Il Gesú, los churros y el NPG

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Il Gesú, los churros y el NPG
La iglesia de Il Gesú en Roma es un gran ejemplo del barroco jesuítico. Es la Contrarreforma
con plata, mármoles y pedrería, la apoteosis del Catolicismo militante y una de las cosas más
aparatosas construidas como templo. A mí me gusta. Es la perfecta respuesta que se da desde
el Mediterráneo a las tinieblas centroeuropeas y a sus dudas religiosas. Los ginebrinos de la
media negra empezarán a guardar por entonces sus monedas en los bancos mientras nosotros nos las gastaremos en guerras, que además perderemos, y en cristianizar Sudamérica,
que buena falta le hacía. Por eso a los protestantes les suele ir mejor en eso de la inflación y el
crecimiento económico y a nosotros se nos da de miedo montar imperios y luego perderlos.
Il Gesú es el modelo construido del pensamiento barroco y católico. Y España es la
casa madre de ese pensamiento. Decía hace unas semanas que Madrid es la capital del Sur de
España y por extensión de toda ella. Por eso el pensamiento barroco es una de las características de lo español y, de manera particular, el barroco es el arte por excelencia del Sur de España
y el patrón funcional de sus costumbres. El barroco es la conquista, salir de nuestras fronteras,
las procesiones, las tallas sangrantes, la Virgen del Rocío, las cornucopias doradas, los fuegos
artificiales (a pesar de Haendel), los revocos, las fiestas en la calle y los churros. Il Gesú es
todo eso en su más alta categoría y riqueza. Cuando el barroco se desarrolla en la opulencia
construye palacios de piedra y se fundan imperios mientras se viste de plata maciza y oro los
cálices y los tronos procesionales y se tallan en marfil los cristos filipinos. Sin embargo cuando
atenaza la pobreza se escriben libros, se revocan fachadas de ladrillo, se cambia la aventura
imperial por la emigración y se hacen churros. Un poco de masa, algo de aceite y la apariencia
de lo que nada es. El aire envuelto en corteza caliente, pero con un aspecto soberbio.
Madrid creció en un barroco pobre. Sus palacios eran famosos en Europa por el lujo
de sus interiores y la pobreza de sus fachadas. Parte de esto por costumbre musulmana de una
cierta discrección y parte, sobre todo, por no provocar más las iras de una población pobre
y levantisca. Madrid era unos cuantos muy lujosos interiores en una ciudad pobre y sucia.
La ciudad de los churros y del orujo, de los pícaros y de los duelos. El olor de las fritangas de
zarajos y de masas mezclado con el sonido de las campanas conventuales. Jovellanos se ponía
siempre de muy mala leche con estas cosas.
Hoy gente como Meléndez Valdés y Cabarrús seguirían cabreadísimos. Madrid sigue
con los enfoscados y con los churros. O con los muros de cristal y silicona, para que encaje.
Celebramos el Rocío y vivimos rodeados de pícaros. En muchas cosas somos los herederos
de Monipodio y su patio está por aquí cerca, sólo que con fax, teléfonos móviles y mucho notario para dar fe del despropósito. La Corte de los Milagros. El bien está si así os parece. Conseguidores meapilas que van a la zaga de procesiones oficiales. Socialdemócratas liberales. La
sinrazón con barniz de pía apariencia. Ya no se hacen autos de fe (¡lastima!), ni epigramas por
los chicos de López de Hoyos, que no sólo es una calle sino que era un empresario literario de
plumíferos municipalistas.
Creo que estamos viviendo un barroco degenerado. Una suerte de postmodernismo
cañí. La vieja derecha se hace liberal y dice ser laica, la izquierda templa gaitas y no hace lo que
debe. Todos se reforman y muchos se turborrenovan. El Internet con cinco pistas en Barajas.
Pero seguimos gustando de la corteza caliente que envuelve al aire. Harina con agua y bicarbonato. Flatus vocis, aunque están soberbios. En Madrid la vivienda sigue siendo cara pero progresa el marxismo-ladrillismo como coartada de la escasez. Y el circo sigue. Pero esto es solo
de momento. La canícula estival tiende a pararlo todo por el efecto sedante de la siesta, que
aquí dura tres meses. Ahora vamos de opulencia, convergemos, no tenemos inflación, somos
del núcleo duro convergente y Europa sale adelante gracias a nosotros. Sin embargo hay cuatro
millones de parados en España. Crece el empleo precario y se adelgaza el Estado del Bienestar.
Los sindicatos contentos y quien no tiene trabajo, y no se sindica, jodido. Hay más dinero, pero
cada vez mas concentrado, y las cosas van mejor, pero no para todos. Hasta la ciudad estrena
un traje nuevo, un Plan de Urbanismo para los nuevos tiempos. ¿Tiene sustancia ?, creo más
bien que es una apariencia acorde a estos tiempos. Envuelve aire, y no es como Il Gesú. No me
gusta. Es como el traje del rey desnudo
Manuel Ayllón
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