El cuidado de los hijos

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El cuidado de los hijos
Cronos era el dios supremo, pero no creas que esto le hacía feliz. Alguien le dijo que uno de sus
hijos le reemplazaría.
—Eso no lo puedo permitir —se quejó Cronos—. ¡Vamos, esposa mía, pásame el bebé!
—¿Para qué?
—¡Vaya pregunta más estúpida! Pásamelo y basta.
La señora Cronos le pasó a su marido su hijo recién nacido. —Toma... Pero, ¿qué le haces? —
exclamó.
—Me lo estoy comiendo.
—¿Comiendo? Eres un glotón. Acabas de merendar. ¡No me digas que vuelves a tener hambre!
–No tengo hambre –gruñó el gran dios–. Es esta profecía que dice que uno de mis hijos me
arrebatará el trono. Sin hijos, no habrá problema, así lo veo yo.
–No me digas que haces caso de los «horróscopos» –dijo la señora Cronos que exhaló un suspiro.
–Yo siempre he dicho que no vale la pena correr riesgos –respondió Cronos con presunción–.
Pásame las tabletas digestivas.
Transcurría el tiempo, como siempre. La señora Cronos tuvo más hijos-dioses, y Cronos se los
comió a todos. Bueno, al último no. La señora Cronos ya empezaba a hartarse de aquellas
horripilantes comilonas. «Voy a terminar con sus jueguecitos», pensó satisfecha mientras escondía
a su hijo Zeus recién nacido bajo su cama. Cogió una piedra enorme, la envolvió en una manta
para bebés y la colocó en la cuna.
En ésas que entró Cronos.
–¿Dónde está?
–En su cuna.
–Es feo el muy bribón, ¿verdad? –dijo el dios supremo mientras miraba fijamente el pedrusco.
–Pues sí, se parece a su padre –murmuró la señora Cronos. –Y crujiente –dijo su esposo mientras
se tragaba unos dientes.
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–Será porqué es más duro que los otros –corroboró la señora Cronos.
Cronos se sentó en el trono real. –pooh! Creo que no me ha caído bien.
–Es posible –dijo la señora Cronos con desdén–. Tú tampoco caes bien a mucha gente, querido.
–0000h! –gruñó el dios. Se frotó el estómago y dijo–: Creo que voy a vomitar.
–No lo hagas encima de la alfombra nueva, querido. Allí tienes una jofaina –le advirtió su esposa.
Cronos dio un suspiro enorme y arrojó no sólo el bocado de piedra, sino a todos sus otros hijos.
–Así aprenderás –dijo la señora Cronos que sonreía feliz–. No se puede vencer a un dios.
¿Consiguieron derrocar los jóvenes dioses a su superglotón padre? ¿Qué crees tú?
No sientas pena por Cronos. Antes había matado a su propio padre, Urano, y había
esparcido los pedazos de su cuerpo en el mar. Cronos y los viejos dioses fueron
reemplazados por Zeus y los nuevos dioses, que eran mucho más divertidos. Formaban
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realmente una gran y desgraciada familia. Siempre discutían, se peleaban y se hacían
maldades mutuamente. Zeus controlaba la tierra y el cielo desde su residencia en el monte
Olimpo. De todos los dioses supergeniales, Zeus era el más genial. Se ganó la posición
suprema en una competición. Cuando no flirteaba con féminas humanas, dejaba frito a
alguien con un relámpago.
Poseidón, el hermano de Zeus, era el dios de los mares. Una ocupación algo húmeda. El
viejo Poseidón no estaba demasiado contento con su trabajo, porque no sabía perder. Por
eso ponía mala cara y, cuando cogía una pataleta, agitaba los mares con un tridente y
provocaba tempestades. ¡Vaya alborotador el tío!
Test rápido
A Prometeo, un joven dios, le gustaban los humanos, porque robó fuego de los dioses para
dárselo a los habitantes de la tierra. Pero el dios supremo, Zeus, para castigar a los
hombres, creó algo nuevo y terrible en la tierra. ¿Qué fue eso tan terrible?:
1 Las mujeres
2 Las moscas
3 Los maestros
Su otro hermano, Hades fue quien se llevó la peor parte. Su trabajo era gobernar el mundo
subterráneo, lo que debía ser un infierno.
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La verdad sobre Troya
Pero, ¿el relato de la batalla de Troya es verdadero? ¿Sucedió realmente? Estas son algunas respuestas...
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No me vengas con cuentos
Además de las obras teatrales, a los antiguos griegos les gustaban los cuentos. Y nadie
contaba mejores cuentos que Esopo. Todavía se cuentan hoy en día. Todo el mundo
conoce las fábulas de La liebre y la tortuga, cuya moraleja es que ganan siempre la
constancia y el tesón. o la de El niño que chillaba: «Que viene el lobo», cuya moraleja es
que nadie cree a un mentiroso, aunque éste diga la verdad.
Esopo nos dejó proverbios como «no hagas las cuentas de la lechera». Pero la fábula más
impresionante de todas es la de la vida del propio Esopo.
Esopo fue un héroe griego que, según se cree, vivió en el siglo VI a. C. Según la leyenda,
nació en Tracia, vivió un tiempo en la isla de Samos como esclavo, fue liberado y viajó por
otros estados contando fábulas.
Llegó a Delfos, donde estaba el oráculo. En la antigua Grecia, el sacerdote o la sacerdotisa
que transmitía los consejos de los dioses era llamado oráculo. Parece ser que Esopo hizo
enfandar a los sacerdotes del oráculo. Parece ser que les contó la fábula de...
El hombre y el ídolo de madera
En la antigüedad, los hombres adoraban a los palos, a las piedras y a los ídolos, y les
rezaban para tener buena suerte. Sucedió que un hombre rezaba a menudo a un ídolo de
madera que había recibido de su padre, pero su suerte nunca cambiaba. Por más que
oraba, seguía teniendo mala suerte.
Un día, furioso, se acercó al ídolo de madera y, de un puñetazo, lo derribó del pedestal. El
ídolo se partió en dos y ¿sabes lo que apareció? Una lluvia inmensa de monedas que se
esparcieron por todas partes.
Y la moraleja que sacó Esopo era: «Los ídolos no son más que un engaño creado por los
sacerdotes».
A los sacerdotes no les gustó ni pizca lo que decía Esopo. Lo subieron a la cima de un
acantilado y lo arrojaron al vacío, para que aprendiera a meterse con ellos.
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ESOS SALVAJES ESPARTANOS
La primera gran ciudad-estado que se desarrolló después de la Era Arcaica fue Esparta.
Los espartanos eran un poco raros. Creían que eran mejores que el resto del mundo. Si
querían más tierras, invadían las de otros pueblos. Si alguien ya vivía allí, los espartanos los
convertían en esclavos. En resumen, eran los menos supergeniales de toda Grecia.
Por supuesto, a muchos no les gustaba ser esclavo, y discutían con los espartanos con el
único lenguaje que éstos conocían: el de la violencia. Probablemente eran el pueblo griego
más duro, porque siempre luchaban para demostrar que tenían agallas. Pero no era
suficiente entrenar a los jóvenes en la lucha. Desde que nacían, se empezaba a prepararlos.
Diez malas costumbres
1. Se entrenaba tanto a los niños como a las niñas para que estuvieran en forma, a
través de carreras, lucha libre, tiro con aros y lanzamiento de jabalina.
2. Las niñas tenían que desnudarse en las procesiones, bailes y en los servicios de los
templos. De este modo no presumían de ropas delicadas.
3. Los espartanos más ancianos examinaban a los recién nacidos. Si el niño o la niña
les parecía suficientemente fuerte decían: «Dejadle vivir». Si les parecía un poco
enfermizo, lo subían a una montaña y lo abandonaban a su suerte.
4. Los niños dormían sobre jergones de cañas que ellos mismos recogían en las orillas
del río. Si en invierno tenían frío, mezclaban cardos entre las cañas; el escozor les
hacía entrar en calor...
5. A los niños espartanos se les hacía pasar hambre y se les alentaba a robar comida
(los movimientos furtivos son esenciales en el campo de batalla). Si los atrapaban
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robando, recibían una fuerte paliza. No les pegaban por robar, que quede claro,
sino por haberse dejado atrapar. A veces los jóvenes eran golpeados para
endurecerlos. Si el joven moría a resultas de la paliza, ¡mala suerte!
6. En cuanto al matrimonio espartano, el joven fingía raptar a la novia. Entonces, la
novia se cortaba el pelo y vestía como un hombre. El novio regresaba al ejército y
tenía que visitar a la desposada a escondidas.
7. Un niño no pertenecía a sus padres, sino al Estado de Esparta. A la edad de siete
años, el niño se juntaba con una «banda» de niños. El niño más fuerte dirigía y
mandaba a los otros. Los hombres que los vigilaban a menudo provocaba peleas
para ver quién era el más fuerte.
8. A los doce años, se les permitía ponerse un manto, pero no una túnica, y sólo
podían bañarse unas pocas veces al año.
9. Los chicos mayores tenían a muchachos más jóvenes a su servicio. Si el más joven
cometía algún error, un castigo común era un mordisco en el dorso de la mano.
10. Si alguno gritaba durante la lucha, no solamente le castigaban a él sino también a
su mejor amigo.
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Claro que los salvajes espartanos no eran peores que sus enemigos, como por ejemplo los escitas. El
historiador Heródoto (485-425 a.C.) hizo una descripción de los horrores de los escitas:
El niño que no gritó «¡Zorro!»
Un relato espartano muestra hasta qué punto eran raros los espartanos. Ésa es la historia de un
buen niño espartano.
Cómo ser un buen espartano 1: Roba todo lo que quieras, pero sin que te atrapen. Robó un
cachorro de zorro a alguien.
Cómo ser un buen espartano 2: No te rindas sin oponer resistencia. Vieron al niño huir del
escenario del robo y fue arrestado. Pero antes de que lo atraparan, tuvo tiempo de esconder el
cachorro de zorro bajo su manto.
Cómo ser un buen espartano 3: Miente y engaña para salir de un apuro.
El amo del niño le preguntó dónde estaba el cachorro de zorro y el chico respondió: «¿Un cachorro
de zorro? No sé nada de un zorro perdido».
Cómo ser un buen espartano 4: Es mejor ser un héroe muerto que un quejica vivo.
El amo prosiguió su interrogatorio mucho rato, hasta que de pronto el chico se desplomó y
cayó muerto. Cuando los guardias examinaron su cuerpo vieron que el cachorro de zorro
le había desgarrado las entrañas. El valiente niño espartano no había dado muestras de
sufrimiento y no se rindió, a pesar de que le costara la vida.
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