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Combate de Quilmes
29 y 30 de julio de 1826
Almirante Guillermo Brown
Entre el 29 y el 30 de julio de 1826, en las
playas de las que hasta hace poco había sido la Reducción de la Santa Cruz y los Indios Quilmes, la
flota patriota que comandaba el almirante Guillermo
Brown, de origen irlandés, libró un desigual combate
frente a la poderosa escuadra del Imperio Brasileño.
Las características de esas playas, que habían sido
decisivas para ser elegidas veinte años antes por el
mariscal inglés William Carr Beresford para desembarcar e intentar la primera invasión inglesa.
El parte del capitán del puerto de Buenos Aires, Francisco Lynch, comunicaba que a las 8 horas
del 29 de Julio de l826, 19 buques imperiales se
mantuvieron a la vela hasta el mediodía, momento
que fondearon al este del canal exterior. La fuerza
enemiga se componía de 2 fragatas, 3 corbetas, 4
bergantines, 6 goletas y 4 cañoneras. En total, sumaban unas 225 bocas de fuego.
Dos horas después de avistado el enemigo había sonado el estampido del cañón en la 25 de Mayo,
nave insignia de la escuadra patriota, para convocar
a su puesto a los que estaban en tierra, no demorando en embarcarse el almirante Brown con algunos de sus oficiales. La flota contaba con apenas 15
naves de guerra de las cuales 8 eran cañoneras y
tenían un sólo cañon a proa, con un total de bocas
de fuego que que apenas llegaba a 120.
Ya era de noche cuando la 25 de Mayo navegaba silenciosamente en demanda de su adversario, paseándose nervioso su capitán, el coronel de
marina Tomás Espora, en el puente.
El almirante preguntó
-¿Vienen?
Y Espora le contestó
-Señor, no diviso más que una pequeña vela.
Me parece la Río.
Hacía mención a la goleta Río de la Plata al
mando del capitán Leonardo Rosales. Intentaban
atacar la vanguardia de los brasileños y sembrar la
confusión, obligándolos incluso a batirse entre sí.
La fragata ya había atravesado la primera línea
enemiga y se hallaba sobre su centro cuando fue advertida.
-¿Que buque es este? -preguntó una voz.
Espora, sin dudar, contestó
-¡La 25 de Mayo!
Esta respuesta fue seguida con una atronadora
andanada desde una goleta imperial. Serían las 22
hs., aproximadamente.
La fragata insignia Nitcheroy, que hacía de cabo de fila, se enfrentaría una vez más con la 25 de
Mayo, que sólo era acompañada por la goleta Río de
la Plata. Los restantes barcos quedaron rezagados.
Las dos naves patriotas combatieron con renovada
tenacidad ante el abandono de los suyos, y después
de una hora consiguieron librarse del cerco.
En la mañana del 30 se reinició el combate.
Eran 7 naves contra 23. Ni hablar de la envergadura,
calado y poder de fuego. La marinería al mando de
Una vista desde el Google Earth de la ribera quilmeña hoy. Se puede apreciar
la playa y el sombreado de los bancos en el fondo.
Brown estaba constituida fundamentalmente por
norteamericanos y ex esclavos negros. La superioridad naval era abruma-dora. Pero no por nada el irlandés de nacimiento, luego al quedar huérfano
emigrado con su padre a EE.UU., para terminar recalando en Montevideo, donde se dedicaron al comercio y el joven compró una pequeña goleta y comenzó a traficar entre los dos puertos. Conocía al
Mar Dulce o Río de Solís como la palma de su mano.
Los bancos del fondo forman un verdadero delta
propio. A tal punto que dio lugar a que naciera el
oficio de práctico. Uno de ellos, un borracho escocés
de apellido Russell, fue el que convenció al mariscal
Beresford de desembarcar y hacerlo por las inmen-
sas playas de Quilmes y así producir la primera invasión inglesa.
Brown puso sus conocimientos de marinería y
las condiciones naturales de su lado. Tenía unos
barquichuelos frente a las moles imponentes de sus
enemigos, pero calaban poco, se movían ágil y velozmente con muy poco agua. En cambio, las brasileñas no podían acomodarse para hacer valer el fuego de las dos bandas por el riesgo de encallar y ahí
ser pasto de la artillería enemiga.
Espora fue herido bastante gravemente, pero
no por eso dejó de dar órdenes, tendido sobre la cubierta. Dejó a la tropa el mandato que si moría lo tiraran al agua:
-Prefiero servir de comida a los peces nuestros
que caer en manos enemigas.
Sobre todo la 25 de Mayo quedó arrasada. En
un momento el jefe enemigo, capitán John Pasco
Grenfell, mediante una bocina, lo invitó a Brown a
rendirse y formalizar el protocolo militar en su nave, a donde lo invitaba a tomar un té. La respuesta
del que el día anterior había anunciando en Buenos
Aires que hundiría las naves antes que arriar el pabellón, fue mudarse a la pequeña goleta Libertad y
continuar el combate. No pasó mucho que propio
Pasco Grenfell era alcanzado por la metralla en un
brazo, al que prácticamente se lo mutiló, y junto
con su nave decidió retirarse del combate.
No tardarían en hacerlo el resto. A pesar de
que la 25 de Mayo, inutilizada totalmente fue sacada a remolque para su puerto de origen. Una victoria curiosa, si se quiere. El costo de una victoria to-
tal, para los imperialistas brasileños, había resultado de tal envergadura que prefirieron irse ante un
Un óleo de la época grafica una escena del combate.
rival dispuesto a pelear hasta lo último antes que
rendirse. Las bajas en ambas flotas fueron numerosas y quedaron sobre la cubierta o cayeron directamente al agua.
Desde la costa las gentes habían seguido el inusual espectáculo de una batalla naval. El almirante
Brown volvió al puerto de Buenos Aires con lo que
le quedaba de las naves totalmente empavesadas y
recibió todo el júbilo popular. Consolidaba su imagen de héroe. Dos años después, junto a las principales figuras de la oligarquía criolla, jugaría un papel preponderante en apestillar al golpista Juan Galo de Lavalle para que fusilara a su compañero de la
guerra de liberación, el coronel Manuel Dorrego, en
Navarro, un asesinato que lo llevaría a su propio fin.
Nacido en Foxford, Irlanda, en junio de 1777,
en 1845 las potencias europeas lo habían obligan a
resignar el sitio de Montevideo por su condición de
británico. Falleció en Buenos Aires en marzo de
1857. Don Juan Manuel de Rosas, que lo había llamado para que retomara su condición de marino de
guerra, ya hacía cuatro años que estaba asilado en
Inglaterra.
La última casa del almirante Guillermo Brown, conocido como Casa Amarilla, entre el Parque Lezama y la Boca.
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