Suspense, misterio y amores en un Río de Janeiro lleno de contrastes

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RIO NOIR
TONY BELLOTTO
L. A. GARCIA-ROZA
MV BILL
L. E. SOARES
GUILHERME FIUZA
ARTHUR DAPIEVE
VICTORIA SARAMAGO
ARNALDO BLOCH
ADRIANA LISBOA
ALEXANDRE FRAGA
MARCELO FERRONI
FLÁVIO CARNEIRO
RAPHAEL MONTES
L. F. VERISSIMO
Traducción de Juan Pablo Villalobos
Suspense, misterio y amores
en un Río de Janeiro
lleno de contrastes
TONY BELLOTTO (coord.)
RÍO NOIR
Traducción de Juan Pablo Villalobos
ÍNDICE
Prólogo
Tony Bellotto
PARTE 1
CIUDAD DIVIDIDA
Lapa
LUIZ ALFREDO GARCIA-ROZA
EL BOTÍN
Ciudad de Dios
MV BILL
EL RETORNO
São Conrado
LUIZ EDUARDO SOARES
FIN DE SEMANA EN SAO CONRADO
GUILHERME FIUZA
Leblon
RJ-171
PARTE 2
FUENTES MURMURANTES
Cosme Velho
ARTHUR DAPIEVE
TAXI ARGENTINO
Floresta da Tijuca VICTORIA SARAMAGO
PUNTO CIEGO
Jacarepaguá
ARNALDO BLOCH
EL ENIGMA DEL GRAMÓFONO
PARTE 3
PURGATORIO DE BELLEZA Y DE CAOS
Largo do Machado ADRIANA LISBOA
EL AHORCADO
Leme
TONY BELLOTTO
MADURITAS BIEN CONSERVADAS
Ipanema
ALEXANDRE FRAGA DOS SANTOS
CANÍBAL DE IPANEMA
PARTE 4
RÍO BABILONIA
Barra da Tijuca
MARCELO FERRONI
TANGERINA TANGO
Centro
FLÁVIO CARNEIRO
LA ESPERA
Copacabana
RAPHAEL MONTES
LA HISTORIA DE GEORGES FULLAR
Bangu
LUIS FERNANDO VERISSIMO
EL LEÑADOR
Sobre los autores
PRÓLOGO
TONY BELLOTO
Todo el mundo ha visto esas imágenes de Río de Janeiro:
construcciones atrincheradas entre playas de arena blanca,
mar azul, lagunas de agua dulce y bosques exuberantes que se
extienden por sinuosas montañas de piedra; el Pão de Açúcar
conectado al suelo por tranvías en un hipnótico vaivén; las
alas delta cruzando el cielo en vuelos sin destino; el Cristo
Redentor de brazos abiertos bendiciendo a un pueblo alegre,
mestizo y cordial, un pueblo siempre dispuesto a bailar samba
o a mostrar una sonrisa hospitalaria a los turistas que transitan
por las calles admirando bellas mujeres que se bambolean semidesnudas sobre carros alegóricos en los desfiles del carnaval. ¡Oh, yeah!
Pero ésta no es una guía turística. La ciudad que se revela
en el libro que el lector tiene en sus manos es otro Río de Janeiro.
Aunque en las páginas de este Río Noir esos famosos paisajes estén presentes, lo que aquí se expone es un mundo de siluetas, sangre, intriga, violencia, escondrijos y misterio (y también de humor, por supuesto, como no podría ser de otra
manera en un proyecto en el que participan cariocas).
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Hace mucho que Río dejó de ser una ciudad idílica de atracciones turísticas, y las escenas de crímenes protagonizados por
traficantes salvajes, policías violentos y políticos corruptos se
muestran como prueba con una regularidad terrorífica en los
noticiarios de todo el planeta. Hoy en día, la imagen de esta
ciudad de playas bonitas, mujeres sensuales, gais animados y
pícaros simpáticos está relacionada irremediablemente con tiroteos y disputas sangrientas entre facciones criminales. Esta
ciudad dividida, fracturada, entre una clase media cosmopolita
y una población desamparada en comunidades miserables, se
convirtió en el retrato más expresivo de un país de enorme desigualdad social y escandalosa violencia.
¡Lo que no deja de ser muy excitante si es la materia prima
para relatos criminales!
La conclusión es paradójica y un poco chocante, lo admito,
¿pero existirá una ciudad más paradójica que Río de Janeiro?
Capital de Brasil de 1763 a 1960 —y de todo el Imperio
portugués durante las guerras napoleónicas—, símbolo internacional del país, principal destino turístico del hemisferio
sur, sede de los Juegos Olímpicos de 2016, poseedora de unos
índices de violencia y de miseria altísimos, la ciudad de Río es
mucho más de lo que muestran las tarjetas postales, los gráficos de indicadores socioeconómicos y las noticias sensacionalistas de los periódicos.
Antes que nada, esta ciudad es un enigma a descifrar.
Tal vez parezca tendencioso si afirmo que no hay nadie
mejor para desentrañar enigmas que los escritores de relatos
policíacos. ¿Pero por qué escribir narraciones policiales?, se
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pregunta George Pelecanos, escritor norteamericano. Porque, entre otras funciones, la ficción noir permite explorar aspectos sociales, fuerzas y debilidades humanas que componen
el día a día de cualquier gran ciudad.
Fue con el objetivo de intentar descifrar ese enigma que
invité a Luiz Alfredo Garcia-Roza, MV Bill, Luiz Eduardo
Soares, Guilherme Fiuza, Arthur Dapieve, Victoria Saramago,
Arnaldo Bloch, Adriana Lisboa, Alexandre Fraga dos Santos,
Marcelo Ferroni, Flávio Carneiro, Raphael Montes y Luis Fernando Verissimo a que me acompañaran en la creación del libro que el lector o lectora sostienen ahora en sus manos (no sin
riesgo de manchárselas de sangre, ¡que quede advertido!).
Elegir a estos autores fue como escalar el Pão de Açúcar:
trepar verticalmente por la piedra bruta por el simple placer de
vislumbrar un horizonte que se pierde de vista. Aquí se reúnen
escritoras y escritores que transitan con desenvoltura por actividades tan dispares como los diversos tipos de ficción, el periodismo de variadas tendencias, la edición de libros, el humor,
el terror, la filosofía, la seguridad pública, el psicoanálisis, el
rock, el rap, el activismo cultural, la participación social, la política y el magisterio. Incluso los que nunca habían practicado
la ficción noir se animaron a contar historias que, de maneras y
sinuosidades distintas, montan un rompecabezas que osa desafiar los límites del género. No sé si hemos conseguido descifrar
algún enigma con los dramas de nuestros proxenetas, adivinos,
coroneles, policías, traficantes, celebridades, habitantes de favelas, defraudadores, turistas, promotores inmobiliarios, detectives, periodistas, políticos, asesinos, editores, bandidos,
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viajantes, ladrones, escritores, amantes y ciudadanos comunes.
Pero seguramente hemos añadido una gran sombra al paisaje
soleado de esta ciudad maravillosa.
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EL BOTÍN
LUIZ ALFREDO GARCIA-ROZA
LAPA
Le decían Ratón. Bajo, flaco, la cabeza con forma semejante a
la de un roedor. La gente lo encontraba repulsivo. No era por la
ropa que usaba o por la higiene personal. Vestía siempre de
traje y corbata, ambos de segunda mano y bastante usados,
pero de buena calidad. Los zapatos y la ropa habían pasado por
varios remiendos, algunos hechos por él mismo, los conservaba
limpios y pretendía mantenerlos en uso el mayor tiempo posible. Hasta hace poco usaba sombrero de fieltro de ala ancha,
regalo de un asiduo de Cinelândia. Era un sombrero bonito,
pero Ratón acabó convenciéndose de que lo hacía parecer
incluso más pequeño de lo que era, con todo y que tuviera la
ventaja de esconderle el rostro, éste sí repulsivo debido a los
dientes finos, puntiagudos y separados. Esa apariencia general
provocó que desde chico buscara lugares sombríos y poco iluminados, lo que no siempre es fácil en una ciudad solar como
Río de Janeiro, a menos que se convirtiera en un tipo solitario
y nocturno. Lo que de hecho sucedió, no por culpa de su apariencia repulsiva, sino de la policía. Sucedió cuando vivía todavía en el centro de la ciudad, para ser más exactos en la re9
gión que va de Cinelândia a Lapa. Durante el día circulaba por
Cinelândia y por las calles estrechas, casi callejones, que salen
de la plaza en dirección a Lapa. Durante la noche frecuentaba
los bares de Lapa. En Cinelândia organizaba y daba protección
a menores que practicaban pequeños robos a transeúntes; en
Lapa también organizaba y daba protección a las prostitutas,
no a todas, claro, pero sí a un número suficiente para mantener su estilo de vida. En estos dos negocios, él mismo se encargaba de la contabilidad, era bueno en eso. Contaba también con Japa, un abogado inteligente y astuto que resolvía sus
problemas con la ley, y cuyo trabajo, a pesar de ser un alcohólico incorregible, era satisfactorio. Además de ellos dos, había
tres matones que se iban relevando en el mantenimiento del
orden y en la protección contra la pasma. Finalmente, había
una red de ojeadores, menores de edad, que funcionaban
como radares de corto alcance, pero bastante eficientes. Ratón nunca había tratado con drogas y traficantes, los consideraba gente muy violenta y con el inconveniente de que atraían
a la policía. Tampoco tenía ni usaba armas. Acostumbraba decir que sus armas eran su pequeña estatura, sus dientes afilados y la capacidad de desaparecer casi instantáneamente
cuando era necesario. Siempre se consideró un emprendedor.
Los chicos a los que protegía estaban obligados a ir a la escuela, de lo contrario no podían formar parte de su equipo; las
mujeres tomaban regularmente clases de inglés básico, lo que
facilitaba el contacto con los turistas extranjeros. Y, cuando
era necesario, mandaba tanto a los niños como a las mujeres a
un servicio de atención médica itinerante que recibía una
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contribución mensual de la pareja de socios a título de ayuda
por servicios prestados a la población desasistida del centro de
la ciudad.
Las cosas iban bien, sin mayores conflictos internos y sin
problemas con la ley y el orden, hasta el día en que los polizontes se dieron cuenta de que todo le iba demasiado bien a él y a
su socio abogado, y que hasta entonces no habían sacado ningún provecho de eso.
—Proxenetismo, prostitución y corrupción de menores,
creación de banda organizada... Crímenes graves, ya que el segundo es considerado «crimen hediondo» y sin derecho a fianza. ¿Sabes lo que significa eso, Ratoncito de mierda? Significa
que vas a pasar el resto de tu vida entre rejas, igual que tus
hermanos animales que sirven de cobayas en los laboratorios
de investigación. Con la diferencia de que tú, ni de lejos, tendrás el mismo tratamiento que ellos. Los investigadores que te
van a cuidar serán tus compañeros de celda, y ellos no tendrán
la delicadeza de los científicos de los laboratorios. Por la naturaleza de tus crímenes, puedo llevarte derechito de aquí al trullo. Ni sueñes en que vas a pagar la fianza y regresar a tomar
una cerveza. Tu delito no tiene derecho a fianza. Te dicen Ratón y tú mismo te haces llamar así. Vas a tener envidia de los
ratones que se pasearán por encima de tu cuerpo cuando estés
durmiendo... Si consigues dormir algún día.
Ése fue el discurso del madero, que por su físico debía de
pertenecer a algún batallón de la policía de choque, que fue a
hablar con Ratón por la noche, en una calle de Lapa, cuando
no había nadie cerca a quien pudiera pedirle ayuda.
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—¿Qué podemos hacer para que nada de eso suceda?
—preguntó Ratón en voz baja.
—No hables en plural. Aquí tú eres el ratón y yo soy el gato.
Te espero mañana, a la misma hora; preséntate con el cincuenta
por ciento de tus ganancias del mes pasado. Pon atención, no te
estoy exigiendo tal o cual cantidad, te estoy exigiendo un porcentaje, cincuenta por ciento, la mitad del dinero recaudado el
último mes... que de hecho será tu último mes, en caso de que
intentes engañarme. Si tienes alguna duda sobre la posibilidad
de que te convierta en un ratón de laboratorio, pregúntale a tu
socio y abogado, que, por cierto, debería llamarse Zarigüeya.
Ratón no tenía intención de regresar la noche siguiente
con la mitad de lo que habían recaudado el mes anterior para
entregárselo a aquel policía. Pero tampoco pensaba seguir
deambulando por Cinelândia o Lapa. Nunca tuvo vocación de
ratón de laboratorio. La única solución era desaparecer. Llevándose su parte del dinero recaudado el mes anterior, naturalmente. El madero había acertado en la cantidad, «la mitad del
dinero recaudado el último mes», la otra mitad Ratón la metió
dentro de un sobre de papel de estraza muy resistente, pasó
cinta adhesiva alrededor y se la entregó a su socio. A partir de
entonces, se convirtió en un fugitivo, por lo menos en su cabeza. No era que toda la policía anduviera tras él «vivo o muerto», pero bastaba la existencia de aquel gorila y de sus comparsas para que se esfumara. La mañana siguiente, al amanecer,
todavía estaba oscuro cuando dejó su sombrero de fieltro sobre
el banco en el que acostumbraba sentarse en la plaza Floriano,
en Cinelândia. Un recuerdo de Ratón para los que se quedaban.
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El día ya había clareado cuando salió de la estación de metro
de Siqueira Campos, en Copacabana, el único distrito que conocía tan bien como el centro de la ciudad, aunque no conociera a
nadie. Como un ratón, conocía la geografía del barrio, no propiamente la geografía de la superficie y de sus habitantes diurnos, pero sí la geografía subterránea y a algunos de sus pobladores nocturnos eventuales. Por precaución, y por miedo al policía
y sus compinches, empezó a moverse por el verdadero submundo de Copacabana. La baja estatura y la delgadez facilitaban su
rápida desaparición y desplazamiento por la trama de galerías
pluviales del subsuelo de Copacabana. Para eso, tuvo que librarse del traje y de los zapatos —todo cuanto había podido llevar
consigo en la fuga— y hacerse con ropa usada de empleado de la
alcaldía. El siguiente paso fue alquilar un cuarto en una pensión
de mala muerte en la ladera de los Tabajaras. En realidad, no era
ni un cuarto, sino la mitad de un cuarto dividido en el medio por
un tabique de contrachapado. En cada mitad cabían apenas una
cama individual y, debajo de la cama, un baúl pequeño con candado para guardar la ropa y las pertenencias del inquilino.
El tabique de contrachapado que separaba el cuarto en dos
mitades no llegaba hasta el techo, sino hasta la altura de la
puerta de entrada, donde se bifurcaba, permitiendo el acceso a
las dos divisiones de la estancia. No obstante, para alguien que
se desplazaba a través de las galerías de aguas pluviales y pasaba
las primeras horas del día en la boca de ellas, aquel medio cuarto era un hotel de por lo menos una estrella.
Pasaron dos meses sin que tuviera noticias del policía y sus
compinches. Ratón creía que no operaban en la Zona Sur, área
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RIO
Los escenarios de Rio Noir y sus autores
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LEME
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TONY BELLOTTO
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LAPA
ARNALDO BLOCH
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L. A. GARCIA-ROZA
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CIDADE DE DEUS
SÃO CONRADO
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LEBLON
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COSME VELHO
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FLORESTA
DA TIJUCA
VICTORIA SARAMAGO
CENTRO
FLÁVIO CARNEIRO
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ARTHUR DAPIEVE
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BARRA DA TIJUCA
MARCELO FERRONI
GUILHERME FIUZA
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IPANEMA
ALEXANDRE FRAGA
L.E. SOARES
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LARGO DO MACHADO
ADRIANA LISBOA
MV BILL
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JACAREPAGUÁ
COPACABANA
RAPHAEL MONTES
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BANGU
L. F. VERISSIMO
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