El balanced scorecard o Cuadro de Mando Integral y el

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El balanced scorecard o Cuadro de
Mando Integral y el Cuadro de
Mando Tradicional: principales
diferencias
Mónica Santos Cebrián
Profesora de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Rey Juan Carlos
Esther Fidalgo Cerviño
Profesora de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Complutense de Madrid
El Balanced Scorecard o Cuadro de Mando Integral, propone la medición
de indicadores no financieros y su objetivo se dirige al control estratégico
de la gestión de la empresa. En el artículo se comentan las principales
diferencias con el Cuadro de Mando Tradicional.
1
El Balanced Scorecard (BSC)
1. EL BALANCED SCORECARD (BSC)
2. EL CUADRO DE MANDO TRADICIONAL
COMO ANTECEDENTE DEL CUADRO DE
MANDO INTEGRAL
DESCRIPTORES ICALI:
• Cuadro de mando
En un entorno como el actual, caracterizado por una enorme
competitividad en todos los mercados, las empresas y organizaciones tratan de centrar sus esfuerzos en mantener una
ventaja competitiva sostenida que permita su continuidad y
éxito a lo largo del tiempo. Para ello, se requiere desarrollar
un planteamiento estratégico en el que queden claramente
identificadas esas ventajas competitivas y centrar todos los
esfuerzos de la organización en alcanzar los objetivos estratégicos, entendidos éstos como la traducción concreta de la estrategia en resultados a conseguir en un período de tiempo.
• Gestión estratégica
• Indicadores no financieros
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El desarrollo y la formalización del Balanced Scorecard
(BSC), como es conocido en inglés, o Cuadro de Mando
Integral (CMI), en su traducción al español, ha supuesto un
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cambio significativo, tanto desde el punto de vista doctrinal
como profesional, en los planteamientos y modos de la gestión empresarial, generando gran diversidad de literatura y
práctica contable al respecto. Así, nos encontramos con posicionamientos que consideran que el CMI representa un
nuevo enfoque de gestión estratégica argumentando que, no
sólo supera a los sistemas de información modernos, sino
también, algunas de las limitaciones experimentadas por los
sistemas de control de gestión tradicionales, derivadas, fundamentalmente del elevado nivel de incertidumbre sobre el
futuro. En este sentido, se manifiesta Membrado al señalar
que el CMI podría definirse como un “proceso de formulación
y despliegue de la Estrategia, y que, en terminología de Gestión
por Procesos sería un Proceso Estratégico interrelacionado con
el resto de procesos de la Organización”1.
En definitiva, el CMI se configura como un instrumento de
gestión estratégica, que no sólo incluye indicadores financieros de la actuación pasada, sino que complementa estos indicadores con medidas de los inductores de actuación futura.
En opinión de sus creadores:
La filosofía primaria de este modelo de gestión estratégica,
CMI, se basa en que sólo se puede gestionar lo que se puede medir y que el determinante del valor de las empresas u
organizaciones está cada vez más centrado en los activos intangibles que en los tangibles. No es objetivo de este artículo, la problemática inherente a la medición y valoración de
los activos intangibles. Sin embargo, consideramos que el
CMI trata de superar las dificultades, tan extensamente analizadas en la literatura actual, relacionadas con esta problemática, mediante las relaciones causa-efecto entre los distintos indicadores que pretenden medir distintos aspectos de la
empresa a través de cuatro perspectivas interrelacionadas.
3. Planificar, establecer objetivos y alinear las iniciativas
estratégicas.
Asimismo, el otro principio sobre el que se sustenta este
modelo es la consideración de que las mediciones de las actuaciones sobre la base de datos contables y financieros,
exclusivamente, no resulta suficiente, ya que los aspectos
financieros a corto plazo no garantizan el éxito futuro.
“...el Cuadro de Mando Integral es más que un sistema de medición táctico u operativo. Las empresas innovadoras están utilizando el Cuadro de Mando como un sistema de gestión estratégica, para gestionar su estrategia a largo plazo. Están
utilizando el enfoque de medición del Cuadro de Mando para
llevar a cabo procesos de gestión decisivos:
1. Aclarar y traducir o transformar la visión y la estrategia.
2. Comunicar y vincular los objetivos e indicadores estratégicos.
4. Aumentar el feedback y formación estratégica.”2
Para ello, el CMI trata de traducir la misión y la estrategia explícita de una organización en un amplio conjunto de medidas
de actuación para la creación de valor, organizadas coherentemente bajo cuatro perspectivas diferentes, que son como los
ámbitos en que supuestamente se divide la empresa para realizar este trabajo. Las cuatro perspectivas clásicas, son:
a) la perspectiva financiera, que trata de analizar la estrategia
desde la dimensión del propietario-inversionista;
b) la perspectiva del cliente, que analiza la percepción de la
empresa por parte del cliente;
c) la perspectiva de los procesos internos, que trata de buscar
la excelencia en los procesos internos; y,
Gráfico 1
MISIÓN
Financiera
¿Cómo nos ven nuestros
inversores-propietarios?
Cliente
¿Cómo nos ven
nuestros clientes?
VISIÓN
ESTRATEGICA
Procesos
¿En qué procesos internos
debemos ser excelentes?
Aprendizaje y Crecimiento
¿Qué recursos son claves
para innovar y mejorar?
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d) la perspectiva del aprendizaje y crecimiento, que dirige la
atención hacia aquellos recursos que son clave para innovar
y mejorar, como ponemos de manifiesto en el Gráfico 1.
En este sentido, es importante señalar que estas cuatro perspectivas, entendidas como las múltiples dimensiones que la
metodología del CMI plantea para analizar el desempeño estratégico, son las básicas, pero, obviamente, se pueden, en cada caso, añadir o recortar dependiendo de las circunstancias
particulares de la empresa que se plantee su implantación.
El proceso continuo centrado en el Cuadro de Mando
Integral combina las cuatro perspectivas. De esta forma, la
visión de la entidad se hace explícita y compartida, se comunica en términos de metas e incentivos que se usan para
centrar el trabajo, asignar recursos y concretar planes de acción. Por tanto, en cada paso, el CMI sirve como un medio de
comunicación. Hoy día, se considera que el objetivo final del
CMI es la creación de una organización del aprendizaje, y,
por tanto, una consecuencia de la Gestión del Conocimiento.
El CMI ha evolucionado hasta dar más importancia a la capacidad de ejecutar, implantar y seguir una estrategia que a la
calidad de la estrategia en sí misma Este es un fenómeno
nuevo y contrastado, e incluso se llega a considerar la aplicación de la estrategia como el factor más importante en la valoración de una empresa y de su gestión.
2
El Cuadro de Mando
Tradicional como
antecedente del Cuadro de
Mando Integral3
Consideramos fundamental analizar la evolución del CMI a
partir de los cuadros de mando tradicionales, como un antecedente claro de este instrumento. Por una parte, la utilización indiscriminada del término, en muchas ocasiones, constituye, a nuestro modo de ver, razón suficiente que justifica
su análisis. Y, por otra parte, creemos que la clara distinción
y detalle de las características de cada uno de ellos hace posible establecer la sensible diferencia del enfoque de partida,
poniendo de relieve la flexibilidad y versatilidad del CMI como instrumento de gestión estratégica.
El Cuadro de Mando (CM) como instrumento de información
y control de gestión ha estado presente en muchas organizaciones desde hace varias décadas.4 El concepto de CM deriva
del término francés tableau de bord, que traducido literalmente significa “tablero de mandos, o cuadro de instrumentos”. Su
origen data de mediados del siglo XX, aunque es alrededor de
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1948 cuando aparece la noción de Cuadro de mando empresarial en Estados Unidos. El proceso de formulación del CM
básicamente consiste, en primer lugar, en fijar unos fines en la
entidad, cada uno de los cuales es llevado a cabo mediante la
definición de unas variables clave, y, en segundo lugar, el control es realizado a través de indicadores.
El desarrollo del CM gira en torno a cinco ideas esenciales:
- Herramienta de ayuda durante el proceso de toma de
decisiones.
- Diseño sencillo y eficaz.
- Aglutina indicadores financieros y no financieros.
- Flexible frente a los cambios y progresos del entorno.
- Genera motivación a todos los niveles de responsabilidad.
En opinión de Escobar, el CM, “como herramienta de gestión,
se configura como un mecanismo ideal para canalizar gran
parte de la información contable que demandan los directivos,
adoptando el concepto de información necesaria y suficiente
presentada en un formato de fácil lectura y rápido uso como la
piedra angular sobre la que se ha de cimentar el desarrollo del
sistema de información contable”5.
Sin embargo, la gran limitación del CM como instrumento de
gestión estratégica es la falta de conexión entre los distintos
indicadores que pretenden controlar el cumplimiento de objetivos previamente definidos. Es decir, no están establecidas “a priori” las relaciones causa-efecto entre las variables
clave definidas y su medición a través de indicadores, lo que
da lugar a que el CM haya sido calificado como “un conjunto
de indicadores deslavazados”6 que tratan de informar de la
marcha de los aspectos más relevantes de una organización.
Los tradicionales CM suelen incluir un sistema de gestión
1 MEMBRADO MARTINE, J. (2002): "Cuadro de Mando Integral y
modelo EFQM: algunas reflexiones", XIII Congreso de valores de
Empresa y Sociedad, http://www.valor-lider.net (5 de mayo
2003)
2 KAPLAN, R.S. y NORTON, D.P. (1997): Cuadro de…, op. cit.,
p. 23.
3 Véase: SANTOS CEBRIÁN, M. y FIDALGO CERVIÑO, E. (2004)
"A partir de la evolución del Cuadro de Mando, un análisis de
la flexibilidad del Cuadro de Mando Integral en su adaptación a
la naturaleza de las organizaciones", Revista Iberoamericana de
Contabilidad de Gestión (RICG), vol. II, nº 2.
4 LAUZEL, P. y CIBERT, A. (1967): "De los ratios al cuadro de
mando". Francisco Casanovas Editor.
5 ESCOBAR RODRÍGUEZ, T. (1999): "El papel del cuadro de
mando en la gestión estratégica de la empresa", Revista
Española de Financiación y Contabilidad, vol. XXVIII, num. 102,
p. 1075.
6 FALGUERA MARTÍNEZ-ALCARCÓN, J. (2002): "La
Contabilidad de Gestión en los centros sanitarios." Tesis doctoral dirigida por AMAT SALAS, O., presentada en la Universitat
Pompeu Fabra, junio, p.188.
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por objetivos, sin embargo, carecen de la medición y la representación de la política estratégica de la organización, que
es el verdadero objetivo de las organizaciones. En consecuencia, la mayoría de cuadros de mando convencionales no
aportan un enfoque integrador que aporte una visión de la
organización como conjunto, lo que reduce en gran medida
su utilidad como herramienta básica en la gestión estratégica. Básicamente, se configura como un instrumento de medición de los factores clave de éxito.
Es precisamente la medición, el principal nexo de unión entre el CM y el CMI.7 Como ya hemos señalado, el CMI tiene
como objeto final la correcta implantación de la estrategia a
través de la definición de objetivos relacionados y alineados
con la misma. Una vez definidos los objetivos y los factores
críticos que desarrollan la estrategia, el siguiente paso sería
la determinación de los indicadores adecuados para el correcto seguimiento del desempeño. Es en este punto, cuando presenta su utilidad el CM como herramienta de medición.
Durante la década de los 60 del siglo XX, el CM fue un instrumento utilizado por un gran número de empresas, sobre
todo, en Francia. En su origen, el CM incorporaba en un único documento diversos ratios para el control financiero de la
empresa. Esta herramienta fue evolucionando, con el paso
de los años, y actualmente combina no sólo ratios financieros, sino también indicadores no financieros que permiten
controlar los diferentes procesos del negocio.
Como ejemplo de utilización del CM como herramienta de
gestión, en la década de los sesenta, destaca el caso de la
compañía General Electric. Esta empresa desarrolló un CM
para hacer el seguimiento de sus procesos y controlar la consecución de objetivos tanto a corto como a largo plazo. Por
tanto, el CMI actual recoge ideas que ya existían alrededor
del concepto de CM. Incluso, el CMI desde su creación, en
1992, ha sufrido una notable evolución. En 1992, el CMI se
definía como “un conjunto de indicadores que proporcionan
a la alta dirección una visión comprensiva del negocio”.
Posteriormente, se consolidaba como “una herramienta de
gestión que traduce la estrategia de la empresa en un conjunto coherente de indicadores”.
En opinión de Davila8, la aportación del CMI, y que lo convierten en una herramienta distinta del CM convencional, es
“la forma en la que se seleccionan los indicadores”. Así, argumenta que en las formulaciones más recientes del CM se
aconseja, al igual que en el modelo CMI, la utilización de indicadores financieros y no financieros. Sin embargo, no se
establece ningún criterio sobre cómo elegirlos. En consecuencia, en las organizaciones donde se implante un CM
convencional, cada directivo debe escoger los indicadores
que considere más adecuados para los fines que persigue, siguiendo para ello su propia intuición y experiencia. El éxito
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en la formulación del CM dependerá por tanto, del mayor o
menor acierto del directivo, que cuenta además, con una dificultad añadida y es que carece de un mapa de trabajo para
guiar su intuición.
El CMI aporta una solución a esta problemática ya que ofrece un método más estructurado de selección de indicadores
y esto permite que se produzca una mejor adaptación dentro
de la gestión de la empresa como herramienta de apoyo.
Quizás, sea ésta la gran novedad que el CMI aporta en la gestión empresarial: su versatilidad y adecuación. En el proceso
de diseño del CMI resulta tan importante conocer qué modelo de negocio reflejan los indicadores, como entender con
precisión el significado de dichos indicadores.
Como ya hemos señalado, los indicadores financieros son limitados en sus señales informativas dado que sólo explican las
consecuencias del pasado de la organización, y, por tanto, sólo
permiten gestionar “a posteriori” de los acontecimientos, es
decir, miden resultados y no causas. Las medidas financieras,
en contadas ocasiones, proporcionan a los directores toda la
información que necesitan para tener éxito en las decisiones
estratégicas. Depender únicamente de indicadores financieros
implica, en la mayoría de los casos, adoptar un enfoque basado en el corto plazo y, por tanto, puede obstaculizar el reconocimiento de las oportunidades a largo plazo o el enfrentamiento a las amenazas del futuro. Para poder gestionar en el
entorno actual en el que se desenvuelven las empresas, es
preciso disponer de indicadores que informen “a priori” de lo
que más tarde reflejarán los indicadores financieros.
Asimismo, para poder actuar de forma proactiva en la organización es preciso actuar sobre las causas y no sobre las
consecuencias. Por ello, el proceso de selección de indicadores en el CMI es posterior al desarrollo de un modelo de negocio con relaciones causa-efecto y son, precisamente, estas
relaciones las que se configuran como el motor del modelo
de negocio. Una vez que se han sentado las bases del negocio y las relaciones estratégicas implicadas en su consecución, se seleccionan los indicadores que conformarán la herramienta de gestión.
El proceso de gestación del CMI comienza con un análisis
del mercado y de la estrategia por parte de los directivos de
la organización con el objetivo de construir un modelo de negocio que refleje las interrelaciones entre los diferentes
componentes de la organización. Con esta base, se delimitan
las diferentes perspectivas o ámbitos del negocio desde los
que analizar la estrategia empresarial. Este modelo se convierte en el mapa que va a servir de guía para la selección de
los indicadores del CMI. De esta forma, sobre los cimientos
de un buen modelo de negocio, los indicadores del CMI facilitan los puntos de referencia que se necesitan para calibrar
el progreso en el desarrollo de la estrategia.
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Quizás, la mayor dificultad que deben afrontar las organizaciones que apuestan por el CMI como herramienta de
gestión estratégica se produce en el momento de poner en
práctica la estrategia previamente formulada. En primer
lugar, la búsqueda de consenso en la interpretación de la
estrategia es difícil, dado que concretar una idea general
que nace de la formulación de la estrategia en objetivos determinados puede estar sujeto a múltiples opiniones y
puntos de vista diferentes cuando se trata de responder al
“qué, cómo y quién” dentro del ámbito operativo. Por este
motivo, cuando la dirección acomete el reto de crear un
modelo de negocio como paso previo a la implementación
del CMI, debe lograr consensuar la estrategia y disponer
de una visión conjunta de cómo llegar a ejecutarla. La búsqueda de relaciones causa-efecto en el modelo de negocio
que se pretende implantar permite intercambiar opiniones, hecho que enriquece la visión del negocio de cada directivo, y llegar a un consenso de cómo alcanzar los objetivos. De esta forma, se consigue el compromiso de toda la
organización, dado que todas las personas que la integran
dirigen sus esfuerzos en la misma dirección.
A modo de síntesis, las diferencias esenciales (ver Cuadro 1)
se pueden resumir en:
sólo financieros y, posteriormente, según ha ido evolucionando, incorpora también indicadores no financieros.
El CMI, es un instrumento de gestión estratégica que
trata de articular la correcta implantación de la estrategia a través de indicadores financieros y no financieros;
b) Por otro lado, el proceso de selección de los indicadores no
responde en el CM tradicional a ningún criterio establecido “a priori”, como ya señalamos, mientras que en el CMI
se seleccionan los indicadores a partir de un método estructurado con un mapa de trabajo que guía este proceso.
c) En cuanto a la proyección temporal, el CM tradicional permite realizar un seguimiento de los resultados obtenidos
en el pasado; sin embargo el CMI, a través de las relaciones causa-efecto entre los distintos indicadores a través
de las diferentes perspectivas que configuran su estructura, trata de marcar el camino a seguir por la organización
para alcanzar la visión del negocio.
d) Quizás, como reflexión a esta evolución, destacar la importancia que tiene un adecuado proceso de diseño del
CMI, que condiciona, incluso su eficaz comportamiento, y
que permitirá ofrecer un enfoque integrador, es decir, una
visión de conjunto de la organización.
a) El cuadro de mando tradicional se puede definir como un
instrumento de medición de los factores clave de éxito
de una organización con el objetivo de canalizar gran parte de la información contable que demandan los directivos, a través de indicadores que, en sus orígenes eran
7 LÓPEZ VIÑEGLA, A. (2001): "El balanced scorecard y el cuadro
de mando como herramientas complementarias. Un análisis
diferenciado." Revista Gestión, 22, p. 10.
8 DAVILA, A. (1999): "Nuevas herramientas de control: el Cuadro
de Mando Integral". Revista de Antiguos Alumnos IESE, septiembre, p. 36
Cuadro 1
CUADRO DE MANDO
CUADRO DE MANDO INTEGRAL
¿Qué es?
Instrumento de medición de los factores
clave de éxito
Instrumento de gestión estratégica
Objetivos
Canalizar gran parte de la información
contable que demandan los directivos
Articular la correcta implantación de la estrategia
Sistema de medición
A través de indicadores financieros y,
posteriormente, no financieros
A través de indicadores financieros y no financieros
Proceso de selección de
indicadores
Sin un criterio definido “a priori”:
intuición y experiencia
A través de un método estructurado basado en las
relaciones causa-efecto vinculadas a la estrategia
Soportes del diseño
Carece de un mapa de trabajo para guiar
el diseño del CM
Existe un mapa de trabajo para guiar la selección de
indicadores: modelo de negocio que refleja
interrelaciones entre sus diferentes componentes
Proyección temporal
Seguimiento de resultados históricos
Marca el camino a seguir para alcanzar la visión del
negocio.
Enfoque
Parcial: no ofrece una visión de conjunto
de la organización
Integrador: ofrece una visión de conjunto de la
organización
Fuente: Elaboración propia
MARZO 2005
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