La audiencia de los confines La audiencia de los confines La

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La audiencia La audiencia La audiencia La audiencia
de los confines de los confines de los confines de los confines
Primer
sobre laensayo
memoria
Primer
sobre laensayo
memoria
Primer
sobre laensayo
memoria
Primer
sobre laensayo
memoria
Jorgelina Cerritos
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Puesta en escena de Alina Narciso
Foto: Yásser Expósito Cárdenas
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“La palabra es fuerza.
La palabra cuando no es mentira
lleva la fuerza de la verdad.
Por eso hay tantas palabras
que no tienen fuerza ya en nuestra patria,
porque son palabras mentiras,
porque son palabras que han perdido
su razón de ser.”
Monseñor Romero
Homilía 25 de noviembre, 1977.
A MANERA DE PRÓLOGO
En 1542 la Corona Española creó la Audiencia de los Confines como un tribunal de apelaciones que,
entre otras cosas, permitía ejercer un mejor control en los territorios centroamericanos del siglo XVI
que estaban, para ellos, en el confín de la tierra.
Más de quinientos años después, Centroamérica sigue viviendo en los confines de la tierra como parte de ese
llamado tercer mundo, confinado históricamente a condiciones de pobreza, injusticia social y marginación. En
pleno siglo XXI, luego de guerras, catástrofes, insurrecciones, genocidios, Acuerdos de Paz, migraciones, pandillas, en nuestros países, constantemente, se nos enseña a olvidar. A olvidar un pasado que
–como piezas de rompecabezas– no ha sido siquiera reconstruido para poder salir a la luz. Confinados en el olvido, la desmemoria se pasea entre nosotros reinando en la oscuridad y nuestra historia
se tergiversa día a día con el tiempo.
Verdad, memoria e historia se conjugan en este texto a través de tres personajes extraviados en el
devenir de los tiempos de El Salvador, una pequeña comarca centroamericana, o de cualquier otra
nación del mundo que aún se encuentre con una audiencia histórica pendiente, para encontrar las
luces de su propia verdad, y poder asumir, por dura que sea, una propia identidad.
CAROLA. Ha vuelto a sonar la campana, ha sonado… después de tanta noche ha vuelto a sonar
la campana…Y dos veces ha sonado…
MAURO. Ajá…
CAROLA. El que tenga oídos para oír que oiga.
ALONSO. Dormite, querés.
MAURO. ¿Estabas despierto?
CAROLA. ¡Ay de aquel que no escuche mis palabras la noche de las sombras!… ¡Ay de aquel que
esté frente al abismo y no lo vea!...
ALONSO. Callá a esa loca, si no querés que…
CAROLA. ¡Ay de los hombres sin nombre y de las mujeres sin historia!... ¡Ay de los parias, bastardos de la tierra!...
MAURO. ¡Callate Carola, callate!… (A Alonso.) Se está poniendo rara…
CAROLA. ¡Giman contritos en la hora última frente a las huestes celestes!
ALONSO. ¡Dije que te callés, Carola!
MAURO. Dejala, está como dormida…
CAROLA. ¡Ay de aquel que no escuche mis palabras en la noche de las sombras!… ¡Ay de aquel
que no las escuche!...
ALONSO. ¡Que te callés te digo!
CAROLA. (Reaccionando.)…dos veces, después de tanta noche ha sonado dos veces la campana… (A Mauro.) ¿La oíste?
MAURO. Estaba dormido…
ALONSO. No es cierto
MAURO. Hasta roncaba…
CAROLA. (A Alonso.) ¿Y vos?
ALONSO. No.
MAURO. Vos tampoco estabas dormido.
ALONSO. Yo no he oído nada.
(La campana tañe por tercera vez.)
CAROLA. ¡Escuchen!
MAURO. ¡La campana!
(Todos guardan silencio, expectantes.)
MAURO. ¡La campana! ¡La campana!
CAROLA. Hoy después de tanta noche ha sonado tres veces la campana… ¡ha sonado tres veces
la campana!
MAURO. ¡Tres veces, Alonso! ¡La campana!
CAROLA. ¡Se cumple la profecía!
MAURO. Tres veces, ha sonado tres veces como ella dijo que lo haría…
CAROLA. (Con autoridad clarividente.) El que tenga oídos para oír que oiga.
MAURO. Va a amanecer…
CAROLA. El que tenga boca para hablar que hable. El que haya tenido ojos para ver que no calle.
MAURO. ¡Hoy sí va a amanecer!
CAROLA. Que corra el que tenga pies para salir corriendo.
ALONSO. Yo no he oído nada.
CAROLA. Después de la noche más oscura vendrá por fin la luz de la mañana al tercer tañido de
campana… como tres veces cantó el gallo antes de que Cristo resucitara. La hora del juicio ha
llegado y su luz disipará las sombras. La gran audiencia nos espera.
MAURO. Va a amanecer Alonso…
CAROLA. Ahí vienen las sombras… ahí vienen los buitres… La luna nos está mirando con ojos de
muerte… Cuando la luna pela los dientes, las madres lloran sus simientes detrás de los postigos…
ALONSO. Hoy ni siquiera hay luna, imbécil…
CAROLA. …cuando la luna pela los dientes, los hombres gritan como cerdos degollados…
MAURO. … ni siquiera hay luna…
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