Barbara Abeles - Facultad de Psicología

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Abeles, Bárbara – L.U. 334039520
Com. 2, Cuat I, 2011
Parcial domiciliario 21.06.11
Título del ensayo: El tiempo de la Interpretación: Don Rodrigo el Adelantado
Índice:
Introducción
Pág. 2
Miseria y Grandeza en la Modernidad
Pág. 3
Tiempos de hoy
Pág. 4
Corolario
Pág. 7
Bibliografía citada y de referencia
Pág. 8
Pág. 2
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El tiempo de la Interpretación: Don Rodrigo el Adelantado1
Introducción
Con una pizca de humor, damos unos pueriles primeros pasos en la
interrogación del concepto de “interpretación”, tanto en sus implicancias
Contemporáneas como las Modernas. La alusión al sketch del conjunto Les
Luthiers1 hace referencia al lugar del equívoco, a la posibilidad de más de un nivel
discursivo, o niveles de interpretación; posibilidad existente, dentro del campo
gnoseológico y ontológico, a partir de la consumación de la Metafísica Moderna de
la subjetividad. Esto tiene profundas raíces en la puesta en cuestión de la noción
de Verdad moderna, a la que también nos referiremos más adelante. Por esta
razón es también pertinente traer a colación a Don Rodrigo Díaz de Carreras –sin
explicar el chiste y quitarle su encanto– ya que éste también se “pregunta” por la
Verdad. Finalmente, explicamos que nos adherimos a su apodo “El Adelantado”,
ya que Don Rodrigo es un enigmático personaje del siglo XV, precolombino,
adelantado a nuestra época, en este caso, por dar lugar a esta suerte de equívoco
lingüístico que inspira e ilustra el presente ensayo.
En relación a las características de la interpretación en las épocas Moderna
y Contemporánea, resulta fundamental introducir los comentarios de los autores:
Friedrich Nietzsche, Michel Foucault, Sigmund Freud y sorpresivamente, desde
otra línea –como el ingrediente que une toda la receta– a Maurice Merleau-Ponty.
Este último, siguiendo la línea de Husserl y Dilthey, no hablará expresamente de
interpretación, pero sí hará una crítica al Cogito cartesiano, hablará de
significación, del sentido, de la percepción del mundo, por ende implícitamente
rozado el problema de la Verdad versus la interpretación, que desarrollaremos a
continuación.
1
De la "Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierra de Indias, de los
singulares acontecimientos en los que se vio envuelto, y de cómo se desenvolvió" de la obra de Les Luthiers
“Mastropiero que nunca” de 1977. “RELATOR: Me atengo a la historia // DON RODRIGO: Mentiras //
RELATOR: Verdades. Y yo no discuto con aventureros // DON RODRIGO: y yo no discuto con aficionades //
RELATOR: Dirá usted aficionados // DON RODRIGO: La rima es lo que me inspira. Yo he dicho aficionades,
en lugar de aficionados, porque usted dijo verdades // RELATOR: ¿Con que yo dije verdades? luego usted
dijo mentiras // DON RODRIGO: Terco y duro como una pared // RELATOR: ¿Y eso con qué rima? // DON
RODRIGO: ¡Con usted hombre, con usted!”
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Miseria y Grandeza en la Modernidad
Nietzsche hará una extensa crítica al pensamiento moderno, acusando a
sus filósofos de “idólatras de los conceptos”, de momificarlos, de deshistorizarlos,
de descartar la sensibilidad y lo obtenido de los sentidos por engañadores e
incurrir en el monótono-teísmo2. Dirá que “La ‘razón’ es la causa de que nosotros
falseemos el testimonio de los sentidos”3. Aquí vemos el contraste con lo dicho por
Descartes con su duda metódica, quien duda del carácter de verdadero de todo
aquello proveniente de los sentidos. Nietzsche llamará “aborto” y “todavía-nociencia”4 a todo cuanto rehúse emplear los sentidos y reivindicará el “mundo
aparente” como el único demostrable5. Con estos apelativos se refiere a la
metafísica, la teología, la psicología y la teoría del conocimiento. Dialogando con
esta temática, Merleau-Ponty hace referencia a los filósofos Modernos como
Descartes y Kant, y dirá que el pensamiento objetivo “Niega el hecho o la realidad
en nombre de lo posible y de la evidencia. Pero no ve que la evidencia se funda en
un hecho. […] el filósofo cree saber lo que percibe, en la reflexión, mejor de cuanto
lo sabe en la percepción.”6 Volviendo a Nietzsche, en la Segunda de sus Cuatro
Tesis7, vemos cómo describe que los signos que distinguen al “ser verdadero” son
los del “no-ser”, “de la nada”8. Finalmente vemos ponerse en cuestión la
posibilidad de “lo verdadero”, la unidad y la sustancia de un “yo” que lo sostenga,
los “conceptos supremos”, que como diría Nietzsche, son los “más generales, los
más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora”9. Decanta de esta
posición la existencia de signos momificados, podríamos decir, estancados,
incluso, con Foucault, podríamos decir que en esta época el signo es “simple” y
“bondadoso” y precede a la interpretación. Por esto dirá este último autor, que “la
2
Nietzsche, F. Crepúsculo de los ídolos. O como se filosofa con el martillo. Alianza, Buenos Aires, 1886.
Ibíd.
4
Ibíd.
5
Ibíd.
6
Merleau Ponty, M. (1945). Fenomenología de la Percepción. México: Fondo de Cultura Económica, 1957.
Pág. 326. Agregamos: “No hay que preguntarse, pues, si percibimos verdaderamente un mundo; al
contrario, hay que decir: el mundo es lo que percibimos. […] Estamos en la verdad y la evidencia es la
‘experiencia de la verdad’. […] la percepción no se presume verdadera, sino definida para nosotros
como acceso a la verdad.” Pág. 18.
7
Nietzsche, F. Óp. Cit.
8
Ibíd.
9
Ibíd.
3
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hermenéutica y la semiología son dos tristes enemigas”10. De esta manera se
explica la tierra yerma, en la Metafísica moderna, en la cual no había podido
gestarse una hermenéutica en términos contemporáneos.
Sin embargo encontramos la figura de Friedrich Schleiermacher (17681831) quien propone una interpretación simbólica, considerando la necesidad de
no limitar la misma a aspectos puramente filológicos del texto, y que la
interpretación no es “exterior” al texto sino que éste es resultado de la
interpretación y que ambos son una “unidad indisoluble”11. Aquí vemos un viraje,
un desplazamiento “del objeto (el ‘texto’) al sujeto (su intérprete) y es en éste
donde reposa la verdad de aquél.”12
Tiempos de hoy
De esta manera nos acercamos a la Hermenéutica contemporánea, en la
cual el sujeto como intérprete pasa al primer plano y le permite interpretarse a sí
mismo13. Foucault compara esto con las prácticas interpretativas disponibles en el
siglo XVI, en donde la unidad mínima a tratar por la interpretación era la
semejanza. Allí vuelve a aparecer esa unilateralidad de sentido que explorábamos
en párrafos anteriores. El autor dirá que a partir del siglo XIX, gracias a los
referentes de la escuela de la sospecha (Freud, Nietzsche, Marx), los signos
cobraron una cierta profundidad, entendiendo por ella una exterioridad14. Según el
autor, “el signo deviene malévolo”15, es decir, “hay en el signo una forma ambigua
y un poco equívoca que lleva a la distorsión y al ‘engaño’”16. Finalmente la
interpretación logra convertirse en una tarea infinita dado que los signos se
10
Foucault, M. “Nietzsche, Freud, Marx” en Nietzsche, AA.VV., De Minuit, 1967. “En efecto, una
hermenéutica que se repliega sobre una semiología debe creer en la existencia absoluta de los signos:
abandona tanto la violencia, lo inacabado, la infinitud de las interpretaciones, para hacer reinar el
terror del índice…”
11
Casalla, M. “Sobre la tradición hermenéutica y su presencia contemporánea” en AA.VV La de-construcción
de la subjetividad moderna. Antología de Textos para la Segunda Parte del Programa de Estudios. Homero,
Buenos Aires, 2011, Pág. 10-11.
12
Ibíd.
13
Foucault, M. “Nietzsche, Freud, Marx” en Nietzsche, AA.VV., De Minuit, 1967.
14
Ibíd. “La profundidad es ahora restituida como secreto absolutamente superficial, […] es en sentido
estricto, la inversión de la profundidad, el descubrimiento de que ésta era sólo un juego y un
despliegue de la superficie.”
15
Ibíd.
16
Ibíd. “Los signos son interpretaciones que tratan de justificarse, no a la inversa.”
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encadenaron en una red “inagotable” e “infinita”17. También delimitará una “región
absolutamente peligrosa” en la interpretación, la existencia de un “punto absoluto”,
que podría ser, a la vez, un “punto de ruptura” y que amenaza no sólo con hacer
desaparecer a la interpretación misma, sino también al intérprete: “sería la
sensación de un movimiento de la interpretación que se aproxima al infinito de su
centro, y que se deshace, calcinada”18. Foucault dirá que “bien podría ser algo así
como la experiencia de la locura”. Desde Jacques Lacan, podríamos pensar que
en este punto absoluto de la interpretación, se daría una experiencia de locura que
atraviesa la neurosis a partir de una disolución del fantasma, produciendo
desesperación. No obstante, Foucault hace mención a la angustia, por ende
podríamos hablar de una aproximación al fantasma fundamental, en esta
interpretación infinita. Tal vez por esta razón, Foucault dirá que Freud luchó toda
su vida con esta experiencia… “no sin angustia”. Podríamos pensar que se delata
en el análisis del Sueño de la inyección de Irma relatado en La interpretación de
los Sueños.
En “Nietzsche, Freud, Marx”, a lo largo del texto, Foucault menciona cuatro
postulados de la hermenéutica. En principio plantea las dos sospechas que el
lenguaje mismo hizo nacer. Por un lado, tenemos lo que los griegos llamaban la
Alegoría y la Hyponoía, que alude al hecho de que el lenguaje no dice
exactamente lo que quiere decir, que hay otro sentido que “es a la vez más fuerte
y se halla por ‘debajo’”19. Por otro lado tenemos al Semáinon. Aquí se hace alusión
a que el lenguaje puede desbordar su forma verbal y que hay “muchas cosas en el
mundo que hablan y no son lenguaje”20. Merleau-Ponty rodea esta idea al decir
que “todo tiene un sentido”, que “no hay ni una palabra, ni un gesto humanos,
siquiera habituales o distraídos, que no tengan una significación […] expresan […]
cierta toma de posición frente a la situación”21.
17
Foucault, M. “Nietzsche, Freud, Marx” en Nietzsche, AA.VV., De Minuit, 1967.
Ibíd.
19
Ibíd.
20
Ibíd.
21
Merleau Ponty, M. (1945). Fenomenología de la Percepción. México: Fondo de Cultura Económica, 1957.
Pág. 21-22.
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El segundo grupo de postulados empieza con la noción de que no hay
nada primario, originario a interpretar, “ya que en el fondo todo es ya
interpretación, cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la
interpretación, sino, interpretación de otros signos. […] es una relación al mismo
tiempo de violencia y de elucidación”22. En pos de la intertextualidad, a este
postulado agregamos un comentario de Merleau-Ponty: “Los fantasmas del sueño,
los del mito, las imágenes favoritas de cada hombre o, en fin, la imagen poética,
no están ligadas a su sentido por una relación de signo o significado como la
existente entre un número de teléfono y el número del abonado; encierran
verdaderamente su sentido, que no es un sentido nocional, sino una dirección de
nuestra existencia”.
Finalmente en el cuarto postulado, o segundo del segundo grupo, Foucault
destacará que “la interpretación se encuentra ante la obligación de interpretarse
hasta el infinito; de retomarse siempre.”23 De esto deduce dos consecuencias:
primero, que la interpretación será siempre “por el ‘¿quién?’ […] el principio de la
interpretación no es otra cosa que el intérprete”24; y la segunda que “la
interpretación tiene que interpretarse siempre ella misma y no puede dejar de
volver sobre sí.”25 Esto nos lleva a la idea lacaniana de que todo significado remite
siempre a otro significado, claro está que en una cadena que dialectiza, de lo
contrario, como en la psicosis, no remite más que a sí mismo.
A partir del texto de La Interpretación de los sueños de Sigmund Freud,
otro referente de la escuela de la sospecha, vemos manifestadas las
características enunciadas por los autores citados. Vemos el cuarto postulado de
Foucault en la siguiente afirmación de Freud: “Todavía podría demorarme un buen
tramo en este sueño, extraer de él nuevos esclarecimientos y elucidar nuevos
enigmas que él nos lleva a proponernos”26. Vemos claramente esta condición de la
22
Foucault, M. “Nietzsche, Freud, Marx” en Nietzsche, AA.VV., De Minuit, 1967.
Ibíd.
24
Ibíd.
25
Ibíd. Esto es “Por oposición al tiempo de los signos que es un tiempo del “vencimiento”, y por
oposición al tiempo de la dialéctica que es a pesar de todo lineal, se tiene un tiempo de la
interpretación que es circular.”
26
Freud, S. (1900) La Interpretación de los sueños, en Obras Completas, Tomo IV, Amorrortu, Buenos Aires,
1991.
23
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interpretación infinita de la que se hablaba anteriormente. También vemos
aparecer la noción de que todo lo que se ofrece a la interpretación no es otra cosa
que interpretación, al mencionar, Freud, que “Ello me sugirió tratar al sueño como
un síntoma y aplicarle el método de interpretación elaborado para los síntomas”27.
Así lo vemos a Freud encarar la tékne de la interpretación como “fraccionada y en
urdimbre”28, entendiendo a la hermenéutica como “tarea (siempre abierta e
inconclusa), como camino (vía), antes que como refugio; como entretejido
prácticamente
inagotable,
antes
que
como
sistema
o
modelo
cerrado
autosuficiente.”29 Esta sería la “vía regia hacia lo inconsciente”.
Corolario
Concluimos con el contraste entre las dos épocas mencionadas. La
hermenéutica contemporánea no desemboca en verdades30, sino que, en palabras
de Casalla, lo verdadero estará relacionado con el “ríspido y contradictorio camino
de la propia manifestación/ocultamiento del ente (la verdad, […] como
desocultamiento de la cosa, mas siempre precario y amenazado por el olvido). De
ahí que la interpretación […] no nos instale de un solo golpe en lo Absoluto sino
que, fraccionada y por escorzos nos aproxima a […] eso que luego
condensaremos impropiamente con la palabra ‘ser’”31, y yendo un poco más lejos,
también a la locura. He aquí que recordamos la presencia de Don Rodrigo, quien
nos permite asomar las narices hacia otras verdades, no absolutas, hacia el
campo hermenéutico.
“Por estar en el mundo estamos condenados al sentido, y no podemos hacer nada, no podemos
decir nada que no tome un nombre en la historia”
Merleau-Ponty (1908-1961)
27
Ibíd.
Casalla, M. “El ombligo del sueño. Freud y los dilemas de la interpretación”, en Revista de Filosofía
Latinoamericana y Ciencias Sociales, n°22, Buenos A ires, 2000
29
Ibíd. “…interpretar para Freud es: a) recorrer, según su propia lógica, una formación plena de
sentido; b) un deslizamiento “hacia abajo”, a partir de las sospechosas manifestaciones visibles; c)
una ardua técnica (tekné) con requerimientos específicos y puntuales peligros a sortear; y d) una tarea
siempre abierta e inacabada que, en cuanto tal, implica un cierto camino de aproximación a la verdad
(alétheia).”
30
Ibíd.: “una adecuación entre el intelecto y la cosa”.
31
Ibíd.
28
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Bibliografía citada
• Casalla, M. “El ombligo del sueño. Freud y los dilemas de la interpretación”, en
Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, n°22, Buenos Aires,
2000, pág. 15.
• Foucault, M. “Nietzsche, Freud, Marx” en Nietzsche, AA.VV., De Minuit, 1967.
• Freud, S. (1900) La Interpretación de los sueños, en Obras Completas, Tomo IV,
Amorrortu, Buenos Aires, 1991.
• Merleau-Ponty, M. (1945). Prólogo y El espacio vivido (Cap. II. Pto. D.). En,
Fenomenología de la Percepción, traducción de Emilio Uranga, Fondo de Cultura
Económica, México, 1957.
• Nietzsche, F. (1888) Crepúsculo de los ídolos. O cómo se filosofa con el martillo,
Alianza, Buenos Aires, 1998.
Bibliografía de referencia
• Casalla, M. “El habla del final”, en AA.VV., Variaciones del Habla, Altamira,
Buenos Aires, 2004, pág. 15/46.
• Descartes, R. (1637). Segunda parte. En El discurso de Método. Losada, Buenos
Aires, 1959
• Kant, I. Crítica de la Razón Pura. Victoriano Suárez, Madrid, 1960
• Lacan, J. (1955-1956) El Seminario Libro III: Las Psicosis, Paidos, Barcelona,
1984. Capítulo XIV
• Ricoeur, P. Freud: Una interpretación de la Cultura, Siglo XXI, Buenos Aires,
1975.
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