Lectio Divina Introducción.

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Lectio Divina
Introducción.
Cuando leemos un texto bíblico se crea un espacio de diálogo entre Dios y nosotros. Éste
se comprende mejor cundo caemos en cuenta de que el Dios de la revelación bíblica es
un Dios de diálogo, de conversación amigable que teje relaciones, es un Dios que espera
nuestra respuesta libre y confía. ”Dios invisible habla a los hombres somos amigos,
movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a su comunicación y recibirlos
en su compañía” (Concilio Vaticano II, DV2”
La finalidad última de la lectura bíblica es la comunión con Dios. La palabra de Dios nos
lleva hasta el Dios de la Palabra.
Dios viene a nuestro encuentro y nosotros vamos hacia él, hasta que se realiza una mutua
entrega en la que Dios nos dice “tú eres mío” y nosotros le decimos “yo soy tuyo”. Esto
es lo que en la Biblia se llama relación de alianza.
No se lee la Biblia para saber más sobre Dios ni para incrementar nuestra “cultura
bíblica, sino para crecer en la relación con El, relación que purifica y dinamiza todas
nuestras demás relaciones.
Muy importante antes de iniciar con el desarrollo teórico de Lectio Divina debemos de
tener claro el concepto de que no podemos leer las Sagradas Escrituras desde un punto
de vista fundamentalista. El cual consiste en tomar todo al pie de la letra y aplicarlo a la
vida sin permitirse hacer el viaje de adentrarnos mar adentro a la palabra de Dios
Cinco puntos para tener en cuenta:
1. La Biblia contiene muchos relatos aproximadamente el 40% de su contenido, pero no
quiere decir que todos ellos tenga pretensión de historicidad. Esto no quita que, en algunas
narraciones, haya un trasfondo histórico preciso.
2. La manera como el pueblo de la Biblia proyectaba el mundo no era necesariamente como
lo vemos hoy. La Biblia maneja una cosmología que hoy ha sido superado. Lo mismo vale
para muchos usos y costumbres, formas de organización familiar y aspectos de la cultura.
En consecuencia, es un error apoyarse en citas bíblicas para contradecir planteamientos
que la ciencia y la antropología de hoy propone, simplemente por la Biblia lo dice. Hay
que saber trazar correctamente los puentes entre el ayer y el hoy.
3. La biblia responde a los problemas vitales de la existencia humana, pero esto no quiere
decir que ella necesariamente contenga una respuesta inmediata a cada uno de los
problemas
4. Los textos bíblicos en castellano son traducciones del hebreo, arameo y griego, cuando uno
traduce de una lengua a otra, y mucha más cuando ésta es una lengua muy antigua, uno se
encuentra con formulaciones lingüísticas y literarias que no siempre es fácil expresar en
nuestra lengua. A esto y hay que sumarle el hecho de que hay varias formas de decir lo
mismo. Por eso uno no debe apegarse a una traducción si ella fuera la única inspirada
5. No hay que valerse de la Biblia para confirmar las propias ideas sino que hay que dejar que
ella convierta las nuestras. La Sagrada Escritura nos enseña el Concilio Vaticano II debe
ser leída e interpretada en el mismo Espíritu en que fue escrita. El mismo Espíritu que la
inspiró, se nos comunica cada vez que al leemos con fe, desde una vivencia del Señor.
La expresión Lectio Divina quiere decir "lectura de Dios", e indica la práctica
monástica, ya secular, de la "lectura orante" de la Biblia.
El primero en utilizar esa expresión fue Orígenes, quien afirmaba que para leer la Biblia con
provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. Más adelante, la Lectio
Divina vendría a convertirse en la columna vertebral de la vida religiosa. Las reglas
monásticas de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito harían de esa práctica, junto al trabajo
manual y la liturgia, la triple base de la vida monástica.
La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños proviene del s. XII.
Alrededor del año 1150, Guido, un monje cartujo, escribió un librito titulado La
escalera de los monjes, en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños:
«Cierto día, durante el trabajo manual, al reflexionar sobre la actividad del
espíritu humano, de repente se presentó a mi mente la escalera de los cuatro
peldaños espirituales: la lectura, la meditación, la oración y la
contemplación. Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la tierra
hasta el cielo. Es cierto, la escalera tiene pocos peldaños, pero es de una altura
tan inmensa y tan increíble que, al tiempo que su extremo inferior se apoya en
la tierra, la parte superior penetra en las nubes e investiga los secretos del cielo
(...).
La lectura es el estudio asiduo de las Escrituras, hecho con espíritu atento.
La meditación es una actividad diligente de la mente que, con ayuda de la
propia razón, busca el conocimiento de la verdad oculta. La oración es
el impulso ferviente del corazón hacia Dios, pidiendo que aleje los males y
conceda cosas buenas. La contemplación es una elevación de la mente sobre sí
misma que, pendiente de Dios, saborea las alegrías de la dulzura eterna»
En el siglo XIII, los mendicantes intentaron crear un nuevo tipo de vida religiosa
más comprometida con los pobres e hicieron de la Lectio Divina la fuente de inspiración
para su movimiento renovador.
En los siglos posteriores a la Contrarreforma, los creyentes perdieron el contacto
directo con la Palabra. Sin embargo, el Concilio Vaticano II recuperó, felizmente, la
anterior tradición e instó, con insistencia, a los fieles a leer asiduamente la Escritura.
«El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura
asidua de la Escritura, para que adquieran la ciencia suprema de
Jesucristo (Filp 3,8), "pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo"
(...) Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la
oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios
hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"»
(DV 25)
En la actualidad, la Lectio Divina se va difundiendo cada vez más en las
comunidades eclesiales más diversas, y está resultando una fuente de renovación
espiritual y de vivo compromiso eclesial. El objetivo de la Lectio Divina no
es conducir al lector-orante cristiano a una piedad intimista, individualista, encerrada
celosamente en "el gozo de su Señor", sino el de guiarlo a través de un itinerario
espiritual que le configura con Cristo, le abre al mundo y le apremia a la misión.
Quien hace bien la Lectio Divina llega a hacer suyas las palabras y el sentir de San
Pablo: "No soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20). Inseparablemente
unido a este sentir está el impulso apostólico nacido de la unión con Cristo: "El amor de
Cristo nos apremia" (2 Cor 5,14).
La Lectio Divina es la herramienta concreta para logra que la Palabra de Dios no se
quede en una suma de conocimientos, sino que se transforme en luz para nuestro
proyecto de Vida, luz que nos hace luminarias vivientes en medio del mundo.
En sí es una experiencia espiritual con la Biblia que, leída en oración, hace que ella sea
Palabra viva de Dios para cada uno de nosotros, es todo un camino, todo un maravilloso
itinerario que nos va llevando del oír al poner en práctica la Palabra de Dios. De esta
manera vamos construyendo sólidamente nuestra vida,
La Lectio Divina nos proporciona los medios para buscar al Señor a través de la Palabra
y para encontrarlo vivo y presente el aquí y ahora de nuestras vidas.
La Lectio Divina se realiza en cuatro etapas. El punto de referencia inicial es el texto
bíblico.
1.
2.
3.
4.
Lectura
Meditación
Oración
Contemplación y acción
Consejos para el inicio de la Lectio Divina.
1. Ten a la mano una Biblia: El texto bíblico es, junto con el libro de tu propia vida,
referente esencial en la Lectio Divina, el terreno sobre el cual va a tomar impulso la
navegación. Ideal una traducción de la Biblia debidamente recomendada y con la que
se sienta a gusto. Eu posea las herramientas mínimas para poder desglosar los textos:
mapas, vocabulario, referencias marginales (para ver pasajes paralelos o afines) y
algunas notas técnicas.
2. Toma el tiempo propicio: Buscar el mejor momento del día para hacerlo, porque a
Dios no se le dan las sobras. La Lectio Divina no tiene una duración predeterminada,
ésta dependerá de la profundidad con que se quiera hacer. Que no sea inferior a media
hora. Aconsejable una hora.
3. Busca el lugar adecuado: buscar un ámbito que favorezca el recogimiento. “Pero
llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre
en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es
espíritu, y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad.” San Juan 4, 23-24
4. Crear un ambiente de silencio:
Para escuchar hay que callar. El silencio es un
gran amigo de la Lectio Divina. No es suficiente el silencio externo, también hay que
callar el barullo interior que tanto nos dispersa.
5. Tomar una actitud de fe: es una lectura creyente de la escritura porque parte de la
convicción de que Dios está ahí y quiere que le abramos un espacio para dialogar. Por
lo tanto se presupone la certeza interior de la presencia de Dios.
6. Procura concentrarte:
Una vez iniciado el ejercicio deberá esforzarse por llegar
hasta el final. Quitando todo lo que podría ser motivo de distracción.
7. Escoge el pasaje bíblico: Se realizará sobre un solo pasaje bíblico. No es criterio
recomendable buscar simplemente los pasajes bíblicos que más nos gustan o aquellos
buscados al azar. El Señor nos va a hablar, que dejar que nos diga lo que él considere,
no lo que nosotros queremos oír.
Una vez tomado en cuenta estas consideraciones para el real inicio de la Lectio Divina es
indispensable la suplica al Espíritu Santo.
Con el texto ya elegido y abierto ante nuestros ojos dispongámonos para comenzar el
itinerario espiritual de la Lectio Divina suplicando sobre nosotros el Espíritu Santo.
Primer Paso:
La Lectura
Es un ejercicio de búsqueda del sentido, o mejor de los sentidos que tiene un texto bíblico. Es
decir, descubrir lo que Dios nos dice a través del autor inspirado. Para ello es necesario
trabajar sobre el texto hasta lograr una primera comprensión de él. Tenemos que estar en
condiciones de saber Que dice el texto?
La lectura debe llevarnos a una compenetración con el texto, de manera que ‘este nos
entregue su don y cumpla con nosotros la finalidad para la cual fue escrito.
Que actitudes se requieren.
Cuando abrimos la Biblia tomamos conciencia de que estamos en la presencia de Dios. La
Palabra de Dios en las escritura se recibe con respeto y amor. Para ello procuremos tener:
1.
2.
3.
4.
5.
Apertura de corazón para recibir la Palabra de Dios como ella quiera venir.
Paciencia para no apresurarnos a sacar conclusiones sin análisis suficiente
Disciplina mental para no distraernos con elucubración
Honestidad para no imponerle al texto ideas preconcebidas
Poner atención a tres peligros
Presuponer que ya se conoce el pasaje
Dejarse llevar por el afán de novedad
Convertir la Lectio Divina en un curso de biblia
Segundo Paso
La Meditación
Es la captación del hoy de la Palabra para mí. Podemos responder a la pregunta: Que me dice
el Señor por medio de su palabra?
Es un diálogo directo mediante el cual el Dios revelado como un El durante el primer paso,
ahora lo percibo como un tú que me interpela frontalmente.
La meditación es al así como rumiar, las palabras significativas detectadas en la lectura,
repasándolas una y otra vez. Sin que nos propongamos, algunas palabras se memorizan, uno
retiene en la memoria lo que le ha tocado el corazón. De esta manera la Palabra de Dios se
confronta con mi vida concreta y con la de mi comunidad y mi sociedad.
En otras palabras, la meditación nos coloca honestamente ante la verdad de Dios y del ser
humano.
Que actitudes se requieren.

Disponibilidad:
se requiere disponibilidad para zambullirnos con todo nuestro
ser en el universo de la Palabra, dispuestos a dejarnos cuestionar sin disculparnos y a
ser iluminados sin ocultarnos.

Gratuidad:
no se busca hacer introspecciones sino ponemos gratuitamente
ante la Palabra. Entonces comenzamos a ver nuestra realidad desde un punto de vista
externo, desde la mirada de Dios.

Auto-implicación: hay que evitar la manía de aplicar los mensajes a los otros, a
ellos ya les llegará su tiempo es preferible que nos dejemos cuestionar en primera
persona.
Tercer paso
La Oración
La oración en la Lectio Divina es un grito que brota de lo profundo del corazón quemado por
la Palabra de Dios. Los brazos se levantan hacia lo alto sea para pedir perdón o ayuda, para
abrazar o para exaltar a Dios, y en este diálogo amoroso, Dios nos tiende los suyos.
En este paso hemos llegado al momento más intenso del camino. Nuestra oración ya no
puede ser la misma de antes. Es el Señor mismo quien la provoca en nosotros y a través de
ella se derrama nuestro ser entero en su presencia.
La pregunta guía de este momento es: Que le digo al Señor motivado por su Palabra?
Actitudes que se requieren
Dios se ha colocado ante nosotros y nos ha hablado, El espera nuestra respuesta.



Permitir que el Espíritu Santo actúe.
Despojarse en la presencia del Señor. La meditación nos desnudó mostrándonos
nuestra propia verdad bajo la luz del Señor. De ahí debe brotar la oración.
Poner la mirada en el Señor. El nos ha revelado rasgos de si mismo, nos ha permitido
percibir su voz en la Escritura. Nuestra oración confesará lo que él es y hace por
nosotros.
Cuarto paso
La Contemplación y acción
Nuestro puerto es el Señor a quien seguimos.
El puerto de llegada de la Lectio Divina es la contemplación y la acción. El impulso de la
oración nos lleva hasta la comunión estrecha con el Señor, lo cual implica una vida que se
coloca continuamente bajo a presencia amorosa del Señor y traduce esta presencia en un
estilo de vida.
La contemplación es de por sí una forma de oración, la cumbre de toda oración. El término
contemplación por sí indica visión de Dios en el camino de la Lectio tiene un matiz
novedoso, puesto que lo Dios nos revela en la Escritura es El mismo pero también sus
designios de salvación, entendemos que no solamente lo vemos a El sino que con El vemos la
vía y la historia. En otras palabras comenzamos a ver el camino con nuevos ojos y junto con
el Señor hacemos nuestro proyecto de vida. Por eso la pregunta guía de esta última etapa es:
Que me muestra el Seño que debo hacer?
Por lo anterior, la contemplación va unida a la acción: en comunión con el Señor y en
obediencia a él discernimos las acciones concreta que configuran más nuestra vida con la
suya y apoyados en la fuerza que nos da comenzamos a realizarlas.
Actitud.
Así como nos gozamos con el Señor, a quien hemos oído y percibido en esta maravillosa
experiencia, se espera que tomemos decisiones concretas. Para ello la actitud más importante
es la obediencia.
Aparecida No. 249
Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada al que todos
estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta
lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del
misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor
del universo.
Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante
favorece el encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio:

Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3, 1-21),

la Samaritana y su anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4, 1-42),

el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior (cf. Jn 9),

Zaqueo y sus ganas de ser diferente (cf. Lc 19, 1-10)…
Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la
experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No
abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en “la
madurez conforme a su plenitud” (Ef 4, 13), proceso de discipulado, de comunión con los
hermanos y de compromiso con la sociedad
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