El conflicto en el Cáucaso septentrional

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El desplazamiento de la antigua región soviética
El conflicto en el Cáucaso septentrional
Los primeros combates interétnicos en el territorio de la Federación de Rusia tuvieron lugar en el Cáucaso septentrional en octubre y noviembre de 1992, cuando
aún no se había cumplido un a ñ o d e la desintegración de la Unión Soviética.
Tensiones antiguas entre los ingushis, un pueblo anteriormente deportado, y l o s
osetios del norte, degeneraron en violencia, obligando a entre 40.000 y 50.000
ingushis a huir del distrito en litigio de Prigorodny, en Osetia del Norte, rumbo a
la vecina república autónoma de Ingushetia. En octubre de 1994, las autoridades
rusas invitaron al ACNUR a investigar la situación en la zona. Sin embargo, poco
después de la salida de la misión de investigación, estalló un conflicto militar en
toda regla en la vecina Chechenia.
La guerra de Chechenia
Chechenia declaró su independencia en noviembre de 1991, después de lo cual
unos 150.000 no chechenos salieron de la república, en gran parte a otras zonas
de Rusia. Los combates comenzaron a finales de 1993, cuando opositores del gobierno rebelde checheno lanzaron la primera de una serie de ofensivas infructuosas. En diciembre de 1994, fuerzas rusas intervinieron directamente contra la república escindida, alterando dramáticamente la situación política y de seguridad
e n l a zona. Los bombardeos y l o s ataques de la artillería destruyeron extensas
áreas de la capital, Grozny, y de las aldeas circundantes, obligando a más de 250.000
personas, de un población chechena total de 700.000, a huir de sus hogares. Estas
personas huyeron a Ingushetia, Daguestán y Osetia del Norte, así como a otras
partes de Chechenia.
El gobierno de Rusia invitó al ACNUR a prestar asistencia humanitaria a los
desplazados a finales de diciembre de 1994, no mucho después de la entrada de
las tropas rusas. Con el acuerdo del Secretario General de la ONU de que trabajaría con este enorme nuevo número de casos de desplazados internos, el ACNUR
puso en marcha su primera operación de asistencia humanitaria de emergencia
en Rusia. Esta asistencia en el Cáucaso septentrional se prestó en cooperación con
el Ministerio de Emergencias de Rusia, el Comité Internacional de la Cruz Roja
(CICR), otros organismos de la ONU y ONG. En gran parte como consecuencia
de esta operación, se contuvieron las tensiones sociales y étnicas derivadas de la
afluencia masiva, impidiendo la desestabilización en Ingushetia y D a g u e s t á n y la
propagación del conflicto militar desde Chechenia.
En agosto de 1996 se consiguió finalmente un alto el fuego, que estipulaba la
retirada de las tropas rusas pero no resolvía la cuestión del estatuto de Chechenia.
Durante los doce meses siguientes, muchos desplazados regresaron a sus hogares
en Chechenia, lo que permitió la retirada paulatina de la operación de emergencia de los distintos organismos de la ONU en la región. La atención se dirigió una
vez más a la cuestión de la repatriación al distrito de Prigorodny de los ingushis
desplazados internos. 2 8
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La situación de los refugiados en el mundo
Desplazamientos de población masivos en la región
del Cáucaso, década de 1990
Mapa 8.2
Pero la situación en Chechenia siguió siendo inestable. Los secuestros y l o s
homicidios eran generalizados. En diciembre de 1996, seis miembros del CICR
fueron brutalmente asesinados mientras d o r m í a n en el hospital donde trabajaban.
En Osetia del Norte, Vincent Cochetel, jefe d e l a O f i c i n a d e l ACNUR en Vladikavkaz, fue secuestrado en enero de 1998 y llevado a Chechenia, y no fue liberado allí hasta 11 meses después. Los riesgos para la seguridad de los trabajadores
humanitarios impulsaron al ACNUR a trasladar a s u p e r s o n a l de Vladikavkaz a
Stavropol, 300 kilómetros al noroeste, a principios de 1999.
Las continuas tensiones e n l a región obligaron al A C N U R a a b a n d o n a r s u s
planes de promover el retorno. En 1997, el ACNUR proporcionó asistencia a más
de 90.000 desplazados internos de Chechenia que vivían en repúblicas rusas vecinas y en Georgia. Se prestó también asistencia transfronteriza a personas desplazadas en la propia Chechenia. Además, se ayudó a más de 35.000 personas desarraigadas del distrito de Prigorodny en Osetia del Norte, que seguían viviendo en
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El desplazamiento de la antigua región soviética
Ingushetia. En Osetia del Norte, el ACNUR comenzó a organizar la repatriación
de 29.000 refugiados registrados a Osetia del Sur y Georgia.
Las hostilidades armadas estallaron de nuevo en Chechenia en el segundo semestre de 1999. Al principio, los combates en el vecino Daguestán entre grupos
armados chechenos y fuerzas rusas obligaron a huir a unas 30.000 personas. Después, en octubre, se inició una nueva guerra ente f u e r z a s r u s a s y fuerzas de la
república secesionista. De nuevo, más de 200.000 personas huyeron a las repúblicas vecinas, en particular a Ingushetia, y varios miles escaparon cruzando la frontera internacional de Georgia. El ACNUR y otras organizaciones humanitarias proporcionaron alimentos y suministros de emergencia a esas personas, muchas de
las cuales fueron albergadas en campamentos, y trataron de asegurar la protección
d e s u s derechos humanos fundamentales.
La segunda crisis de Chechenia alcanzó un alto grado de politización internacional. Ningún país occidental cuestionó el derecho de R u s i a a l l e v a r a c a b o l o
que el gobierno aseguraba que era una campaña antiterrorista en su propio territorio. Muchos países, sin embargo, criticaron los medios utilizados y l a f u e r z a
desproporcionada que los militares rusos aplicaron contra la población civil.
Familiares de personas fallecidas al ser destruidas sus casas por un bombardeo aéreo en Chechenia lloran a sus
m u e r t o s . (ACNUR/L. VAN DER STOCKT/1995)
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La situación de los refugiados en el mundo
8.3 Ataques armados contra el personal
humanitario
Los peligros a que se enfrenta el
personal humanitario no son
nuevos. En julio de 1964, François
Preziosi, un funcionario del El
ACNUR que trabajaba en los
campamentos de refugiados
ruandeses en lo que entonces era
la República del Congo, describió
algunos de esos peligros en uno de
sus informes de campo: «Si parece
que asumo riesgos al ir con
frecuencia a las primeras líneas, no
es por simple curiosidad, sino para
poder, cuando llegue el momento,
intervenir para tratar de impedir
cualquier acción desconsiderada
contra los refugiados tanto sobre el
terreno como en los centros de
reasentamiento. Para que eso sea
posible tengo que llegar a ser una
presencia familiar para los oficiales
y los soldados, y por tanto
visitarlosconfrecuenciaiv».Seis
semanas después, el 18 de agosto
de 1964, Preziosi y un funcionario
que trabajaba para la Organización
Internacional del Trabajo fueron
asesinados en el campamento de
refugiados de Mwamba, en la zona
de Kivu, en el este del Congo,
mientras intentaba proteger a los
refugiados ruandeses.
El personal humanitario ha tenido
que trabajar con frecuencia en
situaciones que ponían en peligro
su vida en todo el mundo. Hasta el
fin de la Guerra Fría, sin embargo,
el ACNUR y la mayoría de las
organizaciones humanitarias
evitaron en gran medida actuar
dentro de zonas de guerra activas.
Sólo el Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR) y un puñado de
organizaciones no gubernamentales (ONG), como Médicos sin
Fronteras, operaban habitualmente
en medio del conflicto.
Aumento de los peligros
En la década de 1990, las organizaciones humanitarias —incluido el
ACNUR— han incrementado
gradualmente sus actividades en
228
situaciones de conflicto armado en
curso, y el número de trabajadores
humanitarios que han resultado
heridos o que han perdido la vida
en el cumplimiento de su deber ha
crecido en consecuencia. En
muchos casos, los trabajadores
humanitarios son víctimas de minas
terrestres o sufren la amenaza de
ataques indiscriminados contra
zonas civiles. En la guerra de
Bosnia y Herzegovina, por ejemplo,
más de 40 trabajadores humanitarios de distintas organizaciones
perdieron la vida y muchos otros
resultaron heridos por bombardeos
o disparos de francotiradores, en
particular en Sarajevo, donde a
comienzos de 1994 la ciudad era el
blanco de 1.200 obuses diarios.v
En aquellas fechas, y por primera
vez en su historia, el ACNUR utilizó
rutinariamente vehículos blindados
y se equipó con chalecos antibalas
a sus trabajadores.
Las organizaciones humanitarias
que operan en situaciones de
conflicto han procurado distinguirse
usando vehículos blancos,
marcados claramente con banderas
y logotipos, para evitar ser
atacados. Pero en muchos casos
esta táctica no ha reportado una
protección suficiente. En lugares de
violencia aleatoria, donde reina la
criminalidad, donde los caudillos
militares y los comandantes locales
no rinden cuentas ante nadie salvo
ante ellos mismos, donde los
puestos de control están guarnecidos por soldados ebrios o por
niños soldados que portan fusiles
que les superan en altura, nadie
está a salvo. Por el contrario, las
organizaciones de ayuda, con sus
relucientes vehículos blancos de
tracción a las cuatro ruedas,
repletos de antenas de radio y
otros accesorios sofisticados y
costosos, constituyen con frecuencia excelentes objetivos.vi
Pero el personal humanitario no
sólo está expuesto a la criminalidad y a la violencia aleatoria. La
presencia de organizaciones
humanitarias molesta a menudo a
una o más de las partes en guerra,
y esta hostilidad puede convertirse
en una clase particular de amenaza. Las partes en guerra consideran a menudo que las operaciones
de asistencia en situaciones de
conflicto armado en curso representan obstáculos para sus
objetivos militares, políticos o
estratégicos. El personal humanitario puede ser sospechoso de pasar
información secreta o confidencial,
o pueden convertirse en testigos
no deseados de crímenes que las
partes en guerra desearían ocultar.
A veces los combatientes tratan de
eliminar o disuadir a testigos reales
o posibles de abusos contra los
derechos humanos y otras
violaciones del derecho internacional creando un entorno en el que
no sean seguras las actividades del
personal humanitario. Las organizaciones que operan en ambos
lados de un frente pueden
importunar también por proporcionar asistencia al «enemigo». En
muchas situaciones, el personal
humanitario reclutado en la zona
corre más peligro si cabe que el
personal internacional, en gran
parte por sus vinculaciones locales,
religiosas o étnicas.
Ataques directos
Los ataques contra personal el
humanitario se han convertido en
hechos inquietantes por lo habitual.
En febrero de 1993, Reinout
Wanrooy, un funcionario del
ACNUR que trabajaba en
Afganistán, viajaba por la carretera
de Peshawar a Jalalabad con dos
colegas de la ONU y dos conductores afganos. Cuando estaban cerca
de Jalalabad, tres hombres
armados no identificados que iban
a bordo de una camioneta los
adelantaron y comenzaron a
El desplazamiento de la antigua región soviética
disparar contra los dos vehículos
de la ONU claramente identificados. Después de obligar a los
automóviles de la ONU a detenerse, los pistoleros echaron pie a
tierra y abrieron fuego contra sus
víctimas a quemarropa. Tres
hombres murieron en el acto y uno
de los conductores afganos quedó
herido de muerte y falleció después
en un hospital. Wanrooy logró
escapar saltando del automóvil y
corriendo lo más rápido que pudo,
esquivando una lluvia de disparos.
Numerosos trabajadores de ayuda,
de diferentes organizaciones, han
perdido la vida en situaciones
semejantes. Sólo en la región de
los Grandes Lagos de África, al
menos 23 personas que trabajaban
para la Cruz Roja han perdido la
vida desde 1996. El brutal asesinato de seis trabajadores del CICR
en Chechenia en diciembre de
1996 fue especialmente alarmante.
Médicos y enfermeras en su
mayoría, todos fueron asesinados
mientras yacían en sus camas del
hospital en el que trabajaban. En
Burundi, en el mismo año, tres
trabajadores del CICR fueron
asesinados en otro escalofriante
ataque premeditado. Docenas de
trabajadores de ayuda han perdido
la vida en ataques directos,
atrapados en el fuego cruzado de
armas de bajo calibre o de
bombardeos indiscriminados, en
aviones que han sido derribados o
a causa de las minas terrestres.
Muchos más han resultado heridos
o han sufrido, y continúan sufriendo, los efectos del trauma.
Los trabajadores de ayuda también
han sido tomados con creciente
frecuencia como rehenes. Una de
esas víctimas fue Vincent Cochetel,
jefe de la oficina del ACNUR en
Vladikavkaz, Rusia, que supervisaba un programa de ayuda a
decenas de miles de personas
desplazadas por los conflictos de
Chechenia, Osetia e Ingushetia. En
enero de 1998, al abrir la puerta de
su apartamento en un séptimo
piso, tres pistoleros enmascarados
le obligaron a arrodillarse en el
suelo y le pusieron un arma en el
cuello. Durante los 317 días
siguientes estuvo prisionero en
Chechenia en condiciones atroces.
Estuvo metido durante tres días en
el maletero de un automóvil, fue
golpeado a menudo, estuvo
esposado en sótanos y fue
sometido a simulacros de ejecución, antes de ser puesto en
libertad finalmente en Chechenia.
Entre el 1 de enero de 1992 y el
31 de diciembre de 1999, 184
trabajadores internacionales y
locales de la ONU perdieron la vida
en el cumplimiento de su deber. La
mayoría participaba en operaciones
humanitarias. Durante el mismo
período hubo más de 60 episodios
de toma de rehenes de empleados
de la ONU, que en más de la mitad
de los casos afectaron a personal
humanitario. Desde el comienzo de
la década de 1990, 15 trabajadores
del ACNUR han muerto víctimas de
ataques armados deliberados y
premeditados; algunos murieron
por disparos en la cabeza efectuados a corta distancia. Si se tienen
en cuenta también las muertes y
las heridas sufridas por el personal
de las ONG, estas desalentadoras
estadísticas son notablemente más
altas.
Medidas de seguridad
Antes del conflicto en la antigua
Yugoslavia, en el ACNUR trabajaba
una sola persona, a tiempo parcial,
con la función de asesorar sobre
cuestiones relacionadas con la
seguridad del personal. En 1992, el
ACNUR puso en marcha un
sistema de seguridad completamente nuevo, que implicó la
contratación de asesores especializados en seguridad, un programa
de formación para el personal y la
mejora de la coordinación con las
Naciones Unidas y con las ONG.
Al terminar la década trabajaban
para el ACNUR 21 asesores de
seguridad sobre el terreno en 15
países de África, Asia y Europa.
Estos funcionarios de seguridad
proporcionan apoyo y asesoramiento al personal del ACNUR en
cuestiones de seguridad, supervisan la situación de seguridad
local, se coordinan con las
autoridades locales pertinentes,
otros organismos de la ONU, ONG
y embajadas e imparten formación
sobre el terreno acerca de cómo
reducir al mínimo los riesgos y
responder a las amenazas y los
ataques.
En lugares como el norte de Iraq,
Somalia, los Balcanes, Timor
Oriental y Liberia, se han desplegado fuerzas de paz de la ONU y
otras fuerzas de seguridad
internacionales o regional para
reforzar la seguridad del personal
humanitario y mejorar el acceso a
poblaciones vulnerables. Escoltan
los convoyes de ayuda de
emergencia, eliminan las minas
terrestres, rehabilitan carreteras y
puentes y gestionan aeropuertos.
En muchos otros lugares, sin
embargo, los gobiernos se han
mostrado menos dispuestos a
asignar tropas u otros recursos a
la mejora de la seguridad del
personal humanitario. En algunos
de los lugares más peligrosos del
mundo, lejos de la atención de los
medios de comunicación internacionales, muchos trabajadores
humanitarios desarmados
continúan trabajando solos,
poniendo en peligro su vida para
tratar de proteger y ayudar a los
demás.
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La situación de los refugiados en el mundo
Miles
Refugiados y desplazados internos en la Comunidad
de Estados Independientes, 1999
Federación Armenia
de Rusia
Azerbaiyán
Georgia Kazajistán
Refugiados
Gráfico 8.3
Kirguizistán Tayikistán Turkmenistán Otros
Desplazados internos
Los desafíos del futuro
La desintegración de la Unión Soviética desencadenó un sinfín de antagonismos
interétnicos y aspiraciones nacionalistas y secesionistas latentes en la región. Muchos de los conflictos que estallaron a finales de la década de 1980 y en los primeros años del de 1990 continúan sin resolver, dejando a miles de personas todavía
en la situación de desplazadas internas. La mayoría de estas personas no han podido regresar a sus hogares con seguridad o integrarse satisfactoriamente en los lugares a los que han huido. Algunas fronteras continúan en litigio, lo que complica
el proceso de consolidación de los Estados. Los procesos de paz estancados en el
Cáucaso meridional y la continuidad de situaciones que no son ni paz ni guerra
han generado angustia e incertidumbre adicionales para los afectados. Aunque se
llegó a un acuerdo en Tayikistán, la paz sigue siendo frágil en ese país. Hay también tensiones en otras partes de Asia central. En Chechenia, los combates continúan y las infraestructuras y viviendas han sido destruidas en gran parte. La capital, Grozny, se ha convertido en escenario de destrucción a una escala que no se
veía en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Miles de personas permanecen
desplazadas en Chechenia, Ingushetia y D a g u e s t á n c o n un futuro incierto.
En los últimos diez años, muchos países de la CEI han hecho progresos significativos en el desarrollo de legislación sobre migración y refugiados, y la mayoría
han suscrito ya la Convención de la ONU sobre los Refugiados de 1951. Sin embargo, la aplicación de los principios de protección de los refugiados continúa
siendo difícil y el sistema de asilo en la región es aún incipiente y fragmentario. El
uso generalizado de la idea de «tercer país seguro» y la existencia de acuerdos de
readmisión sin garantías adecuadas para la protección d e l o s r e f u g i a d o s h a n p e r -
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