Juwi Antonio Sardina Páramo: EL CONCEPTO DE FUERO. Un

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Juwi Antonio Sardina Páramo: EL CONCEPTO DE FUERO.
Un análisis filosófico de la experiencia jurídica
El autor.—Juan Antonio Sardina Páramo es un especialista en temas forales; el 9 de octubre de 1977, y bajo el título "Alternativa
toral", pronunció una comentada conferencia en él Círculo Aparisi
y Guijarro, de Valencia, completada por una entrevista en un periódico lOcal Varias de las tesis desarrolladas en di libro que comentamos fueron previamente esbozadas en dicha conferencia —con la
natural diferencia cualitativa, en atención ai público asistente—.
Aparte de ello, el profesor Sardina, como miembro de!l Centro de Estudios General Zumakcáfregui —cuyo presidente era Francisco Elias
de Tejada— colaboró en etl libro Aparisi Guijarro: las claves de la
tradición política, editado en 1972, jara conmemorar el centenario
del fallecimiento de Antonio Aparisi Guijarro.
Concretamente, se putede afirmar que Juan A. Sardina es un profesor universitario con profundos conocimientos de la problemática
nacional en los aspeaos forales y, por ende, íregionailistas; su sólida
formación tradicionalista le impide él localismo propio de su hermosa
tierra gallega.
B1 libro es su tesis doctorad; escrita bajo la dirección del profesor
Puy Muñoz. Esencialmente, llena un vaCío ante un tema tan comr
pttejo, amjplio e indefinible como es el fuero; 'pues, como acertadamente dice el autor, de fuero se habla y escribe en derecho administrativo, civil, procesal, político, canónico e, incluso, en lenguaje
vulgar, a veces con caracteres míticos: "me acojo al fuero universitario, al fuero de la Iglesia
siendo el fuero una especie de tabú
ante quien todos se detienen, incluso las más poderosas instancias.
El concepto.—Difícil es la definición de un concepto tan amplio
y que, para mayor dificultad, admite numerosas interpretaciones;
por eso, el profesor Sardina, acertadamente, lo incluye en las conclusiones finales, luego de un estudio completo —desde la aparición
de la palabra fuero en lengua castellana en el año 931—, exahustivo
y comparativo desde todos los ángulos aludidos. "Ordenamiento jurídico autónomo de un cuerpo social básico" y, por extensión, cualquiera de sus preceptos. En breves palabras cenemos resumida una
difícil y tautológica cuestión, ya que el término cuerpo social básico
es amplio: municipio, región, universidad, gremio o sindicato, etc.
(sinónimo —por otra parce— de cuerpo intermedio, utilizado por
los franceses Gteuzet y Ousset, e incluso por españoles como Juan
Vallet de Goytisolo).
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La crisis de Fueroj—Uno de los grandes aciertos del libro es la
enumeración de ias cinco crisis del Fuero: el Fuero Real; el Ordenamiento de Alcalá; el Decreto de 29 de junio de 1707; Ja Constitución de 19 de mayo de 1812, y el artículo 12 dd Código civil.
Todos hemos creído que el golpe mortal a los fueros lo asestó Felipe V, con su célebre Decreto d ¿ Buen Retiro; sin embargo, el autor,
con originalidad y erudición, nos va 'haciendo desfilar la gestación
de la erosión de los fueros, que comienza con el Fuero Real de
Alfonso X eü Sabio y culmina con el conocido artículo 12 de la ley
sustantiva.
Todos los períodos enumerados están estudiados con profundidad,
destacando el de las Cortes de Cádiz, con numerosas citas extraídas
del Diario de Sesiones, labor exhaustiva que pocos autores han acometido; incluso los llamados especialistas del siglo XIX (como Melchor Fernández Almagro).
Como valenciano —y me consta que no es culpa die Sardina, sino
de los que no hemos podido o sabido proporcionarle los materiales
necesarios— 'lamento que no haya entrado en él debate de la restitución de los fueros a Valencia por Felipe V; tema candente, con
dos tendencias: la del profesor Peset, para quien la culpa no fue
del primer Barbón, sino de nuestra clásica dejadez; y la de Vicente
Simó Santoja (Vdencia a través de los corregidores), que sostiene la
tesis de que la negativa procedió de 3a corte madrileña. Lo cierto es
que Cataluña, Aragón y Baleares han conservado su derecho privado,
sistematizando a través de sus "compilaciones" —muy bien estudiadas en el libro—, y los valencianos nos hemos quedado "a Ja luna
de Valencia". Como estigma queda el apellido Marmanillo, regidor
del Ayuntamiento de Valencia, que cuando la coronación de Carlos III se opuso a una petición en este sentido, afirmando "que nos
habíamos acostumbrado a las leyes de Castilla".
Otra omisión es la referencia a la devolución de los Fueros a los
estado« de la antigua Cottona de Aragón por Carlos VII; aún dado
su carácter simbólico y paternalista, no cabe duda que fue un gesto
de ¡buena voluntad y un firme propósito de llevarlo a efecto posteriormente si los avatares de la guerra le hubiesen sido favorables,
hablando, incluso, de una adaptación a los tiempos modernos. Vale
la pena, ya que no ra muy conocida, reiproducír íntegramente dicha
prodama:
«Catalanes, aragoneses, valencianos: el 2 de mayo llamé
desde Vera a todos los españoles, lleno de fe en la grandeza
de la causa cuyo depósito me ha confiado Dios. Lo que entonces era una esperanza, será muy pronto magnífica realidad. Si, se acerca él día en que sean realidad mis más vehe"224
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mentes aspiraciones. Por lo tanto, amonte de la descentralización, según consigné en mi carta-manifiesto de 30 de jumo
de 1869, boy os digo públicamente, solemnemente, intrépidos catalanes, aragoneses y valencianos: hace siglo y medio
que mi ilustre abítelo Fetipe V creyó deber borrar vuestros
fueros del libro de las franquicias de la Patria. Lo que él os
quitó como rey, yo, como rey, os lo devuelvo; que si fuisteis
hostiles d fundador de mi dinastía, bduarte sois ahora de
su legítimo descendiente. Yo os devuelvo vuestros fueros,
porque soy el mantenedor de todas las justicias; y para hacerlo, como los años no transcurren en vano, os llamaré, y
de común acuerdo podremos adaptarlos a las exigencias de
nuestros tiempos. Y España sabrá una vez más que en la
bandera donde está escrito Dios, Patria y Rey, están escritas
todas las legítimas libertades. Vuestro Rey. Carlos. Frontera
de España, 16 de julio de 1872.»
El carlismo y los fueros.—De todos es conocido d tema del carlismo : Dios, Patria, Fueros y Rey. Sin embargo, la duda surge en
sus orígenes, concretamente: ¿la primera guerra carlista 4a determinó
principalmente la defensa foral, o fue una causa religioso-dinástica?
En un reriente programa televisivo ("El Tribunal de la Historia:
los orígenes dd carlisimo"), lo¿ cuatro profesores que intervinieran
párete que se indinaron por considerarlo un movimiento contrarevolucionarlo (Jaime dd Burgo, en su ajustada intervención, señaló
que d carlismo luchó contra la Europa revolucionaria, destacando
la presencia en d bando liberal de las legiones inglesa, francesa y
portuguesa); descantando d peso decisivo de la rdviiadicadón foral.
Uno de los argumentos fue que la localización geográfica en Navarra, Vascongadas, Cataluña y Valencia se debió a consideraciones
tácticas más que a una masiva adhesión de las poblaciones a la causa
carlista; de contrario, Castilla, Galicia, e induso Andalucía, aportaron una numerosa miütancia al ejército de Carlos V.
Juan Antonio Sardina comparte esta tesis, ya que afirma: "estoy
de acuerdo con la teoría de Jaime-Ignado dd Burgo, según la cual,
el movimiento carlista no se planteó fundamentalmente como una
reivindicación foral, y ni siquiera esta faceta tuvo popularidad".
Atribuir la primacía en un movimiento tan complejo como d
carlismo, tiene sus peligros y, más aún, desechar, a priori, uno de sus
más populares lemas, en su gestación. Es indudable que las razones
geográficas: proximidad con la frontera de Frianria, no son suficientes pora explicar d arraigo carlista en Vascongadas y Cataluña.
En su origen intervinieron—como en todOs los movimientos populares— causas pluralistas y complejas: defensa de la religión; un
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sentimiento común de lucha contra la revolución; fervor hacia una
dinastía; reivindicaciones rurales, y, por último, un sentimiento foral más intuido que sentido en sus orígenes, y que, posteriormente,
tomó cuerpo y doctrina. Sin ese sentimiento la segunda y tercera
guerra carlista carecerían de sentido, ya que sus partícipes hubiesen
ayudado a un "partido de orden", de entre la amplia giama existente.
La misma evolución ideológica de Aparisi Guijarro me confirma
la anterior deducción: católico de orden en su juventud; defensor
lógico de Narváez y Bravo Murillo, para ingresar ya plenamente en
el ocaso de su vida en las filas de Carlos VII. ¿Qué causas influyen
en íesa evolución?: la religiosa, ante ios desmanes de la revolución;
la ética propia de un hombre respetuoso ante una jerarquía de valores, subvertida por los defensores de la "voluntad papular"; la
jurídica: pues estudia el pleito dinástico desde la perspectiva de abogado en ejercicio, siendo SFU dictamen favorable a la dinastía carlista,
y, en último lugar, la Foral, que siente cada vez más intensamente
cómo se puede ver en sus intervenciones parlamentarias, defendiendo
las libertades concretas de Navarra y añorando los antiguos fueros de
su Reino de Valencia. Es indudable que una sola de ellas no justificaría su ingreso en él tradicionalismo militante, fue la suma la
que le empujó al todo.
Foralismo y regionalismo,—En un libro tan metódico y documentado no podía faltar el capítulo epigrafiado, ya que ambos conceptos se complementan: el foralismo es él género, y el réiigionalismo,
una de sus especies. Por eso, Vázquez de Mella fue un regionalista
genial y, sin embargo, la problemática foral la rehuye; la explicación es muy sericilla: Mella creó, desarrolló y pragmatizó una de
las especies con tal visión de futuro que sus postulados son válidos
en la actualidad.
De lo contrario, Sardina ha sistematizado el género y no se ha detenido ante sus diversas ramas; ello explica sus escasas referencias a
la obra de Vázquez de Mella. Aunque, personalmente, creo que debía
haber mencionado más al tribuno asturiano, pues dentro del ropaje
ampuloso y retórico propio de la época, algunas de sus definiciones
son ya clásicas, y merecedoras de induirse en cualquier tratado de
Derecho político que estudie esta problemática, tan antigua y tan
actual.
Fueros y Estatuto de Autonomía,-—En la entrevista a un periodista valenciano —a que hemos aludido—, y ante la insistencia del
mismo, Juan Amonio Sardina expuso con gran nitidez la diferencia
entre fuero y estatuto:
1.® El foralismo se basa en la estructura natural de la sociedad.
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El estatuto de autonomía en la "voluntad popular", voluntad popular que a veces puede coincidir con aquélla, pero lo cual no deja de
ser una hipótesis.
2.° Los estatutos propenden a una separación inorgánica, sobre
el majpa. El foralismo habla, no de separación, sino de integración.
No de la separación de un ser grande, sino de la integración de
entes menores.
3.° Los estatutos se suelen definir asépticos, o vacíos de todo
ccntenido. Son pura fórmula. El foralismo, por él contrario, tiene
un contenido concreto: la tradición de las Españas.
4.° Los estatutos de autonomía, fieles al espíritu liberal que
subyace en ellos, aunque no se reconozca expresamente, pretenden
únicamente la separación por la separación. El for^ismo pretende,
al contrario, que cada reino participe en el destino de la comunidad
superior que es España.
5.° Por último —apuntaba el profesor Sardina—, el separatismo es una solución política, mientras que el foralismo es una solución jurídico-política, que pretende aplicar a las relaciones entre
Estado y cuerpo social básico el principio de justicia: él que ofrece
al cuerpo social básico lo que es suyo, y no el resultado de una inorgánica democracia de urnas.
En el libro cuya reflexión estamos haciendo perfila más estas
diferencias, y así, refiriéndose al estatuto de Cataluña, indica que
no fue foralista por legislar de esta o aquella manera, sino porque
no puede ser encajado en los moldes de la dimensión histórica del
pueblo catalán, ni encuentra su legitimidad en otra parce que no
sea en la constitución. Es evidente que los estatutos de autonomía
tienen su origen en las negociaciones entre el poder central y los
partidos políticos, con exclusión de todos los demás ciudadanos; es
un consenso entre el poder central y unos grupos de presión.
De todas estas observaciones, surge un interrogante, cuya solución dejamos al criterio del lector: ¿es preferible continuar con un
régimen centralista, rechazando sistemáticamente, por las razones expuestas, y que creo que todos compartimos, cualquier estatuto de
autonomía; o bien, por entenderlos como un mal menor, tos apoyamos? Tengo entendido que Sardina Páramo está desarrollando acabos conceptos, ni que decir tiene que esperamos con verdadera impaciencia sus conclusiones.
En resumen, se trata de ün libro verdaderamente meritorio, él
primero que de forma sistemática y amplia ha tratado un tema que,
como ya indicamos al principio, es de una verdadera complejidad.
EDUARDO CHULIÁ V I CENT
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