DARA VIVIR CIEN ANOS

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Dr. PASCAULT y
GEORGES MOREAU
D A R A VIVIR
CIEN ANOS
Toda la higiene en
22 Mandamientos
DEDICADA
A IOS
NIÑOS
Traducción del francés, modificada, corregida y
adicionada por el
Dr. RAMON CORBALAN MELGAREJO
Miembro de la Facultad de Medicina y Farmacia
de 1a. Universidad de Chile y Presidente del
Consejo Superior de Higiene.
SANTIAGO
DE
1914
CHILE
P A R A VIVIR
CIEN
AÑOS
P A R A VIVIR
CIEN A N O S
Toda la higiene en
22 Mandamientos
Por el Doctor
y
GEORGES
PASCAULT
MOBEAU
DEDICADA A LOS SISOS
Traducción del francés, modificada, corregid» y
adicionada por el
Dr. R1M0H CORBILAN MELGAREJO
•Miembro de la F a c u l t a d de Medicina y F a r i ñ a oía
ile la Universidad de Chile y Presidente del
Consejo Superior de Higiene
SANTIAGO
DE
CHILE
Talleres de la Empresa
"Zig-Zag"
Teatinos,
666
1914
LOS VEINTIDOS MANDAMIENTOS DE LA HIGIENE
(Para aprenderlos de memoria)
1 REGLAS PARA LA VIDA
Dedicarás ocho horas al trabajo, al
sueño
y al solas,
respectivamente.
2 REGULARIDAD
Te acostarás
prano.
:! ABLUCIONES
Todas las mañanas te lavarás rápidamente de la cabeza a los pie*.
4 LIMPIEZA .
Te limpiarás
los dientes,
la boca,
las orejas, las uñas y los cabellos-
:, ENDURECIMIENTO
No temerás el calor ni el frió;
si los
enfriamientos.
fi VESTIDO .
Usarás ropa interior limpia,
tido amplio y liviano.
7 RESISTENCIA .
Conseguirás
mucha resistencia
por
medio de ejercicios
frecuentes.
8 PUNTUALIDAD
Exonerarás
el cuerpo
exactamente.
9 ASEO
Quitarás
lienzo
y te levantarás
tem-
pero
y
a hora
el polvo, frotando
húmedo.
ves-
fijo,
con un
10 LUZ
Inundarás de aire y de sol las piezas de tu
vivienda.
U SALUBRIDAD
Respirarás
aire puro,
la boca herméticamente
i 2 INMUNIDAD
Alejarás todo parásito, para
enfermedades
virulentas.
conservando
cerrada
evitar
13 COMIDAS
Escogerás
ción y
14 SOBRIEDAD .
Observarás
sobriedad,
mayor estrictez en
15 MASTICACION
.
Mascarás
mente.
tus comidas con
discernimiento.
bien
y
precau-
pero
verano.
tragarás
lenta-
16 MODERACION
Beberás agua pura a sorbos,
al fin de las
comidas.
17 R E G I M E N
Tomarás tres comidas
la de la tarde poco
18 ABSTINENCIA
19 TEMPLANZA
.
con
sólo
cotidianas;
abundante.
Te abstendrás de carne en la tarde.
porque causa
envenenamiento.
. •
20 AIREACION
21 PREVISION
22 SALUD INTEGRA . . .
Te privarás resueltamente
del alcohol y del tabaco, porque son
venenos.
Dormirás
ventana
•
en la
abierta.
noche
con
Cuando enfermes
te cuidarás
retardo,
inmediatamente.
Así conservarás
la salud
hasta cien años.
y
la
sin
vivirás
LA SALUD FISICA
Es mejor prevenir que curar
Cada cual puede tener influjo y dominio sobre su
salud. Cuando enfermamos es, casi siempre, por culpa nuestra, porque hemos abierto la puerta a la enfermedad, ya por ignorancia, ya por imprudencia o
por hábitos desordenados, principalmente por ignorancia.
Se desconoce que el hombre no se nutre sólo con
alimentos, sino también con aire y luz.
Se desconoce que el hombre se envenena en cada
instante de su vida con ciertos alimentos y con los residuos que provienen de la función de sus órganos.
Todo lo que exhala y secreta (aire de la respiración,
sudor, esputos, orinas. . .) es un veneno para él y sus
semejantes.
Se ignora que el hombre se fatiga y se agota más
pronto de lo que debiera, no sólo cuando trabaja más
de lo que le permiten sus fuerzas, sosteniéndose artificialmente con excitantes, como el alcohol, sino
también cuando trabaja muy poco y enerva el cuerpo en la ociosidad.
Todos los excesos, de más o de menos, le son nocivos.
s
Ahora bien: cuando el hombre se alimenta insuficientemente, o se envenena, fatiga o agota más o
menos, está a punto de enfermar: apenas bastará para ello que coja un enfriamiento, o halle en su camino
un germen de enfermedad, un microbio o un bacilo
cualquiera.
Como se ve, el mal no viene por sí solo: nos acomete porque estamos preparados para recibirlo; porque
cuando gozamos de buena salud, no hemos tomado
ninguna precaución, a fin de adquirir o conservar la
resistencia que nos habría permitido evitarlo.
Para precaverse contra las enfermedades hay,
pues, un medio casi infalible, cual es, cuidarse cuando
tmo está sano, no con medicamentos, sino observando
las reglas de higiene que vamos a exponer en este
librito.
Las explicaremos con la mayor sencillez posible
para que sean fácilmente comprendidas de los niños,
(a) a quienes dedicamos este "código de sanidad",
deseando que aprendan en él todos los preceptos necesarios para conservarse en buena y vigorosa salud,
v vivir largos años.
Combate el mal antes que se arraigue: después serán
inútiles los recursos de la medicina
(o) L a higiene de los adultos no difiere <le la de los ni£\ost sin;.!
por a l g u n a s r e g l a s especiales cuya exposición no c o r r e s p o n d e
hacer aquí.
REGLAS PARA LA VIDA
1.—Dedicarás ocho horas al sueño, al trabajo
y al solaz, respectivamente
Si quieres conservarte sano, desarrolla a un tiempo el cuerpo y la inteligencia. E l que no cultiva sino
la inteligencia, debilita el cuerpo, y se vuelve incapaz de resistir las enfermedades. E l que no ejercita
sino los músculos enerva el espíritu y se rebaja al
nivel del bruto.
Varía tus ocupaciones: no hay nada mejor para
evitar la fatiga. Si estudias en los libros, alivia el
esjfíritu en juegos al aire libre (7) (b). Si haces trabajos manuales, descansa el cuerpo por lecturas instructivas o amenas. Pero no permanezcas jamás en
la inacción: la ociosidad desgasta más que el trabajo.
Cuando se llega a la edad adulta, es prudente consagrar ocho horas al trabajo; ocho horas al solaz (entretenimientos, cuidados higiénicos y comidas) ; y ocho
horas, poco más o menos, al sueño, nueve a lo más;
siete, a lo menos, antes más que menos. Esto no es
tiempo perdido, pues durmiendo bien, se trabaja mejor al día siguiente.
(&) Lo« gruarlsmog entre paréntesis remiten al n ú m e r o de ordem
<le Jos
mandamiento».
2-Higiene.
10
Para los niños el tiempo destinado al sueño y a los
entretenimientos, deberá ser más largo, tanto más
cuanto de menos edad sean.
E n el período de quince a veinte años es muy recomendable intercalar el aprendizaje de un oficio en
la educación de los jóvenes.
Todos los psicólogos han observado que la destreza
de la mano ejerce una influencia beneficiosa en la precisión de las ideas y en la energía de la voluntad.
Por otra parte, al mismo tiempo de temperar la
actividad de la inteligencia, y perfeccionarla, el trabajo manual completará la educación armónica del
joven, suministrándole la facultad de ganar para
vivir en cualquier circunstancia difícil, y contribuirá
así a formar, por excelencia, el tipo del hombre libre.
El hombre ha sido hecho para trabajar, como el pájaro
para volar
LA OCIOSIDAD DESGASTA MAS QUE E L
TRABAJO
2.—Te acostarás y te levantarás temprano
Está en la naturaleza del hombre trabajar en el
día y dormir en la noche. Trasnochar nos fatiga doblemente, y nos causa una anemia rápida y una vejez prematura.
Así, pues, acostarse temprano; los niños deberán
hacerlo inmediatamente después de comer (antes que
la digestión haya comenzado); los adolescentes y los
11
adultos dos horas, a lo menos, después de comer
(cuando la digestión esté ya muy avanzada), esto es,
a las diez de la noche a más tardar.
Levantarse temprano—a las cinco de la mañana,
en verano; a las seis o siete, en invierno; si uno despierta un poco antes, hacer lo posible por no volverse
a dormir. Es menester aprovechar el aire de la mañana, sin duda alguna más vivificante que el del medio día. Todos los que llegaron a viejos fueron madrugadores.
Levantarse tarde es casi tan dañoso a la salud, como acostarse tarde. Muchos de los que se quejan de
cefalalgia, faticra o ineptitud para el trabajo, falta
de apetito, estreñimiento, etc., deben sus malestares
a ese hábito detestable. Levantarse tarde hace enfermos y perezosos.
Reposa para trabajar mejor
LAS TRASNOCHADAS A C O R T A N LA V I D A
(Bacon.)
3.—Todas las mañanas te lavarás rápidamente
de la cabeza a los pies
Se desconoce la importancia del cutis o se la olvida.
Cuando se unta enteramente un animal con barniz,
muere envenenado: con la transpiración se expelen
muchos venenos líquidos o gaseosos. Además, el sudor al evaporase nos refresca cuando tenemos demasiado calor. Por otra parte, el cutis respira como
los pulmones; ayuda al corazón, regularizando la cir-
12
culación de la sangre. E n fin, nos vigoriza por la"
sensaciones que nos da. ¿Conoces algo más fortificante
que un aire fresco o frío? ¿que una ducha o una loción?
Es, pues, cosa importante que cuidemos el cutis.
Lávate todas las mañanas con bastante agua la cara,
el cuello, las manos, etc. (7 bis).
Toma cada semana un baño jabonoso de 34 a 35
grados, de diez minutos, a lo más; o hazte, por lo menos, una jabonada general.
Pero esto no basta: el cutis no está verdaderamente limpio, sino cuando se depura por sí mismo, secretando el sudor. E n verano, se transpira fácilmente;
pero no en invierno. Entonces haz una carrera, lo más
a menudo posible, para provocar la transpiración; en
seguida, sécate a toda prisa.
No basta limpiar el cutis; es menester nutrirlo cort
aire (puesto que respira) y luz; de donde la necesidad
de baños de aire (7 bis ) y vestidos que no estorben el
paso de esos elementos esenciales a la vida, (6).
Si amas la vida, cuida del cutis
4.—Te limpiarás los dientes, la boca, las orejas,
los cabellos y las uñas
La higiene está compuesta de cuidados minuciosos.
Observa, pues, todos los que te indicaremos aquí;
te evitarán muchos malestares y numerosas enfermedades.
I . CUIDADOS DE LA BOCA.—Muchas enfermedades
13
son causadas por seres pequeñísimos, visibles solamente al microscopio, que se denominan microbios,
bacterios, bacilos...
Ahora bien: la boca encierra miríadas de microbios,
algunos muy nocivos: tales como los de la difteria
(membrana), neumonía, erisipela, etc.
Si el individuo es suficientemente vigoroso esos microbios no causan enfermedades, pero sí carian los
dientes, descomponen los restos de los alimentos que,
después de la comida, permanecen detenidos en los
muchos rincones de la boca. Sobrevienen entonces
dolores de muelas, a menudo abscesos, y en seguida
los dientes se quiebran. Perder los dientes parece nada; en realidad, es un desastre; porque sin ellos es
imposible mascar convenientemente. Pues bien: el
alimento imperfectamente mascado, daña al estómago, y no se aprovecha (15).
Enjuágate la boca después de cada comida y, sobre
todo antes de acostarte, porque si aquélla no está
limpia, los microbios gozarán a sus anchas toda la noche.
Usa en primer lugar él mondadientes de pluma de
ave, y nunca uno metálico. E n seguida, con un cepillo untado en buen jabón blanco frota en todo sentido, a fin de limpiar los dientes, fortificar las encías y
desgrasar la lengua. Por último, enjuágate con elixir
dentífrico.
Hecha esta limpieza, prívate de tomar dulces entre
las comidas; de lo contrario, será menester empezar
de nuevo.
Evita llevar a la boca los dedos, el portaplumas o el
lápiz: estos objetos no están nunca limpios.
14
Por precaución consulta a un dentista cada seis
meses. Sólo él puede descubrir una carie que principia. Gastar en el cuidado de la boca, es el mejor de
los gastos.
I I . CUIDADOS DE LAS OREJAS.—Enrolla un poco de
algodón hidrófilo bien limpio sobre un fósforo; mójalo en alcohol o agua de Colonia, y con él frota suavemente él interior del pabellón de la oreja.
I I I . CUIDADOS DE LOS CABELLOS.—No los pengas demasiado cortos. Cada mañana desenrédalos, primero,
con un peine ralo o escarpidor; pémalos suavemente
con otro fino o espeso (no importa que arranques algunos; volverán a salir más tupidos d e s p u ^ ) ; por
último, frótate la cabeza réciamente con un cepillo
duro y muy limpio; cada quince días jabónala en agua
caliente; en seguida, sécala bien, y unta los cabellos
con brillantina, si están demasiado secos.
IV. CUIDADOS DE LAS UÑAS.—Deberás conservarlas
cortas, jamás de luto, si no quieres ser tenido por un
niño mal educado.
V . CUIDADOS ÍNTIMOS.—Si los microbios viven en la
boca por miñadas, son todavía mucho más numerosos
en el estómago, en los intestinos y en la vecindad de
los orificios por los cuales expelemos los residuos sólidos y líquidos de la digestión.
Así que hayas concluido tu compostura, no olvides
ir al tocador para sentarte sobre la palangana especialmente destinada a este uso, y lávate bien.
La boca es el Paraíso de los microbios
PRESERVAR
LOS D I E N T E S E S CUIDAR
EL
ESTOMAGO
15
5.—No temerás el calor ni el frío; pero sí los
enfriamientos
Las enfermedades causadas por el frío son raras;
las que provienen de los enfriamientos son. numerosas
y a menudo graves. No tengas, pues, mucho miedo
al frío; pero sí teme los enfriamientos.
Deberás temerlos, sobre todo, cuando estés transpirando, o aún ligeramente húmedo. Entonces múdate
de vestidos y de ropa interior; o sécate, poniendo el
cuerpo al sol, y la cabeza a la sombra. E n todo caso,
evita con cuidado colocarte en una corriente de aire;
por ejemplo, entre una puerta y una ventana abiertas.
Si estás empapado de lluvia, más bien que pararte,
continúa andando hasta que puedas quitarte los vestidos mojados, o introduce bajo éstos una hoja de
papel grueso.
Si tienes sed, cuando estás bañado en sudor, acuérdate a tiempo que es peligroso tragar bruscamente
un vaso de agua fría; bébela a tragos, dándole ocasión de calentarse en la boca, o mejor toma una bebida tibia, y te refrescará lo mismo, sin exponerte a
ningún riesgo.
Un medio sencillo de precaverse contra los enfriamientos, es endurecerse, hacer de modo que el cutis
sea menos sensible a los cambios de temperatura.
Para endurecerte sal en todo tiempo; acostúmbrate
a no temer el frío, ni el calor, (a menos que sean muy
extremos), ni el viento ni la lluvia.
Por otra parte, aprende a cobrar afición al agua
fría: te fortalecerá, te dará mejillas sonrosadas y
brazos vigorosos.
16
Para esto, en todas las estaciones, lociónate en la
mañana de la cabeza a los pies con una toalla húmeda
(7 bis). E n verano, báñate en agua fría.
Para que un baño frío sea saludable, no lo tomes
en ayunas, ni menos de tres horas después de una comida abundante; meterse en el agua inmediatamente
después de haber comido, es querer matarse. Si uno
está transpirando, no debe esperar secarse, pues de
otro modo, coge una enfermedad.
Echate, pues, al agua con resolución, y de golpe;
zambúllete completamente.
E n seguida, ejercítate en nadar; este ejercicio puede serte útil en muchas circunstancias de la vida.
No prolongues tu baño más de diez minutos, o
quince, a lo más; termínalo cuanto antes, si no entras
en calor después del primer escalofrío. Vístete rápidamente, y haz la reacción por una caminata a buen
pas>''.
Ultima recomendación. Ningún baño frío, si estás
indispuesto o muy fatigado.
Muchas personas se resfrían, y atrapan catarros,
dolores de garganta o de oídos, únicamente por el
frío a los pies. Conserva, pues, siempre los pies calientes.
Para conseguir este objeto, manténlos secos (medias o calcetines y calzado secos y limpios); y endurécelos.
Para endurecerlosJ en todas las estaciones, por la
noche, antes de acostarte, sumérgelos un instante en
agua muy fría, y sécalos, restregándolos vigorosamente con una toalla áspera.
17
Acostúmbrate, en verano, a andar con sandalias,
sin medias o calcetines: no hay nada más fortificante.
El baño frío no es beneficioso, sino cuando se tiene
el cuerpo caliente durante el baño y después dé él.
EL
CALOR
DEBILITA,
ENERVA;
EL
VIGORIZA
FRIO
FORTIFICA,
6.—Usarás ropa interior limpia, y vestido amplio
y liviano
Hay, además, otro medio de fortalecerse, que consiste en abrigarse con moderación en invierno.
Estudiemos, pues, lo concerniente a los vestidos.
R O P A INTERIOR.—Es su objeto, sobre todo, absorber el sudor, a fin de precavernos contra los enfriamientos.
Para esto, la camisa de algodón basta a las personas sanas. Si uno transpira abundantemente, o está
expuesto por oficio a la humedad, a la lluvia, o a las
corrientes de aire, conviene llevar debajo una camiseta de algodón o de hilo.
La franela preserva mejor todavía, pero tiene el
grave inconveniente de volver el cuerpo muy sensible. Si quieres ser rudo y fuerte, no te acostumbres,
pues, a la franela; déjala para los valetudinarios, para las personas propensas por su desgraciado temperamento a los catarros y reumatismos.
VESTIDOS.—Es su objeto mantenernos abrigados,
en invierno, y frescos en verano.
3-Higiiene.
18
Para tenemos abrigados, deben ser hechos de tejidos de lana (paño o punto), y deben ser flexibles y
livianos, y de color obscuro, de preferencia azul.
La lana (franela delgada), es, igualmente, el tejido que en verano protege mejor contra el calor y
los enfriamientos, comunes en esta estación. H e ahí
por qué los árabes usan el albornoz de lana, y los ciclistas el calzón de punto, con mallas anchas. Sin embargo, para trabajar bajo la influencia de un calor
excesivo, se puede adoptar el hilo o el algodón, con
tal que se vuelva a usar la lana, en el reposo. Color
claro, blanco puro, o blanco tirando al amarillo o
gris.
Los vestidos deben ser amplios (sin embargo, no
demasiado en invierno), a fin de dejar penetrar el
aire en todas partes, y de no estorbar ninguna de nuestras funciones. Nada que constriña; ni cuello alto
que estrangule; ni cinto para el hombre (usar tirantes) . Para la mujer nada de corsé o uno bajo apoyado
en las caderas; ni ligas.
Sombrero de paja, en verano; de fieltro blando, en
invierno. E n todo tiempo liviano, que no comprima
la cabeza y con alas bastante anchas. No te lo pondrás jamás en casa; y fuera de ella no tiene otro objeto que resguardarte del sol ardiente, del polvo o
de la lluvia.
E n verano, sandalias (5) o zapatos de lona; en invierno, calzado de cuero, con cordones, tacón bajo,
punta redondeada, bastante largo y ancho para que
los dedos estén cómodamente. Repetimos una vez
más: nada que oprima. Zapatillas de caucho cuando
el suelo está húmedo; zuecos, en el campo.
17
R E G L A GENERAL.—Abrígate poco en las habitaciones; ni mucho más fuera de ellas, si caminas; pero
abrígate bastante cuando permanezcas inmóvil (en
carruaje, por ejemplo).
R E G L A S P A R T I C U L A R E S A LAS E S T A C I O N E S . — C ú b r e t e
ligeramente, en verano y en invierno, con moderación,
lo preciso para abrigarte; pero no para transpirar
caminando, porque así atraparás seguramente, cualquier día, un enfriamiento. Por la misma razón no
uses impermeables (vestidos con pieles o con caucho),
salvo, naturalmente, contra la lluvia. Ni pañuelo de
seda, ni bufanda, si quieres evitar los resfríos. No
te abrigues con demasiada anticipación en otoño;
los primeros fríos te curtirán f no te descubras demasiado temprano, en primavera: los primeros calores son traicioneros.
LIMPIEZA.—Es inútil lavarse el cutis si uno tiene
vestidos sucios.
Cambia, pues, de ropa interior cada dos días, a lo
menos; y más a menudo, si transpiras abundantemente.
E n las mañanas cepilla con prolijidad tus vestidos
delante de la ventana abierta, a fin de no respirar
el polvo que es no sólo sucio, sino también nocivo (9).
Una caminata rápida, abriga más que un sobretodo
AL E N T R A R LA P R I M A V E R A , NO T E DESABRIGUES
DEMASIADA ANTICIPACION
CON
se
7.—Conseguirás mucha resistencia por medio
de ejercicios frecuentes
No basta para conservarse sano estar limpio por
fuera; es menester también estarlo por dentro.
La limpieza interna se obtiene por el ejercicio. En
efecto, la máquina humana, como cualquiera otra,
se embota en la inmovilidad. El ejercicio, (la carrera,
sobre todo), hace circular la sangre muy rápidamente; de este modo, efectúa un verdadero lavado de to
do nuestro organismo, e impide la formación de residuos. Nos precave así contra una categoría entera
de enfermedades (obesidad, gota, arenillas, diabetes, arterio-esclerósis) que, aunque no causadas por
microbios, son molestas y a menudo peligrosas.
Además, el ejercicio desarrolla en nosotros la fuerza muscular y la resistencia a la fatiga. E l individuo
entrenado (habituado al ejercicio), es capaz de suministrar una suma de trabajo mucho más considerable que el que vive, ordinariamente, en la inacción, y
puede ganarse la vida con menor esfuerzo y mayor
provecho.
Mira, pues, el ejercicio como un deber de cada día,
necesario para conservarte en perfecta salud, y ponerte en las mejores condiciones de luchar por la existencia.
El niño hace ejercicio cuando corre, salta, trepa,
lucha con sus camaradas... cuando juega con el aro,
en la barra, a la pelota, etc.
E n los recreos, no imites al hombre serio que con-
21
versa caminando a paso grave; juega a tus anchas:
ello es propio de tu edad.
Desde diez a doce años, la bicicleta podrá también
divertirte; pero no ensayes andar con velocidad o hacer muy largas carreras: se resentirá tu corazón.
Más tarde será excelente bogar ; asimismo patinar
en invierno; y en verano hacer largos paseos a pie,
jugar tennis, y ejercitar todos los deportes al aire
libre. La esgrima y el baile son menos buenos, porque se practican en habitaciones donde se respira aire
vicikdo. Tienen el mismo inconveniente el palo, el
boxeo, la savate (a); pero estos ejercicios son eminentemente útiles para defenderse cuando uno es agredido. E n fin, no menosprecies la jardinería: es un trabajo de lo más sano y entretenido, para quien sabe
deleitarse en las cosas de la naturaleza.
No hagas un ejercicio violento después de levantarte de la mesa; interrumpirías tu digestión. Modera
el ejercicio si te fatiga con extremo, o si es seguido de
disminución del apetito, de insomnio o fiebre. Es menester no abusar de las mejores cosas. Modéralo, sobre todo, si estás obligado a trabajar mucho intelectualmente; cuando el cerebro está muy fatigado, el
ejercicio no lo alivia: lo agota todavía más.
La mayor parte de los ejercicios que acabamos de
enumerar, tienen un inconveniente: no ponen en acción la totalidad de los músculos del cuerpo. Este
resultado no puede obtenerse, sino por una gimnástica metódica.
(a)
Lucha a puntapiés.
22
Conságrale, pues, un cuarto de hora cada mañana.
¿Es demasiado exigirte un cuarto de hora para desarrollar la fuerza, la salud y la belleza?
A cada edad corresponde su género de ejercicio
EL
EJERCICIO
ES
UN
VEHDADEftO
BAÑO
ÍNTEíilOK.—
(Dr. Monteuuis)
8.—Exonerarás el cuerpo a hora fija, exactamente
E l ejercicio no hace sino lavar la sangre. Esto sentado, importa mucho limpiar también los intestinos.
Cuando los residuos de los alimentos se detienen
ahí mucho tiempo, se descomponen y nos envenenan
sin que nosotros lo sepamos. Habitúate, pues, a tener
una deposición cotidiana y suficiente. Con este objeto acude al retrete, aún cuando no tengas deseos,
todos los días, a una misma hora; de preferencia en
la mañana, poco después del desayuno. Si algunos
esfuerzos moderados no surten efecto, difiere el acto
para el día siguiente, a la misma hora. Persevera y
comprobarás pronto que la necesidad se hace sentir
a la hora antedicha; y que se vuelve imperiosa como el
apetito, cuando uno se sienta a la mesa.
Es muy recomendable para ayudar a la exoneración del vientre, beber en ayunas un vaso de agua
fresca, o comer uvas o una naranja. E n ayunas también, hazte fricciones del vientre con una toalla mojada en agua fría, v practica gimnástica metódica
(7 bis).
23
Come abundantemente en el desayuno. Acostúmbrate a alimentos laxantes en todas las comidas: pan
moreno; legumbres verdes y frutas frescas, en verano; nueces, ciruelas, miel, pan de especias, en invierno; mantequilla o leche cuajada (queso blando) en
el desayuno y en las once, (17).
Hay tres signos de buena salud: cabeza fría, pies
calientes, y vientre libre.
9.—Quitarás el polvo frotando con un lienzo
húmedo
Se tiene el hábito muy arraigado de respirar el polvo, a lo cual no se da ninguna importancia. E s un
mal hábito, porque el polvo transporta innumerables
microbios; se han contado dos millones en un gramo
de polvo, proveniente de una pieza habitada. Por cierto, esos microbios no son todos perniciosos. Los que
el viento levanta de las carreteras han sido muertos
por el sol; pero la mayor parte de los que se depositan
en nuestras habitaciones, viven ahí mucho tiempo,
como tres meses, y aún más los microbios de la tuberculosis, difteria, neumonía y cólera-morbo, etc.
E s menester, pues, primero: alejar de nuestras habitaciones todo lo que pueda contener esos huéspedes
maléficos: colgaduras, cortinas de camas y de ventanas; sobre todo, tapices clavados (con ellos el aposento mejor tenido no es casi más limpio que la calle);
y segundo: al practicar la limpieza doméstica, no le-
24
vantar el polvo. Usar un lampazo o un cepillo mojados para el piso y un paño húmedo para las paredes;
enjugar suavemente los muebles, en lugar de sacudir
el polvo a plumerazos; y en seguida quemar el polvo
así recogido.
Recomendación muy importante: nunca escupas en
el suelo, ni en tu casa ni en la calle, porque cuando los
esputos se desecan, los gérmenes de enfermedades
que contienen (especialmente de la tuberculosis),
voltejean en el aire, y van a contaminar a las personas que los respiran.
Cuando escupes en el suelo, es como si lo hicieras en
la boca de tu vecino.—Dr. Hericourt
10.—Inundarás de aire y sol las piezas de tu
vivienda
E l hombre no se nutre sólo con alimentos, sino también con aire y luz. E l sol, que mata los microbios,
alienta y vigoriza al hombre que, como la planta, languidece, se debilita y enferma en la sombra.
No vaciles, pues, cuando seas adulto, en hacer
cualquier sacrificio para tener una vivienda asoleada;
es dinero ganado de antemano, porque economizarás
gastos de médico. Que las ventanas sean anchas y
alcancen hasta el techo, y no pongas en ellas ni tapicerías ni cortinas, sino sólo cortinillas; que las paredes y los techos sean blancos o apenas teñidos, pintados al aceite o con cal, mejor que tapizados con papeles, que se ensucian o se rasgan. Pero, cualquiera
25
que sea tu vivienda, haz de modo que en ella circule
el aire constantemente.
Donde tengas chimeneas, guárdate de taparlas o
de bajar la cortina; las chimeneas desalojan el aire
viciado a centenares de metros cúbicos por hora.
Cuando el frío o la humedad te obligue a encerrarte, no olvides, cada vez que salgas, de establecer corrientes de aire, que sanearán la vivienda en tu ausencia. Cuando haga calor, vive día y noche con la
ventana abierta (20). Báñate de aire y de sol: es la
alegría, es la salud.
Allí donde el sol y el aire no llegan, entrará
la enfermedad
11.—Respirarás aire puro, conservando la boca
herméticamente cerrada
Se puede fácilmente vivir dos días sin comer, pero
no dos minutos sin respirar. Es, pues, más necesario
respirar bien que comer bien.
Para respirar útilmente, es menester, primero: saber respirar; segundo: respirar aire puro.
S A B E R RESPIRAR.—Cada órgano tiene su función:
la boca está destinada para comer; la nariz para respirar. Acostúmbrate, pues, a respirar por la nariz;
así te preservarás de muchos resfriados y anginas.
Diez veces en el día, a lo menos, harás respiraciones profundas (7 bis), para desarrollar los pulmones: un pecho amplio asegura salud y larga vida.
R E S P I R A R AIRE PURO.—Para esto es necesario, no
26
solamente ventilar las habitaciones por medio de las
ventanas y chimeneas (10), sino también evitar todo
lo que pueda viciar el aire.
Así, pues, no conserves en las piezas agua de tocador o de vajilla, ni desperdicios de ninguna especie.
No consientas tampoco los animales domésticos, porque el aire que exhalan, es un verdadero veneno; ni
caballerizas en las casas, ni estercoleros en los alrededores. E n invierno desconfía de aparatos de calefacción con gas o petróleo, de caloríferos con aire caliente, y aún de braseros y rejuelas (braserillos).
Ningún calorífero, móvil sobre todo. Volver al calorífero común, con hogar abierto sobre el cual hierve permanentemente una cacerola llena de agua.
Cuando se pueda pagar el lujo, es preferible la chimenea; basta para suministrar los 14 ó 16 grados necesarios en una habitación. Este modo de calentar
jamás ha asfixiado a nadie.
El aire impuro envenena de una manera lénta,
insidiosa, pero segura
12.—Alejarás todo parásito, para evitar
enfermedades virulentas
Los animales domésticos no solamente nos acarrean
perjuicios, viciando el aire que respiramos, sino también nos transmiten a veces enfermedades, algunas
muy peligrosas. Así es como el perro y el gato pueden, lamiéndonos, transmitirnos la rabia. Acostándolos en nuestras camas, nos arriesgamos a coger la tuberculosis, la sarna, o la tiña. Transportan algunas
27
veces en sus Délos, gérmenes de la viruela, sarampión
escarlatina, etc., gérmenes que respiramos, al acariciarlos. Esto no quiere decir que debamos privarnos
de esos amables compañeros; pero es necesario alejar
a los que no conocemos o a los que parecen enfermos.
E l caballo o el buey nos comunican indirectamente el tétano; las gallinas o las palomas, ciertas difterias; y las cotorras una variedad de neumonia infecciosa. Las moscas depositan sobre los alimentos los
microbios de la tuberculosis, de la fiebre tifoidea o del
cólera-morbo. Cuando nos pican, pueden inocularnos
el carbunclo; de igual modo que ciertos mosquitos,
los gérmenes de la fiebre intermitente o de la fiebre
amarilla. Por fin, algunos insectos (pulgas, piojos,
chinches), nos comunican la peste bubónica y ciertas
formas de fiebre tifoidea y de tuberculosis. Investigaciones recientes han comprobado que las chinches pueden también inocularnos la lepra.
Desconfía de los animales y expulsa los
parásitos por una limpieza meticulosa de tu persona
y de tu casa
13.—Escogerás tus comidas con precaución
y discernimiento
Se dice a menudo que el estómago es caprichoso.
No lo es de suyo, pero se vuelve fácilmente caprichoso cuando se le hace digerir siempre unas mismas cosas. Aprende, pues, a comer de todo: te servirá en muchas ocasiones de la vida.
28
Poder comer de todo no nos dispensa, sin embargo,
de escoger, aún teniendo libertad para alimentarnos
a nuestro gusto. L a regla fundamental para escoger
los alimentos, es la que sigue: preferir los alimentos
nutritivos a los excitantes.
Se cree comúnmente que un alimento es tanto más
nutritivo, cuanto más fuerzas nos comunica o parece
comunicarnos inmediatamente después de ingerido.
Esto es un error. E l café, por ejemplo, tan pronto
como es bebido disipa la fatiga, y permite continuar
el trabajo interrumpido. Sin embargo, es apenas nutritivo, porque sería imposible vivir mucho tiempo
únicamente con esta bebida. Las fuerzas que da el
café, son, pues, en gran parte ficticias.
Ocurre algo análogo con el te, el alcohol y las bebidas espirituosas, como el vino; y también con la
carne y el pescado que, aunque bastante nutritivos,
no lo son suficientemente para compensar la actividad que nos hacen gastar; en efecto, los enfermos
que no comen sino carne, a causa de no poder digerir ninguna otra cosa, están siempre flacos y fatigados.
Desconfía, pues, de los alimentos o bebidas que
reaniman casi inmediatamente las fuerzas. Estos son
excitantes que, a la inversa de los alimentos nutritivos, nos hacen gastar más materiales nutricios que los
que ellos nos proporcionan, y, por consiguiente, nos
consumen y acortan la existencia.
29
Come de todo y no abuses de nada
Si quieres vivir mucho, no comas carne sino con
moderación, (18); no bebas alcohol (19); no bebas
vino, café o te, sino cuando tengas que hacer un esfuerzo (16).
La base principal de tu nutrición la constituirán
los alimentos siguientes. E n su mayoría son muy nutritivos y te darán fuerzas reales.
1 . ° P A N . — E l moreno, es más nutritivo, digestible
y sabroso que el blanco. Debemos desechar este último, porque contribuye incontestablemente a causar
el estreñimiento, fuente de tantos malestares y enfermedades en los tiempos modernos. E l pan blanco se hace con harina muy cernida, esto es, privada
del salvado, el cual contiene gluten o materia azoada,
fosfatos alcalinos y sales calcáreas, indispensables
a la constitución de los huesos y dientes, y al mantenimiento del organismo. Se sabe hoy que la falta de
buena mineralización del medio interno, predispone
a la tuberculosis. Cabalmente por esto, en la actualidad, se prescriben sales calcáreas para realizar una
de las mejores terapéuticas contra la temible enfermedad. E l profesor Gautier atribuye principalmente
al consumo del pan blanco, la debilidad de la salud
general, en Europa.
2 . ° F A R I N Á C E O S : macarrones, pastas alimenticias;
arroz y harinas de trigo, cebada, avena, maíz, en sopas o en entremeses; papas, castañas; legumbres secas (lentejas, guisantes, judías (fréjoles), habas).
3 . ° L E G U M B R E S FRESCAS: (zanahorias, nabos, espi-
30
nacas, coles, puerros, etc.), ensaladas cocidas y crudas. Agréguese a estas legumbres, sobre todo en invierno, mucha mantequilla, grasa, tocino o aceite
frescos.
4.° H U E V O S ; L E C H E , bajo todas sus formas, entre
éstas, los quesos.
5." F R U T A S FRESCAS, bien maduras y azucaradas (cerezas, fresas, ciruelas, uvas, manzanas, etc.) No
comas sino las que conozcas bien, y no te tragues jamás los huesos.
6 . ° F R U T A S SECAS, (nueces, pasas, ciruelas, higos, y
dátiles;) y manjares azucarados, miel, confituras; no
abuses de ellos, porque son extremadamente nutritivos.
OBSERVACIÓN I M P O R T A N T E . La mayor parte de las
alimentos que acabamos de enumerar, son mucho más
baratos que la carne, el alcohol o el café. La abstención de los excitantes aprovecha, pues, tanto al bolsillo como a la salud. Es asunto digno de ser meditado.
La alimentación excitante fatiga y desgasta;
La nutritiva, sostiene y nutre
14 —Observarás sobriedad; pero con mayor estrictez en verano
H a y casi siempre en los alimentos dos partes que
considerar: una para nuestras necesidades reales;
otra para la golosina. Sólo la primera es necesaria a
29
la vida; la segunda, mantiene las enfermedades presentes, o prepara las venideras.
Para estar seguro de no exceder la parte de las
necesidades reales, te bastará:
1.° Mascar perfectamente, y sin beber; a lo menos, al principio de las comidas (15).
2.° Limitar en cada comida el número de platos a
dos; tres, a lo más (17).
8.° Excluir los manjares que incitan a comer sin
ganas; las bebidas que estimulan a beber sin sed (16).
Por consiguiente, evítese la cocina refinada con especias; pimienta, mostaza, pepinillos, etc. y úsese poca sal.
4.° Acuérdate que para el que tiene buen diente,
comer bastante, ya es demasiado. Levántate, pues,
de la mesa con un poco de apetito.
Como las tres cuartas partes de los alimentos son
utilizados en mantener el calor del cuerpo, se requiere indispensablemente ser aún más sobrio en el verano que en el invierno. L a mayoría de las enfermedades que se atribuyen a los calores se deben, en realidad, a los excesos de alimentación o a los abusos de
las bebidas frías. E n verano, quédate, pues, más que
nunca con apetito y . . . con sed.
L a miseria, cercada de todos sus horrores, no ha
enviado tanta gente al sepulcro como el exceso en el
comer. Esto quiere decir que la disolución aplicada
a la mesa, la idolatría de la gula, son más funestas a
la humanidad que la desolación del hambre, porque
no hay vicio, aunque sea fastuoso, al cual la naturaleza no ponga delante su esqueleto.
La glotonería ha muerto más hombres que la espada
32
15.—Mascarás bien los alimentos y tragarás
lentamente
Si comer poco es provechoso, masticar mucho lo es
más: ello es de tal manera esencial a la dig-estión, orne
será tiempo perdido escoger la comida, v limitar el
número de los platos, si no se mascan suficientemente
los alimentos.
Los alimentos mal triturados fatigan el estómago
a la larga; y cuando uno lo advierte, es tarde para remediarlo; en lugar de ser asimilados, fermentan en
los órganos digestivos, y nos envenenan; en fin, no
nos aprovechan. La imperfecta masticación prepara
y mantiene tantas enfermedades como la glotonería.
Aprende, pues, a mascar; decimos "aprende", porque estamos seguros de que no lo sabes. Aprende a
mascar el pan, primero; lo demás vendrá espontáneamente. Cómelo aparte, (sin mezclarlo a los otros alimentos) y por grandes bocados; tritúralo con paciencia treinta, cuarenta veces; paséalo por la boca
para que se impregne de saliva; no lo tragues, sino
cuando esté transformado en una papilla.
Obra de igual modo con todos los alimentos y bebidas; mastica la leche, agitándola largamente en la
boca cerrada; mastica las sopas, los purées, los picadillos, etc. Por fin, masca sin beber; por lo menos,
al principio de las comidas; sólo de esa manera la
masticación es realmente perfecta.
Más vale no comer, si no se masca bien
33
16.—Beberás agua pura por sorbos, sólo al fin de
las comidas
Nada apaga mejor la sed que el agua pura.
No te creas obligado a beber vino, sidra, cerveza,
café o te, para obtener fuerzas. Puedes pasar sin ellos.
F i j a la atención en los animales: beben agua, y son
más vigorosos y sanos que nosotros. E n todo caso,
no tomes ninguna de esas bebidas antes de los doce
años; son nocivas para los niños.
Bebe, pues, agua; agua pura, si está bien limpia;
en caso de duda o de epidemia, agua hervida, o una
infusión enfriada de regaliz, tilo, hojas de grosella,
etc., más bien que agua filtrada.
Con una alimentación sencilla y con pocos condimentos, bastarán un vaso o dos para saciar la sed.
Bébelos al fin de las comidas a tragos, poco a poco,
y dejando tiempo al agua para entibiarse en la boca.
Sin embargo, si tienes en el día sed ardiente, bebe
ya una media hora antes de las comidas, ya tres horas
después; o de nuevo por la mañana, en ayunas; pero siempre pausadamente.
Cinco sorbos de agua tomados en cinco minutos,
quitan la sed mejor que un gran vaso, tragado de una
vez.
El agua pura es el mejor antídoto de la sed
u
17.—Tomarás tres comidas cotidianas; la de la
tarde poco abundante
Deben distribuirse y prepararse las comidas de manera de no tener jamás demasiado apetito al sentarse
a la mesa.
Para esto bastan, generalmente, tres comidas al
adulto ; cuatro son necesarias para el hombre que hace trabajos de fuerza, y para el niño.
Por la mañana, comida confortable. E n verano,
pan y frutas frescas. E n invierno, ya sopas, y después
pan y mantequilla o queso, o compotas; ya café con
leche, o leche azucarada, o leche cuajada y pan con
mantequilla; ya pan y frutas secas (13) o miel con
una infusión caliente.
A las once de la mañana o al medio día, comida
substancial. Una legumbre fresca, primeramente;
después, ya farináceos (13), ya huevos, ya carne o
pescado (18); y por fin, un solo postre. A las cuatro
de la tarde, si hay costumbre, las once: pan y frutas,
o mantequilla, queso, leche cuajada, miel, chocolate....
y un vaso de agua o de leche.
A las siete de la tarde, comida ligera: sopa espesa; después, legumbres o ensaladas, (se pueden suprimir, si uno está fatigado o padece habitualmente
de insomnios), entremeses o postres; ni carne ni pescado; raramente huevos; nunca café ni te.
Quien duerme, come; y quien come demasiado,
duerme mal
se
Lavarse las manos antes de las comidas; después,
enjuagarse la boca. Entre las comidas, beber si uno
tiene sed (16); pero no comer nada sólido, so pena de
interrumpir la digestión.
Mientras más viandas se sirven a la mesa, es
más necesario tomar remedios
18.—Te abstendrás de carne en la tarde, porque
causa envenenamiento
H a y varias clases de venenos. Unos, matan en algunas horas; otros, alteran lentamente nuestras funciones vitales. L a carne es uno de estos últimos. No
es sólo un excitante que agota, sino también un veneno insidioso, y que vence a la larga.
Tenemos la prueba en que, andando, muchas personas, de cierta edad, padecen anhelación o latidos
cardíacos, y en la noche, despiertan con ahogos; pero
apenas dejan de comer carne, ven desaparecer esos
malestares.
Las jaquecas y la fatiga de la mañana con boca
amarga y fetidez del aliento, son causadas, muy a
menudo, por los venenos de la carne. La razón es
que, durante el sueño, los órganos encargados de destruir esos venenos descansan, como todos los demás,
y no nos protegen contra ellos.
Por esto decimos: nada de carne ni pescado en la
tarde; poca carne a medio día (cien gramos más o
36
menos) ; y que sea muy fresca, sobre todo, en orden
al consumo de ternera, puerco, carnizas, (sesos, lechecillas, hígado, ríñones, tripas), salchichería, conserva, caza y pescado.
Para los niños hasta seis o siete años, a lo menos,
la carne será ventajosamente reemplazada por leche,
huevos, quesos, legumbres secas, y buen pan, ya
moreno, ya completo.
Más vale el régimen que la medicina
19.—Te privarás resueltamente del alcohol y del
tabaco, porque son venenos
El alcohol es un veneno del cuerpo: mata a traición;
a su paso por el hígado y los ríñones altera grave e
irremediablemente estos órganos, y además, prepara
el camino a la tuberculosis y a la arterio-esclerósis.
El alcohol es un veneno del sistema nervioso: embrutece la inteligencia, y conduce a la locura; agria
el carácter; arrastra a la violencia, y a menudo, también al crimen.
El alcohol es un veneno social: degrada los individuos, y los arroja a la miseria. Aniquila la raza: considera lo que son los niños y nietos de los bebedores.
Pero no creas que sólo los borrachos están expuestos a esos peligros. Uno se vuelve perfectamente alcohólico aún sin embriagarse jamás: simplemente por
el uso habitual, cotidiano de bebidas, que contienen alcohol. Esto es lo que el profesor Grasset, de Montpe-
37
llier, llama el alcoholismo insidioso e inconsciente de
las clases elevadas.
Jamás bebas vino ni aguardiente, en ayunas; sobre
todo, ningún aperitivo antes de las comidas; ni en el
curso de éstas, vino puro; ni licores después, sino
café azucarado, si tienes necesidad de confortarte
(13). Las bebidas llamadas higiénicas son alcohólicas ;
un litro de vino común, dos de cerveza y tres de sidra,
contienen tanto alcohol como un vaso de aguardiente.
E l tabaco es menos temible que el alcohol; sin embargo, es un hecho comprobado que debilita la memoria, altera las funciones digestivas, y puede determinar perturbaciones graves del corazón y de la vista.
Por otra parte, ¿por qué fumar? Para "imitar a
los demás", responderás tú. ¿No sabes que "imitar
a los demás" es propio de personas sin voluntad? Repara en los adultos que han contraído este hábito
fatal: deben renunciar a él, a causa de los males que
acarrea para la salud; a menos que hayan tomado
las precauciones siguientes: no aspirar jamás el humo, abrir las ventanas mientras fuman, y no fumar
jamás en ayunas.
El alcohol conduce a la miseria, a la locura y al crimen
20.—Dormirás en la noche con la ventana
abierta
H a llegado la hora de acostarse. Veamos cómo debe ser la habitación, donde respirarás durante el tercio del día consagrado al descanso.
38
Escogerás para dormitorio una pieza que dé a la
calle (o por lo menos, a un patio aireado y asoleado),
y tanto como sea posible, orientada al norte, y que
no esté situada en el piso bajo.
Ni alcoba ni cortinas en la cama. Catre de fierro o
bronce; sommier metálico; un solo colchón (la cama
blanda, enerva), una almohada de poco espesor; coberturas livianas y abrigadoras; un edredón, (a falta de él, un diario grande), de medio cuerpo abajo
solamente. E n esta habitación no consentirás flores, plantas, animales ni perfumes de tocador (11).
Antes de acostarte, enjuágate la boca (4); quítate
la ropa interior del día, la franela si la usas, ponte
una simple camisa de dormir, de algodón, y no de
lana, con cuello ancho y puños estrechos. No acostumbres gorro de noche, ni pañuelo de seda, ni escarpines; una bolsa a los pies si, a pesar de las fricciones
(5), no consigues calentarlos.
Por fin, abre las celosías y ventanas, en verano;
sólo éstas últimas en invierno; protegiéndote, en caso
necesario, por un biombo al pie de la cama. No las
mantengas cerradas, sino en tiempo de frío extremo
o humedad penetrante; entonces haz la ventilación
por la chimenea (10) o por una pieza vecina.
Pero aún así y todo, haz la ventilación, porque el
aire que exhalan los pulmones, es un veneno muy nocivo para respirar.
El que duerme habitualmente en una pieza cerrada,
envenena un buen tercio de su eansténcia
39
21.—Cuando enfermes, te cuidarás sin retardo,
inmediatamente
Observando nuestras reglas de higiene, te préservarás de la mayor parte de las enfermedades; pero
las circunstancias de la vida son a veces tales que fuerzan a separarse de ellas. Por ejemplo, puedes verte
obligado a aceptar una mala alimentación o a fatigarte con exceso; entonces tu organismo se vuelve
incapaz para rechazar el mal que le acecha.
E n verdad, no es menester que seas aprensivo, y te
quejes de la más leve dolencia; pero tan pronto como
te sientas seriamente aquejado, no vaciles en llamar
médico. Cuidándote en seguida con inteligencia, evitarás a menudo una enfermedad larga, ruinosa para
el cuerpo y el bolsillo.
Por otra parte, no prolongues un mal, aiín inPanificante, que se obstina en no curar; pueden resultar,
de un día a otro, complicaciones temibles1: un oído
que supura provoca una meningitis; un resfriado que
se descuida, degenera en enfermedad pulmonar, etc.
E n fin, cuando estés enfermo no temas sólo por
ti, sino también por tus acompañantes, y los demás.
Acuérdate que todo lo que secreta el cuerpo, es un
veneno que transmitirá tu enfermedad a lo lejos, si
no se toman las precauciones necesarias de desinfección. No propagues, pues, tu enfermedad.
No descuides una enfermedad que comienza; desconfía
de una enfermedad que no termina
40
22.—Así conservarás la salud y vivirás hasta cien
años
H a n observado los biólogos que en los animales
que viven en estado salvaje y mueren de muerte
natural, la duración de la vida es igual a cinco o seis
veces la duración del crecimiento.
E l hombre demora más o menos veinte años en
crecer y llegar a su completo desarrollo. Normalmente debe, pues, vivir cinco veces veinte años, esto
es, cien años, como mínimo.
E n efecto, cuando el hombre ha escapado a los accidentes o enfermedades; cuando sabe cuidar el cuerpo y el espíritu vive cien años y más: hay ejemplos
auténticos de individuos que vivieron ciento cuarenta
y ciento cincuenta años.
E n verdad, no todos los hombres, al nacer, están
destinados a alcanzar estas edades avanzadas. De
igual modo que uno nace pobre o rico en dinero, otro
nace pobre o rico en años por gastar.
Los hombres de contextura delicada prolongan su
existencia, si saben economizar sus pequeñas reservas
vitales. Pero, cosa notable, la mayor parte de los ricos
mueren relativamente temprano, y los que lleq-an a
centenarios, son la rarísima excepción. De igual modo que la enfermedad, la muerte no viene, generalmente, por sí sola. Los ricos apresuran su llegada
malgastando a tontas y a locas el grueso "capital
de vida" que han heredado de sus padres: son pródigos, que merecen su suerte.
Todo el secreto del arte de prolongar la vida, es no
acortarla
41
CONCLUSION
Dijo un filósofo mucho tiempo ha: el hombre no
muere; se mata. (Séneca).
Se mata por los excesos de todas clases que le agotan prematuramente; excesos de más o de menos en el
comer o en el beber, en el trabajo o en el descanso,
en los placeres, etc. Se mata, descuidando mantenerse limpio exterior e interiormente y viviendo privado del aire puro y de la luz solar.
Para preservarte de enfermedades y alcanzar larga
inda, sé, pues, limpio en todas partes, y moderado,
en todo
Observa en todo un justo medio
APENDICE
ATENCIONES H I G I E N I C A S DE LA MAÑANA (7 bis.)
(Adición al mandamiento 7)
A.—Te levantarás tan luego como hayas desperta
do bien, porque no es saludable hacerlo amodorrado.
Deshace vivamente la cama, para que las sábanas y
coberturas se ventilen, dos horas a lo menos.
B.—Aprovecha, después, de que estás bien caliente
para hacerte una loción general. Quítate la camisa:
moja enteramente en el agua fría una toalla áspera,
tuércela de manera que quede sólo húmeda, y frótate
con rapidez, primero, la cara, el cuello, el pecho y el
vientre; después, los brazos, los sobacos, las espaldas
(echando la toalla oblicuamente sobre cada hombro)
y la cintura; por fin, los muslos, las piernas y los pies.
Sécate, frotando en el mismo orden, con otra toalla
áspera; insiste particularmente en los pies, y para
que se calienten del todo, ponte las zapatillas.
C.—En seguida, si no has dejado abierta la ventana en la noche, como te lo aconsejamos antes (20),
ábrela completamente, salvo que esté helando afuera, y toma un baño de aire, haciendo gimnástica.
43
Fig. 1
1.—Posición
del soldado sin armas,
hombros aplastados,
la
cabeza
recta.
\
\
y
|
Fig. 2
! S.—Extensión verti! col de los brazos
Fig. 1 bis
í bis.—Postura
de las manos en las caderas,
ligera inclinación
de la
cabeza hacia
atrás.
5.—Extensión
de
los brazos
en
cruz y
flexión
del tronco
sobre el costado.
Fig. 2 bis
! bis—Inclinación
del
tronco hacia
adelante
44
D . — G I M N Á S T I C A M E T Ó D I C A . — E s su objeto desarrollar los músculos que, en la vida intensa y febril
moderna, permanecen habitualmente inactivos,
(músculos del pecho, del vientre, de las espaldas y de
la cintura). y favorecer las grandes funciones de la
respiración, de la circulación y de la digestión.
Es menester ejecutar cada serie de ejercicios, primero : una vez solamente; después, dos o tres veces,
a lo más. Lo esencial es no hacer mucho, sino practicar
todos los días. Ejecuta los ejercicios con lentitud
(ocho a diez movimientos por minuto), y regular,
enérgica y completamente (tan amplios como te sea
posible). Suspéndelos, si te causan latidos cardíacos:
no llegues jamás hasta la fatiga.
Entre cada serie de ejercicios, haz algunas respiraciones profundas.
1.°—RESPIBACIÓN P R O F U N D A . — D e pies, posición
del soldado sin armas, los brazos caídos a lo largo del
cuerpo, los hombros aplanados (echados atrás, pero
sin esfuerzo), la cabeza recta. (Fig. 1). Inspirar por
la nariz (11), lenta y profundamente, llevando las manos a las caderas, y volteando un poco la cabeza atrás.
(Fig. 1 bis). Retener la respiración cuatro a cinco
segundos. Exhalar el aire (expirar) lenta y completamente, volviendo la cabeza y las manos a la posi
-ción primera. Hacer así tres inspiraciones profundas;
después, tres respiraciones ordinarias: duración total: medio minuto.
2.°—De pies, alzajr los brazos, bien extendidos,
verticalmente por encima de la cabeza (inspirar);
inclinar ocho o diez veces el tronco hacia adelante,
4(
Fie. s
5.—De espalda en el suelo, los pies metidos bajo un mueble, cruzar las munos bajo la nuca;
sentarse,
después
volver a tenderse,
etc.
Fig. 4
¡ f—De
pies, brazos
en
|
cruz (inspirar).
VolI
ver
fuertemente
el
tronco diez veces
hacia la derecha,
después hacia la izquierda, de manera de mirar trap sí.
Fig. (i
6.—De espaldas, las manos bajo la nuca,
inspirar;
las piernas
levantadas,
describir grandes
circuios
sin tocar en
el suelo, ocho a diez veces en cada
sentido.
Fig. 7
7.—De espalda, los brazos en cruz,
levantar
e n é r g i c ámente
las
piernas
extendidas
y
juntas por encima
de
!
la
cabeza.
8.—Andar
sobre
las manos
y
puntas de los pies.
en
las
46
esforzándose por tocar en el suelo con las puntas de
los dedos, sin doblar las rodillas; (expirar) (Fig. 2
bis); después, enderezarse, encorvando la cintura,
(inspirar).
3.°—De pies, alzar los brazos, bien extendidos, en
cruz (inspirar). Inclinar francamente el tronco, diez
veces, sobre el costado derecho, después sobre el costado izquierdo. (Fig. 3).
4.°—De pies, brazos en cruz (inspirar). Torcer
fuertemente el cuerpo diez veces hacia 1¿ derecha,
después hacia la izquierda, de manera que se pueda
mirar tras de sí. Mientras dura este ejercicio, las
piernas y las caderas, deberán estar inmóviles. (Fig.
4).
5.°—De espaldas, en el suelo, los pies metidos bajo
un mueble (a modo de cuña), cruzar las manos tras de
la nuca (inspirar). Enderezarse, en otros términos,
sentarse (expirar); después volver a tenderse (inspirar), ocho o diez veces. (Fig. 5).
6.°—De espaldas, las manos bajo la nuca (inspirar). Levantar las dos piernas, bien extendidas y
describir con ellas grandes círculos, sin tocar en tierra, (Fig. 6), ocho a diez veces en cada sentido. Al
principio, hacer este ejercicio alternativamente
con cada pierna.
7.°—De espaldas, los brazos en cruz, levantar
enérgicamente las piernas, extendidas y juntas,
por encima de la cabeza. (Fig. 7).
8.°—Terminar andando a gatas, esto es, sobre
las manos y en las puntas de los pies, sin doblar
las rodillas. (Fig. 8).
K—Ponte la camisa; cepilla los vestidos (6).
47
Jabónate en gran cantidad de agua la cara, el cuello y las manos (con una toalla j no con una esponja, forzosamente sucia). Péinate y límpiate las
uñas y las orejas (4). Cuando la temperatura no
es muy fría y uno está bastante habituado al baño
de aire, toda esta compostura se puede hacer, así
como la gimnástica, en el t r a j e de Adán. P o r último, vístete sin perder el tiempo.
F.—Desayúnate tranquilamente; enjuágate la
boca (4). Un cuarto o media hora después, acude
al retrete (8). En seguida, procede a los cuidados
íntimos, según lo dicho anteriormente (4).
Símbolo
de la
longevidad
íx>e tree ochos del l . e r m a n d a m i e n t o
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