Peregrinos en la Historia de la Salvación

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Peregrinos en la Historia de la Salvación
Preparando el Camino a Santiago
Peregrinos en la Historia de la Salvación
Preparando el Camino a Santiago...
FEBRERO
Objetivo para el tema primero: Nos ponemos en camino...
Potenciar en los jóvenes y adolescentes la búsqueda del proyecto de
Dios en su vida, caminando como Iglesia.
Rezamos juntos...
Aquí me tienes, Señor, buscando libertad, pero esclavo de mis cosas;
creyéndome lleno, pero vacío de ti; escuchando tu llamada para seguir tus
caminos, pero haciéndome el sordo.
Al experimentar tu presencia, Señor Jesús, siento en mi cómo algo me
invita a seguirte en la peregrinación de mi vida y de mi historia; siento una
fuerza extraordinaria que me invita a arriesgarlo todo por ti y comenzar a
caminar. Sin embargo, Señor, las cosas de esta vida me siguen atando.
Ábreme los ojos, Señor; cura mi ceguera para que te pueda ver, y
comprender hacia donde me guía tu llamada. Llama a mi corazón, Señor, entra
en él que quiero tenerte de invitado. Dame tu espíritu generoso, Señor; quiero
decir sí cuando escuche tu llamada para ponerme en camino. Entra en mi
corazón, Señor; destierra de él todas las preocupaciones y tentaciones para que
pueda dedicar un espacio sólo a ti, ti Dios, y, con la fuerza de tu Espíritu,
comience a caminar.
La Palabra de Dios, Guía para el Peregrino
1. ABRAHAM (GÉN 12,1–9): EL CAMINO COMO PROYECTO DE VIDA.
«El Señor dijo a Abrán:
–Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la
tierra que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y haré
famoso tu nombre, que será un bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y
maldeciré a los que te maldigan. Por ti serán benditas todas las naciones de la
tierra.
Partió Abrán, como le había dicho el Señor, y Lot marchó con él. Tenía Abrán
setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Tomó consigo a Saray y a su
sobrino Lot, con todas sus posesiones y los esclavos que tenía en Jarán, y se
pusieron en camino hacia la tierra de Canaán. Cuando llegaron, Abrán atravesó
el país hasta el lugar santo de Siquén, hasta el encinar de Moré. (Los cananeos
vivían entonces en el país). El Señor se apareció a Abrán y le dijo:
–A tu descendencia le daré esta tierra.
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Y Abrán levantó allí un altar al Señor que se le había aparecido. De allí siguió
hacia las montañas, al este de Betel, y plantó su tienda, teniendo Betel al oeste
y Ay al este. Allí levantó un altar al Señor e invocó su nombre. Después se
trasladó por etapas al Negev».
2. MOISÉS Y EL PUEBLO DE DIOS (ÉX 12,1–14;13,17–22): EL CAMINO
COMO ESPACIO DE COMUNIÓN.
«El Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
–Éste mes será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea
de Israel: Que el día décimo de este mes se procure cada uno un cordero por
familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero,
que invite a cenar en su casa a su vecino más próximo, según el número de
personas y la porción de cordero que cada cual pueda comer. Será un animal
sin defecto, macho, de un año; podrá ser cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta
el día catorce de este mes, y toda la comunidad de Israel lo inmolará al
atardecer. Luego untarán con la sangre las jambas y el dintel de la puerta de
las casas en que vayan a comerlo. Lo comerán esa noche asado al fuego,
cabeza, patas y vísceras. No dejaréis nada para el día siguiente; si queda algo,
lo quemaréis. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, los pies calzados, bastón en
mano y a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esa noche pasaré
yo por el país de Egipto. Cuando el faraón dejó marchar al pueblo, Dios no lo
llevó por el camino de Filistea, aunque era el más corto, pues pensó: Si esta
gente tiene que luchar se acobardará y volverá a Egipto; así que hizo dar un
rodeo al pueblo por el camino del desierto hacia el mar de las cañas.
Los israelitas salieron de Egipto bien equipados. Moisés llevó consigo los restos
de José, porque éste había hecho jurar a los israelitas que se llevarían con ellos
sus restos cuando Dios los liberase.
Partieron de Sucot y acamparon en Etán, en el límite del desierto. El Señor los
precedía por el día en una columna de nube para marcarles el camino, y por la
noche en una columna de fuego para alumbrarlos: así podían caminar tanto de
día como de noche.
La columna de nube no abandonaba al pueblo durante el día, ni la de fuego
durante la noche»
3. TOBÍAS Y RAFAEL (TOB 5,4–6,9): EL CAMINO COMO ESPACIO DE
ACOMPAÑAMIENTO.
Salió Tobías a buscar una persona que fuese con él a Media, alguien que
conociese el camino. Nada más salir encontró al ángel Rafael, que estaba allí de
pie ante él, pero no se dio cuenta de que era un ángel del Señor. Y le preguntó:
–¿De dónde eres, buen hombre?
El ángel le dijo:
–Soy uno de los israelitas, tus hermanos, y he venido a buscar trabajo.
Tobías le preguntó:
–¿Conoces el camino para ir a Media?
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El ángel le contestó:
–Sí, he ido allí con frecuencia y conozco bien todos los caminos.
[…]Tobías le respondió:
–Espérame, joven, que voy a decírselo a mi padre, pues necesito que vengas
conmigo. Te daré el sueldo debido.
Él le dijo:
–Te espero, pero no tardes.
Entró Tobías en casa y dijo a su padre Tobit:
–Mira, he encontrado a un israelita, hermano nuestro.
Le dijo Tobit:
–Llámalo para que yo me entere de qué familia y de qué tribu es, y si es de fiar
para acompañarte.
Salió Tobías y le dijo:
–Joven, mi padre te llama.
El entró y Tobit le saludó primero. Él respondió:
–Que tengas felicidad en abundancia.
[…] Tobit le contestó:
–Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Puedes acompañarlo como guía? Te daré tu
salario, hermano.
El ángel le dijo:
–Puedo ir con él. Conozco todos los caminos. He ido muchas veces a Media,
atravesando sus llanuras, y conozco sus montes y todos sus senderos.
Tobit le dijo:
–Hermano, ¿de qué familia y de qué tribu eres? Infórmame.
Rafael contestó:
–¿Qué necesidad tienes de conocer mi tribu?
Pero Tobit insistió:
–Quisiera saber exactamente quién eres y cómo te llamas.
El ángel le dijo:
–Yo soy Azarías, hijo del gran Ananías, uno de tus hermanos […]. Iré con tu
hijo. No temas, nos vamos sanos y volveremos sanos, porque el camino es
seguro.
Partimos de nuestra experiencia
La vida y la historia de cada persona son un camino apasionante que
todos tenemos que recorrer sin poder esquivar. Este camino se puede
emprender teniendo varias actitudes como telón de fondo. Una de ellas puede
ser el de dejarnos llevar por el ritmo que otros nos marquen, sin saber por
dónde vamos o hacia dónde nos dirigimos, o por el contrario, puede ser un
camino que se vaya desplegando al paso de nuestras huellas, donde
encontramos los mojones que nosotros vamos proyectando. Esos mojones son
las alegrías y dificultades de nuestro propio futuro, que se va dibujando, en la
medida que nosotros queremos proyectar nuestro caminar.
Esta actitud no permite que nuestra vida y nuestra historia se conviertan
en un futuro fatal, y sin sentido que se confunde y se pierde allá en el
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horizonte; no deja que la vida sea algo pasajero que se nos escapa de las
manos y no podemos agarrar, sino que nos hace protagonistas de nuestra
historia y de nuestro futuro, convirtiéndonos en los peregrinos que se dirigen
hacia un mañana lleno de esplendor, y en los constructores de una civilización
que algunos, apenas creen que pueda ser la del amor y la de la paz.
Cuando todo camino comienza, se nos presenta como un caminar sin
fruto, donde el mirar atrás sea la piedra de toque, que nos impida mirar hacia
delante. El mero hecho de ponernos a caminar, nos puede llevar a
entristecernos porque se ve, con mayor claridad lo que dejamos atrás, que lo
que se nos descubre hacia delante: los nuevos senderos que se roturan a
nuestro paso cotidiano. Que duda cabe, que este ponerse en camino nos va
construyendo como personas, aun sabiendo de nuestros tropiezos, y nuestras
caídas, y del esfuerzo que supone el volver a levantarnos cada vez que caemos.
Pero ese esfuerzo, viene abalado por la esperanza de que cada paso
adelantado, es una conquista nueva en nuestra vida.
Todo camino que se emprende, tiene detrás de sí un motivo que lo
mueve, una razón por la que ponerse a caminar. Todo camino lleva su
compañero de viaje, su hoja de ruta, su brújula para las encrucijadas, pero
sobre todo, cada camino lleva consigo la certeza de que llegar a la meta exige
recorrer todo el camino, sin confiar en exceso en nuestra fortaleza física.
El camino del hombre es aquel que se encuentra, en su recorrido, con el
camino de todos los hombres de la historia, y que escoge para llegar a su fin, el
tramo más largo. Ese tramo nos da la seguridad que en su recorrido se van a
encontrar muchas historias y muchas dificultades, pero también va a favorecer
entre nosotros la universalidad, la fraternidad y la comunión; se va a convertir
en espacio de encuentro entre los hombres de una misma generación. Ese
camino nos descubre como compañeros de fatiga, nos une la misma senda, y
nos compromete la tarea de ser guía para el otro en los momentos de desierto.
En el recorrido de nuestro caminar diario, nos encontramos con algunas
personas que van por delante de nosotros en el camino de la vida, y que sin
grandes pretensiones, van dejando rastro por donde debemos encauzar
nuestros pasos. Si muchas veces podemos llegar al final de nuestro camino, es
porque otros lo han recorrido antes y nos han marcado las señas por donde se
encuentran los tramos sin salida, y las brechas que no permiten que nuestro
camino se desarrolle y alcance su meta.
Reflexionamos juntos...
Abrán es el primer peregrino de la Historia de la Salvación. En su historia
hay algunos rasgos que pueden guiar nuestra peregrinación. Abrán se pone en
camino fiado en la palabra de Dios. El motivo de su camino es la palabra de
Dios: «Sal de tu tierra». El horizonte de su peregrinar es también la palabra de
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Dios: «Ve a la tierra que yo te indicaré». Dios, que le habla personalmente, y lo
guía, a través de su palabra, está al principio y al final del camino de Abrán.
El camino, su peregrinación, hace fecunda la vida de Abrán. Él parte sin
hijos. Es un hombre rico, con mujer, con posesiones... pero sin hijos. Abrán es
un hombre con un pasado importante, pero sin futuro. Dios le ofrece como
proyecto de vida una peregrinación que le haga descubrir que, en su vida, sigue
siendo más importante el proyecto de futuro que el peso del pasado.
Abrán es un hombre que pone en obra la palabra que Dios le entrega:
«Partió Abrán, como le había dicho el Señor». El camino le hace perder su
antigua tierra, pero le permite ver la tierra que Dios dará a las generaciones
futuras que nacerán de su fe: «A tu descendencia daré esta tierra».
Finalmente, Abrán celebra la obra de Dios en su vida: «Abrán levantó allí
un altar al Señor que se le había aparecido». Y esto le permite seguir
caminando con fuerzas renovadas: «De allí, siguió hacia las montañas».
Celebración y camino, caminar y orar, marcan el ritmo y las etapas del
peregrinar creyente de Abrán. Al final del viaje, hasta su nombre habrá
cambiado: Abrán, se llamará Abraham, el padre de un pueblo numeroso.
El camino comienza, para el pueblo de Israel, con una comida. No es una
comida cualquiera, es una comida ritual: es la Pascua. La Cena Pascual es una
comida para ponerse en camino: «La comeréis así: la cintura ceñida, los pies
calzados, bastón en mano y a toda prisa». El motivo que pone en camino al
pueblo de Dios es el paso del Señor por la Tierra y la Historia de los hombres:
«Esa noche pasaré yo por el país de Egipto».
Es importante lo que se come. Todo recuerda que se trata de una
comida para peregrinar y salir con urgencia: El cordero asado, el pan sin
levadura, las verduras amargas. Pero es mucho más importante cómo se come:
Se come en familia, se unen varias familias si es preciso, todas las familias del
pueblo de Dios cenan la pascua a la misma hora y según el mismo rito. La cena
pascual manifiesta que el Israel es pueblo de Dios cuando sigue sus
mandamientos. La cena pascual pone de manifiesto que el Éxodo, el peregrinar
que van a comenzar, es lo que constituye realmente a Israel en pueblo.
El pueblo que peregrina no recorre el camino corto. La peregrinación que
constituye pueblo a un grupo de personas es, con frecuencia, camino más
largo. El mismo peregrinar se convierte en espacio de encuentro, de
fraternidad, de comunión. El camino tiene un valor en sí mismo.
En este peregrinar, cada persona no camina sola. Camina en compañía
de sus hermanos. En esta peregrinación, el pueblo tampoco camina solo.
Camina guiado por Dios, de día y de noche. En la peregrinación por el desierto,
Dios acompasa sus pasos al ritmo de su pueblo. De día es nube que cobija. De
noche, es luz que ilumina. En el desierto, no sólo cada hombre acompasa el
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paso al ritmo de su hermano, descubriéndolo como compañero de camino,
como don y tarea, el mismo Dios, es descubierto como compañero y guía de la
peregrinación de un pueblo creyente.
Dios fue compañero de camino del pueblo creyente. Tobías recibe la
compañía de Dios en la persona de Rafael, uno de sus ángeles. La presencia de
Dios pasa por ser la de un acompañante, que pertenece al mismo pueblo que
Tobías. Cuando se le pregunta su nombre, Rafael dice ser «Azarías, hijo del
gran Ananías».
El viaje de Tobías llega a su destino y cumple sus objetivos porque
Rafael conoce perfectamente todos los caminos. El acompañante en nombre de
Dios es el hombre que conoce todos los caminos que debe recorrer el peregrino
de la fe, se los señala, le indica lo que va a acontecer para que pueda
convertirlo en salvación para él y para los demás, pero, sobre todo, lo conduce
en ese camino yendo delante. El acompañante, Rafael, ha recorrido muchas
veces, el camino que deberá recorrer a aquel que acompaña, Tobías.
Compartimos juntos...
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¿Qué me mueve a salir de mi tierra y ponerme en camino?
¿Qué razones tengo para peregrinar a Santiago como Iglesia diocesana?
¿Qué frutos espero de esta peregrinación?
¿Qué tipo de alimento espero llevar para esta peregrinación?
¿Considero necesaria la guía de una persona en el camino de mi propia
vida que me vaya conduciendo por el sendero adecuado?
¿Espero que Jesús se haga el encontradizo conmigo en este camino?
Nos comprometemos...
Cada uno conseguirá un cuaderno que convertirá en su cuaderno de
ruta, y desde hoy apuntará en él todas las conclusiones del grupo, con el fin de
que nos ayuden en el camino a buscar a Jesús, camino, guía y meta de nuestra
vida.
Oración final
Envíanos, Señor, tu Espíritu de luz y de verdad, para que podamos gría.
Enséñanos a mirar hacia delante y no hacia atrás, para que la esperanza que
emana de tu Palabra guíe nuestros pasos vacilantes e inseguros. Y haz que
nunca olvidemos que, en el camino de nuestra historia, tu amistad y cariño es
presencia cierta y segura, ánimo constante para seguir siempre, sin dudar, tus
huellas de justicia, paz y caridad.
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