La tortuga aventurera

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La tortuga aventurera
Por: Blanca I.González Garza y Eduardo Cuevas Flores
Pronatura Península de Yucatán, A. C.
Programa de Conservación de Tortugas Marinas
Mi nombre es Ana Paula, a lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de vivir numerosas odiseas
y de escuchar la forma en que nosotras, las tortugas marinas, hemos luchado por mantenernos en
este planeta sorteando numerosas catástrofes y amenazas, siempre con las mayores ganas y la
plena decisión de permanecer en esta hermosa esfera de agua.
A pesar de que existen varias especies de tortugas marinas, yo soy de la especie blanca, que los
biólogos llaman Chelonia mydas. Todo esto lo sé porque me lo han dicho ellos mismos, ya que he
tenido la suerte de conocer a varios de ellos en las aventuras más impactantes de mi vida.
La primera vez que los conocí yo tenía como 12 años, era toda una sub-adulta grande y fuerte y
disfrutaba paseando por los arenales y pastizales de mi hogar. Pero un día, estando yo
desayunando plácidamente un domingo al despertar, me topé con humanos buzos, era de las
primeras veces que los veía debajo del agua, con un cordón largo y unas máscaras de miedo en los
que puedes reflejarte y no verles los ojos, cargaban artefactos para cazar animales marinos, y en
esa ocasión yo estaba frente a él. Se acercaba lenta y amigablemente, y me confundió, dudé en
huir, y mi curiosidad por saber qué querrían de mí me hipnotizó por unos segundos, lo que él
aprovechó para dispararme una flecha metálica que acabó atravesando mi cuello de un lado a
otro. Entonces se nubló mi vista y no recuerdo más.
Cuando desperté, no sabía dónde estaba, pero la flecha ya no estaba en mi cuello y un tortuguero
me dijo que un doctor me había curado, que tuve suerte de que la flecha no rompiera ninguna
vena y que después de un tiempo de recuperación me liberarían de nuevo, no tuve más opción
que confiar en ellos, pero durante meses que estuve en recuperación me cuidaron y me
alimentaron, y entonces supe que tenía unos nuevos amigos.
Antes de liberarme el tortuguero me contó que el buzo que me lastimó fue sancionado por la
policía ambiental humana que apoya a todas los tortugueros que vigilan las playas y zonas de
alimentación, porque resulta que muchos humanos nos protegen y cuidan porque no quieren que
nuestra especie desaparezca, y entonces supe que las tortugas marinas no estábamos solas en
nuestra lucha por sobrevivir, sino que hay gente que se dedica a cuidarnos y estudiarnos para
saber cómo es la mejor forma de ayudarnos.
Antes de liberarme el tortuguero me pidió permiso de ponerme una marca metálica en mi aleta,
me dijo que con ella podrían reconocerme si me encontraban de nuevo, así que accedí y me
colocaron una placa que decía “MXA007” y ese se volvió mi nuevo nombre, y fui conocido como la
007. Me dijeron que yo era especial porque tenía nombre de un espía famoso (que por cierto,
nunca conocí), me desearon suerte y me liberaron en el mar a unos kilómetros de la costa.
Unos años después, fui mamá por primera vez, regrese a la playa de El Cuyo donde nací para
depositar mis huevos, de pronto, cuando casi terminaba de tapar el nido escuche un ruido de un
motor y vi una luz que se acercaba a lo lejos, yo temerosa me quedé quieta y cubierta con arena,
esperando que mi rastro no delatara mi ubicación. El motor se detuvo cerca, la luz se apagó, y
después, cuando esperaba lo peor, sentí una caricia en mi caparazón limpiándome la arena, me
extrañé y cuando voltee para ver qué pasaba me di cuenta de que era mis amigos los tortugueros.
Me limpiaron, me midieron, revisaron mi aleta y entonces vieron la placa con mi nombre, y
enseguida uno de ellos dijo “es la famosa 007 que sobrevivió al arponazo” y sonrieron. Me habían
reconocido! más de 6 años después nos volvíamos a encontrar! Yo me alegré y colaboré con ellos
permitiendo obtuvieran la información que necesitaban de mí, sabía que era para mi bien y el de
mi familia.
Esta vez me pidieron un favor especial, los tortugueros querían saber dónde vivía, dónde me
alimentaba y cuál era el camino que yo tomaba para llegar. Gustosamente acepté y me dieron una
mochila para que lleve en la espalda, no era nada aparatosa ni molesta, la cargué con todo gusto,
nos tomamos la foto del recuerdo, y me despedí, entré al mar de regreso y me dirigí a mi zona de
alimentación, mi hogar, pero esta vez me cambiaron el nombre a Ana Paula, entre los tortugueros
que ayudaban a ponerme la mochilita habían escogido el nombre, y el nombre que me tocó era el
de una sobrina en camino de uno de ellos.
Gracias a la mochilita los tortugueros pudieron ver que crucé toda la plataforma de Yucatán, cruce
el gran río de la Corriente del Golfo de México, que aunque me arrastró un poco hacia el norte, la
crucé para llegar a mi pastizal, mi zona de alimentación, mi hogar: La Habana, en Cuba. Aquí vivo
yo junto con otras amigas y familiares, adultas y jóvenes, que vamos de visita de regreso a México
para depositar nuestros huevos, pero siempre regresamos a nuestra casa en este hermoso país,
donde al igual que en México y otros países del mundo, contamos con nuestros aliados los
tortugueros que nos ayudan a vivir tranquilamente en estas hermosas aguas.
Después de muchos años de investigación, los tortugueros saben que nuestra forma de vida es
algo compleja, ya que al vivir muchos años, tuvimos que encontrar la manera de hacer que nuestra
vida fuera divertida y llena de aventuras, y esto lo logramos viajando y cambiando de hogar cada
cierto tiempo, y lo mejor de todo esto es que podemos visitar y vivir en diferentes países ¡sin
necesidad de tramitar pasaportes ni visas!
Sabemos que somos difíciles de proteger por lo mismo que viajamos mucho, y que los esfuerzos
tienen que ser por muchas décadas debido a nuestra larga vida, pero tanto los esfuerzos a nivel
internacional y regional, como las alianzas que los tortugueros han logrado con gobierno y
comunidades pesqueras van dando frutos poco a poco en algunos sitios
Aún falta mucho por hacer, las amenazas no disminuyen, y por el contrario incrementan su
intensidad, y otras especies de tortugas hermanas no ven la luz al final del túnel pues siguen
siendo masacradas en redes y palangres, sus nidos siguen siendo robados y ellas sacrificadas en la
playa.
Nosotras como tortugas marinas tenemos una gran responsabilidad: asegurarnos que nuestra
especie prevalezca en el futuro, pues somos necesarias para mantener el equilibrio de los grandes
ecosistemas marinos, y a pesar de que hoy en día es muy difícil cumplir con nuestra
responsabilidad debido a todas las amenazas que nos acechan, seguimos haciendo nuestro mejor
esfuerzo , aunque muchas de nuestras poblaciones se vean presionadas hasta casi llegar a la
extinción.
Afortunadamente, contamos con aliados humanos que entienden que somos importantes, y que
nos ayudan a que podamos salir a anidar en un ambiente donde somos totalmente vulnerables
sabiendo que los tortugueros están ahí, cuidándonos. A final de cuentas, yo soy un producto
viviente del trabajo de conservación que durante tantos años se han realizado en la playa de Río
Lagartos protegiendo a nuestras poblaciones y reduciendo los factores de mortalidad de origen
humano que actúan sobre nosotras. Yo nací de un nido protegido por los tortugueros en 1995, y
gracias a ellos es que he podido contarles mi historia
Las tortugas marinas representamos la sabiduría, ya que al vivir por muchos años aprendemos
grandes lecciones de vida, y si algo he aprendido es que no importa cuánto nos esforcemos y
luchemos mi familia y yo por mantener sanos los ecosistemas marinos y nuestra existencia en este
mundo, necesitamos que lo seres humanos también quieran que el delicado equilibrio de la
naturaleza se mantenga; que quieran que nosotras, las tortugas marinas, sigamos existiendo.
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