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SOBRE LA EXPLORACION y EL TRATAMIENTO
PSICOANALITICO DE LA PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA
y ESTADOS ANALOGOS (1)
Por Karl Abraham
Mientras la bibliografía psicoanalítica ha prestado amplia consideración
a los estados de angustia patológica, los depresivos fueron objeto de escasa
atención hasta la fecha. Sin embargo, el afecto depresivo aparece con tanta
profusión como el ansioso en todas las formas de neurosis y psicosis, y
frecuentemente ambos se presentan simultánea o sucesivamente en un mismo
individuo, de modo que un enfermo de neurosis de angustia podrá padecer
estados de depresión mental, y un melancólico se quejará de sufrir angustia.
D no de los primeros resultados que arrojó la investigación de las neurosis realizada por Freud, fué el descubrimiento de que la angustia neurótica
se origina en la represión sexual, origen que permitió diferenciarla del miedo
común. Del mismo modo, podemos distinguir los afectos de la tristeza o la
aflicción, por un lado, y la depresión neurótica, por el otro, respondiendo
ésta a una motivación inconsciente y representando una consecuencia de la
represión.
La angustia y la depresión están relacionadas entre sí como el miedo y la
aflicción. Tememos a un mal amenazante y nos afligimos por uno que ya
(1) Ansaetze. zur psy choanalytiscben
Erforschung und Behandlung des maniscb-depressiven Irreseins uni verwandter Zustaende, es una comunicación al Tercer Congreso Psicoanalítico Internacional de Weimar, 1911, que apareció in extenso en el "Zentralblatt für Psycho-
analyse", 2:302-315; 1912. Se trata de uno de los primeros trabajos psicoanalíticos sobre la
psicología de los estados melancólicos. Le siguió, en 1916, otro trabajo del mismo autor, que
aparecerá traducido en la próxima entrega de esta revista: Investigaciones sobre las primeras
etapas pregenitales de la libido. La cronología de este tema registra luego el trabajo de FREUD:
El duelo y la melancolía, y otro de ABRAHAM, ya publicado en castellano: Breve estudio del
desarrollo de la libido a la luz de los trastornos mentales ("Revista de Psicoanálisis" 2:274-349;
1944).
Esta traducción por fuerza es infiel, ya que al no tener a nuestro alcance el texto alemán, tuvimos que verterla del inglés (Selected Papers of Karl Abrabam. Hogarth Press, London, 1927, pág. 137-156). (N. del T.)
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,
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ha ocurrido; análogamente, un neurótico sufrirá angustia cuando su instinto persiga una satisfacción que la represión le impide alcanzar, pero quedará
deprimido cuando tenga que abandonar. su fin sexual sin haberlo satisfecho.
En tal caso se sentirá privado de amor e incapaz de amar, desesperando así
de su vida y de su futuro. Este afecto persistirá hasta que deje de ac;tuar
su causa, ya sea por un cambio real de la situación o por una modificación
psicológica de las ideas displacenteras que confronta. Todo estado de depresión neurótica ~como todo estado de angustia, a la cual aquélla está Íntimamente vinculada- alberga la tendencia a negar la vida.
En estas observaciones hay muy poco que no sea conocido por quienes consideran las neurosis desde el punto de vista freudiano, aunque es
sorprendentemente escaso lo que hasta ahora se ha escrito sobre la psicología de la depresión neurótica en la literatura psicoanalítica. En cambio,
la aparición del afecto depresivo en la esfera de las psicosis aun aguarda
su investigación más precisa, tarea que se ve complicada por la circunstancia de que buena parte de las. afecciones en cuestión siguen un curso
"cíclico", alternando los estados melancólicos con los maníacos. Los pocos
estudios preliminares publicados (2) sólo se refieren a una u otra de estas
fases.
La práctica de los últimos años me ha ofrecido seis casos indudables
de esta naturaleza. De ellos, dos eran maníacodepresivos leves (ciclotímicos, según la expresión corriente), a uno de los cuales sólo traté durante
breve tiempo. El tercero, una mujer, sufría de estados depresivos breves,
pero recurrentes con frecuencia, acompañados por típicos síntomas melancólicos. Otros dos se encontraban en su primer episodio psicótico depresivo, pero previamente habían presentado una tendencia a ligeras fluctuaciones del humor. en sentido maníaco o depresivo. El último de mis enferbos había caído en grave y pertinaz psicosis a la edad de 45 años.
Siguiendo a Kraepelin, la mayoría de los psiquiatras no incluyen los
estados de depresión en la psicosis maníaco depresiva, cuando se presentan
después de los 40 años. Sin embargo, a medida que progresaba su análisis,
este último caso reveló tan notable similitud de su estructura psíquica con
la de aquellos enfermos que sin duda alguna pertenecen al grupo maníaco(2) MAEDER: Psy cboanalyse bei einer melancboliscben
Depression (Psicoanálisis de una
depresión melancólica), 1910. BRILL: Ein Fall von periodlscber Depresslon psychogenen Ursprungs (Un caso de depresión periódica psicogénica), 1911. JONEs:Psycho-Analytic
Notes
on a Case of Hy-pomanla (Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de hipomanía), 1910.
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PSIGOANA.L/SIS
depresivo, que no vacilo en clasificarlo junto a éstos. Empero, no pretendo
estatuir con ello una opinión sobre el límite entre ambas psicosis. Por otro
lado, no me propongo considerar aquí los estados depresivos
sentan en el curso de la demencia precoz.
que se pre-
Ya en mi primer análisis de una psicosis depresiva me llamó inmediatamente la atención su similitud estructural con la neurosis obsesiva. En
los neuróticos obsesivos (3) (me refiero aquí a los casos graves), la libido
no puede desarrollarse de manera normal, debido a que dos tendencias
pares - odio y amor - interfieren constantemente entre sí,
dis-
Es tan poderosa la tendencia de estas personas a adoptar una actitud
hostil frente al mundo exterior, que su capacidad de amar queda reducida
al mínimo.
la represión
~ mismo tiempo, son debilitados y privados de energía por
de su odio, o, para expresarlo más correctamente, por la repre-
sión del componente sádico de su libido, componente de suma potencia primitiva. Además, en su elección de objeto exhiben una incertidumbre similar
en lo que se refiere al sexo de éste. Su incapacidad para establecer la libido
eri una posición determinada, les precipita en un sentimiento general de inseguridad y les lleva a la manía de duda. No son capaces de adoptar una
resolución ni de formular un juicio decisivo; en toda situación sufren sentimientos de inadecuidad y se encuentran inermes ante los problemas de
la vida.
A continuación describiré lo más concisamente que sea posible la historia de un caso de ciclotimia, tal como se me presentó después del análisis
realizado
con éxito.
El paciente recordaba que su instinto sexual se había manifestado con gran
violencia y precocidad: aun antes de los 6 años. A la sazón, su primer objeto
sexual había sido una institutriz cuya presencia le excitara y que aun desempeñaba
vivo papel en sus fantasías. Su excitación emocional le había llevado a practicar
la masturbación, que realizaba acostándose sobre el vientre y efectuando movimientos de fricción. Cierta vez le había descubierto su niñera y antigua nodriza,
quien le prohibió expresamente tales maniobras y le azotaba cada vez que desobedecía su prohibición. También le amenazó con que durante toda su vida sufriría
las consecuencias de ese vicio. Más tarde, en la escuela, durante varios años un
compañero ejerció sobre él poderosa atracción erótica.
(3) La siguiente exposición sucinta se ajusta a la de Freud en su trabajo
neurosis obsesiva (1909).
Un caso de
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Y ESTADOS
ANALOGOS
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Jamás se había sentido a gusto en elhogar, ni en su infancia ni ulteriormente,
dominándole sin cesar la impresión de que sus padres preferían al hermano mayor,
de extraordinaria inteligencia, mientras que la suya no pasaba de mediocre.
También creía que su hermano menor, de constitución delicada, era objeto de
más solícitas atenciones por parte de la madre. Como consecuencia, exhibía una
actitud hostil frente a sus padres, con celos y odio a sus hermanos. Algunos actos
impulsivos de su infancia permiten apreciar la intensidad de ese odio. Así, riñendo
por futilezas, en dos ocasiones se dejó arrastrar por la violencia frente a su hermano mayor, golpeándole y lesionándole seriamente. Semejante actitud es tanto más
sorprendente si nos enteramos de que en la escuela siempre se contaba entre los
más pequeños y débiles de sus compañeros de edad. Jamás tuvo verdaderos
camaradas, sino que solía mantenerse apartado. Era diligente, pero con escasos
resultados. La pubertad permitió advertir que su instinto sexual, tan poderosamente manifestado en un principio, había sido paralizado por la represión, pues,
. en contraste con su actitud infantil, ya no se sentía atraído por el sexo femenino.
Su actividad sexual seguía siendo la misma de la infancia, pero no la realizaba
en estado de vigilia, sino sólo al dormir o en el semisueño, Carecía de amigos.
Tenía plena cuenta de su falta de energía real, comparándose con los demás, pero
no hallaba el menor estímulo en la familia; por el contrario, su padre solía aludirle
con términos denigrantes en su presencia. Agregado a todos estos factores depresores, sufrió un evidente trauma psíquico al tener su maestro la brutalidad de
llamarle un lisiado físico y mental, en presencia de .toda la clase. Su primer
acceso depresivo apareció poco después de este hecho,
Tampoco más tarde estableció relaciones con sus compañeros, manteniéndose
deliberadamente apartado de éstos, por temer que pudiesen considerarle inferior.
Los niños eran los únicos seres humanos con quienes se entendía y que le agradaban, pues ante ellos se veía libre del acostumbrado sentimiento de insuficiencia.
Llevaba una vida ,solitaria y sentía cabal temor ante las mujeres. Era capaz de
efectuar normalme-nte el acto sexual, pero no tenía la menor inclinación al
mismo y éste no le proporcionaba la satisfacción correspondiente. Aun en años
posteriores, su principal actividad sexual era la masturbación nocturna. Dedicaba
escasa energía a la.vida práctica y siempre le resultaba difícil adoptar una resolución o decidir alguna alternativa.
Hasta aquí, el historial de nuestro paciente coincide en todos sus detalles COn
el que nos presentan los neuróticos obsesivos. Sin embargo, no comprobamos
en él síntomas obsesivos, sino una paratimia circular que recurrió varias veces
en el curso de los 20 últimos años.
En su fase depresiva, el estado mental del paciente era, para usar sus propias
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palabra, "deprimido" o "apático", según la gravedad de su condición. Se sentía
inhibido; debía forzarse a realizar aun las cosas más simples; hablaba con lentitud
y suavidad. Deseaba estar muerto y abrigaba ideas de suicidio. Sus pensamientos
giraban alrededor de contenidos depresivos, soliendo decir de sí mismo: "Soy
un inútil, un perdido" detestable; nada tengo que hacer en este mundo." Tenía
la vaga noción de que su estado depresivo representaba un castigo. Se sentía
inexistente y solía imaginar que desaparecería del mundo sin dejar rastros.
Durante estos estados de ánimo estaba exhausto, angustiado y con sensaciones
de opresión craneana. Por lo general la fase depresiva duraba algunas semanas,
aunque en ocasiones era más breve. La intensidad de la depresión variaba en
los sucesivos accesos; así, solía tener dos o tres estados melancólicos profundos
y unos seis o más accesos leves en el curso del año. Su depresión aumentaba
gradualmente durante el episodio, hasta alcanzar cierta intensidad, conservándose así durante un tiempo, para disminuir luego gradualmente. El enfermo
tenía plena conciencia de este proceso, que también era percibido por otras
personas.
Cuando el paciente contaba unos 28 años, apareció un estado de hipomanía
que alternaba con sus accesos depresivos. Al comienzo de sus fases maníacas
despertaba repentinamente de la apatía, adquiriendo' una actividad mental que
gradualmente se convertía en hiperactividad. Solía trabajar mucho en esas
fases; no conocía la fatiga, se despertaba temprano de mañana, y elaboraba
planes sobre su carrera. Se tornaba emprendedor y se creía capaz de realizar
grandes cosas; era locuaz y propenso a reír, a bromear y hacer juegos de
palabras. Advertía que sus ideas eran un tanto volátiles y dejaba traslucir ligera
fuga de ideas. Hablaba con rapidez, energía e intensidad mayor que de costumbre. Su humor era alegre y un poco exaltado. En el punto máximo de sus
fases maníacas, la euforia tendía a convertirse en irritabilidad y violencia
impulsiva. Así, por ejemplo, si alguien le molestaba en su trabajo o se interponía
en su camino, o si un automóvil pasaba velozmente a su lado, reaccionaba con
violenta cólera y sentía el impulso de tomarse inmediatamente a golpes con el
ofensor. Encontrándose en tal estado de ánimo, muchas veces le sucedió verse
envuelto en verdaderas riñas, en las cuales se conducía con gran crueldad.
Durante sus períodos depresivos dormía bien, pero en las fases maníacas estaba
muy inquieto, especialmente durante la' segunda mitad de la noche. Casi todas las noches la excitación sexual solía dominarle con repentina violencia.
Aunque su libido había aparecido muy precoz e intensamente en la infancia, el paciente había perdido casi toda su capacidad de amar u odiar, tal como
sucede en el neurótico obsesivo. Aunque no era impotente, le resultaba imposi-
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ble lograr una verdadera satisfacción sexual y solía derivar mayor placer dé una
polución que del propio coito. En lo esencial, sus actividades sexuales estaban
restringidas al reposo nocturno, manifestando así, como el neurótico, una
tendencia autoerótica a aislarse del mundo exterior. Las gentes de esta especie
sólo pueden sentir placer en completo aislamiento, pues todo ser viviente, todo objeto inanimado, es un elemento perturbador. Sólo una vez obtenido el total aislamiento de cualquier impresión' externa -como es el caso al dormir- pueden alcanzar la gratificación de sus deseos sexuales, soñándolos. Nuestro paciente expresaba esto con las siguientes palabras: "Donde más feliz me siento, es en la cama,
pues allí estoy como en mi propia casa." (4)
Especialmente en la pubertad, el paciente hubo de advertir que en muchos
puntos importantes se encontraba a la zaga de sus compañeros de la misma edad.
Así, físicamente jamás se sentía a la misma altura que ellos, y también temía
ser mentalmente inferior, sobre todo en comparación con su hermano mayor.
Agregóse a la sazón el sentimiento de incapacidad sexual, y precisamente en esa
época sucedió que la crítica de su maestro ("lisiado físico y mental") le abatió
como un golpe. Su intensa repercusión se explica porque remozaba en su memoria las profecías de la nodriza, quien le había amenazado con eterna infe•
licidad por su masturbación, de modo que sus viejos sentimientos de incapacidad
experimentaron poderoso estímulo precisamente al despertar en él la hombría,
cuando debía, pues, estar dominado por los mismos sentimientos masculinos de
sus compañeros. Fué en ese conexo que sufrió el primer estado depresivo conservado en su memoria..
Como tan frecuentemente vemos en las neurosis obsesivas, la eclosión
de la enfermedad real ocurrió cuando el paciente tuvo que adoptar una decisión final en su actitud frente al mundo exterior y a la aplicación futura de
su libido. También. en mis otros análisis fué un conflicto semejante el que
produjo el primer estado depresivo. Así, por ejemplo, uno de mis pacientes
se había comprometido para casarse, pero poco tiempo después le dominó
el sentimiento de ser incapaz de amar, cayendo en profunda depresión melancólica.
En todos estos casos se pudo descubrir que la enfermedad provenía de
una actitud de odio que paralizaba la capacidad de amar. Como en las neu( 4) Puedo señalar que el otro enfermo del sexo masculino, cuya psicosis depresiva tuve
oportunidad de analizar, se comportaba del mismo modo. Ninguno de los dos era impotente,
pero ambos lograban mayor placer en la conducta autoerótica general, tropezando con
grandes dificultades y complicaciones en sus tratos con mujeres.
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rosis obsesivas, puede demostrarse que en la psicogénesis de la enfermedad
también intervienen otros conflictos de la vida instintiva del paciente. Al
respecto mencionaré ante todo la incertidumbre del paciente sobre su papel sexual.
El caso de Maeder (5), acusaba particularmente un conflicto semejanteentre la actitud masculina y la femenina, y dos de mis pacientes exhibían un proceso de sorprente semejanza con aquél.
Sin embargo, en su evolución ulterior ambas enfermedades divergen
entre sí. La neurosis obsesiva crea fines sustitutivos en lugar de los primitivos fines sexuales inasequibles, y los síntomas de compulsión mental están
encargados de realizar tales fines sustitutivos. La evolución de las psicosis
depresivas es distinta, pues en ellas la represión es seguida por un proceso
de "proyección" con el cual nos ha familiarizado nuestro conocimiento de
la psicogénesis de ciertos trastornos mentales.
En Observaciones psicoanaliticas sobre un caso de paranoia,. Freud formula inequívocamente la psicogénesis de la paranoia, exponiendo en forma
concisa las etapas que conducen a la estructuración final del delirio paranoico. Aquí trataré de formular análogamente la génesis de las psicosis depresivas, basándome en mis análisis de los trastornos mentales depresivos.
Freud considera que, por 10 menos en gran parte de los delirios paranoicos, el núcleo del conflicto reside en fantasías optativas de tipo homosexual,
es decir, en el amor del paciente por una persona del mismo sexo, cuya fórmula
es: "Yo (un hombre) le amo (a un hombre)." Tal actitud despierta objeciones
en el sujeto y es negada con vehemencia, de modo que la fórmula se convierte
en: "No le amo sino que le odio." Puesto que en la paranoia las percepciones
internas son reemplazadas por otras externas, ese odio es representado como
una consecuencia 'del odio sufrido por el paciente desde el exterior, llegándose
así a la tercera fórmula: "No le amo -le odio- porque me persigue."
En las psicosis que aquí tratamos se encuentra oculto un conflicto de
otra especie, derivado de una actitud libidinal con predominio del odio. Esta
actitud se dirige primero contra los parientes más cercanos, y luego se generaliza. Es posible expresarla en la fórmula siguiente: "No puedo amar
a la gente; tengo que odiarla."
Los intensos sentimientos de incapacidad que sufren tales pacientes
provienen de esta penosa percepción interior. Si el contenido de la percep(5) Véase la nota 2.
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ción se reprime y se proyecta hacia el exterior, el sujeto. cree que no es amado por los que le rodean, sino odiado (nuevamente: primero por sus parientes, etc., y luego por un círculo más amplio de personas). Esta idea es
separada de su conexo causal primario junto con su propia tonalidad de odio,
para ser asociada a otros defectos psíquicos y físicos (6). Según parece, la
acumulación de tales sentimientos de inferioridad favorece la aparición de
estados depresivos.
Así llegamos a la segunda fórmula: "La gente no me quiere, sino que
me odia. .. por mis defectos innatos (7). Por lo tanto, me siento infeliz
y deprimido."
Sin embargo, los impulsos sádicos reprimidos no permanecen en inactividad; por el contrario, acusan una tendencia a volver a la conciencia y reaparecen bajo diversas formas: en sueños y en actos sintomáticos, pero especialmente en la inclinación a molestar a los demás; en violentos deseos de
venganza o en impulsos criminales. Estos estados sintomáticos no suelen ser
manifiestos, pues en su mayor parte no son puestos en acción; pero una exploración profunda de la mente del enfermo -como la proporcionada por la catamnesis, por ejemplo- traerá a luz gran cantidad de tales actitudes. Por otra
parte, si bien pueden pasar inadvertidas en la fase depresiva, la maníaca ofrece mejores oportunidades para observarlas. En todo caso, más adelante habremos de volver sobre este tema.
Es especialmente en relación con tales deseos de cometer actos de violencia o de venganza, cuando los enfermos tienden a atribuir sus sentimientos
a la conciencia torturante de sus propios defectos físicos o psíquicos, en vez
de referirlos a su sadismo insuficientemente reprimido. Todos los maníacodepresivos tienden a extraer la misma conclusión que Ricardo III, quien enumera todos sus defectos con despiadada crueldad para consigo mismo, concluyendo
así:
y por lo tanto, ya que no puedo ser amante ...
Estoy resuelto a ser villano.
Ricardo no puede amar por impedírselo sus defectos, que le tornan aborrecible y le hacen anhelar la venganza. Todos nuestros pacientes desean
(6) En muchos casos, particularmente en los más leves, la conexión original sólo está
perdida eI1;parte, pero aun así se reconoce con facilidad la tendencia al desplazamiento.
. (7) Recuérdese aquí la etimología de la palabra alemana hiisslich (feo): "lo que des-
pierta odio".
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lo mismo, pero no lo consiguen porque su actividad instintiva está paralizada por la represión.
La supresión de estos frecuentes impulsos de odio y venganza da lugar
a nuevos estados mórbidos, tales como los sentimientos de culpa. Laexperiencia parece demostrar que cuanto más violentos son los impulsos inconscientes de venganza, tanto más marcada es la tendencia a formar ideas delirantes de culpabilidad. Tales delirios, como se sabe, pueden asumir enormes
proporciones, llegando a declarar el enfermo que sólo él es culpable de todos
los pecados habidos desde que el mundo existe, y que todas las perversidades
se originaron sólo de él. Estos enfermos han reprimido al inconsciente un
sadismo insaciable dirigido contra todas las personas. y cosas. Desde luego,
la idea de tan enorme culpabilidad es extremadamente penosa para su conciencia, pues donde exista un sadismo fuertemente reprimido, también el
estado depresivo tendrá proporcional intensidad. N o obstante, la idea de.
culpabilidad ofrece la realización de un deseo: el deseo reprimido de ser un
criminal de la peor especie, de haber incurrido en mayor culpa que todos
los demás juntos. También esto nos recuerda ciertos procesos psíquicos del
neurótico obsesivo, como, por ejemplo, su creencia en la "omnipotencia" de
los pensamientos. Frecuentemente sufre angustia por considerarse culpable
de la muerte de cierta persona, debido al mero hecho de haber pensado en
su muerte. T ambiénen el neurótico obsesivo están reprimidos los impulsos
sádicos: al no poder actuar de acuerdo con sus instintos primarios, se abandona inconscientemente a la fantasía de ser capaz de matar por medio de los
pensamientos. Este deseo no aparece como tal en la conciencia, sino que
adopta la forma de atormentadora angustia.
Como resultado de la represión del sadismo, surge la depresión, la
angustia y las aütoacusaciones; pero al quedar bloqueada una fuente tan
importante de placer, manantial de instintos activos, habrán de reforzarse
necesariamente las tendencias masoquistas. El paciente adoptará entonces
una actitud pasiva y derivará placer de su sufrimiento y del continuo cavilar
sobre sí mismo. Así, aun la más profunda zozobra melancólica contiene una
fuente oculta de placer.
Antes de que irrumpa el estado depresivo declarado, muchos enfermos
manifiestan en sus empresas y en su manera de vivir una energía que supera
la común en ellos. Suelen sublimar forzadamente la libido que no pueden
dirigir 'hacia sus propósitos cabales, adoptando aquella vía a fin de poder
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cerrar los ojos ante el conflicto que albergan y para rechazar el estado mental
depresivo que amenaza irrumpir a la conciencia. Muchas veces esta actitud
puede mantenerse durante largos períodos, pero jamás de manera completa,
pues quien deba luchar durante largo tiempo contra influjos perturbadores,
jamás podrá gozar de paz o de seguridad interior. Toda situación que exija
una actitud definida en el terreno de la libido, llevará al repentino colapso de
su equilibrio psíquico, que tan arduamente se ha procurado mantener. Sus
intereses previos (sublimaciones) desaparecen repentinamente en cuanto se
desencadena la depresión, y esto lleva a un estrechamiento de su perspectiva
mental que puede alcanzar el grado de la monomanía.
U na vez manifestada abiertamente la psicosis depresiva, su rasgo cardinal
parece residir en la inhibición psíquica, que dificulta el rapport entre el
paciente y el mundo exterior. Incapaz de establecer una aplicación persistente y positiva de su libido, el enfermo busca inconscientemente el aislamiento del mundo, y sus tendencias auto eróticas se manifiestan a través de
su inhibición. Es cierto' que existen otros mecanismos por los cuales l~s
neurosis y psicosis pueden dar expresión sintomática a una tendencia autoerótica, pero el hecho de que en este caso aparezca la inhib~ción en lugar
de otro síntoma cualquiera, se explica perfectamente por la circunstancia
de que la inhibición también sirve, al mismo tiempo, a otras tendencias inconscientes. Me refiero, en particular, a la tendencia hacia la "negación de la
vida". Son especialmente los grados más profundos de la inhibición -o
sea el estupor depresivo- los que representan una muerte simbólica. El paciente no reacciona ni aun a la aplicación de poderosos estímulos externos,
tal como si en efecto hubiese dejado de vivir. Cabe tener muy en cuenta
que en las precedentes observaciones sólo hemos considerado dos causas de
la inhibición, mientras que el análisis de cualquier caso revela aun otros factores determin;nres relacionados con las circunstancias individuales del paciente.
Si aceptamos las conclusiones sólidamente establecidas de la experiencia
psicoanalítica, se nos tornarán comprensibles ciertos rasgos comunes de los
estados depresivos, como,.por ejemplo, las frecuentes ideas de pauperización.
Así, el paciente se queja de que él y su familia están expuestos al hambre.
Si el comienzo de su enfermedad ha sido precedido por una pérdida pecuniaria, declarará que le resulta imposible soportar ese golpe y que está completamente arruinado. Estas extrañas ideas, que muchas veces dominan por
completo los pensamientos del paciente, se explican por la identificación de
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la libido con el dinero -del "poder" sexual con el pecuniario (8)_, fenórneno éste que nos es harto familiar. En cierto modo, la libido del paciente ha
desaparecido del mundo; mientras los demás pueden seguir invirtiéndola en
los objetos del mundo exterior, él ya no posee semejante capital para gastar.
Su sentimiento de pauperización deriva de la percepción reprimida de su
propia incapacidad para el amor.
En los estados depresivos de la involución nos encontramos muy frecuentemente con temores o profundos delirios que giran alrededor de la misma idea. En la medida de mi no muy extensa experiencia psicoanalítica con
estos procesos, tengo razones para suponer que los individuos expuestos a
tales delirios son aquéllos cuya vida erótica no les ha deparado satisfacciones.
Durante la década precedente de su vida han reprimido este hecho, refugiándose en toda suerte de compensaciones. No obstante, sus represiones no
alcanzan a hacer frente a la conmoción del climaterio, época en que, por así
decirlo; pasan revista a su vida dilapidada y al mismo tiempo sienten que
ya es demasiado tarde para enmendarla. Su conciencia se resiste enérgicamente a todas las ideas relacionadas con este hecho, pero al no tener la
energía suficiente para desterrarlas por completo, se ve obligada a concederles acceso bajo disfraz. Así, desfiguradas en el delirio de pauperización,
siguen siendo dolorosas, pero ya no son tan intolerables como antes.
Considerada en su aspecto exterior, la fase maníaca de los procesos cíclicos es .el símil diametral de la fase depresiva. En superficie, el psicótico
maníaco parece estar muy satisfecho, y a menos que se realice una investigación más profunda por métodos psicoanalíticos, podría parecer que ambas
fases fuesen opuestas entre sí, aun en lo que a su contenido se refiere. Sin
embargo, el psicoanálisis demuestra que las dos fases están dominadas por
idénticos complejos y que la única diferencia reside en la actitud del paciente frente a los mismos. En el estado depresivo, deja que ellos le aplasten
y no ve otra salida de su miseria, sino la muerte (9) ;en el estado maníaco, en
cambio, reacciona frente al complejo con indiferencia.
Sobreviene la manía cuando la represión ya no es capaz de resistir el
asalto de los instintos reprimidos. Especialmente en los casos de grave excitación maníaca, el paciente pierde en cierto modo todo apoyo bajo el impacto
(8) El término alemán Vermogen, aquí empleado, significa tanto "riqueza" como "potencia" o "capacidad", en el sentido de potencia o capacidad sexuales. (N. del T. inglés.)
(9) Algunos pacientes se aferran a la idea de que podría curarles el cumplimiento de
alguna condición exterior; por lo general, sin embargo, el de una que jamás puede ser cumplida ..
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de aquéllos. Es muy importante
la negativa
recordar que tanto la libido positiva. como
(el amor como el odio, los deseos eróticos corno: la hostilidad
agresiva) pueden surgir a la conciencia con idéntica energía.
Este estado maníaco, en el cual los impulsos libidinales de ambas especies
ganan acceso a la conciencia, vuelve a restablecer un estado en que el sujeto
ya se encontró una vez: el estado de su primera infancia. Mientras en el
depresivo todo tiende a la negación de la vida, a la muerte, en el maníaco
la vida comienza de nuevo. Retorna a una fase en la cual sus impulsos aun
no habían sucumbido a la represión, en la cual nada podía prever aun del
conflicto que se aproximaba. Tales enfermos suelen decir, característicamente, que se sienten "como si hubiesen nacido de nuevo". La manía entraña
el cumplimiento del deseo de Fausto:
Devuélveme .el fuego indómito de mi pasión,
El celestial deleite del placer sentido;
Fuerza del odio, acero de amorosa emoción;
Devuélveme el doncel que una vez he sido.
La mentalidad del maníaco difiere de los estados normales tanto como
de los depresivos; en parte, por su despreocupación y su incontenida alegría;
en parte, por su exaltada irritabilidad
y sus sentimientos
de propia impor-
rancia. De acuerdo con las características
individuales del enfermo o con la
fase en que se encuentre
puede predominar
la enfermedad,
una u otra de
estas alteraciones.
El afecto placentero de la manía procede de la misma fuente que el
placer despertado por el chiste. En consecuencia, cuanto tenemos que decir
de aquél, concuerda estrechamente con la teoría de Freud sobre el chiste (lQ).
Mientras
el melancólico
exhibe un estado de inhibición
general, en el
maníaco hasta las inhibiciones normales de los instintos están parcial o totalmente abolidas. La energía de la inhibición, así economizada, se convierte en fuente de placer, con el agregado de que su carácter es permanente,
mientras que el chiste sólo reporta una suspensión transitoria de las inhibiciones.
Con todo, la economía de la inhibición no es en modo alguno la única
fuente del placer maníaco, pues al quedar abolida aquélla vuelven a tornarse
(10)
El chiste
y
su relación con el inconsciente (1905).
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PSICOANALlSIS
accesibles viejas fuentes de placer que habían sido suprimidas; ello demuestra
también cuán profundamente está arraigada la manía en lo infantil.
Como tercera fuente de placer puede considerarse la técnica de la ideación maníaca. En efecto, la abolición del contralor lógico y el juego con
palabras -:'-dos rasgos esenciales de los procesos ideativos manÍacos- acusan
un profundo "retorno a la libertad infantil".
La inhibición melancólica del pensamiento tiene su reverso en la fuga
de ideas maníaca. En la fase melancólica se produce un estrechamiento del
círculo de ideas, mientras que en la fase maníaca cambia con rapidez el contenido de la conciencia. El distingo esencial entre la fuga de ideas y el
pensamiento normal reside en que mientras la persona sana, al pensar o al
hablar, jamás deja de tener presente el objetivo de sus procesos mentales, el
maníaco, en cambio, fácilmente lo pierde de vista (11). Esta diferenciación
contribuye a caracterizar el aspecto exterior que ofrece la fuga de ideas, pero
no acusa su importancia para el maníaco. Cabe tener especialmente en cuenta
que la fuga de ideas le ofrece al enfermo considerables posibilidades de experimentar placer. Como ya lo hemos señalado, se produce una economía de
trabajo psíquico al eliminar el contralor lógico y al subordinar la ideación
al sonido, en lugar del sentido. Con todo, la fuga de ideas aun tiene otra
función que cumplir, esta vez una doble función: le permite al sujeto deslizarse con ligeras alusiones por sobre aquellas ideas que son penosas para su
conciencia, como, por ejemplo, las ideas de incapacidad; en otros términos,
favorece, como el chiste, el pasaje, a otro círculo de ideas. Además, también
permite la alusión jocosa a elementos placenteros que por regla general serían
suprimidos.
La similitud entre la mente del maníaco y la del niño se manifiesta bajo
múltiples formas, de las cuales sólo una habrá de ser mencionada aquí. En
los estados más leves de exaltación maníaca, el paciente está dominado por
una especie de despreocupada alegría que ostenta carácter a todas luces infantil. El psiquiatra que se ocupe mucho con tales casos advertirá claramente
que su rapport con ellos es el mismo que entablaría con un niño de unos
cinco años.
Las formas más graves de la manía se parecen a una orgía de libertad.
El instinto parcial sádico queda libre de sus ataduras. Desaparecen todas las
reservas y surge la tendencia a' la conducta inconsiderada y agresiva. En
(11) LIEPMANN:
U eber ldeeniiucbt
(Sobre la fuga de ideas), 1904.
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A y ESTADOS
AN ALOGOS
m
esta fase el maníaco reacciona frente a sucesos nimios con violentos despliegues de ira y con exorbitantes 'sentimientos vindicativos. Así, cuando su
exaltación alcanzaba cierta altura, el enfermo ciclotímico que ya hemos presentado solía sentir el impulso de agredir a todo el que no se apresurara a
cederle el paso en la calle. Estos casos frecuentemente tienen una desmesurada sensación de poderío, que no miden con la vara de sus actos reales, sino
con la violencia de sus instintos, cuya intensidad ahora pueden percibir en
grado extraordinario. Con cierta frecuencia aparecen ideas megalomaníacas
muy semejantes a las jactancias del niño sobre su sabiduría y su poderío.
El caso de ciclotimia que 'ya hemos descripto detalladamente plantea un
problema importante para el cual aun no podemos ofrecer una solución definitiva. En efecto, todavía no hemos explicado por qué, cuando el paciente
contaba unos 28 años, tuvieron que aparecer sus estados de exaltación maníaca, superponiéndose al estado depresivo que ya existía desde largo tiempo
atrás. Podría tratarse de un caso cuya pubertad psicosexual tia se presentó
sino mucho después de su madurez física. Los neuróticos frecuentemente
nos permiten discernir un retardo similar de la vida instintiva. Construyendo
sobre esta hipótesis, aceptaríamos que en su pubertad el paciente no habría
experimentado una exacerbación de su vida instintiva, sino que habría sido
dominado, a manera de la mujer, por una ola represiva, de modo que sólo
hacia el final de su tercer decenio se habría producido el despertar de su
instintividad bajo la forma del primer acceso maníaco. Efectivamente, fué
por esa edad que sus intereses sexuales se orientaron al sexo femenino, cediendo un tanto su tendencia al autoerotismo.
Cabe agregar aquí unas pocas palabras sobre el efecto terapéutico del
psicoanálisis.
En la fecha .de nuestra comunicación al congreso de Weimar (12), el
caso que aquí describimos con mayor detalle ya había progresado en su
análisis, al punto que su estructura general era evidente. Con todo, aun
quedaba mucho por hacer, y los resultados terapéuticos sólo comenzaban
a apuntar. Durante los últimos dos meses y medio se han tornado más
manifiestos, pero, naturalmente, aun es imposible formular un juicio decisivo
sobre su pronóstico, ya que una mejoría de dos meses significa harto poco
después de 20 áños de enfermedad, interrumpidos por intervalos libres de
diversa longitud. No obstante, quisiéramos formular los resultados obtenidos
(12) Véase la nota 1.
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REVISTA
DE PSICOANALISIS
hasta ahora. En el mencionado período no han vuelto a presentarse nuevos
estados depresivos, y el último de ellos cedió con gran facilidad. En consecuencia, este paciente ha sido capaz de trabajar en forma continuada. Durante el mismo período se produjeron dos fluctuaciones del estado mental
en sentido maníaco, que no podían pasar inadvertidas a la observación atenta,
pero fueron episodios mucho más leves que los anteriores estados de exaltación. Además, faltaron en esas oportunidades ciertos fenómenos que anteriormente se habían podido observar con regularidad. Entre ambas fases
maníacas no medió ninguna depresiva, como suele ser el caso, sino, en cambio, un estado que podía calificarse de normal, ya que no existía el menor
fenómeno ciclotímico. En lo restante, tendremos que seguir el curso ulterior
'de este caso, pero no dejaremos de agregar una observación más: si el paciente
logra conservar permanentemente un estado similar al de los dos últimos
meses, aun esta mejoría parcial le será de gran valor. En el otro caso de
ciclotimia analizado por nosotros, el período de observación fué demasiado
'breve como para poder formular juicio respecto a los resultados terapéuticos.
Con todo, comprobamos que su estructura patológica presentaba notable
semejanza con la del primer caso.
El tercer paciente descripto al comienzo. de este trabajo evidenció de
manera singular la eficacia del análisis, pese a la circunstancia de que ciertos
hechos. exteriores obligaron a interrumpir el tratamiento al cabo de cuarenta
sesiones. Ya en la primera parte de este tratamiento pudimos dominar una
depresión melancólica que acababa de desarrollarse en el enfermo, resultádo
jamás logrado anteriormente; a medida que proseguía su tratamiento, el efecto
se tornó más permanente, manifestándose en una 'decidida mejoría del estado
mental y en el considerable aumento de su capacidad de trabajo. Durante
los meses siguientes a la interrupción del análisis, el estado mental del enfermo no retornó a su nivel primitivo. Cabe señalar que en este caso se manifestó con toda claridad la actitud predominante de odio, el sentimiento de
incapacidad amorosa y la asociación entre el estado depresivo y los sentimientos de insuficiencia.
En los dos casos ya mencionados, con depresiones melancólicas iniciales,
no se pudo realizar un análisis prolongado debido a dificultades exteriores.
Sin embargo, su efecto fué indudable. Gracias a la interpretación psicoanalítica de ciertos hechos y conexiones, logramos establecer con los pacientes
una vinculación psíquica mayor de la que jamás se había alcanzado antes.
Por lo generales extraordinariamente difícil establecer. una transferencia
PSICOSIS MANÍACO-DEPRESIVA
y ESTADOS
ANALOGOS
329
con estos pacientes que se apartan totalmente del mundo entero, cuando se
encuentran en plena depresión. El psicoanálisis, que hasta ahora nos ha
permitido superar tal obstáculo, parece ser, por· tal razón, el único tratamiento aplicable a las psicosis maníacodepresivas.
Nuestro sexto caso confirma aun más certeramente este criterio, ya que
en él pudimos llevar adelante el tratamiento hasta su completa terminación.
El resultado fué notablemente bueno. El enfermo llegó al tratamiento 15
meses después de haberse presentado por primera vez su enfermedad, y la
terapéutica aplicada en el Ínterin en varios sanatorios sólo había tenido efecto
paliativo, al aliviar uno o dos de sus síntomas. A las pocas semanas de iniciar
su tratamiento psicoanalítico, el paciente se sentía mejorado en ocasiones, y
su profunda depresión comenzó a ceder al cabo de 4 semanas. Manifestaba
sentir por momentos la esperanza de que alguna vez podría volver a trabajar.
Llegó a alcanzar cierto grado de autorreconocimiento y decía: "Ahora soy
tan egoísta, que considero mi destino como el más trágico del mundo." Al
tercer mes del tratamiento todo su estado mental era más libre; sus diversas
formas de expresión mental ya no estaban tan inhibidas y existían días enteros
en que solía sentirse bien, forjando planes para el futuro. A ~sta altura dijo
una vez, refiriéndose a su estado mental: "Cuando todo va bien, me siento
más feliz y despreocupado de lo que estuve anteriormente." Al cuarto mes
manifestó que no sufría niás verdaderos sentimientos depresivos, y durante el
quinto mes, en el cual las sesiones ya no fueron cotidianas, pudimos advertir
modificaciones innegables en su estado clínico, con evidente tendencia a
la mejoría. Al sexto mes el enfermo pudo abandonar el tratamiento, y hasta
sus amistades se daban cuenta de la mejoría operada. Desde esa fecha han
pasado seis meses sin recidiva alguna.
Desde el punto de vista del diagnóstico se trataba, evidentemente, de
una psicosis depresiva, y no de una neurosis del climaterio. Desgraciadamente
'noestamos en la situación de publicar los detalles de este caso, pues son de
tal Índole que, de hacerlo, no podríamos respetar el incógnito del enfermo.
Además, median otras consideraciones que imponen especial discreción, circunstancia muy lamentable desde el punto de vista científico.
En lo que se refiere a los resultados terapéuticos obtenidos en este caso,
podría aducirse la objeción de que iniciamos su tratamiento precisamente
cuando la melancolía estaba a punto de ceder, de modo que ésta también
podría haber curado sin intervención nuestra; de ahí podría inferirse que el
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DE PSICOANALlSIS
psicoanálisis no posee el valor terapéutico que le atribuímos, En respuesta
cabe argumentar que en el curso de nuestra labor hemos tomado todas
las precauciones para evitar la caída en semejante error. Al iniciar el tratamiento teníamos ante nosotros un enfermo a todas luces inaccesible a cualquier influenciaexterior y completamente quebrantado bajo el impacto de
su enfermedad, al punto que abrigábamos escepticismo en cuanto al resultado
del tratamiento. Tanto mayor fué nuestro asombro cuando, después de superar considerables resistencias, logramos explicar ciertas ideas que dominaban
completamente al enfermo y pudimos observar el efecto de esta labor de
interpretación. Esta mejoría inicial, y todas las subsiguientes, se produjeron
inmediatamente después de reducir determinados productos de la represión.
Durante todo el curso del análisis pudimos observar claramente que la mejoría
corría pareja con el progreso analítico.
Al comunicar así los resultados científicos y prácticos de nuestros análisis de psicosis con estados de exaltación y depresión, tenemos bien presente
su carácter fragrnentario.. que nos apresuramos a señalar. No estamos en la
situación de conceder mayor peso a nuestras observaciones, como bien lo
hubiésemos querido, pues no podemos ofrecer una descripción detallada de
los casos sometidos al análisis. En lo que se refiere a uno de ellos, ya enunciamos las razones de esta falta. En otros tres casos muy instructivos, también
mediaron razones de discreción al comunicar los detalles pertinentes, y
esperamos que ningún crítico inteligente nos reprochará esta actitud. Aquellos que se interesen seriamente por el psicoanálisis suplirán los defectos de
nuestro trabajo con sus propias investigaciones independientes. Llevamos
plena cuenta de que la investigación futura es una imperiosa necesidad, pues
ciertos problemas no han sido considerados en nuestro trabajo, y otros sólo
lo fueron depasada. Por ejemplo, aunque hemos logrado reconocer hasta
qué punto se parecen entre sí los mecanismos psicogénicos de las neurosis
obsesivas y de las psicosis cíclicas, no tenemos la menor idea acerca de por
qué un grupo de pacientes ha de seguir uno de estos caminos, mientras que
otros adoptan el segundo.
En cuanto al aspecto terapéutico de la cuestión, cabe agregar algo más.
En aquellos enfermos que presentan intervalos libres entre sus accesos maníacos o depresivos, el psicoanálisis debe iniciarse precisamente en este
período. La ventaja de tal proceder es obvia, pues no es posible efectuar
ningún análisis en pacientes melancólicos profundamente inhibidos, ni en los
maníacos con incapacidad de concentración.
PSICOSIS MANÍACO-DEPRESIVA
Y ESTADOS ANALOGOS
331
Aunque nuestros resultados son incompletos hasta la fecha, sólo el psicoanálisis podrá revelar la estructura oculta de este amplio grupo de enfermedades mentales. Además, los primeros resultados terapéuticos obtenidos en
este campo justifican nuestra esperanza de que le esté reservada al análisis la
misión de sacar a la psiquiatría del atolladero del nihilismo terapéutico en
que se encuentra.
Traducido
del inglés por
L.ROSENTHAL •
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