La historia que debe contar Álvaro Bracamonte Sierra*

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La historia que debe contar
Álvaro Bracamonte Sierra*
El sábado 21 se cumplió un año más del nacimiento de Benito Juárez. Probablemente el
Benemérito de las Américas es, con Lázaro Cárdenas, el prócer más importante en la
historia moderna de México. Revisando algunos pasajes de su intensa vida uno se queda
conmovido con la estatura política del indio de Guelatao. Su biografía es la historia
misma de México pues la inmensa mayoría de sus actos están íntimamente vinculados a
episodios emblemáticos del país. Participa en el derrocamiento de Santa Anna y es
protagonista central de la reforma constitucional de 1857, texto que, para los
especialistas, es la pieza fundamental del nacimiento de México como Estado soberano.
La Constitución del 57 fue negativa para el clero pues desamortizó los bienes en poder
de la Iglesia, promovió la libertad de culto e instauró la educación laica en el sistema
educativo nacional.
Esos cambios desencadenaron duras confrontaciones con las autoridades católicas y con
los dirigentes del Partido Conservador. Para Juárez, esta tensión derivó en el
rompimiento con viejos aliados que sucumbieron a las presiones de las fuerzas
reaccionarias que promovían la cancelación de las reformas liberales. En esas
circunstancias, Benito Juárez se convirtió en el garante de la legalidad al defender la
Constitución recién aprobada. La guerra desatada entre ambos bandos se prolongó tres
años al cabo de los cuales se impusieron los constitucionalistas.
La paz no duró mucho pues al poco tiempo Napoleón III, deseoso de parar el avance
norteamericano, promovió, con el apoyo de la Iglesia y nuevamente de los
conservadores, la instauración de una monarquía que fue entregada a Maximiliano de
Habsburgo. Este lamentable suceso desató un nuevo periodo de tensiones entre
simpatizantes de la monarquía y los republicanos liderados por Benito Juárez. La
presidencia de éste se mudaba de ciudad en ciudad salvaguardando la legitimidad de las
instituciones creadas por las reformas liberales.
Lo más estremecedor de estos tristes pero también luminosos momentos fue la actitud
patriótica de Juárez. Incluso cuando sus aliados políticos y el propio Ejército
desfallecían, el zapoteco mantuvo la fuerza interior para continuar luchando por la
dignidad de la República. Una de las traiciones más importantes dio lugar a una de las
frases más celebradas en la historia nacional. En una casona de Guadalajara, adaptada
como Palacio Nacional, un piquete de soldados desleales intentó fusilar al Presidente y
justo cuando se aprestaban a jalar el gatillo, Guillermo Prieto se interpuso entre el
pelotón y el Benemérito gritándoles “los valientes no asesinan”. Los militares bajaron
sus fusiles y se retiraron.
Juárez vivió con auténtica austeridad republicana. Detestaba el boato y el glamour que
distinguía a los criollos y adinerados de entonces. Su obsesión era la construcción de un
país próspero y moderno; la acumulación de fortuna no estaba entre sus preocupaciones.
Le importaba dejar un legado para las futuras generaciones. Vaya que lo consiguió: hoy
nadie, sea del partido o de la ideología que sea, se atrevería a desdeñar la contribución
de este prócer a la conformación de la identidad nacional.
Su inquebrantable compromiso con México y el amor al país son sin duda legados que
los políticos actuales deberían tener; los dirigentes del presente, se empequeñecen ante
la grandeza de este ilustre mexicano que supo imponerse a todas las adversidades. Lo
hizo con entereza y dignidad. Por ello, considerando los formidables desafíos que
estremecen al territorio nacional, son indispensables muchos Benitos Juárez ¿Tiene la
clase política mexicana en esta delicada coyuntura la estatura y el compromiso de
conducir a la Patria por el sendero correcto como lo hizo Juárez hace 150 años? Me
temo que no. Por lo menos eso se advierte en las barbaridades que declaran los
dirigentes que tienen responsabilidades legalmente reconocidas.
Tengo fresca en mis recuerdos la noche del 23 de marzo de 1994 cuando fue ultimado
Luis Donaldo Colosio. Quienes lo conocieron sostienen que, dado su perfil, era el
hombre que fincaría las trasformaciones que urgían para construir un país más justo. Es
difícil saber si les asistía la razón. Lo cierto es que la bala que atravesó su cerebro acabó
también con la esperanza de millones de mexicanos que se beneficiarían de los cambios
que impulsaría. Su muerte no fue en vano pues junto a la revuelta zapatista se aceleró la
democratización nacional. Valga entonces un breve espacio a la memoria de este ilustre
magdalenense.
Profesor-investigador del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de
Sonora, [email protected]
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