El Malpensante ha sido una revista reconocida por todo el país. Su tono de sarcasmo e ironía y su afán por mostrar nuestra realidad, vista desde los ojos de los intelectuales del país, le ha dado un lugar importante dentro de los documentos que comparten uno que otro detalle sobre la literatura por estos días. Aquí están algunos ganadores de un concurso muy particular sobre nuestro novel de literatura, Gabriel García Márquez. Leidy Yepes Lengua Castellana. Algunas anécdotas sobre la vida de Gabo: Tomado de Malpensante Edición 153 PRIMER LIBRO COMPUTADORA: UTILIZANDO UNA Gabo ingresó, no sin cierto temor, en el mundo de las computadoras, dejando su vieja máquina de escribir, cuyo tecleo al principio echaba mucho de menos. El primer libro que escribió utilizando una computadora fue El amor en tiempos del cólera, quizás la primera novela que en América Latina se redactó totalmente en computadora. Gabo confesó que una vez publicadas sus obras nunca más volvía a leerlas, pues ya otras estaban dándole vueltas en la cabeza. En un par de meses —dijo— esperaba concluir su última novela, cuyo tema sería un sonado caso de secuestro que tuvo lugar en Colombia. Y dos novelas más, al menos, lo “estaban persiguiendo”. Por: María Camila Alzate Castrillón. Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador. Por: Emma Serna En 1996, cuando apenas amainaba el escándalo de Liliana Cáceres, la mujer que engañó a todos con su barriga de trapo, Gabriel García Márquez visitó Barranquilla. Se había enterado del caso y solo atinó a alabar la imaginación de la muchacha, la cual, según él, no era ni comparable con la suya. Una vez en la ciudad, el escritor pidió que lo llevaran ante Liliana para que le explicara cómo combinó la actuación con la imaginación durante tanto tiempo. Después de su conversación a solas, los periodistas le preguntaron a la joven si estaba contenta por el honor y si había contado al escritor su historia con detalles. Esto porque él le habló de su interés por reproducir la historia con uno de sus personajes en una futura novela. Siempre despreocupada, Liliana respondió: “Sí, me cayó muy bien. Pero, ¡claro que no le conté todo! De todos modos... ¿quién se habría hecho rico con la historia?”. Por: Jennifer Rojas En 1976 Gabo tocaba el timbre de la casa de Rodrigo Moya con un tremendo hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz, causada por el puñetazo que 2 días antes le había propinado Mario Vargas Llosa. Quería que le tomara unas fotos, para dejar una constancia de la agresión. !!Guarda las fotos y me mandas una copia!! le había dicho. Nunca se supo la razón exacta de ese incidente, pero fue el fin de una gran amistad entre ambos escritores. Por: Noemi Alvarado Valencia En Grecia, cuando los viajes transcontinentales no eran muy comunes, alguna vez un hombre, también colombiano, muy parecido físicamente a García Márquez llegó a uno de los puertos de la costa griega en un viaje de placer. Los inconvenientes que generó el parecido de este hombre a la logística del crucero fueron tales que el hombre, al final, se resignó a posar de Gabo frente a cientos de extranjeros que buscaban tomarse una foto con el recién premiado nobel. Fuente: Dra. Leonor Bonilla Por: Guillermo Gómez. Plinio Apuleyo Mendoza Narra cómo conoció a García Márquez en una cafetería de Bogotá; nadie le tenía fe al joven escritor costeño y los rolos lo rechazamos como si se tratara de un bicho raro. Años después ambos llegaron a París, Plinio como estudiante y Márquez como fotógrafo de El espectador. Una tarde en el viejo París el Gabo caminaba cabizbajo y casi derrotado pues no tenía quien lo entendiera; más al llegar la primera nevada del invierno quedó extático y fascinado, nunca había visto la nieve, y cuando esta cayó sobre su bigote, nuestro nobel exclamó: ¡Mierda! y echó a correr y saltar de un lado a otro por el andén bajo la nieve y gritaba de felicidad. Por: Andrés Felipe Benavides