la única irreal para él. De niño, pasaba largas horas recordando lo
que no había visto ni oído nunca.” (p. 21) Al lado del tiempo real vivido por los demás, que le
asfixiaba, existe otro tiempo:
A medida que creció, su memoria reflejó sombras y colores del pasado no vivido que
se confundieron con imágenes y actos del futuro, y Martín Moncada vivió siempre entre esas
dos luces que en él se volvieron una sola. (p. 21)
Y más tarde:
Corría con libertad a su memoria no vivido. El calendario también lo encarcelaba en
un tiempo anecdótico y lo privaba del otro tiempo que vivía dentro de él. En ese tiempo un
lunes era todos los lunes, las palabras se volvían mágicas, las gentes se desdoblaban en
personajes incorpóreos y los paisajes se transmutaban en colores. (p. 22)
Para Martín, el porvenir es un “retroceder veloz hacia la muerte”. Los demás vivían en la
ilusión de que algo pudiera cambiar, pero él sabe que sólo desde la muerte, uno puede
recuperar su otra memoria.
En su libro Time in literature, Meyerhoff52 considera al tiempo como siendo igual a le temps
humain, que es la conciencia del tiempo como parte de la experiencia humana o como
entrando en la estructura de la vida humana. Su sentido debe buscarse sólo dentro del
contexto de este mundo de experiencia o dentro del contexto de una vida humana. Por
50
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad, 2008, Manchester Universtiy Press: ed. Anthony Stanton, p. 213.
Ibid, p. 213.
52
Meyerhoff, Hans. Time in Literature, 1968, Berkeley: University of California press, pp. 4-5.
51
38
consiguiente, el tiempo debe ser definido como siendo privado, personal, subjetivo o
psicológico. Esta definición del tiempo se aplica perfectamente a Los recuerdos del porvenir,
porque cada personaje tiene su propia interpretación del tiempo como concepto. No existe una
interpretación correcta del tiempo, como prueba Martín Moncada.
Isabel Moncada se encuentra fuera del mundo en el que viven los demás. Además, considera a
su infancia como el único período feliz de su vida, como lo aclara al final del libro:
“El futuro no existía y el pasado desaparecía poco a poco.” (p.289)
Antes de la llegada del forastero, el futuro era la repetición del pasado, pero todo cambia con
la estancia de Felipe Hurtado en Ixtepec:
La noticia de la llegada del extranjero corrió por la mañana con la velocidad de la
alegría. El tiempo, por primera vez en muchos años, giró por mis calles levantando luces y
reflejos en las piedras y en las hojas de los árboles. [...] La inesperada presencia del forastero
rompió el silencio. Era el mensajero, el no contaminado por la desdicha. (p. 65)
Para la población de Ixtepec, el tiempo está concebido como una desdicha, que se ve rota con
la venida del fuereño. Su presencia inesperada anuncia una ruptura en la visión cíclica del
tiempo. El “no-tiempo” que caracteriza el pueblo de Ixtepec se asocia con el silencio, como se
ve en el extracto anterior.
Leonardo Compañ Jasso sostiene que la llegada del fuereño introduce de nuevo los ideales
revolucionarios en el pueblo53. El amor apasionado entre Julia y Felipe Hurtado representaría
la lealtad a la Revolución. Asimismo, el estar fuera del tiempo ordinario se asocia con la
noche, y la venida de Felipe Hurtado marca el amanecer, marca la posibilidad de un regreso
de la revolución: “La Revolución estalló una mañana y las puertas del tiempo se abrieron para
nosotros” (p. 36). Jasso lo resume de la siguiente manera: “La Revolución rasga el tenue velo
del sueño, o de la pesadilla, con la realidad; traspasa las sombras y la fealdad de „un mundo
irreal‟ e ilumina con el amanecer „el mundo verdadero‟.54” La revolución empieza cuando el
silencio cesa, cuando la oscuridad se pierde, cuando el tiempo se revela. Al contrario, cuando
la esperanza de una revolución abandona al hombre, el silencio se reinstala:
Después, las batallas ganadas por la Revolución se deshicieron entre las manos
traidoras de Carranza y vinieron los asesinos a disputarse las ganancias, jugando al dominó en
53
54
Compañ Jasso, Leonardo. “Elena Garro y el tiempo suspendido”, La Jornada Semanal, no. 566, 2006.
Ibid, p. 4.
39
los burdeles abiertos por ellos. Un silencio sombrío se extendió del Norte al Sur y el tiempo se
volvió otra vez de piedra. (p. 37)
Asimismo, Felipe consigue traer la ilusión al pueblo, mediante el teatro:
“¿Y en Ixtepec no hay teatro?” dijo el fuereño cambiando la respuesta por otra
pregunta. [...] “La gente vive más feliz. El teatro es la ilusión y lo que le falta a Ixtepec es eso:
¡La ilusión!” (p. 74)
Introduciendo el teatro o la ilusión en el pueblo, los habitantes descubren la posibilidad de
escaparse al tiempo circular. Primero la idea de un teatro no les gusta a los habitantes, pero
finalmente se dejan seducir por el concepto de la ilusión. Dejándose llevar por la ilusión,
redescubren la idea de la Revolución: el extranjero arrecia la idea de una revolución, que se
desarrolla aún más después de su salida de Ixtepec. En realidad, Felipe Hurtado no vino a
Ixtepec para presentarle la ilusión, sino para llevar Julia consigo. Cuando el general Rosas se
entera de las intenciones del extranjero, se dirige a su habitación para castigarlo. A
continuación cierra la primera parte del libro con algo mágico:
El joven levantó los cerrojos, quitó las trancas, abrió el portón y salió. Don Joaquín iba
a seguirlo, pero entonces sucedió lo que nunca antes me había sucedido; el tiempo se detuvo
en seco. No sé si se detuvo o si se fue y sólo cayó el sueño: un sueño que no me había visitado
nunca. También llegó el silencio total. No se oía siquiera el pulso de mis gentes. En verdad no
sé lo que pasó. Quedé afuera del tiempo, suspendido en un lugar sin viento, sin murmullos, sin
ruido de hojas ni suspiros. [...] Allí estuve. Allí estuvimos todos. [...] No sé cuánto tiempo
anduvimos perdidos en ese espacio inmóvil. (p. 145)
La inmovilidad de antaño se reinstala, destruyendo las ilusiones de los ixtepecanos. El pueblo
vuelve al tiempo y al espacio estáticos, al no-tiempo.
James Mandrell llama esta ruptura en el tiempo circular la entrada de la profecía 55. Añade que
sólo en este momento, el futuro puede aparecer. El pasado y más en particular Ixtepec cesa de
repetirse, y la ilusión y el futuro entran: “El porvenir es la ilusión que posibilita a los
habitantes de Ixtepec escapar de la miseria de su existencia” (“The future is the illusion that
will allow the inhabitants of Ixtepec to escape the misery of their existence56.”)
55
56
Mandrell, James. “The prophetic voice in Garro, Morante and Allende”, pp 227-246
Ibid, p. 233
40
Laura López Morales menciona57 que en este momento, el tiempo y además la historia se
detienen para posibilitar lo real maravillosa. En el pueblo, todo se paraliza mientras en el
mundo exterior la vida continúa. El tiempo parace desarollarse en otra dimensión.
A causa de la partida súbita de Felipe y Julia, las puertas del tiempo se cierran, exactamente
como se cerraron cuando los gobiernistas habían traicionado a la Revolución.
El teatro nunca sería representado, pero la estancia del fuereño en Ixtepec ha servido de base
para la vuelta de la ideología revolucionaria. Margo Glantz compara el teatro a una fiesta que
está interrumpida por la muerte o la desaparición de Felipe y Julia58.
La lucha de la Guerra Cristera es signo de la segunda parte. Los habitantes de Ixtepec
organizan una fiesta, que es en realidad una conspiración para rescatar al cura y conservar al
sacristán. Se toman la justicia por su mano, contagiado por la ideología del forastero. Aquí se
repite de nuevo el concepto de la Fiesta. Los habitantes esperan cambiar su situación sin
perspectiva organizando una fiesta y la ilusión se reinstala. Sin embargo, la fiesta fracasa (“La
fiesta se paralizó”, p. 202) y termina en el masacre de algunos personajes importantes:
Escabechan al doctor Arrieta, don Joaquín, el cura Beltrán, Dorotea, Luchi la prostituta y
Nicolás y Juan Moncada. Pensaban que la revolución era posible, pero sólo resultó en un
drama para el pueblo:
Así volvimos a los días oscuros. El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad:
vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas. Yo miraba sus idas y venidas con
tristeza. Hubiera querido llevarlos a pasear por mi memoria para que vieran a las generaciones
ya muertas: nada quedaba de sus lágrimas y duelos. Extraviados en sí mismos, ignoraban que
una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la
multitud de colores de que están hechos los colores. Una generación sucede a la otra, y cada
una repite los actos de la anterior. Sólo un instante antes de morir descubren que era posible
soñar y dibujar el mundo a su manera, para luego despertar y empezar un dibujo diferente. [...]
Y vienen otras generaciones a repetir sus mismos gestos y su mismo asombro final. Y así las
seguiré viendo a través de los siglos, hasta el día en que no sea ni siquiera un montón de polvo
y los hombres que pasen por aquí no tengan ni mimoria de que fui Ixtepec. (p. 248)
De nuevo, el tiempo se detiene y el pueblo recae en la inmovilidad:
57
López Morales, Laura. “Las rupturas del tiempo”, en Elena Garro. Recuerdo y porvenir de una escritura,
2006, México: eds. Luzelena Gutiérrez de Velazco y Gloria Prado P., p. 78.
58
Glantz, Margo. “Los enigmas de Elena Garro”, en Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, 28: pp. 687690.
41
“Este es un día muy largo...” “No tendrá fin. Aquí nos quedaremos para siempre...”
[...] El jardín se incendiaba en el resplandor seco de las cuatro de la tarde. Los prados cenizos,
las ramas inmóviles y las piedras humeantes se consumían en una hoguera fija. Un coro
monótono de grillos cantaba su destrucción. El sol giraba enviándonos sus rayos inflexibles.
Ningún rastro de humedad, ningún recuerdo del agua venía a salvarnos del juego de reflejos
sedientos. El tiempo no avanzaba y las montañas que guardan al sol desaparecieron del
horizonte. [...] El pueblo seguía muerto. (pp. 211-213)
La historia es la eterna repetición de las generaciones anteriores, como lo demuestra el
extracto precedente. Sin embargo no significa que la modificación no es posible, se necesita
únicamente la imaginación (o la ilusión) para alcanzarla. Felipe Hurtado es la única persona
que pudo determinar su futuro, es el único que pudo escaparse de la interpretación circular del
tiempo. Es como vivía fuera del tiempo. Mandrell menciona además que desde el momento
uno escapa al tiempo, cesa de vivir en la historia59. Felipe y Julia experimentan lo mismo:
cuando consiguen huir del pueblo, desaparecen de la faz de la tierra y de la historia. Garro lo
expresa asi: “Nunca más volvimos a oír de los amantes.” (p. 146)
Los demás pueblerinos intentan asimismo evadir el tiempo, introduciendo la ilusión en su
pueblo. Desgraciadamente no pueden retirarse de los efectos del tiempo circular: “Todo
Ixtepec es condenado al tortuoso ejercicio de una memoria circular”, como lo asegura Jorge
Luis Peralta60. La violencia y la tiranía triunfan sobre la ilusión de una Revolución.
Isabel por ejemplo traiciona a su pueblo, enamorándose del general Rosas. Ella intenta imitar
a Julia, quien había escapado al presente. Pero descubre que esto no es tan fácil: No es posible
evitar el tiempo, como demuestra el desenlace del libro. Isabel se convierte en “piedra
aparente”, “como recuerdo del porvenir por los siglos de los siglos” (p. 292). La inmovilidad
de la piedra prueba el carácter inmóvil y circular del tiempo y simboliza la memoria estática
de Ixtepec.
Como personaje, Isabel Moncada se encuentra fuera del mundo en que viven los demás.
Además, considera su infancia como el único período feliz en su vida, pero se da cuenta del
carácter pasajero de todo esto, como lo aclara al final del libro:
El futuro no existía y el pasado desaparecía poco a poco. [...] “¡A las estatutas de
marfil, una, dos, tres...!” La frase del juego infantil le llegaba sonora y repetida como una
59
Mandrell, James. “The prophetic voice in Garro, Morante and Allende”, pp 233-234.
Peralta, Jorge Luis. La configuración del tiempo mítico en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro.
Cuadernos del Cilha, 2005-2006 , no 7/8, Universidad Nacional de Cuyo, p. 344.
60
42
campana. Ella y sus hermanos se quedaban fijos al decirla, hasta que alguien a quien habían
señalado en secreto pasaba por allí, los tocaba y rompía el encantamiento. Ahora nadie vendría
a desencantarla; sus hermanos también estaban fijos para siempre. “¡A las estatutas de marfil,
una, dos, tres...!” Las palabras mágicas se repetían una y otra vez y el día también estaba fijo
como una estatua de luz. (p. 289)
El destino de los 3 hijos Moncada estaba predeterminado, sobre todo de Isabel. Ella ya está al
corriente de su porvenir relativamente pronto: “Andaba muy lejos de su cuarto caminando un
porvenir que empezaba a dibujarse en su memoria” (p. 161). Un poco más lejos, a la fiesta
organizada en honor del general Rosas, Isabel le confía a su padre lo siguiente: “Siempre supe
lo que está pasando... También lo supo Nicolás... Desde niños estamos bailando a este día...
[...] Ya lo sabía... Ya lo sabía.” (pp. 206-207)
Sin embargo, trata evadirse de su destino, prefiriendo el amor del general sobre el rescate de
sus hermanos, todo esto para descubrir que el futuro nunca llegará. La conciencia de que todo
es predestinado le viene cuando está con el general Rosas en su cuarto:
Las estrellas brillaban solitarias; [...] Isabel las miró también. En otros tiempos la
habían llevado al sueño de su casa. Trató de imaginar cómo era su otra casa, su otra vida, su
otro sueño, y se encontró con su memoria olvidada. “Francisco, tenemos dos memorias... Yo
antes vivía en las dos y ahora sólo vivo en al que me recuerda lo que va a suceder.” (pp. 251252)
Antes, Isabel podía refugiarse en su otra memoria, donde un futuro desconocido aún era
posible. Ahora, sólo le queda la otra memoria, en que el porvenir es una repetición perpetua
del pasado, en que el porvenir es predeterminado. Su cuerpo petrificado simboliza la
petrificación eterna de la memoria.
La interpretación cíclica del tiempo se traduce además a la narración del libro, que es
asimismo circular: el narrador está sentado sobre una piedra aparente, desde lo cual cuenta su
historia. La piedra que está mencionado en el principio del libro, aparece de nuevo al final. De
esta manera, el narrador nos obliga a volver al inicio del libro, acentuando aún más la
circularidad del tiempo. La historia se repite de nuevo en el relato de Ixtepec: recordar algo es
repetirlo. Desde la piedra, Ixtepec recuerda el pasado de su pueblo, en sus períodos felices y
sus períodos difíciles.
43
Consecuentemente, toda la historia de la llegada del general Rosas, el teatro de Felipe
Hurtado, la fiesta como conspiración y la transformación de Isabel en una piedra es un
recuerdo, no se trata del presente. Ixtepec como narrador se encuentra en el presente, y
rememora los acontecimientos pasados. De vez en cuando, repitiendo la historia de su pueblo,
deja entender que ahora ya no queda nada de lo que antes fue:
Todavía oigo las palabras de Félix girar entre los muros del salón, rondando unos
oídos que ya no existen y repitiéndose en el tiempo sólo para mí. (p. 24)
En el fondo, el tiempo de la historia recordada transcurre cronológicamente. Comienza con
una descripción del pueblo y de sus habitantes, seguida del mantenimiento del orden por el
general Rosas. Conocemos a las familias que habitan Ixtepec, y nos enteramos más de sus
pasados. Después, el forastero Felipe Hurtado entra en el pueblo. Seguimos el fuereño en su
camino en el pueblo. A continuación preparan la obra de teatro, y la primera parte del libro
termina con la huida de Felipe Hurtado con Julia Andrade. La segunda parte del libro cubre la
violencia que causa la lucha cristera, y la preparación de la fiesta para los militares, que acaba
en un fracaso causando muchas víctimas. Isabel Moncada está intrigada por la idea de ser la
querida del general Rosas y decide acompañarlo. Al final de esta segunda parte, Francisco
Rosas mata a los hermanos Moncada y Isabel se convierte en piedra, prefiriendo el amor de
Rosas sobre la salvación de sus hermanos.
El relato trágico narrado por Ixtepec parace desarrollarse en orden cronológico, parece seguir
la línea temporal presente-pasado-futuro; pero de vez en cuando el narrador alude a eventos
pasados o futuros. Estos rupturas en el orden cronológico del relato se llaman anacronía. El
analepsis o la retrospección remonta en el tiempo (también incluye el „flashback‟). El
prolepsis o prospección enfoca un evento en el porvenir. El libro de Garro está lleno de
analepsis y prolepsis. En el primer capítulo por ejemplo, cuando el narrador ya no ha
empezado por contar el relato de Ixtepec, se construye un analepsis complejo. Ixtepec mira
hacia atrás, hacia el momento en que los Moncada han desaparecido, seguido de un otro
analepsis dentro del analepsis: Ixtepec recuerda el momento en que los Moncada todavía
viven y animan el pueblo. Resumiéndolo: Ixtepec se encuentra en el presente y se instala un
analepsis en que los Moncada acaban de desaparecer, dentro del cual se crea otro analepsis en
que los Moncada ya están vivos, preparando el desayuno.
44
Allí no corre el tiempo: el aire quedó inmóvil después de tantas lágrimas. El día que
sacaron el cuerpo de la señora Moncada, alguien que no recuerdo cerró el portón y despidió a
los criados. Desde entonces las magnolias florecen sin nadie que las mire y las hierbas feroces
cubren las losas del patio. [...] Sólo olvidio y silencio. Y sin embargo en la memoria hay un
jardín iluminado por el sol. [...] Una cocina humeante y tendida a la sombra morada de los
jacarandeas, una mesa en la que desayunan los criados de los Moncada. (pp. 12-13)
Además, llama la atención que cada personaje está obsesionado con su infancia, una obsesión
que comparten con Garro mismo: la infancia era el único período feliz de su vida. En el libro,
esta obsesión se manifiesta en una multidud de analepsis por parte de los personajes como
Don Martín Moncada, Doña Ana Moncada, Doña Elvira y los niños Moncada:
Don Martín:
De niño pasaba largas horas recordando lo que no había visto ni oído nunca. Lo
sorprendía mucho más la presencia de una buganvilia en el patio de su casa que el oír que
extistían unos países cubiertos por la nieve. Él recordaba la nieve como una forma de silencio.
Sentado al pie de la buganvilia se sentía poseído por un misterio blanco, tan cierto para sus
ojos oscuros como el cielo de su casa. (p. 21)
Doña Ana:
Recordó la turbulencia de su propia infancia en el Norte. [...] Antes de cumplir los
veinticinco años sus hermanos se fueron muriendo uno después de otro. (pp. 36-37)
Estos analepsis hacia la infancia de los personajes nos inician en la vida personal de las
personas, para mejor entender sus acciones en la novela.
En la misma escena en que Doña Ana cavila sobre su infancia, el narrador instala un prolepsis
donde lamenta la desaparición de los Moncada:
Han pasado muchos años, de los Moncada ya no queda nadie, sólo quedo yo como
testigo de su derrota para escuchar todos los días a las seis de la tarde la llegada del tren de
México. (p. 37)
Asimismo nos topamos con una forma de prolepsis especial, en que el narrador no dice
explícitamente lo que ocurrirá en el futuro, sino que sólo da una indicación al lector. Se trata
entonces de un prolepsis implícito, y nos enteramos de su sentido después de haber leído el
libro entero, durante una segunda lectura. El narrador nos da una indicación de lo que va a
45
ocurrir en el futuro, sin embargo aún no podemos descifrarla durante una primera lectura. Por
ejemplo, en el primer capítulo figura una escena en que Isabel, Juan y Nicolás Moncada están
bailando. Los diálogos parecen todos muy inocentes, hasta que el lector conozca el desenlace
de la obra:
“Mama, ¿has visto Isabel?” “¡Déjala, es muy mala!” ¡Desapareció!... Tiene poderes”
[...] “No van a acabar bien” sentencian las gentes sentadas alrededor del brasero. (pp. 13-14)
En la última frase se refiere a los niños Moncada; es como los pueblerinos intuyen el destino
de los niños: la muerte. En la segunda parte, de nuevo aparece una indicación indirecta al
destino de los niños, sobre todo de Isabel:
Vuelvo al pabellón y escucho todavía flotantes las palabras dichas por Isabel que
provocaron su interrupción: “¡Mírame antes de quedar convertida en piedra! ...” Las palabras
de Isabel abrieron una bahía oscura e irremediable. Aún resuenan en el pabellón y ese
momento de asombro allí sigue como premonición de un destino inesperado. Los tres
hermanos se miraron. [...] Había algo infinitamente patético en sus ojos. Parecieron siempre
mejor dotados para la muerte. Por eso desde niños actuaron como si fueran inmortales. (pp.
120-121)
En este pasaje, el narrador nos descorre el velo del fin trágico de los hijos Moncada.
Todo el libro está lleno de este tipo de prolepsis implícitos, pero un caso particular aún
merece la pena contarlo: durante el libro se repite de vez en cuando la misma metáfora. Isabel
retorna a menudo a su infancia, y entonces menciona un juego de niños especial: las estatuas
de marfil.
Isabel estaba en el centro del día como una roca en la mitad del campo. De su corazón
brotaban piedras que corrían por su cuerpo y lo volvían inmovible. “¡A las estatuas marifl,
una, dos, tres…!” La frase del juego infantil le llegaba sonora y repetida como una campana.
Ella y sus hermanos se quedaban fijos al decirla, hasta que alguien a quien habían señalado en
secreto pasaba por allí, los tocaba y rompía el encantamiento. Ahora nadie vendría a
desencantarla; sus hermanos también estaban fijos para siempre. Las palabras mágicas se
repetían una y otra vez y el día también estaba fijo como una estatua de luz. (p. 289)
46
Esta escena de su infancia que ella recuerda varias veces es un signo precursor del fin de
Isabel. Una primera lectura todavía no nos permite entenderlo, pero durante la segunda
lectura, el lector coge su significado.
En conclusión, en Los recuerdos del porvenir, las referencias al tiempo cíclico
abundan, no sólo en la temática del libro, sino también en la narración. En cada momento, el
narrador nos coacciona a volver hacia el principio del libro, nos obliga a afrontar la
circularidad del tiempo: todo se repite. Los personajes comparten esta visión del tiempo: no
permanecen en el tiempo ordinario de la violencia, sino que buscan una salida de esa fatalidad
en su imaginación. Sin embargo, no tiene ningún sentido. Los ixtepecanos tratan de cambiar
su situación desesperada introduciendo la ilusión y la fiesta, pero el no-tiempo siempre vence.
Los ideales revolucionarios se pierden y se sustituyen por la violencia, la traición y el horror.
Después de haber hablado del espacio y del tiempo, que muchas veces se unen en el
libro, vale la pena analizar el papel del narrador en la historia, que será el tema del capítulo
siguiente.
47
6. EL NARRADOR
6.1
En general
En un libro, el narrador no siempre equivale al autor. Para mejor entender el papel del
narrador en Los recuerdos del porvenir, sigue ahora un pequeño resumen del libro de Joan
Rea Boorman61, sobre la estructura narrativa en la novela hispanoamericana contemporanea.
Definió el acto narrativo como una producción de frases que son representativas del acto
comunicativo, es decir pseudo-frases. La narración no ES un acto comunicativo, es una
entidad imaginaria que representa un acto comunicativo. El narrador no se identifica al autor
mismo, es una determinada faceta de este autor real.
Anderson-Imbert distinguió entre un narrador “dramatizado” y “no dramatizado”, una teoría
que también fue elaborado por Wayne Booth. El narrador no dramatizado tiene la posibilidad
de quedar impersonal, o puede ser presente bajo la forma de un “yo” o un “él”, pero no entra
en (la historia), es un observador. Se coloca al márgen de la historia, sin mostrar alguna forma
de compromiso. El narrador dramatizado figura como personaje de la historia que cuenta.
Dentro de esta categoría, existe la subdivisión entre los observadores, los narradores-agentes y
los narradores “disfrazados”. El narrador observador sí entra en la acción de la narración, pero
sin tener un efecto en los acontecimientos. El narrador agente en cambio influye en la acción
narrativa, actúa como participante en la acción. El narrador disfrazado nunca se define como
siendo un narrador pronunciado. Puede ser un personaje que realiza sus acciones de las
cuales el lector saca conclusiones. La denominación usual de estos diferentes tipos de
narradores es ligeramente diferente. Normalmente se habla de narradores homodiegéticos y
heterodiegéticos. Estos últimos sólo cuentan la historia desde fuera del relato, los primeros
además son protagonistas en el relato. En la categoría de los heterodiegéticos, se sitúa el
narrador omnisciente, que lo sabe todo, y que aparece la mayoría de las veces en tercera
persona singular. También se puede distinguir los diferentes tipos de narradores según el
punto de vista de la narración. El narrador en primera persona también sirve de personaje en
el relato y incluso puede ser el protagonista. El narrador en segunda persona dirige la palabra
a sí mismo. Por último, hay el narrador en tercera persona, que es normalmente
61
Rea Boorman, Joan. La estructura del narrador en la novela hispanoamericana contemporanea, 1976,
Madrid: Hispanova de ediciones, p. 11-44.
48
heterodiegético. Él no toma parte en la trama y además no tiene forma física. Dentro de esta
categoría, encontramos entre otros el narrador omnisciente y el narrador testigo. El primer,
como ya hemos establecido, es un narrador bastante objetivo en tercera persona que conoce
toda la vida y los pensamientos de los personajes. El narrador testigo es más bien un
observador, narrando lo que ve.
En nuestra historia, hay una fuerte interacción entre el narrador, el mundo narrado y
los personajes.
6.2
Aplicación al libro: La narración en Los recuerdos del
porvenir
6.2.1 La personificación de Ixtepec
Los recuerdos del porvenir abre con estas famosas palabras:
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La
veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su
imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la
memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de
tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se
tenga. (p. 11)
El narrador hace su relato en primera persona, es un “yo” narrador. Este yo es en realidad el
pueblo de Ixtepec. Se trata de una personificación de algo estática como un pueblo: el
narrador se manifiesta mediante la voz neutra del pueblo. Está sentado sobre una piedra, que,
como el lector descubre al fin del libro, es el cuerpo petrificado de Isabel Moncada. Al lado de
ser el narrador omnisciente, el pueblo también representa el protagonista colectivo: el
narrador encarna la memoria colectiva de Ixtepec. Por eso lo etiquetamos como un narrador
homodiegético o „dramatizado‟. Como hemos visto, se esperaría un narrador omnisciente en
tercera persona. Sabe todo lo que ocurre en el pueblo y además conoce todos los
pensamientos y sentimientos de los personajes. Sin embargo, en nuestro libro, narra desde la
49
primera persona. Peralta también describe el comportamiento “atípico” del narrador: no hay
una focalización cero, sino una focalización “alternativamente interna y externa, y variable, es
decir, que cambia de acuerdo al personaje desde el cual se cuenta en cada momento.62”
No sólo aparece en primera persona del singular, sino que muchas veces pasa a la primera
persona del plural: el narrador incluye los habitantes en su narración, crea un colectivo. Según
Amalia Gladhart63, la voz del narrador no sólo es omnisciente, sino también personalizado.
Jorge Luis Peralta64 también distingue entre el narrador en primera persona singular y el
narrador colectivo, en primera persona del plural. El autor señala que Garro se sirve del
narrador colectivo para referir a eventos que todos los pueblerinos experimentaron o
atestiguaron, eventos que sucedieron hasta 1927. El narrador individual en cambio se utiliza
para comentar estos eventos. Además, Peralta observa lo siguiente: “El uso del narrador
individual corresponde no a todos los pobladores de Ixtepec, sino al pueblo como una entidad
o abstracción intemporal, que contempla su historia desde una zona indeterminada del tiempo,
desde una memoria congelada, eterna.65” De esa manera, se crea a menudo una distancia entre
la opinión de Ixtepec y la de sus habitantes:
También yo me sorprendí del entusiasmo con que mi gente aceptó la idea de la fiesta para
el general Francisco Rosas. (p. 194)
El colectivo creado no incluye toda la población de Ixtepec: sólo la ciudadanía acomodada
está representado por este colectivo; los indígenas al contrario, es decir los indios se excluyen
de la narración. Asimismo, algunos otros personajes tampoco se identifican con el colectivo:
las personas ajena al asunto. El general Rosas es uno de los profanos, tal como Lola Goríbar y
su hijo Rodolfo, que representan la alta aristocracía. Julia Andrade también es “el otro”, al
igual que el forastero, Felipe Hurtado. Los pensamientos de estos últimos personajes siempre
quedan un misterio para los demás. Isabel al contrario, otra protagonista del libro, sí está
incluida en este colectivo, visto que ella forma parte del pueblo como unidad.
62
Peralta, Jorge Luis. “La configuración del tiempo mítico”, en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro.
Cuadernos del Cilha, 2005-2006 , no 7/8, Universidad Nacional de Cuyo, p. 341.
63
Gladhart, Amalia. “Present absence: Memory and narrative in Los recuerdos del porvenir”, en Hispanic
Review, invierno 2005, Universidad de Pennsylvania, p. 97.
64
Peralta, Jorge Luis. “La configuración del tiempo mítico”, en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro.
Cuadernos del Cilha, 2005-2006 , no 7/8, Universidad Nacional de Cuyo, p. 339.
65
Ibid, p. 339.
50
Además, el narrador intenta presentarse como la voz de la historia de México, y en este
sentido Los recuerdos del porvenir es una novela histórica, como afirma James Mandrell66.
Jung-Euy Hong67 menciona que hay similitudes entre el libro de Garro y la tragedia
griega, donde hay un prólogo, episodios y un éxodo, que se alternan con cantos corales. El
prólogo precede y prepara la tragedia y está seguido de un párado donde el coro canta lo
anterior dicho en el prólogo. Aquí, el coro está compuesto de los habitantes del pueblo.
Recuerdan y comentan los acontecimientos del pasado. Según Hong, el prólogo está en
realidad un éxodo, el desenlace del drama, como se ve en la penúltima página, donde
aparecen las siguientes palabras:
Gregoria se acercó a la piedra maldita y se dirigió a Dios pidiéndole misericordia. Toda la
noche la pasó Gregoria empujando a la piedra cuesta arriba [...] hasta acá la subió como
testimonio de que el hombre ama sus pecados. Después bajó a Ixtepec a contar lo sucedido.
(p. 291)
En realidad, la narración comienza aquí. El orden del libro es inverso: Aunque el tiempo del
relato acabó, la tragedia continúa a contarse. Es como dice Hung “Una historia que se repetirá
incesantemente por su estructura circular.68” El libro cierra con un monólogo de Isabel
Moncada. De esta manera, el narrador nos obliga al final de la historia a volver al comienzo
del libro:
“Soy Isabel Moncada, nacida de Martín Moncada y de Ana Cuétara de Moncada, en el
pueblo de Ixtepec el primero de diciembre de 1907. En piedra me convertí el cinco de octubre
de 1927 delante de los ojos espantados de Gregoria Juárez. Causé la desdicha de mis padres y
la muerte de mis hermanos Juan y Nicolás. Cuando venía a pedirle a la Virgen que me curara
del amor que tengo por el general Francisco Rosas que mató a mis hermanos, me arrepentí y
preferí el amor del hombre que me perdió y perdió a mi familia. Aquí estaré con mi amor a
solas como recuerdo del porvenir por los siglos de los siglos.” (p. 292)
66
Mandrell, James. The prophetic voice in Garro, Morante and Allende, p. 229.
Hong, Jung-Euy. “Trayectoria trágica de voces en Los recuerdos del porvenir”, en Espéculo. Revista de
estudios literario, 2007, Universidad Complutense de Madrid
(hhtp://www.ucm.es/info/especulo/numero35/trayecto.html)
68
Ibid.
67
51
En una tragedia griega, después de la perdición del héroe, el coro cierra el drama con una
lección moral. Aquí, Isabel se conforma con su destino y acepta la ira de los dioses,
convertiéndose en piedra. La piedra está condenado a contar su historia hasta la consumación
de los siglos, exactamente como se continúa a contar una leyenda. Al final del libro, se tiene
la impresión de que Isabel está el narrador del libro, porque ella está condenado a recordar a
todos la historia que vivió, ella se petrificó como consecuencia de sus acciones. Su castigo es
de recontar sus pecados, de modo que el lector puede presumir que ella se hace cargo de
narrador, lo que en realidad es el pueblo: “Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente.” El
narrador entonces no puede ser esta piedra, es decir Isabel, sino alguién sentado sobre esta
piedra: el pueblo de Ixtepec.
El libro empieza con la autocontemplación de Ixtepec, con la realización de que el futuro es
nada más que la eterna repetición del pasado. El narrador consulta su memoria para contar la
historia, para contemplar la ruina de su pueblo. Los habitantes del pueblo pueden alternar a
través de los años y generaciones, pero Ixtepec siempre permanecerá lo mismo, siempre con
la misma historia a contar, con los mismos pecados a condenar.
Como lo afirma Amalia Gladhart en su ensayo Present absence: memory and
narrative in Los recuerdos del porvenir69, Ixtepec cumple la mayoría de las veces el papel de
narrador omnisciente, salvo en algunos momentos. Al final de la primera parte, Julia y Felipe
Hurtado se dan a la fuga a altas horas de la noche. Nadie sabe lo que pasa, ni siquiera el
narrador, Ixtepec:
No sé si se detuvo o si se fue y sólo cayó el sueño: un sueño que no me había visitado
nunca. También llegó el silencio total. No se oía siquiera el pulso de mis gentes. En verdad no
sé lo que pasó. Quedé afuera del tiempo, suspendido en un lugar sin v iento, sin murmullos,
sin ruido de hojas ni suspiros. […] No sé cuanto tiempo anduvimos en ese espacio inmóvil.
(pp. 145-146)
El pueblo se transforma de narrador omnisciente en una persona ajena del asunto que no ha
visto nada. Se hace énfasis en la ignorancia del pueblo mediante la múltiple repetición de las
palabras: “No sé”. En este momento, aparece en escena un arriero que sirve para testimoniar
la fuga:
69
Gladhart, Amalia. “Present absence: Memory and narrative in Los recuerdos del porvenir”, en Hispanic
Review, invierno 2005, Universidad de Pennsylvania, p. 98.
52
Un arriero entró al pueblo. Contó que en el campo ya estaba amaneciendo y al llegar a
las trancas de Cocula se topó con la noche cerrada. Se asustó al ver que sólo en Ixtepec seguía
la noche. Nos dijo que es más negra rodeada por la mañana. En su miedo no sabía si cruzar
aquella frontera de luz y sombre. Estaba dudando cuando vio pasar a un jinete llevando en sus
brazos a una mujer vestida de color rosa. Él iba de oscuro. Con un brazo detenía a la joven y
con el otro llevaba las riendas del caballo. La mujer se iba riendo. (p. 146)
Ixtepec ya no cumple el papel de testigo de los hechos, se necesita otro individuo.
Asimismo, Gladhart refiere al final de la novela, donde el pueblo como testigo de nuevo está
reemplazado, esta vez por Gregoria, quien aclara el destino de Isabel mediante la inscripción
sobre la piedra:
Aquí sigue la piedra, memoria de mis duelos y final de la fiesta de Carmen B. de
Arrieta. Gregoria le puso una inscripción que ahora leo. Sus palabars son cohetes apagados. (a
lo que sigue la parte final del libro, conteniendo el monólogo de Isabel) (p. 292)
El narrador cede otra vez la palabra a un testigo del exterior, por falta de conocimiento
suficiente por parte del pueblo.
Ahora nos queda la pregunta evidente: ¿Por qué Elena Garro ha elegido el pueblo
como narrador? La posición de Ixtepec en el relato es muy contradictoria. Por un lado, el
narrador es omnipotente: él sabe todo de su pueblo, hasta los secretos más depravados.
Además, existirá para siempre: las casas, plazas y iglesias de un pueblo pueden destrozarse,
pero el nombre, y más importante la memoria de Ixtepec perdurará hasta el final de los días.
Sin embargo, en esto reside también su maldición. Por otro lado, Ixtepec se caracteriza por su
impotencia. Nunca puede cambiar el curso de los acontecimientos, nunca puede ayudar a sus
habitantes. Sólo puede observar los errores que comete la humanidad: se siente impotente ante
la lucha eterna del hombre, ante la Revolución que sólo causa víctimas.
53
6.2.2 La voz del pueblo: los habitantes de Ixtepec como el coro de una
tragedia griega
En una tragedia griega, el coro funciona como un testigo colectivo, haciendo
comentarios colectivos a la trama, avisando el héroe de un peligro que está al acecho y
resumiendo la moraleja de la historia.
En la parte anterior ya establecimos que el pueblo forma un colectivo, pero que todos los
personajes del libro no forman parte de este colectivo. Algunas veces, los ciudadanos se
convierten en un coro, repitiéndo la misma frase, como lo afirma Jung-Euy Hong . En la
primera parte del libro, cuando el forastero llega al pueblo, la misma frase anda de boca en
boca en el pueblo: “Vino por ella”. Casi todos los habitantes repiten esas palabras, de manera
que se forma un colectivo, y sobre todo un coro:
Aún veo a Felipe Hurtado seguido por aquella frase como si un animal pequeño y
peligroso lo persiguiera de día y de noche. “Vino por ella.” (p. 75)
En Ixtepec no había otra ella que Julia. “Vino por ella”, decían las hijas de don
Ramón cuando desde sus balcones veían la figura alta del forastero. (p. 75)
-Este joven que se hace llamar Felipe Hurtado “vino por ella” -aseguró el viejo.
(p. 76)
Las mujeres se compadecían a su paso y repetían las palabras que seguían al joven
por mis calles. Él parecía ignorar la frase que iba de boca en boca y salía
tranquilamente a campo abierto (p. 76)
Los transeúntes se miraban maliciosos repitiéndose con gestos: “Vino por ella.”
(p. 77)
Nosotros seguíamos con malignidad y regocijo aquellas relaciones apasionadas y
peligrosas y llegábamos a la conclusion: “La va a matar.” (p. 77)
En el último ejemplo, la narración se hace desde la primera persona del plural (nosotros),
incluyendo la población en su narración, mientras que en los ejemplos anteriores, el narrador
habla de los habitantes en singular.
54
Además, el narrador utiliza la palabra coro varias veces, como podemos leer en el pasaje
siguiente:
La idea nos producía un júbilo secreto y cuando veíamos a Julia en la iglesia con el
chal negro enroscado al cuello dejando ver so escote delicado, nos mirábamos levantando un
coro mudo de reproches. (p. 77)
Asimismo en la primera parte, podemos enumerar otras frases donde aparece la voz del coro:
“Va a pasar algo”, corría de boca en boca. “¡Sí, hace demasiado calor!”: era la
respuesta (p. 99)
-Sí… ¡Va a pasar algo! Anden, anden, no pregunten –respondía a los que se acercaban
curiosos a pedir noticias. (p. 100)
“Va a pasar algo”, se dijo en voz alta la Luchi cuando Damián Álvarez salió de su
habitación. (p. 100)
-¡Va a pasar algo!- repitió el grupo de amigos reunido en la casa de doña
Matilde. (p. 102)
También en la segunda parte de la novela surgen las voces del coro:
Por la noche Ixtepec hervía de rumores; los decires llegaron a los pueblos
vecinos acuñados en una frase: “Hay sublevación en Ixtepec”, y los arrieros no bajaron
el sábado. (p. 247)
Los ojos de Ixtepec se fijaron en Nicolás y sus frases y sus gestos atravesaron
milagrosos las paredes del curato y llegaron a la plaza para correr de boca en boca [...] ¡Viva Nicolás Moncada! -gritaban mis calles y mis tejados. El grito se multiplicaba
ahora, como antes se multiplicaba “¡Viva Cristo Rey!”, y llegaba hasta la sala del
jurado. (p. 262)
En el último ejemplo, el coro se convierte en un luchador revolucionario colectivo.
Según Jung-Euy Hong, en este momento crucial del libro, estos gritos deberían afectar a
Isabel para que ella convenciera al general Rosas de no matar a su hermano. Es
exactamente como en una tragedia griega, donde el coro debe advertir al protagonista
55
de un peligro que está eminente. En este libro, el peligro en cuestión es el asesinato de
Nicolás Moncada:
-¡Ya salió Rosas al cementerio! -gritaron delante de los balcones de Isabel. La
joven no oyó los gritos que venían de la calle. (p. 278)
El coro logra convencerla, Isabel parte a la guerra contra el general Rosas, exige que el
general deje en libertad a Nicolás. Rosas cede, pero Nicolás no acepta su perdón; el
plan del coro fracasó.
Resumiéndolo, el narrador - junto con el espacio y el tiempo, ocupa una posición
primordial. La peculiaridad del narrador se revela en su carácter atípico: Es un observador
omnisciente, un cierto Dios, pero se expresa en la primera persona. Al lado de narrar en
singular, también cuenta en la primera persona del plural, construyendo así un colectivo en
que incluye la mayoría de los pueblerinos.
El carácter circular que también habíamos encontrado en el capítulo sobre el tiempo, retorna
aquí. La circularidad se manifiesta también en la narración cuando el narrador nos coacciona a
volver al inicio de la historia.
Finalmente, el libro se hace facilmente comparar a una tragedia griega: figura un prólogo, un
éxodo y el coro está representado por los habitantes de Ixtepec.
Este mismo narrador, Ixtepec, refiere a menudo a eventos de la Historia de México.
Por eso, el fondo histórico y las referencias específicas se analizan en el capítulo siguiente.
56
7. HISTORIA Y FICCIÓN en Los recuerdos del porvenir
7.1
Sobre el realismo y la novela histórica
En Théorie de la littérature70, Roman Jakobson define el realismo en una obra como
teniendo múltiples significaciones. La primera significación de la aspiración al realismo es
cuando el autor presenta su obra como verosímil. La segunda significación es cuando el lector
juzga que la obra sea verosímil. El término “realismo” puede depender de la intención del
autor, o de la percepción del lector.
En el libro On the historical novel, Alessandro Manzoni71 considera la novela histórica
como una mezcla de historia y fábula, una mezcla de lo real y de lo imaginario. De esta
forma, lo imaginario debe constantamente combatir con la historia. Para convertir esta
combinación a la narrativa, se sirve de la memoria, de modo que la novela se hace una manera
de recuperar el pasado mediante recuerdos de este mismo pasado (exactamente como Elena
mismo definó su libro: siendo una evocación de su infancia).
La novela histórica es como una microhistoria: representa el sufrimiento de
poblaciones totales. El lector puede identificarse con la ficción: es como su historia personal
está encarnado en la novela histórica, se sienten como un colectivo. Pero en una microhistoria,
se representa las gracias y desgracias de un pueblo por donde la Historia oficial nunca ha
pasado. Con Los recuerdos del porvenir, Elena Garro no intentó representar el sufrimiento de
toda una nación: todo tiene lugar en una pequeña aldea, Ixtepec, que además es ficcional.
Además, afirma Ute Seydel72, los habitantes de Ixtepec sólo se ocupan de las consecuencias
que tiene esta Historia sobre su pequeña comunidad. No se dan cuenta del significado de los
acontecimientos históricos a gran escala. Mediante la creación de esta microhistoria, Garro
buscó a dar una interpretación a los efectos de un importante acontecimiento cultural sobre la
población de un pueblo aislado.
70
Todorov, Tzvetan. Théorie de la littératur:, textes des formalistes russes réunis, présentés et traduits par
Tzvetan Todorov, préface de Roman Jakobson, 1965, Paris: Seuil.
71
Manzoni, Alessandro. Del romanze storico e, in genere, de’ componimenti misti di storia e d’invenzione.
Opere, 1962, Milano: Mursia (ed. Lanfranco Caretti).
72
Seydel, Ute. Memoria, imaginación e historia en Los recuerdos del porvenir y Pedro Páramo (ensayo
presentado en el Tercer Congreso Internacional de Literatura Latinoamericana), 1999, Ciudad de México, p. 72.
57
Los personajes y los eventos en el libro están inspirados en habitantes y sucesos de
Iguala, pero el libro mismo es ficcional. Recibe la etiqueta de novela histórica porque la
escena se desarrolla en una época en que la lucha estaba omnipresente en México. La
Revolución Mexicana es signo de la primera parte, mientras la segunda parte remite a la
Guerra Cristera. Margo Glantz considera en Los enigmas de Elena Garro el libro Los
recuerdos del porvenir en parte como una novela histórica. Según ella, Garro trató la
Revolución Mexicana en tres etapas: primera la llegada de los zapatistas, entonces la invasión
carrancista con la toma del poder de los revolucionarios, y finalmente la Guerra Cristera73.
Glantz admite que el libro sigue los acontecimientos de la Historia de una manera
cronológica, pero que Garro añade otra dimensión: al lado de ser un relato de un evento
historicocultural, es sobre todo una historia de amor, sobre personas comunes. Dice que
“Garro solidifica el tiempo e impide que la percepción histórica se disperse, antes bien la
concentra propiciando un equilibrio entre la realidad y la fantasía74”. A través de referencias
específicas a la Historia oficial, Garro consigue transmitir su opinión política sobre los
acontecimientos históricos. Para entender mejor al libro, sería útil poder situarlo en un
contexto histórico y real. Entonces sigue un resumen de la Historia de México del siglo 20.
7.2
Contexto histórico: Historia de México del siglo 20
7.2.1 La Revolución Mexicana
A partir de 1876, México conoció una dictadura bajo Porifirio Díaz, también conocido
como el Porfiriato, que duró 31 años. A pesar de ser una dictadura, el país conoció durante ese
período un importante progreso económico, haciendo uso del capitalismo. Además, dominaba
una estabilidad política. Se puede pensar al desarrollo de más de 19 mil kilómetros de
ferrocarriles, la construcción de muchos caminos, una actividad marítima floreciente.
Controlando el ejército, Díaz adquirió un país pacífico, lo que también fue señalado por otras
naciones. Gracias a la paz instaurado en México, florecieron también la cultura (literatura,
pintura, música) y la ciencia. El opositor político del porfirismo fue la izquierda. La sociedad
se dividió en 2 partes: los obreros y los indígenas frente a la clase alta, la oligarquía, quien
73
74
Glantz, Margo. “Los enigmas de Elena Garro”, Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, no. 28, p. 683.
Ibid, p. 684.
58
aprovechó más del régimen porfirista. Se recurrió a los indígenas para trabajar como esclavos
en la construcción de ferrocarriles y caminos. La desigualdad social que se había ya instalado
desde la época colonial, cuando los colonizadores españoles tomaron el poder y esclavizaron
a los indígenas, no dejó de existir. Las diferencias entre la mayoría de pobres y el grupo de
ricos limitado se hicieron cada vez más grandes. Los ricos se hicieron cada vez más ricos, en
detrimento de los pobres. Además, a las clases medias les fue negado cada posibilidad de
ejercer cargos importantes, el ascenso social fue imposible. A continuación, todos los
adversarios del régimen de Porifirio Díaz se armaron y se lanzaron en la lucha. Díaz anunció
que el país estaba preparado para la democracia, y se desarrollaron diferentes partidos
políticos opuestos que veían la oportunidad de estar elegidos en las elecciones siguientes. Uno
de ellos fue el Partido Antirreeleccionista bajo dirección de Francisco I. Madero, quien
aspiraba a la presidencia. La supuesta democracia que había propuesto Díaz estuvo muy lejos
aún en las elecciones de 1910. Se detuvo a Francisco Madero, de modo que Porfirio Díaz se
hizo reeleger para un séptimo período, a lo que Madero llamó a la lucha armada. La
revolución así formada pudo apenas ser retenido para el ejército federal. Entre los
revolucionarios se encontró también Francisco Vila en Chihuahua, Álvaro Obregón en el
noroeste, Venustiano Carranza en Coahuila y Emiliano Zapata en el estado de Morelos. Este
último luchó para la repartición de los tierras en favor de los indígenas. En el Norte del país,
el movimiento revolucionario triunfó muchas veces. La derrota del ejército tenía como
consecuencia que Porfirio Díaz debió renunciar a la presidencia, el 21 de mayo de 1911. Así
la dictadura que había durado 31 años terminó. El sucesor de Díaz, Francisco León de la
Barra, hizo entrega de la presidencia a Madero en 1911. El nuevo régimen no obtuvo el apoyo
de todos los revolucionarios. Madero no había empezado el reparto de las tierras, y la
población rural no disfrutó del régimen, lo que no le gustó a Emiliano Zapata. Madero no
consiguió satisfacer a las exigencias de los diferentes grupos políticos. Además, surgieron
divisiones al interior del campo revolucionario. Estos descontentos causaron un golpe de
estado en 1913, perpetrado por el militar Victoriano Huerta. Después de haber asesinado al
“mártir de la democracia” Francisco I. Madero, Huerta reinstaló la dictatura, esta vez hasta
1914. Este atentado contra la democracia resultó en una alianza entre los diferentes grupos
revolucionarios, liderada por Venustiano Carranza, quien fue nombrado presidente de México
depués del derrocamiento del régimen bajo Huerta. Se creyó una nueva Constitución en 1917
que incluía muchas exigencias formuladas por los revolucionarios, entre otros el salario
mínimo, el reparto de las tierras, la jornada máxima de ocho horas. El período de paz entre los
revolucionarios no duró mucho tiempo: en un abrir de y cerrar de ojos, los conflictos
59
reaparecieron y se lanzaron en la lucha armada donde se masacraron. Pronto se formaron 2
grupos de revolucionarios: Carranza y Obregón dirigieron el grupo más bien moderado y
apoyado por la burgesía del Norte, Zapata y Villa conducieron el grupo de tendencias
izquierdistas radicales que luchó por los derechos de los campesinos, los obradores y los
indígenas. En 1920, el grupo moderado alcanzó la victoria y Álvaro Obregón llegó al poder.
Entre las novedades de la Constitución, se encontraba también la separación entre la Iglesia y
el Estado, que se puso en práctica durante la presidencia de Obregón. Una consecuencia
directa de esta medida fue la Guerra Cristera entre los revolucionarios y los católicos. Plutarco
Elías Calles, el “Jefe Máximo de la Revolución” sucedió a Obregón como presidente, y fue
aún más convencido del espíritu revolucionario. Fundó entre otros el Partido Nacional
Revolucionario y el Banco de México. Obregón se hizo reeleger, lo que causó el descontento
de Calles. Después de su asesinato (probablemente tramado por Calles), se instaló un régimen
en el cual tres presidentes (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez)
se sucedieron en 6 años, pero en realidad, Calles llevó las riendas. El período de 1928 a 1934
se conoce por eso como el Maximato.
En este contexto histórico, es decir durante la presidencia de Calles y de Obregón se
desarrolla el libro de Los recuerdos del porvenir. Las tensiones que se instalaron entre los
diferentes partidos políticas se encuentran muy bien en el libro, por eso una aclaración de este
período revolucionario ayudará a entender las convicciones políticas de Elena Garro. La
segunda parte del libro focaliza sobre todo en la Guerra Cristera. Sigue aquí un resumen de
este combate horrible.
7.2.2 La Guerra Cristera
Durante cuatro años, de 1926 hasta 1929, México conoció una lucha entre los
católicos y el régimen de Plutarco Elías Calles. Desde el siglo 16, la Iglesia había sido muy
popular: la fe cristiana alcanzaba cada vez más partidarios, sobre todo campesinos. A finales
del siglo 19 hasta 1910, la Iglesia conoció su apogeo, con una expansión enorme, hasta que
proclamaron rey de México a Jesucristo en 1914. Los revolucionarios en cambio consideraron
la popularidad de la Iglesia como una amenaza, y reaccionaron a esta “provocación” con la
separación entre Iglesia y Estado. Además, desafiaron los católicos con el cierre de las
60
iglesias y la quema de los confesionarios. En la Constitución mexicana de 1917, Calles –en
este año, ejerció la función de gobernador de Sonora, le había privado a la Iglesia de todo
poder de desición, le fue prohibido de practicar política. La educación cristiana en las escuelas
primarias fue suprimida, los eclesiasticos no pudieron poseer tierras. Los fue negado a los
católicos el derecho de profesar su fe fuera de los templos, hasta cierto punto que la Iglesia ya
no podía participar en absoluto en la vida pública. Además, esta nueva Constitución trajo
consigo una reforma agraria y obrera, que intensificó el poder del gobierno y en particular del
presidente. Los pequeños propietarios y los obreros aprovecharon esta Constitución, que
procuró la expropiación de las tierras por parte del gobierno, y que estableció mejores
condiciones de trabajo.
En 1925, establecieron la Iglesia Católica Nacional Mexicana, para separarlos del Vaticano.
Los católicas perteneciendo a la clase media crearon la Liga para la Defensa de la Libertad
Religiosa, como respuesta a las amenazas de los revolucionarios. Recolectaron firmas para
conseguir una reforma constitucional, todo en vano. A continuación, formaron el boicot al
gobierno, se negaban a pagar impuestos, a comprar productos comerciados por el gobierno, a
comprar gasolina. En 1926, las escuelas y los conventos católicos se cerraron, por efecto de la
ley de Calles. En diversas regiones en México, los grupos católicos se radicalizaron, por
ejemplo en la Ciudad de México. El conflicto se desarrolló desde un boicot pacífico hasta una
lucha armada: en 1927, los grupos tomaron las armas para defender el derecho de libertad de
culto. Los „cristeros‟ –los grupos católicos se nombraron así, se dejaban aclamar por los gritos
de la masa: “¡Vivo Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”.
El ejército cristero exluía a los obispos, quienes esperaban resolver el conflicto mediante
negociaciones pacíficas. No obstante, el ejército seguía creciendo: en 1927 se contaban 12000
miembros, pero dos años más tarde, ya contaban 20000. El ejército del Cristo Rey sorprendió
el ejército federal con medidas guerrilleras. A pesar de su crecimiento rápido, los cristeros no
formaron un ejército normativo: los soldados por ejemplo no estaban pagados. Después del
asesinato del presidente reelegido Álvaro Obregón en 1928, Emilio Portes Gil lo reemplazó
como gobernante. Éste inició las negociaciones con la jerarquía católica, con la asistencia de
un enviado de los Estados Unidos, Dwight Morrow, y se propuso en 1929 a ellos la
restitución de los edificios eclesiasticos a la Iglesia. La mayoría de los grupos campesinos no
aceptaron el acuerdo, asimismo como una minoría de obispos, lo que resultó en más
discrepancias entre los grupos católicos.
El presidente Portes Gil cedió a la presión de los Estados Unidos, y los dos partidos
alcanzaron un semiacuerdo que terminó en un „modus vivendi‟: la jerarquía había obtenido la
61
derecha de manifestar su fe, pero el gobierno continuó a restringir las posibilidades de la
Iglesia. El conflicto siguió desarrollarse en las localidades, donde el ejército federal fue
mandado para serenar los ánimos, sin resultados satisfactorios. En cambio, el asunto trajo
cola: de 1933 hasta 1937, el conflicto apareció de nuevo.
Después de haber aclarado la situación política y social en que se tiene lugar la novela,
pasamos ahora al análisis de las referencias históricas específicas.
7.3
Referencias históricas específicas
Elena Garro escogió para su libro el contexto histórico de la Revolución Mexicana.
Como Margo Glantz ya había señalado, el libro se puede dividir en tres partes históricas:
primera la llegada de los zapatistas seguida de la invasión carrancista con el mando de los
revolucionarios, y finalmente la guerra cristera75. A pesar de ser una obra ficcional, el
narrador y los personajes de Los recuerdos del porvenir refieren a menudo a realidades
históricas. Garro trató de instertar esas realidades de manera natural, sin romper con el
encantamiento de la ficción. De estas referencias sútiles, se puede deducir la preferencia
política y social de la autora.
La primera referencia a la Historia se hace en la primera página; ya en este párrafo
Garro ventila crítica en la Revolución, que no ha llevado nada a Ixtepec, sino muertos y casas
destrozadas. Ixtepec ha corrido la misma suerte que muchos pueblos mexicanos y en esto el
pueblo es representante del sufrimiento de la nación:
Y supe de otros tiempos: fui fundado, sitiado, conquistador y engalanado para recibir
ejércitos. Supe del goce indecible de la gerra, creadora del desorden y la aventura
imprevisible. Después me dejaron quieto mucho tiempo. Un día aparecieron nuevos guerreros
que me robaron y me cambiaron de sitio. Porque hubo un tiempo en el que yo también estuve
en un valle verde y luminoso, fácil a la mano. Hasta que otro ejército de tambores y generales
jóvenes entró para llevarme de trofeo a una montaña llena de agua, y entonces supe de
cascadas y de lluvias en abundancia. Allí estuve algunos años. Cuando la Revolución
75
Glantz, Margo. “Los enigmas de Elena Garro”, Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, no. 28, p. 683.
62
agonizaba, un ultimo ejército, envuelto en la derrota, me dejó abandonado en este lugar
sediento. Muchas de mis casas fueron quemadas y sus dueños fusilados antes del incendio.
(p. 11)
Este párrafo muestra cómo la guerra ha destruido el pueblo una y otra vez. La Revolución
tampoco ha traido sosiego a Ixtepec. En cambio, al abandonar el pueblo, los revolucionarios
lo dejaron en ruinas, sin ninguna posibilidad de restaurarse.
Cuando llega Francisco Rosas con su ejército, el narrador manifiesta de nuevo su disgusto:
Su presencia no nos era grata. Eran gobiernistas que habían entrado por la fuerza y por
la fuerza permanecían. Formaba parte del mismo ejército que me había olvidado en este lugar
sin lluvias y sin esperanzas. Por su culpa los zapatistas se habían ido a un lugar invisible para
nuestros ojos y desde entonces esperábamos su aparición, su clamor de caballos, de tambores
y de antorchas humeantes. (p. 15)
Esta escena se desarrolla en el momento en que los revolucionarios moderados triunfaron
sobre los revolucionarios radicales, zapatistas. La crítica consiste en que a los revolucionarios
no les importa el bienestar de sus pueblos, sólo quieren obtener la victoria, sin preocuparse
por los muertos que causaron. Los gobiernistas habían ahuyentado a los zapatistas, y ahora
estaban en el poder.
Unas páginas más adelante, Dorotea menciona la venida de los zapatistas:
Desde que los zapatistas me quemaron la casa se me queman los frijoles… Los
zapatistas eran muy pobres y nosotros les escondíamos la comida y el dinero. Por eso Dios nos
mandó a Rosas, para que los echáramos de menos. Hay que ser pobre para entender al pobre.
(p. 17)
Aquí el lector no percibe ninguna forma de crítica por parte del narrador. Aunque los
zapatistas la quemaron la casa a Dorotea, no guarda rencor a ellos. Al contrario, desea su
regreso.
La entrada de los zapatistas provoca alegría en la vida de los pueblerinos, y también en la
memoria del narrador:
63
Algunos de esos días habían quedado aparte, señalados para siempre en la memoria,
colgados de un aire especial. Luego el mundo se volvió opaco, perdió sus olores penetrantes,
la luz se suavizó, los días se hicieron iguales y las gentes adquirieron estaturas enanas.
Quedaban todavía lugares intocados por el tiempo como la carbonera con su luz negra. Años
atrás, sentados en montones de carbón, oían estremecidos las balaceras de los zapatistas en sus
entradas al pueblo. Allí los encerraba Félix mientras duraba la invasión de los guerreros. ¿A
dónde se iban los zapatistas cuando dejaban Ixtepec? […] Ahora nadie venía a alegrar los días.
El tiempo era la sombra de Francisco Rosas. No quedaban sino “colgados” en todo el país.
(pp. 33-34)
La venida de los zapatistas fue uno de los únicos recuerdos felices en la memoria del narrador.
Con su salida, el pueblo volvió a ser insignificante y monótono. Es como la violencia,
simbolizado por los „colgados‟,
sólo caracterizó al régimen de los revolucionarios
moderados.
Cuando Victoriano Huerta reinstaló el régimen dictatorial, los revolucionarios
formaron una alianza bajo Venustiano Carranza. En el pasaje siguiente, doña Ana habla de las
consecuencias de esta Revolución en el Norte:
Recordó la turbulencia de su infancia en el Norte. […] La Revolución estalló una
mañana y las puertas del tiempo se abrieron para nosotros. En ese instante de esplendor sus
hermanos se fueron a la Sierra de Chihuahua y más tarde entraron ruidosos en su casa, con
botas y sombreros militares. […] Antes de cumplir los veinticinco años sus hermanos se
fueron muriendo uno después de otro, en Chihuaha, en Torreón, en Zacatecas; y a Francisca,
su madre, sólo le quedaron sus retratos y ella y sus hermanos enlutadas. Después, las batallas
ganadas por la Revolución se deshicieron entre las manos traidoras de Carranza y vinieron los
asesinos a disputarse las ganancias, jugando al domino en los burdeles abiertos por ellos. Un
silencio sombrío se extendió del Norte al Sur y el tiempo se volvió otra vez de piedra. (pp. 3637)
Para doña Ana, la Revolución no había llevado a nada, sino a la muerte de sus hermanos. La
llegada de la Revolución había causado la apertura de las puertas del tiempo, pero el triunfo
de Carranza las había cerrado de nuevo. La idea de una Revolución había contagiado a la
masa, pero una idea no basta para llegar a un estado bien dirigido: es lo que opina Elena
64
Garro, disfrazado de narrador. Con Carranza, la Revolución había vencido, pero los conflictos
siguieron existiendo.
Rodolfo Goríbar y su madre son cómplices del Gobierno y representan los pocos
terratenientes que hay en México. Por consecuencia, obtienen la protección y tierras de los
gobernantes:
Se sentía seguro. El menor rasguño a su persona costaría la vida a docenas de
agraristas. El Gobierno se lo había prometido y lo había autorizado para apropiarse de las
tierras que le vinieran en gana. El general Francisco Rosas lo apoyaba. (p. 68)
A cambio de las tierras, Francisco Rosas recibió una fuerte suma de dinero de Rodolfo.
Unas páginas más adelante, los pueblerinos se reunen en el corridor de la casa de don
Joaquín para hablar de la política: los Moncada, Tomás Segovia, doña Elvira con su hija y el
forastero. Doña Elvira provoca a Martín y Ana Moncada, diciendo que “con Madero
empezaron nuestras desdichas…”(p. 70) Madero “pertenecía a una familia criolla y rica y sin
embargo encabezó la rebelion de los indios. Su muerte no sólo era justa sino necesaria. Él era
el culpable de la anarquía que había caído sobre el país.”(p. 71) Al mismo tiempo, acusan a
los indios de haber peleado por tierras que no les pertenecían, pero admiten que los indios son
los vencidos. Martín Moncada, siendo maderista, está convencido de lo siguiente: “desde que
asesinamos a Madero no tenemos sino una larga noche que expiar.”(p. 71) Según él, el pueblo
se merece a Rosas, a Rodolfo Goríbar y a sus pistoleros. Es el único que se da cuenta de la
responsabilidad que asumen los pueblerinos. Apoyando a Carranza durante la lucha
revolucionaria, desencadenaron este régimen traidor.
Hubo un momento, cuando Venustiano Carranza traicionó a la Revolución triunfante y
tomó el poder, en que las clases adineradas tuvieron un alivio. Después, con el asesinato de
Emiliano Zapata, de Franciso Villa y de Felipe Ángeles, se sintieron seguras. Pero los
generales traidores a la Revolución instalaron un gobierno tiránico y voraz que sólo compartía
las riquezas y los privilegios con sus antiguos enemigos y cómplices en la traición: los grandes
terratenientes del porfirismo. […] En verdad estaban asombrados de la amistad sangrienta
entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos. Los unía la voracidad y el origen
vergonzoso del mestizo. Entre los dos habían inaugurado una era bárbara sin precendente en
mi memoria. […] Los pistoleros eran la nueva clase surgida del matrimonio de la Revolución
65
traidora con el porfirismo. Enfundados en trajes caros de gabardina, con los ojos cubiertos por
gafas oscuras las cabezas protegidas por fieltros flexibles, ejercían el macabre trabajo de
escamotear hombres y devolver cadavers mutilados. A este acto de prestidigitación, los
generales le llamaban “Hacer Patria” y los porfiristas “Justicia Divina”. Las dos expresiones
significaban negocios sucios y despojos brutales. (pp. 71-72-73)
El vocabulario usado por Elena Garro es uno empapado de violencia, como lo prueban
adjetivos como tiránico, voraz, sangrienta, macabre y sustantivos como traición, despojo. La
ironía en el uso de la palabra prestidigitación acentúa aún más el horror del régimen:
representa a los asesinatos de los agraristas como un truco de desaparición. Además, afirman
que el lenguaje del nuevo gobierno sólo sirve para asesinar: “Pensó en el nuevo idioma oficial
en el que las palabras „justicia‟, „Zapata‟, „indio‟ y „agrarismo‟ servían para facilitar el
despojo de tierras y el asesinato de los campesinos.” (p. 73)
De la vida de Elena Garro, deducimos que tiene mucho cariño al indio. Por eso es asombroso
de ver que muchos personajes critican muy fuertemente a los indígenas. Sin embargo, en
comparación con la crítica al régimen traidor de Carranza, los comentarios a los indios no
muestran esta misma amargura y aversión. Por ser algunos de los reproches sobre los indios
tan extremos, se vuelven irónicos, hasta risibles (por ejemplo: “¡No tiene remedio, el mejor
indio es el indio muerto!”). Además, muchos de los personajes se preguntan si no hubiera sido
mejor apoyar a Zapato, como lo afirma doña Matilde: “Nos hubiera ido mejor con Zapata.
Cuando menos era del Sur.” (p. 73)
A Francisco Rosas tampoco le gusta el nuevo gobierno de Carranza: “Era el tiempo de la
Revolución, pero él no buscaba lo que buscaban sus compañeros villistas, sino la nostalgia de
algo ardiente y perfecto en que perderse. Quería escapar de la noche de la sierra, en donde
sólo le quedaba el consuelo de mirar las estrellas. Traicionó a Villa, se pasó con Carranza y
sus noches siguieron iguales. Tampoco era el poder lo que buscaba.” (p. 79) Rosas no cree en
la ideología de la Revolución, sólo quiere escapar a todo. Traicionando a Villa, se había
asegurado de un alto cargo con mucho poder, pero al mismo tiempo, había vendido el alma al
diablo. Lo afirma un poco más adelante: “Ganar para nada sirve” (p. 109).
Cuando cinco indios están colgados por los militares, entre ellos Ignacio, todo el pueblo está
trastornado. Pero en vez de lamenter la muerte de cinco hombres, doña Elvira sólo se enoja
del hecho de no poder comer bizcochos durante el desayuno (“¿Cómo podía enojarse porque
no había bizcochos cuando el pobre Ignacio estaba colgado al sol, muerto y tristísimo después
de haber pasado una vida aún más triste?”, p. 82). Además, los pueblerinos se sienten
66
atacados personalmente y deploran la suerte de los colgados (“¡Pobres indios!”), pero ninguno
de ellos reacciona contra este acto de violencia, con excepción del “loco” Juan Cariño. Al
contrario, todos se quedan callados, sin decir nada a nadie:
¿Qué hacer o qué decir? Ninguno se atrevía a nombrar a Rodolfito. Alguno que otro
„pobre Ignacio‟ se escapó de sus lenguas. Tampoco hablaron de la aparición de Juan Cariño
seguido de las „cuscas‟. Callados, bebían sus refrescos y arrimaban sus sillas para cerrar el
círculo y sentirse menos solos en la noche inhóspita. A Ignacio había que echarle tierra para
que nunca más los asustara sus cuerpo mutilado. […] Doña Elvira […] quería hablar, romper
el silencio que los acusaba delante de Felipe Hurtado. (p. 90)
Cada uno sabe su responsabilidad en este asunto, pero nadie quiere „romper el silencio‟. La
vergüenza que trae consigo el silencio les obliga a enterrar a Ignacio, para nunca más estar
confrontado con su cuerpo y con su propia cobardía. “Pasaron unos días y la figura de Ignacio
tal como la veo ahora, colgada de la rama alta de un árbol, rompiendo la luz de la mañana
como un rayo de sol estrella la luz adentro de un espjeo, se separó de nosotros poco a poco.
No volvimos a mentarlo. Después de todo, sólo era un indio menos. De sus cuatro amigos ni
siquiera recordábamos los nombres.” (p. 92) Apenas recuerdan a Ignacio y sus compañeros.
Para ellos, la muerte de los indios no había significado nada.
La crítica de Elena Garro reside en lo siguiente: en una dictadura, los culpables no sólo son
los gobernantes y los asesinos, sino también aquellos que la soportan sin ninguna forma de
resistencia, aquellos que guardan silencio al sufrimiento de los demás.
En la segunda parte del libro, aparecen las referencias a la Guerra Cristera. Obregón
asesinó a Carranza y tomó el poder para más tarde pasárselo a Calles. Desde los primeros
momentos, la crítica tajante de Garro caracteriza a la voz del narrador:
Isabel sonrió. Sólo su madre era capaz de decir que Calles no tenía delicadeza, cuando
estaba fusilando a todos los que parecían un obstáculo para su permanencia en el poder. […]
En aquellos días empezaba una nueva calamidad política; las relaciones entre el Gobierno y la
Iglesia se habían vuelto tirantes. Había intereses encontrados y las dos facciones en el poder se
disponían a lanzarse en una lucha para distraer al pueblo del único punto que había que
oscurecer: la repartición de las tierras. Los periódicos hablaban de la „fe cristiana‟ y los
„derechos revolucionarios‟. Entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos
preparaban la tumba del agrarismo. […] La Iglesia y el Gobierno fabricaban una causa para
67
„quemar‟ a los campesinos descontentos. […] Mientras los campesinos y los curas de pueblo
se preparaban a tener muertes atroces, el arzobispo jugaba a las cartas con las mujeres de los
gobernantes ateos. (pp. 153-154)
Según el narrador, y por consecuencia tambíen según Elena Garro, la Guerra Cristera no era
nada más que una maniobra de distracción del verdadero problema: el reparto de las tierras.
Además, los campesinos y los curas del pueblo luchaban y morían por una causa que no
existía, mientras los arzobispos estaban de palique con los ateos.
Cuando la Guerra Cristera comienza, suspenden los cultos religiosos y cierran la iglesia. Poco
después aparecen los primeros carteles pegados en las puertas de las casas y del curato. En los
carteles estaba el Paño de la Verónica con el Rostro de Cristo y una misteriosa leyenda:
„¡Viva Cristo Rey!‟. En la habitación del padre Beltrán, “el orden antes implacable de aquel
cuarto había sido trocado por un desorden de colillas, de papeles y de huellas groseras en el
encalado de los muros. Los clavos que sostuvieron imágenes santas suspendían ahora el rostro
torvo del Jefe Máximo de la Revolución, título que se había otorgado el Dictador, y la cara
regordeta de Álvaro Obregón.” (p. 168) Esta imágen tan simbólica muestra lo dogmático del
régimen bajo Obregón. Querían sustituir la religión con la Revolución, utilizando los mismos
clavos que antes habían sostenido imágenes de santos. Obregón se sentía como un santo,
incluso como Dios.
Poco antes el final del libro, Elena Garro expresa por última vez su crítica incisiva sobre el
régimen:
“¡Újule! ¡Ahí van los abogados!” gritó una voz burlona, y nosotros la coreamos con
risas. ¡Los abogados!... ¿Y a quién van a juzgar? Esperamos la respuesta consabida: a los
traidores a la patria. ¿Qué traición y qué patria? La Patria en esos días llevaba el nombre doble
de Calles-Obregón. Cada seis años la Patria cambia de apellido; nosotros, los hombres que
esperamos en la plaza lo sabemos, y por eso esa mañana los abogados nos dieron tanta risa.
(p. 261)
A este pasaje le rezuma la ironía. Para Garro, la „Patria‟ es irrisorio, no es nada más que una
broma.
Después de haber aclarado algunas referencias históricas, podemos concluir que son
muchos. Garro integró los eventos históricos en un orden cronológico: primera la llegada de
los zapatistas, entonces la invasión carrancista con la toma del poder de los revolucionarios, y
68
por último la Guerra Cristera. Las referencias a la Historia sirven para poder situar el relato en
un contexto histórico específico y ayudan al lector a entender el móvil de los personajes. Por
ejemplo, a causa del cierre y de las tentativas de asesinar al cura, los pueblerinos deciden
planear una fiesta para timar a los militares. De ello resulta la muerte de muchos habitantes y
la traición de Isabel. Sin embargo, como Margo Glantz lo ya había estipulado, Los recuerdos
del porvenir no sólo es una novela histórica, sino que es sobre todo una historia de amor76.
Además, estas referencias históricas ocultan muchas veces una crítica mordaz por parte de
Elena Garro, como habemos establecido. Disfrazándose de narrador, comenta la mala política
de su país durante este período atroz.
76
Glantz, Margo. “Los enigmas de Elena Garro”, Anales de Literatura Hispanoamericana, 1999, no. 28, p. 683.
69
8. ¿FICCIÓN, BIOGRAFÍA O AUTOFICCIÓN?
8.1
Fondo teorético
En muchos libros, existe la dificultad de descifrar si lo leído se presenta como siendo
ficticio, o como siendo autobiográfico. Surge la pregunta: ¿El autor se funda en su propia
vida, o es un personaje ficticio? ¿El narrador en primera persona, representa siempre el autor
del libro? Cuando esos libros no se dejan etiquetar como autobiografía o como ficción, se
necesita otra categoría: la autoficción, como aclara Philippe Gasparini en su libro Est-il je?
Roman autobiographique et autofiction77. Este género mezcla los dos géneros precedentes, es
decir la autobiografía y la ficción. Sin embargo, el género existió bajo otros nombres a lo
largo del siglo XIX: “la novela autobiográfica” o “la novela personal”. Desde los años 70-80,
cuando la crítica se separó poco a poco del estructuralismo, el lector asumó un papel más
importante. En este contexto, Serge Doubrovsky lanzó el término “autoficción”.
Normalmente, los dos géneros (la ficción y la autobiografía) se oponen hasta se excluyen. El
autor de la autoficción no realmente hace una síntesis de las dos categorías, sino que les
confronta, les hace coexistir, pero nunca hace una elección entre los dos. Esta actitud se ve en
la identidad del protagonista: a veces el autor se identifica con él, otras veces se aleja de él. En
la autobiografía, el autor se identifica siempre con el narrador y el héroe del relato, lo que no
es el caso en la novela autobiográfica.
La definición de la novela se basa muchas veces en tres criterias: narrativo, ficticio y
literario. Cuando el relato se considera como una historia y no como un discurso, un poema o
una obra de teatro, el primer criterio está cumplido. El segundo criterio se opone al criterio de
la referencialidad, característica de la autobiografía. Además, lo ficticio trae consigo que el
autor se aleja de su narardor. En la autobiografía al contrario, el autor figura como narrador y
como protagonista. La autobiografía ficticia propone un relato autobiográfico, sin partir de la
idea de que exista una identificación clara entre el autor y el protagonista-narrador. Se crea
heterónimos en la autobiografía ficticia, es decir cada autor inventa un escritor ficticio cuyos
obras el autor real edita. Sin embargo, este heterónimo le posibilita al lector conocer al autor
real. Cuando el autor y el protagonista-narrador son identificables, hasta el nivel de lo
77
Gasparini, Philippe. Est-il je? Roman autobiographique et autofiction. 2004, Paris: Éditions du Seuil.
70
inconsciente, sólo el estilo narrativo y estructural, la literaridad lo pueden otorgar la etiqueta
de “novela”. En la novela, la verosimilitud no es necesaria, aunque una novela realista pueda
incluir hechos plausibles. Los géneros que sí pretenden ser verosímiles, es decir los géneros
referenciales permiten verificar la información presente en ellos. Quiere decir que esta
información es objetiva como es el caso con la historia o el periodismo. Al otro lado del eje de
verosimilitud se encuentra la literatura fantástica, género sin referencias a la realidad. Sin
embargo, señala Gasparini, la verosimilitud no exluye lo fantástico, a condición de que el
lector sea capaz de distinguir el ambiente onírico de los hechos referenciales.
Dado que la autobiografía se basa en hechos subjetivos, la verificación de éstos resulta ser
algo más difícil. Para convencer al lector de la credibilidad de su novela, el autor
autobiográfico apela a la autoficción, género que mezcla lo verosímil y lo inverosímil.
El narrador en una autobiografía adopta la identidad de su autor: el nombre, la fecha de
nacimiento, la posición social. En cuanto a la narración, tanto en novelas, como en
autobiografías, se puede hacer la pregunta: ¿Existe la posibilidad de identificar el narrador
con el autor? Para poder contestar se necesita dos criterios: la persona y el tiempo de la
narración. Al describir la Historia, el narrador, o el historiador (en tercera persona) no
interviene: los hechos parecen contarse sí mismos. Contrasta violentemente con la
autobiografía, donde el narrador (en primera persona) se percibe y es además subjetivo. Sin
embargo, una narración en tercera persona queda posible, en que el novelista imita el modo de
contar del historiador. Para definir estos dos modos de narración, Gerard Genette hizo uso de
los términos: heterodiegético y homodiegético78. El narrador heterodiegético no participa en
la historia, mientras que el narrador homodiegético hace un papel en la trama. Este último se
presenta además como omnisciente. Cuando el narrador homodiegético cuenta además una
historia en que él mismo es el protagonista, se habla de una voz autodiegético. Aquí también
importa el juicio del lector: si el lector estima que el narrador cuenta su propia historia,
encuentra facilmente indicios que señalan una ecuación autobiográfica en que el autor
equivale al narrador, que a su vez equivale al protagonista. Sin embargo, si el lector considera
al narrador como un observador, puede hacer caso omiso de las similitudes entre el narrador y
el autor.
Respecto al tiempo en la narración, Gasparini nos comunica la existencia de dos
posibilidades en la narración: la historia (l‟histoire) y el discurso (le discours). La historia se
78
Genette, Gérard. Figuras III (trad. de Carlos Manzano), 1989, Barcelona: Lumen.
71
caracteriza por el uso de la tercera persona y la presencia del pretérito perfecto simple. El
discurso en cambio está marcado por la presencia de la primera persona y el uso del
imperfecto. Normalmente, se califica la autobiografía como siendo un „discurso‟. El momento
de la narración puede ser actual, es decir situado en el presente. Este presente introduce en el
relato una ruptura, indica el pasaje del relato al discurso, del modo narrativo al modo
comunicativo. En este caso, el narrador se pone en la posición de „locutor‟, tratando de
convencer a su „interlocutor‟. El presente hace parte, con otros (objetos) lingüísticos de lo que
Jakobson ha llamado „shifters‟ o embragadores, que se caracterizan por el „ego-hic-nunc‟:
permiten situar al relato en el plano espacio-temporal. Estos signos, que pueden ser adverbios,
determinantes o verbos también se conocen como „deícticos‟. El presente, siendo un deíctico,
marca una pausa en la secuencia narrativa de la autobiografía.
La novela autobiográfica se caracteriza por su mirada hacia atrás, su retrospección. Un
narrador puede ser capaz, utilizando su memoria, de revivir sus recuerdos en la narración. El
narrador puede por ejemplo reexpirimentar una escena con tanta intensidad, que se nota en la
exactitud y la animación con que el recuerdo está narrado. Sin embargo, también puede hacer
caso omiso de otras escenas, negándose a dedicar palabras a estos recuerdos. Estas
vacilaciones en la narración prueban la humanidad del narrador: de ninguna manera puede
recordar todo. Es una ilusión de poder representar perfectamente el pasado, la realidad,
porque al tratar transformar este pasado en literatura, se dematerializa lo real. Hoy en día, el
titubeo presente en la narración de la autobiografía ya no se interpreta como una deficiencia.
Sin embargo, en muchos casos estas vacilaciones minan la autoridad o la credibilidad del
narrador.
Como hemos establecido que la autobiografía se puede narrar desde el presente, con miradas
retrospectivas sobre el pasado, podemos hacernos la pregunta cómo se ordenan estos dos
tiempos (presente y pasado). Existen dos posibilidades: o bien el narrador empieza su historia
en el presente antes de volver al pasado, o bien espera hasta los últimos párrafos para revelar
el momento en que narra (presente). Sin embargo, también puede ocurrir que el narrador
suprime el momento de la narración y sólo describe recuerdos: no sabemos nada sobre la
posición del narrador en el momento de escribir. Asimismo el narrador puede optar por la
eliminación del tiempo recordado, limitándose al presente. Al lado de estos „reducciones‟, el
narrador puede apelar a extenciones, es decir mirados hacia el pasado y hacia el porvenir. Al
describir los recuerdos del pasado, el narrador inserta por ejemplo escenas que tuvieron lugar
antes o después de estos recuerdos, instalando un efecto de „construcción en abismo‟: el
narrador narra desde el presente y mira hacia atrás y dentro de este pasado recuerda escenas
72
de un pasado anterior. Las proyecciones en el porvenir son, dado que el narrador todavía no
ha experimentado estos hechos, de origen imaginario o ficcional. A veces, cuando la
confusión temporal está incorporado al texto deliberadamente, el lector puede perderse en la
narración y hacerse la pregunta: ¿Cuál información está ficcional, y cuál referencial? Obras
que incluyen esta confusión temporal, narrando desde varias capas temporales, no se dejan
enclavijar en los categorías literarias existentes. Por un lado, rompen el orden cronológico de
los hechos, por otro pretenden dar un sinopsis fidedigno y cronológico de sus recuerdos. Estos
autores conducen sus lectores hacia una „policronía‟, donde aclaran las facetas diferentes.
¿Por qúe el autor decide ficcionalizar hechos que han sucedido en realidad? Existen
tres argumentos que explican el uso de la ficción en este contexto: la protección que procura
la ficción al autor, la superioridad de la novela ficcional respecto a la autobiografía, y
finalmente la función cognitiva de la ficción. Bajo protección entendemos la libertad literaria
que representa la ficción, que además le garantiza al autor una autonomía para con el lector.
La ficción protega asimismo al autor de sus personajes: en una autobiografía existe la
posibilidad que los modelos reales de los personajes tomen medidas jurídicas, lo que no es el
caso si el autor califica su obra como „ficción‟. En segundo lugar, la ficción goza de un
estatuto estético y literario superior que la autobiografía. Tiene una construcción y una
estructura temporal más elaborada: en la ficción, cada elemento tiene un significado preciso.
El novelista quiere abordar al lector con el estilo sofisticado de la novela: en primer instancia,
el autor produce un texto artístico de cierta calidad. Además, la novela ofrece la posibilidad de
incluir la polifonía en la obra, incluyendo la voz de diferentes personajes, multiplicando los
puntos de vista. Finalmente, la ficción permite parodiar la intención de la autobiografía, es
decir la reclamación a contar la vida del autor, que contiene siempre cierta ilusión. Al
pretender de ser sincero, el autor se deja facilmente llevar por el engaño, por la parodia.
Además, cada hombre utiliza su imaginación para comprender el mundo. La imaginación
ficcionalizante tiene una función proyectiva, ayudando al autor a redescribir la realidad. Así la
ficción le procura la posibilidad de la comunicación al autor y simplifica su conocimiento de
sí mismo y del otro.
Además, vale la pena observar que el género „novela‟ ha conocido una fuerte
evolución durante los siglos. Cuando cambia una sociedad, tiene sus efectos en los géneros
artísticos: algunos mueren, otros se adaptan. A través de la Historia, las funciones y las
técnicas de escribir una novela han sufrido variaciones. Además, siempre ha existido una
73
interacción entre la novela y su entorno cultural. Lo mismo se señala dentro del género de la
autobiografía: también ha conocido evoluciones y variaciones a través de los siglos.
Concluimos esta parte general con una pregunta: cuál es la función de un texto? Platón
atribuyó una función social a la literatura: debía contribuir a la cohesión social. Al lado de
ayudar la sociedad, la literatura también tenía otro destinatario: el individuo. A partir de la
época romántica, la literatura servía para aliviar las tensiones íntimas del autor, el tercer
destinatario del texto. Sin embargo, la crítica consideró esta literatura como siendo perjudical
para la „sociedad‟. Hoy en día, cada uno reconoce la utilidad social de la literatura
autobiográfica: hacienda uso de la ambigüedad de la ficción, la novela autobiogrfáfica permite
representar situaciones de opresión y de injusticia, sin que el autor sea acusado de algo. Esta
ambigüedad además crea la posibilidad de iconizar al narrador, de transformarlo en un héroe,
un símbolo. El autor asimismo señala el valor terapéutico de esta literatura: representa una
actividad psicológica que le permite al autor conocerse mejor a sí mismo y al otro. Mediante
la autobiografía, el autor quiere afirmarse, quiere consolidar su propia identidad. Para que no
sea dominado por esta busca de su identidad, la somete a un proyecto artístico, donde la
ficción tiene una función protectora, una función estética y de conocimiento. En este proceso,
la imaginación no debilita la busca de sí mismo, sino que la intensifica y enriquece. Así, el
juego entre realidad y ficción termina en la coexistencia de dos “yo” del autor: el yo auténtico
y el yo falso. El yo auténtico, situado al interior del autor, se esconde tras el yo falso quien
lleva la palabra en el texto: este yo falso se usa a la vez para mostrata y ocultar la verdad.
Finalmente, debemos tener en cuenta el papel del lector cuando lee una novela
autobiográfica. Éste debe recurrir a su propio juicio durante la lectura de una tal novela. De
esta manera, puede malinterpretar a la intención del texto: existen cuatro tipos de recepción de
una novela autobiográfica. El lector puede por ejemplo dejarse llevar por la ficción, sin
preocuparse por la supuesta referencialidad de la novela. Sin embargo, también puede ocurrir
una recepción puramente autobiográfica, en que transforma el héroe de la historia en una
persona real, es decir el autor. Así el lector considera a la autobiografía como una confesión
por parte del autor. También existe la posibilidad que el lector entiende la combinación de
novela y autobiografía, pero que no sabe como manejarla. Una última recepción reside en la
combinación de los tres precedentes: este lector (crítico) no quiere descomponer la novela,
sino que entiende la combinación compleja de novela y autobiografía.
74
8.2
Aplicación a Los recuerdos del porvenir
Después de haber analizado el papel del espacio, del tiempo y del narrador en la
historia de Ixtepec, me parece útil investigar si el libro entra en unas de las categorías antes
describidas en la parte más general: ¿Se puede considerar Los recuerdos del porvenir como
ficción, como autobiografía o como novela autobiográfica?
En una entrevista con Miguel Ángel Quemain, Elena Garro admitió que los acontecimientos
del libro fueron reales: añoraba a su infancia y a su pueblo natal Iguala, y ésto resultó en la
escritura de Los recuerdos del porvenir:
“Yo estaba enferma en Berna, estaba muy deprimida y empecé a acordarme de mi
infancia y del pueblo de Iguala, de la gente que conocí, cómo vivían y lo que hacían. Así
empecé a escribir la novela. Pero yo me sentía el pueblo. Yo creo que hay gentes que son
recipientes de lo que sucede en algún lugar y como la gente se ha olvidado, se han olvidado de
Iguala y de todo lo que sucedía, yo me atribuí el derecho de la memoria porque yo no me he
olvidado. Así empiezo a ser el pueblo, la voz del pueblo. Esa voz es la mía y poco a poco fui
dejando entrar otras voces, otros personajes. Hacía muchos años que yo no venía a México
cuando escribí sobre Ixtepec. Los recuerdos del porvenir no es más que la presencia del
pasado en el lecho de una enferma que recuerda todos los chismes, las historias, los dramas y
consejas que presenció y escuchó de niña.79”
Fundó su libro en acontecimientos y personajes reales de su infancia, ella no “inventó nada,
fundó realidades para crear una nueva”. Los personajes existían de verdad, incluso a los
Moncada por ejemplo no les cambió los nombres de pila. Para el general Rosas en cambio,
escogió otro nombre, para no deber utilizar su nombre real sin su permiso.
Lógicamente, uno se puede hacer la pregunta si el libro de Elena Garro es
autobiográfico. Admito que sin conocer la biografía de la autora, no se puede adivinar que el
libro es en parte autobiográfico. Pero una vez que el lector se entera de la vida riquísima de la
escritora, descubre muchos elementos autobiográficos en su literatura.
En la parte general sobre la ficción y la autobiografía, hemos observado que la novela se
distingue por su carácter narrativo, ficticio y literario. Estos tres criterios se ven cumplidos en
79
Ángel Quemain, Miguel. “Entrevista a Elena Garro: El porvenir, una repetición inanimada del pasado”,
Coordinación nacional de Literatura
(http://www.literaturainba.com/escritores/escritores_more.php?id=5813_0_15_0_M).
75
el libro de Elena Garro: Los recuerdos del porvenir se considera como una historia, no como
un poema u obra de arte. Además, gran parte del libro es ficticio (volvemos más tarde sobre
eso) y la obra es literaria. En este aspecto, el libro de Garro no puede ser una autobiografía.
Como la autobiografía forma parte de los géneros referenciales, se puede verificar las
escenas presentes en ella. La novela en cambio no exige la verosimilitud de los hechos. Garro
mismo admite que su libro está basado en hechos reales; el pueblo de Ixtepec equivale a su
pueblo natal, Iguala. Consultó su memoria para encarnar el dolor de un pueblo mexicano
aislado. Al recordar las historias que había oído de niña, decidió transformarlas en una novela.
Además, la mayoría de los personajes en el libro son personas reales, que ella conocía durante
su infancia: de algunas personas reales no les cambió el nombre en la novela. En este sentido,
la historia de Ixtepec no es ficticio, sino verosímil, dado que muchos acontecimientos que
figuran en el libro también han ocurrido en la realidad. Sin embargo, el libro está empapado
de escenas fantásticas, de modo que muchas críticas lo categorizan bajo el „realismo mágico‟,
una etiqueta que Garro abominó. Exactamente como lo señala Gasparini80, las escenas
fantásticas no constituyen un obstáculo para la verosimilitud en la obra, a condición de que el
lector sea capaz de distinguir lo verosímil de lo onírico. La distinción entre realidad y magia
es bastante claro en el libro: el mundo „real‟ se caracteriza por su tiempo y espacio inmóviles,
y por su terror continuo. En una palabra, un mundo sin perspectiva. El mundo onírico o
fantástico en cambio es un refugio para los personajes: construyen un mundo mágico y
ilusorio para no deber ver lo terrible que es el mundo real. Los elementos fantásticos añaden
una dimensión adicional al libro: acentúan aún más que el espacio real está insulso e inmóvil,
hasta atroz.
En cuanto a la narración, podemos hacernos la pregunta: ¿El narrador puede ser un
alter ego del autor? En nuestro libro, el narrador, que es además el protagonista en la historia,
es el pueblo de Ixtepec. El narrador representa la voz de la población. De ninguna manera
puede Ixtepec equivaler a Elena Garro. No realmente se puede identificar un pueblo con una
persona real. Sin embargo, Garro comparte todas las opiniones sociales y políticas del
narrador, como hemos establecido en los capítulos precedentes: exactamente como el
narrador, Elena abomina a los mestizos, quienes acusa de haber causado la desdicha de
México. Además, no ve el sentido del régimen revolucionario, que ha traicionado a sus
80
Gasparini, Philippe. Est-il je? Roman autobiographique et autofiction. 2004, Paris: Éditions du Seuil.
76
ideales y a los indígenas de México. Los gobiernistas han abandonado a la exigencia de un
reparto de las tierras en favor de los agraristas y de los indios, de modo que ellos no
aprovechan de ninguna manera del nuevo régimen, que sólo es ventajoso para los
oligárquicos.
Además, admitió lo siguiente en la revista: “Así empiezo a ser el pueblo, la voz del pueblo.
Esa voz es la mía y poco a poco fui dejando entrar otras voces, otros personajes.81” Garro no
se deja facilmente identificar con el narrador. Sin embargo, ella lleva la voz del narrador, es el
portavoz de toda una población. Existen algunos argumentos que favorecen una lectura en que
el narrador adopta la identidad de Elena Garro. En primer lugar, se nota la persona de la
narración: la primera persona (singular y plural). Contrariamente al narrador en tercera
persona (por ejemplo el historiador), que es un simple observador, el narrador en nuestro libro
realmente se percibe. Hace un papel en la trama: es un narrador homodiegético. Además, es
autodiegético: es también el protagonista de la historia que cuenta.
Al lado de la persona, el tiempo también caracteriza un texto autobiográfico. En nuestro libro,
el narrador utiliza la mayoría de las veces el imperfecto para contar su historia. Sin embargo,
un acontecimiento brusco, inesperado provoca el uso del pretérito perfecto simple. Además, el
momento de la narración es actual, dado que el libro comienza en el presente:
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. […] Ya sé que todo esto es anterior al
general Francisco Rosas y al hecho que me entristece ahora delante esta piedra aparente. Y
como la memoria contiene todos los tiempos y su orden es imprevisible, ahora estoy frente a la
geometría de luces que inventó a este ilusoria colina como una premonición de mi nacimiento.
Ese instante geométrico se une al momento de esta piedra y de la superposición de espacios
que forman el mundo imaginario, la memoria me devuelve intactos aquellos días; y ahora
Isabel está otra vez ahí, bailando con su hermano Nicolás, en el corridor iluminado por
linternas anaranjadas, girando sobre sus tacones, con los rizos en desorden y una sonrisa
encandilada en los labios. Un coro de jóvenes vestidas de claro los rodea. Su madre la mira
con reproche. Los criados están bebiendo alcohol en la cocina. (p. 11-14)
El primer capítulo del libro está enteramente escrito en el presente; a partir del segundo el
narrador pasa al pasado, pasa al relato de sus memorias. Este primer capítulo sirve de
introducción a lo que realmente importa en el libro: la historia de Ixtepec durante la ocupación
81
Ángel Quemain, Miguel. “Entrevista a Elena Garro: El porvenir, una repetición inanimada del pasado”,
Coordinación nacional de Literatura
(http://www.literaturainba.com/escritores/escritores_more.php?id=5813_0_15_0_M).
77
revolucionaria. A veces durante la historia, el narrador vuelve al presente para lamentar el
hecho de que todo se ha esfumado. Entonces el narrador se pone en la posición de locutor,
hace el pasaje del modo narrativo al modo comunicativo. Marca una pausa, una ruptura en el
desarrollo narrativo. Asimismo, el libro cierre en el presente: “Aquí sigue la piedra, memoria
de mis duelos y final de la fiesta de Carmen B. de Arrieta. […] Sus palabras son cohetes
apagados.” (p. 292)
Como en la autobiografía, Los recuerdos del porvenir también se basa en una mirada hacia
atrás: el narrador revive los acontecimientos del pasado y los describe con minuciosidad. No
obstante también hay momentos en el libro en que el narrador no quiere extenderse sobre
ciertos eventos porque no los recuerda: “La memoria es traidora y a veces nos invierte el
orden de los hechos o nos lleva a una bahía oscura en donde no sucede nada. No recuerdo lo
qué ocurrió después de la entrada de los militares.” (p. 197) En esta escena se filtra la voz de
Elena Garro: suponiendo que ella se identifica con el narrador, somos testigo de la falibilidad
de la memoria humana, que de ninguna manera puede recordar todo.
Fuera de eso figuran una multitud de extensiones en el libro: se obtiene una construcción en
abismo, insertando escenas que tuvieron lugar en un pasado anterior. Dentro de la historia
narrada en el pasado, los personajes asimismo se recuerdan cosas de su pasado: se puede
hablar de recuerdos dentro de recuerdos: “Desde niña se supo amenazada: la gente le deseaba
mal. Desde niña había en su memoria una distancia que la separó de los juegos y más tarde la
dejó sola en las fiestas.” (p.83) Exactamente como los demás pueblerinos, doña Lola Goríbar
hace de vez en cuando un viaje mental a su infancia, resultando en esta construcción en
abismo. El narrador incluye asimismo extensiones hacia el futuro, es decir visto desde el
punto de visto del pasado: dentro de la narración de la historia de Ixtepec durante la
ocupación de los revolucionarios, el narrador hace referencias a un tiempo futuro donde los
pueblerinos ya no están con vida. Sin embargo, visto desde el momento de la narración, que
es el presente, estas “extensiones” aún se sitúan en el pasado:
El día que sacaron el cuerpo de la señora de Moncada, alguien que no recuerdo cerró
el portón y despidió a los criados. Desde entonces las magnolias florecen sin nadie que las mire
y las hierbas feroces cubren las losas del patio; hay arenas que dan largos paseos a través de los
cuadros y del piano. Hace mucho que murieron las palmas de sombre y que ninguna voz
irrumpe en las arcadas del corridor. […] Sólo olvido y silencio. (pp. 12-13)
78
Después de haber encontrado algunos parecidos entre la novela autobiográfica y el
libro de Elena Garro, debemos ahora analizar la intención de esta combinación de ficción y
elementos autobiográficos. Como hemos visto, existen tres argumentos para la
ficcionalización de una obra autobiográfica: la protección que ofrece la ficción, la calidad
superior de la ficción y la fonción cognitiva de la ficción. En Los recuerdos del porvenir, la
ficción le puede ofrecer a Garro una libertad literaria, que la puede proteger de un lector
demasiado curioso y de los modelos de los personajes: admite que ha cambiado los nombres
de algunos de ellos para no ofenderlos. Además, la ficción es más atractiva por su
superioridad. A Garro, el estilo fitcitio le permitió una estructura temporal más elaborada,
dado que el libro gira en torno al concepto del tiempo. Le dió también la posibilidad de incluir
una capa fantástica en la obra. En resumen, Garro trató de redescribir su propio pasado
utilizando elementos que le parecieron a ella más adecuados para transmitir el mensaje de su
libro: su imaginación.
Mediante la combinación de elementos ficticios y autobiográficos, Garro consiguió
transformar su narrador, el pueblo de Ixtepec en el héroe de la historia: es el símbolo de la
destrucción revolucionaria. La ambigüedad que se instala también crea las condiciones
propicias para acusar las injusticias en su país, sin repercusiones graves. Coexisten además
dos yo: el yo auténtico, es decir Elena Garro, y el yo falso, el pueblo de Ixtepec. Muchas
veces, Garro se esconde detrás del yo falso, pero de vez en cuando deja entrever su yo
auténtico: las observaciones atinadas sobre los indios y sobre la política nefasta de su país
parecen ser de Garro misma. Al ocultarse detrás del yo falso, el pueblo de Ixepec, puede
expresar su crítica cruda sin esfuerzo.
No podemos sacar la falsa conclusión que el libro se etiqueta como mera ficción, o
como mera autobiografía. La complejidad del libro hace que no se deja conceder a una
determinada categoría, sino que hace uso de elementos de diferentes estilos y géneros. La
obra no es completamente ficticia: Garro experimentó la mayoría de los acontecimientos en el
libro. Además, el modo de la narración en la obra, es decir la persona quien narra y el tiempo
de la narración coinciden a menudo con el modo de la narración en la autobiografía. Sin
embargo, no se puede considerar el libro como una autobiografía: en primer instancia, Garro
no se parece en nada al narrador del libro: ni siquiera tienen la misma identidad. No obstante,
la historia recordada en el libro por el narrador es la historia de Garro, con algunos cambios,
que se deben a la libertad literaria que ofrece la ficción.
79
9. CONCLUSIÓN
Se puede preguntar cómo relacionar los diferentes capítulos y diferentes temas presentes en
este trabajo. He descubrido que en Los recuerdos del porvenir, como en otras obras de Elena
Garro, su vida explica un montón de cosas. Sus obsesiones sirven de pauta en la mayoría de
su literatura. El regreso de cada vez los mismos tipos de personajes es un ejemplo de esto: ella
escoge las figuras más marginales de la sociedad, es decir las mujeres, los indios y los locos
para comunicar su mensaje. Estos personajes, que los pueblerinos consideran como siendo
tipos raros, son más integros y menos predispuestos que el resto de la sociedad. Otra obsesión
que tiene Garro, es decir la idea del tiempo se manifiesta en el cronotopo que se instala en
Ixtepec: aquí, confluyen el espacio, el tiempo y el narrador. Ixtepec, que es el encuentro de un
espacio aislado con un período caracterizado por la lucha revolucionaria y cristera, representa
además el narrador del relato. Ixtepec es la prueba de la inmovilidad del tiempo y del espacio:
el futuro no existe y sólo nos queda la misma historia del pasado que se repite una y otra vez,
hasta el final de los siglos. El narrador presenta además muchas semejanzas con la autora: no
se puede considerar Los recuerdos del porvenir como una autobiografía, pero comparte sus
convicciones políticas con el narrador. Utiliza sus recuerdos personales y referencias
específicas a la Historia oficial para construir esa microhistoria, en que las preocupaciones
cotidianas de los habitantes están perturbadas por la llegada de la Revolución, y con eso de la
muerte. El pueblo de Ixtepec, que corresponde al pueblo natal de la autora, representa el
fracaso de la Revolución, como fue el caso en muchos pueblos mexicanos aislados.
Representa la decadencia en que recayó México después de muchos años de lucha sangrienta.
La narratología en el libro le posibilita a Garro de expresar su crítica dura en la política
nefasta de su país. Ella sirve de portavoz para aquellos que no pueden tener una voz en la
sociedad: las mujeres, los indios, los locos. Sale en defensa de los inocentes que siempre son
las víctimas de una guerra.
Garro emplea todos estos elementos narratológicos para convencernos de su opinión política:
la inmovilidad del tiempo, los personajes marginados, las referencias a la Historia; todos
simbolizan de una u otra forma la infructuosidad de la Revolución. Las vacilaciones entre
ficción, fantasía y realidad le proporcionan a Garro la forma ideal de expresar su desilusión en
la Revolución. Los ideales tan apreciados y seguidos al inicio de los conflictos desaparecen
sin dejar huella, están corrompidos por la voluntad de ser rico y poderoso y se sustituyen por
la traición y el fusilamiento de gentes inocentes.
80
10.
APÉNDICE
Juan. Apocalipsis, en El Nuevo Testamento, 12:1-17
12:1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo
de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
12:2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento.
12:3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que
tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
12:4 y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la
tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su
hijo tan pronto como naciese.
12:5 Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones;
y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
12:6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la
sustenten por mil doscientos sesenta días.
12:7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra
el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
12:8 pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
12:9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron
arrojados con él.
12:10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
12:11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12:12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de
la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene
poco tiempo.
81
12:13 Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer
que había dado a luz al hijo varón.
12:14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de
delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y
la mitad de un tiempo.
12:15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese
arrastrada por el río.
12:16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el
dragón había echado de su boca.
12:17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra
el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo.
82
11.
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