misión intelectual la Orden

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LA MISIÓN INTELECTUAL DE LA ORDEN
(ACG BOGOTA 2007)
99. El estudio ha de ser parte intrínseca de nuestra vida como predicadores del Evangelio. No
estudiamos para tener algo que decir sino porque la Palabra de Dios transforma nuestro
entendimiento de Dios, del mundo y de los demás. Metanoia es un nuevo entendimiento. Un
escriba le preguntó a Jesús quién era su prójimo. La respuesta de Jesús, la parábola del Buen
Samaritano, invitó al escriba a hacerse otra pregunta: “¿Quién fue prójimo de aquel que cayó
en manos de salteadores?” (Lucas 10,36). Si nuestra predicación no transforma la mente, lo
mismo que el corazón, de las personas, será o bien moralismo o bien sentimentalismo.
100. El estudio es una parte de nuestro peregrinar hacia la contemplación de Aquel en quien
encontraremos la felicidad plena. Misericordia Veritatis (cf. ACG 2001, 104-135), ofrece una
profunda búsqueda sobre cómo todo en nuestra vida dominicana: predicación, contemplación,
búsqueda de la justicia, tiene su raíz en la vida de estudio. No es necesario repetir aquí lo
dicho en ese prólogo, que debe permanecer como punto de referencia sobre cómo entiende su
misión la Orden.
101. En consecuencia, nuestra predicación es inseparable de la pasión por la verdad, con mayor
razón en un mundo en el que, como mostró Juan Pablo II en Veritatis Splendor, se cuestiona la
posibilidad misma de llegar a la verdad. El Capítulo General de Cracovia, en De Vita
Intellectuali et Praedicatione (cf. ACG 2004, 128-131) ofreció a la Orden un análisis
penetrante de este desafío. Estamos frente al “doble desafío que plantean hoy el relativismo
(pluralismo radical y desconfianza postmoderna frente a la razón) y el fundamentalismo. El
primero pone en tela de juicio toda capacidad de la razón humana para llegar a verdades
absolutas, definitivas y universales. El segundo absolutiza verdades parciales y niega a la
razón el ejercicio natural de su poder de crítica.” (ACG 2004,128).
102. Este doble desafío marca a nuestro mundo actual: tanto la retirada de Occidente, que no quiere
enfrentar las cuestiones fundamentales de la existencia humana, como la propagación de la
violencia nacida del fundamentalismo religioso por todo el mundo. Sólo como hombres y
mujeres de diálogo podremos superar las tentaciones gemelas del relativismo y del
fundamentalismo. El diálogo con otras religiones, y en especial con el Islam, debe permanecer
como una prioridad fundamental de la Orden, según ha sido subrayado por la Comisión para el
Diálogo Interreligioso nombrada por el Maestro de la Orden.
103. Ser testigos de la plenitud de la verdad en Cristo significa que nos fiamos de la revelación que
hemos recibido en la Palabra de Dios. Al mismo tiempo hemos de tener la humildad de
aceptar la verdad dondequiera que se encuentre, incluyendo a los que tienen otra fe o ninguna,
pues toda verdad es de Cristo. Somos herederos de una rica tradición, en particular, la de
Santo Tomás, que ha de ser estudiada, amada y transmitida. Pero sólo seremos herederos de
Santo Tomás si tenemos aquella pasión por la verdad que va más allá de la seguridad de las
respuestas ya aceptadas; es por esto por lo que nos esforzamos en acercarnos al misterio de la
verdad de Dios, que está más allá de toda palabra. Por lo tanto debemos atrevernos a entrar en
debate con todos los que buscan sabiduría y entendimiento. Hay que atreverse a salir de sí
mismo y suplicar a Dios un poco de luz, así como hizo Santo Tomás. Domingo quiso que
fuéramos una orden de mendicantes; no sólo de pan sino también de sabiduría.
104. La pasión por la verdad define nuestro rol en la Iglesia también. Somos hijos e hijas de
Domingo “in medio Ecclesiae.” Nuestro compromiso por la unidad de la verdad en Cristo
reaparece en el cuidado que damos a la unidad de la Orden y de la Iglesia. El carisma de la
Orden de Predicadores requiere que permanezcamos siendo uno, predicando “un solo Cuerpo
y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados; un solo Señor, una
sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en
todos” (Ef. 4, 4-6).
105. Santa Catalina de Siena nos ofrece un perdurable testimonio del modo dominicano de
cultivar la unidad de la Iglesia. Es nuestra tarea profética específica hoy en una Iglesia que a
menudo aparece marcada por divisiones ideológicas. Tal tarea se fundamenta en nuestra
confianza en la unidad de la verdad en Cristo. El Maestro de la Orden ha nombrado una
Comisión, “La Verdad en el Amor,” para ayudar a la Orden a abordar las tensiones
teológicas que pueden tanto enriquecer como lastimar nuestras vidas.
106. Sin embargo, la convergencia de toda verdad en Cristo va más allá de lo que toda teología
alcanza. Desde la discrepancia de Pedro y Pablo en Antioquía hasta el día presente, el
incesante peregrinar de la Iglesia hacia Aquel que es la Verdad ha conocido siempre
momentos de tensión, al enfrentarnos unos a otros luchando por reconciliar tradición y
nuevas perspectivas. Algunas veces esto ha conducido a hermanos nuestros a situaciones de
tensión con las máximas autoridades de la Iglesia. La exploración teológica puede parecer al
principio deslealtad con la tradición. Somos leales con nuestro papel en la Iglesia cuando
animamos a nuestros hermanos y hermanas en su búsqueda de la verdad, sin temor a darles
apoyo y ánimo, pero también crítica fraterna. La Orden debiera ser un modelo para la Iglesia
en cuanto al debate responsable, crítico y fraterno.
107. Si en realidad vamos a cumplir esta misión en la Iglesia, entonces la Orden requiere de una
vida de estudio intenso. Como lo han dicho todos los Capítulos Generales en tantos años,
necesitamos formar hermanos jóvenes en el más alto nivel intelectual. Las exhortaciones de
los Capítulos han sido en general ineficaces. Aunque la vida intelectual es fundamental
para toda nuestra misión, las Provincias conocen múltiples presiones para que r espondan
a otras necesidades. Las Provincias se han mostrado renuentes a responder a las peticiones
del Maestro de la Orden para enseñar en las Instituciones que están directamente bajo su
jurisdicción. La Orden espera que estas Instituciones se conviertan en centros de excelencia,
pero no les da el apoyo necesario. La repetición de palabras sin efecto devalúa las palabras
que decimos (Relatio MO 163).
108. ¿Cómo, podemos avanzar? Este Capítulo general, como autoridad suprema de la Orden, cree
que ha llegado el tiempo de pasar a determinaciones más prácticas, si aún queremos cumplir
nuestra misión. Para su misión intelectual la Orden necesita de una estrategia que le ayude a
responder a las necesidades de nuestro tiempo, a articular la relación entre las Instituciones
bajo jurisdicción del Maestro con las instituciones provinciales de estudio y de
investigación, y a cuidar que nuestra vida intelectual se sostenga y desarrolle en cada región
de la Orden.
109. El Capítulo General de Cracovia ofreció un juicioso análisis del papel del Regente de
Estudios (cf. ACG 2004, 114-160). El desarrollo efectivo de la vida intelectual a nivel de las
Provincias necesita que se estudie mejor el rol del Prior Provincial en colaboración con el
Regente y con los Moderadores de los Centros provinciales de Estudio (Relatio MO 71).
110. Este es un momento de esperanza en la vida de la Orden. Divisiones que hubo en años
pasados han prácticamente quedado atrás. Gracias a Dios recibimos vocaciones en la
mayoría de las entidades de la Orden. Hay que asumir con vigor esta oportunidad.
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