LA GESTIÓN DE CONFLICTOS

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LA GESTIÓN DE CONFLICTOS: UN CAMPO EMERGENTE
Josep Redorta
Abogado-mediador
Dr. en Psicología Social
REDORTA, J. (2009)
La gestión de conflictos: un campo emergente. Actas del XI Congreso Nacional
de Psicología Social, Tarragona 2009. Publicación electrónica.
ABSTRACT
Se abordan las dificultades en la definición del conflicto. Se
examinan las fuentes del conflicto y los elementos básicos que
aparecen en la confrontación. Se acota el concepto y campo de
acción de la gestión de conflictos con particular incidencia en
el desarrollo de la mediación y la evolución en España.
1.- La problemática definición de conflicto
Si nos referimos al conflicto en términos amplios puede ser
relativamente fácil alcanzar un acuerdo en el concepto. Sin embargo,
al intentar precisar nos damos cuenta inmediatamente de que
estamos ante un constructo complejo.
Moscovici (1981, 123-135) ha visto el conflicto embebido en la
interacción, en los procesos de cambio y en la influencia afirmando:
“Los procesos de influencia están directamente unidos con la
producción y reabsorción de conflictos.” Este autor, un estudioso de
los procesos de conflicto y consenso, ha sostenido también que “en
1
la medida en que los procesos de influencia social tienen lugar en el
marco de una interacción en la que cada miembro del grupo tiene
buenas razones para reducir o resolver el conflicto o el desacuerdo,
estos
procesos
aparecen
estrechamente
emparentados
con
un
proceso de negociación ( Moscovici, 1985, 82)
Lewin (1973) en cita de E. Vendrell (1987, 13) afirmó que el conflicto
debe concebirse psicológicamente “como una situación en la que
fuerzas que se oponen de modo simultáneo entre sí y con igual
intensidad, actúan sobre un mismo individuo.” También conceptualizó
el conflicto a partir de una tendencia y la intervención de una fuerza
inhibidora: “en general sobreviene una situación de conflicto cuando
existe por un lado una tendencia a arriesgarse en una actividad
(coger alimento) y de otro una fuerza opuesta a esta actividad.”
(Lewin, 1972) también en cita de E. Vendrell. Esta concepción de Kurt
Lewin, nos sitúa en el marco del conflicto intrapsíquico en la medida
que no clarifica si las fuerzas a que se refiere, pueden ser internas o
externas al individuo. En todo caso, un dilema interno en la medida
en que se transmite a la interacción puede ser un conflicto, al menos,
interpersonal.
Deutsch (1973, 33) aclaró que: “el conflicto interno es una
experiencia personal inevitable.” Sostiene que un conflicto ocurre
cada vez que una actividad incompatible ocurre. Que estas acciones
se pueden originar en una persona, grupo o nación. A continuación,
define lo que entiende por incompatibilidad afirmando que: “una
acción es incompatible con otra cuando previene, obstruye, interfiere,
daña, o de alguna manera posteriormente la hace menos agradable o
menos efectiva” (p.10).
En 1986 Rubin, Pruitt y Hee (1994, 5) se preguntaban “What is
conflict?” aportando a continuación una definición válida, en su
2
opinión: “El conflicto significa diferencia de intereses percibida, o una
creencia (belief) que las partes en sus aspiraciones normales no
pueden alcanzar simultáneamente.” Con esta idea, el conflicto se
manifiesta ya de forma general
en la interacción, en lo social,
siempre más allá del individuo.
Otra forma de aproximarse al conflicto es la Johan Galtung (1996,
70) quien distingue “disputa” que define como
relativa a dos
personas o actores que persiguen el mismo objetivo que es escaso.
Distingue también “dilema” que lo refiere a una persona o actor que
persigue
un
objetivo
incompatible.
Sigue
distinguiendo
“contradicción” para referirla a la dialéctica entre un objetivo deseado
y la forma o sistema elegido para alcanzarlo. Finalmente, “conflicto”
se refiere a las actitudes y asunciones personales más la conducta y
las contradicciones en una tríada sólo abstraíble teóricamente y que
tiene un nivel latente y otro manifiesto.
Otros autores ofrecen su definición apoyándose en algún aspecto muy
destacado. Así Freund (1983, 65) habla de: “la intención hostil a
propósito de un derecho”, D. Tjosvold (1998, 285) recoge una línea
de pensamiento que habla de: “intereses opuestos relativos a
recursos escasos con objetivos divergentes y frustración”. Lewicki,
Weis y Lewin (1992, 211) efectuaron una revisión en la que vienen a
sostener que
ninguna definición parece predominante dependiendo
de los investigadores y de los métodos de conceptualización de las
diferencias.
Eduardo Infante, de la Universidad de Sevilla, efectuó un estudio
sobre la definición de conflicto en el período 1933 a 1996, hallando
78 definiciones distintas y aplicando el denominado “cluster analysis”
obtuvo interesantes conclusiones al respecto (Infante, 1998, 491). Se
destaca que el conflicto es concebido mayoritariamente por los
3
autores
como un: “proceso –producto subjetivo- cognitivo que
implica percepciones de metas incompatibles por parte de, al menos,
dos individuos”. Sin embargo, destaca que los conceptos de poder e
interacción, aparecieron poco en las definiciones, elementos que ya
hemos visto como consustanciales al conflicto. A partir de lo hallado
en la investigación, Infante ofrece una nueva definición de lo que
debe entenderse por conflicto interpersonal: “un proceso cognitivoemocional en la que dos individuos perciben metas incompatibles
dentro de su relación de interdependencia y el deseo de resolver sus
diferencias de poder."
2.- Dificultades de la aproximación psicosocial.
Aún siendo la realidad del conflicto algo muy complejo, tanto en el
sentido técnico del término como hemos estado viendo, como en el
sentido más literal de la expresión, no por ello hemos de dejar de
intentar comprenderlo y analizarlo. De hecho, la investigación
científica es lo que pretende, con las herramientas que tiene a mano
en cada momento histórico.
Acercarnos al conflicto para comprenderlo, para estudiarlo, para
extraer de él conclusiones útiles para la ciencia supone efectuar un
esfuerzo al menos en una doble dirección: de un lado entendiendo
que el fenómeno no puede ser aprehendido si no es desde una visión
multidisciplinar muy amplia y de otro, aún acercándonos desde una
disciplina concreta, que en nuestro caso es la psicología social,
atendiendo a que
cualquier disciplina tiene a su vez un nivel de
desarrollo específico en un momento histórico determinado y sus
propias contradicciones. El teórico del pensamiento borroso Bart
Kosko (1995, 123) cita a Bertrand Rusell para ilustrar esta idea y
pone en su boca esta afirmación: “todo es vago en un grado en que
no te das cuenta hasta que intentas precisarlo.”
4
Esto es, exactamente, lo que ocurre con el estudio de los conflictos.
De un lado existe toda una ciencia en construcción llámese
“conflictología” como pretende la revista del mismo nombre, que
afirma en su número nº 1 de abril de 2.000 que “Conflictología es un
término muy claro. Etimológicamente¸ quiere decir “ciencia o
conocimiento del conflicto”, sinónimo de lo que internacionalmente se
reconoce como
llámese
Resolución de Conflictos” (Vinyamata, 2000, 3);
“Análisis y Resolución de Conflictos” como pretende Alzate
(1998, 16). O bien, reconociéndola por un constructo que nos parece
más cercano al estado actual del avance de la ciencia y que es
“Conflict Theory” en su expresión inglesa.
Otros autores, como Schellenberg (1982, 7) reflejando el estado de la
cuestión, se
preguntaron en su día si no estamos ante una nueva
disciplina dado que sus practicantes y estudiosos proceden de
diversos campos disciplinares y aún no han perdido su propio origen.
La respuesta a esta cuestión es afirmativa para Burton, Mitchell,
Berkovitch y Banks en opinión de Ramón Alzate (1998, 19).
Del conflicto existe una visión mucho más amplia que la psicosocial,
por ejemplo la utilizada en cibernética para referirse a “conflictos
entre sistemas”, en física para referirse a “fuerzas en conflicto”, en
geología para explicar determinados fenómenos, en etología hablando
de los “animales en conflicto,” etc., lo que esto evidencia es la
amplitud del campo en que nos movemos. Así pues, adoptar una
única perspectiva supone una autolimitación, que siempre debe ser
tenida en cuenta en la interpretación de datos, pero que al mismo
tiempo tiene la ventaja de tener clara la forma en que nos acercamos
al conflicto.
5
Sin
embargo,
siquiera
una
única
perspectiva
sigue
siendo
excesivamente amplia para abordar un tema que es totalmente
transversal. Fiske, Kitayama, Markus y Nisbett (1998) elaboraron un
modelo para comprender mejor el paso de la realidad colectiva a la
acción diaria. En el mismo se parte de la realidad colectiva que se
canaliza a través de procesos psicosociales (lenguaje, sistema legal,
etc.) para focalizarse todo en los mundos individuales (escuela, casa,
lugar de trabajo, etc.) lo que a su vez origina nuevas estructuras
psicológicas que son las que definen en último término la acción.
Para comprender mejor esta acción resultante desde la perspectiva
psicosocial nos ha sido útil reubicar la disciplina a partir de las ideas
de Munné, F. (1996, 23-37) expuestas en su obra “Entre el individuo
y la sociedad” y cuyo subtítulo “marcos y teorías actuales sobre el
comportamiento interpersonal” ya nos orienta sobre su utilidad para
el fin propuesto. El autor parte de la estructura epistemológica de la
psicología social como ciencia sustantiva estableciendo los niveles de
formalización de la misma y su mismo contenido.
De todo esto se deduce fácilmente que si el conflicto ya es
inabordable
desde
una
única
perspectiva
disciplinar,
cuando
intentamos siquiera hacerlo desde la psicología social, conscientes de
las limitaciones que vamos a encontrar, sucede que esta
tiene ya
disciplina
dificultades intrínsecas en su desarrollo teórico y que
además se halla íntimamente relacionada con otras ciencias. Es pues
preciso asumir algunos riesgos teóricos.
3.- Algunos grandes marcos de análisis
Para darnos
una mayor idea de la complejidad de la tarea baste
considerar algunos de los grandes marcos de análisis, de los diversos
posibles, en la línea que nos hemos impuesto. Y es que no existe una
6
teoría general del conflicto, si bien
algunos autores sostienen la
necesidad de su existencia, por ejemplo Alzate (1998, 17) quien
afirma: “creo que es necesaria una teoría general del conflicto no sólo
para que nos ayude a explicar, predecir y tratar algunos elementos
del comportamiento humano, sino porque además constituye la base
para la comprensión de los conflictos particulares.”
Frente
a
las
dudas,
propias
del
momento
en
que
se
está
construyendo una nueva disciplina, sólo cabe recordar la importante
contribución al campo del estudio de los conflictos que ha tenido y
tiene la psicología. Vale la pena recordar que algunos grandes marcos
de análisis del conflicto pueden ser construidos desde aportaciones
muy significativas. Examinemos el siguiente cuadro:
ALGUNOS GRANDES PROCESOS BÁSICOS
DE CONFLICTO
AUTOR
TIPO DE CONFLICTO
FREUD
Conflicto entre el deseo y
la prohibición.
PROCESO RESULTANTE
REPRESIÓN.
DEFENSAS.
(lucha por el deber)
Conflicto entre el sujeto y
DARWIN el medio.
DIFERENCIACIÓN
ADAPTACIÓN
(lucha por existir)
MARX
Conflicto entre clases
sociales.
ESTRATIFICACIÓN
SOCIAL. JERARQUIA.
COMPARACIÓN SOCIAL.
(lucha por la igualdad)
PIAGET
Conflicto en la toma de
decisiones experienciales.
RESOLUCIÓN DE
DILEMAS.
APRENDIZAJE.
(lucha por ser)
7
Aunque estos no sean los únicos procesos de conflicto (su valor es
aquí indicativo),
sí configuran grandes formas de aproximarse al
conflicto o, si se quiere, a algunos de los grandes conflictos a los que
los humanos nos enfrentamos.
4.- Las fuentes del conflicto
Preguntarse por las fuentes del conflicto es adentrarse primero en la
filosofía, la religión y cuantas opiniones existen que pretendan dar
cuenta de a que razón responde el ser humano. En tanto que somos
incapaces de respondernos respecto al conflicto central, es decir el
existencial, el de que somos y que significado tiene la vida, se hace
difícil identificar los orígenes de los conflictos.
En 1987 Vicens Fisas (1987, 178-179) efectuó un resumen amplio al
respecto. Este autor al analizar las distintas escuelas que tratan de
explicar el conflicto sostiene que sus puntos de vista son totalmente
insuficientes para dar cuenta del fenómeno “conflicto”. Una forma
práctica de resumir las visiones existentes históricamente sería la
siguiente realizada por Wher en cita Hocker y Wilmot (1985, 6):
a) El conflicto y la lucha son innatos en todos los animales incluyendo
al hombre.
b) El conflicto se origina en la naturaleza de las sociedades y depende
de cómo se han estructurado.
c) El conflicto es una aberración, una disfunción de los sistemas
sociales.
d) El conflicto ocurre porque es funcional para el sistema social.
e) El conflicto ocurre porque se persiguen objetivos incompatibles.
f) El conflicto es consecuencia de la pobre comunicación, mala
percepción, defectuosa socialización y otros procesos inconscientes.
8
g) El conflicto es un proceso que pasa en todas las sociedades y en
todas existe una regulación del mismo.
Sin embargo, aunque parece que todas estas visiones contienen algo
de verdad, éste es uno de los temas ciertamente delicados por su
complejidad.
Es por ello que hemos acudido a Hobbes. Es decir,
hemos acudido a una opinión de siglos atrás que probablemente siga
siendo válida: “en la naturaleza del hombre encontramos tres causas
principales de disensión. la primera es la competencia. En segundo
lugar, la desconfianza; y en tercer lugar, la gloria”. (Hobbes,
1648/1999, 115). A esto reducía Hobbes las grandes fuentes del
conflicto.
Y, por referirnos ahora a un autor moderno, Fisher (2000, 169) al
hablar de las fuentes del conflicto intergrupal, con cita de Katz, cita
las diferencias económicas, divergencias en valores y en el poder
como fuentes básicas de los conflictos. A todo esto añade el propio
autor las diferencias en las necesidades humanas. No obstante,
Fisher en 1994 (Vide Fisher, Kopelman y Scheider, 1994, 109) que los
siete elementos de una situación de conflicto son los intereses, las
opciones para satisfacerlos, la legitimidad, la relación entre las
partes,
la
comunicación,
los
compromisos
potenciales
y
las
alternativas a la solución negociada. Un resumen de utilidad podría
ser el siguiente cuadro elaborado a partir de las ideas de estos
autores y que hemos adaptado en función de nuestra revisión y
experiencia empírica.
9
ELEMENTOS BÁSICOS QUE
APARECEN EN LA CONFRONTACIÓN
PODER
NECESIDADES
Capacidad
Búsqueda
de
de
Coacción Satisfactores
VALORES
Creencias
Centrales
INTERESES
PERCEPCIÓN Y
COMUNICACIÓN
Objetivos
Deseados
Interpretación
y
Expresión
Este cuadro no agota las fuentes del conflicto, pero tiene la ventaja
de su simplicidad y de recoger con carácter general los elementos en
que se ubican las más importantes.
5.- El concepto de gestión de conflictos
Hablar de “gestión de conflictos” es situarnos en la traducción de la
expresión inglesa “conflict management.” Es entrar en un campo
donde las definiciones no concuerdan y donde a menudo se habla de
“conflict resolution” para referirnos a la misma cosa. Así por ejemplo
en una revisión
del tema reciente efectuada por Jeong, H. (1999,
390) se afirma: “no hay una
definición precisa del concepto de
gestión y resolución de conflictos”.
10
Un importante esfuerzo en este campo de la definición es preciso
reconocerle a Douglas H. Yarn (1999). Su reciente “Dictionary of
Conflict Resolution” publicado en 1999 significa una muy importante
contribución al campo de las definiciones y al sentido que hay que
atribuir a los conceptos. Otra importante contribución a este campo
viene de la mano de Deutsch y Coleman (2000) quienes en el año
2.000 han compilado en U.S.A. el primer “Handbook of Conflict
Resolution: theory and practice” donde se repasa en detalle, a través
de los trabajos de distintos autores, el estado actual del desarrollo del
campo de la gestión de conflictos.
El concepto de gestión de conflictos debe ser examinado desde la
perspectiva de la intervención. Sea o no sea resolución de conflictos,
lo que nos interesa es que hacer en situaciones concretas desde el
punto de vista de quien es llamado, sin hallarse involucrado en el
mismo, para manejar ese conflicto. O, también, en la perspectiva de
como manejar más eficientemente
los conflictos en los que nos
hallamos implicados.
Podemos afirmar que, en líneas esenciales, la intervención en
conflictos sigue la pauta que ya resumiera Moore (1995, 30) en la
siguiente figura:
11
CONTINUO DE MÉTODOS DE ADMINISTRACIÓN Y
RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS
Como puede verse claramente, en un continuo entre la evitación del
conflicto y su resolución por medio de la violencia, se sitúan las más
importantes figuras en resolución o gestión de conflictos. Y, aunque
en el ejemplo de Moore sólo se citan específicamente hasta ocho
figuras o formas de intervención en resolución de conflictos (como la
negociación o la mediación), la O.N.U. tiene reconocidas hasta 19
figuras distintas muchas de las cuales son combinaciones de las
principales citadas por Moore.
6.- La mediación
No obstante, lo que deseamos destacar es la idea que en el ámbito
de la gestión de conflictos la clave central de todo, el arco de la
bóveda, es lo que se ha llamado por Six (1997, 17): “el ámbito de
12
intervención del tercero”. En resumen, y siguiendo la doctrina jurídica
podemos afirmar que existen dos grandes líneas de intervención en
conflictos:
a) La heterocomposición
Cuya idea central reside en que un tercero toma una decisión
respecto a como resolver el conflicto: un juez, un árbitro, el rey, el
jefe de la tribu, etc. Supuesto en el que se supone que este tercero
tiene capacidad de decisión y de ejecutar lo decidido.
b) La autocomposición
Supuesto en que son las partes las que arreglan entre ellas sus
diferencias y si interviene un tercero, éste no tiene capacidad
decisoria sino capacidad de influencia limitada.
De entre las figuras de particular interés en el campo de la
autocomposición de los conflictos la negociación y la mediación
aparecen como de las más importantes. Aunque Yarn (1999, 274)
cita hasta siete definiciones distintas y hace múltiples matizaciones,
la idea se comprende mejor si nos remitimos a la función del
mediador. No obstante, deseamos destacar que la mediación como
”técnica de resolución de conflictos” funciona apoyada sobre dos
grandes ejes el poder y confianza.
Se pretende que las partes en conflicto utilicen al máximo su propio
poder y sus recursos y que el mediador se mantenga en lo posible
neutral e imparcial, esto hace que se piense que mientras las partes
son “propietarias” de su conflicto, el mediador lo es del proceso de
resolución de acuerdo con esas mismas partes.
La confianza se construye desde la voluntariedad con que las partes
entran en el proceso de gestión del conflicto, hasta la confidencialidad
13
que se otorga a lo tratado en el proceso o a la propia expectativa de
la actividad que se reputa del mediador.
La mediación puede ser vista como un proceso de desbloqueo de un
conflicto a través de la intervención de un tercero que se remite a la
propia capacidad de las partes para hallar la solución de sus
dificultades. Sin embargo, todos los mediadores experimentados y la
misma investigación han dado importancia crucial y creciente a un
aspecto
del
problema:
el
análisis
del
conflicto.
Es
decir,
la
composición de lugar que se hace el mediador respecto de lo que está
ocurriendo.
El siguiente cuadro refleja los fundamentos de la mediación:
FUNDAMENTOS DE LA MEDIACIÓN
“Empowerment”
(entre las partes)
PODER
Imparcialidad y
Neutralidad
(hacia las
partes)
FUNDAMENTOS
Voluntariedad
CONFIANZA
Confidencialidad
Proactividad
14
7.- Visión general de la evolución del campo de la gestión de
conflictos
El campo de la resolución de conflictos es un campo en la más
absoluta emergencia de forma que es preciso plantearse si no
estamos ante un nuevo movimiento social. De hecho, en 1.993, Peter
Adler, publica un libro en Estados Unidos bajo el significativo título de
“The future of Alternative Dispute Resolution: reflections on ADR as
a Social Movement”.
En cualquier caso, nos estamos refiriendo a nuestra cultura más
próxima, la de los países occidentales para dar cuenta de un
movimiento que afecta a toda América, a toda Europa con especial
incidencia de manera reciente en los Países del Este y
a Australia.
Las incidencias en la cultura oriental y africana son muy poco
conocidas, aunque sí es cierto que la “mediación” se conoce y se
practica también en estas áreas de forma muy vinculada a diversas
culturas autóctonas. No sólo la mediación. También el arbitraje es
particularmente útil y desarrollado en estas áreas y podemos decir
que casi siempre es una función del poder. En todos lados el poder
dirime
conflictos
y
cuando
no
existe
una
estructura
judicial
determinada, al menos tal como nosotros la conocemos, aún es más
cierta esta afirmación.
Finalmente, la mediación ha podido observarse en los primates, tal y
como refleja Waal (1989, 237) por lo que, en conclusión,
estamos
ante formas de intervención en los conflictos que tienen carácter
universal y un cierto enraizamiento en la naturaleza más profunda.
Sin embargo, sí es cierto que todo esto no empieza
a tener una
incidencia y un desarrollo renovado hasta los últimos veinte años.
Seguimos el análisis de Singer
(1996, 11-29) para dar cuenta del
15
proceso en los Estados Unidos donde se inicia este movimiento tal y
como hoy lo venimos conociendo. De acuerdo a esta autora, los
métodos de que disponían los norteamericanos para resolver sus
conflictos están sufriendo una silenciosa revolución. No sólo se están
implementando sistemas para resolver conflictos al margen de los
tribunales, sino también para complementar o reemplazar la función
de éstos en determinados asuntos.
Para darse cuenta de la importancia de esto, Singer (1996, 11) cita a
Tocqueville que escribió hace 150 años: “en los Estados Unidos no
existe apenas una cuestión política que no se dirima antes o después
en los tribunales”. Pero, no sólo las cuestiones políticas están tan
influidas, la misma cultura de los mass media nos da una idea clara
de la importancia que en la vida social tiene el derecho y su forma de
intervenir en las situaciones de conflicto.
Pero, el sentido práctico de los norteamericanos les ha llevado a
cuestionarse este sistema. Cita la autora a Derek Bok, decano de la
facultad de derecho de Harvard,
para
señalar hacia: “un sistema
judicial sembrado de las esperanzas defraudadas de aquellos que lo
encuentran demasiado difícil de comprender, demasiado quijotesco
para imponer respeto y demasiado
caro
para resultar práctico”
(Singer, 1996, 16).
Ante esta situación, es lógico que el conjunto de prácticas que traten
de resolver conflictos por otras vías se desarrolle fuertemente. Las
siglas Alternative Dispute Resolution (ADR) hacen fortuna en todo el
país y se expanden hacia fuera con fuerza inusitada. Hoy afectan a
todos los órdenes sociales: la familia, la escuela, la vida comercial, el
barrio, la salud, etc. y va ganando más adeptos.
16
De
Estados
Unidos,
se
extiende
a
Canadá
y
Latinoamérica.
Iniciándose a mediados de los años ochenta la importación de estas
técnicas en Europa Occidental, primero a través de Canadá donde la
cultura francesa influye en el aculturamiento más próximo de la
mediación como técnica, formándose los primeros mediadores.
Luego, se expande por los países de habla inglesa y posteriormente
por América del Sur, con especial relevancia en Argentina, donde el
sistema judicial estaba en aquel entonces ya
en franca quiebra, al
decir de algunos juristas argentinos.
Podemos pues situar el origen del movimiento en los Estados Unidos
y por oposición al sistema judicial, con una rápida expansión por todo
el mundo y todos los ámbitos de la vida social.
8.- Evolución en España
El autor publicó en 1.996, con datos referidos a 1.995, un trabajo
(Redorta, 1.996) sobre este tema y a cuyas fuentes y análisis nos
referimos en este apartado. En cualquier caso, de manera ahora
resumida, se planteaba en este estudio si estábamos ante una moda
o algo más profundo y cual podría ser la situación de futuro a partir
de la situación de aquel momento.
Se repasaba la incidencia de la Recomendación del Consejo de Europa
R86(12) con el fin de que los países miembros potenciaran el uso de
vías conciliatorias. Un estudio efectuado por el Instituto Suizo de
Derecho Comparado, validando la mediación como técnica, algunas
opiniones cualificadas francesas y particularmente el cambio de
17
contexto que ya se intuía a favor de la mediación. En concreto se
destacaba:
a) La aceleración de procesos sociales
b) La multiplicación de conflictos
c) La inadecuación de la respuesta judicial clásica
d) La defensa de la privacidad como valor
e) La incidencia de la complejidad
A título de ejemplo, se citaba que en 1.995 la voz “mediación” no
existía
en la biblioteca del Colegio de Abogados de Barcelona, con
700 años de antigüedad y 300.000 volúmenes.
Sin embargo, luego de repasar
institucional
aspectos tales como la mediación
y su fracaso relativo, el uso multiforme de figuras de
ADR en la práctica existente, el colapso judicial y la emergencia de
nuevas experiencias así como la ausencia de mediadores, se
destacaban aquellas experiencias de futuro como el “Programa de
Mediación en Justicia Juvenil de Catalunya”, el “Tribunal Laboral de
Catalunya” o el “movimiento Elkarri” ya en el País vasco y también el
estado de la investigación, prácticamente muy limitada a Santiago y
Oviedo.
No obstante, se anunciaba que estamos ante una nueva profesión y
que los cambios serían muy inmediatos y acordes con los nuevos
valores que la mediación venía a aportar al sistema de resolución de
conflictos.
Estos últimos cinco años han traído a España un desarrollo notable de
la mediación. Baste decir que, actualmente y en toda España, hay 18
universidades que están haciendo formación de postgrado. Se están
abriendo centros de práctica particularmente en el campo de la
18
familia, donde se ha regulado en diversas
figura
legal.
Diversas
profesiones:
regiones autonómicas la
trabajo
social,
psicología,
pedagogía, sociología, ciencias políticas y derecho, en especial se
están interesando por el tema e iniciando un proceso de debate y
formación respecto a como incorporar esta técnica. Asimismo, se han
organizado algunos congresos para debatir de forma multidisciplinar
el desarrollo de este campo.
Para captar con mayor
rapidez la idea de que existe un amplio
movimiento tendente a cambiar un determinado estado de cosas, es
bueno de entrada referirnos a los datos publicados por el Centro de
Investigaciones Sociológicas
en el
año 1.998 (C.I.S, 1998). De
acuerdo a esta fuente, sólo un 10% de españoles opinan que la
justicia va bien. El resto entre regular, mal y muy mal, considerando
que entre ”mal “ y “muy mal “ el porcentaje es del 57%.
Un 75% de los españoles preferirían llegar a un acuerdo aunque
tuvieran que ceder. De hecho, únicamente un 16% pondría un asunto
en manos de un abogado.
Ante una situación como la descrita por los escuetos hechos, lo que
parece evidente es que existe una demanda social de cambio. Para
aclarar más este punto vamos a servirnos de las palabras de una
reconocida jurista: Manuela Carmena, magistrada y
miembro del
Consejo General del Poder Judicial, que en 1.997 publicó el libro
“Crónica de un desorden, notas para reinventar la Justicia”. Dice
Carmena (1997, 17): “Que duda cabe que todo lo relativo a la
Justicia está hoy en tela de juicio. La Justicia es uno de los aspectos
del poder que menos ha evolucionado a lo largo de la historia. Es
lógico, por tanto, que nuestro mundo –complejo, nuevo, diverso- la
ponga constantemente en cuestión.” Y, sigue afirmando (p. 29): “La
sociedad actual nada tiene que ver con la del siglo XIX que se refleja
19
en las grandes leyes procesales”. Y, luego, más adelante (p.132):
“Todo el ordenamiento jurídico está tan desplazado de la realidad,
que resulta difícil encontrar en él un instrumento útil para la
resolución de los conflictos entre los derechos y los deberes. Ese
arbitraje en que, al fin y a cabo, consiste la intervención de un
tercero, queda ahogado por el cúmulo de burocracia y rutina a que
estamos acostumbrados y que nos ha hecho olvidar el móvil utilitario
del Derecho.”
Dicho en nuestras palabras, el orden jurídico, el que venimos
conociendo, se apoya en grandes leyes del siglo XIX, sin que el siglo
XX haya sido capaz de rectificar su inercia. El siglo XXI tiene
planteados otros retos muy analizados por Manuel Castells (1999) en
su
trilogía “ La era de la informacion” a la que nos remitimos.
esto es de esta manera, es
pausible
Si
que pueda surgir algo
alternativo a lo existente. El autor ya analizó ante el I Congreso
Internacional de Mediación Familiar en Barcelona (Redorta 1999, 212220), el proceso de cambio en la profesión de la abogacía, la crisis
de modelos, las relaciones entre mediación y sistema judicial, los
roles posibles del abogado ante este nuevo fenómeno, su relación con
otras figuras de resolución de conflictos, las ventajas de la mediación
respecto del litigio, el análisis de Gottheil (1996) respecto a los
nuevos valores que aporta la mediación a la resolución de conflictos y
la importancia de las nuevas habilidades exigidas a los profesionales
con detalle de las mismas.
El breve resumen de todo lo allá expresado es que estamos ante un
panorama caótico del servicio de la Administración de Justicia, ante
un mundo no ya cambiante, sino cambiado y que se está extendiendo
un movimiento de reflexión y acción con ideas propias.
Las características esenciales de este movimiento entiendo que son:
20
a) Rapidez de implementación
Aunque los usuarios finales aún desconocen excesivamente el
campo de la gestión de conflictos, cada vez se abren nuevas áreas
de intervención, nuevas expectativcas y proyectos.
b) Ausencia de políticas globales
No se han implementado campañas de orientación a los usuarios
futuros de servicios, ni existe actualmente en la Administración
una idea mínimamente clara de que hacer ante el fenómeno.
c) Multidisciplinariedad
El fenómeno afecta a todas la profesiones de ayuda y aún las
vinculadas a la actividad económica particularmente en el campo
de la gestión.
d) Proceso convergente con otros países
La
incidencia
de
recomendaciones
de
la
Unión
Europea
favoreciendo la implentación de la mediación, la facilidad de
información que proporcionan las nuevas tecnologías y las propias
tendencias social hacen que estemos ante un cada vez más
fenómeno global y más extenso.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ADLER, P. (1993).The future of alternative dispute resolution:
reflexions on ADR as a social movement. Michigan: University of
Michigan Press
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